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1-1-3. LOS LEPROSOS QUEDAN LIMPIOS


1. El leproso es, en tiempo de Jesús, prototipo del enfermo más necesitado y desasistido. Es el símbolo del enfermo abandonado. La evangelización de Jesús presenta, como garantía de autenticidad, esta señal: los leprosos quedan limpios (Mt 11,5).

2. Y sucedió que, estando en una ciudad, se presentó un hombre cubierto de lepra que, al ver a Jesús, se echó rostro en tierra, y le rogó diciendo: Señor, si quieres, puedes limpiarme (Lc 5,12). Estando en una ciudad, se le presenta un leproso, es decir, alguien que -según la Ley- debía vivir fuera de la ciudad.

3. En la Biblia, con el nombre de lepra, que originalmente significa llaga o golpe, se designan diversas afecciones de la piel, todas ellas contagiosas. El leproso era excluído de la comunidad hasta su curación y purificación ritual.

4. En su forma más conocida y terrible, la lepra era una enfermedad incurable y, además, contagiosa. El leproso era tenido por muerto. Se tomaban severas medidas de precaución para evitar el contagio. El leproso lo iba avisando con su aspecto impresentable. Más aún, debía pregonarlo, quedarse siempre a distancia y vivir solo o con otros leprosos; en todo caso, fuera de la ciudad: El leproso llevará los vestidos rasgados y desgreñada la cabeza, se cubrirá hasta el bigote e irá gritando: ¡Impuro, impuro! Todo el tiempo que dure la llaga, quedará impuro. Es impuro y habitará solo; fuera del campamento tendrá su morada (Lv 13,45-46).

5. El leproso es impuro. Queda, por ello, fuera de la ciudad, fuera de la mesa, fuera de la casa, fuera del templo. Y sin embargo, se presenta en la ciudad y se presenta ante Jesús. Ha entendido lo que significa Jesús, más que la Ley y más que la enfermedad, aunque sea la lepra: Señor, si quieres, puedes limpiarme. El leproso entiende que de la voluntad de Jesús depende el propio destino de su vida, una vida que puede ser recuperada para la comunión y para la comunidad.

6. El extendió la mano, le tocó y dijo: Quiero, queda limpio. Y al instante le desapareció la lepra. Jesús pasa por encima de la Ley e, incluso, por encima del riesgo. Extiende la mano y le toca. Tocando al enfermo, le introduce en la comunión de los hombres y en la comunión con Dios. Por la voluntad de Jesús, por su acción, por su Palabra, queda curado el leproso: queda limpio.

7. Y él le ordenó que no lo dijera a nadie. Y añadió: Vete, muéstrate al sacerdote y haz la ofrenda por tu purificación como prescribió Moisés para que les sirva de testimonio. Es preciso andar con cuidado. Se impone prudencia y discreción. Por lo demás, el hombre curado debía ser declarado limpio, conforme a la Ley. Y los sacerdotes tenían que recibir el testimonio adecuado.

8. Para la gente, lo sucedido es algo realmente sorprendente. Se reconoce en Jesús el poder del profeta Eliseo, que curó al leproso Naamán, el sirio (2 R 5,14). Más aún, lo que sucede es que ha llegado el tiempo esperado, el tiempo de la salvación: se vuelve posible lo que parecía imposible, impensable.

9. El pasaje de la curación del leproso es un esquema de evangelización que tiene valor permanente. Vale también para hoy, para situaciones de enfermedad y de marginación. Es una catequesis. En ella aparecen personajes, papeles y situaciones diversas: ¿cómo nos situamos nosotros? ¿Por qué?

*como discípulos que siguen a Jesús

*dentro de la ciudad, dentro de la mesa, de la casa, del templo

*como leproso, fuera de la ciudad, fuera de la mesa, de la casa, del templo

*sin solución, sin comunicación, sin esperanza

*acudiendo a Jesús

*curado, recuperado para la comunión y la comunidad