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4. ÉXODO


1. La experiencia de fe implica un proceso de liberación personal y colectivo. Es experiencia de éxodo. De ningún modo, la Palabra de Dios sirve para justificar situaciones de opresión: no es droga ni opio del pueblo. Al contrario, denuncia la opresión y abre en la historia un camino de liberación. En realidad, lo que Dios quiere es abrir las prisiones injustas, hacer saltar todos los cepos, dejar libres a los oprimidos, romper todos los cepos (Is 58,6).

2. El éxodo marca el verdadero nacimiento de Israel como pueblo y como pueblo de Dios. Su experiencia de fe es experiencia de liberación. El Dios vivo, Señor de la historia, le dijo a Moisés: He visto la opresión de mi pueblo en Egipto, he oído el clamor que le arrancan sus opresores y conozco sus angustias. Voy a bajar para librarlo del poder de los egipcios. Lo sacaré de este país y lo llevaré a una tierra nueva y espaciosa, a una tierra que mana leche y miel (Ex 3,7-8).

3. En el éxodo, el pueblo experimenta lo que es marchar con su Dios. Es Dios mismo quien abre el camino. Sus huellas abundan, aunque pueden pasar desapercibidas: Por el mar iba tu camino, por las inmensas aguas tu sendero y no se descubrieron tus pisadas (Sal 77,20).

4. La liturgia judía de la Pascua proclama el sentido actual del éxodo liberador: Aquel que esté oprimido, venga a celebrar la Pascua. En el marco judío de la Pascua, cada uno relata su historia. Y todos juntos celebran la historia común de Israel. Sobre un ritmo de letanía, cuyo estribillo es dayenou (que significa: nos habría bastado), proclaman la liberación de Dios: ¡Con cuántos favores nos ha colmado!...Si hubiese dividido para nosotros el mar sin habérnosle hecho pasar a pie seco, eso nos habría bastado...Si nos hubiera dado la Ley sin hacernos entrar en el país de Israel, eso nos habría bastado. Si nos hubiera hecho entrar en el país de Israel sin levantar para nosotros la Casa de Elección (el Templo), eso nos habría bastado.

5. El desprecio de los caminos de Dios, marcados en el Decálogo, conduce a la catástrofe y al destierro (Lv 26,41). El destierro es un camino que va a la inversa del éxodo. Es consecuencia de la corrupción tantas veces denunciada: No hay verdad, ni misericordia, ni respeto a Dios, sino perjurio, mentira, asesinato, robo, adulterio, vengando sangre con sangre (Os 4,2).

6. Al pueblo de Dios, de nuevo cautivo en Babilonia, se le anuncia la liberación como un nuevo éxodo: Fortaleced las manos débiles, afianzad las rodilllas vacilantes, decid a los de corazón intranquilo: ¡Animo, no temáis!...Se despegarán los ojos de los ciegos, los oídos de los sordos se abrirán, brincará el cojo como un ciervo, la lengua del mudo cantará (Is 35,3-6).

7. Juan el Bautista es la voz que clama: En el desierto preparad el camino del Señor (Mt 3,3). Hace falta un nuevo Moisés, una nueva Ley, un nuevo éxodo. Lo que debía ser tierra prometida y fecunda, de vida y de libertad para el pueblo, se ha convertido en tierra de opresión y de muerte. Incluso el templo se ha convertido en respaldo de un sistema injusto y opresor. Jesús, con la fuerza del Espíritu, saca al hombre de ese mundo esclavizado, en tinieblas, necesitado de redención, porque donde haya opresión, habrá Palabra de liberación. Como aquel día, en la sinagoga de Nazaret: El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para anunciar la buena noticia a los pobres; me ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos y dar la vista a los ciegos, a liberar a los oprimidos y a proclamar un año de gracia del Señor (Lc 4,18).

8. Un filósofo de nuestro tiempo expresa así la liberación que anuncia Jesús: Decenas, centenas tal vez de narradores populares, cantaron el choque que recibieron con imágenes de gente sencilla, humillados, ofendidos, dolientes, cuando soñaron que todo se hacía posible: que el ciego vea, ande el paralítico, coman los hambrientos del desierto, que la prostituta se revele como mujer, que una niña muerta vuelva a la vida. Para anunciar hasta el confín la buena nueva, fue necesario que El mismo anunciase por su resurrección, que todas las fronteras se habían superado, hasta la suprema frontera: la muerte (R. Garaudy).

9. El Gran Inquisidor de Dostoyevski, en Los hermanos Karamazov, se enfrenta, encarcela y corrige al propio Cristo, que aparece con señales en la Sevilla del siglo XVI entre la muchedumbre que el día anterior había presenciado una ejecución del Santo Tribunal: En vez de incautarte de la libertad humana, Tú la aumentaste...¿es que no pensaste que (el hombre) acabaría rechazando y poniendo en tela de juicio tu propia imagen y tu verdad, si lo cargabas con un peso tan terrible como la libertad de elección?

10. Para anunciar el Evangelio que libera, la Iglesia necesita renovarse, liberarse, vivir su propio éxodo, tirar el lastre del pasado, superar la vieja identificación entre cristianismo y sociedad, ser comunidad en medio de la sociedad, respetar la autonomía de lo temporal, reconocer el legítimo pluralismo social, renunciar a imponer en Evangelio por la fuerza, ofrecer el Evangelio en la debilidad de la libertad.

11. En nuestro mundo, el Evangelio que libera denuncia las grandes diferencias sociales, quiere una escuela que no las reproduzca, busca una sanidad mejor y para todos, lucha eficazmente contra el paro, defiende la dignidad y los derechos del hombre, comparte solidariamente los bienes; en suma, anuncia la buena nueva a los pobres.

12. Una verdadera evangelización acoge cada situación y cada interrogante: Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren (GS 1). Y en el fondo de esas situaciones, con la fuerza del Espíritu, aparecerán de nuevo las señales que liberan.