NUEVA RELIGIOSIDAD EMERGENTE
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SUMARIO: I. Bajo un nuevo signo cultural y religioso: 1. Nuevos retos al cristianismo; 2. La modernidad ante el aparente renacimiento de lo sagrado. II. Breve descripción tipológico-social: 1. La experiencia religiosa en el contexto de la cultura «moderna»; 2. Las principales tendencias socio-culturales en la actualidad. III. La religión en este tipo de sociedad. IV. Descripción de algunas de estas tendencias: 1. Tendencias utópicas; 2. Los posmodernos; 3. Los neoconservadores; 4. Religión conservadora y fundamentalista. V. Líneas de acción catequética y pastoral.


El creyente es un hombre que vive en una sociedad determinada, en un contexto cultural concreto y en un momento histórico particular. En este sentido el hombre es éxodo y Dios es adviento, y siempre será válido el principio: «Lo que no se asume no se redime»1.

El cristiano y la Iglesia tienen una permanente tarea: conocer las semillas de revelación allí donde estén, encarnarse en cada persona y en cada cultura, discernir signos, evangelizar y ser levadura de salvación. Labor lenta, en la que no caben saltos, ni clichés prefabricados, ni actitudes nostálgicas, o soluciones fáciles, sino un acompañamiento lento, muchas veces entre nieblas, con una brújula (la caridad-fe-esperanza) y sin complejos.


I. Bajo un nuevo signo cultural y religioso

1. NUEVOS RETOS AL CRISTIANISMO. Los sociólogos van confirmando que, después de la guerra del Golfo y la caída del socialismo real moscovita, el cristianismo se está enfrentando a nuevos y graves desafíos «desde fuera» y «desde dentro de él mismo»2.

a) Desde fuera, desde el Oriente próximo y África, con el fundamentalismo islámico, cada vez más numeroso, que proclama la vuelta a las raíces árabes más genuinas, olvidando con ello todo influjo occidental y, en este olvido, relegando también, como una importación occidental, el mismo cristianismo. El reto viene también desde Norteamérica, con el denominado neoconservadurismo que, en el fondo, proclama a América como la nueva religión, queriendo hacer de América del Norte el gendarme universal, el nuevo imperio, capaz de sustentar el orden y la ley y regenerando para ello la familia y la escuela. Las religiones, como el cristianismo, servirán sólo en la medida en que se sometan y acepten el neonacionalismo triunfante y triunfador. Y por último señalamos el neopaganismo ambiental o ateísmo práctico, que ha dado lugar a la cultura de la increencia3.

b)Desde dentro también son graves los retos: el primero, la privatización de la fe, proclamada por las derechas y las izquierdas sociales y políticas, cuando afirman que las creencias religiosas y la misma ética fundamentada en aquellas, son algo sólo «para la conciencia individual y privada», ya que, en una sociedad plural, aconfesional, democrática y secularizada, la fe no tiene que manifestarse en lo público. En este super-mercado de ofertas religiosas y filosóficas, lo público es neutral y, a lo sumo, debe prevalecer el consenso social, lo asumido por la mayoría.

El segundo gran reto para el cristianismo son las sectas, nacidas al calor de las confesiones e Iglesias cristianas y que, actualmente, van mucho más allá de ellas; que defienden una vivencia religiosa más personalizada, más comunitaria, coherente y comprometida y, por lo mismo, menos rígida, dogmática y fría que la experimentada en las grandes confesiones o Iglesias cristianas. Sus mensajes tienen tintes apocalípticos, insistiendo en lo negativo de nuestro mundo y en la inminente necesidad de un cambio radical. Sus seguidores serían los mensajeros y protagonistas de ese cambio. «Muchos de nuestros contemporáneos encuentran en ellas un lugar de pertenencia y de comunicación, de afecto y de fraternidad, e incluso una aparente protección y seguridad. Este sentimiento se apoya en gran parte en soluciones aparentemente deslumbrantes –como el Gospel of success–, pero en el fondo ilusorias que las sectas parecen aportar a las más complejas cuestiones»4.

Pero hoy el mayor reto tal vez sea la denominada New Age (la Era del Acuario). Me atrevería a definirla como verdadera bomba de relojería en lo más profundo del cristianismo. Porque no se trata de una religión más, ni de un nuevo movimiento o una nueva secta. Es un nuevo signo cultural, toda una completa gnosis, una visión integral de la realidad, capaz de dar sentido a todo y a todos los aspectos de la vida. Y, lo que es más grave, no se enfrenta con el cristianismo, sino que se mete dentro de él para, utilizando incluso su mismo lenguaje, espiritualidad y liturgia, dar un sentido completamente diferente a todo. Con la New Age ha nacido, en palabras de A. Natale5, algo así como el despertar una mañana y encontrarse con que el mundo ya no es el mismo de ayer. Y esto de manera especial en el mundo religioso. En un abrir y cerrar de ojos nos hemos encontrado en una cultura diferente.

No se trata de un cambio sin traumas. Estábamos acostumbrados a convivir creyentes con no creyentes, agnósticos con practicantes. Habíamos oído hablar de las grandes religiones como algo familiar: cristianismo, judaísmo, islamismo, hinduismo, budismo. Pero hoy todo ha cambiado: existen palabras nuevas como channeling; centros nuevos como metaphysic centers; terapias renovadas basadas en el yoga, el Zen y la meditación trascendental; sectas o Iglesias electrónicas; sabidurías que se denominan de nueva cienciología y de nueva gnosis. Y por si no bastara lo anterior, parece que trata de transmitirnos, desde la música, el cine, las revistas de divulgación científica, la psicología y mil y un panfletos, que este mundo nuestro está llegando a su final y que las religiones tradicionales y las nuevas religiones no pueden solucionar los graves conflictos a los que nos estamos enfrentando. Hay que buscar, por ello, algo distinto, algo así como un nuevo aire, una sabiduría nueva, una vía más universal, capaz de unificar todo, de crear más fraternidad y abrir nuevos horizontes6. Es aquí donde comienza a latir y se sitúa el espíritu de eso que denominamos Nueva Era.

Si en las décadas de los 60-70 se hablaba de transformación social, de compromiso social, de cambio de estructuras, de revolución (lenguaje marxista), hoy se habla de autorrealización, de conciencia superior, de meditación trascendental, de pensar y actuar en dimensiones planetarias, de nuevo orden, de espiritualización. Es el lenguaje de una sensibilidad cultural, el lenguaje de la Nueva Era.

2. LA MODERNIDAD ANTE EL APARENTE RENACIMIENTO DE LO SAGRADO. ¿Ha fracasado la modernidad ante el aparente renacimiento de lo sagrado en nuestros días? R. Díaz Salazar7 afirma que la fe en el progreso, elemento capital de la cultura de la modernidad, solía incluir un profundo convencimiento de que la religión era incompatible con los nuevos tiempos. Para los progresistas la religión pertenecía al pasado. Estaba condenada a ser abolida o se iría desvaneciendo paulatinamente. Por ello, algunos llamaban a la religión opio del pueblo, instrumento de dominación y haz de supercherías. Otros, escudados en el positivismo y el cientificismo, veían en ella una ilusión sin mucho porvenir. Los menos entre los progresistas le concedían cierta profundidad metafórica, cierta belleza y hasta una vaga nobleza histórica. La religión había sido una ensoñación de la infancia de la humanidad.

Hoy se ha comprobado que persiste lo religioso y se ha recuperado al homo religiosus de diversas formas y bajo diversas manifestaciones. La tarea del estudioso de la religión es doble: por un lado, persistir en la labor tradicional de indagar en la denominada religión lo que comporta lo transcendente o sobrenatural; y, por otro lado, el surgimiento de religiones seculares o laicas intramundanas, no pocas de ellas con repercusiones políticas. En efecto «más allá de los dioses y de la Iglesia, cada sociedad tiene núcleos sagrados, como los tienen los hombres por separado o las comunidades en las que se agrupan. Cada sociedad se articula en torno a una o diversas formas de sacralidad, de carisma y de numinosidad. No hemos abandonado nuestra actividad mitogénica ni nuestra inclinación inveterada por lo numinoso. Tal vez hayan muerto las deidades para muchos. Pero estamos ante un nuevo animismo». La religión tradicional y confesional (cristianismo) está ya vacía para las nuevas generaciones y se da una transición religiosa hacia formas religiosas desgajadas de instituciones, ritos y sistemas de creencias establecidos por autoridades. Así pues, no se puede hablar tanto de un resurgimiento religioso como de un salir de cierto eclipse moderno de la religión8.

J. M. Mardones9 habla de algunas manifestaciones actuales de lo sagrado: lo sagrado cristiano, la religión civil, la religiosidad profana, la nueva sensibilidad mística y orientalista y la fascinación por lo oscuro y esotérico.

¿Cómo es, pues, la nueva religiosidad o sensibilidad religiosa emergente de hoy? Haremos una descripción desde dos vertientes: tipológico-social y propiamente religiosa.


II. Breve descripción tipológico-social

A grandes rasgos se puede afirmar que, en nuestra sociedad posindustrial, posmoderna y neoliberal hay tres factores que sobresalen como subsistemas, pilares básicos o instituciones fundamentales10: la producción tecnoeconómica, la burocracia en la administración pública del Estado moderno y la cultura pluralista. Según el modo como se conciban las relaciones entre estos tres subsistemas, así se entenderá la integración o contradicciones de nuestra sociedad y la vivencia de la religión dentro de ella misma. Antes de realizar una descripción de las principales tendencias que emergen, a partir de estos datos, digamos algo a propósito de la modernidad.

1. LA EXPERIENCIA RELIGIOSA EN EL CONTEXTO DE LA CULTURA «MODERNA». En un brillante examen, Ll. Duch11 ha señalado como factores configuradores de la modernidad: 1) el asentamiento de la burguesía, que logró separar la fe de la vida comunitaria y la insertó en la convicción personal, desde donde la transportó a la esfera privada; 2) el mito del progreso vinculado íntimamente a la burguesía, para la cual el futuro no es sólo decadencia y corrupción sino, primordialmente, posibilidad de nuevos conocimientos y de mayores lazos de unión entre los hombres; 3) el descubrimiento del hombre como ser personal e histórico y no cosmológico; el hombre moderno vive orientado antropológicamente y no cosmológicamente; 4) la crítica de la religión, en cuanto el hombre de la modernidad toma conciencia de su alienación dentro del universo, regido por la idea del progreso y por el convencimiento de que el hombre es un ser personal e histórico, que llega a su autenticidad humana a través de la responsabilidad y la decisión; 5) lo económico, dentro de un modelo de sociedad donde el control ocupa un lugar de primera importancia, siendo la base imprescindible de la rentabilidad, y donde la lógica de la equivalencia y de lo intercambiable se alzan como protagonistas; 6) finalmente, la reestructuración simbólica del mundo religioso, que significa incluso, desde otro punto de vista complementario, la pérdida de la comunidad como tal y de su universo de símbolos. Consecuencia de ello es la progresiva pérdida de sentido y el nacimiento de dos actitudes: o la desesperación o la distracción. Lo religioso, en sentido amplio, parece ser materia de opción y debate, cuestión de conciencia, pero no la ley de la sociedad, ni cuestión pública12.

Los rasgos señalados anteriormente, en su desarrollo histórico concreto, han puesto al descubierto que, en muchos de sus presupuestos, no eran más que mitos.

J. Cueto13 ha señalado con acierto y hondura que el mundo de la modernidad, ya en nuestro siglo y en pocos decenios, ha ido desdibujando y esculpiendo sus dioses y su olimpo: los mass media, que son factorías de lo histórico y morada de los nuevos dioses. El hombre moderno, sorprendido por la técnica y el progreso científico, se ha convertido en alguien paradójico: volcado a lo social como héroe de mil caras, y al mismo tiempo narciso en un micro-planeta (su mundo) donde el hágase usted mismo parece ser el grito motivador. Y en todo esto parece asomar un regreso a lo sagrado, pseudorregreso, donde nada escapa a la lógica consumista, ya que los negocios del alma se mueven a ritmo de marketing en lucha con las sectas competidoras, y donde el trance, el éxtasis y la meditación son algunos de los conjuros para liberarse de los efectos del nuevo pecado original: haber mordido la naranja mecánica.

2. LAS PRINCIPALES TENDENCIAS SOCIO-CULTURALES EN LA ACTUALIDAD14. En su encíclica Fides et ratio, Juan Pablo II habla de «la situación de crisis que afecta hoy a grandes sectores de la filosofía» y señala «algunos comportamientos erróneos difundidos en nuestra sociedad», cuya superación –afirma el Papa– pasa por el camino obligado del elemento metafísico (FR 83; cf 86-91). Desde un punto de vista más práctico, aquí consideraremos las principales tendencias socio-culturales que caracterizan nuestra época.

a) Crítico-sociales: el utopismo. Caracterizado por los que critican el pragmatismo, lo economicista, la rentabilidad. Postulan otro tipo de sociedad eficaz, desarrollada, pero no tan competitiva ni centrada en el carrerismo, el consumo, el dinero y el tener. Afirman que los valores de la modernidad (solidaridad, igualdad, justicia, fraternidad) se han tergiversado y distorsionado. En definitiva, abogan por la utopía, donde el ser prevalezca sobre el tener, y sean una realidad tanto la realización personal como la solidaridad. Representantes: la izquierda tradicional y los nuevos movimientos ecológicos-pacifistas-feministas, etc., que bien se pueden calificar de nueva izquierda15.

La izquierda tradicional, después de la caída del socialismo real y de la utopía socialista, está en crisis; y los nuevos movimientos ecológicos-pacifistas-feministas, etc., tienden a acercarse a la postura de los posmodernos.

b) Posmodernos: el nihilismo. Abogan por el desencanto total de la modernidad, de sus mitos, y del estado liberal-democrático. Es un ajuste de cuentas hacia el proyecto emancipador (incluido el religioso-cristiano), y hacia la sociedad actual. Sólo cabe agarrarse a los pequeños relatos, a las historias individuales, a los proyectos siempre coyunturales, temporales, sujetos a la adecuación, revisión y cambio. Propugnan la desconfianza, la actitud desengañada y la distancia escéptica ante todo lo que suene a utopía, metarrelato o gran proyecto.

No obstante, no podemos hablar de una única posmodernidad (la decadente) porque, al mismo tiempo, coexisten otras dos: la de resistencia, que se acerca a los utópicos, y la neoconservadora16.

c) Neoconservadores: más y mejor de lo mismo. Aceptan la defensa del sistema social-capitalista-democrático, sin nostalgias (no son conservadores en sentido estricto). Aceptan el funcionalismo y pragmatismo, el relativismo ético y de valores. No aceptan esencias o valores absolutos dados de una vez por todas, pero son selectivos en cuanto a valores (buscan el consenso). Son modernos: aceptan la producción tecno-económica y la inevitable administración pública. Son reformistas, queriendo compaginar el capitalismo con el puritanismo. En otras palabras, son progresistas mirando a la economía, cautos en las cuestiones político-democráticas y conservadores en los valores y en la cultura. Por ello ven en los posmodernos y en los utopistas enemigos potenciales, así como en los liberales, que minan el humus espiritual y moral del sistema. Junto al triunfo político-económico, abogan por el cultural y ético (en esta tarea quieren manipular a la gran religión judeocristiana, postulando una afinidad cristianismo-capitalismo).

d) Conservadores: fundamentalismo nostálgico. Son elitistas y nostálgicos: no ven lo positivo de la modernidad económica y administrativa como los neoconservadores. El conservador serio se lamenta de la trivialidad moderna y posmoderna, de los humanismos secularistas, del olvido de los clásicos y la educación a partir de ellos. Lo mejor siempre está en el pasado, en lo probado y en lo que dio resultado. En la cultura no hay lugar para las innovaciones. Prefiere seguridad antes que libertad: cuando cree tener las claves morales, valorativas y culturales, se vuelve intolerante con sus críticos o con quienes rechazan sus posturas. El conservadurismo hoy se ha mezclado con ciertas posturas fundamentalistas en las religiones judeocristianas y musulmanas.


III. La religión en este tipo de sociedad

¿Cómo se instala la religión en este tipo de sociedad? Diferenciamos las siguientes tendencias:

a) Afines a lo crítico-social y al utopismo. Un cristianismo de izquierda (cristianos por el socialismo) y cierta teología de la liberación. Predomina el agnosticismo, el ateísmo no beligerante, y la denuncia de lo que se ha llamado «la revancha de Dios» (Gilles Kepel), o reivindicación del secularismo.

b) En la vivencia posmoderna. La religión no cuenta, si bien puede vivirse desde pequeños proyectos (sectas) o movimientos muy genéricos (New Age) y, sin duda, predominan entre los jóvenes los grupos marginales (las tribus urbanas). Las tribus urbanas se consideran religiones seculares: tienen sus adeptos, sus sacerdotes y líderes, sus ritos, su lenguaje, sus lugares de culto, su cosmovisión de la vida, etc.

c) En los conservadores. La religión se vivencia en fundamentalismos y posturas nostálgicas e inmovilistas. En este campo social florecen y arraigan también muchas de las manifestaciones de la denominada religiosidad popular.

d) En el neoconservadurismo. La religión cuenta mucho y quiere ser manipulada en aras de intereses éticos, nacionalistas y puritanos, para sustentar las bases democráticas de un capitalismo-liberal. Con frecuencia se prescinde de la religión tradicional, o se la quiere manipular para que nazcan la religión civil y la religión nacional.

e) En el cristianismo. Ciñéndonos al cristianismo (gran religión tradicional), y en medio de esta complejidad social y de sus retos, se observa un fenómeno: la privatización de la fe (la fe queda para el ámbito de lo privado, de lo personal, salvo en el neoconservadurismo, si es que favorece sus intereses). Y, ante todo, una doble tendencia: cristianos de presencia (buscan espacios e instituciones confesionales, dentro del juego pluralista; se presentan como alternativa de bloque), y cristianos de mediación (no favorecen los espacios e instituciones confesionales, apostando por el testimonio individual y el grupo de referencia)17.

Los obispos de Euskal-Herria, autores de la pastoral Creer en tiempos de increencia18, se refieren, en la segunda parte de este documento, a las formas actuales de increencia. Podemos hablar en primer lugar de indiferentes, los que ni siquiera se interrogan por el sentido último de la vida; no sienten necesidad de tomar postura ante la fe; viven al día sin mayores planteamientos. Una segunda tipificación podríamos catalogarla como indiferentismo. No son personas que no crean, pero en la práctica viven sin que Dios cuente en sus vidas. Para ellos una cosa es la vida y otra los asuntos de Dios. En tercer lugar están los agnósticos, para quienes Dios puede significar algo o no significar nada. Más aún: sobre la cuestión Dios –afirman– no podemos pronunciarnos porque no sabemos nada de él. Les basta con vivir en el marco de la finitud; vivir como si Dios no existiera. En otro grupo, numeroso, están aquellos que tienen una concepción del cristianismo a su manera. Interpretan las leyes morales según su conciencia, y tienen las imágenes y vivencias de Dios subjetivas, sin que en muchos casos concuerde con el Dios cristiano.

Ciertamente, afirman los obispos, no todo es negativo. En el campo de la fe existen muchos cristianos sinceros y fieles creyentes que, en las actuales circunstancias, han purificado y fortalecido su fe y gozan de la verdadera alegría de creer.

En el intento de desprivatizar la fe, ya lo hemos señalado más arriba, se están haciendo dos espiritualidades, dos sensibilidades y dos líneas de acción. La polémica tuvo lugar en Italia en el Congreso de Loreto en 1985: la Acción católica (cristianos de mediación) y el movimiento Comunión y liberación (cristianos de presencia) parecían enfrentar dos espiritualidades, dos maneras de estar presentes en el mundo, dos formas de apostolado. También en España se está dejando sentir esta polémica.

Por cristianos de mediación se entiende aquellos que quieren ser levadura en medio de la masa, en la sociedad, sin fortalecer espacios propios cristianos (hospitales, escuelas, sindicatos, partidos...). Quieren sumergirse allí donde estén y, en la pluralidad de campos y opciones de la sociedad, mezclarse sin más, ser testigos en campos y situaciones que muchas veces no tienen nada que ver con lo religioso.

Los cristianos de presencia desean fortalecer espacios propios e instituciones propiamente eclesiales. Se presentan como alternativa, como bloque, como esfera que se opone a la cultura de la increencia.

La lucha no es nueva. La ha sufrido el cristianismo, con todos los hombres, a lo largo de la historia. Unos y otros tienen razones poderosas para actuar como mediación o como presencia. Los de mediación acusan a los de presencia de perder el espíritu misionero, de fomentar el aislamiento cultural y de convertir en religiosos problemas civiles. Los de presencia justifican su postura para suplir las insuficiencias sociales, para una mayor libertad de acción, para proteger la fe de los débiles y para ofrecer un testimonio colectivo.

En el marco de una sociedad aconfesional, democrática y secularizada, creemos que ambos tienen su espacio y deben complementarse sin excluirse, respetando los carismas y dones del Espíritu: el cristianismo es presencia y mediación. Necesitamos una presencia mediadora y una mediación presente.


IV. Descripción de algunas de estas tendencias

1. TENDENCIAS UTÓPICAS. a) Cristianos por el socialismo (en la línea de cierta teología de la liberación): quieren asumir el proyecto de la modernidad, corrigiendo los errores. Denuncian que la Iglesia y el cristianismo no han entrado en diálogo con la modernidad, y es una asignatura pendiente; el cristianismo pasa por tres mediaciones: socio-analítica (o de compromiso previo de liberación y análisis de la realidad), hermenéutica (juzgar la sociedad desde los valores cristianos) y práxica (el cristianismo debe transformar la realidad). La opción por los pobres es un paradigma decisivo.

b) Religión secular o secularizada, como denuncia de los fundamentalismos (de la revancha de Dios). Para Gilles Kepel, las grandes ideologías de movilización de masas están desapareciendo y siendo sustituidas por reafirmaciones religiosas y oleadas micronacionalistas. Ante la muerte de utopías y mesianismos laicos (simbolizado en la caída de la URSS) los movimientos de reactivación religiosa están ocupando su terreno. Gran culpa de esta revancha o vuelta de lo sagrado la tiene la política de los últimos decenios, que se ha limitado a la solución de problemas cotidianos y técnicos, olvidando que la gente necesita un horizonte de cambio y de sentido, y las religiones se pueden convertir en la esperanza de un mundo sin esperanza.

2. Los POSMODERNOS. Es el fenómeno más complejo y más influyente en el último decenio, con las siguientes manifestaciones:

a) Sectas. Ante la pérdida de sentido, el caos social aparente y la necesidad de un grupo humano de referencia, las sectas —del más diverso tinte y sentido— se presentan como protagonistas. Detrás de ellas hay una postura conservadora (no cambian la sociedad), financiera (una verdadera multinacional), un verdadero pesimismo ante la vida y un círculo vicioso (vuelven a caer en los mismos vicios institucionales y de corrupción que denunciaban).

b) La New Age. Ante la resaca de lo posmoderno aparece una nueva sensibilidad: la Nueva Era, o Era del Acuario. Procede de EE.UU., y trata de ser una nueva conciencia universal, sincretista, ante el reto del pluralismo, la crisis social y el reto del tercer milenio. Sus raíces: la religión judeo-cristiana; la conciencia científica y secularizada; lo esotérico, gnóstico y ocultista y, finalmente, las religiones orientales. Algunos de sus principios19: la totalidad frente al fragmentarismo de la visión científica de la realidad; la transformación de la conciencia y con ello de las estructuras: hay que hacer renacer las potencialidades espirituales; una ecología profunda: desde Gaia, la diosa madre de la tierra, que es un organismo vivo y cuyo órgano ejecutivo es la humanidad; reencarnación, no para purgar (orientalismo) sino para progresar y mejorar la tierra (occidentalismo); una nueva cristología: donde aparecerá un maestro de la verdad, que se encarnará en diversos maestros espirituales, para hacer posible la nueva era del Acuario; nuevas organizaciones religiosas, con distintos intereses (ovnis, esoterismos, etc.) pero siempre con un eslogan: «piensa y obra de forma global y universal».

c) Tribus urbanas20. Señalamos algunas: 1) Los novicios de la sugestión (vips, pijos, snoopeteers, chachos, house...) son los jóvenes mimados del after modernismo; los nuevos narcisos (brillantes y hedonistas). Tras su aspecto descuidado se esconde una trabajosa búsqueda de perfección visual. Más que escépticos, son eclécticos, furtivos de signos y modelos. Lo religioso tiene valor de símbolo y se consume servido a la carta, según momentos: politeísmo, esoterismo, oración trascendental, crucifijos de todos los tamaños, ying-yang, talismanes, horóscopos... Su trinidad: rap, marcas y sexo. La religión es un look asumido y consumido ante un vacío en situaciones más o menos límites; la religión es un sentimiento para llenar vacíos... 2) En el límite del bien y del mal (rockers, rockabillys...), son ácratas integrales. Dios y lo religioso aparecen claramente ausentes de su tríada o trinidad (sex, drogs and rock and ron), y esto por decreto prometeico. La religión es igual a moral y, de seguirse, pondría en entredicho culpabilidades que son innecesarias. La transgresión, la perversión, la iconoclastia, son su lema. Al paraíso se llega por toda clase de versiones y subversiones. Su moral es totalmente subjetivista y grupal. 3) En el olimpo deshabitado de dioses y habitado por el diablo (heavies, thrasers, punkies...): ante un mundo que no les gusta, se ponen en tratos con el mismísimo diablo, la única aparente lógica al sinsentido del absurdo y del mal. El mundo es ya apocalíptico; la sociedad es la contra-sociedad; la cultura, la contra-cultura; la religión, la contra-religión. Su moral se mueve a golpes de narcisismo apocalíptico y esquizofrénico. 4) El paraíso en la tierra (skinheads o cabezas rapa-das, neonazis): racistas, hijos de una sociedad en crisis, machistas, fanáticos del fútbol y analfabetos integra-les, son sumamente elitistas: en su paraíso no cabe la escoria de la sociedad (léanse gitanos, homosexuales, drogadictos y gentes de izquierda...).

3. Los NEOCONSERVADORES. Religión y neocapitalismo puritano se funden; se da una utilización de la religión como soporte ético del sistema; potencial autoritarismo y necesidad de la búsqueda de seguridades; pretendida visión realista del hombre (conoce sus necesidades, virtudes y limitaciones), y presentación del capitalismo como la liberación del hombre21.

Existe otra versión: si la religión no se puede manipular, o se buscan otros intereses, nace la religión civil22.

Durante los dos últimos siglos, las dos cosmovisiones del mundo en confrontación (para ofrecer a los hombres sentido y visión global de la realidad) fueron las religiones tradicionales, y la modernidad secularizada con sus versiones de progreso y libertad. Modernidad y religiones, de alguna manera, habían llegado a entenderse. Aun desconociéndose, tenían muchos puntos en común: en lenguaje, temas, lugar que ocupar en la sociedad, mesianismos. En los últimos decenios, estos dos únicos interlocutores van siendo desbancados por las sectas y la religión civil.

Las sectas denuncian que la modernidad es demasiado fría y ha dejado a los hombres solos y olvidados, y echan en cara a las religiones tradicionales su burocratización, racionalización (modernidad), poder y desgaste. Proclaman su capacidad de ofrecer una experiencia nueva de calor y de integración, donde cada cual sea tratado como es y necesita ser.

La religión civil desea ofrecer una estructuración de sentido a la colectividad, un ámbito nuevo de seguridades y de identidad que no puede conceder la secularidad (que ha conducido al pluralismo, desamparo y fragmentación, creando subculturas incapaces de ser lazo de unión de toda la colectividad). Y achaca a las religiones tradicionales su inhibición ante la secularidad y su excesiva burocratización y, en unos casos su conservadurismo y en otros la infiltración de pluralismos, que le han hecho perder su sentido e identidad. La religión civil tiene un nombre: nacionalismo («América es la nueva religión», dirá Bush tras la guerra del Golfo en 1991). Todo nacionalismo, para sustentarse, necesita una religión; un nacionalismo camuflado no sólo bajo ropaje político, sino bajo proyección e identificación con el héroe de turno, la raza, la etnia, la clase social, o simplemente la multitud... Son los nuevos signos y la nueva liturgia social. Esta religión civil tiene otra cara trágica: los sacrificios y víctimas; léase: racismo, xenofobia y guerras sectoriales para afianzar su identidad. La religión civil es la autoadoración a la que se entregó una comunidad política moderna y neoconservadora, que se cree salvadora y mesiánica y se encuentra orgullosa de sí misma (particularmente cuando otros mesianismos de la competencia han fracasado)23.

4. RELIGIÓN CONSERVADORA Y FUNDAMENTALISTA. Nos ceñimos a las grandes religiones. En el caso del judaísmo parece más claro; pero en el islam no todos los autores están de acuerdo en que se trate de una vuelta a la religión tradicional, sino más bien una ideología neo-vieja construida a partir de una particular lectura de la tradición religiosa24. Y, en el caso del cristianismo, no se puede hablar de fundamentalismo como tal, salvo en el caso de algunas de las nuevas herejías sectarias (cf Palmar de Troya y tendencias lefevbrianas).


V. Líneas de acción catequética y pastoral

Recordemos que en nuestra sociedad y cultura emergen y se delimitan con mayor fuerza tres vivencias religiosas: fundamentalismo, neoconservadurismo y New Age. El fenómeno religioso parece interesar más y más a intelectuales alejados en otro tiempo de este campo de investigación25, sin olvidar algunos de los retos de los nuevos movimientos sociales26 y de los nuevos movimientos religiosos27.

1. En cuanto a los primeros, los nuevos movimientos sociales, debemos tomarnos muy en serio su razón de ser: la denuncia de la cultura de la modernidad en lo que esta encierra de destrucción ecológica, confrontación militar y autoritarismo patriarcal. Estos movimientos, de tinte universalista, quieren cambiar el productivismo, el militarismo y el patriarcalismo por un estilo donde prive el ser sobre el tener, y organizar las relaciones entre personas (particularmente hombre-mujer) y pueblos (ricos-pobres) con otra lógica diferente. Esto influye también en lo religioso, particularmente en las religiones arraigadas en occidente. Se ve a las Iglesias y confesiones cristianas, muchas veces, como aliadas de esa misma cultura de la modernidad que se trata de superar.

2. Los nuevos movimientos religiosos, de impronta cristiana o islámica, oriental, gnóstica o del potencial humano, encuentran eco desde estas mismas claves, en forma de retos: recuperar la dimensión mística y no sólo ética de lo religioso; volver a revivir comunidades cálidas y de sincera acogida, y atender a los creyentes de forma personal y personalizada, y no sólo gregaria o masificada.

En esta crisis de modelo de civilización, tanto los nuevos movimientos sociales, como los religiosos se presentan como verdadera alternativa, y no sólo simples retos, a la vivencia cristiana.

¿Qué respuestas pastorales ofrecer desde la fe y concepción cristiana de la vida?

a) Ante todo, llevar a cabo una evangelización que haga realidad una vivencia de salvación profunda e integral («todo hombre y todo el hombre»), es decir, personal y social. Una acción evangelizadora decidida por todo lo humano, por la realización personal, con un compromiso preferencial por los más pobres, los no humanos o privados de su dignidad. La solidaridad implica justicia, lucha por la dignidad humana y hacer recobrar a cada hombre su mayor secreto y sentido de su dignidad: Jesús el Cristo, que le hace «hijo en el Hijo». Todo esto implica, al mismo tiempo, hacer realidad el principio de integralidad, uniendo encarnación-historia-pneumatología-escatología. Lo cual conlleva subrayar de nuevo la vivencia conjunta de la particularidad-universalidad y la pluralidad en la comunión.

J. Vives28 nos advierte del desacuerdo entre corazón y cabeza. Tal vez lo que decimos creer con la cabeza (un solo Dios) con el corazón lo desdecimos. Con la cabeza somos monoteístas, con el corazón, politeístas.

b) Redescubrir la dimensión escatológica, conjuntamente con la realidad histórica y cotidiana (el futuro es don-tarea). Protagonismo de la Iglesia (que es lo penúltimo, ya que lo último es el reino de Dios) y del hombre (no es valor ni fin absoluto en sí mismo, sino en quien lo ha hecho). Para ello, potenciar cristianos nuevos y comunidades nuevas y dinámicas para una nueva evangelización: enteramente ganados por Jesucristo; con una vivencia de un cristianismo personalizado y a la vez encarnado; con claro y definido sentido eclesial; bien formados y que sepan valorar y discernir, desde la fe, el hoy de nuestra realidad socio-cultural; como «signos de los tiempos»; promotores de carismas y creadores de comunidad; con fuerte sentido de la historia y de la espera cristiana.

O. González de Cardedal29 habla de una triple referencia esencial en nuestro ser cristiano: 1) Cristo desde donde se es; 2) la comunidad en la que se es; y 3) el mundo, para el que se es. El hombre cristiano es a la vez espiritual (abierto a la trascendencia), religioso (puede mantener relaciones personales con el Dios personal), creyente (seguidor de Jesucristo) y eclesial (esa realidad personal de Jesucristo se vive en comunidad). En cuanto a los tres fundamentos de la actitud cristiana, este autor señala: el reconocimiento de Dios como Padre, la confesión de Jesús de Nazaret y la experiencia del Espíritu de Jesús.

Por nuestra parte señalamos algunas claves de la verdadera espiritualidad cristiana, más allá de las pretensiones de la nueva religiosidad (New Age): 1) la imitación exterior e interior de Jesucristo y la apropiación personal, por el Espíritu, de la vida de Cristo; 2) la vivencia de esa vida en el Espíritu de Cristo, en el seno de la Iglesia, de la comunidad; 3) el realismo de vivir lo humano, individual y social de cada día, desde el misterio de pecado y misterio de gracia y misericordia, desde el misterio pascual; 4) la paciencia de progresar y madurar, con realismo y con esfuerzo ascético y de sabio discernimiento en esa misma vida en el Espíritu; 5) la tarea de contemplar el mundo con su corazón ya redimido, pero en espera de hacer posible el reino de Dios, desde el compromiso con los más necesitados.

Sólo mediante estas sólidas bases, penetrará el Señor resucitado y salvador cada vez más nuestro mundo humano, recreando desde el interior las conciencias y los corazones hasta los últimos entramados personales, sociales e incluso cósmicos (Rom 8,19-23).

NOTAS: 1. Cf B. FORTE, La teología como compañía, memoria y profecía, Sígueme, Salamanca 1990; CONSEJO DE MISIONES, Misión y culturas, Edice, Madrid 1991. — 2 R. BERZOSA MARTÍNEZ, Nueva Era y cristianismo. Entre el diálogo y la ruptura, BAC, Madrid 1995, 15-17. – 3. Para la diversidad de culturas y pluralismo religioso en los diversos continentes, ver CONSEJO PONTIFICIO DE LA CULTURA, Para una pastoral de la cultura, Ciudad del Vaticano (23 mayo 1999) 19-23. – 4. Ib, 24. – 5. A. NATALE TERRIN, Risveglio religioso. Nuove forme dialoganti di religiositá, Credere oggi 11 (1991) 5-24. — 6. DANNEELS G., Cristo y las sectas hoy, Palabra, Madrid 1993, 25-26. — 7. R. DíAz SALAZAR, Formas modernas de religión, Alianza, Madrid 1994, 11. – 8. Ib, 71-110. – 9 J. M. MARDONES, Para comprender las nuevas formas de la religión, Verbo Divino, Estella 1994. En otra obra reciente estudia el porqué de estas nuevas formas: ¿Adónde va la religión? Cristianismo y religiosidad en nuestro tiempo, Sal Terrae, Santander 1996. — 10 ID, Para comprender las nuevas formas de la religión, o.c., 19-21. — 11. LL. DUCH, La experiencia religiosa en el contexto de la cultura contemporánea, Bruño-Edebé, Barcelona 1979, 26-38. – 12 P. BERGER, Para una teoría sociológica de la religión, Kairós, Barcelona 1967. –13 J. CUETO, Mitologías de la modernidad, Salvat, Barcelona 1982, 6-9. – 14 Cf J. MARDONES, Posmodernidad y neoconservadurismo, Verbo Divino, Estella 1991. —15 Cf lo, 10 palabras clave sobre movimientos sociales, Verbo Divino, Estella 1996. — 16. Cf R. BERZOSA MARTÍNEZ, ¿Ha muerto la postmodernidad? (a modo de quasi memoria bibliográfica), Lumen 43 (1994) 267-275. – 17. L. GONZÁLEZ CARVAJAL, Cristianos de presencia y cristianos de mediación, Sal Terrae, Santander 1989. — 18 Para profundizar en este tema, cf G. URIBARRI, La fe ante la increencia de la España de los 90, Razón y Fe 230 (1994) 197-210; M. P. GALLAGHER, Nuevos horizontes ante el desafío de la increencia, en CONSEJO PONTIFICIO DE LA CULTURA, Culturas y fe, Ciudad del Vaticano 1995, 203-214. – 19 Cf R. BERZOSA MARTÍNEZ, Nueva Era y cristianismo, o.c. -- 20 Cf P. ANGULO, Jóvenes posmodernos: expectativas y respuesta de la Iglesia, Vida Nueva 1971 (25.5.91) 21; P. ORIOL COSTA-J. M. PÉREZ TORNERO-ETROPEA, Tribus urbanas, Paidós, Barcelona 1996; AA.VV., Las tribus urbanas en España, Cuadernos de Realidades Sociales 45/46 (enero 1995). – 21 J. M. MARDONES, 10 palabras clave sobre movimientos sociales, o.c., 113-149; Neoconservadurismo. La religión del sistema, Sal Terrae, Santander 1991. Entre los exponentes neoconservadores americanos destaca M. Novak. Para este pensador la modemidad se interpreta como camino irreversible hacia el nuevo ordo, con estas características: la democracia en política, el capitalismo en lo económico, y la moralidad en lo privado y público. El campo de batalla en el que nos jugamos esto es la familia y la educación, con dos bastiones: la ley y la razón. Cf S. M. PACI, De la guerra a la Centesimus annus, 30 Giorni V151 (1991) 32-33. – 22 Cf S. GINER, Religión civil, Claves de razón práctica 1 1 (1991) 15-21. – 23 Para seguir profundizando en este tema del neoconservadurismo, cf J. M. MARDONES, Posmodernidad y neoconservadurismo, o.c., 69-152; Capitalismo y religión. La religión neoconservadora, Sal Terrae, Santander 1991; CRISTIANISME 1 JUSTICIA, El neoliberalismo en cuestión, Sal Terrae, Santander 1993. – 24 B. ÉTIENNE, El islamismo radical, Siglo XXI, Madrid 1996; J. L. ESPÓSITO, El desafío islámico, Acento, Madrid 1996. – 25 Cf por ejemplo E. TRÍAS, Pensar la religión, Destino, Barcelona 1997. – 26 Cf J. M. MARDONES, 10 palabras clave sobre movimientos sociales, o.c. – 27. Cf M. GUERRA GÓMEz, Los nuevos movimientos religiosos, Eunsa, Pamplona 1993. – 28. J. Vives, Creer el credo, Sal Terrae, Santander 1986, 23. – 29 O. GONZÁLEZ DE CARDEDAL. La identidad cristiana, en AA.VV., Cambios históricos e identidad cristiana, Sígueme, Salamanca 1979.

Raúl Berzosa Martínez