INSTRUMENTOS DE LA CATEQUESIS
NDC
 

SUMARIO: I. Para orientar y planificar la acción catequética: 1. Análisis de la situación; 2. Programa de acción; 3. Directorios catequéticos. II. Instrumentos de uso inmediato en el acto catequético: 1. Catecismos; 2. Los textos didácticos; 3. Los programas; 4. Las guías; 5. Los medios audiovisuales. III. Conclusión.


En la acción concreta de la catequesis se suele emplear una serie de instrumentos que sirven unos para orientar y planificar el conjunto de la acción catequética: análisis de la situación, programa de acción y directorio catequético; y otros para realizar el trabajo inmediato: los catecismos, los textos didácticos, los programas, las guías para los catequistas y los padres, y los medios audiovisuales. En el Directorio general de pastoral catequética de 1971 (DCG 116) no se citaban las Guías y en el Directorio general para la catequesis de 1997 (DGC 284) no se citan los Programas; pero podemos mantener la distinción entre estos dos tipos de instrumentos, ya que son diferentes.


I. Para orientar y planificar la acción catequética

1. ANÁLISIS DE LA SITUACIÓN. Antes de elaborar un plan de catequesis en una diócesis o en una parroquia, hay que comenzar por llevar a cabo un examen de la acción pastoral, y realizar un análisis de la situación religiosa. Sólo así se podrá preparar un informe sobre los datos objetivos de la realidad y sobre lo que es posible hacer en los diversos ambientes y en las distintas situaciones respecto al ministerio de la Palabra.

La Iglesia tiene que utilizar todos los recursos humanos que ayuden a conocer mejor al hombre y su situación cultural, política, económica, religiosa, etc. Si se lleva a cabo el análisis de la realidad, se descubrirán las posibilidades de una planificación realista y, por tanto, factible y eficaz. Se descubrirán cuáles son las necesidades, demandas y conflictos existentes a los que se quiere responder. Es el punto de partida adecuado para llevar a buen término una planificación.

En toda acción catequética no se puede olvidar nunca una doble fidelidad: fidelidad al mensaje de Dios que se nos comunica por Jesucristo y fidelidad también a las personas que reciben ese mensaje. No basta, pues, con saber el mensaje que vamos a comunicar, sino que hay que conocer también las circunstancias en las que vive el hombre que lo recibe y los medios y estrategias pedagógicas y psicológicas para anunciarlo. Se impone, pues, una seria planificación, en oposición al voluntarismo, a la arbitrariedad, a la improvisación y a la rutina.

Este análisis debe estar centrado sobre tres puntos: examen de la acción pastoral, análisis de la situación religiosa y estudio de las condiciones sociológicas, culturales y económicas, pues todas ellas tienen gran influencia en el proceso de evangelización.

El examen de la acción pastoral y el análisis de la situación religiosa conducirá a conocer el estado de la catequesis: cómo está ubicada dentro del proceso evangelizador, edades de los catequizandos, coordinación con la catequesis familiar y escolar, contenidos y metodología, etc. Por otra parte, es importante conocer el ambiente social, económico y cultural en el que se desarrolla la vida de los catequizandos para señalar los objetivos que se desean alcanzar. Se trata, pues, de una toma de conciencia de la realidad, con relación a la catequesis y a sus necesidades. Tanto el DCG de 1971 (2-9) como el DGC de 1997 (17-33) comienzan por presentar sendos análisis de la realidad a nivel mundial.

En España se preparó, para la celebración del Congreso sobre la parroquia misionera, en 1988, un cuestionario muy completo que puede ser útil para llevar a cabo la realización de un análisis de la situación en el nivel diocesano o parroquial. El Directorio general para la catequesis nos ofrece valiosos criterios sobre lo que es el análisis de la realidad, para qué sirve y sobre qué puntos debe centrarse (cf DGC 279-280).

2. PROGRAMA DE ACCIÓN. Conocida detalladamente la realidad, se debe elaborar un programa de acción. Hay que reconocer, al mismo tiempo, el carácter instrumental de la planificación, para salir de un estado de insatisfacción, al comprobar cómo andan las cosas en nuestra nueva realidad, y para intentar caminar hacia una situación deseada de futuro. En definitiva, se trata de proyectar una utopía que nos obligue a trabajar ilusionadamente en la construcción del reino de Dios, en el momento histórico que nos ha tocado vivir. Por eso hay que señalar unos objetivos que, a su vez, respondan a una finalidad más amplia o utopía. Sin utopía, progresivamente asumible, no hay posibilidad de planificación transformadora.

Todo programa de acción necesita determinados recursos para ser llevado a cabo. Estos son de dos clases: humanos y materiales. Los recursos humanos son las personas, grupos o colectivos que de una u otra forma intervienen en la planificación, cumpliendo las funciones que se les asignan. Los recursos materiales se refieren a aquellos medios, tanto económicos como espaciales —lugares— o instrumentales, que se necesitan para la planificación.

Un programa de acción se puede considerar como un sistema cuyos componentes son los siguientes: una estrategia o planificación general de la acción para conseguir los objetivos que la organización propone; unas estructuras físicas, económicas, técnicas y organizativas que constituyen los medios para su funcionamiento; unas funciones y comportamientos que comprometen a asumir diferentes responsabilidades, tanto de los grupos que componen la organización como de los individuos que pertenecen a ella; una cultura con los consiguientes sistemas de valores, relaciones, etc. Un programa de acción bien planteado debe prever dónde y cómo realizar un control que le indicará cómo modificar los elementos internos de la planificación para una mayor eficacia o para proyectar nuevos diseños.

3. DIRECTORIOS CATEQUÉTICOS. En el decreto Christus Dominus del Vaticano II, sobre el oficio pastoral de los obispos en la Iglesia, firmado por Pablo VI el 28 de octubre de 1965, se determina que «se componga un Directorio sobre la instrucción catequética del pueblo cristiano, en que se trate de los principios y ordenación fundamentales de dicha instrucción y de la elaboración de libros que hacen al caso» (CD 44). Precisamente en 1964, el año anterior, ya había aparecido el Directorio de pastoral catequética para las diócesis de Francia y las Bases para una nueva catequesis, en Holanda.

Hasta 1971 no apareció el Directorium Catechisticum Generale (DCG), llamado en España Directorio general de pastoral catequética. Este Directorio está integrado por un amplio conjunto de directrices con estos objetivos: 1) orientar todas las actividades del ministerio de la Palabra (especialmente aquellas actividades que se proponen la madurez de la fe del pueblo creyente); 2) indicar unos principios teológico-pastorales de carácter fundamental —tomados del magisterio de la Iglesia y particularmente del Vaticano II— por los que pueda orientarse y regirse más adecuada-mente la acción pastoral del ministerio profético; 3) evitar defectos y errores que a veces se descubren en materia catequética, lo cual se consigue únicamente si desde el principio se entienden con rectitud la naturaleza y los fines de la catequesis, como también las realidades reveladas que deben transmitirse, teniendo en cuenta los destinatarios y las condiciones en que estos se encuentran (DCG, introducción).

A lo largo de un cuarto de siglo, a partir de la aparición del DCG, se han publicado diversos documentos: el Ritual de la iniciación cristiana de adultos (RICA), en 1972, la exhortación de Pablo VI Evangelii nuntiandi (EN), en 1975, la exhortación de Juan Pablo II Catechesi tradendae (CT), en 1979.

La publicación, en 1992, del Catecismo de la Iglesia católica (CCE) y el notable avance del movimiento catequético en distintas naciones y en numerosas Iglesias particulares, junto a las profundas transformaciones de la sociedad actual, han impulsado a la Congregación para el clero a re-visar y actualizar este instrumento pastoral, ofreciendo el nuevo Directorio general para la catequesis (DGC), aprobado el 15 de agosto de 1997.

A la vista de los contenidos ofrecidos en el Catecismo de la Iglesia católica y del reciente Directorio, las conferencias episcopales aplicarán los principios en él enunciados para la elaboración de Directorios nacionales, regionales o diocesanos, así como de catecismos locales y otros medios aptos para promover la nueva evangelización a la que nos invita constantemente Juan Pablo II. En este sentido, hay que mencionar el documento La iniciación cristiana. Reflexiones y orientaciones (IC), que la Conferencia episcopal española publicó en enero de 1999, donde los obispos reflexionan sobre la naturaleza de la iniciación cristiana y su importancia en la Iglesia, y ofrecen orientaciones para la renovación pastoral de la iniciación cristiana en nuestra realidad actual concreta.


II. Instrumentos de uso inmediato en el acto catequético

Los instrumentos y medios didácticos que se indican en el nuevo Directorio para el acto catequético son: los catecismos, los textos didácticos, las guías y los medios audiovisuales (DGC 284) a los que podemos añadir los programas, de los que hablaba el DCG 116. El DGC afirma que dentro del conjunto de instrumentos para la catequesis sobresalen los catecismos (184).

1. CATECISMOS. a) Génesis breve de la aparición del catecismo en la acción eclesial. Desde los comienzos de la predicación cristiana se transmitió la fe apoyándose en el credo apostólico, que era explicitado por los catequistas. A partir de la Edad media, y con motivo de la celebración de Asambleas sinodales, van apareciendo lo que hoy llamamos catecismos, es decir, resúmenes de los principales contenidos de la fe, que deben conocer y aprender los fieles cristianos. En ese momento reciben otros nombres: Disputatio puerorum en forma de preguntas y respuestas (Alcuino + 804), Lucidarios, Interrogatorios, Septenarios, Doctrina pueril, Libro sinodal, Breve doctrina, etc. A partir del siglo XVI son numerosos los autores que se lanzan a la redacción de catecismos, como obra de la iniciativa privada. Fue Martín Lutero el que popularizó el término catecismo, aunque en 1357, en Inglaterra, ya se empezó a utilizar ese término. Lutero escribió, en 1528 el Pequeño catecismo, y el Gran catecismo en 1529. Al terminar el concilio de Trento, celebrado entre 1545 y 1563, el papa Pío V mandó publicar el conocido Catechismus ad parochos, conocido también como Catecismo de Trento, o Catecismo de san Pío V, editado en 1566.

A finales del siglo XVI aparecen en España los catecismos de Gaspar Astete (1576) y Jerónimo de Ripalda (1591), que se titulaban Doctrina cristiana. Estos libritos, ampliados más tarde, han estado en vigor en España y en los países de habla hispana hasta mediados del siglo XX. Se caracterizaban estos catecismos por ser resúmenes de doctrina, redactados en lenguaje teológico; por no estar basados en la Sagrada Escritura y estar desligados de la vida litúrgica; por no transmitir un mensaje gozoso que invitara a la conversión; por presentar una moral legalista y minimista, que no entusiasmaba para adoptar una actitud generosa, y por una tendencia al racionalismo. El método que se utilizaba para su enseñanza era el aprendizaje memorístico de preguntas y respuestas. Más de tres siglos y medio de uso de ese tipo de instrumentos para la transmisión de la fe han dejado una huella tan profunda, hasta en los teólogos y catequetas, que, incluso después de la publicación del Catecismo de la Iglesia católica (CCE), en 1992, se siguen editando con el nombre de catecismo elencos de preguntas y respuestas. Se han tomado como respuestas las síntesis finales de cada capítulo de este Catecismo, anteponiéndole una pregunta. Este no es el criterio de Roma. Es necesario revisar y actualizar el concepto de catecismo a la luz de los documentos más recientes de la Iglesia, con motivo de la publicación del CCE, como se hace en esta misma obra (Catecismos y catecismo).

b) El viraje preconciliar y conciliar. Se empezó a experimentar un cambio notable con la aparición del Catecismo católico alemán, de 1955, larga y minuciosamente elaborado. Con él se inicia un nuevo estilo en la redacción de este instrumento para la catequesis, siguiendo la exposición de la buena nueva, de acuerdo con la renovación kerigmática iniciada por Jungmann, en 1936. Pocos años después tiene lugar la celebración del Vaticano II, que recoge los frutos de la renovación teológica, bíblica, litúrgica y pastoral de la Iglesia, así como de la renovación de las ciencias de la educación. A partir de entonces, los catecismos dejan de ser un elenco de preguntas y respuestas que aprender de memoria y empiezan a ser libros de las fuentes de la fe y dan entrada a la Biblia, a la Liturgia, a las formulaciones doctrinales, y a los testimonios cristianos, en correlación con la situación social y cultural de los destinatarios y sus edades. En esta línea, a modo de ejemplo, apareció el catecismo holandés: Nuevo catecismo para adultos, con el suplemento prescrito por Roma (1966). En España, en 1968, se redactaron primeramente los catecismos escolares, con una fuerte dimensión kerigmática.

Pero a raíz de la publicación del DCG, en 1971, la experiencia humana, que será iluminada por la palabra de Dios, también empezó a formar parte de los temas del catecismo, como ocurrió en el catecismo de preadolescentes Con vosotros está, publicado por el episcopado español en 1976, en el que la dimensión antropológica, personal y social, es notoria. En él, los lenguajes bíblico, litúrgico y testimonial están muy presentes y, en vez de las clásicas preguntas y respuestas, se presentan breves y jugosas síntesis doctrinales que resumen el mensaje transmitido.

c) Precisiones actuales sobre el concepto teológico de catecismo. Juan Pablo 11 ha expuesto claramente las características que deben tener los catecismos, a partir de ahora. En la constitución apostólica Fidei depositum, que inicia la presentación del CCE, el Papa recuerda que «un catecismo debe presentar fiel y orgánicamente la enseñanza de la Sagrada Escritura, de la Tradición viva de la Iglesia y del Magisterio auténtico, así como la herencia espiritual de los Padres, de los santos y santas de la Iglesia, para permitir conocer mejor el misterio cristiano y reavivar la fe del pueblo de Dios» (FD 3). Y un poco más adelante insiste en que lo que creemos es celebrado; lo que es creído y celebrado es también vivido («si la fe no se concreta en obras permanece muerta y no puede dar frutos de vida eterna»); y lo que creemos, lo celebramos y vivimos. Ese es el fundamento de nuestra oración. Se trata, pues, de una fe profesada, celebrada, vivida y hecha oración. Está claro que un elenco de preguntas y respuestas, aunque estas estén tomadas del nuevo CCE, no puede denominarse libro de las fuentes de la fe.

Otro aspecto que hay que revisar es la autoría de los catecismos. Hasta ahora han sido muchos los teólogos y pastoralistas que, a lo largo de los siglos, han elaborado este tipo de instrumentos para la transmisión de la fe. El DCG proponía que «ha de concederse la mayor importancia a los catecismos publicados por la autoridad eclesiástica» (cf 119); el actual DGC es todavía más explícito y afirma que la elaboración de los catecismos locales es responsabilidad inmediata del ministerio episcopal, y requiere la previa aprobación de la Sede Apostólica (cf DGC 131).

Para terminar añadiremos, de acuerdo con el DGC (cf 132), los tres rasgos principales de todo texto catequético asumido como propio por una Iglesia local: su carácter oficial, la síntesis orgánica y básica de la fe que ofrecen y el hecho de ser ofrecido, junto a la Sagrada Escritura, como punto de referencia para la catequesis. Todo catecismo es, además, un texto de base y de carácter sintético, en el que se presentan, de manera orgánica, y atendiendo a la jerarquía de verdades, los acontecimientos y verdades fundamentales del misterio cristiano.

2. Los TEXTOS DIDÁCTICOS. Los catecismos están concebidos como libros de fuentes de fe y suelen ser complementados con textos didácticos. Estos son los que se ponen directamente en manos de los catecúmenos y catequizandos (cf DGC 283). Son medios complementarios ofrecidos a la comunidad cristiana, a la cual incumbe la catequesis. Catequistas y catequizandos encontrarán en ellos las experiencias humanas propias de cada edad, referencias a la vida concreta de cada país, comentarios a los textos bíblicos y actividades para lograr su interiorización y expresión, sugerencias para la vivencia litúrgica, e invitaciones para adoptar los compromisos que implica la aceptación de la palabra de Dios. Esta pedagogía inductiva, usada en los textos didácticos, hace que el grupo catequético se confronte directamente con los textos bíblicos, los litúrgicos, las formulaciones doctrinales, y se convierta en un manantial de vivencia cristiana, de inteligencia del mensaje, de celebración gozosa y de compromiso misionero. Ningún texto puede sustituir la comunicación viva del mensaje cristiano. Sin embargo, los textos didácticos tienen gran importancia porque sirven para una más amplia explicación de los documentos de la tradición cristiana y de los elementos que favorecen la actividad catequética (cf DCG 120).

3. Los PROGRAMAS. Los programas establecen: 1) Los objetivos educativos que hay que conseguir; estos deben quedar bien definidos y orientados hacia las actitudes cristianas que la catequesis quiere promover; 2) los contenidos que hay que transmitir en la catequesis y su eventual desarrollo, teniendo siempre muy en cuenta la edad de los catequizandos; 3) los criterios metodológicos que hay que adoptar y los medios didácticos que hay que emplear.

Los programas sirven para afianzar la unidad (que no hay que confundir con la uniformidad); sirven para aliviar la tarea del catequista y posibilitan la elaboración de subsidios didácticos. Los programas garantizan la integridad del anuncio eclesial y la jerarquización de verdades. Los programas son necesarios, pues es prácticamente imposible que el catequista pueda, aisladamente, tener una visión global del mensaje que se ha de transmitir a lo largo de todo el proceso catequético. El programa debe gozar de apertura. Tal apertura se ve comprometida cuando la programación es demasiado rígida y limita la creatividad del catequista, en vez de propiciarla y alentarla. Los programas suelen ir precedidos de unas nociones de psicología de la edad del grupo de catequizandos, para que el catequista se adapte más y mejor a las características concretas de las personas a las que acompaña en su proceso de iniciación cristiana.

4. LAS GUÍAS. Están destinadas a los catequistas y, tratándose de catequesis familiar, constituyen una valiosa ayuda para los padres. En ellas se señalan los objetivos y se ofrece una explicación y aplicación minuciosa de las actividades que se han de realizar en cada tema catequético. Las guías deben ofrecer a los catequistas, o a los padres en su caso, una orientación precisa para el desarrollo de las catequesis y para estimular su creatividad, no limitándolos y esclavizándolos a los textos didácticos. De acuerdo con lo expresado en el DCG (121) las Guías deben contener la explicación del mensaje de la salvación (con una constante referencia a las fuentes y con una clara distinción entre lo que pertenece a la fe y a la doctrina que se ha de creer, y lo que son las meras opiniones de los teólogos), consejos psicológicos y pedagógicos y sugerencias relativas al método.

5. Los MEDIOS AUDIOVISUALES. El DGC afirma que el primer areópago del tiempo moderno es el mundo de la comunicación, que está unificando a la humanidad... Junto a los numerosos medios tradicionales en vigor, la utilización de los mass-media ha llegado a ser esencial para la evangelización y la catequesis (cf 160). El catequista debe conocerlos y debe saber también manejarlos. Cada medio realiza su propio servicio y cada uno exige un uso específico; en cada uno se han de respetar sus exigencias y valorar su importancia.

a) Algunas clarificaciones. Podemos distinguir entre medios audiovisuales de masas (mass-media) y medios audiovisuales de grupo (groupmedia). Estos últimos son los más interesantes para la catequesis. Sin embargo también los mass-media pueden convertirse en group-media, grabándolos y haciéndolos objeto de reflexión y diálogo en los grupos de catequesis (se pueden utilizar en todas las edades, con discernimiento).

Dentro del lenguaje audiovisual existen varias modalidades: 1) los predominantemente visuales (posters, diapositivas, franelógrafo, figuras móviles, cómics, pizarra, murales, collages...); 2) los predominantemente auditivos (radio, discos, grabaciones en bandas sonoras, donde el único lenguaje es el sonido); 3) los audiovisuales propiamente dichos (cine, televisión, vídeos, montajes, etc). Al lenguaje verbal simbólico pertenecen: el poema (palabra hecha imagen), el teatro, la narración, el cuento, el periódico mural, la canción (poema musicalizado), etc.

También existe el lenguaje no verbal y el lenguaje electrónico. Al primero pertenecen el testimonio del propio catequista, la expresión corporal, el mimo, la expresión pictórica del cartel, del póster, del mural y del cómic, el happening sencillo, el dibujo en papel o en el tablero, el fotolenguaje o fotopalabra, utilizando fotografías expresivas que hablan por sí mismas. El lenguaje electrónico puede ser también verbal y no verbal. Al electrónico verbal pertenecen los lenguajes informáticos. Al no verbal: el fotolenguaje, la música sinfónica, los ruidos, la proyección de sombras, etc. Por último, aludimos al lenguaje mixto y al lenguaje total. Al mixto pertenecen: el disco, el compact-disc, la cinta grabada, la radio. Al lenguaje total: el montaje audiovisual, el cine, la televisión, el vídeo, el happening integral.

b) Uso de los medios en la pedagogía de la fe. Al utilizar estos medios audiovisuales no hay que olvidar la originalidad de la transmisión del mensaje cristiano: no se trata de saber utilizar unas técnicas pedagógicas, sino de utilizar una pedagogía de la fe. El mensaje cristiano no está constituido por una serie de verdades que hay que aprender. Su contenido no es algo, sino Alguien. El Dios que se revela es enseñado y él mismo enseña a la vez. Por tanto, los principios pedagógicos y las técnicas didácticas se ponen al servicio de la pedagogía de la fe. Palabras y conceptos humanos, láminas, dibujos, películas, vídeos, son medios humanos, pero se convierten en mediaciones y signos de realidades invisibles, pero reales, en la predicación de la fe. Escribir en una pizarra con una barra de tiza se hace tanto en una clase de geografía como en una sesión de catequesis, pero en. este último caso esa actividad se inserta en la educación de la fe que lleva a los catecúmenos o catequizandos a encontrarse con Dios o con Jesús el Señor. Por consiguiente, sea con el medio que sea, lo que se pretende es transmitir el mensaje del Señor para favorecer el encuentro con él. Nuestro objetivo, por tanto, no es directamente dar a conocer una doctrinó, sino que «la fe, ilustrada por la doctrina, se haga viva, explícita y activa en los hombres».

c) El lenguaje audiovisual. Desde la década de los setenta, no se habla tanto de medios audiovisuales como de lenguaje audiovisual. Lo que caracteriza este lenguaje audiovisual es la unión de la imagen, el sonido y la palabra, y todo ello gracias a las técnicas electrónicas. Por eso, deben estudiarse y poner en práctica los criterios descubiertos en los últimos treinta años con vistas a orientar la creación y selección de estos medios audiovisuales, de acuerdo con los particulares aspectos del mensaje cristiano que se pretende presentar, y de los particulares grupos de personas a quienes se destina (cf DCG 122). Cada día se hace más necesario emplear este nuevo lenguaje en la catequesis, ya que ha surgido un nuevo tipo de persona, producto, a su vez, de este mismo lenguaje audiovisual en el que todos estamos inmersos. La fe tendrá que llegar a las personas de hoy por este mismo cauce, y por él tendrá también que expresarla.

d) Las ventajas del lenguaje audiovisual son: su gran capacidad de evocar y desarrollar en el grupo la comunión afectiva con la realidad, despertar la creatividad y favorecer la comunicación interpersonal y grupal en profundidad. También tiene sus riesgos: un menor rigor intelectual y, por tanto, peligro de la ambigüedad y de la subjetividad; y el riesgo de provocar un gran desinterés por las síntesis intelectuales sistemáticas. De ahí que se deba formar a los catequistas en el recto uso de estos medios, pues con frecuencia ignoran la naturaleza propia del lenguaje de las imágenes; y una mala utilización de los medios conduce a un comportamiento pasivo y no activo de los catequizandos.


III. Conclusión

Para concluir, nada mejor que recordar algunos criterios derivados de todo lo dicho anteriormente: 1) A la hora de elegir los instrumentos para la catequesis se ha de observar una doble fidelidad, a Dios y a la persona, que es una ley fundamental para toda la vida de la Iglesia: hay que saber conjugar una exquisita fidelidad doctrinal con una profunda adaptación al hombre. 2) Para ello es preciso tener en cuenta la psicología de la edad y el contexto socio-cultural en que vive el catequizando, para adecuar a esas condiciones la transmisión del mensaje. 3) Todos los instrumentos catequéticos elegidos han de ser tales que conecten con la vida concreta de la generación a la que se dirigen; es decir, han de tener presentes sus inquietudes y sus interrogantes, sus luchas y sus esperanzas; hay que utilizar ampliamente el lenguaje más comprensible a esta generación y este es, sin duda, el audiovisual. 4) Hay que tener como objetivo el lograr en los destinatarios un conocimiento sapiencial mayor de los misterios de Cristo, en orden a una verdadera conversión a él, y a una vida más conforme con el proyecto de Dios, manifestado a los hombres por Jesucristo.

BIBL.: AA.VV., Catequistas en formación, CCS, Madrid 1983-1990, carpeta 2; AA.VV., Formación de catequistas, SM, Madrid 1987-1992, carp. 2, cuad. 10 y carp. 7, cuad. 8; BENITO A. (dir.), Diccionario de ciencias y técnicas de la comunicación, San Pablo, Madrid 1991; COLOMB J., Manual de catequética II, Herder, Barcelona 1971; COMISIÓN EPISCOPAL DE PASTORAL, Parroquia evangelizadora, Edice, Madrid 1988; GEVAERT J. (dir.), Diccionario de catequética, CCS, Madrid 1987; INSTITUTO INTERNACIONAL DE TEOLOGÍA A DISTANCIA, Curso de formación catequética, Madrid 1986-1996, bloques pedagógico y metodológico; NAVARRO GONZÁLEZ M., Formación de catequistas. Area catequética (a distancia), CEVE, Madrid 1996; PAYÁ M., La parroquia, comunidad evangelizadora, PPC, Madrid 1995; PLACER UGARTE F., Una pastoral eficaz, Desclée de Brouwer, Bilbao 1993; RESINES L., La catequesis en España, BAC, Madrid 1997.

José Montero Vives