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31. LA CREACIÓN, DON DE DIOS


 1.
La creación es el comienzo de la historia de la salvación. Pero necesitamos descubrir primero la experiencia de fe para vivir el mundo y la vida como don de Dios. Eso es lo que sucede en la Biblia. Israel descubre primero a Dios como Señor de la historia y después le reconoce como Señor de la creación. Habiendo descubierto al Dios vivo que pasa  salvando y liberando, Israel llega a vivir la creación como don de Dios.

2.  Es obvio, muchos no lo viven así. Quienes afirman: todo es Dios, el mundo es Dios (panteísmo); hay dos principios, el Bien y el Mal, en lucha permanente (dualismo); el mundo material es malo y, por tanto, se ha de rechazar y superar (gnosis); sólo la materia existe y existe infinitamente (materialismo); Dios no existe (ateismo) o no se puede conocer (agnosticismo); el mundo está dejado de la mano de Dios, Dios no interviene en la historia (deísmo).

3.  Desde la experiencia de fe, el capítulo primero del Génesis nos invita a vivir el mundo y la vida como don de Dios, como tarea del hombre, como motivo de alabanza al Padre, de quien todo procede. El relato es redactado hacia el siglo V antes de Cristo por sacerdotes desterrados en Babilonia, que quieren mantener la identidad creyente en tierra extraña. Bajo formas literarias e imágenes propias de aquella época,  el relato contiene un mensaje de valor permanente acerca de Dios, del hombre y del mundo.

4.  En el principio creó Dios el cielo y la tierra. La tierra era algo caótico y vacío, y tinieblas cubrían la superficie del abismo, mientras el espíritu de Dios aleteaba sobre la superficie de las aguas (Gn 1,1-2). El caos, el vacío, las tinieblas, el abismo y las aguas son imágenes que nos llevan al momento primordial, cuando no había nada. La idea de creación a partir de la nada se formulará más adelante (2 M 7, 28). El mensaje es el mismo: el universo entero ha sido creado por Dios. La expresión cielo y tierra designa toda la realidad. Es la visión antigua del mundo, común entonces: la tierra abajo, el cielo arriba, la bóveda  celeste separa las aguas superiores e inferiores. Bajo la imagen del pájaro que vuela sobre el nido donde están sus polluelos, se presenta a Dios revoloteando sobre el mundo.

5.  El relato del Génesis presenta el conjunto de seres creados sucesivamente hasta llegar al hombre. La ordenación es sumaria y global, no pretende dar una explicación científica del origen del universo, sino una visión de fe. La ordenación es creciente: los seres inferiores aparecen primero y están ordenados a los superiores. Al final, en la cima de la creación, aparece el hombre, imagen de Dios: Creó Dios al ser humano a imagen suya, a imagen de Dios le creó, varón y mujer los creó. Y los bendijo Dios y les dijo: Sed fecundos y multiplicaos, llenad la tierra y sometedla (1,27-28). El hombre, varón y mujer, participa en el poder creador de Dios, domina la tierra, tiene en sus manos una tarea de la que depende el destino del universo. El mundo es no sólo bueno, sino incluso muy bueno (1,25.31).

6.  El relato sacerdotal presenta la creación en el marco de una semana que concluye con el descanso del sábado (Gn 2,1-4). El marco es religioso. Todas las cosas están ordenadas al hombre y el hombre está ordenado a Dios. Es lo que se celebra el sábado: Si apartas del sábado tu pie, de hacer tu negocio en el día santo, y llamas al sábado delicia... entonces te deleitarás en el Señor y yo te haré cabalgar sobre los altozanos de la tierra. Te alimentaré con la heredad de Jacob tu padre (Is 58,13-14). El mundo y la vida no son sólo don de Dios y tarea del hombre, sino además inmenso motivo de alabanza al Padre. Podemos vivir el sábado  como delicia,  descanso, viaje a las alturas, alimento, anticipación del futuro. Se dice en la Carta a los Hebreos: Es claro que queda un descanso sabático para el pueblo de Dios. Y también: Quien entra en el descanso de Dios, descansa de los propios trabajos, como Dios descansó de los suyos (Hb 4,9-10).

7.  El mundo no es producto del azar ni está ciegamente orientado: El que hizo el ojo ¿no va a ver? (Sal 94,9). El universo es un libro abierto, nos habla de Dios: Los cielos cantan la gloria de Dios (Sal 19,2). El mundo refleja la sabiduría de Dios: Todo lo dispusiste con medida, número y peso (Sb 11,10). Más aún, el universo está inspirado. Dios nos habla a  través de la creación. Lo dijo Dios y existió(Gn 1). Y también: En el principio era la Palabra, dice San Juan, todo se hizo por ella y sin ella no se hizo nada de cuanto existe (Jn 1,1-3).

8.  Por supuesto, muchos no lo ven así. Este fracaso se constata en el libro de la Sabiduría: Sí, vanos por naturaleza todos los hombres que ignoraron a Dios...contemplando sus obras, no reconocieron al Artífice (Sb 13,1). Lo mismo se denuncia en el evangelio de San Juan. La palabra de Dios por la que se hizo el mundo, el mundo no la conoció. Más aún, vino a los suyos y los suyos no la recibieron (Jn 1,10-11). 

9.  Sin embargo, en la experiencia de fe podemos descubrir que no hemos venido al mundo por azar ni estamos abandonados a la propia suerte, que hemos sido llamados por Dios a la existencia: El llama a las cosas que no son para que sean (Rm 4,17). Cada persona es una realidad única, que se puede reconocer como criatura de Dios: Tú has creado mis entrañas, me has tejido en el seno de mi madre (Sal 139). A pesar de su dependencia de la naturaleza y de sus múltiples limitaciones, el hombre refleja una plenitud que lo trasciende. Cantamos en el salmo 8: Lo  coronaste de gloria y dignidad, le diste el mando sobre las obras de tus manos, todo lo sometiste bajo sus pies, Señor, Dios nuestro, qué admirable es tu nombre en toda la tierra.

10. El Símbolo de los Apóstoles confiesa que Dios es “el Creador del cielo y de la tierra” y el de Nicea-Constantinopla añade: “de todo lo visible y lo invisible”. Las lecturas de la Noche Pascual, que celebran la historia de la salvación, comienzan con el relato de la creación. En la catequesis de los primeros siglos, la preparación de los catecúmenos sigue el mismo camino.

11. El poema de las cuatro noches, que en antiguos comentarios embellece la celebración de la pascua, evoca aquellos acontecimientos de la historia de salvación, en los que reconocemos que nuestro destino está en las manos de Dios: la creación, la alianza, el éxodo, el futuro. Entonces, cuando tomamos conciencia de ello, nos parecía soñar (Sal 126), descubrimos que Dios es amor (Sal 103), que está en el origen mismo del ser (Sal 139), que se manifiesta en los acontecimientos de la vida (Gn 15,5-18), que está con nosotros (Ex 3,15) también en los días difíciles o cuando es de noche, que abre un camino donde no lo hay: en el desierto, en el mar, en la muerte. En su nombre, levantamos la copa de salvación (Sal 116).

12. La historia de la salvación culmina en la experiencia de Cristo. Ahora bien: ¿cómo se percibe la creación desde esta cima? Es lo que contempla Pablo en la soledad sonora de la prisión (Ef 4,1), como aparece en la Carta a los Efesios (quizá enviada a los de Laodicea: Col  4,17).

13. La carta canta el plan de Dios: Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha elegido en él antes de la creación del mundo (Ef 1,3-4). Nos ha elegido. No somos fruto del azar. Somos proyecto de Dios, que en su designio ocupamos un lugar anterior y superior a la creación del mundo. Nos eligió de antemano para ser sus hijos adoptivos por medio de Jesucristo, según el beneplácito de su voluntad (1,5).

14. Como, en el Antiguo Testamento, el pueblo de Dios es liberado de unos amos y señores que lo oprimen y esclavizan, ahora vivimos un nuevo éxodo por medio de Cristo, por medio de su sangre, según la riqueza de su gracia que ha prodigado sobre nosotros en toda sabiduría e inteligencia, dándonos a conocer el misterio de su voluntad (1,7-8).

15. El misterio se refiere al sentido del mundo y de la historia, tal y como fue concebido por Dios, recapitular todas las cosas en Cristo: hacer que todo tenga a Cristo por cabeza, lo que está en los cielos y lo que está en la tierra (1,10). Pablo proclama, asombrado, el secreto , la gravitación mas profunda del mundo y de la historia. Cristo es no sólo el Señor de la historia, sino también del universo. Se dice en la Carta a los Colosenses: El es imagen de Dios invisible, primogénito de toda la creación, porque en él fueron creadas todas las cosas (Col 1, 15).

16.  Como, en otro tiempo, el pueblo de Dios recibió en herencia una tierra, ahora recibimos otra herencia por medio de Cristo: En él también vosotros, tras haber oído la palabra de la verdad, el evangelio de vuestra salvación, y creído también en él, fuisteis sellados con el espíritu santo de la promesa, que es prenda de vuestra herencia (1,13-14).

17.  Es regalo de Dios. Necesitamos que Dios ilumine los ojos de nuestro corazón para que conozcamos cuál es la esperanza a la que hemos sido llamados, cuál la riqueza de la gloria otorgada a los santos, cuál la soberana grandeza de su poder para con nosotros, los creyentes, conforme a la eficacia de su fuerza poderosa, desplegada en Cristo: Todo lo puso bajo sus pies y le constituyó cabeza suprema de la Iglesia, que es su cuerpo, la plenitud del que lo llena todo en todo (1,22-23). La Iglesia es el  cuerpo de Cristo, Señor del mundo y de la historia. Cristo se ha hecho una sola carne con ella (5,31-32).

18. El jesuita francés Pierre Teilhard de Chardin apareció en un momento en que la vieja visión del mundo asumida por la filosofía escolástica, la llamada "filosofía perenne", daba claros síntomas de caducidad. Afrontando incomprensión, marginación y destierro, Teihard ofrecía una nueva visión del mundo, evolutiva y dinámica. Resultaba liberador constatar que la evolución no se opone a la fe ni, de suyo, da amparo a ninguna filosofía. Es un hecho que se descubre por la ciencia. El mínimo credo común de todos los evolucionismos es éste: existe una ligazón física entre todos los vivientes y, por extensión, entre todo lo real.

19.  Hombre inteligente y creyente, Teilhard considera ilegítimo el cisma que gradualmente, desde el Renacimiento, separa al cristianismo del mundo moderno. En su persona y en su obra, establece un diálogo evangelizador con el mundo. Devuelve al cristianismo su sentido cosmológico y ofrece a un mundo evolutivo la luz de la Revelación.

20. El universo está centrado evolutivamente. La dirección del desarrollo cósmico sigue un principio de recapitulación creciente: cosmogénesis-biogénesis-antropogénesis, es decir, el mundo-la vida-el hombre. Pero surge un problema: el hombre, elemento reflexivo del mundo, percibe por experiencia propia y científica su propia finitud y la del mundo mismo. Ahora bien, ante el hecho bruto de la muerte y la ley universal de la entropía ¿dónde está el sentido del mundo y del hombre? Si la nada es el futuro de la evolución ¿tiene realmente sentido el esfuerzo precedente?

21. En su libro El fenómeno humano Teilhard hace una hipótesis: si Omega existe, entonces todo es explicable. También la muerte. La muerte es, así, paso hacia adelante que desemboca en la plenitud de Omega. El punto Omega sería una realidad trascendente y personal que diera sentido a la inmensa aventura del mundo y del hombre. A la luz de la razón, no se llega a más. Pero cambiando de perspectiva y considerando las cosas a la luz de la Revelación, Omega es Cristo, que llena, consuma, da consistencia y recapitula toda la creación. Es la visión paulina. Dice Teilhard en El himno del universo: "Tú has ocupado por derecho de Resurrección el punto clave del Centro total en el que todo se concentra". Y también: "Cristo se ama como una persona y se impone como un mundo".

22. Teilhard murió en Nueva York, el 10 de abril de 1955, Pascua de Resurrección. Tres días antes de su muerte, dejó escrito en la última página de su diario un resumen sorprendente de su pensamiento entero: “El Universo está centrado evolutivamente. Cristo es el Centro”. Y “los tres versículos” (1 Co 15,26-28), esos que dicen: el último enemigo destruido es la muerte, pues Cristo ha puesto todas las cosas bajo sus pies. Poco antes, el 15 de marzo, durante una cena en el consulado de Francia, Teilhard había expresado un íntimo deseo: “Quisiera morir el día de Resurrección”. Y así fue. Cosas que pasan.

23. Veamos cómo cambia el sentido del mundo y de la vida al descubrir la experiencia de fe. André Frossard, hijo del que fue secretario general del partido socialista francés, había sido educado en el ateismo. Sus padres habían decidido que él mismo escogería su religión a los 20 años, en caso de que quisiera tener una. En casa se rechazaba todo lo que venía del catolicismo, con una excepción, la persona de Cristo: “No éramos de los suyos, pero él habría podido ser de los nuestros por su amor a los pobres, su severidad con respecto a los poderosos, y sobre todo por el hecho de que había sido la víctima de los sacerdotes, en todo caso, de los situados más alto, el ajusticiado por el poder y por su aparato de represión. Mi padre no se hacía de rogar demasiado para recitar a los amigos un poema titulado Si él volviese, construido en el lenguaje popular sobre el tema de un eventual regreso de Cristo entre los hombres... Mi padre decía este pasaje con una fuerza extraordinaria: ¿Aún tienes tu lanzada en el costado?”.

24. Frossard cuenta en su libro Dios existe. Yo me lo encontré (1970) cómo, a los 20 años, se encontró con Dios. Hay que destacar la mediación de un amigo, unos años mayor que él, André Villemin. Católico de nacimiento, había perdido la fe a los 15 años para volverla a encontrar después. Ambos trabajaban en el mismo periódico. Discutían de todo, también de política. En cierta ocasión, el amigo le preguntó abiertamente por el sentido de su vida. Frossard no se esperaba una pregunta semejante y acudió a su afición. El remo, respondió. La carcajada que presenció fue monumental. Pues bien, Frossard relata así su experiencia de fe: “Fue un momento de estupor que dura todavía. Nunca me he acostumbrado a la existencia de Dios. Habiendo entrado, a las cinco y diez de la tarde, en una capilla del Barrio Latino en busca de un amigo, salí a las cinco y cuarto en compañía de una amistad que no era de la tierra”.

25. La capilla es de las Hermanas de la Adoración Reparadora: “En pie cerca de la puerta busco con la vista a mi amigo y no consigo reconocerlo entre las formas arrodilladas que me preceden. Mi mirada pasa de la sombra a la luz, vuelve a la concurrencia sin traer ningún pensamiento, va de los fieles a las religiosas inmóviles, de las religiosas al altar; luego, ignoro por qué, se fija en el segundo cirio que arde a la izquierda de la cruz. No el primero, ni el tercero, el segundo. Entonces se desencadena, bruscamente, la serie de prodigios cuya inexorable violencia va a desmantelar en un instante el ser absurdo que soy y va a traer al mundo, deslumbrado, el niño que jamás he sido”.

26. “Antes que nada, me son sugeridas estas palabras: vida espiritual. No me son dichas, no las formo yo mismo, las escucho como si fuesen pronunciadas cerca de mí, en voz baja, por una persona que vería lo que yo no veo aún. La última sílaba de este preludio murmurado, alcanza apenas en mí la orilla de lo consciente que comienza una avalancha al revés. No digo que el cielo se abre; no se abre, se eleva, se alza de pronto... El es la realidad, es la verdad, la veo desde la ribera oscura donde aún estoy retenido. Hay un orden en el universo, y en su vértice, más allá de este velo de bruma resplandeciente, la evidencia de Dios; la evidencia hecha presencia y la evidencia hecha persona de Aquel mismo a quien yo habría negado un momento antes... Su irrupción desplegada, plenaria, se acompaña de una alegría que no es sino la exultación del salvado, la alegría del náufrago recogido a tiempo”.

27. “Fuera seguía haciendo un tiempo hermoso... Willemin, que caminaba a mi lado y parecía haber descubierto algo singular en mi fisonomía, me observaba con insistencia médica: ¿Pero qué te pasa? Soy católico, y como si tuviera miedo de no ser bastante explícito, añadí: apostólico y romano, para que mi confesión fuera completa... Cinco minutos más tarde, en la terraza de un café de la plaza de Saint-André-des-Arts, contaba todo a mi compañero”. 

28. “Colmado así de bendiciones, creí que mi vida sería una Navidad que no acabaría”. Sin embargo, “dos veces se abatió sobre mi hogar el sufrimiento más grande que puede infligirse a seres humanos. Los padres me comprenderán, las madres mejor aún, sin más palabras. Dos veces he tomado el camino del cementerio provinciano donde está señalado mi puesto, buscando con horror el recuerdo de la misericordia. Incapaz de rebeldía, excluido de los refugios de la duda, ¿de qué dudaría sino de mí mismo?, he vivido con esa lanza en mi pecho y sabiendo que Dios es amor... La tumba que será la mía forma el ángulo de dos calles. Un día tuve la distraída curiosidad de ver cuál era la tumba vecina, que le yuxtapone exactamente: era la sepultura de las Hermanas de la Adoración Reparadora... La coincidencia me bastó. A quinientos kilómetros de distancia, las hermanitas que han asistido a mi nacimiento estarán allí también en la hora de mi muerte, y pienso, creo, sé, que esos dos instantes serán idénticos, como serán uno solo, en fin, los seres perdidos, la dulzura reencontrada. Amor, para llamarte así, la eternidad será corta”.

* Desde la experiencia de fe y en diálogo con posiciones diversas: