10. LOS PANES Y LOS PECES


1.
       La multiplicación de los panes y los peces es una señal que marca al discípulo de Jesús (Jn 6;Mt 14,13-21;Mc 6,32-44;Lc 9,10-17). El evangelio de San Juan presenta siete: la conversión del agua en vino (2,1-12), la curación del hijo del funcionario (4,46-54), la curación del paralítico (5,1-18), la multiplicación de los panes (6,1-15), la tempestad calmada (6,16-21), la curación del ciego de nacimiento (9,1-41), la resurrección de Lázaro (11,1-54). Al final, se añade la pesca milagrosa (21-1-8).

2.       Después de esto, se fue Jesús a la otra ribera del mar de Galilea. Habiendo curado al paralítico, Jesús abandona Judea, se va al otro lado del mar y sube al monte. Está abriendo camino para un nuevo éxodo, que conduce a una nueva tierra prometida. Le sigue mucha gente. Estaba próxima la pascua, la fiesta de los judíos, una pascua que debería ser paso de liberación.

3.       Al levantar Jesús los ojos y ver que venía hacia él mucha gente, pregunta a sus discípulos: ¿Dónde vamos a comprar panes para que coman éstos? Felipe hace sus cálculos: Doscientos denarios de pan no bastan para que cada uno tome un poco. El denario el jornal de un obrero (Mt 20). Con doscientos jornales no tenemos ni para empezar.

4.       Con la lógica habitual de la sociedad, el problema desborda. Dice Andrés, el hermano de Simón Pedro: Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces; pero ¿qué es eso para tantos? Sin embargo, por ahí viene la solución. Por su edad y condición, el muchacho anda escaso de recursos, pero está dispuesto a compartir. La escena (los panes de cebada, el escepticismo que se levanta, el problema que se resuelve) tiene resonancias proféticas (2 R 4,42-44).

5.       Sin hacer caso de los cálculos escépticos, Jesús dice a sus discípulos: Haced que se recueste la gente. En el evangelio de San Lucas se precisa: Haced que se acomoden por grupos de unos cincuenta (Lc 9,14). En la experiencia de Elías y Eliseo aparecen también grupos de cincuenta (1 R 18,4 y 13;2 R 2,7). Otro detalle: Había mucha hierba en el lugar. Se cumple el salmo del rey esperado: Habrá en la tierra abundancia de trigo, en la cima de los montes ondeará como el Líbano al despertar sus frutos y sus flores, como la hierba de la tierra (Sal 72,16). Eran unos cinco mil. La desproporción es total entre lo que comparte el muchacho y el resultado final: cinco panes y dos peces, cinco mil alimentados.

6.       Jesús toma los panes y da gracias. Los discípulos comparten, pero el Señor  multiplica los panes. Es preciso dar gracias. Con su acción, Jesús enseña a sus discípulos cuál es la misión de la comunidad: manifestar la generosidad del Padre, compartiendo lo que de El se ha recibido. En la lógica de la sociedad, no se podía compartir porque no había suficiente. En la lógica de Jesús, se comparte y sobra: Llenaron doce canastas con los trozos de los cinco panes de cebada que sobraron a los que habían comido.

7.       Al ver la gente la señal que había realizado, decía: Este es verdaderamente el profeta que iba a venir al mundo. Estaba anunciado (Dt 18,15.18). Jesús renueva la señal del éxodo: pone una mesa en medio del desierto. Pero surge una interpretación peligrosa, de la cual se acusará a Jesús en su proceso (Jn 18,33). La señal tiene peso político: cinco mil convocados. Dándose cuenta Jesús de que intentaban venir a tomarle por la fuerza para hacerle rey, huyó de nuevo al monte él solo. La soledad del monte le permite a Jesús escapar de ajenas estrategias.

8.       La señal marca al discípulo de Jesús: No podéis servir a Dios y al Dinero (Mt 6,24). Y también: Haceos amigos con el Dinero injusto (Lc 16,9). La comunidad comparte sus bienes y el Señor multiplica los panes. Sin embargo, la señal provoca una crisis en medio de los discípulos. Se dice en el evangelio de San Marcos: No habían entendido lo de los panes, sino que su mente estaba embotada (Mc 6,52).

9.       La oposición de los discípulos los lleva a separarse de Jesús, los sitúa en medio de la tempestad. Avanzada ya la travesía, ven a Jesús caminando sobre el mar, abriendo un camino en medio de la borrasca. Su palabra los tranquiliza: Soy yo. No temáis (Jn 6,20). Al encontrarse de nuevo con Jesús, los discípulos se ven libres de la tentación. Pasa la tormenta que amenaza a la barca.

10.   Al día siguiente, la gente busca a Jesús, pero no por haber visto señales, sino por otros motivos. Están en otra onda. Como si buscaran cumplir la voluntad de Dios, le dicen: ¿Qué hemos de hacer para obrar las obras de Dios? Responde Jesús: La obra de Dios es que creáis en quien él ha enviado? Ellos le dicen: ¿Qué señal haces para que viéndola creamos en ti? No les sirve la señal que se les ha dado, piden otra. Por herencia y tradición, son judíos y se remiten a Moisés: Nuestros padres comieron el maná en el desierto, según está escrito: Pan del cielo les dio a comer. Jesús pone a Moisés en su sitio. Además, no se puede vivir del pasado, sino del presente: No fue Moisés quien os dio el pan del cielo; porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da la vida al mundo.

11.   Entonces le dicen: Señor, danos siempre de ese pan. La petición parece buena, pero les dice Jesús: Yo soy el pan de la vida. El que venga a mí, no tendrá hambre, y el que crea en mí, no tendrá nunca sed. Pero ya os lo he dicho: Me habéis visto y no creéis. Las señales se identifican con la persona de Jesús. Quien está del lado del dinero y del poder, no las ve. Quien no percibe las señales, no cree. Estos discípulos murmuran, como hicieron sus padres en el desierto. No entienden la señal de los panes, tampoco el pan de vida que anuncia Jesús. El misterio no está en el trigo, sino en la presencia de Jesús.

12.   La catequesis sobre el pan de vida conecta con una aspecto importante del mensaje de Jesús, la resurrección. La vida eterna a la que resucitan los muertos es ya posesión de los vivos que creen en El. Dice Jesús: Vuestros padres comieron el maná en el desierto y murieron... Yo soy el pan vivo bajado del cielo. Si uno come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo le voy a dar es mi carne para la vida del mundo.

13.   Discutían entre sí los judíos y decían: ¿Cómo puede este darnos a comer su carne? Lo interpretan en sentido literal, canibalita. No entienden la ofrenda de Jesús por la vida del mundo. Tampoco entienden que su presencia nos alimenta y nos habita. La clave es esta: inhabitación. Es decir, habita en nosotros, habitamos en El: El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él. Esto lo dijo en la sinagoga de Cafarnaúm: ¿demasiado para la sinagoga?

14.   Muchos dijeron: Es duro este lenguaje. ¿Quién puede escucharlo? En realidad, distorsionan el mensaje, murmuran, se escandalizan. Les dice Jesús: Hay entre vosotros algunos que no creen. Desde entonces muchos de sus discípulos ya no andaban con él. Jesús pregunta a los doce: ¿También vosotros queréis marcharos? Está dispuesto a quedarse solo antes de renunciar al proyecto de Dios. Responde  Pedro diciendo: Señor, ¿dónde quién vamos a ir? Tú tienes palabras de vida eterna. Por lo demás, Jesús no se hace falsas ilusiones acerca de nadie. El hecho de haber sido elegido no garantiza la permanencia ni tampoco la fidelidad: ¿No os he elegido yo a vosotros, los doce? Y uno de vosotros es un diablo. Hablaba de Judas, uno de los doce, el que lo iba a entregar.

· Para la reflexión personal y de grupo:

- compartimos

- el Señor multiplica los panes

- le damos gracias

- no entendemos la señal, nos metemos en medio de la borrasca

- el Señor abre un camino en medio de la tempestad

- El es el pan de vida, su presencia nos alimenta y nos habita

- tenemos ya la vida eterna

- es duro este lenguaje. ¿Quién puede escucharlo?

- muchos se van. ¿también vosotros queréis marcharos?

- Señor, ¿dónde quién vamos a ir?