«La etiqueta de católico no gusta a nadie en la sociedad»

 

La Razón

 

Krzysztof Zanussi, Director de cine

 

Krzysztof Zanussi, polaco de 64 años, ha sido siempre un cineasta comprometido. Sin embargo, en los últimos años su cine no se hace presente en los certámenes internacionales a causa de su decidida colaboración institucional con la Iglesia católica.

 

En la etapa comunista creó, junto con Wajda y Zebrowsk, el movimiento de «El cine de la inquietud moral». En los ochenta, sus películas obtuvieron el máximo reconocimiento de la crítica y el público. En Cannes tuvo el premio al mejor director, y en Venecia el especial del jurado y el León de Oro. Zanussi ha recibido el homenaje de la Universidad Católica de Valencia en el I Simposio Internacional de Cine, que también ha servido para estrenar en la capital del Turia su última película: «La vida como una enfermedad de transmisión sexual», realizada en 2000, pero que todavía no se ha distribuido en nuestro país. En ella, desde la historia de un médico afectado por una enfermedad terminal, enfrenta los temas de la muerte y de la esperanza en el hombre agnóstico que pide a Dios un signo para creer.
 

   -Usted dirige Tor films, el organismo público polaco de cine, desde los últimos años de la etapa comunista, en la que produjeron obras críticas con el régimen. ¿Motivó eso la persecución de sus películas?
 

   -Persecución es una palabra muy dura, hay otros verdaderamente perseguidos. Yo hablaría de dificultades. Hoy también en la realidad del mercado tengo muchas dificultades porque en los últimos años estoy más ligado con la Iglesia institucional ¬es consultor de Pontificio Consejo para la Cultura¬, que es muy odiada en los medios y en los países europeos, aunque no tanto en América. Tengo ciertas dificultades para acudir a los festivales internacionales y con los distribuidores, porque la etiqueta de católico no gusta a nadie en nuestra sociedad.
 

   -¿Cree entonces que el ser católicos limita las posibilidades de promoción de un cineasta?
 

   -Las posibilidades son muy pocas en este mundo para un católico porque cualquier relación con la Iglesia es vista como muy negativa. A mis estudiantes les digo que no se presenten demasiado pronto como católicos, sino que hagan películas en las que muestren sus convicciones. Incluso los espectadores católicos no saben cómo ayudar a los creadores católicos. Buscan autores vencedores que lo han hecho sin apoyo de la Iglesia. Hoy nos alegramos del éxito de Gibson, pero cuando buscaba apoyo para realizar su película, no lo encontró.
 

   «Desencuentro terrible». -¿Por qué se ha producido este desencuentro?
 

   -Existe desde hace años una cierta hostilidad recíproca entre los cristianos y el mundo de la cultura. Los católicos no aman estos medios porque estos medios no aman a los católicos. Esto ha provocado que el público creyente no espere mucho del arte y esto es terrible. La Iglesia aportó mucho al cine en los 50, en Italia y España, creando salas parroquiales y dando una orientación en lo cinematográfico. Pero hoy, cuando hablo con los curas, me dicen que están cansados y que sólo ven telenovelas. Incluso los obispos no van al cine porque piensan que es una pérdida de tiempo y no valoran que puede aportar elementos inspiradores. Sin embargo, los jóvenes creyentes, católicos de convicción, han decidido buscar un mayor acercamiento a los medios de masas.
 

   -En su conferencia del simposio ha hablado con esperanza de esta nueva generación.
 

   -Si. Toda Europa necesita una nueva visión del mundo, porque está un momento de crisis. El consumismo ya no es fascinante. Los eslóganes contemporáneos ya no interesan a los jóvenes. Percibo el inicio de una ola con un nuevo idealismo que puede sustituir al cinismo postmodernista. Viene una generación más entusiasta, más idealista, con más fe, no en el hombre que siempre es una fe débil, sino fe en Dios. La experiencia de los totalitarismos en el siglo XX ha confirmado que todos somos débiles y capaces de hacer muchas cosas terribles si no nos apoyamos en Dios.
 

   -¿Son por eso importantes simposios como éste, dirigido a jóvenes universitarios?
 

   -Seguramente es necesario hacer este tipo de encuentros, sobre todo si participan los jóvenes y ayuda a desarrollar el pensamiento. Tenemos un gran problema con la generación del 68, que tiene hoy un gran peso en los medios y desde ahí contagian su desilusión. Pero afortunadamente no somos eternos y están a punto de llegar a la jubilación. Como he comentado, ahora hay un movimiento con más interés en la dimensión espiritual que hace veinte años. Esto es una novedad y debemos favorecer que se pueda expresar.
 

   -Su formación ha sido multidisciplinar, pues estudió Ciencias Físicas y Filosofía antes de dedicarse al cine. ¿En qué medida han influido estos saberes en su obra?
 

   -Tengo una respuesta prefabricada, pero muy científica: No tengo un hermano gemelo para poder comprobar cómo podría haber funcionado sin estudiar lo que yo he estudiado. Es imposible definir la misma personalidad con otros estudios u otra biografía. Para mí, ésta es mi naturaleza, y me parece una experiencia valiosa y no tengo ningún remordimiento de haber perdido 10 años en estudiar otras cosas, porque son muy interesantes: física, matemáticas, filosofía. ¿Si me sirven? No lo sé. Deben ser el público y los críticos quienes lo juzguen.
 

   Cine con dimensión espiritual. La principal conclusión del Simposio sobre la función educativa del cine, organizado por la Universidad Católica de Valencia, ha sido constatar la existencia de una nueva generación «que pide un cine que tenga en cuenta la dimensión espiritual», lo que ha motivado a la industria audiovisual americana y europea a promover unas películas que «miren más a la persona». Barbara Nicolosi, directora de la escuela Act One, que forma guionistas cristianos para Hollywood, señaló que «hay signos de esperanza» en este cine, porque la gente «está cansada de no creer». Para ella, «el éxito de películas como El señor de los Anillos o La Pasión, y de otros filmes sin raíz tan directamente cristiana, pero que demuestran un profundo rechazo hacia las mentiras del postmodernismo, como Lost in Translation o In the Bedroom, son ejemplos del cansancio del legado de la increencia». Los italianos Andrea Piersanti, presidente del Instituto Luce, y Claudio Siniscalchi, de la Universidad de Roma también insistieron en esta idea a lo largo del simposio.
 

   Por otra parte, el arzobispo de Valencia, monseñor Agustín García- Gasco, destacó, en el acto de inauguración, la importancia «de que la cultura esté abierta a la fe». En la clausura, el Rector en funciones, José Alfredo Peris, anunció el compromiso de incluir, en el trabajo académico de la Universidad, «la necesidad de acompañar a futuros guionistas y directores en esta labor de educación en el cine».