PROYECTOS DIOCESANOS DE CATEQUESIS
NDC
 

SUMARIO: I. Proyecto diocesano global de catequesis: 1. Justificación pastoral; 2. Elementos integradores del Proyecto; 3. Criterios inspiradores. II. Estructura básica del Proyecto: 1. Análisis de la realidad; 2. Formulación de objetivos; 3. Planificación de los recursos y procesos catequéticos. III. Proyecto diocesano de catequesis de adultos: 1. Acercamiento a la fe de los adultos de la Iglesia particular; 2. Determinación de los objetivos; 3. Estructura del Proyecto catequético. IV. Proyecto diocesano para diversas edades y situaciones: 1. Niños-adolescentes-jóvenes; 2. Tercera edad; 3. Discapacitados y situaciones especiales; 4. Catequesis familiar; 5. Formación de catequistas.


Como recuerdan los obispos españoles en el documento
La iniciación cristiana. Reflexiones y orientaciones, para responder al deber de la Iglesia «de anunciar el evangelio a todos los hombres» y a «la responsabilidad de educar en la fe a aquellos que han aceptado a Jesucristo», «necesita desarrollar todas las funciones eclesiales, y ofrecer, dentro de un Proyecto diocesano de catequesis de carácter global, un doble servicio: un proceso de iniciación cristiana, unitario y coherente, para niños, adolescentes y jóvenes...» y «un proceso de catequesis para adultos, ofrecido a aquellos cristianos que necesiten fundamentar su fe...» (IC 16). Para que el obispo pueda atender adecuadamente el ministerio catequético en su diócesis es preciso «establecer en la diócesis un proyecto global de catequesis, articulado y coherente, que responda a las verdaderas necesidades de los fieles y que esté convenientemente ubicado en los planes pastorales diocesanos. Tal proyecto ha de estar coordinado, igualmente, en su desarrollo, con los planes de la Conferencia episcopal» (DGC 223). Para la realización de este plan global de catequesis en el ámbito diocesano el obispo cuenta con una estructura básica suficiente que garantiza la realización de este cometido. Es la que compete al Secretariado diocesano de catequesis, que tiene como principal misión la de «dirigir y orientar todas las actividades catequéticas de la diócesis» (DGC 265). Entre las distintas tareas que este organismo diocesano tiene atribuidas nos interesa señalar, para orientar la elaboración de los distintos proyectos diocesanos de catequesis, las siguientes: «a) Hacer un análisis de la situación diocesana acerca de la educación en la fe. En él
se deberán precisar, entre otras cosas, las necesidades reales de la diócesis en orden a la actividad catequética. b) Elaborar un programa de acción que señale objetivos claros, proponga orientaciones e indique acciones concretas» (DGC 266).


I. Proyecto diocesano global de catequesis

1. JUSTIFICACIÓN PASTORAL. El Proyecto diocesano de catequesis se sitúa en el amplio contexto pastoral de la Iglesia particular, en cuanto principio organizador que da coherencia y articula los distintos procesos catequéticos diocesanos en función de los destinatarios y de los ámbitos de catequización. El Directorio general para la catequesis define el Proyecto diocesano de catequesis como «la oferta catequética global de una Iglesia particular que integra, de manera articulada, coherente y coordinada, los diferentes procesos catequéticos ofrecidos por la diócesis a los destinatarios de las diferentes edades de la vida» (DGC 274). Y lo propone como una de las principales acciones catequéticas diocesanas que coordina el Secretariado diocesano de catequesis. Junto a la preocupación por situar la acción catequética en el contexto de la evangelización y la necesidad de atender a una pastoral educativa, compete a este organismo diocesano la elaboración del Proyecto diocesano de catequesis. Su carácter instrumental al servicio del ministerio catequético no justifica la arbitrariedad en cuanto a su institucionalización en la pastoral diocesana.

Para su recta valoración al servicio de la pastoral y de la catequesis conviene evitar dos planteamientos reductores, que desvirtúan sus grandes aportaciones al quehacer pastoral: 1) Magnificar de tal manera las cualidades de una planificación pastoral y catequética que llevara a los responsables de la catequesis al convencimiento de que es la garantía del éxito catequético y el camino necesario para la obtención de unos resultados previstos y deseados, como suele suceder en una empresa humana. 2) Despreciarlo como inadecuado. Quienes así lo hacen fundamentan su postura en la idea de que, en la misión catequética de la Iglesia, Dios es el agente principal y la salvación es, en última instancia, obra de Dios, que no necesita acudir a otras mediaciones humanas. Sería suficiente la buena voluntad y la docilidad a la fuerza del Espíritu para llevar a cabo cualquier tipo de catequesis, sin preocuparse de otros soportes instrumentales.

Razones teológicas y pastorales justifican la bondad y conveniencia pastoral de una planificación diocesana de catequesis al servicio de la unidad de fe, que fundamenta las acciones de la Iglesia (cf DGC 272). Desde el punto de vista negativo, un buen Proyecto evita el peligro de reducir la catequesis a un puro voluntarismo, o a la subjetiva arbitrariedad, que suelen ser fruto de la improvisación y la rutina. En sentido positivo, es preciso considerar que la catequesis, en cuanto mediación eclesial para la transmisión y educación en la fe, reclama, como cualquier acción humana, unos recursos e instrumentos planificadores de orden metodológico que favorezcan las perspectivas, realizaciones y valoraciones de la acción catequética. Esta planificación es un instrumento que ayuda a dar la respuesta adecuada a la situación concreta. Planificar es simplificar los procesos de trabajo, no complicarlos. Si bien esta simplificación exige de los responsables un renovado esfuerzo para desbloquear las inercias paralizantes que a veces ahogan la catequesis en un quehacer rutinario, sin más horizonte que la simple respuesta a una demanda ocasional o convencional. La planificación de la catequesis es esencialmente una respuesta a la comunión eclesial, a la unidad de la fe.

Una buena coordinación de la acción catequética en la diócesis asegura, en palabras del Directorio, tres grandes beneficios al esfuerzo eclesial por la educación en la fe: «la coordinación interna de la catequesis, con vistas a que la Iglesia particular ofrezca un servicio de catequesis unitario y coherente; la vinculación entre la acción misionera y la acción catecumenal, que se implican mutuamente, en el contexto de la misión ad gentes o de una nueva evangelización; la necesidad de una pastoral educativa bien coordinada, dada la multiplicidad de agentes educativos que inciden en unos mismos destinatarios, fundamentalmente niños y adolescentes» (DGC 273).

2. ELEMENTOS INTEGRADORES DEL PROYECTO. La descripción del Proyecto diocesano de catequesis como una propuesta pastoral-catequética organizada y sistematizada que, en función de una situación suficientemente analizada y de unos objetivos previstos, previene y organiza todos los elementos necesarios para conseguir estos objetivos y comprueba su progresiva realización, indica claramente cuáles son sus elementos integradores. La secuenciación de estos elementos orienta la configuración del proyecto.

El punto de partida es el análisis de la realidad, que ayuda a conocer y valorar las necesidades, demandas y posibilidades a las que es preciso responder desde la pastoral catequética. Este análisis garantiza que cualquier planificación realizada sobre estos datos sea realista, factible y eficaz. Desde ahí surge la necesidad de proponer unos objetivos suficientemente amplios que marquen la permanente tendencia de cualquier esfuerzo hacia unas metas claras y bien definidas. Para llegar a estas metas el quehacer catequético debe pertrecharse de los recursos humanos y materiales necesarios, porque no es posible que los catequizandos puedan avanzar por el camino de la fe sin la ayuda humana (personas y grupos) necesaria, y sin los recursos materiales (económicos, especiales e instrumentales) imprescindibles. La ordenada articulación de estos medios para lograr los objetivos previstos se suele expresar en un organigrama integrado por: 1) una estrategia o planificación general de la acción para conseguir los objetivos que la organización se propone; 2) unas estructuras físicas, económicas, técnicas y organizativas que constituyen los medios para su funcionamiento, y 3) unas funciones y comportamientos que se comprometen a asumir diferentes responsabilidades, tanto de los grupos que componen la organización como de los individuos que pertenecen a ella.

El Proyecto necesita también de mecanismos correctores en orden a su continuo perfeccionamiento. Consiste básicamente en recoger y analizar la información que permite determinar el valor de lo que se está haciendo para comprobar el grado de consecución de los objetivos previstos y de los medios empleados.

El Proyecto diocesano de catequesis así estructurado debe ser capaz de dar respuesta a las distintas demandas de catequización que brotan del interior de la Iglesia diocesana. Ha de ser suficientemente amplio en cada uno de sus elementos integradores, que ofrezca el marco donde se planifican u organizan las acciones de la acción catequética. De esta manera las evidentes variantes que por razón de los destinatarios, de las situaciones y de los recursos se introduzcan quedan ensambladas en un único proyecto. Estas variantes nunca serán «compartimentos estancos e incomunicados entre sí» (CT 45), sino integrados en el marco del Proyecto para evitar, entre otros, uno de los peligros de la catequesis como es la arbitrariedad y la improvisación.

3. CRITERIOS INSPIRADORES. Para que el Proyecto diocesano de catequesis pueda dar respuesta a las principales demandas catequéticas que emergen de la realidad diocesana y a sus verdaderas necesidades, parece necesario recordar que en su elaboración deben tenerse en cuenta algunos criterios inspiradores.

a) Que atienda a una catequesis de carácter misionero, pues así lo requiere la situación de los catequizandos, ordinariamente bautizados no suficientemente evangelizados, a quienes hay que hacer el primer anuncio y despertar a la conversión inicial. «La catequesis ha de orientar a aquellos cristianos que necesiten fundamentar su fe, realizando o completando la iniciación cristiana inaugurada o a inaugurar con el bautismo» (IC 16), y «a incorporarse más plenamente en el misterio de Cristo» (IC 20). Es sabido que la catequesis se dirige con frecuencia a personas que, aunque pertenezcan a la Iglesia, nunca hicieron, de hecho, una verdadera adhesión personal al mensaje de la revelación. Como esta es una exigencia para cualquier modalidad catequética que hoy se programe en la comunidad cristiana, este criterio debe estar presente de manera decidida en el espíritu y en la letra del Proyecto diocesano, y articulado adecuadamente en sus propuestas operativas (cf IC 24).

Hablar de catequesis misionera significa reconocer la secularización de la cultura y de la sociedad; es aceptar que el ámbito de cristiandad donde los cristianos crecían y maduraban en décadas pasadas ha sido sustituido por un nuevo ámbito de secularismo que ordinariamente necesita otro planteamiento para el adecuado crecimiento de la fe. Si además de esta situación se percibe cierta desorientación e incertidumbre en los pastores para reaccionar catequéticamente, es evidente que se hace necesario impulsar nuevas actitudes que respondan a la nueva situación y recoger, en el proyecto de catequesis, plataformas para seguir abriendo y orientando renovados compromisos catequéticos (cf IC 4).

b) Que atienda a una catequesis de inspiración catecumenal. Otro criterio inspirador de la planificación catequética diocesana es la dimensión catecumenal. Como expone la Catequesis de la comunidad, la renovación de la catequesis llevada a cabo en los últimos años se ha significado principalmente por hacer de ella, más que una transmisión doctrinal, «un proceso de formación cristiana integral» (CC 81; cf IC 18.20). El modelo de esta nueva concepción de catequesis es el catecumenado bautismal. Es, sin duda, la mejor respuesta que hoy puede dar la comunidad cristiana al gran número de jóvenes y adultos que han recibido el don de la primera conversión y manifiestan el deseo de iniciar la experiencia del encuentro y del seguimiento de Jesús.

Atender a la dimensión catecumenal de la catequesis es acentuar su carácter iniciatorio. Por tanto, el Proyecto diocesano de catequesis debe incorporar las orientaciones precisas para enfocar la catequesis como un aprendizaje a la vida cristiana, es decir, atender al desarrollo de la inteligencia y de la memorización de los conocimientos cristianos y propiciar la confianza en Dios y la amistad con Jesús, el sentido de la celebración y acción personal, las actitudes morales de Jesús, el gusto de vivir en grupo cristiano y el interés por los demás (cf IC 41-42).

Programar todos estos aspectos no es fácil, y menos aún llevarlos a efecto; pero es preciso definirlos bien y presentarlos en el Proyecto con la relevancia que tienen. De su correcta identificación dependerá, en buena medida, que la catequesis deje de ser un acto específicamente escolar y académico para configurarse como una acción eclesial de iniciación cristiana integral. Así lo expone Catequesis de la comunidad inspirándose en el Decreto Ad gentes del Vaticano II: «El catecumenado no es una mera exposición de dogmas y preceptos, sino una formación y noviciado, convenientemente prolongado, de la vida cristiana, en la que los discípulos se unen con Cristo, su Maestro. Iníciense, pues, los catecúmenos convenientemente: en el misterio de la salvación; en el ejercicio de las costumbres evangélicas; en los ritos sagrados, que han de celebrarse en los tiempos sucesivos; y sean introducidos en la vida de fe, de liturgia y de caridad del pueblo de Dios» (CC 84).

c) Que dé prioridad a la catequesis de adultos. El Proyecto diocesano de catequesis ha de priorizar la catequesis de adultos. Independientemente del juicio que merezca la atención que de hecho se esté dando a la catequesis de niños, y la rentabilidad de los esfuerzos materiales y humanos que en ello se invierten, es preciso resituar la catequesis de adultos en el epicentro de este Proyecto. Esta catequesis es considerada como la forma principal de catequesis, a la que la mayoría se ordenan (cf IC 115).

De ahí que a la hora de diversificar el Proyecto diocesano de catequesis según los destinatarios y las necesidades, el referido a los adultos ocupe el primer lugar. De su correcto planteamiento brotan muchos de los aspectos esenciales que iluminan y orientan los restantes procesos. Esta prioridad de la catequesis de los adultos no significa desatender otros sectores igualmente necesitados de catequización por razón de su edad o por razón de las singulares circunstancias personales y culturales, que tienen un lugar en el proyecto diocesano.

d) Que ilumine el uso de los materiales catequéticos. Entre las tareas que competen al organismo diocesano que atiende a la catequesis está la de orientar la elaboración, la selección y el uso de materiales catequéticos. Es cierto que por encima de cualquier material está el catequista, pero hoy día la orientación precisa para la elaboración y selección de materiales catequéticos, es una tarea insoslayable de un proyecto de catequesis. En él, los catecismos han de ocupar el puesto de prioridad que corresponde a los llamados documentos de fe, que recogen el caudal de la fe de la Iglesia que brota de la palabra de Dios como única fuente, y del resto de las fuentes principales o secundarias. Sin embargo, la adaptación del mensaje cristiano a unos destinatarios concretos a través de unos instrumentos catequéticos es tarea difícil, pero necesaria, que los responsables de la catequesis diocesana deben alentar, orientar y discernir. No es suficiente con unos criterios orientativos; hay que arbitrar además otros medios, para que todos los esfuerzos, ciertamente diversos, confluyan en el mismo cauce catequético planificado en el Proyecto diocesano.


II. Estructura básica del Proyecto

1. ANÁLISIS DE LA REALIDAD. Este primer apartado tiene por objeto comprobar en qué medida la acción evangelizadora de la Iglesia responde al mandato del Señor. No se trata sólo de una mirada global de cuanto se está haciendo o dejando de hacer, sino de investigar detenidamente de qué manera se lleva a cabo el ministerio de la Palabra y cuáles son sus resultados, en la medida en que es humanamente posible conocerlos. Ello será fruto de un remansado examen de la acción pastoral, de la situación religiosa y de los condicionamientos sociales, culturales y económicos en cuanto influyentes en el proceso de la evangelización. Esta mirada a la realidad se puede diversificar en tres niveles:

a) El catequético: se trata de conocer en qué grado la catequesis está cumpliendo la finalidad que le es propia; es el momento de descubrir y conocer si la comunidad cristiana goza de una fe ilustrada, viva, explícita y activa, y si ha incorporado a su vida estas dimensiones de la fe: la racionalización de la fe, o lo que es lo mismo, cómo los catequizandos van avanzando en el conocimiento de cuanto nos ha sido revelado y en la interiorización de la fuerza veritativa de la fe; la encarnación vital de la fe que mira a la relación íntima entre fe y vida, no sólo de las personas, sino también de los pueblos; la celebración de la fe en cuanto purifica y asegura la autenticidad de las manifestaciones religiosas y cultuales y a la vez hace posible la presencia salvadora de Dios en medio de su pueblo; el testimonio de la fe que se expresa en el compromiso cristiano y en las distintas expresiones de fe. «Es necesaria... la educación permanente de la fe en el seno de la comunidad eclesial... Esta educación permanente, junto con la catequesis de iniciación, ha de formar parte del proyecto catequético global de la Iglesia particular [cf DGC 72; 2741» (IC 21). Este análisis, con mayor o menor profundidad, y realizado de forma integral o parcial, se hace fundamentalmente referido a la catequesis dentro del contexto de la acción pastoral diocesana.

b) El religioso. Es preciso conocer los distintos niveles de religiosidad en que las personas y las comunidades expresan sus experiencias religiosas: desde la percepción del sentido que lo sagrado tiene para el pueblo, con sus correspondientes sentimientos y actitudes, hasta las distintas manifestaciones religiosas, como es el caso de la religiosidad popular. Es fundamental conocer los distintos niveles de religiosidad para poder articular un proyecto diocesano de catequesis que salga al encuentro de estas situaciones con talante de despertador, de purificación, de potenciación, etc. Asimismo, el análisis ha de llevar a descubrir también las experiencias religiosas colectivas más hondas de esa Iglesia diocesana, ya que esta realidad será especialmente determinante para la planificación catequética.

c) El socio-cultural. El conocimiento y análisis de los parámetros socio-culturales de un pueblo es exigencia del Proyecto por doble motivo: los catequizandos son miembros vivos de una sociedad cultural concreta que tiene unos valores y objetivos determinados y, por tanto, se beneficia de los planteamientos culturales positivos y experimenta las consecuencias negativas derivadas de los posibles contravalores. Este conocimiento ilumina el modo de proceder y el tipo de catequesis que conviene desarrollar. Pero al mismo tiempo, la catequesis prepara a catequizandos y catecúmenos para hacerse presentes en una sociedad determinada. Es en ella donde se sitúan como luz y fermento; es esta sociedad la que deben transformar según los valores del Reino. La catequesis forma cristianos para hacer presente el Evangelio en la propia sociedad. De ahí que el conocimiento objetivo de este ámbito social sea uno de los elementos fundamentales para un Proyecto diocesano de catequesis.

2. FORMULACIÓN DE OBJETIVOS. Cualquier tarea humana se plantea en función de la consecución de unos resultados. Si de una situación inicial determinada se quiere pasar a otra mejor y deseada, se está hablando de la propuesta de unas metas y objetivos. Esto es plantear la tarea humana con un sentido, una intencionalidad y una finalidad.

Establecer estas metas significa dotar de un dinamismo operativo a la actividad catequética. Es planificar la catequesis hacia la consecución de metas concretas y progresivas. Este modo de proceder es bien distinto a la simple programación de actividades. Sucede con frecuencia que se programan muchas actividades catequéticas y en su realización se emplean muchos recursos humanos y técnicos, pero no se perciben avances. La razón, entre otras cosas, está en que se programan las actividades que hay que realizar en cada momento, sin definir el norte que oriente realmente dichas actividades. De alguna manera este modo de proceder es inhumano y, de modo ordinario, lleva al fracaso.

Se impone, por tanto, un Proyecto diocesano de catequesis que tenga muy definidos sus objetivos. Objetivos orientadores de la acción catequética, y en sintonía con los grandes objetivos y metas del Plan diocesano de pastoral y los propuestos por la Comisión episcopal para la catequesis. Trabajando así, se logra situar la catequesis en el amplio contexto de la pastoral evangelizadora. De esta manera se va logrando la unidad pastoral y catequética dentro de la diversidad. Entre los grandes objetivos que han de estar presentes en el Proyecto diocesano de catequesis, conviene destacar los que se refieren a los distintos procesos de catequesis según la diversidad de catequizandos y de los ámbitos catequéticos para la iniciación cristiana (cf IC 32-38); los referidos a la selección y formación de catequistas, en cuanto personas que hacen posible la realización del Proyecto, y los que orientan el uso adecuado, e incluso la elaboración, de los materiales catequéticos.

A partir de la concreción de unas metas referidas a los sujetos, a los agentes y a los instrumentos, cabe señalar otros aspectos de la catequesis considerada en sí misma, como es que los catequizandos lleguen a la madurez en la fe; que el mensaje cristiano se haga presente en ámbitos menos cercanos a la fe; que la familia asuma la responsabilidad catequética que le pertenece de manera indelegable; que los catequizandos se comprometan en la transformación social, etc.

3. PLANIFICACIÓN DE LOS RECURSOS Y PROCESOS CATEQUÉTICOS. Aunque es muy importante definir con claridad el punto de encuentro del catequizando con el proyecto salvador de Dios que se le ofrece en el seno de la comunidad, es aún más determinante para un buen Proyecto diocesano de catequesis programar el recorrido que han de realizar los catecúmenos o catequizandos para llegar a la meta. En esta programación han de quedar organizativamente bien definidos y estructurados todos los recursos humanos, experienciales, conceptuales y materiales que forman parte integrante del recorrido.

a) Recursos humanos y materiales: en realidad nada podrá realizarse adecuadamente si no se dispone de los suficientes catequistas cualificados. Los documentos oficiales son exigentes y claros sobre esta necesidad. Cualquier actividad pastoral que no cuente para su realización con personas suficientemente formadas y preparadas está llamada al fracaso, y cuantos intentos se hagan por llevarla a cabo terminarán en el vacío. Los grandes avances y esfuerzos por dotar de medios materiales a una estructura catequética siempre serán insuficientes si no se cuenta con personas preparadas y formadas para su recta utilización. Por tanto, la adecuada formación de los catequistas debe preceder y acompañar a la renovación de los materiales catequéticos y a cualquier intento de planificación razonable. Tal vez en otros tiempos el ambiente social y eclesial prestaba un mayor arropamiento al quehacer del catequista, de modo que este no precisaba una exquisita formación. Ahora no es así; por eso el Proyecto diocesano de catequesis debe prever la formación de los catequistas como uno de los medios imprescindibles para tener unas mínimas garantías para alcanzar los objetivos previstos y deseados (cf IC 44). Pero entiéndase bien que la necesidad de propiciar una buena formación de los catequistas no es un fin en sí mismo, sino en función de su misión instrumental al servicio de la educación cristiana. De ahí que la programación sea en función de las características del tipo de catequesis que van a llevar a cabo.

Al describir en el Proyecto diocesano de catequesis el proceso de formación de catequistas, se tiene en cuenta su condición eclesial y el tipo de catequesis que ellos van a atender. Esto plantea otro reto a los responsables del Proyecto: determinar las características de los distintos tipos de catequistas que se necesitan para esa Iglesia particular. Porque no todos los bautizados tienen el carisma de la catequesis; como tampoco todos los catequistas están capacitados para cualquier tipo de catequesis. Tal vez, una de las razones de los posibles fracasos de algunas catequesis sea que los catequistas no sólo no tienen la formación adecuada, sino que ni siquiera son los idóneos. El Directorio, al hablar de «una adecuada pastoral de los catequistas», señala a continuación las tareas específicas de esta pastoral (cf DGC 233). Quienes asumen la responsabilidad de llevar a buen término un Proyecto diocesano de catequesis saben que sobre sus hombros gravita la responsabilidad de ayudar y de orientar a los presbíteros de la comunidad a desarrollar una amplia y orgánica pastoral de catequistas: suscitando vocaciones para esta misión; acompañando personalmente su crecimiento como creyentes; promoviendo una adecuada formación espiritual, doctrinal y pedagógica en sintonía con los objetivos que se proponen en el Proyecto diocesano y con los distintos procesos catequéticos.

Además de los recursos humanos, que son los más importantes, son también muy necesarios los recursos materiales. Nadie duda de que la actividad catequética está hoy muy condicionada por los medios y recursos materiales de los que se disponga. El soporte material, tanto en espacios para llevar a cabo la actividad como en recursos materiales instrumentales, es imprescindible o, al menos, determinante. De manera que no es lo mismo programar un proceso catequético para una comunidad que dispone de los suficientes medios materiales que para una comunidad carente de los más elementales.

En cualquiera de los casos, pertenece al Proyecto diocesano de catequesis orientar sobre los recursos materiales necesarios para llevar a cabo los distintos procesos integradores del Proyecto. De manera particular, es preciso que en él se recojan orientaciones sobre: los catecismos o documentos de fe que necesariamente se han de usar como servicio a la comunión eclesial y a la unidad de la fe; los materiales catequéticos que con carácter instrumental pueden ser especialmente útiles para un proceso concreto, teniendo en cuenta la experiencia acumulada en el uso de estos materiales y las circunstancias de los destinatarios; las virtualidades didácticas que enriquecen un material concreto, con las correspondientes orientaciones para su uso adecuado, así como los riesgos o carencias de un material que, sin ser desaconsejable, necesita de una pericia especial para subsanar sus deficiencias.

b) Organización de las actividades catequéticas. Nos referimos al conjunto armónico de actividades suficientemente organizadas que unen el presente con el fin deseado. Sin duda es el momento más creativo y original del Proyecto diocesano, donde se pone en juego el arte catequético, por el que una comunidad cristiana procede a acompañar a quienes desean conocer, celebrar y vivir la fe de la Iglesia. Se trata de atender en el Proyecto diocesano a los siguientes aspectos: 1) Elaborar una programación básica y elemental de catequesis. El Proyecto diocesano de catequesis integra la descripción detallada de los elementos básicos (definición de los destinatarios, procesos, ámbitos, objetivos, contenidos, etc.), y los ofrece a las comunidades cristianas con una estructura básica y fundamental. Esta programación tiene en cuenta todas las necesidades de una adecuada iniciación cristiana de niños, adolescentes y jóvenes, y de adultos; conoce la realidad de los catequistas que integran en la diócesis el ministerio de la catequesis, y se ajusta a los materiales catequéticos que, con la suficiente solvencia, ayudarán a la realización de cuanto se programa. 2) Impulsar la catequesis misionera, a través de las distintas actividades relacionadas con el ministerio de la Palabra. El Proyecto diocesano de catequesis propicia en su articulación programática el anuncio misionero a través de las distintas y variadísimas actividades que integran la pastoral ordinaria. Es programar actividades en clave de catequesis misionera. Puede pensarse en las celebraciones litúrgicas con fuerte carga de religiosidad popular, en la programación y celebración de los sacramentos, o en aquellas que se organizan con motivo de las exequias.

3) Institucionalizar la catequesis permanente por edades. En el Proyecto diocesano deben recogerse las orientaciones precisas para que cada comunidad cristiana responda apropiadamente con los procesos formativos de la fe adecuados a las grandes etapas de la vida: infancia, adolescencia, juventud, adultos. Si cada comunidad cristiana tiene el deber de ofrecer estos procesos (independientemente de su demanda o aceptación), el servicio diocesano de catequesis debe orientar en la elaboración de estas ofertas que no sólo son una ayuda para las parroquias, sino que además son garantía de unidad. 4) Abrir espacios y momentos formativo-celebrativos para los catequistas. Todos los catequistas, y con ellos los distintos educadores de la fe, necesitan de una mínima, pero suficiente, estructura diocesana que asegure su formación permanente y su crecimiento en la maduración de la fe. Esta planificación afecta no sólo a los aspectos catequéticos y pedagógicos, sino a los celebrativos y vivenciales. 5) Establecer momentos periódicos de educación de la fe para las distintas comunidades parroquiales. Es innegable que la celebración de la eucaristía dominical, con la homilía catequética, es una de las actividades que puede ser objeto de orientaciones precisas en el Proyecto diocesano. Una adecuada programación catequética de la homilía dominical es una garantía para la educación en la fe de los bautizados. Pero además, pueden preverse en el Proyecto otras actividades que ayuden a los bautizados, no siempre suficientemente evangelizados, a tener encuentros con la Palabra, a hacer una lectura, desde la fe, de cuanto acontece en sus vidas, en el barrio, en la ciudad, etc. Si es posible, este tipo de actividades, de carácter eminentemente misionero, han de ser abiertas y realizadas en lugares distintos al templo. 6) Formar catequéticamente a otros agentes de pastoral. En la actualidad la llamada catequesis misionera no depende exclusivamente de los catequistas en cuanto tales, sino de todos los agentes de pastoral (de enfermos, Cáritas, acogida, liturgia...). Si la preocupación catequética misionera consiste en hacer el primer anuncio, este, sin duda, puede y debe realizarse por todos los agentes de pastoral. Pertenece al Proyecto diocesano de catequesis dar orientaciones precisas para que se sitúe correctamente esta actividad en el contexto de la catequesis misionera. Es más, dadas las actuales circunstancias en que se vive y se celebra la fe en las comunidades parroquiales, la misma organización y funcionamiento parroquial debería estar impregnada de este impulso misionero. 7) Coordinar la catequesis con las restantes formas de educación en la fe. El Proyecto diocesano de catequesis puede ser punto de referencia catequética para algunas instituciones que con su propia especificidad colaboran a la misión eclesial de la educación de la fe. No es suficiente, aunque sí necesario, señalar las diferencias; hay que afianzar las coincidencias y la complementariedad. La tarea catequética que se realiza en la familia, en la escuela católica, en una comunidad de base o en un movimiento o grupo apostólico debe ser recogida y orientada en el Proyecto diocesano de catequesis. Tanto el Directorio general para la catequesis como La iniciación cristiana, hablan de estos lugares como espacios eclesiales al servicio de la educación en la fe.

c) Evaluar los distintos procesos catequéticos. Precisemos el sentido que se da aquí al término evaluar. No es simplemente una medición cuantitativa a la que corresponde una calificación académica. Es mucho más; es valorar de qué manera se están alcanzando los objetivos propuestos. No se valora a las personas, menos aún el proceso de su fe, sino que es una estimación sobre el acierto o desacierto en el uso de los recursos y actividades que se han puesto en el proceso catequético. En la pastoral no estamos acostumbrados a examinar con objetividad lo que se programa y se realiza. Se suele funcionar con el presupuesto de que todo lo que se hace, porque brota de la buena fe de los agentes, es bueno, y si no produce los frutos positivos y deseados es a causa de las circunstancias en las que se encuentran los destinatarios. Se confunde en este modo de proceder el nivel moral con el pastoral y pedagógico. Al hablar de evaluar, naturalmente que nos referimos a los niveles pedagógicos y estructurales.

El Proyecto diocesano de catequesis debe incorporar unos criterios orientativos que favorezcan la evaluación en cualquiera de sus procesos catequéticos. Estas ayudas orientativas servirán para que los catequizandos y los responsables de la catequesis: 1) se habitúen a examinar sobre los cambios perfectivos que se están produciendo en las personas y en los grupos integrantes del proceso catequético; este conocimiento proporciona, además, al grupo una especie de retroalimentación sobre los resultados alcanzados, de una grandísima riqueza experiencia]; 2) estén siempre en actitud de mejorar su forma de actuar; ordinariamente no se miden los resultados para generar frustraciones estériles u optimismos autocomplacientes, sino para introducir nuevos resortes que contribuyan permanentemente a mejorar el estilo, la forma, el material o la misma programación; 3) sean capaces de reconocer que toda tarea humana llevada a cabo por personas necesita de permanentes modificaciones, tanto en sus planteamientos previos como en el decurso de su realización; esta disposición es necesaria para evitar el anquilosamiento en los modos de proceder, ordinariamente rutinarios y ayunos de creatividad.

Los aspectos de la acción catequética que pueden ser objeto de valoración pastoral son: la consecución de los objetivos propuestos; los cambios perfectivos que se producen en todas las personas que intervienen en el proceso (catequistas y catequizandos); la conveniencia, eficacia y calidad de los métodos didácticos empleados; el grado de satisfacción que se produce en quienes participan en el acto catequético; la eficacia de los recursos materiales que emplean (los referidos tanto a instrumentos como a tiempos y lugares); el grado de incorporación a la comunidad de quienes están en el proceso de catequización; etc.

El Proyecto diocesano de catequesis ha de orientar a quienes tienen el deber de tomar el pulso a la actividad catequética. Compete a la misma comunidad cristiana proceder en este asunto. Lo hará, de modo ordinario, a través de los responsables de las instituciones catequéticas, cuya primera línea de responsabilidad pertenece a los catequistas. Son estos los que van tomando el pulso a todo el proceso formativo según las pautas que les son señaladas en el Proyecto diocesano.

En resumen, se puede decir que los grandes elementos que integran un Proyecto diocesano de catequesis son los referidos al conocimiento de la realidad de la catequesis en la Iglesia local, a los objetivos o metas que esta Iglesia particular se propone dentro del amplio marco de un Proyecto de pastoral diocesano, a los medios y recursos humanos, materiales y programáticos que se consideran imprescindibles para alcanzar las metas propuestas, y a las pistas que ayudan a una permanente valoración pastoral de cuanto se está realizando y se ha realizado.

La Iglesia particular hace, de esta manera, una oferta catequizadora global en la que integra de manera articulada y coherente los distintos proyectos catequéticos ofrecidos en las comunidades cristianas a los cristianos a lo largo del tiempo. Todos ellos han de tener una única inspiración de fondo evitando que se conviertan en compartimentos estancos e incomunicados. De esta manera en él se integran además proyectos que tienen una especificidad por razón de los destinatarios, por su carácter básico y fundante o simplemente complementario, o por sus connotaciones socio-religiosas, determinantes de un modo concreto de hacer catequesis.


III. Proyecto diocesano de catequesis de adultos

Es el marco referencial que ofrece la Iglesia particular para atender las necesidades de catequización de los adultos. En él se especifican los mínimos comunes que, asumidos por todos, aseguran la unidad y la convergencia de las propuestas catecumenales que se llevan a cabo por distintas iniciativas en el ámbito de la Iglesia diocesana. Sus elementos esenciales y comunes son:

1. ACERCAMIENTO A LA FE DE LOS ADULTOS DE LA IGLESIA PARTICULAR. El Directorio distingue, entre los destinatarios de la catequesis de adultos, a los adultos creyentes que no sólo viven coherentemente su fe, sino que además desean profundizar en ella; los adultos bautizados que aún no han culminado suficientemente su iniciación cristiana o se encuentran en una situación de lejanía e indiferencia respecto a su fe, y los adultos no bautizados que necesitan un verdadero catecumenado (cf DGC 172). Ciertamente es necesario describir con objetividad y acierto la realidad catequética del mundo de los adultos en la diócesis, pero esta prospección ordinariamente es ofrecida, al menos en sus elementos básicos, por el Proyecto de pastoral diocesano. El Proyecto catequético se limitará más bien a orientar a las comunidades cristianas sobre el tipo de catequesis que debe ofrecerse a los adultos, según su propia situación de fe. Es importante descubrir las coincidencias y la complementariedad entre una catequesis de carácter misionero con sus objetivos y pedagogía propios, una catequesis catecumenal con adultos bautizados o no bautizados y una catequesis que tiene una connotación de formación permanente o de profundidad. Este reconocimiento es, sin duda, el primer criterio orientativo de una propuesta catequética de adultos (cf IC 111-133).

2. DETERMINACIÓN DE LOS OBJETIVOS. Con ellos se dibuja en el horizonte el tipo de adulto creyente que hoy demanda la Iglesia y el mundo. El Directorio apunta una serie de criterios inspiradores de este tipo de catequesis (cf DGC 175). Responden a la necesidad de proponer a los adultos la fe cristiana en su integridad, autenticidad y sistematicidad, de acuerdo con la comprensión que de ella tiene hoy la Iglesia.

En la formulación de estos objetivos se tiene muy en cuenta que la fe cristiana ilumina y ayuda a valorar las dificultades, oscuridades y falsas interpretaciones que hoy están presentes en la vida de fe de los adultos, así como las exigencias morales y espirituales que brotan de la confesión y de la adhesión de fe. La propuesta a estas grandes finalidades marcan de alguna manera los grandes núcleos del mensaje cristiano que deben ser transmitidos en el proceso catequético como contenidos de la fe. La determinación de los contenidos está en función de los destinatarios y su correspondiente modalidad catequética. Corresponde al Proyecto diocesano de adultos señalar qué contenidos deben ser transmitidos en el precatecumenado, en los sucesivos momentos del catecumenado y en las etapas finales de este recorrido.

3. ESTRUCTURA DEL PROYECTO CATEQUÉTICO. Aunque en sus líneas básicas este proyecto se inserta en el Proyecto diocesano global, deben programarse expresamente algunos de sus componentes más específicos, como son los siguientes:

a) Clarificar la convocatoria. En la puesta en marcha de la catequesis de adultos es determinante discernir cómo, cuándo y quiénes hacen la información e invitación para incorporarse a este recorrido catequético. Los responsables de la catequesis de adultos han de tener muy claro quiénes pueden y deben incorporarse al proceso catecumenal, quiénes deben continuar en la llamada precatequesis y quiénes necesitan seguir profundizando en la fe a través de otras formas de catequesis no catecumenales (cf DGC 176). Es decir, definir muy bien el destinatario y hacer la convocatoria en orden a suscitar el interés por aquellas opciones que corresponden a su situación y necesidad.

b) Determinar las etapas. Las etapas que integran al catecumenado de adultos están suficientemente delimitadas en el RICA, junto con los pasos y momentos catequéticos más significativos (cf IC 24-31). Cuando se trata de otras formas de catequesis de adultos es preciso indicar no sólo el inicio y el final, sino también los momentos de su recorrido. La definición de cada una de las etapas no se justifica por una simple racionalización de una tarea humana, sino sencillamente porque cada etapa o momento requiere una pedagogía propia, con unos contenidos adecuados, e indica un talante catequético específico, como puede ser la acentuación de la escucha, del compromiso, de la búsqueda, de la oración, etc. (cf IC 11 lss). En el interior del catecumenado hay una serie de dimensiones que deben concretarse en el Proyecto diocesano, referentes a una catequesis fundante y básica, al entrenamiento a la práctica de la vida cristiana, a la participación en la liturgia y en la oración de la Iglesia y al compromiso en la misión.

c) Prever los recursos humanos y materiales. La catequesis de adultos demanda unos catequistas situados en la realidad social y religiosa de los adultos, con un conocimiento y experiencia del proceso de fe que se verifica en un adulto creyente, suficientemente entrenados en el acto catequético y con capacidad para dar respuesta de fe desde el testimonio y desde el dominio de la dimensión veritativa de la fe. Además de indicar en el Proyecto de catequesis de adultos los rasgos diferenciadores de un catequista de adultos es preciso orientar la elección de los materiales catequéticos más adecuados o, si fuese necesario, sobre su elaboración. Sin duda el Catecismo de la Iglesia católica y el Catecismo de adultos del país, si lo hubiere, son los instrumentos catequéticos más adecuados.

d) Señalar la competencia y responsabilidad del ministro. Independientemente de que compete a la comunidad cristiana la responsabilidad de la catequesis de adultos, durante el proceso hay unos momentos y tareas significativos del ministerio catequético que son ejercidos por miembros singulares de la comunidad. Corresponde al Proyecto determinar las competencias del catequista, del presbítero, del padrino y del obispo en el proceso de catequesis de adultos. Es preciso que en el Proyecto se delimiten bien esas competencias teniendo en cuenta la condición eclesial de cada uno y su significación en el ministerio catequético (cf IC 66).


IV. Proyecto diocesano para diversas edades y situaciones

1. NIÑOS-ADOLESCENTES-JÓVENES. Es la oferta de catequización que la Iglesia particular hace a quienes necesitan ser iniciados a la vida cristiana. (Para todo este tema, ver cuanto escriben los obispos españoles en los nn. 2 y 4 de la tercera parte del citado documento, IC). Compete a este Proyecto diocesano estructurar este largo recorrido donde se celebran los sacramentos de la iniciación cristiana, se organizan las tareas catequéticas que corresponden a los distintos lugares de catequización y se inicia a los catequizandos en la vida y en la misión de la comunidad cristiana a la que pertenecen. El Proyecto diocesano garantiza que sea un único proceso de carácter catecumenal. Unico, porque logra la interacción y la complementariedad de las diversas acciones educativas que de hecho se hacen presentes en el proceso educativo cristiano, con la acción catequética de la comunidad que capacita básicamente a los nuevos cristianos a entender, celebrar y vivir el evangelio. De carácter catecumenal, por la relevancia estructural que tienen los sacramentos de la iniciación cristiana en todo este largo tiempo de iniciación. Estos sacramentos no son sólo unos hitos relevantes del proceso, sino también los que le dan sentido e inician a la vida de la fe, como don de Dios. A ellos se ordenan las acciones educativas que preparan, acompañan y siguen a su celebración. El Proyecto diocesano debe articular estos elementos integradores.

a) Determinar las etapas del proceso. Teniendo en cuenta el desarrollo biológico y psicológico de la persona a partir de su nacimiento, y con la ayuda de las aportaciones de la antropología cultural, conviene determinar las etapas integradoras de este período formativo de la persona. Así compete al Proyecto diocesano clarificar cuanto afecta al despertar religioso de los niños, así como las sucesivas etapas del catecumenado infantil con la correspondiente iniciación sacramental. Se tendrán en cuenta las características propias de la preadolescencia y de la adolescencia para orientar el tipo de catequesis más adecuada para esta edad, bien distinta a la que debe programarse para los jóvenes. Si estas etapas se clarifican bien a nivel diocesano, se presta una gran ayuda a las parroquias, donde es frecuente confundir preadolescentes con niños y, sobre todo, adolescentes con jóvenes.

b) Principales acciones catequéticas y sacramentales. Es preciso indicar en el Proyecto diocesano el momento y modo de llevar a cabo el despertar religioso. Ordinariamente este se realiza en el ámbito familiar y en la etapa infantil de la niñez; pero comienza a ser frecuente que este deba hacerse en el seno de la comunidad cristiana y en edades posteriores a la señalada. En todo caso, corresponde al Proyecto orientar en el modo de realizar este cometido iniciatorio.

Sin duda, la tarea más minuciosa del Proyecto para esta etapa es la articulación de los distintos momentos de la iniciación cristiana de estilo catecumenal. En ella se ha de prever y fijar el momento y el modo de los distintos grados del catecumenado: cómo y con qué requisitos se hace la entrada en el catecumenado infantil; en qué momento se celebran los sacramentos, y cuándo se considera terminada esta etapa para dar paso a otros momentos iniciatorios. En este contexto de iniciación se sitúa la catequesis específica de los preadolescentes, de los adolescentes y de los jóvenes. Las acciones catequéticas y sacramentales están condicionadas por las situaciones personales, religiosas y sociales de los muchachos de esta edad, pero siempre en el marco de la iniciación, que culminará con la celebración de los sacramentos de iniciación y con la adhesión de fe que ellos son capaces de hacer a Dios en la Iglesia y al servicio de los hombres.

c) Integración de las acciones educativas fundamentales. El Proyecto diocesano tiene en cuenta las distintas acciones educativas que inciden en estas edades para integrarlas y orientarlas en todo el proceso iniciatorio. De ahí la necesidad de que este Proyecto diocesano tenga en cuenta los encuentros catequéticos con padres y padrinos del bautismo de los niños; la catequesis familiar, especialmente la que se refiere al despertar religioso; la educación moral y religiosa que se lleva a cabo en el ámbito escolar; la participación de los niños, adolescentes y jóvenes en actividades educativas organizadas y realizadas en ámbitos de carácter comunitario; su presencia en programas de formación de los movimientos y de asociaciones de fieles. Merece especial atención la necesaria coordinación entre la catequesis de jóvenes y la pastoral de jóvenes, para enriquecerse en su recíproca complementariedad.

d) Recursos humanos y catequéticos. Compete a este Proyecto diocesano establecer los requisitos básicos y fundamentales para el nombramiento de catequistas y la determinación de los materiales catequéticos. En el primero de los casos, es fundamental que los catequistas respondan a unas exigencias mínimas en cuanto testigos, maestros y educadores. Téngase en cuenta que son enviados por el obispo y actúan en nombre de la Iglesia. Compete pues al Servicio diocesano de catequesis velar por la capacitación y competencia de los catequistas. En cuanto a los materiales, la Iglesia particular indica cuál es el documento de fe básico y fundamental que ha de ser el referente doctrinal y catequético de la educación en la fe de sus fieles. En esta decisión es de desear que se dé al Catecismo local la relevancia que tiene al servicio de la unidad de fe.

2. TERCERA EDAD. Responde a la preocupación de la Iglesia por atender a la multitud de bautizados que, al acercarse al ocaso de su existencia, descubren cómo la fe ilumina con mayor intensidad su vida. Ellos también necesitan una catequesis adecuada a las circunstancias personales, familiares y sociales en las que viven. Prestar una atención a la catequesis con los mayores es signo de la sensibilidad que la Iglesia particular tiene con quienes, tal vez en el ámbito social y familiar, estén más marginados y desatendidos. Además, este tipo de catequesis en el seno de la comunidad parroquial es signo de cómo la presencia de Dios, la vida inmortal y la futura resurrección están en la entraña de la comunidad. El Proyecto diocesano de catequesis con los mayores orientará la catequesis con estas personas al sugerir posibilidades en torno a los siguientes aspectos:

a) Valoración de las personas de la tercera edad. Las comunidades cristianas están llamadas a descubrir que en su seno hay muchos mayores que han recorrido en fidelidad el camino de la fe y son un verdadero capital para la comunidad; que otros se encuentran con una fe más oscurecida o desdibujada y con una vida cristiana debilitada; que hay mayores que aún no han podido restañar las heridas recibidas por el camino y sufren en soledad la incertidumbre de un final incierto. Cualquiera de estas y de otras situaciones reclaman un conocimiento por parte de la comunidad cristiana y una respuesta catequética adecuada. Nunca el silencio o el olvido.

b) Propuestas catequéticas. El Proyecto diocesano tiene la misión de abrir horizontes catequéticos para esas personas. Cualquiera de las modalidades que se propongan tiene como fin fortalecer la fe de los mayores y su vinculación efectiva y afectiva a la comunidad, y no necesariamente hacer de esta catequesis una simple preparación para la muerte. Estas modalidades pueden responder a: 1) una catequesis que favorezca la reiniciación cristiana en aquellos mayores que experimentan la necesidad de un nuevo encuentro con la Palabra y una mayor integración en la comunidad (cf IC 111, 124-133); 2) una catequesis ocasional donde la presencia cordial del catequista les ayude a leer desde la fe y la esperanza cuanto acontece en sus vidas; la experiencia personal y grupal es determinante en esta opción catequética; 3) una catequesis que les ayude a ser catequistas de los más pequeños; muchos de ellos tienen la oportunidad de atender y permanecer mucho tiempo con los nietos; se les puede ayudar a asumir funciones catequéticas en relación con el mundo de los más pequeños, para quienes, a menudo, son abuelos queridos y estimados; 4) una catequesis que les ayude y facilite la contemplación: desde la fe es conveniente acompañar y ayudar a nuestros mayores en el entrenamiento a contemplar la vida desde los ojos de Dios y contemplar a Dios desde esta atalaya de la vida.

c) Inserción en la comunidad. Uno de los aspectos que este Proyecto diocesano debe prever es la participación de los mayores en la vida de la comunidad cristiana. Ellos, depositarios de una intensa experiencia de vida, son en muchos casos los catequistas naturales de la comunidad, en cuanto «testigos de la tradición de fe, maestros de vida y ejemplo de caridad» (DGC 188). La inserción de los mayores en la comunidad garantiza que su sabiduría, acumulada en tantos años, fecunde aún más la vida de la Iglesia. La incorporación a la vida de la comunidad conlleva una participación en el ministerio de la Palabra que, en algunos casos, lo ejercen como catequistas y en otros como ancianos que proclaman la palabra de Dios, gozosamente vivida y experimentada.

3. DISCAPACITADOS Y SITUACIONES ESPECIALES. Con este Proyecto la diócesis trata de ofrecer a las distintas comunidades cristianas el marco suficiente para catequizar a quienes padecen algún tipo de deficiencia, discapacidad o marginación. No se trata de hacer un Proyecto muy especializado, sino más bien de mostrar el rostro materno de la Iglesia, que sale al encuentro de quienes se encuentran en situaciones distintas de las ordinarias. Más aún, la Iglesia diocesana se siente más urgida a atender a estos grupos, porque normalmente son los más débiles y los más inadaptados. Es preciso, pues, definir muy bien el marco donde se sitúa esta propuesta catequética, atendiendo a sus elementos esenciales.

a) Determinar los destinatarios. Al ser muy amplio y diferenciado el tipo de destinatarios de esta propuesta catequética, conviene definir en el Proyecto diocesano las características singulares de los principales grupos que integran la llamada catequesis especial, referida ordinariamente a: 1) discapacitados psíquicos y físicos, cuya situación social, familiar y escolar es determinante para su conocimiento y el tratamiento catequético correspondiente; 2) los que padecen algún tipo de marginación; entre estos es frecuente encontrar en una diócesis niños, jóvenes, familias... que viven el desarraigo social y eclesial; situaciones que se hacen más preocupantes si los que padecen esta situación son los niños, como es el caso de hijos de emigrantes, personas sin hogar, temporeros, etc.; 3) los que se encuentran viviendo en los pequeñísimos grupos rurales o forman parte de los grandes núcleos urbanos, donde la pobreza y la miseria son antesala de la marginación.

b) Delimitar el tipo de catequesis. La situación de estas personas exige un esfuerzo por programar una catequesis que sea fiel a su propia identidad y sea igualmente fiel a las circunstancias de los catequizandos. Se trata de una catequesis de iniciación cristiana, muy distinta a una simple preparación para la celebración de unos sacramentos. Esta catequesis iniciatoria para las situaciones especiales descritas tiene como objetivo prioritario introducir a los catequizandos en el misterio salvífico de Dios a través del conocimiento, de la celebración, de la vida y de la oración. Sin embargo, este objetivo, común a toda catequesis, alcanza su propia especificidad en las situaciones especiales al secuenciarse en una planificación catequética en la que la acogida, la pertenencia eclesial, la cercanía de Dios y el acompañamiento de la comunidad impregnan todo el proceso.

c) Recursos humanos y materiales catequético.. Es claro que el catequista de estos grupos de personas debe tener una preparación específica; no puede hacerlo cualquier catequista de la comunidad. Es más, como quiera que las comunidades parroquiales no pueden disponer de catequistas suficientes para estos sectores, el Secretariado diocesano de catequesis debería programar la formación específica de un grupo de catequistas con disponibilidad para atenderlos. Esta formación desarrolla estas grandes convicciones: su conciencia de pertenencia a la Iglesia, el conocimiento efectivo y afectivo del discapacitado, la capacidad creativa de la actividad catequética y la necesaria participación en la celebración de la fe; y orienta la acción catequética con sugerencias precisas sobre el uso de los símbolos, del lenguaje visual, del lenguaje verbal, del silencio, de la expresión corporal y del canto.

4. CATEQUESIS FAMILIAR. Es el Proyecto que orienta la acción catequética en el ámbito familiar. «La familia como lugar de catequesis tiene un carácter único: transmite el evangelio enraizándolo en el contexto de profundos valores humanos. Sobre esta base humana es más honda la iniciación en la vida cristiana» (DGC 255; cf IC 34). Parece que la catequesis familiar se refiere esencialmente a la tarea educativo-catequética que los padres llevan a cabo como primeros responsables de la educación de la fe de sus hijos. Sin embargo el concepto de catequesis familiar es más amplio: atiende a las diversas propuestas de catequesis que se llevan a cabo en el ámbito familiar, especialmente aquellas que ayudan a los padres a vivir la experiencia gozosa de su adhesión a Dios en la Iglesia. Esta catequesis tiene como primeros destinatarios a adultos que se acercan ordinariamente a la Iglesia con ocasión de la celebración de un sacramento para sí o para sus hijos. A esta actitud de acercamiento, la Iglesia particular responde con un tipo de catequesis programado en el contexto del Proyecto global diocesano. Este Proyecto de catequesis familiar se sitúa en las siguientes coordenadas:

a) Determinar los destinatarios. La catequesis familiar va dirigida fundamentalmente a adultos, cuya motivación inicial es bien distinta en unos y otros. Por esta razón, el Proyecto diocesano debe prever distintas posibilidades catequéticas en función de la diversidad de destinatarios, entre los que se encuentran: jóvenes que se preparan para el matrimonio, padres jóvenes que piden el bautismo para sus hijos, padres que desean que sus hijos se inicien en la vida cristiana con la celebración de la eucaristía y de la confirmación, padres que colaboran en actividades educativas tanto parroquiales como escolares, abuelos que sienten el deseo de ayudar a sus nietos en el camino de la fe, etc.

b) Clarificar el tipo de catequesis. También aquí el Proyecto diocesano debe abrir muchas posibilidades para que las comunidades parroquiales acojan a estas personas en el espacio catequético más adecuado. Entre las distintas opciones pueden determinarse: 1) Una catequesis ocasional, ordinariamente de carácter presacramental. La programación de estas catequesis se articulará con orientaciones precisas sobre la situación de fe de los catequizandos, los objetivos, los contenidos, el tiempo y periodicidad de la catequesis, las actividades catequéticas y los materiales. Posiblemente para algunos de estos adultos este tipo de catequesis tiene una connotación de precatequesis que culminará en su incorporación a un catecumenado de adultos. 2) Una catequesis misionera. Tanto el estilo como los contenidos de esta catequesis tienen una connotación misionera que culmina en la primera conversión. Es la catequesis que ayuda a estas personas a dar el paso de la indiferencia a un cierto interés por el evangelio. El Proyecto diocesano, en consecuencia, abrirá pistas para que los responsables reconduzcan estos encuentros catequéticos hacia un compromiso mayor. 3) Una catequesis centrada en la familia. En el Proyecto se tiene en cuenta que el hecho familiar no es simplemente ocasión para catequizar, sino que la familia es lugar propio de catequización y que ella misma es «catequista por convicción y naturaleza» (CC 272). En consecuencia, el sacramento del matrimonio no es sólo referencia obligada, sino fundamento y origen de donde brota la realidad familiar, y donde se inspira este tipo de catequesis. Desde esta perspectiva se entiende la familia como Iglesia doméstica, donde la fe es conocida, vivida, celebrada y hecha oración.

c) Orientaciones catequéticas. En el Proyecto diocesano se deben concretar una serie de orientaciones que ayuden a la propuesta catequético-parroquial sobre: 1) la convocatoria de adultos a cualquier modalidad de catequesis familiar; clarificar que la celebración de un sacramento significa su incorporación a la comunidad cristiana, donde es esencial escuchar la palabra de Dios y asumir el compromiso de adhesión a Dios en la Iglesia; a esto conduce este tipo de catequesis; 2) los temas nucleares seleccionados para vertebrar la acción catequética son los que fundamentan esencialmente la transmisión de la fe, no los que simplemente subsanan ausencias u oscuridades; son los contenidos básicos y fundantes de la fe que el proceso catequético ayuda a interiorizar; 3) la conexión con quienes tienen responsabilidad en la pastoral diocesana familiar; ambas instancias diocesanas (catequética y familiar) están llamadas a trabajar conjuntamente, porque los destinatarios son los mismos, aunque los aspectos específicos sean diferenciados.

5. FORMACIÓN DE CATEQUISTAS. En el Proyecto global de catequesis de una diócesis tiene un cierto lugar privilegiado el referido a la formación de catequistas. Corresponde al Secretariado diocesano «promover y formar a los catequistas» (DGC 266). Por tanto es en el seno de este servicio diocesano donde se planificará cuanto sea necesario para que los catequistas de la Iglesia particular alcancen la madurez suficiente para el ministerio catequético (cf IC 44). Este Proyecto diocesano puede programarse a modo de itinerario de fe.

a) La formación como proceso. El itinerario de fe marca el recorrido que hace un catequista a partir de su situación de fe inicial; en él se describen el ritmo y los pasos que los catequistas van dando como creyentes. Es a modo de escuela de fe, donde profundizan en la llamada de Dios, interiorizan personal y grupalmente lo que les ha sido anunciado y entregado en el seno de la Iglesia, se comprometen aún más en el seguimiento de Jesucristo y se capacitan para dar razón de lo que creen y esperan.

Lo más importante de un itinerario de fe no es la uniformidad, sino la articulación de un recorrido dentro de un gran proyecto, donde la formación de catequistas está muy condicionada por su situación inicial de fe, por los destinatarios concretos a los que estos catequistas van a acompañar (adultos, jóvenes, niños o mayores) y por los ámbitos concretos donde se realizará la catequesis (familia, comunidades cristianas, situaciones especiales, etc). Además, la opción por un itinerario de fe evita el riesgo, por otra parte frecuente, de reducir la formación de catequistas a un simple instrumento prioritariamente docente y académico, reducido a la enseñanza-aprendizaje de un temario bíblico-teológico y pedagógico-catequético.

El Proyecto diocesano de formación de catequistas se ajusta a estas características: articulado dentro del Proyecto diocesano; orientado al crecimiento y a la maduración de la fe de los catequistas; orgánico y sistemático; estructurado en torno a núcleos o hilos vertebradores; desarrollado en etapas sucesivas que tienen un punto de partida y de llegada.

b) Finalidad y objetivos. En el Proyecto diocesano de formación de catequistas se determinan su meta o finalidad última y sus objetivos específicos: 1) Finalidad: proporcionar una formación básica, orgánica y sistemática a cristianos adultos para que sean capaces de dar razón de su propia fe y comunicar el mensaje cristiano a aquellos que se inician en la fe y en la vida cristiana, en el ámbito de la catequesis. 2) Objetivos específicos: favorecer la maduración humana y cristiana de los catequistas mediante el encuentro con Dios, el conocimiento más hondo y personal de Jesucristo y la disponibilidad para dejarse conducir por la acción del Espíritu Santo; favorecer el crecimiento espiritual, así como el compromiso cristiano en los catequistas; ayudarles a tomar conciencia de que Jesucristo les envía a evangelizar al mundo de hoy en un contexto socio-cultural concreto y determinado, y a reconocer que esta misión la realizan en y desde la fe de la Iglesia; lograr que lleguen al conocimiento integral, sistemático y orgánico del mensaje cristiano en sus elementos esenciales, fortalecer el deseo y la necesidad de imitar a Jesús que, como Maestro, enseña a sus discípulos a anunciar el evangelio; dotarles de una suficiente competencia pedagógica y metodológica para hacer de la catequesis en la comunidad cristiana una escuela de fe.

c) Programación. Compete al Proyecto diocesano dar orientaciones precisas para que los responsables próximos e inmediatos de un itinerario concreten el modo de hacer. Estas orientaciones son sensibles a recoger cuanto se indica en los Planes de pastoral de la Comisión episcopal de catequesis y al Plan diocesano de pastoral; asimismo parten de la concepción de catequesis y del tipo de catequistas que se necesita para esta Iglesia particular. A estas orientaciones han precedido un trabajo de re-flexión en el seno del organismo diocesano, donde el conocimiento de la situación, la definición de las metas a corto y medio plazo y la firme convicción de que un catequista es ante todo un testigo de la fe, son las coordenadas del itinerario de formación, propuesto en unas líneas programáticas.

d) Diversidad de itinerarios. En el Proyecto diocesano se pueden ofrecer distintas modalidades de formación que, programadas como un recorrido o itinerario de fe, ayuden a crecer y madurar a los catequistas en la tarea que se les encomienda. No todas las modalidades deben o pueden ser llevadas a cabo en las comunidades cristianas, sino que son un abanico de posibilidades entre las cuales se aconsejarán las más adecuadas para cada grupo de catequistas según las circunstancias. Entre las principales modalidades se pueden señalar: 1) Por razón de los niveles de formación: itinerario para formación orgánica básica del catequista (Escuela de catequistas de grado básico); itinerario para la formación de responsables de catequistas (Escuela de catequistas de grado medio). 2) Por razón de los destinatarios: itinerario para la formación de catequistas de adultos; itinerario para la formación de catequistas de jóvenes; itinerario para la formación de catequistas de niños; itinerario para la formación de catequistas de personas discapacitadas o en situación de marginación. 3) Por razón de algunos ámbitos de catequización: itinerarios para la formación de los catequistas en el ámbito familiar; itinerario para la formación de catequistas en ámbitos especiales (núcleos rurales, grandes núcleos urbanos...). 4) Por razón de las necesidades puntuales de los destinatarios: sensibilización catequética de la comunidad cristiana; formación permanente (para preparación y revisión de la catequesis, de sensibilización, cursillos monográficos; encuentros diocesanos y asambleas, seminarios y cursos de verano, etc.); formación catequética de sacerdotes, religiosos/as y seminaristas.

BIBL.: ALBERICH E., La catequesis en la Iglesia, CCS, Madrid 1991; COMISIÓN EPISCOPAL DE ENSEÑANZA Y CATEQUESIS, La catequesis de la comunidad, Edice, Madrid 1983; El catequista y su formación, Edice, Madrid 1985; Catequesis de adultos, Edice, Madrid 1991; El sacerdote y la catequesis, Edice, Madrid 1992; COMITÉ PARA EL JUBILEO DEL AÑO 2000, Jesucristo, la buena noticia, Edice, Madrid 1997; CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAÑOLA, La iniciación cristiana. Reflexiones y orientaciones, Edice, Madrid 1999; CONGREGACIÓN PARA EL CLERO, Directorio general para la catequesis, Edice, Madrid 1997; PAPÁ M., La parroquia, comunidad evangelizadora, PPC, Madrid 1995; PLACER UGARTE F., Una pastoral eficaz, Desclée de Brouwer, Bilbao 1993.

Anastasio Gil García