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18. EL DON DEL ESPÍRITU


1. En la Biblia se utiliza la palabra espíritu (en hebreo rûah, es femenino; en griego pneuma, es neutro; en latín spiritus, es masculino) para expresar la realidad de Dios (Jn 4,24), sus dones (Is 11,2), el don del espíritu (Jn 14,16) y el aliento de vida que hay en el hombre (Gn 2,7). Originalmente, significa soplo del viento y aliento vital. En la Escritura el espíritu de Dios aparece siempre en acción: es como el viento (Jn 3,8), como aliento (Sal 104,29-30), como el agua (Jn 7,37-39), como el fuego (Eclo 48,1;Jr 20,9;Hch 2,3-4), como el aceite (Am 6,6;Ez 16,9;Is 1,6; 1 S 10,1-6).

2. Sin embargo, se puede creer en Dios y en Cristo y, sin embargo, no haber recibido el don del espíritu. Al enterarse los apóstoles de que Samaría había acogido la Palabra de Dios, les enviaron a Pedro y a Juan. Estos oraron por ellos para que recibieran espíritu santo, pues todavía no había descendido sobre ninguno de ellos; únicamente habían sido bautizados en el nombre del Señor Jesús (Hch 8,14-17). Y en Efeso Pablo hizo a algunos discípulos la siguiente pregunta: ¿Recibísteis espíritu santo cuando abrazásteis la fe? Ellos dijeron: Ni siquiera hemos oido si hay espíritu santo (Hch 19,2; con minúscula y sin artículo, según el original griego). En realidad, si tienen un mínimo conocimiento del Antiguo Testamento, no ignoran su existencia, sino su efusión, el cumplimiento de la profecía de Joel: Sucederá en los últimos días, dice Dios: Derramaré mi espíritu sobre toda carne (Jl 3,1). Es también la promesa de Jesús.

3. Había entre los fariseos un hombre llamado Nicodemo, magistrado judío. Como fariseo, es un hombre de la ley; además, ocupa un puesto en el órgano supremo del gobierno judío. Fue donde Jesús de noche y le dijo: Rabbí, sabemos que has venido de Dios como maestro, porque nadie puede realizar las señales que tú realizas si Dios no está con él (Jn 3,2). Nicodemo reconoce la autoridad de Jesús como maestro, pero, en realidad, pertenece a un mundo diferente. Le dice Jesús: El que no nazca de lo alto no puede ver el reino de Dios. Se requiere un cambio radical, un nuevo nacimiento. Pero Nicodemo no cree que el hombre pueda cambiar: ¿Cómo puede uno nacer siendo ya viejo? ¿Puede acaso entrar otra vez en el seno de su madre y nacer? Jesús precisa su posición: El que no nazca de agua y espíritu no puede entrar en el reino de Dios. Es preciso nacer del agua, que simboliza la conversión anunciada por Juan (1,31), pero es preciso nacer del espíritu: Lo nacido de la carne es carne; lo nacido del espíritu es espíritu. No te asombres de que te haya dicho: Tenéis que nacer de lo alto. El viento sopla donde quiere y oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni adónde va. Así es todo el que nace del espíritu (Jn 3,3-8).

4. Nicodemo es maestro en Israel, pero no entiende nada. Como fariseo, piensa que Dios ha terminado su obra, que el hombre está en su estado definitivo, que no hay ningún umbral que atravesar. Pero Jesús dice otra cosa: la creación no ha terminado, Dios sigue trabajando (Jn 5,17), el hombre ha de nacer del espíritu, es decir, de la realidad de Dios. Nicodemo es el hombre de la ley: atado a un código que excluye de antemano toda novedad, se cierra a la acción de Dios. El diálogo refleja una tensión entre la sinagoga y la comunidad de discípulos: Nosotros hablamos de lo que sabemos y damos testimonio de lo que hemos visto, pero vosotros no aceptáis nuestro testimonio.

5. El espíritu de Dios aparece de muchas maneras en la vida de Jesús: en su concepción (Lc 1,35), en su bautismo (3,21-22), en el desierto (4,1), en su misión (4,14-22), en su oración (10,21), en su cena de despedida (Jn 14,16-17), en su resurrección (20,22;ver Gn 2,7), en el nacimiento de la primera comunidad cristiana (Hch 2). Jesús da el espíritu sin medida (Jn 3,34). Evangeliza por la fuerza del espíritu y lo hace con señales de liberación: El espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para anunciar a los pobres la buena nueva, me ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, para dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor (Lc 4,18-20; ver Is 61,1-2).

6. En el contexto de la última cena, Jesús hace una comunicación fundamental a sus discípulos: Os lo digo ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda creáis (Jn 14,29). Jesús anuncia (una y otra vez) el don del espíritu: Yo rogaré al padre y os dará otro defensor, para que esté con vosotros para siempre, el espíritu de la verdad, a quien el mundo no puede recibir, porque no le ve ni le conoce. Pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros. No os dejaré huérfanos: volveré a vosotros. Dentro de poco el mundo ya no me verá, pero vosotros sí me veréis, porque yo vivo y también vosotros viviréis. Aquel día comprenderéis que yo estoy en mi padre y vosotros en mí y yo en vosotros (Jn 14,16-20; sobre el testimonio de dos personas, de Jesús y del Padre, ver Jn 8,17-18).

7. Dice también: Si alguno me ama, guardará mi palabra, y mi padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada en él...Y la palabra que escucháis no es mía, sino del Padre que me ha enviado. Os he dicho estas cosas, estando entre vosotros. Pero el defensor, el espíritu santo que el padre enviará en mi nombre, os lo enseñará todo y os recordará todo lo que yo os he dicho (14,23-26; sobre el espíritu santo que nos educa, ver Sb 1,5).

8. Y de nuevo: El que me odia, odia también a mi padre...Cuando venga el defensor que yo os enviaré desde el padre, el espíritu de la verdad que procede del padre, él dará testimonio de mí. Pero también vosotros daréis testimonio, porque estáis conmigo desde el principio (15,23-27). Y finalmente: Os conviene que yo me vaya; porque si no me voy, no vendrá a vosotros el defensor; pero si me voy, os lo enviaré; y cuando venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio; de pecado, porque no creen en mí; de justicia, porque me voy al padre, y ya no me veréis; de juicio, porque el poderoso de este mundo está juzgado. Mucho tengo todavía que deciros, pero ahora no podéis con ello. Cuando venga él, el espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad completa; pues no hablará por su cuenta, sino que hablará lo que oiga, y os anunciará lo que ha de venir. El me dará gloria, porque recibirá de lo mío y os lo anunciará a vosotros. Todo lo que tiene el padre es mío: por eso he dicho que recibirá de lo mío y os lo anunciará (16,7-15).

9. El don del espíritu es una realidad que brota a raudales como fruto de la pascua de Cristo. Lo proclama Pedro el día de Pentecostés: Judíos y habitantes todos de Jerusalén: Que os quede esto bien claro y prestad atención a mis palabras: No están estos borrachos, como vosotros suponéis, pues es la hora tercia del día, sino que es lo que dijo el profeta: Sucederá en los últimos días, dice Dios: Derramaré mi Espíritu sobre toda carne, y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas (Hch 2,16-17). Es la exaltación de Jesús de parte de Dios: A Jesús Nazareno, hombre a quien Dios acreditó entre vosotros con milagros, prodigios y señales...A este Jesús Dios le resucitó, de lo cual todos nosotros somos testigos. Y exaltado por la diestra de Dios, ha recibido del padre el espíritu santo prometido y ha derramado lo que vosotros veis y ois (Hch 2,27-33). 10. En la Iglesia se repiten las señales de Jesús: los cojos andan (Hch 3,1-10;5,12-16;14,8-10), los muertos resucitan (9,40;20,10), se dan cambios radicales (2,41;5,14;10,44-48), la palabra de Dios es anunciada con valentía (4,13;5,20;9,27;14,3;28,31), se comparten los bienes (2,44;4,32), las amenazas y persecuciones son afrontadas con paz y alegría (5,41;7,55;20,17-38;21,10-14), el espíritu produce sus frutos (1 Co 12,8-10), se confiesa que Jesús es el Señor (1 Co 12,5). Los Hechos de los Apóstoles son el evangelio del espíritu.