4.  HEMOS CONTEMPLADO SU GLORIA 


1.      El evangelio de San Juan es como el águila: se pierde de vista en las alturas, ve desde allí y se lanza en picado hacia el abismo. Desde el prólogo hasta el final,  pasando por las señales, los diálogos y la experiencia de pascua, el evangelista sigue el rastro de la Palabra de Dios, la capta al vuelo. Por supuesto, siente la ausencia de Jesús (¡ha pasado tanto tiempo!), pero anuncia su presencia en la historia. No sólo el discípulo, también una red de comunidades lo atestigua: hemos contemplado su gloria (Jn 1,14).

2.      El simbolismo del águila se aplica también al evangelio de San Juan a partir del lenguaje de las constelaciones. Si Acuario, Tauro y Leo corresponden respectivamente a los evangelios de San Mateo, San Lucas y San Marcos,  Escorpio (representado en la antigüedad también como un águila en vuelo) corresponde al de San Juan. Los cuatro evangelios son el quicio del nuevo mundo, creado por Cristo Resucitado. Cada evangelio es una constelación de estrellas (de luces, de señales, de comunidades) que brillan en medio de la noche.

3.      Una antigua tradición atribuye el cuarto evangelio al apóstol San Juan, que (con Santiago) es uno de los  hijos de Zebedeo, pescadores (Mc 1,19), a quienes Jesús llamó "hijos del trueno" (Mc 3,17).  Pedro, Santiago y Juan gozan de una especial confianza con Jesús (Mc 5,37;9,2;14,33). Ireneo (hacia 140-202) identifica a Juan con el "discípulo amado" (Adv. Haer.,III,1,2), uno de los apóstoles (ib.,II,33,3). Ireneo, en su niñez, escuchó a Policarpo (obispo de Esmirna) y le oyó hablar de sus contactos con "Juan, el discípulo del Señor" (ib.,III,3,4; Eusebio, H.E.,V,20,5).

4.      El evangelista da testimonio (21,24) acerca de Jesús. La persona de Cristo no sólo es importante, sino imprescindible, central. San Juan escribe para que creáis que Jesús es el Cristo, el hijo de Dios, y para que creyendo tengáis vida en su nombre (20,31). La fecha de composición se sitúa a finales del siglo I. Para entonces las comunidades que reciben el evangelio de San Juan (en torno a Efeso, Asia Menor) tienen una larga historia de rechazo y de expulsión por parte del judaísmo: se considera a Jesús como un impostor. Por otra parte, la gnosis (conocimiento) era la corriente religiosa y filosófica de la época: defendía la existencia de dos mundos infinitamente distintos e incomunicados entre sí. Como consecuencia de este dualismo, Cristo (como era Dios) habría sido hombre sólo en apariencia (docetismo).

5.      En el principio era la Palabra (1,1), proclama San Juan. Su vuelo se remonta a las primeras palabras del Génesis: en el principio de la creación (Gn 1,1) estaba la Palabra de Dios por la que se creó el mundo: todo se hizo por ella y sin ella no se hizo nada de cuanto existe (1,3). Se dice en el Génesis: Dijo Dios: Haya luz, y hubo luz (Gn 1,3), y así sucesivamente. Dios llama a las cosas que no son para que sean (Rm 4,17). El mundo no es producto del azar ni está ciegamente orientado. Se canta en los salmos: El que hizo el ojo ¿no va a ver? (Sal 94,9). El universo es como un libro abierto: nos habla de Dios. Más aún, el universo está inspirado: Dios nos habla a través de él. El evangelio de San Juan empieza con una réplica a la enseñanza oficial judía, según la cual en el principio era la Torá, la Ley. Rabí Eliezer ben José, de Galilea (hacia 150 d.C.) decía: "Antes de que fuera hecho el mundo fue escrita la Torá y permaneció en el seno de Dios". Se consideraba que la Torá preexistía con Dios desde el comienzo: "Siete cosas fueron creadas antes que el mundo lo fuera: la Torá, el arrepentimiento, el Paraíso, la Gehenna, el Trono de Gloria, el Santuario y el Nombre del Mesías" (Pesahim 54ª Bar.; ver Jn 17,24). Sin embargo, el evangelista proclama: En el principio era la Palabra (no la Torá) y la Palabra estaba en Dios y la Palabra era Dios. Ella estaba en el principio con Dios (1,1-2).

6.      En ella estaba la vida y la vida era la luz de los hombres, y la luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la vencieron (1,4-5). Desde el comienzo de la creación hasta el presente, se libra un inmenso combate, cósmico e histórico, de las tinieblas contra la luz. Recibimos la luz con la vida. Luz y vida vienen a ser una misma cosa. En el mundo judío se utilizan frecuentemente ambos símbolos. Así, por ejemplo, en la enseñanza rabínica: "La Torá...les proporciona, a los que la practican, la vida en esta edad y en la edad venidera" (Pirqé Abot 7,6). Y en los libros sapienciales: El mandamiento es una lámpara y la enseñanza una luz (Prov 6,23). Y en los salmos: Tu Palabra es una lámpara para mis pasos, luz en mi sendero (119,105). Pues bien, sigue la réplica a la enseñanza oficial judía. Hubo un hombre que preparó el camino a aquel que es la luz del mundo.

7.      Hubo un hombre enviado por Dios: se llamaba Juan. Este vino para un testimonio, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por él. No era él la luz, sino quien debía dar testimonio de la luz (1,6-8). En el testimonio de Juan el Bautista no se destaca  su función de profeta que proclama la justicia, sino su función de testigo de la luz, es decir, de mensajero que prepara el camino a Cristo. Se cumplen así las palabras del profeta Isaías: Una voz grita en el desierto: Preparad el camino del Señor  (Is 40,3;Jn 1,23). Y estas otras del profeta Malaquías: He aquí que yo envío a mi mensajero a allanar el camino delante de mí (Mal 3,1;Mt 11,10).

8.      Juan precede a Jesús en el tiempo, pero no en dignidad: En medio de vosotros está uno a quien no conocéis, que viene detrás de mí, a quien yo no soy digno de desatarle la correa de su sandalia (1,26-27). También dice Juan: El que viene detrás de mí se ha puesto delante de mí, porque existía antes que yo (1,15). Algo parecido dice Jesús en relación a Abraham: Antes de que Abraham existiera, yo soy (8,58). Se tiene en cuenta aquí la enseñanza rabínica, según la cual Dios había creado el nombre del Mesías (en griego, Cristo) antes de  la creación del mundo. Se dice en los salmos: ¡Sea su nombre bendito para siempre, que dure tanto como el sol! (Sal 72,17). Y se comentaba así: "antes que existiera el sol fue establecido su nombre". Jesús fue desde siempre el centro de la historia, pues en él había de brillar la gloria de Dios (Jn 17,1),  en él había de realizarse el proyecto que Dios tenía desde el principio (1,1).  

9.      La Palabra era la luz verdadera, que ilumina a todo hombre, que viene a este mundo 10.  En el mundo estaba, y el mundo fue hecho por medio de ella, y el mundo no la conocióSí, vanos por naturaleza todos los hombres que ignoraron a Dios...contemplando sus obras, no reconocieron al Artífice (13,1;ver Rm 1,19-21).

11.  Vino a su casa y los suyos no la recibieron (1,11). Ante la indiferencia general, Dios elige un pueblo, al que pudiera hablar de manera más clara y más íntima. La Sabiduría de Dios llama a todos en cualquier momento y situación: ¿No está llamando la Sabiduría? Y la Prudencia, ¿no alza su voz? A vosotros, hombres, os llamo...escuchad: voy a decir cosas importantes (Prov 8,1-6). Además, la Sabiduría se ha edificado una casa...ha mezclado su vino, ha aderezado también su mesa (9,1-2;ver Mt 22,1-14). En vano. El pueblo elegido, en su conjunto, no escuchó la Palabra de Dios.

12.  Pero a todos los que la recibieron les dio el poder de hacerse hijos de Dios, a los que creen en su nombre, los cuales no por sangre, ni por impulso de la carne ni por deseo de hombre, sino que nacieron de Dios (1,12-13). Así pues, hubo (y hay) un resto: los que nacen de Dios (en plural, no en singular). Según la enseñanza rabínica, la Ley hace a los hombres hijos de Dios: "Amado es Israel, pues se les llama hijos de Dios... les fue concedido el precioso instrumento con que fue creado el mundo...no abandonéis mi Torá" (Pirqé Abot 3,19). Sin embargo, es preciso recibir la Palabra, para llegar a ser hijos de Dios (1,12;ver 10,34-36). Dice Jesús que la Escritura llama dioses a aquellos a quienes se dirigió la Palabra de Dios (10,34), que la Palabra (su Palabra) resucita a los muertos (5,25), que son hijos de Dios, siendo hijos de la resurrección (Lc 20,36). Es preciso nacer de lo alto (Jn 3,3), nacer de nuevo (3,4), nacer del espíritu (3,6), nacer de Dios (1 Jn 3,9). Su Palabra nos hace hijos de Dios (ver Gal 4,6).

13.  Y la Palabra se hizo hombre y puso su tienda entre nosotros, y hemos contemplado su gloria, gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad de su plenitud hemos recibido todos, y gracia por gracia (1,16). De Dios no se tiene idea: el unigénito Dios, que está en el seno del Padre, nos lo ha dado a conocer (1,18). Cristo está en el seno del Padre. Ha vuelto a su origen más profundo: Salí del Padre y he venido al mundo. Ahora dejo el mundo y voy al Padre (16,28).

14.  El evangelio se abre paso por el testimonio, no por la especulación. Por el testimonio de Juan Bautista, dos de los suyos se hacen discípulos de Jesús: Jesús se volvió, y al ver que le seguían les dice: ¿Qué buscáis? Ellos le respondieron: Rabbí, que quiere decir Maestro, ¿Dónde vives? Les respondió: Venid y lo veréis. Fueron, pues, vieron dónde vivía y se quedaron con él aquel día. Era más o menos la hora décima (1,40). Uno de ellos era Andrés, el hermano de Simón Pedro. Andrés le dice a Simón: Hemos encontrado al Mesías, que quiere decir Cristo (1,41). Nosotros decimos lo mismo: hemos encontrado lo que buscábamos.

15.  Las señales de Jesús manifiestan que el mundo proyectado por Dios está en acción. La creación no ha terminado: Mi Padre trabaja hasta ahora y yo también trabajo (5,17). Las señales que manifiestan la irrupción de un mundo nuevo son éstas: la conversión del agua en vino (2,1-12), la curación del hijo del funcionario real (4,46-54), la curación del paralítico (5,1-18), la multiplicación de los panes (6,1-15), la marcha sobre las aguas (6,16-21), la curación del ciego de nacimiento (9,1-41), la resurrección de Lázaro (11,1-54).  Al final se añade una señal más: la pesca de 153 peces (21,1-8). Otras acciones significativas: la purificación del templo (2,13-22), la unción de Betania (12,1-11), el lavatorio de los pies (13,1-20).

16.  Los diálogos tienen como fin explicar el significado de lo acontecido o de lo anunciado. Se proclama en ellos lo que significa Jesús: el agua de la vida (4,10-14 y 7,37-39), el pan de vida (6,34), la luz del mundo (8,12 y 9,5), la puerta (10,7.9), el buen pastor (10,11), la resurrección (11,25), el camino, la verdad y la vida (14,6), la vid verdadera (15,1). Frecuentemente,  en el diálogo se afronta un malentendido.

17.  El momento cumbre es la Pascua, lo que Jesús llama su hora de pasar de este mundo al Padre (13,1). Significa para él sufrimiento, soledad y desamparo, pero es también el momento de la gloria. De la muerte surge la vida. Las parábolas del grano de trigo que cae en tierra (12,24) y de la mujer que da a luz (16,21) manifiestan cómo vive Jesús la propia muerte: produce mucho fruto, es como un parto, la tristeza se convierte en alegría. Con su mirada de águila, San Juan percibe ya, en el cumplimiento de la Palabra, la gloria de la cruz (19,24.28.36-37;ver Sal 22,19.16; 34,21).

18.  El evangelio de San Juan presenta la actividad de Jesús en el marco de seis días, de seis fiestas: "se acercaba la pascua de los judíos" (2,13), "hubo una fiesta de los judíos" (5,1), "estaba próxima la pascua" (6,4), "se acercaba la fiesta judía de las tiendas" (7,2), "se celebró por entonces en Jerusalén la fiesta de la dedicación" (10,22), "estaba cerca la pascua de los judíos" (11,35). Tanto la primera (1,19;1,29;1,35;1,43;2,1), como la última pascua (11,55;12,1), están precedidas de una expectación de seis días: en la misión de Jesús está naciendo (¡está en génesis!) un mundo nuevo.

19.  Como en una posdata, se añade el final (Jn 21). La experiencia de los discípulos había sido dura y, además, desconcertante: Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto (20,2). No sólo le han crucificado, sino que pretenden que no quede ni rastro. Pero hay huellas que nadie puede hacer desaparecer: el Señor se aparece a María Magdalena (20,11-18), a los discípulos (20,19-23), a Tomás (20,24-29). Jesús se aparece también a siete discípulos, que se habían pasado la noche sin pescar nada y que, por su palabra, consiguen 153 peces grandes.

20.  En un momento dado le reconocen: ¡Es el Señor! (21,7). Aquí tiene que llegar (y llega) la experiencia cristiana de la fe, al reconocimiento de Jesús como Señor de la historia (¡lo mismo que Dios!): Sepa con certeza toda la casa de Israel que Dios ha constituido Señor y Cristo a este Jesús a quien vosotros habéis crucificado (Hch 2,36). Sólo desde aquí, desde esta perspectiva pascual, se puede entender (y adorar) lo que existía desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que contemplaron y tocaron nuestras manos  (1 Jn 1,1).

21.  En el evangelio de San Juan aparecen con frecuencia palabras como ver, oír, tocar. Son palabras cargadas de experiencia. Esto se aplica también a la experiencia de Cristo Resucitado, que -siendo un acontecimiento trascendente- tiene, sin embargo, una cierta palpabilidad (ver 20,21-18). Es la gloria de la resurrección. Lo dijo Jesús en la última cena: Dentro de poco el mundo ya no me verá, pero vosotros sí me veréis, porque yo vivo y también vosotros viviréis. Aquel día comprenderéis que yo estoy en mi Padre y vosotros en mí y yo en vosotros (14,19-20). Se trata de un misterio en el seno de nuestra propia vida, de una vida que trasciende a la vida y que es la vida misma de Dios.

22.  Es la experiencia cristiana de la fe. De este modo,  tener fe ya no es creer lo que no vimos, sino ver aquello que parece increíble. Lo que anunciaron los profetas, lo que dijo Pablo: En vuestros días yo voy a realizar una obra, que no creeréis aunque os la cuenten (Hch 13,41).  La salvación es ya un hecho desde el momento en que Cristo, al ser levantado sobre la tierra,  atrae a todos hacia sí. La vida eterna, a la que resucitan los muertos, es ya posesión de los vivos que creen en él. Este es el cumplimiento, el día que llenó de alegría a Abraham, del que escribió Moisés, del cual dan testimonio las Escrituras. Como dice el Señor: Llega la hora, ya estamos en ella  (Jn 5,25).

PARA LA REUNION DE GRUPO: 1) Diálogo. 2) Experiencias actuales.