ÉXODO
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SUMARIO: 1. El mensaje liberador del Éxodo: 1. Criterios hermenéuticos; 2. Historia, mito y fe; 3. La estructura literaria, criterio de lectura. II. Momentos catequéticos más importantes: 1. Las ideas-fuerza de la teología del Éxodo; 2. Mediaciones históricas o elementos de la pedagogía de Dios. III. Algunas pistas metodológicas para la catequesis: 1. El Dios de la revelación cristiana; 2. Actualización de la experiencia de fe del Éxodo; 3. Testimonios actuales.


I. El mensaje liberador del Exodo

1. CRITERIOS HERMENÉUTICOS. De cara a una lectura actualizada del libro del Exodo, hay dos puntos de referencia importantes, si queremos acertar con una perspectiva que permita descubrir toda la densidad teológica y catequética encerrada en sus páginas. Ambos hay que buscarlos en el uso que la tradición de la comunidad creyente a la que iba dirigida —Israel y la Iglesia cristiana— ha sabido hacer de él.

a) El primero viene dado por la afirmación que considera la frase «Yavé nos sacó de Egipto» como la confesión de fe original de Israel y la expresión más antigua y genuina de su modo de expresar la relación de Dios con el pueblo elegido. Tanto es así, que su presencia en Dt 26,5-9 (en el marco de la fiesta de las primicias), Jos 24,1-13 (en el momento de la renovación de la alianza en Siquén) y en el salmo 136 (que forma parte del gran Hillel), hace de esta afirmación el elemento estructurador de la historia de la salvación tal como la entendió siempre la teología de Israel. Si a esto añadimos el papel preponderante que implícita o explícitamente tiene el libro del Exodo en la elaboración de la base literaria de los evangelios y en las referencias a sus contenidos, queda patente que los primeros cristianos se sienten herederos de esta manera de comprender la intervención divina en la historia humana.

b) Una cita del tratado talmúdico Pesahim (10,5) proporciona el segundo punto de referencia importante para leer el libro del Exodo: «Cada generación tiene que considerarse a sí misma como salida del éxodo». No se trata, en la mente de los comentaristas, de tomar nota de hechos sucedidos en el pasado, ilustrativos de la historia del pueblo. Se trata de la posibilidad de sumergirse en el significado teológico de los acontecimientos narrados, buscando, por encima de cualquier otra cosa, aquello que, desde el punto de vista de la fe, siguen diciendo al lector de hoy.

La comprensión del momento fundamental de la historia de Dios con los hombres, a partir de la narración del libro, y la fusión del significado aportado por el texto con el horizonte existencial de cada nueva época histórica, he aquí la doble actitud con la que debemos acercarnos a la lectura del libro que la Biblia hebrea llama Shemot y la tradición cristiana, a partir de la traducción de los LXX, libro del Exodo.

2. HISTORIA, MITO Y FE. Antes de acercarnos directamente a las páginas del Exodo, conviene aclarar una cuestión: la relación que se da entre los hechos narrados y la historia ocurrida, o en otras palabras, entre la crónica y la historia de la salvación, para así descubrir el punto de contacto entre la vida y la fe, entre el Dios que se manifiesta en la vida y la conciencia que hace suyo este modo de relación religiosa.

a) La peripecia del Éxodo ha llegado hasta nosotros a través de la mediación narrativa de las tres tradiciones literarias J, E, P, es decir, Yavista, Elohísta y Sacerdotal, y de otras menores que se hallan incorporadas en un relato unitario que revela, a simple vista, sus diferencias y sus fatigosas suturas.

Tanto las diversas tradiciones literarias como el resultado final responden a los criterios de la historiografía antigua, para la cual hubiera sido absurdo plantear la cuestión de la veracidad o verificabilidad de cada uno de los relatos. Su interés era otro. Y es este el que tenemos que saber hallar.

Partiendo de un núcleo histórico, recibido por transmisión oral durante siglos, el autor o los autores crean la posibilidad de una interpretación profética de unos acontecimientos que cada vez se desdibujan más como crónica o epopeya del pasado, para ofrecer los contenidos teológicos capaces de sustentar la fe del pueblo en el Dios de la Alianza. Esto es lo que significa historia profética: desentrañar el significado de la historia a la luz de la fe.

Podemos decir, de acuerdo con la investigación actual, que, aunque muy difícil de descifrar en detalle, existe un núcleo real, acontecido, histórico, que puede definirse, por tanto, como salida de un estado de opresión en el país de Egipto por un grupo o por grupos de semitas que más tarde formarán la nación de Israel.

No se trata, pues, de una crónica apoyada en documentos historiográficos ni del resultado de una investigación científica aséptica, impensable en la época, para contar las glorias nacionales de un estado en formación, sino de la voluntad de buscar bajo la superficie fenoménica del dato histórico la palabra profética: el contenido de la fe.

b) Para conseguir este objetivo, el narrador se sirve de todas las mediaciones literarias que le ofrece el momento cultural en que escribe, desde la lengua (el hebreo) y el modo de escritura (no es lo mismo escribir con un cálamo que hacerlo con un ordenador) hasta los diversos géneros literarios de que dispone. Sin duda uno de los más aptos para expresar lo que se nos quiere decir es el mito: una narración pseudohistórica, cuya pretensión consiste en vehicular contenidos teóricos que atañen a las grandes preguntas de siempre de una comunidad concreta. En nuestro caso, el mito se halla al servicio de la expresión de la fe; y así hay que entenderlo, sin que ello obste en absoluto ni para negar la anterior afirmación acerca de la autenticidad nuclear de la historia narrada, ni para declarar imposible todo contacto de la historia con la fe.

c) Esto nos lleva a una conclusión importante: historia y fe, desde la

perspectiva de la revelación del Dios de Jesús, se implican mutuamente. Es en la vida de los hombres y mujeres de un tiempo concreto donde se hizo presente, de modo misterioso pero real y eficaz, la voluntad divina de entrar en contacto con la humanidad, y hacerlo también de una manera específica. La lectura de la vida a la luz de la fe crea la conciencia de ese modo de revelación de Dios. Su puesta por escrito constituye el esfuerzo de los autores de los libros bíblicos, y el hecho de que se trate de la narración de experiencias existenciales típica y profundamente humanas es lo que permite la fusión de los horizontes de sentido y el que nosotros podamos hallar hoy en los textos la misma posibilidad de fe que se encuentra en su origen y en su lectura constante a través de la historia.

3. LA ESTRUCTURA LITERARIA, CRITERIO DE LECTURA. La estructura literaria del libro del Exodo, nos ofrece el criterio de lectura de su contenido teológico. Sea cual sea la historia de la redacción del libro del Exodo, nosotros nos encontramos con una obra literaria elaborada y unitaria, pese a las diversas fuentes (J, E, P) de las que ya hemos hablado. Ello nos permite –y nos exige– una lectura también unitaria. Es decir, prescindiendo de las tradiciones, partir de la última redacción, que entendemos como resultado final de una voluntad clara de comunicación de contenidos teológicos específicos. Toda obra literaria responde a un plan que el último redactor ha elaborado previamente y a partir del cual organiza el material de que dispone.

A este modo concreto de organización lo llamamos estructura literaria y consideramos que aporta un criterio decisivo de lectura que permite seguir de manera progresiva y gradual –catequética– la asimilación de las ideas que desea haga suyas el lector.

a) Estructura del libro del Éxodo, tal como la ha plasmado el último redactor: 1) Descripción de una situación límite, que es la opresión del pueblo en Egipto (cc. 1-4): situación de Israel, nacimiento e historia de Moisés (1-2); proceso de formación de la conciencia profética de Moisés: su nacimiento espiritual; experiencia cumbre ante la zarza ardiente y la comunicación del nombre de Dios (3-4). 2) Proceso de liberación del pueblo oprimido como lugar de la experiencia decisiva de su Dios (5-15): palabras y acciones significativas. Las plagas (5-11); la acción significativa por excelencia y su pervivencia en la historia de la pascua (12-13; 16); narración de la salida de Egipto; acción significativa: paso del mar Rojo (14,5-31); Himno poético de acción de gracias (15,1-21). 3) El camino por el desierto: problemas y dificultades; el miedo a la libertad (16-18). 4) Centro literario del libro: la primera alianza (19-24): narración de la teofanía del Sinaí y contenido de la alianza; primera ley del culto: el rito, acción significativa destinada a perpetuar la memoria de la liberación (25-31). 5) Segunda alianza (32-40): narración del pecado y renovación de la alianza (32-34); la segunda ley del culto (35-40,33). 6) Epílogo: La presencia del Señor con su pueblo, garantía del futuro (40,34-38)

b) Los grandes temas. El análisis de esta estructura aporta los grandes temas que el autor quiere poner a la consideración de los lectores: 1) De la opresión a la libertad: no hay correcta comprensión del ser de Dios sin lucha por la libertad de las condiciones opresoras y para la justicia y la solidaridad. 2) El proceso de formación de la conciencia del profeta. 3) El esquema-base de la historia de la salvación: palabra y acción significativa en el espacio y el tiempo que, perpetuados por la memoria cultual, se convierten en puntos de referencia para la lectura creyente de la realidad y permiten la construcción del reino de Dios aquí y ahora. 4) La alianza entre Dios y el pueblo, origen y fundamento de la realización del proyecto salvador-liberador de Dios. 5) El proceso de creación de la conciencia libre: la crisis y su solución desde el futuro de Dios. La solidaridad y la justicia, condiciones de posibilidad para la construcción de un futuro feliz. 6) La meta del proceso liberador: la tierra prometida; el ya y el todavía no que dinamiza la historia y la convierte en historia de la salvación.


II. Momentos catequéticos más importantes

A la luz de este hilo conductor que ofrece al lector la estructura literaria del libro del Exodo, podemos concretar, en un esfuerzo de síntesis, los momentos catequéticos más importantes y algunas orientaciones metodológicas para la catequesis del Exodo, aunque estas las abordaremos en el apartado III.

1. LAS IDEAS-FUERZA DE LA TEOLOGÍA DEL EXODO. a) La experiencia de Dios. Difícilmente podemos captar hoy toda la novedad que supone, en el contexto de entonces, la presentación de un Dios que se manifiesta decididamente a favor del débil y del humillado. En un ambiente cultural en que la religión cae de lleno bajo el control del poder político (basta recordar el Imperio egipcio o los que se van sucediendo en la zona de Mesopotamia), supone una auténtica revolución. El Dios de Israel tiene un lugar privilegiado donde se realiza su automanifestación: la lucha por salir de la opresión. Una opresión, además, nada romántica ni espiritual, sino estrictamente económica, social y política con todas sus consecuencias.

En este sentido, la descripción del estado en que se encuentran los israelitas, plasmada en los primeros versículos del libro del Exodo (Ex 1,1-22), incluidas las medidas adoptadas por la administración egipcia, no ofrecen desperdicio: convenientemente traducidas, reflejan la actitud de cualquier sistema estatal que busca por encima de todo mantener sometida la población. Desde esta perspectiva, el texto sistematiza algunos principios que servirán de punto de referencia crítico a cualquier teología posterior y a la catequesis. Son los siguientes:

– En el seno del esquema opresor-oprimido, Dios se decanta sin paliativos en favor del pobre y del marginado: del que sufre la opresión. En consecuencia, jamás podrá justificarse, en nombre del Dios del Exodo, una religión que no sea, en última instancia, liberadora del sujeto y del colectivo. La religión política, entendida como el cimiento que cohesiona una determinada forma de dominio y sumisión de unos sobre los otros, muere con el Faraón en las aguas del mar Rojo. Pero hay más: el conocimiento del Dios de Israel, base para la adhesión a la fe, nacerá en el seno de la lucha por salir de la opresión.

Importancia especial reviste la comunicación del nombre a Moisés, en la experiencia de la zarza ardiente. «Yo soy el que soy» no puede ser entendido como la expresión de un contenido metafísico que identifica a Dios con el Ser de la filosofía posterior. Hay que comprenderlo como una afirmación existencial que coloca a Dios siempre más allá de toda realización humana concreta por necesariamente imperfecta. «Yo soy vuestro futuro» o «Yo soy el que va siendo», significaría esta dimensión inasible de la automanifestación de Dios. El Dios de la libertad es el Dios que se da a conocer en la experiencia dolorosa, ambigua, nunca perfecta del todo, de la lucha por la liberación.

— De este modo, el Dios creador —vida de la vida, de acuerdo con la aportación del libro del Génesis–, que se ha manifestado a los patriarcas, asume ahora una nueva característica que culminará precisamente en la cruz de Jesús de Nazaret: el Dios libre que habla a la humanidad para hacerla a su vez libre. La tierra prometida, sacramento del reino de Dios, asume el significado del proyecto humanizador propuesto por Dios a Israel: un pueblo libre, una sociedad de hermanos, cuyas reláciones sociales y políticas expresan a los ojos de las naciones el ser de su Dios.

b) La pascua: el paso de la servidumbre al servicio como un proceso superador del miedo a la libertad. No hay duda de que el libro del Exodo es profundamente realista: el análisis que ofrece de las vicisitudes del camino que conduce hasta la tierra prometida resulta especialmente aleccionador. Presenta una idea nada idealizada de los intereses, muy a ras de tierra, del pueblo al que Dios desea liberar. La mezquindad, la traición, las resistencias a la solidaridad, el miedo, la violencia y el rencor son otros tantos nombres de lo que puede llamarse la gran dificultad para el éxito del proceso liberador: el miedo a la libertad. Este es el gran pecado contra el Dios que se manifiesta en el proceso del tránsito (pascua) de la servidumbre al servicio y a la fraternidad. El gran signo de la cena pascual (Ex 12-13), la gesta del paso (pascua) del mar Rojo (Ex 14), interpretado en clave de fe por el cántico de Moisés (Ex 15), y la presencia continuada del Señor de la libertad en la nube y la columna de humo (Ex 13,22), son otros tantos momentos teológicos al servicio de una idea central: Dios, manifestado como la fuerza que moviliza a la persona y al colectivo hacia la consecución de la libertad. De tal manera, que el recuerdo de la memoria viva de los hechos narrados constituirá el núcleo fuerte de la religión de Israel.

La superación del miedo, de la tentación del tener como garantía de la cohesión social, y de la violencia como medio más eficaz para la consecución de los fines propuestos, estructura un proceso pedagógico difícil y complicado, a través del cual el Dios de Israel construye la conciencia colectiva necesaria para llegar a ser pueblo de Dios: el sacramento del Reino.

Al mismo tiempo, la solución de cada una de las crisis desde el futuro abierto por la fe, proporciona una lección fundamental para la historia, a la luz de la pascua: nada interesante se realiza sin la mediación de la crisis. Toda crisis supone una dura prueba para la fe en la realización de la promesa. Sólo su solución, a la luz de la experiencia pascual, acerca la realidad a la promesa. De este modo, paso a paso, día a día, la experiencia del Exodo se abre camino, en el seno de una historia siempre opaca, a la presencia operativa y eficaz de Dios.

c) La Alianza. Los capítulos 19-24 forman el centro literario del libro del Exodo. Son, por tanto, su centro teológico: expresan la idea-fuerza fundamental, al servicio de la cual se halla el resto de la narración. En esta experiencia culminante se proponen al lector los ejes constitutivos de la religión del pueblo elegido.

Dios no se conforma con una intervención soberana, intemporal y de una vez por todas, a la hora de construir el modelo de felicidad concreto que puede hacer de la humanidad entera un auténtico paraíso. Propone un trabajo en colaboración.

Muy en consonancia con la afirmación de la alianza como lugar de manifestación de su ser, el Dios del Exodo busca la realización de un proyecto en el que ambos –él y el pueblo–puedan sentirse protagonistas con todas las consecuencias, desde la libertad y la responsabilidad, cada uno con una tarea específica y complementaria. A Dios le corresponde la iniciativa gratuita que salva y libera por exclusiva decisión de su misericordia, la propuesta de un código ético capaz de resolver las contradicciones inherentes a la naturaleza humana y el mantenimiento de la promesa frente a la desesperanza y el cansancio de unas gentes excesivamente proclives a la búsqueda del ídolo. En el otro extremo, al pueblo Dios le pide que cumpla su parte en el contrato: llevar a la práctica la promesa, construir un estilo de vida colectivo que la transparente, y vivir abierto al amor filial hacia él. Sobre todo, a través de la mediación del culto, expresión privilegiada de esta relación, única en la historia, entre Dios e Israel. De ahí que ocupe un lugar tan importante el Código de la alianza y la abundante legislación cultual que la acompaña (Ex 25-31): el conjunto de orientaciones y preceptos destinados a posibilitar unas relaciones sociales coherentes con la alianza (Ex 20,22–23,19).

Una cosa es preciso subrayar: la base de la alianza, su condición de posibilidad, es la fidelidad de un Dios que se compromete con su omnipotencia y de un pueblo que asume la responsabilidad de vivir de acuerdo con lo pactado. Las numerosas referencias bíblicas a la parte que le corresponde a Dios en el mantenimiento de la alianza, sobre todo en el libro de los Salmos, pone de manifiesto la sensibilidad despertada por una actuación tan insólita del Señor que se revela en el Sinaí. Constituye este aspecto uno de los más originales y ricos en consecuencias teológicas de la religión bíblica. De hecho, la fidelidad de Dios se ofrece como garantía suprema a la realización de la promesa: con realismo cruel, el libro del Exodo narra profusamente la primera infracción del pacto por parte del pueblo. Y muy poco tiempo después de que se haya ratificado solemnemente (Ex 32-34).

El esquema: propuesta divina-asentimiento del pueblo-ruptura-nueva propuesta divina-renovación del pacto, será el entramado que sostendrá la historia entera de Israel y servirá de base literaria para la elaboración del libro de los Jueces, por ejemplo. Lo mismo podría decirse de la crítica profética a la situación concreta de cada nueva época histórica. Una vez más, y siempre, la misericordia de Dios será más fuerte que la tendencia mixtificadora de Israel. Y la fidelidad de Dios se mostrará realmente ilimitada cuando, en el Exodo definitivo, desemboque en el Gólgota.

2. MEDIACIONES HISTÓRICAS O ELEMENTOS DE LA PEDAGOGÍA DE DIOS. Para comunicar su proyecto salvador y liberador, Dios se sirve de mediaciones históricas. «Jamás ha visto nadie a Dios» (1Jn 4,12). Esta afirmación fundamental de la experiencia religiosa, tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento, queda ratificada por el mismo proyecto divino, que se comunica a la humanidad siempre a través de mediaciones históricas, que culminarán en la encarnación del Hijo de Dios. Por ello, tan importante como la expresión de las grandes ideas teológicas, que acabamos de reseñar, es la reflexión de los autores del libro del Exodo, acerca del instrumental práctico que posibilita su realización en la vida cotidiana y, de este modo, acerca la realidad a la promesa.

Una característica de' la religión bíblica, que la distingue de todas las restantes de su época, es el papel atribuido a la memoria, entendida como actualización de la única realidad capaz de convertir a la humanidad en reino de Dios. Memoria que no se identifica con el recuerdo que permite revivir las grandes gestas nacionales, sino que consiste en la posibilidad de sumergirse, a través de la palabra y el gesto cultual, en la misma experiencia que se halla en los orígenes de la palabra escrita. Curiosamente se trata siempre de una palabra subversiva: aquella que ataca las raíces de la infidelidad, poniendo de manifiesto la mentira que convierte en ídolo al Dios vivo y verdadero. Y por eso mismo exige la conversión de las costumbres en la línea conservada y transmitida por la palabra misma.

Leer el libro del Éxodo supone, pues, superar la anécdota que lo encierra en el pasado remoto de un pueblo concreto y dejarse juzgar por el contenido que vehicula. Supone tomar nota de todas las opresiones de cada hoy en la historia y emprender el camino de liberación que en sus páginas se describe. Esta memoria representa el horizonte de toda lectura del texto.

a) El profeta. Es la mediación antropológica. El profeta es el verdadero mediador entre el Dios inefable, trascendente, inabarcable, y el pueblo. En este caso, la descripción de la figura de Moisés, sin duda la más grande de todas las que van apareciendo en el curso de la tradición bíblica, ofrece los elementos esenciales que permitirán a la posteridad tener un punto de referencia crítico para distinguir el auténtico profeta del que se ha puesto al servicio del ídolo y del poder.

b) La ley y la institución cultual. Se trata de la mediación sociológica. La ley es un conjunto sistemático de valores y pautas de comportamiento que permiten concretar en toda circunstancia el estilo de vida y de relacio nes sociales capaces de convertir a un pueblo en el pueblo de Dios. Desde esta misma perspectiva, la institución del culto representa el universo simbólico creador de una conciencia colectiva, capaz de descubrir el sentido de la historia en clave de salvación.

c) La palabra y la acción significativa. El Dios de Israel se identifica con la palabra transmitida por la tradición del pueblo. Esta palabra es narración de las acciones de Dios en el espacio y en el tiempo históricos; de aquellas acciones que han cambiado la realidad en la dirección del futuro de Dios. Desde las plagas (Ex 7,8—11,10), pasando por las grandes gestas de la pascua y el paso del mar Rojo (14,15-31) hasta llegar a la descripción de las últimas palabras que cuentan la presencia constante de la nube como signo de la presencia del Señor en su pueblo, el libro del Exodo permanece fiel a este doble momento de la revelación: la palabra que señala el sentido de la acción y la acción que muestra la verdad y la eficacia de la palabra.

d) Las señales de identidad del pueblo de Israel. Israel está llamado a ser en el seno de las naciones, por vocación y decisión libre de su Dios, el sacramento de la presencia activa, eficaz y operativa del Señor en su deseo de reconstruir el paraíso. Por eso posee un conjunto de notas diferenciales que le convierten en un colectivo único. A través de estas señales de identidad se crea la conciencia colectiva de pertenecer a Dios de manera muy especial y, en consecuencia, de participar en una misión que le sobrepasa y a la cual debe supeditar toda otra pretensión sociopolítica o cultural. El libro del Exodo establece las bases teológicas de esta diferenciación, en continuidad con lo que se ha dicho ya en el libro del Génesis por lo que hace referencia a la circuncisión, mientras que concentra su atención en lo referente al sacerdocio, al culto y a la Torá.

e) El libro del Exodo en la memoria del pueblo de Israel. La experiencia del Exodo permanecerá en la memoria colectiva de Israel como el tiempo original, la época de la creación de Israel, como el Génesis da cuenta de la creación del mundo y de la humanidad en general. Por eso será el punto de referencia constante a la hora de todas las reformas que el cansancio de la historia harán necesarias una y otra vez: los profetas recordarán constantemente la alianza como núcleo constitutivo del ser de Israel. Y a su luz plantearán sus críticas y articularán sus propuestas. A partir del exilio, el nuevo Exodo, relectura en clave actualizada del primero, constituirá la expresión de la esperanza maltrecha, pero firme, del resto fiel a su Señor. En los momentos críticos de las crisis posexílicas, los sabios buscarán desentrañar las lecciones útiles para su presente que se hallaban implícitas en las tradiciones del Exodo. Y la apocalíptica centrará en la expectación de un segundo Moisés —el Profeta que ha de venir— la preparación inmediata de los tiempos mesiánicos. Por eso, tanto en la narrativa como en la literatura sapiencial y litúrgica —basta leer el libro de los Salmos— la reflexión sobre el libro del Exodo ocupa un lugar único y destacado.

f) El libro del Éxodo en los evangelios. Siendo así las cosas, no resulta nada extraño que los primeros autores cristianos, apoyándose sin duda en sus mismas palabras históricas, vean en Jesús muerto y resucitado la realización definitiva de las promesas articuladas en torno a la alianza del Sinaí.

Los sinópticos estructuran el texto de sus respectivos evangelios a partir de la narración de un viaje —éxodo— de Jesús, que de la Galilea de los gentiles le conduce hasta Jerusalén para sellar allí una alianza definitiva e inquebrantable entre su Dios y la humanidad entera. Por otra parte, son muchas las alusiones textuales implícitas en el texto, que identifican a Jesús con el nuevo Moisés y lo presentan como el Pastor definitivo, enviado a su pueblo por el Dios de la libertad. Para citar un solo ejemplo: el sermón de las bienaventuranzas (Mt 5) ofrece una relectura clara, en la nueva clave aportada por la resurrección de Jesús, del momento culminante de la historia de Israel: la alianza del Sinaí.

El evangelio de Juan, sin renunciar al esquema del viaje como momento estructurador que lo asimila a los sinópticos, añade todo un conjunto de símbolos directamente conectados con la experiencia de Israel en el desierto. Destaca, entre otros, el del agua y la mención de las grandes fiestas celebradas en Jerusalén, todas rememoradoras de las gestas de la salida de Egipto.

Con ello, los evangelistas establecen las grandes ideas-fuerza del libro del Exodo como un primer horizonte hermenéutico-interpretativo que permita entender en toda su profundidad la novedad presente eh Jesús de Nazaret. Y lo definen como Mesías liberador de Israel y de la humanidad.

Se cierra así el círculo iniciado en la experiencia del desierto como lugar privilegiado de la experiencia de Dios con los hombres.


III. Algunas pistas metodológicas para la catequesis

Intentemos aportar algunas orientaciones metodológicas que ayuden a realizar la catequesis sobre el Exodo. Advertimos, sin embargo, que nos fijamos tanto en la catequesis de iniciación cristiana, especialmente en la que prepara a la confirmación —entre los 14 y 18 años— (cf DGC 63-68; IC 69-110), como en la catequesis reiniciatoria, que recupera a jóvenes y a adultos para una vivencia adulta de la fe (cf IC 124-133). Por tanto, en estas pistas prácticas no nos fijamos en la llamada catequesis permanente o educación permanente de la fe (cf DGC 69-72).

1. EL DIOS DE LA REVELACIÓN CRISTIANA. Nos preguntamos: ¿Quién es el Dios de la revelación cristiana? ¿Cómo se nos revela a sí mismo? Con frecuencia los creyentes estamos satisfechos de haber recibido de boca de Jesús quién es Dios para nosotros: «[Jesús] le dijo a María Magdalena: "Anda y di a mis hermanos que me voy con mi Padre y vuestro Padre, con mi Dios y vuestro Dios"» (Jn 20,17). Pero durante su vida pública ya nos había dicho: «Vosotros orad así: Padre nuestro que estás en el cielo...» (Mt 6,9-15). «Sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto» (Mt 5,48). «Vuestro Padre celestial ya sabe que necesitáis todo eso» (Mt 6,32). Y esta revelación nos lleva a gozarnos de nuestra relación filial con Dios.

Sin embargo, esta vivencia de Dios como Padre, la más radical a la experiencia cristiana, no puede oscurecer otros rasgos fundamentales del Dios revelado, que fueron manifestándose ya desde el Antiguo Testamento. Moisés se encontró con el Dios de los padres desde una profunda experiencia religiosa expresada por la zarza ardiente (Ex 3,1-6), y lo descubre como el Dios liberador del hombre. Y esta revelación se fue reiterando, consolidando y matizando a través de cada uno de los acontecimientos liberadores en que Moisés sintió la presencia de Yavé: «Yo estaré contigo» (Éx 3,12; 4,12-15).

A lo largo del Exodo, que entre los biblistas abarca desde la salida de Egipto hasta las puertas de la tierra de la promesa (Exodo, Levítico, Números y Deuteronomio), el Dios de Israel se fue revelando especialmente en sus acciones a favor de su pueblo. Más que decir quién es en sí mismo, Dios manifiesta «quién quiere ser para los hombres» (Josep Vives), como puede percibirse en el siguiente cuadro sinóptico.

Así pues, el conocimiento del Dios de Israel, base para la adhesión a la fe, va naciendo en el seno de la lucha por salir de la opresión, y los sucesivos acontecimientos van descubriendo su identidad y le van proporcionando nuevos nombres.

Esta es la pedagogía divina y este es, consecuentemente, el recurso pedagógico catequético para conocer y dar a conocer o anunciar la misericordia entrañable del Dios revelado, que llegará a su cenit cuando él mismo, con entrañas paternales, envíe al Hijo único y predilecto a sus hijos extraviados, y por él descubramos lo mucho que Dios ha hecho por nosotros.

 

2. ACTUALIZACIÓN DE LA EXPERIENCIA DE FE DEL EXODO. Trataremos de responder ahora a la siguiente pregunta: ¿cómo actualizar en nuestro tiempo la experiencia de fe del Exodo?

a) El éxodo, hecho histórico de Israel, paradigma veterotestamentario del proyecto de liberación integral de Dios respecto de todos los pueblos de la humanidad. La liberación es claramente un tema que atraviesa toda la Biblia; un tema central en la historia de la salvación. Y el lugar primigenio del Antiguo Testamento en que aparece descrita la liberación es el libro del Exodo. Es el punto de referencia testimonial de mayor relevancia, donde se nos revela una liberación que irá desarrollándose a partir de la experiencia pascual del pueblo hebreo. Para los israelitas, el «Dios de los Padres», de quien les habla Moisés, será el Dios liberador, que los saca de la opresión socioeconómica de los egipcios; a partir de esta liberación histórica, ellos irán descubriendo la riqueza siempre mayor de su Dios y la plenitud siempre mayor de la salvación-liberación.

En efecto, los israelitas tuvieron conciencia de que Dios los había acompañado en la aventura liberadora de la opresión de Egipto ofreciéndoles el don de la libertad; pero fueron cayendo en la cuenta a lo largo del desierto y de su estancia en la tierra prometida (propuesta divina-asentimiento del pueblo-ruptura-nueva propuesta divina-renováción del Pacto), de que ellos necesitaban, además, una salvación y liberación más radical: la del propio pecado, la de la autosuficiencia y la desconfianza en Dios. Por eso, el Exodo constituye, a la vez, una liberación socioeconómica y religiosa. Más aún, «si Dios saca a su pueblo de una dura esclavitud económica, política y cultural, es con miras a hacer de él, mediante la alianza en el Sinaí, un reino de sacerdotes y una nación santa (Ex 19,6). Dios quiere ser adorado por hombres libres... (con una) libertad en plenitud, que no puede(n) encontrar más que en la comunión con su Dios»1.

Pues bien, hoy, pueblos enteros de nuestra tierra, sometidos a las injusticias de unos pocos, a guerras interminables y al subdesarrollo permanente, luchan con todas sus energías por superar estos males que los condenan a quedar al margen de la vida (cf EN 30-31). La gesta del Exodo es el paradigma o acontecimiento paradigmático veterotestamentario del Proyecto de liberación integral, que Dios ha concebido para todos los pueblos de la humanidad. Por eso, Dios sigue y seguirá siendo un Dios liberador para todos los pueblos de la tierra, que son su único pueblo. La liberación del Exodo sigue su marcha hoy, y es preciso colaborar en ella.

Pero esa liberación integral —socioeconómica, cultural y religiosa— ha llegado a su plenitud en la pascua de Cristo, el Hijo predilecto del Padre y el Señor, mediante su muerte y resurrección, que libera a todo hombre y mujer, encumbrándolos a la categoría de hijos y hermanos en comunión con él. «El Exodo, la alianza... alcanzan su pleno significado solamente en Cristo» (LC 49). En este sentido la liberación de Cristo: 1) purifica los pecados del corazón y nos comunica su Espíritu de libertad (cf LC 57b), y 2) nos lleva a colaborar con la Iglesia en su deber de anunciar la liberación a millones de seres humanos, de ayudar a que nazca esta liberación, de dar testimonio de ella y de hacer que sea total (cf EN 30; cf LC 57).

Una catequesis de iniciación o de reiniciación cristiana sobre el Exodo debe conmover y marcar la sensibilidad de los participantes en esa doble dimensión liberadora de la salvación de Cristo: liberar de actitudes pecaminosas y liberar a personas concretas y a pueblos enteros de situaciones injustas y deshumanizadoras, fruto de actitudes de pecado2.

b) El Exodo, hecho histórico y situación interior de toda persona, incluso creyente. El acontecimiento del Exodo es la aventura histórica de un pueblo esclavo, sometido e incapaz de redimirse a sí mismo, que por la condescendencia misericordiosa y todopoderosa de Dios sale, con gran sufrimiento, camino de la libertad con la generosa colaboración de un mediador fiel a Yavé: Moisés. Pues bien, el binomio esclavitud-libertad es, además, una dimensión de lo que cada persona vive en su interior: una experiencia (ética) profunda de la personalidad de todo ser humano.

Una especie de impulso o voluntad de poder nos esclaviza a las personas y se manifiesta en las actitudes que tomamos ante las realidades creadas con que nos encontramos: el dinero (Mt 6,24), el dominio sobre los demás (Mc 10,41ss.), el placer, la envidia y el odio (Rom 6,19; Tit 3,3), la observancia literal de la ley (Gál 4,8ss.), el miedo a la muerte (Heb 2,14-15), a la que no nos atrevemos a mirar de frente y que tapamos con muchas cosas... Todos queremos e intentamos superar estas situaciones opresoras, pero no encontramos caminos de superación permanente.

¿Cómo salir de estas situaciones? La experiencia comunitaria y revelada del éxodo bíblico nos da las claves para aplicarlas a nuestra situación personal:

— Tomamos conciencia de nuestra situación de perdidos e incapaces de salvarnos por nosotros mismos, esto es, conciencia de la propia autosuficiencia, que es nuestro pecado radical. No hay verdadera conversión que no vaya acompañada de este reconocimiento de nuestra actitud de pecado. Esto es dejar ya entrar a Dios en nosotros como luz y como fuerza.

— Con esta luz y energía somos invitados —desde la experiencia revelada del Exodo— a renunciar a nuestra voluntad de independencia; a que consintamos en dejarnos guiar por Dios y amar por él, esto es, que renunciemos a lo que constituye el fondo mismo de nuestra actitud pecaminosa: la autosuficiencia. ¡El actúa en nosotros y nosotros colaboramos con él! ¡No estamos solos!

Entonces es cuando aparecen caminos donde no existen: en el mar, en el desierto, en la muerte... Dios va caminando con nosotros y con la ayuda, quizá, de algún mediador o acompañante, vemos aflorar signos de esa presencia que en otro tiempo perdimos o eliminamos de nuestra vida y que, nos abre a horizontes de libertad no solitaria, sino solidaria: vivir en comunión con los demás.

Así como el Exodo marcó el verdadero nacimiento del pueblo de Dios como pueblo creyente y liberado de esclavitudes materiales y morales, también nuestra existencia, esclavizada por la voluntad de acaparar las cosas sólo para nosotros, nace de nuevo como una existencia libre, con una libertad para servir a los demás. Y esta perspectiva, revelada ya en el Antiguo Testamento, queda reforzada a la luz del Nuevo Testamento con la salvación en Cristo: «Hermanos, vosotros habéis sido llamados a ser hombres libres..., servíos unos a otros por amor» (Gál 5,13), uno de los aspectos esenciales del evangelio de Jesús (cf Lc 4,18)3.

En lo que acabamos de exponer se puede entender bien lo que decimos en la primera parte de nuestro artículo en orden a actualizar el libro del Éxodo: «Cada generación tiene que considerarse a sí misma como salida del éxodo» (Tratado talmúdico Pesahim 10, 5).

Efectivamente, cuando miramos la transformación de nuestra vida personal tal como la hemos descrito, entonces nos apropiamos del significado teológico-existencial de los acontecimientos narrados en el Exodo, pues buscamos no sólo conocer la historia de nuestra salvación, sino preferentemente experimentar aquello que, desde el punto de vista de la fe, esos acontecimientos significan, siguen diciendo, para nosotros hoy: quien quiera ser seguidor de Jesús, ha de pasar por la experiencia de fe del Exodo, de la misma manera que Jesús la experimentó, sobre todo, en su pasión, muerte y resurrección. Nosotros, por habernos esclavizado y estar necesitados de su liberación. Jesús, no por haber pecado, sino por haberse encarnado, por haber asumido nuestra náturaleza para liberarnos de nuestra condición pobre y pecadora y conducirnos a la tierra de la libertad de los hijos de Dios. El es el nuevo Moisés, nuestro Mesías, resucitado y liberador, hoy.

Advertimos de nuevo que esta forma de actualizar el Éxodo en nuestra vida, tanto personal como colectiva o social, es aplicable a la catequesis de adolescentes (14-18 años), de jóvenes (19-29 años) y de adultos (30-65 años)4.

3. TESTIMONIOS ACTUALES. LOS testimonios de personas que viven hoy en estado de éxodo ayudan a descubrir la actualidad del Exodo bíblico.

a) Importancia del Antiguo Testamento en la educación de los creyentes. Los catequistas-animadores de grupos de adolescentes, jóvenes y adultos suelen prescindir de la historia de la salvación del Antiguo Testamento, porque trata de hechos y de personas que quedan demasiado lejos de la experiencia de los grupos de catequesis y resulta difícil realizar la interpretación de los textos bíblicos.

Estos catequistas deben ponderar lo que el Vaticano II, en su constitución dogmática Dei Verbum, dice acerca de la importancia del Antiguo Testamento en la educación de los creyentes: «Los libros del Antiguo Testamento, según la condición de los hombres antes de la salvación establecida por Cristo, muestran a todos el conocimiento de Dios y del hombre y el modo como Dios, justo y misericordioso, trata con los hombres. Estos libros, aunque contienen elementos imperfectos y pasajeros, nos enseñan la pedagogía divina. Por eso los cristianos deben recibirlos con devoción, porque expresan un vivo sentido de Dios, contienen enseñanzas sublimes sobre Dios y una sabiduría salvadora acerca del hombre, encierran tesoros de oración y esconden el misterio de nuestra salvación... Aunque Cristo estableció con su sangre la nueva alianza (cf Lc 22,30), los libros íntegros del Antiguo Testamento, incorporados a la predicación evangélica, alcanzan y muestran su plenitud de sentido en el Nuevo Testamento (cf Mt 5,17; Lc 24,27) y, a su vez, lo iluminan y lo explican» (DV 15-16).

En efecto, en su coloquio con los discípulos de Emaús, Jesús resucitado da a entender el principio básico de interpretación del Antiguo Testamento: «Es necesario que se cumpla todo lo que está escrito acerca de mí en la ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos» (Lc 24,44). «Empezando por Moisés y todos los profetas, les interpretó lo que sobre él hay en todas las Escrituras» (Lc 24,27). Leído el Antiguo Testamento a la luz del Nuevo, aquel alcanza en este su pleno sentido y, a la vez, «lo ilumina y explica» (DV 16).

b) Utilidad catequética de los testimonios actuales de creyentes afines a las experiencias del Exodo. Esta lectura del Exodo, actualizada en nosotros desde la pascua de Cristo, se puede realizar más fácilmente a través de testimonios actuales de cristianos que viven experiencias afines al Exodo, y que evocan, a su vez, estas mismas experiencias vividas por Cristo, nuestro salvador resucitado. Proponemos dos ejemplos: una actualización de carácter colectivo y otra de carácter personal.

Una actualización del Éxodo de carácter colectivo o social. Un grupo de catequesis de adultos ha comenzado a hacer la catequesis sobre el Antiguo Testamento, estudiando los personajes más sobresalientes del mismo, y algunos hechos importantes vividos por ellos y por todo el pueblo de Dios. En dos sesiones se aborda el tema: «Moisés, el libertador: el Exodo». Todos han leído –antes de cada sesión– una breve introducción sobre el pueblo hebreo esclavo en Egipto, la figura de Moisés (su nacimiento, educación, huida al país de Madián, la llamada del Señor, la decisión de Moisés a hablar con el Faraón, la cena del cordero pascual, la huida del pueblo, el paso del mar Rojo y el himno de victoria a Yavé).

Las sesiones se dedican, fundamentalmente, a leer los textos como palabra de Dios. La primera: Ex 2,1-25: «Salvado de las aguas» y el clamor del pueblo a Dios; 3,1-15: la zarza ardiente y la llamada de Moisés: «Yo estaré contigo»; 5,1-9 y 22-23: «Deja salir a mi pueblo»; 10,1-3: «Así sabréis que soy el Señor». La segunda: Ex 12,21-42: la cena pascual; muerte de los primogénitos; 13,17-22: la nube y la columna de humo; 14,1-31: paso del mar ¡Estad firmes!; 15,1-20: himno de victoria.

Cada texto se comenta entre todos: se descubre el mensaje que el texto bíblico, bajo la luz del Espíritu, va revelando. Se asimila en breves silencios de oración; se cantan versículos de salmos apropiados a situaciones colectivas: «El Señor ha estado grande con nosotros y estamos alegres» (Sal 125,3); «Dad gracias al Señor, porque es bueno...» (Sal 117,1.29); versículos de los salmos 43, 79, 84, 135, etc.

Oportunamente se provoca la actualización: ¿Encontramos en nuestra vida, o en personas de nuestro ambiente, situaciones colectivas difíciles, semejantes a las experiencias de fe vividas por Moisés o por el pueblo israelita? Estos testimonios de los propios participantes con vivencias del Exodo son ya una actualización del Exodo bíblico. En cada caso se puede decir: «¡Ahí está actuando el Señor!». Un momento de oración ayuda a contemplar agradecidos el paso del Señor en la vida de una colectividad concreta atribulada. La sesión concluye con una aclamación de acción de gracias o de alabanza al Señor.

Pero es en una tercera sesión cuando se puede actualizar más detenida e íntegramente el acontecimiento del Exodo en situaciones colectivas que incluyen riesgos graves para la vida de las personas. Para ello se leen y se comentan dos o tres testimonios de grupos o colectividades de personas cristianas —próximas o lejanas— con rasgos parecidos a la experiencia del Exodo bíblico. He aquí un testimonio concreto:

«Durante más de treinta años, el País vasco y otras muchas ciudades del Estado español han estado siendo azotadas por la violencia terrorista de ETA o del Movimiento de liberación nacional vasco (MLNV). Todo el pueblo ha vivido largos años atemorizado e inactivo. Hace unos veinte años se empezaron a mover determinadas agrupaciones de ciudadanos y ciudadanas, y alentaron a otros a manifestarse contra la violencia etarra, reuniéndose en silencio durante un cuarto de hora en lugares públicos, y en torno a una pancarta con frases a favor de la paz, después de algún asesinato perpetrado por ETA. Una de las colectividades más destacada ha sido Gesto por la paz, de matriz cristiana. Pronto se siguió la misma costumbre después de la muerte de cualquier etarra, con el fin de oponerse a la misma violencia defensiva desarrollada por la autoridad de orden público, y luchar por la desaparición de toda violencia, a favor de una sociedad vasca democrática, plural y en paz.

En pocos años, los grupos de Gesto por la paz se multiplicaron. Los ciudadanos y ciudadanas constructores de la paz salieron a la calle. Además, las manifestaciones por la paz se multiplicaron y se hicieron masivas. A pesar del peligro de ir a cara descubierta, la ciudadanía vasca había perdido el miedo.

Hace algunos años, el 4 de junio de 1982, la Comisión diocesana de paz y reconciliación convocó a todos los movimientos apostólicos, las comunidades cristianas, asociaciones católicas de adultos y a todos los adultos creyentes a una celebración comunitaria de la Palabra, en Bilbao, en la basílica de Nuestra Señora de Begoña (días después se convocaría otra para la juventud). La paz es, ante todo, un don de Dios y es preciso alcanzarla con la oración. Se juntaron muchos miles de creyentes. Las lecturas de la Palabra, el recitado de los salmos, las aclamaciones, los cantos, los silencios de oración... fueron un grito contenido ante el Señor de la paz y su Espíritu de comunión y fortaleza.

Al final, antes del canto de clausura a la Madre de Dios de Begoña, toda la asamblea, al unísono, pronunció este manifiesto-compromiso:

«Afirmamos que el proyecto de Dios sobre los hombres de todos los tiempos es convocarnos a vivir como hermanos ya en esta tierra: respetando los derechos legítimos de las personas; contribuyendo a transformar las estructuras injustas que favorecen desigualdades y violencias, y defendiendo con todos los medios lícitos el supremo don de Dios a cada hombre: la vida, junto con el derecho a desarrollarla en igualdad de condiciones con los demás.

Reconocemos, sin embargo, que, como seguidores de Jesús, estamos demasiado distantes de sus actitudes a favor del hermano hombre, y que con frecuencia engrosamos las filas de los injustos y violentos y discriminamos a las personas.

Reconocemos que muchos nos desentendemos de participar en instancias civiles donde se deciden las líneas de acción a favor de una sociedad más justa y fraterna y que, de hecho, para nosotros la vida de cada ser humano no es lamentablemente tan sagrada e intocable como Jesús lo proclamó y defendió.

Por eso, con la fuerza del Espíritu del Resucitado, vivo entre nosotros, y unidos a nuestros pastores, declaramos que:

Estamos dispuestos a alimentar en nuestros grupos y comunidades la esperanza, a veces mortecina, de que nuestra sociedad, nuestro pueblo vasco, es capaz de llegar a la paz y a la reconciliación entre sus ciudadanos.

Estamos dispuestos a sentirnos responsables de la falta de paz por nuestra cobardía en actuar como mediadores de reconciliación entre personas enfrentadas.

Estamos dispuestos a tomar en cuenta los movimientos de no-violencia y a participar en los posicionamientos de los movimientos ciudadanos y grupos políticos en sus acciones a favor de la paz de nuestro pueblo.

Estamos dispuestos a seguir a nuestros pastores para convertirnosen agentes de reconciliación y a ser insistentes en la oración comunitaria, convencidos de que nuestra plegaria en común sembrará actitudes reconciliadoras entre las personas de buena voluntad»5.

El comentario actualizador del acontecimiento bíblico se puede provocar con estos interrogantes: 1) Esta situación prolongada del País vasco, vivida como se ha expuesto, ¿en qué aspectos se parece a la experiencia del Exodo? ¡La experiencia de fondo del Exodo bíblico continúa dándose hoy! 2) ¿En qué sentido podemos asegurar que Dios está presente en medio de este conflicto tan radical? Dios no cambia de costumbres y ha prometido estar con y liberar a los que sufren opresión (cf Ex 3,7-9). 3) La situación dolorosa del pueblo vasco y de los que sufren esta violencia, ¿qué tiene de común con Cristo sufriente y abierto a la resurrección (pasajes evangélicos)...? Esta tercera sesión acaba en forma de oración comunitaria breve. En ella, el grupo de catequesis de adultos reconoce que para seguir a Jesús es preciso seguir pasando por la experiencia del Exodo. Pero con la convicción de que, en medio del desconcierto y oscuridad del Exodo, él, el Resucitado y salvador, camina con nosotros como compañero de viaje, colaborando con nosotros a liberarnos de nuestras esclavitudes morales y materiales, y haciendo lo mismo con los que caminan con nosotros.

En el fondo, y como conclusión de la escucha de la palabra de Dios, de los testimonios aportados y de nuestros comentarios, Dios nos llama a cambiar algunas de nuestras actitudes: ¿de qué nos invita hoy a convertirnos? Una invocación al Espíritu de fortaleza, de libertad y de reconciliación es un buen colofón de esta tercera sesión.

– Una actualización del Éxodo de carácter personal. En el segundo ejemplo, el grupo de catequesis de adultos sigue siendo el mismo que se ha descrito más arriba. Las sesiones se dedican también a leer los textos de la palabra de Dios que allí se expresan.

El comentario de cada texto se hace también entre todos, como se sugiere arriba, aunque los versículos de los salmos serán más apropiados si se toman de los siguientes: «El Señor es mi pastor, nada me falta» (Sal 22,1 ss.); «Aclama al Señor, tierra entera» (Sal 99,1ss.; 102; 114; 120; 122; 126, etc).

La actualización de los textos del Exodo se haría más bien en clave personal que colectiva: ¿encontramos en nuestra vida o en personas de nuestro ambiente experiencias de fe semejantes a las de Moisés o a las del pueblo israelita? Estos testimonios de experiencias de éxodo de los mismos participantes son una actualización del acontecimiento, de manera que se puede decir en cada caso: ¡Ahí está actuando el Señor! Un momento de oración ayudaría a contemplar agradecidos el paso del Señor, hoy, en la vida de nuestros hermanos, y podría concluirse con una aclamación.

Pero es también en una tercera sesión cuando se puede realizar la actualización en la propia vida de los textos del Exodo más detenida y globalmente. Se leen y se comentan dos o tres testimonios de carácter individual de personas cristianas conocidas –destacadas o normales– en los que se descubren rasgos de la experiencia bíblica del Éxodo. También se propone un ejemplo:

«Manuel Lozano es de Linares (Jaén). Lolo para todos. Nace en 1920. Al estallar la Guerra civil española, en 1936, es un estudiante de bachillerato y joven de Acción católica. Por su militancia cristiana es detenido. Liberado y militarizado, una de sus misiones es la de atender una centralita telefónica instalada en una cueva muy húmeda. Allí adquiere una enfermedad reumática que llenará de dolores y rigideces su cuerpo. Termina magisterio y vuelve a la actividad apostólica; pero una nueva movilización en Madrid le lleva a resentirse gravemente de su enfermedad. Lolo, joven ilusionado, es ya un enfermo para toda la vida.

El mal progresa rápidamente y se impone el sillón de ruedas, donde pasará casi treinta años hasta su muerte, en noviembre de 1971. Lolo, a pesar de su mala salud, realiza su vocación de escritor. Y escribe El sillón de ruedas, Dios habla todos los días, Mesa redonda con Dios... Y escribe bien. Cuando su mano derecha queda paralizada, aprende a escribir con la izquierda. Después tendrá que sujetar el bolígrafo a la mano con una goma y seguirá escribiendo: Las golondrinas nunca saben la hora, Reportaje desde la cumbre... Queda ciego. Un magnetófono regalado por la ONCE le permite dictar sus trabajos literarios.

Pero, a la vez que escritor, Lolo es periodista, y lo es de pies a cabeza. No deja su colaboración asidua con Ya, Signo, Vida Nueva, ni en los momentos más críticos de su salud. Inventa y dirige Sinaí, un periódico para los enfermos que ofrecen sus dolores a Dios por los informadores y periodistas... Por su asiduidad, le conceden el premio Bravo de prensa de la Comisión episcopal de medios de comunicación social.

En sus artículos toca temas de actualidad, y hace referencia a personas conocidas, de tal manera que se puede pensar que es un reportero que viaja por todo el mundo. A cuantos le visitamos Lolo no se cansa de preguntarnos sobre el trabajo en nuestras redacciones. Lee los periódicos con la minuciosidad de un corrector de prensa, escribe con el entusiasmo de quien escribe su primer artículo y corrige con la exigencia de un gran director... ¡Acecha la huella de Dios!...

En su pueblo natal es una institución. Se le dedica una calle, se le hacen homenajes. Pero su cuerpo se va llenando de sufrimientos. Llega a pesar 35 kilos. Los dolores y ahogos le van asegurando que su vida terrena se acaba. Consuela a sus amigos y a su hermana, fiel cuidadora. Admirado por su paciencia, por su entrega al apostolado de la pluma, por su sonrisa perenne, por su vida evangélicamente heroica, a los 51 años, muere recitando el padrenuestro. Laico, enfermo, escritor y periodista, el proceso de beatificación de Lolo está ya en Roma. Puede ser pronto el primer periodista español en los altares. Muchos de sus colegas se gozan de pertenecer a la Asociación de amigos de Lolo6.

El comentario actualizador se suscita con estos interrogantes: Lolo vive a lo largo de su dolorosa existencia la experiencia del Exodo. a) ¿En qué rasgos de su vida se manifiesta más esta experiencia bíblica? ¿Conocemos a alguien de nuestro entorno que esté viviendo «en estado de Exodo»? ¿Tal vez nosotros mismos? ¡Ahí está actuando el Dios liberador! b) A Lolo, con su experiencia dolorosa y gozosa de éxodo, ¿en qué aspectos le descubrimos más identificado con Jesús (pasajes evangélicos)? ¡Jesús, salvador y liberador, está presente en Lolo sosteniéndolo y purificándolo! Además, él mismo lo está testimoniando-transparentando y hasta presentándolo como salvador y liberador respecto de los demás...7.

Esta tercera sesión podría concluir en un clima de oración comunitaria, de una manera similar a como se realiza más arriba.

NOTAS: 1. CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE, Libertatis conscientia (LC), 44. – 2. Para este apartado: cf I. ELLACURÍA, Liberación, en C. FLORISTÁN-J. J. TAMAYO (eds.), Conceptos fundamentales del cristianismo, Trotta, Madrid 1993, 690-710; CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE, o.c.; Documentos de Medellín, San Pablo, Buenos Aires 1970; ALONSO A., Iglesia y praxis de la liberación, Sígueme, Salamanca 1974, 112-154. — 3. Cf CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAÑOLA, Con vosotros está. Catecismo para preadolescentes; Manual del educador, Guía doctrinal I, Secretariado nacional de catequesis, Madrid 1976, 63-128. – 4. Este mismo estilo de actualización bíblica siguió el catecismo de preadolescentes Con vosotros está, de la Conferencia episcopal española (1976), cuando en su primera parte –tanto del Catecismo como del Manual del educador– aborda las grandes experiencias bíblicas: la alianza, el desierto, la tentación, la pobreza, los profetas, el Siervo de Yavé, la Iglesia-pueblo de Dios y la fiesta –la paz–, la alegría, en una perspectiva personal o colectiva y cristocéntrica (Catecismo I, 31-112; Manual del educador I, Guía doctrinal, 95-171). — 5 Boletín Informativo de la catequesis de adultos, Bilbao, CAD (1982) 7-8. Importante: A finales de septiembre de 1998, ETA anunció el cese indefinido e incondicional de sus acciones violentas. El País vasco vive momentos de crucial importancia de cara a la ansiada pacificación. – 6 Cf A. FERNÁNDEZ POMBO, en Ecclesia 2805 (1996) 6-7. — 7. El empleo de testimonios de personas que viven hoy en estado de éxodo, de desierto, de alianza, etc., es un recurso pedagógico habitual en la obra: V. M. PEDROSA-J. A. AGUIRRE-J. M. ANTÓN, Catequesis de adultos: iniciación a la historia de la salvación. Antiguo Testamento, 2° etapa, Carpeta de temas (Cuad. 2°, 3° y 4º), y Guía del catequista-animador p. 63-112, Delegación episcopal de catequesis, Bilbao 1990.

BIBL.: AA.VV., Cuadernos bíblicos 6, Verbo Divino, Estella 1978; AuzoU G., De la servidumbre al servicio, Fax, Madrid 1972; BoRDONAU E., Antiguo Testamento. Guía para su lectura, Dossiers 9, CPL, Barcelona 1980, 34-39; CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAÑOLA, Con vosotros está. Catecismo de preadolescentes 1, 31-112; Manual del Educador 1, Guía doctrinal 1, 63-128, Secretariado nacional de catequesis, Madrid 1976; CHARPENTIER E., Introducción al Antiguo Testamento, Sígueme, Salamanca 1983; GRELOT P., Sentido cristiano del Antiguo Testamento, Desclée de Brouwer, Bilbao 19952; LAEPLE A., El mensaje bíblico en nuestro tiempo II, San Pablo, Madrid 1967, 63-96; LEGIDO M., Misericordia entrañable. Historia de la salvación anunciada a los pobres, Sígueme, Salamanca 1987, 107-192; LÉON-DUFOUR X., Éxodo, en Vocabulario de teología bíblica, Herder, Barcelona 1996', 320-322; MARTINI C. M., Vida de Moisés. Vida de Jesús: existencia pascual, San Pablo, Bogotá 1983; Itinerario espiritual del cristiano. Pueblo mío, sal de Egipto, San Pablo, Bogotá 1984; MORLA V., Historia de la salvación: Antiguo Testamento, Instituto diocesano de teología y pastoral, Bilbao 1988. Folleto ciclostilado; PEDROSA V. M.-AGUIRRE J. A.-ANTÓN J. M., Catequesis de adultos: iniciación a la historia de la salvación. Antiguo Testamento, 2° etapa. Carpeta de temas y Guía del catequista-animador, Delegación episcopal de catequesis, Bilbao 1990; SALAS A., Biblia y catequesis ¿cultura y fe en diálogo? Antiguo Testamento 1: de Adán a David, Biblia y Fe, Madrid 1981; SECRETARIADO NACIONAL DE CATEQUESIS, Biblia para la iniciación cristiana, Comisión episcopal de enseñanza y catequesis, Madrid 1977; Vives J., Si oyeras su voz... Explicación cristiana del misterio de Dios, Sal Terrae, Santander 1988; WIENER C., El libro del Éxodo, Verbo Divino, Estella 1986.

Teodoro Suau Puig
y Vicente M°. Pedrosa Arés