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32. EL ORIGEN DEL MAL


            1. El problema del mal parece desvirtuar la primera enseñanza bíblica, a saber, que el mundo y la vida son don de Dios, y constituye una objeción dirigida al propio corazón de la fe, que confiesa: Dios es amor (1 Jn 4,8.16). Si esto es así ¿cómo es posible el mal? La experiencia del mal provoca con frecuencia afirmaciones semejantes: No hay Dios (Sal 10,4;13,1), no es justo, no existe. Ante el escándalo del mal, se produce la segunda enseñanza bíblica (Gn 2-3): Dios no tiene la culpa del mal que hay en el mundo.

            2. Según las primeras páginas del Génesis, entre el mundo de nuestra experiencia y la creación original no hay una continuidad perfecta: en un momento dado se produce una serie de rupturas. En un mundo, que es bueno al salir de las manos de Dios (Gn 1 y 2) y que queda en manos del hombre (Gn 1,28), se introduce un elemento perturbador: el pecado humano (Gn 3). Todo queda afectado: la relación con Dios, la relación con los demás (casa, trabajo), la esperanza de vivir para siempre (con la muerte como final). El relato, cuya redacción se sitúa hacia el siglo X antes de Cristo, muestra no sólo cómo vino el mal al mundo, sino también cómo sigue viniendo todavía hoy. El responsable no es Dios sino el hombre.

            3. Según el proyecto de Dios, marido y mujer están llamados a formar una sola carne (Gn 2,24). Tal es la figura paradisíaca y original del matrimonio en un mundo que, en cuanto salido de las manos de Dios, es bueno, muy bueno, un mundo humano y habitable, un jardín (2,8). La relación entre marido y mujer es armoniosa, la comunicación es transparente: Estaban ambos desnudos...pero no se avergonzaban uno del otro (2,25). Sin embargo, algo muy profundo provoca la pérdida de esa figura, la maldición, el desamor, el desamparo.

            4. Con diversas imágenes, el relato de Gn 3 describe (desenmascara) la tentación radical. Esta presenta los rasgos que para los israelitas tenían los cultos cananeos de Palestina: un proyecto de vida sin el Dios de Israel. La serpiente es símbolo de vida, sabiduría, fertilidad, eterna juventud. Primero hipnotiza con su mirar y después capta. No se la puede mirar de frente. Así sucede con la tentación. El árbol prohibido es sólo uno (3,3), pero lo parecen todos (3,1). Es el límite que, según la Palabra de Dios, no se debe pasar.

            5. El relato se aplica a cualquier pareja concreta, muestra la realidad oculta de cada persona, descubre lo que tal vez deja en penumbra la felicidad del primer enamoramiento, lo que la convivencia matrimonial descubrirá después. El relato pone al descubierto que el hombre y la mujer, en su más profundo error, evitan la presencia de Dios. Se ocultan. Dios tiene la costumbre de pasear por el jardín de la historia humana. Pero el hombre y la mujer creen que Dios no les interesa para vivir, que Dios es envidioso, enemigo de su felicidad y de su vida: Se os abrirán los ojos y seréis como dioses, conocedores del bien y del mal (3,5). Dios aparece no ya como una ilusión, sino como una mentira, una opresión de la que es preciso librarse. Ellos mismos sabrán (y decidirán) por propia cuenta lo que es bueno y lo que es malo.

            6. La mentira primordial (ver Jn 8,44) cautiva por su falsa apariencia de bien. El fruto prohibido parece bueno para comer, apetecible y excelente para lograr sabiduría (Gn 3,6). La pretensión de ser como Dios, pero sin Dios, que entraña el proyecto cananeo de vida, se presenta realizable y apetecible. El hombre y la mujer comen del fruto prohibido, y de ahí se sigue una serie de rupturas: con Dios, con los demás, consigo mismo.

            7. La ruptura con el Dios vivo, el Dios de la Alianza, es radical, fundamento de todas las demás. Se oyen los pasos de Dios por el jardín de este mundo, pero el hombre rehuye su presencia, se oculta. Ocurre lo contrario que en la conversión. El hombre se refugia en las tinieblas, pues todo el que obra el mal no va a la luz, para no verse acusado por sus obras (Jn 3,19-20).

            8. La ruptura entre marido y mujer se manifiesta ya en la acusación: La mujer...(Gn 3,12). El proyecto original de Dios, que quiere hacer de marido y mujer una sola carne, se resquebraja. No se asume la propia responsabilidad. Por su parte, dice la mujer: La serpiente... (3,13). En el futuro, la humanidad pisará la cabeza de la serpiente, pero ésta acechará su talón (3,15). Por tanto, importa estar vigilantes.

            9. Las principales funciones y actividades humanas quedan afectadas. Según el esquema cultural del mundo antiguo, la mujer está en casa y el hombre en el trabajo. La mujer ya no es la reina del hogar, sino la esclava: Con dolor parirás los hijos. Hacia tu marido irá tu apetencia y él te dominará (3,16). La comunicación se vuelve discusión, oposición de egoísmos, juicio mutuo, agresión. La relación de amor se convierte en relación de dominio y de fuerza. La maternidad es vivida sin ilusión, como un peso, con dolor.

            10. La ruptura afecta también al mundo del trabajo. El trabajo ya no es una actividad creadora, satisfactoria y estimulante, sino una realidad dura, espinosa, esclavizante: Maldito sea el suelo por tu causa...Espinas y abrojos te producirá...Con el sudor de tu rostro comerás el pan (3,17-19). La relación laboral degenera en relación de explotación.

            11. Sin Dios, el hombre queda sin futuro, sin esperanza, abandonado al proceso de suyo natural de la muerte: Eres polvo y al polvo tornarás (3,19). La imagen del polvo expresa el final del hombre apartado de Dios. Sin embargo, según el proyecto de Dios manifestado en Cristo, la muerte es un paso de este mundo a la casa del Padre (Jn 13,1).

            12. Así pues, la pareja rechaza a Dios, pero con ello no hace otra cosa que cerrarse a sí misma el camino que conduce al árbol de la vida (3,24). Quedan fuera del jardín, fuera del mundo maravilloso, lleno de felicidad y de vida, que Dios había creado para ellos. Como los "karibu" babilónicos (centinelas de forma semihumana, que, colocados a la puerta de los templos, sellaban la separación de lo sagrado y lo profano), los querubines, con su llama de espada vibrante, expresan de forma simbólica la situación en la que queda el hombre pecador, una situación de la que por sí mismo no puede salir.

            13. En los primeros capítulos, la Biblia denuncia también grandes pecados: el crimen de Caín (Gn 4), la corrupción de los contemporáneos de Noé (Gn 6), la construcción de la torre de Babel (Gn 11). Hasta se pone en cuestión si merecía la pena la creación (Gn 6,7). Se toma progresivamente conciencia de que el pecado es un acontecimiento universal: Tanto judíos como griegos están todos bajo el pecado (Rm 3,10;Sal 14,1-3;51,7). La naturaleza, creada para el hombre, participa de su destino: está sometida a la servidumbre de la corrupción (Rm 8,21). Si, por una hipótesis, pudiera suprimirse todo el mal introducido por el hombre, este mundo sería un jardín. Jesús proclama la necesidad de un nuevo nacimiento para entrar en el reino de Dios (Jn 3,5). En relación a Dios somos ciegos de nacimiento, que necesitan curar su ceguera original en la piscina del enviado, en la comunidad (Jn 9).

            14. El pecado original no ha sido sólo un mal ejemplo (pelagianismo, s.V). Ha dañado la naturaleza humana, pero no la ha corrompido (reforma protestante, s.XVI). Ha cambiado al hombre y le ha situado "en un estado peor" (II Concilio de Orange, DS 371; Concilio de Trento, DS 1511). "Por eso toda la vida humana, individual y colectiva, se nos presenta como una lucha, por añadidura dramática, entre el mal y el bien, entre las tinieblas y la luz. Más aún, el hombre se encuentra incapacitado para resistir eficazmente por sí mismo a los ataques del mal, hasta sentirse como aherrojado con cadenas...Y el pecado, ciertamente, empequeñece al hombre, alejándole de la consecución de su propia plenitud" (Concilio Vaticano II, GS 13). Para orientarse hacia Dios con "plena eficacia, ha de apoyarse necesariamente en la gracia de Dios" (GS 17). Como dice San Pablo, si creció el pecado, más desbordante fue la gracia (Rm 5,20). Según el Catecismo de la Iglesia Católica, el pecado original, aunque propio de cada uno, no tiene de suyo "un carácter de falta personal" (n.405). Y Jesús dice del ciego de nacimiento: Ni él pecó ni sus padres (Jn 9,3).         

        * Diálogo: ¿Es actual el relato de Gn 3? ¿Ayuda a discernir situaciones?