Cortesía de www.comayala.es
para la BIBLIOTECA CATÓLICA DIGITAL

 

2-1. HUELLAS DE UNA PRESENCIA


1. La experiencia cristiana de la fe tiene esta constante de la evangelización apostólica, realmente central: es experiencia de Cristo Resucitado, constituido Señor. Veamos las huellas de su presencia o, dicho de otro modo, algunos rasgos más importantes de esta experiencia, que marca la identidad de la Iglesia naciente y, también, de la Iglesia de hoy.

2. En primer lugar, Jesús Resucitado, constituido Señor de la historia, no es reconocido de pronto; más bien, los discípulos tardan en reconocerle. Así los de Emaús, que en un camino de vuelta van compartiendo el fracaso de su esperanza (Lc 24,21), le reconocen al partir el pan: Entonces se les abrieron los ojos y le reconocieron (24,31); antes, sus ojos estaban retenidos (24,16), han sido insensatos y tardos (24,25), aunque sí habían percibido algo especial: ¿No estaba ardiendo nuestro corazón cuando nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras? (24,32). Algo parecido sucede a María Magdalena en el huerto (Jn 20,15) y a los discípulos en el lago (Jn 21,4).

3. Los discípulos tardan en reconocerle, entre otros motivos, porque Jesús ha cambiado profundamente: su modo de presencia es distinto. Ya no está entre nosotros a la manera de hombre, sino a la manera de Dios. Es decir, como Señor. Y así le van identificando y le van reconociendo todos: los de Emaús, que vuelven a Jerusalén y comparten la buena noticia: Es verdad. ¡El Señor ha resucitado! (Lc 24,34); María Magdalena, que reacciona con una palabra reservada habitualmente a Dios: Rabbuní, más solemne que rabbí, que significa maestro (Jn 20,16); el discípulo amado, que lo anuncia a sus compañeros de pesca: Es el Señor (Jn 21,7.12); Tomás, que pasa de la incredulidad a la fe: Señor mío y Dios mío (Jn 20,28). Con el reconocimiento, se impone la paz, el asombro, la alegría: Los discípulos se alegraron de ver al Señor (Jn 20,20; Lc 24,41).

4. Jesús de Nazaret, constituído Señor (¡lo mismo que Dios!), es reconocido en circunstancias ordinarias de la vida, en las que irrumpe la buena noticia de la resurrección. Por ejemplo, el camino de vuelta y la esperanza frustrada de los de Emaús (Lc 24,21), la búsqueda errática y el llanto incontenible de la Magdalena (Jn 20,11-15), la inútil noche de aquellos discípulos que habían ido a pescar (Jn 21,3), la actitud desconfiada y escéptica de Tomás (Jn 20,25).

5. Jesús de Nazaret es reconocido Señor de la historia (¡de esta historia nuestra!), en medio de acontecimientos que se convierten en signos. De modo semejante, a lo largo de la historia, se había reconocido la presencia del Dios vivo: en medio de acontecimientos que hablan, significativos, reveladores. Así los de Emaús le reconocen al partir el pan y en todo lo que había ido sucediendo ese día: la palabra encendida del caminante desconocido, el fuego en el corazón, el sentido de las Escrituras como clave de los acontecimientos, la interpelación profunda, el gesto de hospitalidad, la bendición, la mesa compartida, la "increíble" presencia (Lc 24,32; 24,25-31); en el conjunto de acontecimientos que suceden en el huerto (como los demás, sobriamente descritos) María Magdalena reconoce a Jesús en la palabra que se le dirige (Jn 20,16);lo mismo sucede a los discípulos: a orillas del lago (Jn 21,4-13), en el cenáculo (Jn 20,19-21; Mc 16,14-18; Lc 24,36-49), sobre un monte (Mt 28,16), a todos ellos se les manifiesta en su palabra.

6. Jesús Resucitado está presente en la historia a la manera de Dios, como Señor: ello explica que sólo sea reconocido por creyentes, es decir, por aquellos que reconocen la acción de Dios en la historia. En efecto, Jesús Resucitado no se hace presente en la debilidad de la carne y de la sangre, sino en la dinámica del espíritu de Dios: Nadie puede decir: ¡Jesús es Señor!, sino por influjo del espíritu santo (1 Co 12,3).

7. La resurrección de Jesús y su constitución como Señor es un acontecimiento trascendente, que - sin embargo - tiene sus señales históricas, realmente "palpables" por los creyentes. Así estos pueden decir que Jesús camina con ellos (Lc 24, 15), come y bebe con ellos (24,30.43), pesca con ellos (Jn 21, 6), se reúne con ellos, se presenta en medio de ellos, aunque las puertas estén cerradas (Jn 21,19). Jesús Resucitado está, como Dios vivo, en el corazón de la historia. Y repite los signos que confirmaron su misión, lo que permite reconocerle. Dichos signos confirman, además, la misión de los discípulos (Mc 16,20).

8. El hecho de que Jesús sea reconocido como Señor de la historia supone un cambio profundo, radical (Hch 2,37). En efecto, los primeros cristianos quedan estupefactos y perplejos (1,12), parecen borrachos (1,13), se vuelven "locos", todo lo ponen en común (2,42-44; 4,32-35). Causa especial impacto el cambio espectacular experimentado por Pablo de Tarso: ¿No es este el que se ensañaba en Jerusalén contra los que invocaban ese nombre? (9,20).

* Podemos revisar si nuestra experiencia de Cristo tiene también estos rasgos:

*no es reconocido de pronto

*su modo de presencia es distinto

*en circunstancias ordinarias de la vida

*en medio de acontecimientos que se convierten en signos

*en su palabra

*al partir el pan

*en la dinámica del espíritu de Dios

*sólo por creyentes

*se vuelven "locos".