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HOMILÍAS PARA EL DOMINGO PRIMERO DE ADVIENTO - CICLO B
26-39
26.
Autor: Neptalí Díaz Villán, CSsR
Fuente: www.scalando.com
¡YA VIENE!
La liturgia católica, según la organización actual, tiene tres ciclos (A, B y C)
para los domingos, y año par e impar para los días entre semana. Hace 8 días con
la fiesta de Cristo Rey terminamos el año litúrgico, con el ciclo “A”. Hoy,
empezamos el ciclo “B”, un nuevo año litúrgico con el tiempo de adviento.
Hablar de adviento es hablar de advenimiento, de expectativa por la venida de
algo o de alguien, que nos traerá buenas nuevas, por tanto es un tiempo de
esperanza. Digo de esperanza no espera; la esperanza implica serenidad y
confianza porque vendrá algo mejor, pero también nuestro aporte para que eso que
esperamos sea una realidad.
Desde hoy las lecturas nos animarán a vivir el adviento. A corto plazo, a la
espera de la celebración de la navidad, pero ahí no podemos quedarnos, nuestra
esperanza no puede quedarse en celebrar la navidad, nuestro gran adviento es por
el Reino de Dios. La celebración de la navidad es una oportunidad para hacer
memoria de la infancia de Jesús, para alegrarnos por su irrupción en nuestro
mundo haciéndose nuestro hermano y para tomar fuerzas en la construcción de una
humanidad nueva.
Isaías 63 parte de la incapacidad del ser humano para surgir plenamente como
individuo y como sociedad cuando se aleja de Dios. Alejarnos del culto, de la
lectura y estudio de la Palabra, y la oración, sin duda nos alejan de Dios, pero
alejarnos de Dios, según el mensaje profético sobre todo es alejarnos de la
justicia: “Todos éramos impuros, nuestra justicia era un paño manchado; todos
nos marchitábamos como follaje, nuestras culpas nos arrebataban como el viento.
Nadie invocaba tu nombre ni se esforzaba por aferrarse a ti...”
En este sentido alejarse de Dios lleva a las personas y a las sociedades a caer
en situaciones dolorosas, tristes, de opresión y de muerte. Esto lo
experimentaron los judíos en el 587 a.C. cuando fue destruida Jerusalén por
parte de los babilonios y posteriormente vino la larga cautividad que duró más
de 50 años. A ellos les habló Isaías 63, que haciendo una lectura de la
realidad, descubrió la problemática, reconoció las fallas que habían cometido
como pueblo y oró al Señor pidiendo la restauración.
Es necesario descubrir la raíz de las desgracias, no para llorar sobre la leche
derramada, ni para añorar un tiempo pasado que aunque consideremos mejor, de
todas maneras también tenía sus bemoles. Necesitamos reconocer nuestra
problemática y buscar la raíz de ella, sobre todo para encaminarnos hacia la
solución de nuestros conflictos con la gracia del Señor.
Las lecturas de hoy y las de todo este tiempo están en esa tónica. Desde hoy
estamos invitados e invitadas a vivir el adviento. Vivir el Adviento, es negarse
a aceptar que nuestra suerte sea el engaño, la pobreza absoluta, la miseria, la
corrupción y la muerte. Vivir el Adviento, no obstante las dificultades
personales y sociales, es vivir en esperanza y creer que con la gracia de Dios
podemos encontrar soluciones. Es estar vigilantes, como dice el evangelio, al
atardecer, a media noche, al canto del gallo o al amanecer, a la manifestación
de Dios. No es estar en vigilia con miedo a la muerte o al juicio divino, es
estar despiertos, pilosos, como dicen los jóvenes, dispuestos a servir, a
trabajar buscando un mundo mejor.
Es de indicar que las palabras de Jesús “estar vigilantes”, se utilizaron en la
época premoderna para infundir miedo de una segunda venida de Cristo donde iría
a juzgar a los que estuvieran viviendo fuera de la religión y en pecado, o para
invitar a la gente a que viviera una vida conforme a la moral judeo-cristiana-católica
porque en cualquier momento nos podía sorprender la muerte y si no estábamos en
gracia de Dios iríamos derecho al infierno o en el mejor de los casos a un largo
purgatorio para purificar nuestras manchas. “Si nos agarra la muerte confesados
no hay problema”, decían. La gente estaba tan preocupada por la otra vida que
convirtieron esta en una pesadilla, en un peregrinar bochornoso hacia el cielo.
De esta manera el cristianismo se convirtió en un opio adormecedor que llevaba a
la gente a esperar sólo en la otra vida porque esta era un valle de lágrimas
donde nada bueno podíamos esperar. Hasta que apareció el humanismo ateo, nos
hizo despertar con sus críticas acérrimas, nos ayudó a reflexionar y a
devolverle al ser humano el sentido de la tierra. Nos ayudó, como decía
Nieztsche, a caminar entre seres vivos y terrestres, entre leones y palomas,
serpientes y águilas, ranas y asnos, árboles y montañas…
Tengamos cuidado en convertir nuestra fe y el hermoso camino de Jesús en una
religión adormecedora de conciencias. Aunque cronológicamente no estamos en la
premodernidad, algunos lloran con angustia los tiempos pasados y las estructuras
feudales medievales, las grandes filas para confesarse, comulgar y confirmarse.
Algunos todavía entonan: “somos los peregrinos que vamos hacia el cielo…”, “a ti
clamamos los desterrados hijos de Eva, a ti suspiramos gimiendo y llorando en
este valle de lágrimas…”
Necesitamos, despertar, vivir nuestro propio renacimiento cristiano. Sin perder
el sentido de pecado, nuestra referencia a Dios y nuestra esperanza
escatológica, dejar a un lado el cristiano camello, irracional, inconciente,
borrego de los sistemas, muy bien adoctrinado, pero incapaz de asumir
compromisos reales con la construcción del Proyecto de Jesús.
Vivamos el Adviento: preparémonos para la natividad y sobre todo para trabajar
mano a mano con Jesús en su Proyecto salvador. Vivamos el Adviento: hagamos caso
omiso a las melodías engañadoras de una navidad dominada por el comercio
manipulado, que invita a comprar cosas inútiles. Vivamos el Adviento: confiemos,
como dice Pablo (2ral lect.) que “la gracia y la paz de parte de Dios nuestro
Padre y del Señor Jesucristo vienen hacia nosotros, que por Cristo somos
enriquecidos en todo, que él nos mantendrá firmes hasta el final, que Dios nos
llamó a participar en la vida de su Hijo...”. Vivamos el Adviento: esperemos la
venida del Señor; y esperar la venida del Señor es practicar la justicia porque
“Dios sale al encuentro del que practica la justicia y se acuerda de sus
caminos” (Is 64,4 – 1ra lect.).
Con estas intenciones unámonos al clamor de Isaías (1ra lect.): “Señor tu eres
nuestro Padre, nosotros la arcilla y tu el alfarero; somos todos obra de tu
mano”. Cantemos con el salmo 79: “Oh Dios restáuranos, que brille tu rostro y
nos salve, pastor de Israel, despierta tu poder y ven a salvarnos...”.
Oración de los fieles
A cada petición contestaremos “Cristo, escúchanos”
Por la Iglesia, el Papa, los obispos, sacerdotes, diáconos y laicos
comprometidos, para que guíen a su pueblo al encuentro con el Señor. Roguemos al
Señor…
Por los gobernantes de todas las naciones, para que reconozcan la necesidad de
buscar en Cristo la razón de ser de sus gobiernos en la lucha por la paz
verdadera. Roguemos al Señor…
Por los pobres, marginados, enfermos y desamparados que no tienen pan, techo ni
con que abrigarse, para que compartamos con ellos lo que tenemos, no lo que nos
sobra. Roguemos al Señor…
Por los padres e hijos, para que construyan la unidad familiar con Cristo como
centro de sus vidas. Roguemos al Señor…
Por todos nosotros, para que la presencia de Cristo en esta celebración nos
mueva a estar vigilante y en oración esperando su llegada. Roguemos al Señor…
Exhortación Final
Jesús
Bendito seas Señor Jesús, tú que vives por siempre,
porque durante tu corta ausencia confías en nosotros
y nos encomiendas la inmensa tarea de un amor vigilante
que no echa la siesta cuando hay tanto que hacer en torno.
Esperamos tu venida con actitud alegre y dinámica,
sin ansiedad estéril ni expectación angustiosa.
Ayúdanos a unir productivamente la esperanza y el esfuerzo
para acelerar el día venturoso de la llegada de tu reino.
No permitas, Señor, que se enfríe nuestro corazón,
para que al llegar nos encuentres con las manos en la tarea
de amasar un mundo mejor y el corazón ocupado en amar.
Amén.
(Tomado de B. Caballero: La Palabra cada Domingo, San Pablo, España, 1993, p.
218)
27. INSTITUTO DEL VERBO ENCARNADO