COMENTARIOS AL EVANGELIO
Mc 13, 33-37

 

1.- Nos hallamos ante la versión de Mc de la parábola que hace dos domingos veíamos en Mt 25. 13-30. En ambos casos se trata de una invitación a vivir con la mirada puesta en el futuro: "Velad porque no sabéis el día ni la hora" (Mt 25. 13). "Vigilad, pues no sabéis cuándo es el momento" (Mc 13. 33). Las diferencias de ambas versiones están en los interlocutores y en el desarrollo.

Mt supone unos interlocutores amplios: los discípulos. Mc, en cambio, parte de unos interlocutores restringidos: Pedro, Santiago, Juan y Andrés (ver Mc 12. 3; la traducción litúrgica ha pasado por alto este detalle). Esta restricción explica la frase final: "Lo que os digo a vosotros, lo digo a todos" Mc 13. 37).

En cuanto al desarrollo, Mt amplía lo que Mc presenta escuetamente como un marcharse lejos de un hombre confiando a los criados el cuidado de sus bienes. Mc no insiste en el cuidado de los bienes por parte de los criados, sino en la actitud alerta y vigilante a tener desde el momento que no se conoce la llegada del amo. A poco que nos fijemos, descubrimos que el término repetido con insistencia es el verbo velar o vigilar. Es decir, la versión de Mc es inequívocamente una invitación a vivir con la mirada puesta en el futuro.

-Comentario. Si la forma de las versiones de Mc y de Mt es diferente, el fondo es idéntico en ambas. La forma ofrece un magnífico ejemplo de transmisión dinámica y creadora de las palabras de Jesús por parte de los evangelistas. El fondo pone de manifiesto el respeto al pensamiento de Jesús y la coincidencia en él por parte de esos mismos evangelistas. Dicho esto, el comentario tiene que ser por fuerza el mismo que el de hace tres y dos domingos (32 y 33 ordinarios). Invitación a un modo de estar en la vida con la mirada puesta en el futuro de Dios y en el de nosotros con él. Invitación a no vivirnos sólo desde nosotros mismos sino también desde Dios. Un Dios no sólo presente, sino también futuro, y por futuro, inagotable; siempre viniendo, imprevisible, sin que podamos decir cuándo y cómo.

ALBERTO BENITO
DABAR 1987/01


2. VIGILANCIA/QUÉ-ES: QUÉ SIGNIFICA VELAR EN EL CAP. 13 DE Mc. DISPONIBILIDAD PARA LA ULTIMA VENIDA Y PARA LA VENIDA DE CADA DÍA.

El Evangelio no puede concebir una mirada al porvenir, que contemple con indiferencia las realidades presentes. La esperanza evangélica del presente se vive en "el hoy de Dios". El autor, después de haber hecho vibrar de esperanza a sus oyentes, haciéndoles vislumbrar la liberación traída por el Hijo del hombre en su intervención final, les pide que su confianza y su entusiasmo se concreten en una acción cotidiana.

Una palabra resume esta actividad por la que la esperanza se autentifica y cristaliza en realidades concretas: velar; palabra cuyo sentido se explica en el cap. 13, pues a lo largo de toda esta homilía sobre el final de los tiempos, corre el mismo llamamiento a la vigilancia, traducido en expresiones como éstas: "que no os engañe nadie" (v. 5), "mirad por vosotros mismos" (v. 9), "no os preocupéis de..., pero el que persevere hasta el fin..." (vv. 11/13), "estar sobre aviso; mirad que os lo he predicho todo" (v. 25).

Velar es trabajar. Dice el evangelista que cada cual ha recibido ya su "trabajo" (v. 34); no desarrolla más el tema. (...).

Nuestro autor sabe que los cristianos deben esperar la venida de Jesús, entregados a su trabajo de cada día, pero se interesa más por la profunda actitud interior sin la cual no podría hablarse de trabajo que realizar: la mirada creyente, la fe.

(...). Velar es lo contrario de "dormir" (v. 36); es tener abiertos los ojos; es mirar con ojos atentos a todas las lecciones que pueden instruirnos, incluso a las impartidas por la naturaleza.

Todos los años, en primavera, el despertar de la germinación se manifiesta por humildes indicios que anuncian, a quien sabe verlos, los esplendores de la estación que está para llegar (v. 28 s.).

Que esta atención que prestamos a la primavera, denotada por una discreta yema de higuera, se convierta en nosotros en atención centrada en unas realidades esenciales; indicios de su proximidad son unas señales que la mirada distraída no puede percibir y son asequibles sólo a los "contemplativos".

En tiempos apacibles o en circunstancias revueltas, los contemplativos saben ver las señales que, como pompas que emergen a la superficie, anuncian movimientos profundos. Y estos movimientos profundos interesan mucho más que los otros.

Velar es, pues, no dejarse engañar por lo episódico y lo superficial, por esos falsos mesías que pululan en los períodos angustiosos, cuando resuenan estruendos de guerra y, más o menos justificadamente, corren voces de cataclismo, hambres, sequías u otras calamidades. En tales circunstancias hacen su aparición individuos -"falsos cristos y falsos profetas- que realizarán señales y prodigios" (v. 22), con excesivas prisas para creer y afirmar que poseen la clave de los enigmas del tiempo y que disponen del eficaz "¡ábrete sésamo!" capaz de barrer todas las dificultades.

Velar es, además, no dejarse desconcertar por las dificultades que acosan a la Iglesia: persecuciones de todo orden, piensa nuestro autor; o también, no dejarse sorprender por las divisiones que el anuncio de la fe no deja de causar en las comunidades humanas, especialmente en las familiares, en las cuales, cuando unos aceptan, otros rechazan. Estos dramas no pueden impedir la predicación de la Buena Noticia en el mundo entero. El autor de los Hechos de los Apóstoles va mucho más allá al afirmar, por propia experiencia, que estas odiosas persecuciones, en realidad favorecen a la predicación del Evangelio (Hch 8. 18, etc.) Cualquiera que sea la importancia que estos dramas parezcan tener, lo único que en definitiva tienen es una orientación profunda, que ha de ser objeto de una atención permanente, tenaz y vigilante, por parte de los cristianos. Esta orientación es la intervención divina obradora de la salvación de los hombres; es la venida de JC: su manifestación final, que se verifica ya, día tras día, a medida que el Reino de Dios va siendo un poco más aceptado por los hombres.

En última instancia, la vigilancia es la disponibilidad para la última venida y para la venida de cada día.

Es fácil pedir: "¡Venga a nosotros tu Reino!"; esta oración "acelera" el cumplimiento de la promesa. Más difícil es estar preparado y prepararlo todo para esta venida.

LOUIS MONLOUBOU
LEER Y PREDICAR EL EVANGELIO DE MARCOS
EDIT. SAL TERRAE SANTANDER 1981.Pág. 164


3. J/CIENCIA:

Muchos exegetas no logran captar una distinción sustancial entre este texto y el precedente. Sin embargo, basta observar cómo el evangelista opera una clara distinción entre el acontecimiento que puede ser relativamente previsto, o sea, la destrucción del templo, y el día del que nadie sabe nada: el de la "parousía" de Cristo.

Esta fecha, absolutamente secreta, no es conocida por los ángeles ni por el Hijo del hombre, sino solamente por Dios. Muchos preguntan cómo Jesús, siendo Dios y presentado como tal en este evangelio, puede no conocer la fecha del fin.

A esto hay que responder, en primer lugar, que el misterio de la Encarnación no deja de ser misterio: sabemos, en efecto, que Jesús fue un hombre como todos los demás y que tuvo las naturales lagunas culturales de sus contemporáneos. Él sabría hablar el arameo, entendería algo el hebreo, y chapurrearía las frases más corrientes en griego helenista: ni más ni menos que sus contemporáneos. Sin embargo, hay aquí una observación muy fina: se trata del "hijo del hombre".

Ya hemos visto cómo la cristología del segundo evangelio es una cristología del hijo del hombre. Ello quiere decir que Jesús, en cuanto "hijo del hombre", debe comunicar un determinado mensaje con sus límites y sus fronteras. En este mensaje no entraba satisfacer la curiosidad de los hombres con respecto al final de la "película humana".

El significado de la exhortación es claro y perfectamente coherente con el contexto: se pide a los creyentes la máxima vigilancia: "velad, porque no sabéis a qué hora viene el amo de la casa, si por la tarde o a medianoche o al primer canto del gallo". Lo interesante es que no vuelva de forma imprevista y os encuentre "cabeceando". Por lo tanto, a los creyentes se les pide que renuncien a realizar cálculos y a hacer previsiones sobre el fin, más o menos próximo, de los tiempos. Por el contrario, deberían aguardar sin temor alguno aquel fin, empleando el tiempo presente en el trabajo incansable de cada día.

Abstenerse de las actividades humanas para prepararse mejor para el final no es una interpretación válida del discurso de Jesús.

COMENTARIOS A LA BIBLIA LITURGICA NT
EDIC MAROVA/MADRID 1976.Pág. 1197


4. /Mc/13/28-37 VIGILAR

La finalidad de la apocalíptica es, sobre todo, la de revelar la fecundidad escondida de la fe en Dios, que en este mundo parece haber fracasado. Por tanto, no pretende, en primer lugar, inculcar la fidelidad, sino más bien consolar a los que la viven. Pero Marcos siente la necesidad de inculcar ante todo la fidelidad a Cristo: "Fijaos bien que nadie os engañe. Porque vendrán muchos en mi lugar y dirán: "yo soy el que esperábais, y engañarán a muchos" (13, 5-6). Y más adelante: "Si alguien os dice entonces: "mira, el Cristo está aquí" o "está allá", no le creáis. Ya que aparecerán falsos cristos y falsos profetas que harán señales y prodigios con el fin de engañar" (13, 21-22).

Parece como si Marcos viviera en una situación (quizás piensa en los diversos movimientos revolucionarios y mesiánicos que surgieron en Palestina en el decenio 60-70) de fermentos engañosos y sugestivos, ante los cuales es necesario permanecer apegados a la fe tradicional.

Además de la invitación a la fidelidad, hay en el discurso una llamada al coraje en la persecución. La persecución no es ni mucho menos un mentís contra el Reino, sino simplemente un lugar de testimonio y hasta una situación en que aflora un drama mucho más grande: la lucha entre el bien y el mal, entre Dios y Satanás.

Y finalmente la proximidad. Marcos cree firmemente en la "inminencia" de la parusía: la parábola de la higuera es muy clara en este sentido.

Pero la inminencia no es un hecho cronológico, de hoy o de mañana.

PARUSIA/TIEMPO:La parusía es al mismo tiempo inminente e imprevisible: el Señor puede llegar hoy, pero nadie puede estar seguro de que sea hoy su venida, ya que nadie puede disponer de un acontecimiento que sólo depende de la voluntad soberana de Dios. Por eso el único comportamiento realmente serio es la vigilancia, estar siempre dispuestos a acogerlo, en cualquier momento y lugar. La exhortación a la vigilancia se repite como un estribillo (versículos 5, 9, 23, 33, 35, 37). Se trata de una llamada que no es frecuente en la apocalíptica judía y en la teología rabínica; es típicamente cristiana. Y es una vigilancia doble: contra las ideas de los exaltados y contra las especulaciones de los falsos profetas por una parte, y contra la relajación de los que se acomodan a este mundo, por otra.

Parece como si Marcos tuviera ante la vista un doble peligro: efectivamente; por un lado, parece dirigirse a unas personas que han descuidado la vigilancia y no viven ya en la perspectiva escatológica, adaptándose quizás demasiado bien a este mundo; por otro, se opone a los que parecían creer que el final era inminente. A los primeros les dice:"Estad atentos y vigilad. Los hechos y los comportamientos de nuestra época indican que están ya a punto de empezar las agitaciones escatológicas." Y a los otros les dice: "No ha llegado todavía el final. Ni siquiera el Hijo del Hombre conoce la fecha." Finalmente, queremos señalar los diversos aspectos que encierra la vigilancia cristiana, tal como se deducen del conjunto del discurso y especialmente de la parábola del señor que regresa de noche a su casa.

Vigilar significa estar constantemente alerta, despiertos, en situación de espera. Significa vivir una actitud de servicio permanente, a disposición del amo, que puede regresar en cualquier momento. Significa, finalmente, lucha, fatiga, renuncia. No significa ni mucho menos indiferencia o falta de compromiso ante las obligaciones de cada día.

BRUNO MAGGIONI
EL RELATO DE MARCOS
EDIC. PAULINAS/MADRID 1981.Pág. 187


5.VIGILANCIA. LA PARÁBOLA DEL PORTERO centra la atención del evangelio de hoy.

Esta parábola es de las que describen UNA ACCIÓN. La intención del parabolista es atraer la atención sobre esta acción que se convierte en paradigmática y así proponerla a los oyentes. He aquí la parábola del Portero: "se le recomienda QUE VIGILE"; así, vigilar se convierte en una acción significativa en la que están implicados los oyentes: "igual tenéis que vigilar vosotros".

Convirtiéndose en una propuesta concreta para la situación eclesial presente: "no sea que os encuentre dormidos".

El Reino de Dios es una acción progresiva en la que se nos invita a entrar. Hoy se nos propone entrar VIGILANDO. La acción de vigilar comporta no dormirse, en nuestro caso no se sabe hasta cuándo. Noten el interés de la parábola del Portero por mostrar LA GRATUIDAD DE LA ACCIÓN DE VIGILAR.

J. FONTBONA
MISA DOMINICAL 1990/22


6.

Se abre el Adviento con esta fuerte llamada de Marcos a la vigilancia. Es el Señor quien nos la recomienda insistentemente: "Al atardecer, a medianoche, al canto del gallo, al amanecer", las cuatro vigilias en que se dividía la noche. Es que no se puede dormir. Velad como el portero de la casa, como el jugador en espera del número de la suerte, o el hombre de negocios la ocasión propicia; como el profeta a la escucha de cualquier signo: como la novia que espera la llegada del amado; como el guardaespaldas para defender a la persona encomendada.

Sabe el Señor que tendemos fácilmente al sueño y a la modorra. Vivimos distraídos, descuidados y olvidados, como aquellas vírgenes necias cuyas lámparas terminaron apagándose. Así dejamos escapar la oportunidad. Y Dios puede venir en cualquier oportunidad. Cristo se hace presente en cualquier oportunidad. Necesitamos velar para reconocerlo y acogerlo. Es lo propio del Adviento. El Señor está cerca. El Señor viene. Es el tiempo de la preparación.

CARITAS
UN AMOR ASI DE GRANDE
ADVIENTO Y NAVIDAD 1990.Págs. 23


7. MIRAR/VER

Consigna para el Adviento: «Mirad». Pregón para el Adviento: «Vigilad». Consejo para el Adviento y para siempre: «¡Velad!». Y es que se nos cierran los ojos, que nos dormimos y nos distraemos, nos embotamos y nos cansamos.

Mirad. Dicen que vemos, pero que no miramos. Mirar es ver con detenimiento y profundidad. Mirar es fijar los ojos con interés y con alguna esperanza. Mirar es dejarse sorprender. Miremos de verdad a las personas, a las cosas, a los acontecimientos, a la vida. Miremos con los ojos del niño expectante y confiado. Que no se hagan callos en tus ojos. Si miramos todo con amor y con esperanza, no tardaremos en descubrir las huellas del Amado.

Vigilad. Vivimos tan distraídos y divertidos, tan alienados y despreocupados, tan dormidos, que nos resbala la vida. Dejamos escapar cantidad de oportunidades. Se nos escapan cantidad de valores. Ni siquiera rozamos el misterio. Y todo tiene su misterio. Hay algo más que lo que vemos a simple vista. Y ese algo más es el toque de la gracia, la presencia divina, que nos envuelve y acompaña, que nos sorprende y nos promete, que siempre nos espera.

Vigilad. Velad. La vigilancia es fruto de la fe, de la esperanza y del amor. Vigilamos cuando esperamos, vigilamos cuando creemos, vigilamos cuando confiamos, vigilamos cuando amamos. No dejemos de velar.

CARITAS
VEN.../ADVIENTO Y NAVIDAD 1993.Pág. 28


8.

¿Por qué será que Cristo nos recomienda con tanta urgencia el "velad"? Velad como el portero de la casa, como el centinela de la ciudad, como la esposa cuando espera la llegada del amado. Velad, porque Dios es sorprendente. El viene siempre, pero no sabemos cuándo, cómo y por dónde.

Velad para no dormir, dejando pasar la ocasión del encuentro. Velad para reconocer y acoger a Dios, siempre que quiera presentarse. Velad, pero cumpliendo cada uno su tarea. Velad, porque la vigilancia es hija de la esperanza. Velad, porque vivimos en un adviento continuado.

CARITAS/84-2.Pág. 13