TEMA V

PATERNIDAD-MATERNIDAD:
PARTICIPACION EN EL PODER CREADOR DE DIOS

1. Canto inicial.

2. Oración del Padrenuestro.

3. Lectura bíblica: Ef. 3, 14-19

"Por eso yo doblo mis rodillas ante el Padre, de quien toma su nombre toda familia en los cielos y en la tierra, para que, según la riqueza de su gloria, os conceda ser poderosamente fortalecidos en el hombre interior por su espíritu; que habite Cristo por la fe en vuestros corazones y, arraigados y fundados en la caridad, podáis comprender, en unión con todos los santos, cuál es la anchura, la longura, la altura y la profundidad, y conocer la caridad de Cristo, que supera toda ciencia, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios".

4. Lectura de la Enseñanza de la Iglesia:

Dios, en su poder de Creador y Padre, lleva a la perfección la obra de la creación del hombre y de la mujer llamando a los esposos a una especial participación en su amor mediante su cooperación libre y responsable en la transmisión del don de la vida humana: "Y bendíjolos Dios y les dijo: "Sed fecundos y multiplicaos y henchid la tierra y sometedla" (Gén 1, 28).

El cometido fundamental de la familia es el servicio a la vida, el realizar a lo largo de la historia la bendición original del Creador, transmitiendo en la generación la imagen divina de hombre a hombre (cfr. Gén 5, 1-3).

Paternidad y maternidad son en sí mismas una particular confirmación del amor, cuya extensión y profundidad originaria nos descubren. Sin embargo, esto no sucede automáticamente; es un cometido confiado a ambos, marido y mujer. La experiencia enseña que el amor humano, orientado por su naturaleza hacia la paternidad y la maternidad, se ve afectado a veces por una crisis profunda.

La paternidad y maternidad son el fruto y el signo del amor conyugal, el testimonio vivo de la entrega plena y recíproca de los esposos: El cultivo auténtico del amor conyugal y toda la estructura de la vida familiar que de él deriva, sin dejar de lado los demás fines del matrimonio, tienden a capacitar a los esposos para cooperar con fortaleza de espíritu con el amor del Creador y del Salvador, quien por medio de ellos aumenta y enriquece diariamente su propia familia.

La fecundidad del amor conyugal no se reduce sin embargo a la sola procreación de los hijos, aunque sea entendida en su dimensión específicamente humana: se amplía y se enriquece con todos los frutos de vida moral, espiritual y sobrenatural que el padre y la madre están llamados a dar a los hijos y, por medio de ellos, a la Iglesia y al mundo. Los hijos son don preciosísimo del matrimonio y contribuyen grandemente al bien de los padres. (cfr. GS, FC, Grat. sane).

5. Reflexión del Obispo.

6. Diálogo:

¿Cuál es y donde radica la dignidad de esta misión de los padres en la transmisión de la vida?

¿Porqué los hijos son don preciosísimo del matrimonio y contribuyen en gran medida al bien de los padres?

¿Cuáles son los motivos humanos y cristianos para cumplir esta tarea de los padres?

7. Compromisos.

8. Salmo 94 (95).

"Cantad al Señor un cántico nuevo"

9. Ave María. Regina Familiae: ora pro nobis.

10. Oración por la familia.

11. Canto final.


 

TEMA VI

AMOR HUMANO:
SERVICIO Y PROTECCION DE LA VIDA

1. Canto inicial

2. Oración del Padrenuestro

3. Lectura bíblica: 1 Ped. 1, 22-23.

"Pues que por la obediencia a la verdad habéis purificado vuestras almas para un amor fraternal no fingido, amaos con intensidad y muy cordialmente unos a otros, como quienes han sido engendrados no de semilla corruptible, sino incorruptible, por la palabra viva y permanente de Dios".

4. Lectura de la Enseñanza de la Iglesia:

El Espíritu del Señor renueva el corazón y hace al hombre y a la mujer capaces de amarse como Cristo nos amó. El amor conyugal alcanza de este modo la plenitud a la que está ordenado interiormente, la caridad conyugal, que es el modo propio y específico con que los esposos participan y están llamados a vivir la misma caridad de Cristo que se dona sobre la cruz.

Dado que el amor de los esposos es una participación singular en el misterio de la vida y del amor del mismo Dios, la Iglesia sabe que ha recibido la misión especial de custodiar y proteger la altísima dignidad del matrimonio y la gravísima responsabilidad de la transmisión de la vida humana.

Por ello, el Magisterio propone con claridad a todos los esposos cristianos y a todos los casados de buena voluntad la doctrina antigua y siempre nueva de la Iglesia sobre la transmisión de la vida humana como ha sido propuesto en el Concilio Vaticano II y enseñada por el Magisterio de los Romanos Pontífices que el amor conyugal debe ser plenamente humano, exclusivo y abierto a una nueva vida.

La Encíclica Humanae vitae afirma textualmente: La Iglesia, al exigir que los hombres observen las normas de la ley natural interpretada por su constante doctrina, enseña que cualquier acto matrimonial debe quedar abierto a la transmisión de la vida (n. 11).

Cuando los esposos, mediante el recurso a la anticoncepción, separan los dos significados que Dios Creador ha inscrito en el ser del hombre y de la mujer y en el dinamismo de la comunión sexual, se comportan como "árbitros" del designio divino y "manipulan" y envilecen la sexualidad humana, y con ella la propia persona del cónyuge, alterando su valor de donación "total".

Así, al lenguaje natural que expresa la recíproca donación total de los esposos, la anticoncepción impone un lenguaje objetivamente contradictorio, es decir, el de no darse al otro totalmente: se produce, no sólo el rechazo positivo de la apertura de la vida, sino también una falsificación de la verdad interior del amor conyugal, llamado a entregarse en plenitud personal.

En el contexto de una cultura que deforma gravemente o incluso pierde el verdadero significado de la sexualidad humana, porque la desarraiga de su referencia a la persona, la Iglesia siente más urgente e insustituible su misión de presentar la sexualidad como valor y función de toda persona creada, varón y mujer, a imagen de Dios.

El Concilio Vaticano II afirmó explícitamente que cuando se trata de conjugar el amor conyugal con la responsable transmisión de la vida, la índole moral de la conducta no depende solamente de la sincera intención y apreciación de los motivos, sino que debe determinarse con criterios objetivos, tomados de la naturaleza de la persona y de sus actos, criterios que mantienen íntegro el sentido de la mutua entrega y de la humana procreación, entretejidos con el verdadero amor; esto es imposible sin cultivar sinceramente la virtud de la castidad conyugal. (GS, 51) (cfr. GS, HV, FC).

5. Reflexión del Obispo.

6. Diálogo:

¿Cuáles son las exigencias morales del amor conyugal vivido con rectitud?

¿Por qué la contracepción se opone a la rectitud del amor conyugal?

¿Cuáles son los lazos que unen la anticoncepción, a la infidelidad, al aborto y al divorcio?

7. Compromisos.

8. Salmo 15 (16).

"Protégeme Dios mío, que me refugio en tí"

9. Ave María. Regina Familiae: ora pro nobis.

10. Oración por la familia.

11. Oración final.


 

TEMA VII

LA FAMILIA, CUNA Y SANTUARIO DE LA VIDA

1. Canto inicial.

2. Oración del Padrenuestro.

3. Lectura bíblica: 1 Cor. 3, 16-19.

"¿No sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros?. Si alguno destruye el templo de Dios, Dios le aniquilará. Porque el templo de Dios es santo, y ese templo sois vosotros. Nadie se engañe; si alguno entre vosotros cree que es sabio según este siglo, hágase necio para llegar a ser sabio. Porque la sabiduría de este mundo es necedad ante Dios. Pues escrito está: «El caza a los sabios en su astucia»".

4. Lectura de la Enseñanza de la Iglesia:

La familia es el santuario de la vida, el ámbito donde la vida, don de Dios, puede ser acogida y protegida de manera adecuada contra los múltiples ataques a que está expuesta, y donde puede desarrollarse según las exigencias de un auténtico crecimiento humano. El papel de la familia en la edificación de la cultura de la vida es determinante e insustituible.

Si la familia es tan importante para la civilización del amor, lo es por la particular cercanía e intensidad de los vínculos que se instauran en ella entre las personas y las generaciones. Por ello la cultura de la muerte ataca a la familia, porque es el centro y el corazón de la civilización del amor. Esta de hecho es vulnerable y puede sufrir fácilmente los peligros que la debilitan y aun destruyen en su unidad y estabilidad.

La Iglesia cree firmemente que la vida humana, aunque débil y enferma, es siempre un don espléndido del Dios de la bondad. Contra el pesimismo y el egoísmo, que ofuscan el mundo, la Iglesia está en favor de la vida: y en cada vida humana sabe descubrir el esplendor de aquel "Sí", de aquel "Amén" que es Cristo mismo (cfr. 2 Cor 1, 19; Ap 3, 14). Al "no" que invade y aflige al mundo, contrapone este "Sí" viviente, defendiendo de este modo al hombre y al mundo de cuantos acechan y rebajan la vida.

La Iglesia promueve con todo medio y defiende contra toda insidia la vida humana, en cualquier condición o fase de desarrollo en que se encuentre. Y por ello condena, como ofensa grave a la dignidad humana y a la justicia, todas aquellas actividades de los gobiernos o de otras autoridades públicas, que tratan de limitar de cualquier modo la libertad de los esposos en la decisión sobre los hijos. Hay, pues, que condenar totalmente y rechazar con energía cualquier violencia ejercida por tales autoridades en favor de la anticoncepción y más aun de la esterilización y del aborto procurado.

Es gravemente injusto el hecho de que, en las relaciones internacionales, la ayuda económica concedida para la promoción de los pueblos esté condicionada a programas de anticoncepcionismo, esterilización y aborto procurado. (FC, Centesimus annus, Evangelium vitae)

5. Reflexión del Obispo.

6. Diálogo:

¿Por qué la familia es el mejor ambiente para el nacimiento, crecimiento, y la educación de los hijos?

¿Cuales serían los remedios para ayudar a las familias donde los hijos pueden encontrar peligros?

¿Cómo ayudar a las madres ante la tentación del aborto? ¿Cómo ayudar a quienes han abortado?

7. Compromisos.

8. Salmo 68 (69).

"Dios mío, sálvame!"

9. Ave María. Regina Familiae: ora pro nobis.

10. Oración por la familia.

11. Oración final.


 

TEMA VIII

EXIGENCIAS HUMANAS Y CRISTIANAS DE LA PATERNIDAD Y MATERNIDAD RESPONSABLE

1. Canto inicial.

2. Oración del Padrenuestro.

3. Lectura bíblica: Ef. 5, 15-21.

"Mirad, pues, que viváis circunspectamente, no como necios, sino como sabios, aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos. Por esto, no seáis insensatos, sino entendidos de cuál es la voluntad del Señor. Y no os embriaguéis de vino, en el cual está el desenfreno. Llenaos, al contrario, del Espíritu, hablando entre vosotros con salmos, himnos y cánticos espirituales, cantando y salmodiando al Señor en vuestros corazones, dando siempre gracias por todas las cosas a Dios Padre en nombre de nuestro Señor Jesucristo".

4. Lectura de la Enseñanza de la Iglesia:

La Iglesia interpreta la norma moral y la propone a todos los hombres de buena voluntad, sin esconder las exigencias, e invita a que las eventuales dificultades conyugales se resuelvan sin falsificar ni comprometer la verdad. No puede haber verdadera contradicción entre la ley divina de la transmisión de la vida y la de favorecer el auténtico amor conyugal.

En particular, la paternidad y la maternidad se refieren directamente al momento en el que el hombre y la mujer, uniéndose "en una sola carne", pueden convertirse en padres. Este momento tiene un valor muy significativo, tanto por su relación interpersonal como por su servicio a la vida. Las dos dimensiones de la unión conyugal, la unitiva y la procreativa, no pueden separarse artificialmente sin alterar la verdad íntima del mismo acto conyugal.

La pedagogía concreta de la Iglesia debe estar siempre unida a su doctrina. No menoscabar en nada la saludable doctrina de Cristo es una forma de caridad eminente hacia las almas. Procura desarrollar un compromiso tenaz y valiente en crear y sostener todas las condiciones humanas -psicológicas, morales y espirituales- que son indispensables para comprender y vivir el valor y la norma moral.

No hay duda de que entre estas condiciones se deben incluir la constancia y la paciencia, la humildad y la fortaleza de ánimo, la confianza filial en Dios y en su gracia, el recurso frecuente a la oración y a los sacramentos de la Eucaristía y de la reconciliación. La castidad no significa absolutamente rechazo ni menosprecio de la sexualidad humana: significa más bien energía espiritual que sabe defender el amor de los peligros del egoísmo y de la agresividad, y sabe promoverlo hacia su realización plena.

El dominio del instinto impone sin ningún género de duda una ascética, particularmente para observar la continencia periódica. Esta disciplina exige un esfuerzo continuo, pero, en virtud de su influjo beneficioso, los cónyuges desarrollan su personalidad, aportando a la vida familiar frutos de serenidad y de paz, ayudando a superar el egoísmo, enemigo del verdadero amor, y enraizando más su sentido de responsabilidad. Los padres adquieren así la capacidad de un influjo más profundo y eficaz para educar a los hijos. Este camino será más fácil si los esposos son ayudados y acompañados por los pastores de almas, fieles a la doctrina de la Iglesia.

Ante el problema de una honesta regulación de la natalidad, la comunidad eclesial, debe preocuparse por suscitar convicciones y ofrecer ayudas concretas a quienes desean vivir la paternidad y la maternidad de modo verdaderamente responsable, por ejemplo, a través del conocimiento más preciso de los ritmos de la fertilidad femenina. Un testimonio precioso puede y debe ser dado por aquellos esposos que, mediante el compromiso común de la continencia periódica, han llegado a una responsabilidad personal más madura ante el amor y la vida. (GS, FC, Grat. sane)

5. Reflexión del Obispo.

6. Diálogo:

¿Es verdad que el ejercicio de la paternidad responsable distancia a los esposos?

¿Cuál es la conexión de la difusión de los medios contraceptivos con la disolución de las familias? ¿Por qué esta relación?

¿La continencia periódica puede ayudar a la comprensión y al amor entre los cónyuges?

7. Compromisos.

8. Salmo 88 (89).

"Tú, encolerizado con tu Ungido, lo has rechazado y desechado"

9. Ave María. Regina Familiae: ora pro nobis.

10. Oración por la familia.

11. Canto final.


 

TEMA IX

EDUCACION DE LOS HIJOS:
DERECHO-DEBER PRIMARIO E INALIENABLE

1. Canto inicial.

2. Oración del Padrenuestro.

3. Lectura bíblica: Ef. 6, 1-4.

"Hijos, obedeced a vuestros padres en el Señor, porque es justo. «Honra a tu padre y a tu madre». Tal es el primer mandamiento, seguido de promesa, «para que seáis felices y tengáis larga vida sobre la tierra». Y vosotros, padres, no exasperéis a vuestros hijos, sino criadlos en disciplina y en la enseñanza del Señor".

4. Lectura de la Enseñanza de la Iglesia:

La tarea educativa tiene su raíz en la vocación primordial de los esposos a participar en la obra creadora de Dios; ellos, engendrando una nueva persona asumen por ello mismo la obligación de ayudarla a vivir una vida plenamente humana. Como recuerda el Concilio Vaticano II: Puesto que los padres han dado la vida a los hijos, tienen la gravísima obligación de educar a la prole, y por tanto hay que reconocerlos como primeros y principales educadores de sus hijos. La familia es, por tanto, la primera escuela de las virtudes sociales, que todas las sociedades necesitan.

Este derecho-deber educativo de los padres es pues, esencial, y también original y primario, respecto al deber educativo de los demás, así como insustituible e inalienable puesto que no puede ser totalmente delegado o usurpado por otros.

El elemento más radical, que determina el deber educativo de los padres, es el amor paterno y materno que encuentra en la acción educativa su realización, al hacer pleno y perfecto el servicio a la vida. El amor es el alma que inspira y guía toda la acción educativa concreta, enriqueciéndola con los valores de dulzura, constancia, bondad, servicio, desinterés, espíritu de sacrificio, que son el fruto más precioso del amor.

El amor conyugal se manifiesta en la educación , como verdadero amor de padres. La "comunión de personas", que al comienzo de la familia se expresa como amor conyugal, se completa y se perfecciona extendiéndose a los hijos con la educación.

Los padres deben formar a los hijos con confianza y valentía en los valores esenciales de la vida humana: libertad ante los bienes materiales, el sentido de la verdadera justicia, el respeto de la dignidad personal, amor y servicio desinteresado hacia los demás, especialmente a los más pobres y necesitados.

La familia representa la pedagogía más concreta y eficaz para la inserción activa, responsable y fecunda de los hijos en el horizonte más amplio de la sociedad. La educación sexual, derecho y deber fundamental de los padres, debe realizarse siempre bajo su dirección solícita, tanto en casa como en los centros educativos elegidos y controlados por ellos. En este sentido la Iglesia reafirma el principio de la subsidiaridad, que la escuela tiene que observar cuando coopera en la educación sexual, situándose en el espíritu mismo que anima a los padres.

La Iglesia se opone firmemente a un sistema de información sexual separado de los principios morales que no sería más que una introducción a la experiencia del placer y un estímulo para el vicio ya desde los años de la inocencia. (Gravissimum educationis, FC, Grat. sane)

5. Reflexión del Obispo.

6. Diálogo:

¿Cuáles son los valores centrales de la insustituible educación de los padres?

¿Pueden delegar en la escuela u otras instituciones el deber de educarlos?

¿Cómo proceder en la educación sexual de los hijos?

7. Compromisos.

8. Salmo 126 (127).

"Si el Señor no construye la casa"

9. Ave María. Regina Familiae: ora pro nobis.

10. Oración por la familia.

11. Canto final.


 

TEMA X

LA FAMILIA, PRIMERA Y VITAL CELULA DE LA SOCIEDAD

1. Canto inicial.

2. Oración del Padrenuestro.

3. Lectura bíblica: Mc 3, 20-25

"Llegados a casa, se volvió a juntar la muchedumbre, tanto que no podían ni comer. Oyendo esto sus deudos, salieron para apoderarse de él, pues se decían: está fuera de sí. Los escribas, que habían bajado de Jerusalén, decían: está poseído de Beelcebul, y por virtud del príncipe de los demonios echa a los demonios.

El los llamó y les dijo en parábolas: ¿Cómo puede Satanás expulsar a Satanás? Si un reino está divido contra sí mismo, no puede durar. Y si una casa está dividida contra sí misma, no podrá subsistir".

4. Lectura de la Enseñanza de la Iglesia:

La familia ha sido considerada siempre como la expresión primera y fundamental de la naturaleza social del hombre. Es la sociedad primera y originaria, precedente a toda otra sociedad natural.

La familia posee vínculos vitales y orgánicos con la sociedad, porque constituye su fundamento y alimento continuo mediante su función de servicio a la vida. En efecto, de la familia nacen los ciudadanos, y éstos encuentran en ella la primera escuela de estas virtudes sociales, que son el alma de la vida y del desarrollo de la sociedad misma.

La misma experiencia de comunión y participación, que debe caracterizar la vida diaria de la familia, representa su primera y fundamental aportación a la sociedad. Las relaciones entre los miembros de la comunidad familiar están inspiradas y guiadas por la ley de la "gratuidad" que, respetando y favoreciendo en todos y cada uno la dignidad personal como único título de valor, se hace acogida cordial, encuentro y diálogo, disponibilidad desinteresada, servicio generoso y solidaridad profunda.

Así la promoción de una auténtica y madura comunión de personas en la familia se convierte en la primera e insustituible escuela de socialidad, ejemplo y estímulo para las relaciones comunitarias más amplias en un clima de respeto, justicia, diálogo y amor.

La familia constituye el hogar natural y el instrumento mas eficaz de humanización y de personalización de la sociedad: colabora de manera original y profunda en la construcción del mundo, haciendo posible una vida propiamente humana, en particular custodiando y transmitiendo las virtudes y los "valores". En la familia las distintas generaciones coinciden y se ayudan mutuamente a lograr una mayor sabiduría y a armonizar los derechos de las personas con las demás exigencias de la vida social.

De cara a un sociedad que corre el peligro de ser cada vez más despersonalizada y masificada, y por tanto inhumana y deshumanizadora, con los resultados negativos de tantas formas de "evasión" -como son, por ejemplo, el alcoholismo, la droga y el mismo terrorismo-, la familia posee y comunica todavía hoy energías formidables capaces de sacar al hombre del anonimato, de mantenerlo consciente de su dignidad personal, de enriquecerlo con profunda humanidad y de inserirlo activamente con su unicidad e irrepetibilidad en el tejido de la sociedad.

Por su parte es obligación de los poderes públicos reconocer la verdadera naturaleza del matrimonio y de la familia, protegerla y ayudarla, defender la moralidad pública y favorecer la prosperidad doméstica. (GS, FC).

5. Reflexión del Obispo.

6. Diálogo:

¿Cuál es la primaria y fundamental misión social de los padres?

¿Cómo promover una verdadera formación de los hijos en el hogar?

¿Por qué la familia tiene derecho a ser ayudada y sostenida por la sociedad?

7. Compromisos.

8. Salmo 127 (128).

"¡Dichoso el que teme al Señor!"

9. Ave María. Regina Familiae: ora pro nobis.

10. Oración por la familia.

11. Canto final.