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3. ALIANZA


1. Las grandes experiencias bíblicas han conducido y conducen al encuentro de Cristo. Dan testimonio de El. Dijo Jesús a los judíos: Estudiáis las Escrituras pensando encontrar en ellas vida eterna: pues ellas están dando testimonio de mí (Jn 5,39). Según el Concilio, Dios se fue revelando a su pueblo, con obras y palabras, como Dios vivo y verdadero. De este modo, Israel fue experimentando la manera de obrar de Dios (DV 14). Esto vale también para hoy, pues todo lo que está escrito, se escribió para enseñanza nuestra (Rm 15,4).

2. Así pues, vamos al encuentro de Cristo por los caminos del Dios vivo. Encontramos a Cristo, donde los hombres se respetan y se aman (Alianza); donde el hombre es liberado de los dioses y poderes que le asedian y esclavizan (Exodo); donde los hombres experimentan las dificultades de la liberación (Desierto); donde encuentran acogida y asilo (Tierra que mana leche y miel); encontramos a Cristo en los pobres, en ellos quiere ser servido (Opción por los pobres); en los que llevan su Palabra, en ellos quiere ser escuchado (En nombre de Dios); en quien sufre persecución por causa de la justicia (Siervo de Yahvé); en medio de los que se reúnen en su nombre (Iglesia); en la paz que el mundo no puede dar, en la alegría que nadie nos puede quitar (Dichosos).

3. Comenzamos por la experiencia bíblica de la Alianza: ¿Qué significa para nosotros la palabra alianza? Tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, significa: solidaridad, pacto, fidelidad, unidad, amor. La alianza hace siempre referencia a otro. Vivir en alianza significa amar. La experiencia de fe implica vivir en situación de alianza. Al propio tiempo, quien vive en situación de alianza está en el camino que conduce a Cristo. Cristo está donde los hombres se respetan y se aman.

4. Alianza significa primero el amor de Dios a los hombres: El nos amó primero (1 Jn 4,19). El amor de Dios va por delante de nosotros. Cuando Abraham sale de Ur de Caldea nace una nueva religión, la religión de la Alianza. De nuevo el hombre relacionado con Dios, en diálogo con Dios. De nuevo, el sentido de la vida del hombre depende de Dios: Sal de tu tierra...a la tierra que yo te mostraré (Gn 12,1). Abraham comienza a experimentar que Dios no está ausente de la historia de los hombres. Esta experiencia bíblica fundamental se expresa con la fórmula ordinaria de la alianza: Dios está con nosotros (Ex 3,14; Mt 28,20; Jn 14,20).

5. Alianza significa también el amor de los hombres a Dios. El amor a Dios es el primero y principal mandamiento: Escucha, Israel: El Señor nuestro Dios es solamente uno. Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas. Las palabras que hoy te digo quedarán en tu memoria, se las repetirás a tus hijos y hablarás de ellas estando en casa y yendo de camino, acostado y levantado; las atarás a tu muñeca como un signo, serán en tu frente una señal; las escribirás en las jambas de tu casa y en tus portales (Dt 6,4-9).

6. El segundo mandamiento es semejante al primero: Amarás a tu prójimo como a tí mismo (Mt 22,39). Cuando el joven rico se acerca a Jesús y le pregunta qué ha de hacer para heredar la vida eterna, le responde Jesús: Ya sabes los mandamientos. Y le cita los que se refieren al prójimo: No cometas adulterio, no robes, no levantes falso testimonio, honra a tu padre y a tu madre (Lc 18,20).

7. Los fariseos sospechan que Jesús, poniendo el acento en el segundo mandamiento, menosprecia el primero. Por ello, le preguntan para ponerle a prueba: Maestro, ¿cuál es el mandamiento mayor de la Ley? (Mt 22,36). No comprenden el Evangelio de Jesús: son los enfermos quienes necesitan del médico, no los sanos (Mc 2,17); lo que mancha al hombre no es lo que entra por la boca sino lo que sale del corazón (Mt 15,18); el sábado se hizo para el hombre y no el hombre para el sábado (Mc 2,27); es lícito en sábado hacer el bien, no el mal, salvar una vida en vez de destruirla (Mc 3,4); el hombre vale más que una oveja, un buey o un asno (Mt 12,12; Lc 13,15); el vino nuevo hay que echarlo en pellejos nuevos (Lc 5,38); Dios quiere misericordia, no sacrificio (Mt 12,7).

8. La parábola del samaritano (Lc 10,30-37) no sólo responde a la pregunta escéptica del maestro de la Ley (¿quién es mi prójimo?), sino que pone de manifiesto la profunda contradicción de una virtud sin amor. El cumplimiento riguroso, pero superficial de la Ley no sirve al sacerdote ni al levita para comprender que el sentido de la Ley es el amor. El contraste es evidente, porque pasa por allí un samaritano, un hombre despreciado por los judíos como hereje, y -sin los rodeos del virtuoso de oficio- siente compasión del herido.

9. El mensaje profundo del Decálogo es que la vida humana, como tal, no puede desarrollarse fuera del amor. El Decálogo es expresión de una moral de Alianza, una moral fraterna, comunitaria, que Jesús resume en el amor a Dios y en el amor al prójimo: De estos dos mandamientos penden toda la Ley y los profetas (Mt 22,40).

10. Una virtud sin amor es una virtud inútil. San Pablo señala enérgicamente la inutilidad de las virtudes humanas, si falta el amor: Ya podría yo hablar las lenguas de los hombres y de los ángeles; si no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o unos platillos que aturden (1 Co 13,1). Engaña, dice San Juan, quien descuida el segundo mandamiento a causa del primero: Si alguno dice: 'Amo a Dios' y aborrece a su hermano, es un mentiroso, pues quien no ama a su hermano a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve. Y hemos recibido de El este mandamiento: quien ama a Dios, ame también a su hermano (1 Jn 4,20-21). El amor fraterno es el mandamiento nuevo, la señal por la que los discípulos de Jesús serán reconocidos (Jn 13,34-35).

11. Dice el Evangelio que habrá sorpresas cuando el Señor se siente en su trono para juzgar la historia de los hombres: Señor, ¿cuándo te vimos con hambre y te alimentamos, o con sed y te dimos de beber?; ¿cuándo te vimos forastero y te hospedamos, o desnudo y te vestimos?; ¿cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte? Y el rey les dirá: Os aseguro que cada vez que lo hicísteis con uno de estos mis humildes hermanos, conmigo lo hicísteis (Mt 25,37-40).

12. La experiencia cristiana de la fe es la nueva alianza que anunciaron los profetas: Os daré un corazón nuevo y os infundiré un espíritu nuevo; os arrancaré el corazón de piedra y os daré un corazón de carne (Ez 36,26). Esa nueva alianza está sellada con la sangre de Cristo (Lc 22,20). Ahora bien, según nuestra experiencia, ¿qué significa realmente vivir en alianza? ¿Conduce al pleno reconocimiento de Cristo?