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13-2. HEMOS VISTO SU ESTRELLA

 
1. Ante el relato de los magos (Mt 2,2-11) surgen diversos interrogantes: ¿es pura leyenda? ¿es sólo un símbolo, según el cual Jesús sería la estrella de Jacob? ¿estamos ante un signo, es decir, ante algo que realmente aconteció y que resulta significativo? Del fenómeno de la estrella se dan diversas interpretaciones: un cometa, una nueva estrella, un astro milagroso, etc. Por diversos motivos merece especial atención la hipótesis de J. Kepler.

2. El astrónomo Kepler hizo esta hipótesis en 1606: conjunción triple (se repitió tres veces), extraordinariamente rarísima, de los planetas Júpiter y Saturno en la constelación de Piscis (De Iesu Christi nostri servatoris vero anno natalitatis, Frankfurt). En el año 7 a.C. ocurrió el mismo fenómeno y fue particularmente luminoso. La conjunción apareció el 12 de abril y se repitió tres veces, con puntos de culminación el 29 de mayo, el 3 de octubre y el 4 de diciembre. Según esto, Cristo nació el año 7 a.C. En un planetario, como el de Madrid, y en un ordenador se puede reproducir el fenómeno astronómico del año 7 a. C. (o 6, según se cuente). Esto lo hizo R. Hennig en Düsseldorf durante los años 1933-1937. La Jefatura nacional-socialista de distrito lo prohibió en 1938 y el aparato proyector del planetario fue destruido en un bombardeo el 23 de abril de 1944.

3. El fenómeno pudo coincidir con las principales fiestas judías, las tres fiestas de peregrinación a Jerusalén (Pascua y Pentecostés en abril-mayo, y la fiesta de las Tiendas en septiembre-octubre):  Tres veces al año se presentarán todos tus varones ante el Señor tu Dios, en el lugar elegido por él: en la fiesta de los Azimos, en la fiesta de las Semanas, y en la fiesta de las Tiendas. Nadie se presentará al Señor con las manos vacías; sino que cada cual ofrecerá el don de su mano, según la bendición que el Señor tu Dios te haya otorgado (Dt 16,16-17). En los Hechos de los Apóstoles (2,1-11) nos encontramos con una fiesta de peregrinación, la de Pentecostés (Siete Semanas). El viaje podía durar mes y medio en aquella época, siguiendo las rutas comerciales (Eúfrates arriba o a través del desierto).

4. La celebración del nacimiento de Cristo el 25 de diciembre (desde el siglo IV) parece responder a una cristianización de la fiesta romana del Sol, que se celebraba en el solsticio de invierno. Asímismo, el calendario cristiano fijado por el monje Dionisio 500 años después contiene un error de cálculo (7 años). Herodes murió el año 4 a.C. Por lo que se refiere al censo (Lc 2,1-2), según el Monumentum Ancyranum (de Ancyra, hoy Ancara), Augusto ordenó hacer tres veces el censo de ciudadanos romanos.

5. Es de suponer que los magos (sabios, astrónomos) fueran, como el profeta Daniel (Dn 4,6), judíos de la diáspora, no gentiles. Sólo unos creyentes judíos podrían percibir la señal que les ponía camino de Jerusalén. Para los demás no dejaba de ser un fenómeno más. Los magos percibieron en su trabajo una señal, una señal dada en lo alto del cielo: Los cielos cantan la gloria de Dios (Sal 19,2). Una tablilla en caracteres cuneiformes, que fue dada a conocer por Schnabel en 1925 (Zeitschr.f.Assyriologie,vol.2 n.F.,66) y que se encuentra en el museo estatal de Berlín, revela que la conjunción fue observada en la escuela de astronomía de Sippar, antigua ciudad de Babilonia. Además, en tiempo de Jesús había en Mesopotamia una importante colonia judía.

6. Los magos llegan preguntando: ¿Dónde está el rey de los judíos que ha nacido? Hemos visto su estrella en el Oriente y venimos a adorarle. La actitud de adoración, que con razón puede considerarse aquí prematura, sólo se entiende después, a la luz de la Pascua. En los magos sería, más bien, un gesto de reconocimiento y de respeto (ver Is 60,1-6;Sal 72). La pregunta de los magos sobresaltó a Herodes, el rey extranjero (y usurpador) puesto por los romanos. Ciertamente, ese nacimiento no había sido en su casa, sino en otra parte.

7. Convocó a todos los sumos sacerdotes y escribas del pueblo y por ellos se estuvo informando del lugar donde había de nacer el Mesías. Ellos le dijeron: En Belén de Judá, porque así está escrito por medio del profeta (Miq 5,1)...Entonces Herodes llamó aparte a los magos y por sus datos precisó el tiempo de la aparición de la estrella. Después, enviándolos a Belén, les dijo: Id e indagad cuidadosamente sobre ese niño; y cuando le encontréis, comunicádmelo para ir yo también a adorarle (Mt 2,4-6). Los magos van de señal en señal y preguntando. Acogen las señales y, también, la información que, por diversos caminos, les llega. Eso sí, con discernimiento.

8. Los magos se ponen camino de Belén y aparece de nuevo la señal: Al ver la estrella, se llenaron de inmensa alegría (Mt 2,10). Como Belén está al sur de Jerusalén (8 kms), la nueva conjunción se encuentra delante y encima de ellos. Entraron en la casa; vieron al niño con María su madre y, postrándose, le adoraron; abrieron luego los cofres y le ofrecieron dones de oro, incienso y mirra. Y, avisados en sueños que no volvieran donde Herodes, volvieron a su país por otro camino (2,11-12). 

9. A finales del siglo I, el historiador judío Josefo habla de un movimiento mesiánico muy vivo el año 6 a.C., indicando que Herodes castigaba con medidas drásticas a todos aquellos que expresaban su esperanza en la liberación del pueblo judío de la dominación romana (Antigüedades judías, XVII,44ss). Habla también del rumor popular de que Dios había decidido acabar con el dominio de Herodes, pues una señal divina había anunciado la venida de un caudillo nacional judío (Guerra judía, I,17; ver Is 9,1-6; Lagrange, L'Evangile selon S. Mathieu, Paris, 1927). El escritor pagano Macrobio, hacia el 400 d.C., recoge una alusión de Augusto a su contemporáneo Herodes, que había ordenado matar a todos los niños de dos años para abajo (Saturnalia, V,2).

10. El sabio judío Maimónides escribió hacia el año 1170 d.C. que los judíos tenían el convencimiento de que el Mesías surgiría cuando se produjera una conjunción de los planetas Saturno y Júpiter en el signo de Piscis. Simeón, jefe del gran levantamiento judío contra la dominación romana en los años 132-135 de nuestra era, fue llamado Bar Kochba (Hijo de la Estrella), en referencia al pasaje: Avanza la estrella de Jacob (Nm 24,17).

11. San Lucas relata el mismo acontecimiento de otro modo. No habla de magos: la palabra tenía (y tiene) connotaciones negativas. Habla de ángeles, mensajeros de Dios, y de pastores, que en la comarca vigilaban y guardaban por la noche su rebaño: Se les presentó el ángel del Señor, y la gloria del Señor los envolvió en su luz...El ángel les dijo: No temáis, pues os anuncio una gran alegría, que lo será para todo el pueblo: os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un salvador, que es el Cristo Señor; y esto os servirá de señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre. Y de pronto se juntó con el ángel una multitud del ejército celestial, que alababa a Dios, diciendo: Gloria a Dios en las alturas... (Lc 2,8-14;ver Sal 19;Ez 1;Hb 1,6). Los ejércitos celestiales son - según los antiguos - las estrellas, ordenadas en gran número en el cielo y trazando sus órbitas, pero también los ángeles que las mueven (Stöger).

12. Los pastores dieron a conocer lo que les habían dicho de aquel niño (Lc 2,17). Cuando se cumplieron los días de la purificación de ellos, llevaron a Jesús a Jerusalén para presentarle al Señor. Movido por el Espíritu, Simeón fue al templo. Aunque el misterio de Jesús le desbordara, tuvo conciencia de estar delante del Mesías (2,29-32). Sus padres estaban admirados de lo que se decía de él (2,33;ver 2,19). El salmo 110 adquiere un significado especial: Eres príncipe desde el día de tu nacimiento, entre esplendores sagrados; yo mismo te engendré como rocío, antes de la aurora (Sal 110,3).