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27. FIDELIDAD DE CORAZÓN


1.
Durante siglos, el cristianismo toma de la antigua filosofía griega y de posiciones maniqueas una valoración negativa de la sexualidad, llegándose a extremos aberrantes y cumpliéndose lo que denuncia el Evangelio: Atan pesadas cargas sobre las espaldas de la gente (Mt 23,4). Pero también se produce el extremo opuesto. Son muchos los que dicen: Todo me es lícito. A lo que responde San Pablo: Pero no todo conviene (1 Co 6,12). El proyecto de Dios sobre la sexualidad y el matrimonio es una llamada a la fidelidad, desde lo más profundo, desde el corazón.

2. La sexualidad es uno de los factores que marcan la personalidad humana,  constituye a las personas como hombres y como mujeres, influyendo decisivamente en su evolución individual y en su inserción social. Como dice  la Escritura, hombre y mujer los creó (Gn 1,27). La bondad de la relación sexual de marido y mujer no se pone en duda en la Biblia. Se dice en el libro de los Proverbios: Goza con la esposa de tu juventud (Pr 5,18;ver Ct 4,1ss; GS 49). Frente a los ilusorios deseos de continencia manifestados por los corintios, San Pablo les recuerda el deber de las relaciones sexuales: Que el marido dé a su mujer lo que le debe y lo mismo la mujer al marido (1 Co 7,3).

3. En la Biblia, la diferencia sexual del hombre y de la mujer aparece vinculada a dos funciones fundamentales. En primer lugar, la ayuda mutua, ordenada a redimir la soledad humana: No es bueno que el hombre esté solo. Voy a darle una ayuda adecuada (Gn 2,18). En segundo lugar, la fecundidad, ordenada a la transmisión de la vida: Creced y multiplicaos (1,28).

4. El plan de Dios, que consiste en hacer de marido y mujer una sola carne (Gn 2,24), es un misterio de amor que no debe ser traicionado. Dice el Decálogo: No cometerás adulterio (Dt 5,18;Ex 20,14; ver Ml 2,14-15). Además, la Escritura recoge las preocupaciones de un padre con su hija (Eclo 42,9-11) e invita al hombre a apartarse de la fornicación (Eclo 41,17) y de la prostitución (Pr 23,27;Eclo 9,3-6), reservando su amor a la mujer de su juventud (Pr 5,15-19) o, en su caso, yendo al encuentro de la mujer perfecta (Pr 31,10;Eclo 26,1-4;36,21-27). En el mundo bíblico los prometidos o esposos (del latín sponsus, de spondere, prometer solemnemente) se pertenecen mutuamente (Dt 22,23;Mt 1,18). El noviazgo se valora como tiempo de conocimiento mutuo, de discernimiento y de maduración del consentimiento matrimonial.

5. Con la prohibición del adulterio, comenta el Catecismo Romano (s. XVI), prohibe Dios todo pecado deshonesto e impuro. Explícitamente lo afirman San Ambrosio y San Agustín. E igualmente lo confirman con absoluta evidencia las Sagradas Escrituras; consta en muchos de sus pasajes que Dios castiga, además del adulterio, otras especies de pecados deshonestos. En el Génesis, por ejemplo, se nos narra la sentencia de Judá contra su nuera; en el Deuteronomio se prohibe a las israelitas convertirse en prostitutas; su padre exhorta a Tobías para que se guarde de toda fornicación, y el Eclesiástico dice: Avergonzaos de la fornicación,... de fijar la mirada sobre mujer ajena (Eclo 41,17.23;Gn 38,24;Dt 23,18s).

6. Ya en el Antiguo Testamento el pecado afecta no sólo al hecho del adulterio, sino también al deseo. El deseo incuba el pecado. Así, cediendo a su deseo, David se apodera de Betsabé, la mujer de Urías (2 S 11,2ss). Y dos viejos desean a Susana hasta perder la cabeza (Dn 13,9). El Decálogo prohibe el deseo culpable: No codiciarás la mujer de tu prójimo (Dt 5,21).

7. En el Evangelio, Jesús remite al proyecto original de Dios: Dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne (Mt 19,5). Y, suprimiendo las concesiones que hizo Moisés, enseña: Si uno se divorcia de su mujer - no hablo de unión ilegal - y se casa con otra, comete adulterio (Mt 19,9; ver Mt 5,32 y Lc 16,18). La expresión unión ilegal (en griego porneia) se refiere a las uniones prohibidas en la Ley (ver Lv 18-19 y Hch 15,22-29). En el encuentro con la samaritana, Jesús la remite a su verdadero marido: Has tenido cinco maridos y el que ahora tienes no es tu marido (Jn 4,18). Los discípulos perciben perfectamente la posición del Evangelio y la viven como algo que los supera y desborda (Mt 19,10). Jesús les dice que entender esto es regalo de Dios (19,11). Y hay cosas más difíciles, hay quienes por el Evangelio renuncian a una vida conyugal (19,12). Según el proyecto de Dios, la relación sexual está integrada en el contexto del amor, de un amor que se compromete para siempre y se manifiesta en el consentimiento matrimonial (ver GS 48).

8. La defensa evangélica del matrimonio no se queda en la denuncia del adulterio, sino que llega a su raíz más profunda: la fidelidad es problema de corazón. Es el corazón la raíz que necesita ser sanada (Mt 15,19-20). Es el corazón, el hombre entero, el que se manifiesta en cada uno de sus gestos: Habéis oído que se dijo: No cometerás adulterio, pues yo os digo: Todo el que mira a una mujer casada deseándola, ya cometió adulterio con ella en su corazón (Mt 5,27-28). El amor es la fuente de la fidelidad y el resumen de la ley entera (Rm 13,9). La fidelidad de corazón también evangeliza.

9. Según el proyecto original de Dios, la homosexualidad constituye una desviación, un trastorno profundo de la orientación sexual, en cuanto se dirige a personas del mismo sexo (Rm 1,26-27). Su origen permanece oscuro. Pueden concurrir diversos factores: falta de normal evolución sexual, retraso en el desarrollo evolutivo de la personalidad, condicionamientos físicos, psíquicos, familiares, educativos o sociales, hábitos adquiridos. La persona homosexual no debe ser discriminada legalmente. En la valoración moral, se tiene en cuenta el tipo de condicionamiento: hay quienes nacen así, pero también quienes se hacen así. O los hacen así. La persona homosexual debe ser acogida con comprensión y apoyada en la esperanza de superar sus dificultades. Su responsabilidad personal debe ser juzgada con prudencia.

10. En el ambiente de corrupción del puerto de Corinto, San Pablo denuncia todas las formas del mal (1 Co 6,9-10). Además advierte: Huid de la fornicación (6,18; ver 1 Ts 4,3-5;Ef 5,5). Este precepto (en negativo) facilita el cumplimiento (en positivo) de la voluntad de Dios. Evitar la fornicación (Tb 4,12) facilita a Tobías el encuentro con Sara (7,11;8,9), un amor que puede haber nacido en circunstancias aparentemente casuales, pero en las que el creyente reconoce la mano de Dios: Del Señor ha salido este asunto (Gn 24,50;Sal 127). El camino era desconocido y peligroso (Tb 5,2;6,3.14).

11. La sexualidad humana alcanza su sentido más profundo cuando queda integrada en el contexto de la experiencia de fe, cuando la voluntad de Dios  resplandece a través del cuerpo, esto es, de la vida humana en cada una de sus dimensiones. Vuestros cuerpos son miembros de Cristo y templos del espíritu (1 Co 6,15.19). Por tanto, dice San Pablo, glorificad a Dios con vuestro cuerpo (6,20). 

   Diálogo: ¿Entendemos las palabras de Jesús? Aplicaciones diversas.