CATEQUESIS E INCULTURACION DE LA FE
EN LATINOAMÉRICA
NDC
 

SUMARIO: I. Desde hace quinientos años. II. Hasta nuestros días: 1. De Medellín a Puebla; 2. Santo Domingo y la catequesis kerigmática, inculturada y misionera. III. Las Semanas latinoamericanas de catequesis: 1. Quito: la comunidad catequizadora en el presente y futuro de América latina; 2. Hacia una catequesis inculturada: la Semana de Caracas.


I. Desde hace quinientos años

Podemos considerar como un primer intento de inculturación de la catequesis, el esfuerzo que realizaron los primeros evangelizadores por hacer comprensible la doctrina cristiana a los pobladores originarios de nuestras tierras latinoamericanas.

a) El esfuerzo de De Acosta. José De Acosta era misionero jesuita. En 1576, De Acosta elaboró un tratado sobre la evangelización y conversión de los indígenas titulado De procuranda 1ndorum Salute, que sirvió de base a su propuesta de reforma de los métodos de evangelización presentada en el III Concilio limense, esforzándose por imponer la charitas como principio del encuentro misionero con los indígenas.

b) El III Concilio limense recogió las inquietudes de De Acosta, que también las tenían la mayoría de los misioneros. Produjo un material catequético de una riqueza incalculable, recogido en la obra Catecismo para indios, como instrumento de evangelización y medio de cristianización. En ella se pueden encontrar, junto a principios de pedagogía catequética, información sobre las costumbres y ritos de los indígenas, sermonario para la predicación, guía para la confesión y estudios filológicos sobre reforma de lenguas indígenas. Salvando las distancias, podemos considerar este Catecismo limense como un incipiente compendio de pastoral catequética inculturada.


II. Hasta nuestros días

1. DE MEDELLÍN A PUEBLA. Son estos dos acontecimientos de la vida eclesial de América latina los que han marcado, sin duda, el pensamiento teológico y la praxis pastoral de la Iglesia católica en nuestros países y, de forma particular, la inculturación de la catequesis.

a) Medellín. Como prioridades de la renovación catequística para nuestro continente, la Asamblea de Medellín plantea la exigencia de que la catequesis se funde en una teología de la revelación, fiel a la transmisión del mensaje bíblico, no sólo en su contenido doctrinal, sino «sobre todo (fiel) a la realidad vital encarnada en los hechos de la vida del hombre de hoy» (Medellín 8, 6).

En este sentido, la catequesis debe asumir, como contenido, «las situaciones históricas y las aspiraciones auténticamente humanas del hombre y de la mujer de Latinoamérica, interpretadas a la luz de las experiencias vivenciales del pueblo de Israel, de Cristo y de la comunidad eclesial» (Ib).

La catequesis no puede desconocer la necesidad de cambio social que exige el momento histórico actual, marcado por una situación de necesidad e injusticias. Por ello, será tarea de la catequesis ayudar a la evolución integral del hombre y la mujer latino-americanos, orientándolos para que sean fieles al evangelio (Ib 8, 7).

El pluralismo cultural y lingüístico de nuestros pueblos exige de la catequesis una encarnación en esta realidad, adaptando sus contenidos y métodos a la diversidad de lenguas y mentalidades, así como a la variedad de situaciones y culturas (Ib 8, 8).

Finalmente, las conclusiones de este apartado recogen algunas propuestas que marcan las líneas para una catequesis inculturada, sobre todo en los siguientes puntos: «b) evitar toda dicotomía o dualismo entre lo natural y lo sobrenatural; c) guardar fidelidad al mensaje revelado, encarnado en los hechos actuales; d) orientar y promover, a través de la catequesis, la evolución integral del hombre y los cambios sociales; e) respetar, en la unidad, el pluralismo de situaciones, y k) adaptar el lenguaje eclesial al hombre de hoy, salvando la integridad del mensaje» (Ib 8, 17).

b) Puebla. Las conclusiones de la Conferencia de Puebla fueron publicadas con el título: La evangelización en el presente y en el futuro de América latina. El apartado tercero del capítulo III, nn. del 977 al 1011, está dedicado a la catequesis.

Pero ya en su capítulo segundo, el Documento de Puebla plantea la pregunta: ¿qué es evangelizar? Y señala los signos de una auténtica evangelización: una vida de profunda comunión eclesial; la fidelidad a los signos de la presencia y de la acción del Espíritu en los pueblos y en las culturas, que sean expresión de las legítimas aspiraciones de los hombres; la preocupación porque la palabra de verdad llegue al corazón de los hombres y se vuelva vida; el aporte positivo a la edificación de la comunidad; el amor preferencial y la solicitud por los pobres y necesitados; la santidad del evangelizador (Puebla 378-384).

Analizando el desarrollo de la catequesis desde Medellín, apunta algunos aspectos positivos que son signos de una mayor inculturación: el esfuerzo por integrar vida y fe, historia humana e historia de la salvación, situación humana y doctrina revelada (Ib 979); una educación sobre el sentido crítico constructivo de la persona y de la comunidad en una visión cristiana (Ib 982); el redescubrimiento de su dimensión comunitaria (Ib 983); una progresiva toma de conciencia de que la catequesis es un proceso dinámico, gradual y permanente de la educación en la fe (Ib 984).

En definitiva, a la catequesis le toca la tarea de «iluminar con la palabra de Dios las situaciones humanas y los acontecimientos de la vida, para hacer descubrir en ellos la presencia o ausencia de Dios» (Ib 997).

2. SANTO DOMINGO Y LA CATEQUESIS KERIGMÁTICA, INCULTURADA Y MISIONERA. Sobre la catequesis dice el Documento de Santo Domingo:

«La nueva evangelización debe acentuar una catequesis kerigmática y misionera. Se requieren, para la vitalidad de la comunidad eclesial, más catequistas y agentes pastorales dotados de un sólido conocimiento de la Biblia que los capacite para leerla, a la luz de la Tradición y del magisterio de la Iglesia, y para iluminar, desde la palabra de Dios, su propia realidad personal, comunitaria y social. Ellos serán instrumentos especialmente eficaces de la inculturación del evangelio. Nuestra catequesis ha de tener un itinerario continuado que abarque desde la infancia a la edad adulta, utilizando los medios más adecuados para cada edad y situación. Los catecismos son subsidios muy importantes para la catequesis; son a la vez camino y fruto de un proceso de inculturación de la fe» (Santo Domingo 49).

Esta inculturación del evangelio se refiere no sólo al mensaje, sino a toda la vida comunitaria de la Iglesia; por ello es necesario «realizar una pastoral urbanamente inculturada en relación a la catequesis, a la liturgia y a la organización de la Iglesia. La Iglesia deberá inculturar el evangelio en la ciudad y en el hombre urbano. Discernir sus valores y antivalores; captar su lenguaje y sus símbolos. El proceso de inculturación abarca el anuncio, la asimilación y la re-expresión de la fe» (Ib 256).


III. Las Semanas latinoamericanas de catequesis

1. QUITO: LA COMUNIDAD CATEQUIZADORA EN EL PRESENTE Y FUTURO DE AMÉRICA LATINA. Este es el título de las conclusiones de la I Semana, publicación conocida como Documento de Quito. El objetivo de este encuentro era realizar una lectura catequística del Documento de Puebla.

En el apartado cuarto, Acción catequística de la comunidad, aun sin usar el término, desarrolla algunos rasgos de una catequesis inculturada.

En este sentido, expone que la comunidad catequizadora debe asumir las culturas y la religiosidad popular hasta el punto de considerar que no puede haber una educación de la fe auténtica, profunda y seria, mientras que la catequesis no estudie, discierna y asuma las culturas de los pueblos latinoamericanos. Por ello, la comunidad catequizadora debe estar en una permanente escucha, admiración y contemplación de todo lo justo, lo noble y lo bueno que existe en las culturas indígenas y afroamericanas, así como en las subculturas campesinas, urbanas, obreras, juveniles y de la civilización tecnológica. En todos estos espacios hay una palabra de Dios con la que la catequesis debe sintonizar (cf Quito 4,2).

Asimismo la catequesis debe asumir el lenguaje del pueblo latinoamericano, su manera propia de expresarse, sencilla, directa, festiva, espontánea, centrada en la propia experiencia.

Para llevar a cabo esta tarea, es necesario que la comunidad catequizadora se preocupe por escoger y formar como catequistas a sus mejores miembros, pues ser catequista exige vivir la fe, participando en la vida de nuestros pueblos, en profunda comunión con la comunidad cristiana. Su formación debe enfatizar el servicio fiel a la palabra de Dios, capacitándolos para leer, en atenta escucha, la intervención de Dios dentro de la compleja historia del pueblo latinoamericano (cf Ib 5).

2. HACIA UNA CATEQUESIS INCULTURADA: LA SEMANA DE CARACAS. El objetivo de este encuentro se centró en reasumir todo el camino andado en los últimos treinta años, en el trabajo catequético en todo el continente, integrando la reflexión de la Conferencia de Santo Domingo sobre la nueva evangelización y la inculturación del evangelio y, de este modo, proponer las líneas que deben enmarcar la catequesis inculturada.

Es una realidad que, a lo largo de todos estos años, de forma progresiva aunque lenta, la catequesis en América latina ha sufrido una profunda renovación, hasta adquirir el papel de protagonista que hoy tiene en la evangelización del continente.

Los rasgos de esta renovación, que lo son, a su vez, de la inculturación, se recogen en las conclusiones, publicadas con el título de Hacia una catequesis inculturada, que se conoce también como Documento de Caracas.

a) Las imágenes de Jesús inculturadas en nuestro pueblo. El punto de partida es la constatación de cómo la catequesis centrada en la persona de Jesucristo, promovida en los últimos años, nos ha ayudado a descubrir las imágenes de Jesús inculturadas en nuestro pueblo y en sus manifestaciones culturales, lo que a su vez se convierte en un recurso precioso para nuestra catequesis inculturada: hablar no de un Jesús abstracto, sino del Jesús que cada pueblo reconoce como propio (Caracas 35-56).

Así, la catequesis tiene como objetivo llevar a un encuentro vital con la persona de Jesús (Ib 41) a través de un itinerario permanente que desembocará, de forma integrada, en la adhesión personal a Jesucristo y al compromiso de inculturar a Cristo en todos los ambientes de la vida cotidiana (Ib 42).

«A través de ese itinerario, se va realizando el proceso de inculturación del evangelio como Jesús lo realizó con sus oyentes: itinerario que parte del anuncio de la buena noticia del Reino, se promueve con el testimonio alegre, y termina con la transformación de la realidad, en el horizonte de la plenitud del Reino anunciado» (Ib 43).

Para ello la catequesis debe tener en cuenta las imágenes de Jesús inculturadas en nuestro pueblo. Entre todas ellas resalta la del Cristo sufriente. «El Cristo sufriente resalta como respuesta al sufrimiento del pueblo latinoamericano, lo que hace que la religiosidad popular tenga predilección por imágenes como el Nazareno, el Crucificado, el Cristo de los azotes...» (Ib 50). «Más recientemente, como resultado del desarrollo de las teologías de la liberación, ha aparecido una imagen de Cristo liberador, que manifiesta la solidaridad de Dios con el pobre» (Ib 54).

b) Principios de inculturación utilizados por Jesús. A partir de aquí, el documento presenta algunos principios de inculturación usados por Jesús como modélicos para nuestra actividad catequética: «El reto que tenemos por delante es grande: presentar a Jesús y su buena noticia a través de una catequesis inculturada, es decir, optando por el respeto y aceptación de la gente de nuestro pueblo y su cultura, como hizo el mismo Jesús, asumiendo su religiosidad para, desde ahí, hacer posible el encuentro personal de cada uno con Jesucristo» (Ib 57).

Y es que la inculturación es un proceso que depende no de principios o normas, sino de la acción y actitud de sus agentes. Por ello es necesario que los catequistas asuman una actitud auténticamente inculturadora. Deben presentarse, como dice el documento: «en silencio y con los pies descalzos. Actuar como hizo el Espíritu Santo en el misterio de la encarnación, sin imposición, sin irrupción violenta, respetando el proceso personal de la vida de María, respondiendo a sus interrogantes, esperando su respuesta» (Ib 58).

También nuestro lenguaje debe ser como el de Jesús, que hablaba «no con palabras rebuscadas ni en lenguaje sublime; lo hacía con el lenguaje popular y las palabras aprendidas de sus padres, y con gestos concretos de acogida, atención y servicio» (Ib 60).

Como Jesús, tenemos que aprender el uso y el significado de los utensilios y elementos comunes que el pueblo maneja, y hacerlos parte de la presentación del mensaje: «Jesús conocía para qué sirve la sal, la levadura y el aceite, el vino y la harina, la red y las barcas de pescadores, la lámpara que se enciende a la caída del sol; y son estos los signos y los recursos que él usó para dar a entender que las cosas tienen que cambiar si realmente queremos hacer las cosas como Dios manda» (Ib 63).

Entrar en comunión con los sentimientos del pueblo o del grupo que se catequiza es otro de los principios clave de la inculturación que Jesús nos ofrece: «Se alegró con la fiesta de las bodas de Caná, ofreció el mejor vino, gozó la fragancia del perfume que derramó en sus pies María, compartió la comida y el descanso con sus doce amigos, a los que enseñó a lavar los pies. Abrazó a los niños, tocó a los leprosos y se compadeció de todos. Lloró por la muerte de su amigo Lázaro, se entristeció por el joven que fue vencido por su egoísmo y no fue capaz de dejar sus riquezas para seguirlo» (Ib 64).

Y es que, para poder inculturar el evangelio, es necesario estar encarnado en el grupo o en el pueblo que se evangeliza. Y no podremos encarnarnos en el grupo o en el pueblo si no somos capaces de encarnarnos en Jesús, como él se encarnó en nosotros. En este sentido se expresa el Documento de Caracas cuando propone: «Los catequistas debemos aprender de Jesús, que tan bien nos habló de las cosas de su Padre con su vida y con su palabra, a transformarnos en él, para poder llevarlo al corazón y a la cultura de nuestro pueblo» (Ib 68).

c) Lecciones de nuestra historia para la inculturación. Pasa el documento al análisis de algunos datos de la memoria histórica de la inculturación de la catequesis, con el fin de aprender lecciones de la historia, lo que ya es, en sí, uno de los principales criterios de la inculturación.

Para ello propone «formar a los catequistas en mentalidad de proceso: nada empieza ahora, ni conmigo... Nuestra Iglesia latinoamericana tiene un largo recorrido; y la fe llega hasta nosotros a través de una cadena de testigos. Asimismo exige del catequista estar ubicado históricamente en su pueblo y su cultura» (Ib 80).

Es importante recordar cómo «los grandes evangelizadores defendieron los derechos y la dignidad de los aborígenes y censuraron los atropellos cometidos contra los indios en la época de la conquista» (Ib 73).

Ellos deben ser, para nosotros, ejemplo a seguir: «En cuanto a la inculturación del evangelio destacamos el esfuerzo hecho por los misioneros, que apreciaron las culturas indígenas y estudiaron sus lenguas frente a la mentalidad común de la época. Formaron misioneros indígenas que propagaron el evangelio en sus propios pueblos» (Ib 74).

d) Fundamentos teológicos de la inculturación de la catequesis. La tercera parte del Documento de Caracas está dedicada a exponer los fundamentos teológicos de la catequesis inculturada.

El punto de partida es el misterio de la encarnación, «paradigma de la inculturación del evangelio» (Ib 88). En base a la manifestación definitiva de Dios en la historia del hombre, se van definiendo los fundamentos teológicos de la inculturación de la catequesis: «A lo largo de toda su existencia, Jesucristo va asumiendo la carne humana en las circunstancias concretas de la vida. A través de todas ellas nos va evangelizando» (Ib).

La primera consecuencia es que, en cuanto al ámbito de la catequesis, esta inculturación o encarnación «crea y fortalece permanentemente la Iglesia particular, con rostro propio y en comunión con toda la Iglesia» (Ib 94). La gran preocupación de toda Iglesia particular es que el evangelio sea realmente anunciado, vivido y celebrado en ese ámbito socio-cultural en que ella peregrina (cf EN 62).

Por otra parte, la base para extraer los criterios teológicos para la catequesis inculturada, nos la ofrece el número 53 de Catechesi tradendae, que dice: «De la catequesis podemos decir que está llamada a llevar la fuerza del evangelio al corazón de la cultura y de las culturas».

En cuanto al método, el Documento de Caracas señala cuatro criterios fundamentales: 1) la búsqueda e identificación con Cristo, Dios encarnado en el hombre; 2) el carácter situacional de la catequesis, que incluye el ver, juzgar, actuar, revisar y celebrar; 3) salir al encuentro del catequizando, partir de su realidad y de sus preocupaciones, usar su mismo lenguaje; 4) catequesis como proceso permanente, sistemático y gradual, que ofrece al hombre latinoamericano, en cada momento de su vida, los medios para adecuar su fe a las nuevas situaciones existenciales.

Finalmente, en cuanto al contenido, debe incluir, dentro de la síntesis de fe propuesta por la Catechesi tradendae y encarnada en ella: la promoción humana, la espiritualidad del acompañamiento, las riquezas religiosas y espirituales de las diversas culturas del continente y las legítimas aspiraciones de los hombres y pueblos de América latina, en cuanto a la construcción de una sociedad igualitaria, fraterna, justa y libre, de acuerdo con el proyecto del reino de Dios (cf Caracas 108-116).

e) Propuestas concretas para la incultu ración de la catequesis en América latina. La última parte del Documento presenta una serie de propuestas para la inculturación de la catequesis en cada uno de los elementos que intervienen en el proceso: los instrumentos (catecismos, manuales, subsidios...), los catequistas y su formación, los contenidos, métodos, procesos, etapas y evaluación.

Así, en cuanto a los catecismos e instrumentos para la catequesis, propone «estudiar en las Iglesias particulares pluriétnicas la conveniencia de formular un catecismo básico para cada etnia o para cada cultura interétnica, con los contenidos fundamentales para incorporar a sus bautizados en la plena vida eclesial, tomando en cuenta los temas clave de su cultura» (Ib 119).

Por otra parte, la Biblia debe pasar a ser «el libro por excelencia de la educación de la fe» (Ib 123), ya que la catequesis es, ante todo y sobre todo, parte del ministerio de la Palabra.

También los medios de comunicación social deben ser utilizados adecuadamente en la catequesis, ya que ellos son vehículos de inculturación (cf Ib 134).

Pero el principal medio para hacer posible la catequesis inculturada será prestar una atención especialísima a la formación de los catequistas (cf Ib 136). Con este fin, se propone, como primer paso, «educar a los catequistas en la renuncia de sí mismos y en el afán de servicio, a ejemplo de nuestros mártires, para conocer críticamente, amar, vivir y transformar por el evangelio la realidad del pueblo o grupo sociocultural en que han de actuar» (Ib 137). La austeridad de vida, la sencillez del lenguaje y la profundidad cuestionadora en el testimonio de vida, todo ello entroncado en las bienaventuranzas evangélicas, debe ser tarjeta de presentación del catequista (cf Ib 138). Pero, sobre todo, el catequista debe «dejarse cuestionar por Jesucristo, quien actúa desde dentro del pueblo, parte de las realidades de vida sentidas por la gente y está atento a los pequeños acontecimientos» (Ib 141).

Referente a los contenidos de la catequesis, el Documento de Caracas apunta como necesario «acentuar la opción de Jesucristo por los pobres y sencillos, por los enfermos, los pecadores, los postergados, como la mujer y los niños, y los marginados como los leprosos, los extranjeros y publicanos, que nos llama a una forma cristiana de presencia en el mundo» (Ib 148).

Es asimismo necesario «subrayar la imagen de Jesús evangelizador y profeta que anuncia el reinado de Dios y denuncia la iniquidad a partir de la renuncia de sí, en lo cual la Iglesia ha de serle fiel» (Ib 150).

Por otra parte, para equilibrar la imagen sufriente y muriente de Cristo, tan arraigada en nuestros pueblos, es necesario «reexpresar en forma adecuada la imagen de Jesucristo resucitado, cercano, viviente, comprometedor al enviarnos a cooperar en la salvación del mundo» (Ib 151).

También debe incluirse como contenido de la catequesis inculturada el «discernir desde la fe las situaciones humanas, para detectar la presencia o ausencia de Dios en ellas y así asimilarlas en la catequesis» (Ib 155), con el fin de «presentar el paso de situaciones menos humanas a más humanas, como manifestaciones de la acción de Dios con nuestra participación en la historia» (Ib 158).

A la hora de presentar a los testigos de la fe, la catequesis debe hacerlo desde los modelos autóctonos. Por ello se propone: «incorporar el testimonio de los mártires, apóstoles, santos y beatos de América latina y el Caribe en nuestra catequesis, para tender a una espiritualidad encamada en nuestra historia y realidad» (Ib 160).

En cuanto a la metodología, la catequesis debe asumir la pedagogía de Jesús. «Jesús parte de las realidades sentidas por la gente, utiliza el lenguaje de los pequeños y va a lo esencial, siendo modelo de pedagogía para la catequesis inculturada» (Ib 91; cf Ib 163).

Para ello, debemos «apoyar los procedimientos dialogales que reconocen todo lo verdadero y bueno que hay en el otro y desechar los impositivos, al compartir la riqueza del evangelio y de las culturas con que entramos en contacto» (Ib 173).

Asimismo es de vital importancia «respetar el ritmo de asimilación de la fe en las personas y comunidades, para permitir el cambio de sus hábitos mentales y prácticos hasta vivir una cultura cristiana» (Ib 174).

Ante la realidad de la fuerza que tienen en América latina y el Caribe las sectas religiosas y cultos ancestrales, así como la presencia de la New Age, lo que ha originado situaciones de sincretismo entre la religión católica y esas otras creencias, el documento propone, como tarea de la catequesis inculturada, «acompañar procesos que ayuden a rescatar todo lo compatible con el evangelio y a redimir o superar lo que esté marcado por el pecado y la ignorancia» (Ib 177).

Debe ser criterio fundamental de la catequesis inculturada asumir, tanto en sus objetivos como en sus contenidos y metodología, la promoción humana, como lo propuso la Conferencia de Santo Domingo.

Para ello se plantea, entre otras cosas, «promover, mediante la catequesis, de acuerdo a la doctrina social de la Iglesia, la dignidad de la persona humana, su igualdad, solidaridad y subsidiaridad, su obligación y derecho a la educación y al trabajo, su responsabilidad ante Dios, ante sí misma y ante la sociedad, la función y rectas formas de propiedad de los bienes de la tierra...» (Ib 186). Asimismo, sin dejar de lado a otros grupos y situaciones, es conveniente «priorizar la catequesis de jóvenes y adultos orientándolos a participar en las decisiones transformadoras de la familia, de la sociedad y de la cultura según el evangelio» (Ib 187). Y en este mismo sentido, «privilegiar en la catequesis a la familia y a las pequeñas comunidades, en las cuales la interacción personalizante favorece la encarnación de la fe en la vida cotidiana» (DC 202).

Es lo que se puede recoger aquí; pero el Documento de Caracas toca otros muchos aspectos, también interesantes, para el avance de la catequesis. Por eso se recomienda su lectura.

BIBL.: CANSI B., Inculturagdo, endoculturacáo da Igreja e catequese, Medellín 79 (1994) 397-412; CASTRO QUIROGA L. A., América latina: inculturazione e catechesi, Catechesi missionaria 1 (1992) 31-37; DE ACOSTA J., De procuranda indorum salute. Educación y evangelización, CSIC, Madrid 1987; DECATCELAM, Hacia una catequesis inculturada. Memorias de la II Semana latinoamericana de catequesis, Caracas-Venezuela, septiembre 1994, CELAM, Bogotá 1995; Líneas comunes de catequesis para América latina, CELAM, Bogotá 1986; La comunidad catequizadora en el presente y futuro de América latina, CELAM, Bogotá 1983; Hacia una catequesis inculturada, CELAM, Bogotá 1995; Fos5ION A., Catequesis y cultura: el proceso de inculturación, Medellín 72 (1992) 819-824; GARCÍA AHUMADA E., Inculturación de la catequesis, Didascalia 1 (1994) 4-12; IRARRÁZAVAL D., Inculturación latinoamericana de la catequesis, Teología y vida 4 (1989) 270-298; MERLOS F., La catequesis latinoamericana de cara a las culturas amerindias, a la religiosidad popular y a la teología de la liberación, Medellín 72 (1992) 787-794; Lectura catequética del Documento de Santo Domingo, Medellín 76 (1993) 557-578; VIOLA R., Inculturación y métodos catequísticos, Medellín 61 (1990) 97-104.

Juan Manuel Benítez Hernández