CATEQUESIS DE CARÁCTER MISIONERO
(Catequesis kerigmática)
NDC
 

SUMARIO: I. Catequesis de carácter misionero: memoria: 1. Catequesis y misión al encuentro; 2. Catequesis y misión en el magisterio de la Iglesia universal; 3. La catequesis de carácter misionero en la catequética española; 4. El acento misionero en la catequesis latinoamericana; 5. Catequesis de carácter misionero y «nueva evangelización». II. Catequesis de carácter misionero: prospectiva: 1. Ajustes de vocabulario; 2. Acentos da una catequesis de carácter misionero; 3. Destinatarios de la catequesis de carácter misionero; 4. El catequista para una catequesis de carácter misionero; 5. Proyectos catequéticos de carácter misionero.


El Directorio general para la catequesis (1997) ve el momento presente como un tiempo de misión (DGC 241) y destaca «el carácter misionero de la catequesis actual y su tendencia a asegurar la adhesión en la fe por parte de los catecúmenos y los catequizandos en medio de un mundo donde el sentido religioso se oscurece» (DGC 29). Recoge así el sentir del movimiento catequético de los últimos tiempos que, a través de formulaciones diversas, ha tratado de describir y dar respuesta a esta honda inquietud. Haremos memoria de todo ese proceso. Pero el Directorio no se limita a constatar un hecho. Darle a la catequesis «un acentuado carácter misionero» (DGC 33) es, sobre todo, un reto para el futuro. De ahora en adelante, la catequesis, «junto a su función de iniciación, debe asumir frecuentemente tareas misioneras» (DGC 52), especialmente en la evangelización de los jóvenes y de los adultos (cf DGC 185 y 276).


I. Catequesis de carácter misionero: memoria

1. CATEQUESIS Y MISIÓN AL ENCUENTRO. La relación entre catequesis y misión ha recorrido ya un largo camino en las Iglesias de antigua tradición cristiana. Se observa, al principio, un doble movimiento: de la catequesis a la misión y de la misión a la catequesis. La constatación de que también los países cristianos están llegando a ser países de misión y que, por tanto, requieren una acción específicamente misionera, marca el inicio de la relación entre catequesis y misión. Contribuyeron a ello las iniciativas de la Acción católica, especialmente la JOC desde 1924, y el movimiento de los sacerdotes obreros, seguidas de la reflexión de Henry Godin, Fernand Boulard y otros.

A partir de la década de 1950, grandes pastoralistas, sobre todo franceses (A. Rétif, P. A. Liégé, A. M. Henry...), tienen la aguda conciencia de encontrarse ante nuevas situaciones que exigen respuestas de estilo misionero. Se piensa que una de ellas puede ser una catequesis renovada. Así, Liégé sugiere un tipo de catequesis que no se separe jamás de la evangelización primera y J. Dimnet afirma que hay que hacer un esfuerzo misionero en el mismo corazón de la catequesis1. Esta impregnación misionera de la catequesis se concretará en Francia (París y Lyon) con la instauración del catecumenado para los adultos no suficientemente evangelizados.

La renovación catequética europea, que se inició con la llamada catequesis kerigmática, suscita el acercamiento del mundo de las misiones a la catequesis. Las revistas misioneras se abren a las cuestiones catequéticas, se organizan centros de formación catequética en los países de misión, se dedican semanas de misionología a la catequesis...

Mención especial merecen algunos catequetas misioneros, como J. Hofinger, organizador del Congreso internacional de Eichstátt (1960), en el que se valoran las posibilidades misioneras de la renovación kerigmática, pero se reconoce que, a pesar de sus ventajas sobre los catecismos neoescolásticos, no responde a las necesidades de los territorios de misión; o como A. Nebreda, promotor del Congreso internacional de Bangkok (1962), donde se intentan bosquejar las etapas que un adulto tendría que recorrer para acceder a la fe y al bautismo: se habla de preevangelización, evangelización y catequesis.

El concepto de misión comienza a modificarse y no queda ya restringido a ciertos ámbitos geográficos: «No son los territorios, sino los hombres y los espacios humanos dentro de la Iglesia los que definen las situaciones misioneras en las que se ejerce la única misión de la Iglesia»2. Se habla ya de pastoral misionera, en un sentido amplio.

2. CATEQUESIS Y MISIÓN EN EL MAGISTERIO DE LA IGLESIA UNIVERSAL. A partir del Vaticano II, se renueva la eclesiología, y en ella se integra plenamente la misionología. Las misiones se conciben desde la misión de la Iglesia, como quehacer de todo el pueblo de Dios. En el decreto Ad gentes se afirma con vigor que «la Iglesia, por su propia naturaleza, es misionera» (AG 2). Y es precisamente en este documento, el más catequético de todo el Concilio, donde se inicia, a nivel oficial, lo que podríamos llamar la legitimación del uso del calificativo misionero, aplicado a tareas pastorales en las Iglesias tradicionalmente cristianas: hay situaciones que requieren de nuevo la acción misionera (cf AG 6).

En el Directorio general de pastoral catequética (1971) se reconoce que la catequesis «con frecuencia se dirige a hombres que, aunque pertenezcan a la Iglesia, nunca dieron, de hecho, una verdadera adhesión personal al mensaje de la revelación. Esto significa que la evangelización puede preceder o acompañar, según las circunstancias, al acto de catequesis propiamente dicho» (DCG 18).

Gran importancia tuvo para este tema la publicación en 1972 del Ritual para la iniciación cristiana de adultos (RICA) por parte de la Congregación para el culto divino. En los Praenotanda del capítulo IV, se dan pistas para la catequización de aquellos adultos que, aunque bautizados de niños, no han tenido una conveniente iniciación cristiana. Una catequesis especial, puesto que la conversión se funda en el bautismo ya recibido (RICA 295). El sínodo de obispos de 1974 se dedica a la evangelización. Pablo VI recoge admirablemente la reflexión sinodal en la exhortación apostólica Evangelii nuntiandi, en la que la evangelización se entiende como la totalidad de la misión de la Iglesia. En este documento se nos invita a prestar atención a «toda una gran muchedumbre, hoy día muy numerosa, de bautizados, que en gran medida no han renegado de su bautismo, pero están totalmente al margen del mismo y no lo viven» (EN 56).

La respuesta catequética a este problema fue recogida en el sínodo de obispos de 1977, donde se declara misionera toda catequesis (cf MPD 17). Juan Pablo II, en la exhortación Catechesi tradendae, fruto de este sínodo, tras analizar aquellas situaciones de nuestra catequesis que detectan «el hecho de que a veces la primera evangelización no ha tenido lugar», indica cómo «la catequesis debe -a menudo preocuparse no sólo de alimentar y enseñar la fe, sino de suscitarla continuamente con la ayuda de la gracia, de abrir el corazón, de preparar una adhesión global a Jesucristo en aquellos que están aún en el umbral de la fe» (CT 19).

3. LA CATEQUESIS DE CARÁCTER MISIONERO EN LA CATEQUÉTICA ESPAÑOLA. Los obispos españoles recogen todo este sentir del magisterio de la Iglesia universal. En el documento La catequesis de la comunidad, se plantea la necesidad de una catequesis de talante misionero, o catequesis acentuadamente misionera, para aquellos cristianos que, aunque vinculados a la Iglesia, están necesitados de una conversión inicial. Sería distinta de una catequesis en sentido propio, ya que esta supone la conversión, pero también distinta del primer anuncio, dirigido a quienes se sienten desvinculados de la Iglesia o han perdido la fe (cf CC 173). Se reconoce que la función misionera no es propia de la catequesis, pero al mismo tiempo se constata que «la situación concreta de muchos cristianos está pidiendo una fuerte carga de primera evangelización en la actividad catequética propiamente dicha» (CC 49).

En el documento Catequesis de adultos se recoge esta inquietud misionera en la llamada precatequesis. La expresión se inspira en el precatecumenado que la Iglesia establece para los no creyentes. Se describe como un momento de búsqueda para aquellos bautizados que, alejados de la fe, se interesan por el evangelio; o para quienes, desde una religiosidad quizá superficial, necesitan purificar y madurar sus planteamientos religiosos. Precatequesis y primer anuncio se conciben como dos momentos distintos de la propuesta del evangelio (cf CAd 204-213).

Entre un documento episcopal y otro, se da en la Iglesia española una amplia reflexión sobre el tema a lo largo de la década de 1980. La dimensión misionera de la catequesis estuvo especialmente presente en el Congreso de evangelización (1985) y en el de Parroquia evangelizadora (1988). Planes de acción de la comisión episcopal de enseñanza y catequesis, como los del trienio 1984-87, 1987-90 y 1990-93, han incorporado esta preocupación a sus objetivos y líneas de acción. A ello se han dedicado jornadas nacionales de directores diocesanos de catequesis: La catequesis en una situación misionera (1988), La catequesis de talante misionero con cristianos bautizados pero alejados de la fe y vida cristiana (1989), Una formación de catequistas que eduque el sentido misionero (1990). En 1999 se publicó el documento La iniciación cristiana. Reflexiones y orientaciones (IC), aprobado en asamblea plenaria el 27 de noviembre de 1998, con el que la Conferencia episcopal ha querido adaptar el RICA a la realidad española. Lo misionero en catequesis ha sido, también, objeto especial de estudio por parte de teólogos y catequetas3.

4. EL ACENTO MISIONERO EN LA CATEQUESIS LATINOAMERICANA. Muy en línea con los congresos catequético-misioneros de Eichstátt y Bangkok, se celebró en 1968 la Semana internacional de catequesis de Medellín (Colombia), momento decisivo para la renovación catequética, especialmente en su vertiente antropológica. Pero importante también para el acento misionero de la misma, como puso de relieve A. Nebreda: el problema de la catequesis es un problema de conversión (no podemos darla por supuesta) y es, también, un problema de precatequesis4. La II Conferencia general del episcopado latino-americano, celebrada igualmente en Medellín, días después, afirma que la catequesis «debe ser eminentemente evangelizadora, sin presuponer una realidad de fe antes de oportunas constataciones» (Medellín 8-9).

En 1979 se reúne en Puebla (México) la III Conferencia de obispos de América latina. El discurso de Puebla es más integrador que el de Medellín: en el centro no está ya el hombre-en-situación, sino la Fe del hombre-en-situación. Puebla no fue una asamblea para la catequesis, sino para la evangelización. Pero es en ese contexto donde se propugna una catequesis de nueva evangelización para las nuevas situaciones (Puebla 252); un proceso de reinformación catequética (Puebla 329) para aquellos bautizados que viven un catolicismo popular debilitado (Puebla 333); una catequesis, en fin, profética (Puebla 803).

El acento misionero está muy presente en la catequesis de América latina: aparece en distintos documentos, como las Líneas comunes de orientación para la catequesis en América latina (1985), y es lenguaje bastante común entre los catequetas del continente5.

Juan Pablo II hace, precisamente en América latina, su llamada a la nueva evangelización: «nueva en su ardor, en sus métodos, en su expresión» (Haití 1983). En 1992, la IV Conferencia episcopal latinoamericana, reunida en Santo Domingo, traza su plan pastoral de futuro sobre estos tres objetivos: nueva evangelización, promoción humana y cultura cristiana: la nueva evangelización ha de ser el elemento englobante para entender en su verdadera dimensión la promoción humana, e impregnar con la luz del evangelio las culturas de los pueblos latinoamericanos. El plan tiene en cuenta una catequesis de acento misionero: «Kerigma y catequesis. Desde la situación generalizada de muchos bautizados de América latina, que no dieron su adhesión personal a Jesucristo por la conversión primera, se impone, en el ministerio profético de la Iglesia, de modo prioritario y fundamental, la proclamación vigorosa del anuncio de Jesús muerto y resucitado, raíz de toda evangelización, fundamento de toda promoción humana y principio de toda auténtica cultura cristiana» (Santo Domingo 33).

5. CATEQUESIS DE CARÁCTER MISIONERO Y «NUEVA EVANGELIZACIÓN». De hablar de pastoral misionera se ha pasado a hablar de nueva evangelización. En este proceso no hay discontinuidad, sino universalización en cuanto a pueblos y ambientes. La nueva evangelización es un plan orgánico de toda la Iglesia y significa dar un paso adelante en la evangelización, entrar en una nueva etapa de dinamismo misionero (ChL 35). La Redemptoris missio le marca espacio en la totalidad de la misión de la Iglesia: Situada entre la misión ad gentes para los no cristianos y la atención pastoral a los cristianos (en la que se integran la catequesis de iniciación y la educación permanente de la fe), la nueva evangelización se dirige a aquellos bautizados que viven alejados de la fe. Esta distinción no anula la interdependencia: la misión ad gentes sirve de modelo a la nueva evangelización y esta, a su vez, ha de impregnar con su ardor la atención pastoral a los cristianos (cf RMi 33-34).

La nueva evangelización aparece hoy como un proyecto pastoral tan necesario como ambiguo. No faltan voces críticas que advierten la posibilidad de que sea entendida en sentido restauracionista por algunos sectores eclesiales6. En este caso, una catequesis de carácter misionero no tendría cabida.

Pero no es así como debe entenderse: «Esta pastoral evangelizadora responde a una nueva situación: crisis de fe, abandono de la Iglesia, indiferencia religiosa. Requiere actitudes nuevas: recuperar la conciencia misionera. Tiene objetivos nuevos: anuncio primero del evangelio, llamada a la conversión a Jesucristo, despertar de la fe. Se dirige a nuevas personas: las que han abandonado la comunidad cristiana. Obliga a revisar los contenidos de nuestra pastoral: todas las actividades han de adquirir un tono evangelizador y centrarse en lo fundamental del anuncio de fe. Obliga a revisar la vida y los comportamientos de las comunidades cristianas: revitalización de la comunidad, del testimonio y del compromiso transformador. Obliga a incorporar nuevos métodos: encuentro con personas alejadas y propuesta cordial de la fe. Parte de una experiencia eclesial nueva: una Iglesia que trata de recuperar el espíritu de sus orígenes y lo que es esencial a su ser, el anuncio de Jesucristo»7. La nueva evangelización, vista así, puede ser el horizonte pastoral desde el que plantear hoy una catequesis de talante misionero.


II. Catequesis de carácter misionero: prospectiva

La historia recorrida nos ofrece los materiales suficientes como para reconducir el tema de la catequesis de carácter misionero hacia sus posibilidades operativas de cara al futuro.

1. AJUSTES DE VOCABULARIO. Aunque la cuestión conceptual no ha de ser lo más importante, sí que conviene una mínima precisión, para que conserven su genuinidad las distintas acciones eclesiales. Nunca ha dejado de preocupar cierta ambigüedad de vocabulario en el tema de los posibles acentos misioneros de la catequesis: unas veces por su indefinición y, otras, por miedo a invadir territorios que no le son propios8. La ambigüedad continúa. Y es que no es fácil definir los confines entre las distintas tareas de evangelización (cf RMi 34), ni reducir la misión a una única y unívoca línea de acción y a un determinado modelo histórico, como nos hace ver el sugestivo estudio de S. Dianich (1988).

Recientes documentos del Magisterio, especialmente la Redemptoris missio (1990) y el Directorio general para la catequesis (1997), nos ofrecen una visión más estructurada de la evangelización, que permite precisar mejor la terminología misionera.

La evangelización constituye la misión esencial de la Iglesia (cf EN 14). Esta misión «es única e idéntica en todas partes y bajo cualquier condición, aunque no se ejerza del mismo modo según las circunstancias» (AG 6). De ahí que, en la misma evangelización, se den modalidades y grados diferentes:

a) Las modalidades de la evangelización «no nacen de razones intrínsecas a la misión misma, sino de las diversas circunstancias en las que esta se desarrolla» (RMi 33). Estas circunstancias son las «diferentes situaciones socio-religiosas» (DGC 58) con las que ha de enfrentarse: Primera situación: pueblos, grupos humanos y contextos socioculturales donde se desconoce a Cristo y su evangelio (cf RMi 33); la evangelización se realiza aquí según la modalidad de la misión ad gentes. Segunda situación: comunidades cristianas sólidamente asentadas, fervientes en la fe y en la vida, testigos del evangelio en su ambiente y comprometidas en la misión universal (cf RMi 33); la evangelización se realiza aquí a través de la acción pastoral de la Iglesia. Tercera situación: se trata de una situación intermedia, en la que «grupos enteros de bautizados han perdido el sentido vivo de su fe, o incluso no se consideran ya como miembros de la Iglesia, llevando una existencia alejada de Cristo y de su evangelio» (RMi 33); esta situación requiere una nueva evangelización (cf DGC 25-26).

b) El proceso evangelizador se estructura por etapas o momentos esenciales, de modo gradual (DGC 47): «la acción misionera para los no creyentes y para los que viven en la indiferencia religiosa; la acción catequético-iniciatoria para los que optan por el evangelio y para los que necesitan completar o reestructurar su iniciación, y la acción pastoral para los fieles cristianos ya maduros, en el seno de la comunidad cristiana» (DGC 49). Esta gradualidad se realiza de forma distinta en cada una de las situaciones anteriormente descritas:

En la situación que postula la misión ad gentes, la acción misionera (en sentido estricto) se realiza por medio de una evangelización primera, dirigida a los no cristianos, invitándolos a la conversión, y la acción catequética tiene lugar, ordinariamente, dentro del catecumenado bautismal (cf DGC 58). Ambas acciones son modelo esencial e inspirador de las otras formas de evangelización y catequesis, y en ningún momento deberán ser suplantadas por estas (cf DGC 59).

En la situación que postula la acción pastoral de la Iglesia, tienen lugar procesos de iniciación cristiana para niños, adolescentes y jóvenes, así como diversas modalidades de formación cristiana para los adultos (cf DGC 58).

En la situación que postula una nueva evangelización, «el primer anuncio y una catequesis fundante constituyen la opción prioritaria» (DGC 58).

Esta estructuración nos permite precisar mejor el uso del calificativo misionero aplicado al campo de la catequesis:

En primer lugar, parece lo más adecuado reservar la expresión catequesis misionera para aquella que se realiza en la misión ad gentes, por ser el paradigma de todas las demás (cf DGC 90).

El Directorio general para la catequesis utiliza la expresión dinamismo misionero de la catequesis (cf DGC 59, 86) para indicar el influjo que la misión ad gentes debe ejercer en toda catequesis: urgiendo «una catequesis evangelizadora, es decir, una catequesis llena de savia evangélica y con un lenguaje adaptado a los tiempos y a las personas» (DGC 194); promoviendo la animación misionera en las Iglesias de antigua cristiandad (cf RM 66); suscitando la vocación más específicamente misionera (ChL 35) de llevar el evangelio a cuantos no conocen todavía a Cristo; educando el sentido misionero en orden a la evangelización y a la edificación de la Iglesia (cf DGC 86).

Por último, de acuerdo con el Directorio, sugerimos la expresión catequesis de carácter misionero para referirnos a las distintas modalidades catequéticas propias de aquella situación en la que se requiere una nueva evangelización. Dentro de esta situación destaca especialmente la acción de primer anuncio a bautizados faltos de una verdadera conversión, pero con un cierto interés o inquietud hacia el evangelio. El nuevo Directorio general para la catequesis prefiere llamar a esta acción catequesis kerigmática (DGC 62), aunque reconoce que puede ser también designada como precatequesis (cf DGC 62, 117).

La expresión catequesis kerigmática no se refiere aquí al período o etapa particular del movimiento catequético que, hacia la mitad del siglo XX y principalmente en los países germánicos, propugnó una revisión de los contenidos, superando la enseñanza árida y abstracta por una presentación más vital e histórica del mensaje cristiano9. Quiere, más bien, poner de relieve tanto el acento de primer anuncio (kerigma) que ha de tener esta catequesis como la vuelta a las fuentes de la predicación apostólica para recuperar su fuerza misionera, su capacidad de adaptación a culturas diversas y su concentración en lo esencial.

La catequesis kerigmática, como «propuesta de la buena nueva en orden a una opción sólida de fe» (DGC 62), se define por su contenido. Comprende una explanación del evangelio (RICA 11) a quienes, ya tocados por el anuncio inicial, muestran interés por conocerlo mejor con vistas a su opción creyente. Se trata de una catequesis que, por ir dirigida a personas que no viven el evangelio, debe presentar con toda su fuerza el anuncio de Jesucristo y la invitación a la conversión: anuncio de lo nuclear cristiano y, al mismo tiempo, respuesta a las dudas, problemas y cuestiones que plantea una reorientación global de la vida.

Con algunas variantes, e inspirados en el kerigma primitivo, se han propuesto síntesis diversas de aquellos contenidos que no deberían faltar en esta catequesis. He aquí un ejemplo:

«La invitación a reconocer la existencia de un Dios creador y padre, salvador y providente; el anuncio de la salvación que Dios ofrece al hombre por medio de su Hijo Jesucristo; la posibilidad de dar plenitud al hombre desde la fe en Jesucristo; la invitación a la conversión, a la adhesión a Dios y a la confesión de fe: la atención a los interrogantes, búsquedas, dificultades y esperanzas que vive el hombre de hoy»10.

A la catequesis kerigmática deberá seguir una catequesis de iniciación o reiniciación en «un proyecto evangelizador misionero y catecumenal unitario» (DGC 277).

Todo lo que a continuación se sugiere sobre los acentos, los destinatarios, el catequista y los proyectos de una catequesis de talante misionero, tiene su aplicación más inmediata y directa en la llamada catequesis kerigmática.

2. ACENTOS DE UNA CATEQUESIS DE CARÁCTER MISIONERO. Entre otras características, se destacan algunas de las que califican especialmente esta modalidad de catequesis: Una catequesis de conversión: que necesita un tiempo de búsqueda en el que, por la moción del Espíritu y el anuncio del kerigma, se prepare una conversión aún inicial, pero portadora ya de una adhesión a Cristo y una voluntad de seguirle (cf DGC 56). Una catequesis fundante: que se centra en lo nuclear cristiano, y responde a las dudas, problemas y cuestiones que plantea una orientación global de la vida. Una catequesis inculturada: que ofrece el mensaje reflexionado y expresado con las propias categorías vivenciales y culturales de sus destinatarios (cf EN 63). Una catequesis apologética: que deshace malentendidos, quita prejuicios, corrige deformaciones y, sobre todo, presenta la oferta cristiana como significativa y razonable (cf DGC 110). Una catequesis comprometida: que anuncia el amor de Dios desde el compromiso por el hombre; el anuncio de Dios más creíble hoy será «el luchar contra los males evitables que tienen su origen en la injusticia de los hombres, y la compasión, el servicio y la solidaridad con los que sufren males inevitables»11.

3. DESTINATARIOS DE LA CATEQUESIS DE CARÁCTER MISIONERO. Se trata de una catequesis que ha de gravitar sobre el mundo de los adultos y de los jóvenes. Teniendo en cuenta, sobre todo, situaciones como estas: Jóvenes que llegan a la preparación para la confirmación sin que esta sea la culminación de un adecuado proceso de iniciación cristiana, que debió comenzar en la catequesis infantil (cf DGC 185); aquellos que, viviendo en una situación de indiferencia religiosa, participan en algún encuentro presacramental: preparación al matrimonio, bautismo o primera comunión de los hijos (cf DGC 258); adultos que, tras algún encuentro ocasional, estarían dispuestos a iniciar una catequesis posbautismal a modo de catecumenado (ChL 61), pero les falta una adhesión personal a la fe (cf DGC 172 y 258).

4. EL CATEQUISTA PARA UNA CATEQUESIS DE CARÁCTER MISIONERO. El catequista ideal para este tipo de catequesis deberá ser, como en los países de misión, un apóstol laico de frontera. He aquí algunas actitudes específicas: 1) Ardor misionero: nacido de la compasión evangélica del buen Pastor que, dejando las noventa y nueve, sale a buscar la oveja perdida (cf Lc 15,4). ¡Tal vez hoy con las proporciones invertidas!; 2) Madurez de fe y testimonio: si no hay otra forma de evangelizar más que transmitiendo a otros «la propia experiencia de fe» (EN 46); si el hombre de hoy «escucha más a gusto a los que dan testimonio que a los que enseñan» (EN 41), el catequista deberá introducir la narración de la propia fe y el testimonio de la propia vida en el interior de su acción misionera; 3) Presencia e integración: el catequista deberá hacerse presente en su mundo concreto e integrarse en su cultura; tener sentido de Iglesia y tomar parte en la vida de su comunidad; saberse situar en el momento actual de la catequesis; 4) Capacidad comunicadora: desde la convicción de que «el lugar misionero por excelencia es aquel en el que se practica una buena comunicación humana lo más próxima posible al encuentro»12; 5) Acompañamiento espiritual: para poder hacer una lectura sapiencial de la existencia, y no sólo explicar una doctrina; para ir dando respuesta a las cuestiones vitales y de actualidad; para ayudar a discernir los signos de los tiempos e interpretar críticamente los acontecimientos.

5. PROYECTOS CATEQUÉTICOS DE CARÁCTER MISIONERO. En el campo de la catequesis de carácter misionero nos encontramos con más reflexiones teóricas que realizaciones prácticas. Esto es debido, principalmente, a que en las Iglesias de antigua cristiandad no se ha tomado conciencia clara de que la pastoral de mantenimiento ya no es suficiente hoy para hacer presente el evangelio en una sociedad indiferente y descreída. La llamada a «pasar de una pastoral de conservación a una pastoral de misión» aún no se ha hecho realidad en la mayoría de nuestras Iglesias. Sin una opción general, clara y decidida, por una pastoral misionera, es muy difícil poner en marcha acciones catequéticas de carácter misionero.

Ha llegado el tiempo de pasar a la acción. Diseñar y experimentar nuevos procesos de catequesis de carácter misionero, para diferentes edades y situaciones, al servicio de la nueva evangelización. Contamos ya con pistas suficientes para ponernos manos a la obra: 1) Las sugerencias del Ritual de la iniciación cristiana de adultos, a partir del c. IV, en conexión con el desarrollo de un proceso catecumenal normal (RICA 295-305; cf IC 112-133). Se ofrecen unas posibilidades que aún no han sido bien aprovechadas13; 2) Los documentos producidos por amplias reflexiones eclesiales de acento misionero (por ejemplo, los congresos españoles de Evangelización y Parroquia evangelizadora, o la conferencia latinoamericana de Santo Domingo), desde los que se podrían diseñar proyectos operativos de este tipo de catequesis14; 3) La mística de la nueva evangelización, aún sin explotar y sin aplicar suficientemente; 4) Puede ser una pista la oferta misionera de la Tertio millennio adveniente, los materiales ofrecidos por el comité para el jubileo del año 2000 y los proyectos que, en este sentido, han realizado muchas Iglesias locales15; 5) Los materiales ya elaborados por algunas Iglesias o catequetas, que son muy orientadores, aunque todavía escasos16.

NOTAS: 1 Cf CELAM-CLAF, Evangelización y catequesis, Marova, Madrid 1968, 19 y 113. - 2. M. J. LEGUILLOU, La misión como tarea eclesiológica, Concilium 13 (1966) 447. – 3. Buen resumen de este período y amplia orientación bibliográfica, en V. M. PEDROSA, Algunas opciones actuales de la catequesis en España, Teología y catequesis 45-48 (1993) 326-332. - 4 Cf A. NEBREDA, Catequesis fundamental: precatequesis, en Catequesis y promoción humana, Sígueme, Salamanca 1969, 43-70. -5 Cf Actas del Congreso internacional de catequesis de Sevilla (1992), Teología y catequesis 45-48 (1993). - 6. Cf J. MARTÍN VELASCO, La evangelización hoy, Teología y catequesis 45-48 (1993) 357-358; A. GONZÁLEZ DORADO, La buena noticia hoy. Hacia una evangelización nueva, PPC, Madrid 1995, 8-9. – 7. OBISPOS DE PAMPLONA Y TUDELA, BILBAO, SAN SEBASTIÁN Y VITORIA, Evangelizar en tiempos de increencia, Idatz, San Sebastián 1994, 79. El documento es una atinada aplicación a nuestras Iglesias locales del proyecto universal para una nueva evangelización. - 8. Sobre la indefinición, cf A. SEUMOIS, Misionera (catequesis), en J. GEVAERT (dir.), Diccionario de catequética, CCS, Madrid 1987, 571; J. GEVAERT, Primera evangelización, CCS, Madrid 1992, 33-42; O. DEGRDSE, Ad Gentes-Evangelii nuntiandi-Redemptoris missio, Communio 4 (1992) 316. - 9. E. ALBERICH, Kerigmática (Catequesis), en J. GEVAERT (dir.), o.c., 494-497. - 10 M. UREÑA Y OTROS, La catequesis en la evangelización, en El sacerdote y la catequesis, Madrid 1992, 106. Ver también F. GARITANO, Catequesis misionera con los alejados de la fe, Actualidad catequética 141 (1989) 63-95. - 11. OBISPOS DE PAMPLONA Y TUDELA, BILBAO, SAN SEBASTIÁN Y VITORIA, o.c., 70. -12 V. M. PEDROSA, Le_ relación interpersonal en la catequesis. Pensamiento catequético subyacente, Teología y catequesis 61 (1997) 62. - 13 Sobre las posibilidades del RICA para una catequesis de carácter misionero, r.f J. A. VELA, Reiniciación cristiana, Verbo Divino, Estella 1986. - 14 En este sentido van las sugerencias de J. A. UBIETA, Un diseño evangelizador para la transmisión de la fe en nuestro tiempo, Teología y catequesis 30 (1989) 233-259. – 15 CONFERENCIA EPISCOPAL FRANCESA, Proponer la fe en la sociedad actual, Ecclesia 2, 835-36 (1997) 24-49. - 16. Cf DELEGACIÓN EPISCOPAL DE C4TEQUESIS DE BILBAO, Evangelización de adultos desde una pastoral misionera, 3 vv., Bilbao 1993-1994; B. RODRÍGUEZ, Salid a los caminos. La evangelización de los alejados, San Pablo, Madrid 1994; F. ECHEVARRÍA, Ser cristiano. El kerigma para bautizados, San Pablo, Madrid 1994.

BIBL.: CAÑIZARES A., Catequesis misionera, Teología y catequesis 1 (1985) 57-71; CAVALLOTTO G.. Catechesi a dimensione missionaria, Via, veritá e vira 124 (1989) 36-46; Catechesi missionaria, en Dizionario di missiologia, EDB, Bolonia 1993, 81-88; DIANICH S., Iglesia en misión, Sígueme, Salamanca 1988; GEVAERT J., Primera evangelización, CCS, Madrid 1992; MONTERO M., La catequesis en una pastoral misionera, PPC, Madrid 1988; VELA J. A., Reiniciación cristiana, Verbo Divino, Estepa 1986.

Manuel Montero Gutiérrez