IV
-
EL USO ACTUAL DE LA BIBLIA
Hemos
mirado a la Biblia desde fuera y desde dentro, como libro humano y como libro
divino. Ello quizás pudiera ser suficiente como introducción a la lectura
personal de la Biblia. Pero hoy en día, gracias a Dios, nace con fuerza dentro
de la Iglesia el hecho de las comunidades cristianas. Y ellas, a partir de la
Biblia, bajo su luz y su fuerza, derraman a su vez una nueva luz sobre la misma
Biblia. Bajo esta luz queremos enfocar el presente capítulo.
1.
El Método de las comunidades en el uso de la Biblia
a)
El pueblo de las comunidades redescubre la Biblia
Hasta
poco antes del Concilio Vaticano II, la Biblia era casi exclusivamente el libro
de los sacerdotes y los exegetas (estudiosos técnicos en asuntos bíblicos).
Desde
el Concilio comenzó la devolución de la Biblia al pueblo. En su maravillosa
“Constitución dogmática sobre la Divina Revelación”, se dice que “los
fieles han de tener fácil acceso a la Sagrada Escritura”, pues “la Palabra
de Dios tiene que estar disponible en todas las edades” (DV 22).
Al
comienzo se situaba a la Biblia en el pasado, o sea, sólo en el contexto histórico
y literario en el que nació. Con ello se hacía de la Biblia un libro
“antiguo”.
Pero una vez puesta la Biblia en manos del pueblo creyente, éste
comienza pronto a ver en ella no sólo el relato de una historia del pasado,
sino el espejo de su propia historia de hoy. Y mirándose en el espejo de la
Biblia, el pueblo va descubriendo su propia cara de ser humano y su misión en
medio del mundo, su identidad de Pueblo de Dios. Al descubrir en la Biblia el
espejo de su vida, el pueblo de las comunidades consigue que la Biblia llegue a
ocupar el lugar que ella quiso tener siempre en la vida y en la historia. La
“carta de Dios” llega a la casa del destinatario. Así la Biblia queda
situada en condiciones óptimas para producir frutos abundantes.
Pero
el pueblo de las comunidades no sólo ha redescubierto la Biblia. Ahora la mira
como algo propio, como “su libro, el libro del Pueblo de Dios, “escrito para
nosotros”. Nace así una visión diferente de la misma Biblia y de la vida, en
cuyo centro aparece la presencia viva y vivida de la persona de Cristo y la fe
en la acción del Espíritu Santo. Es una visión muy antigua la que está
despertando ahora en el pueblo, pero que hace de la Biblia, un libro “nuevo”
y actual, motor de todo el proceso de renovación. A raíz de esta visión, las
historias antiguas y extrañas de la Biblia se revisten de una palpitante
realidad y merecen ser estudiadas.
b)
Leer la Biblia en la Vida
Según
esta visión, Biblia y vida están unidas indisolublemente. Cuando el pueblo de
las comunidades abre la Biblia, quiere encontrar en ella las
cosas de la vida, y en la vida quiere encontrar las cosas de la Biblia.
Espontáneamente, utilizan la Biblia como una imagen, un símbolo, o un espejo
de lo que hoy les está pasando a ellos.
El
objetivo de la lectura de la Biblia hecha en las comunidades no es interpretar
la misma Biblia, sino interpretar la vida con la ayuda de la Biblia. No es para
saber lo que les sucedió a los otros, sino para saber, sobre todo, lo que Dios
les está pidiendo a ellos. Se lee y se estudia la Biblia para poder conocer
mejor la realidad presente y la llamada de Dios que en ella se esconde. Una vez
descubierta la Biblia, la vida forma un dúo con ella, armonizándose en los
hechos más corrientes. La Biblia ayuda a entender mejor la realidad, y la
realidad ayuda a entender mejor el sentido de la Biblia. Para ellos es ya
imposible separar las dos cosas.
El
resultado de este rumiar constante de la Palabra de Dios es la pureza de su
mirada, que consigue descubrir y revelar los signos de la presencia de Dios en
las cosas más sencillas de la vida del pueblo.
Las
comunidades creen firmemente que Dios les habla directamente a través de la
Biblia. No es como si se leyera una carta dirigida a otros. Sienten que todo
ello ha sido escrito para ellos mismos; sienten la Palabra de Dios como una
presencia actual, como algo doméstico y propio. De ahí su gratitud, respeto y
libertad interior ante la Biblia. Viven la gratitud de la Palabra de Dios que,
muchas veces, además de los hijos, es la
única riqueza que poseen en medio de su pobreza.
Esta
preocupación de leer la Biblia en la vida no es muchas veces algo explícito.
Es como el presupuesto de todo el uso que el pueblo hace de la Biblia. Es como
la raíz de donde nace todo el resto.
c)
Con la luz de la fe en los ojos
Para
el pueblo creyente, la lectura de la Biblia es el ejercicio de su propia fe.
Cuando las comunidades se reúnen para leer la Palabra de Dios, generalmente
envuelven la lectura en oración. Hacen lectura orante...
En
el fondo, la fe del pueblo en la Biblia no es tener fe en un libro, sino tener
fe en alguien que nos habla a través del libro. Lo que da sentido y vida al
libro es precisamente esta fe en Cristo vivo en la vida y en la comunidad.
Esta
luz no puede apagarse. Porque si se llega a apagar, se obscurece también el
texto de la Biblia, y la palabra escrita ya no sirve para nada. De ahí la
necesidad de alimentar continuamente esta luz.
Esta
luz no es privilegio de algunos expertos o de algunas personas más cultas. Es
un don de Dios, concedido ante todo a la comunidad y a través de la comunidad,
a los individuos que pertenecen a ella. Por eso es tan conveniente el contexto
comunitario para la lectura de la Biblia. Incluso la lectura individual no es ni
puede ser una cuestión puramente privada: debe fortalecer y alimentar el
compromiso con Dios y con los hermanos.
La
Biblia, pues, hay que leerla en ambiente de oración y, a ser posible, en
ambiente de oración comunitaria. Así el Espíritu Santo puede esclarecer su
sentido y revelar a través de qué realidad nos está hablando el Señor.
En
la Biblia hay que buscar el “sentido espiritual”, del que ya hablaban los
Santos Padres al comienzo del cristianismo. Sentido espiritual no quiere decir
un sentido piadoso o fantástico, fruto del capricho de cada uno. Se trata del
sentido dado por el Espíritu a su Iglesia. Quien vive en la comunidad, vive en
contacto con Cristo vivo, resucitado, y de El recibe el don del Espíritu que
nos quita el velo de los ojos para revelarnos el sentido que El quiere ofrecer a
su pueblo a través de la Biblia. “Quien no tiene el Espíritu de Dios, no
puede recibir los dones que viven del mismo Espíritu. Ni siquiera pueden
entenderlos” (1 Cor. 2,14) y, por consiguiente, no puede descubrir el sentido
espiritual (1 Cor 4,6).
d)
Como fuerza
transformadora
El
pueblo de las comunidades se toma en serio la Palabra de Dios. No lee solamente
para entender, sino que también procura practicar la Palabra. Su lectura no es
sólo “informativa“: se dirige a la práctica, a la acción, a la
transformación de las personas y de la sociedad. La lectura que hace de la
Biblia revela muy concretamente el “anuncio” y la “denuncia” que llevan
a la conversión.
El
pueblo busca en la Biblia un sentido para vivir. ¡Y lo encuentra! Con la
certeza, además, de que es Dios mismo el que les habla. Por eso tienen a
veces el coraje de sufrir y luchar por defender este sentido que ellos mismos
descubrieron para sus vidas. Su ánimo se alimenta en la fuente de la Palabra de
Dios. La práctica concreta da vida nueva a la letra escrita; y la lectura de
esta misma letra escrita de la Biblia lo anima y lo orienta en su lucha por la
liberación de sus hermanos.
Este
modo de interpretar la Biblia restituye a la “inspiración” su verdadero
sentido: no se trata únicamente de un libro de autoridad, inspirado por Dios y
que exige obediencia, sino también un libro que nos trae la inspiración de
Dios para nuestra vida; que nos trae su fuerza para orientar y transformar la
existencia; la misma fuerza que Dios usó para sacar a su hijo Jesús de la
muerte. Esta fuerza libera y hace resucitar, porque ataca en su raíz el mal que
vicia las relaciones humanas, al transmitirnos una conciencia de hijos y de
hermanos. La “exégesis espiritual” pretende acelerar el nacimiento de todo
lo nuevo que hay en Cristo para la vida de los hombres. Pero, por supuesto, este
enfoque es conflictivo. Lleva a la cruz, pues hace aparecer la incidencia de la
Palabra de Dios sobre la situación concreta de hoy que es también política,
social y económica.
2.
DIFICULTADES QUE TIENE EL PUEBLO AL USAR LA BIBLIA
Quizás
haya parecido demasiado optimista lo dicho en los apartados anteriores. Pero
ello ciertamente es una parte de la verdad, aunque no toda la verdad. El pueblo
también se encuentra con
muchos problemas al enfrentarse con la Biblia. Veamos algunos de ellos:
a)
La Biblia es espada de dos filos
¿Por
qué será que, en algunos lugares, el uso de la Biblia hace que el pueblo
despierte a una renovación, y en otros, sin embargo, produce el efecto
contrario? No basta decir: “vamos a divulgar la Biblia, y la fuerza de la
Palabra hará ella solita el resto”.
Cuando
el pueblo agarra la Biblia en la mano se da un fenómeno extraño, casi
incontrolable: o renace y empieza a sentirse libre o queda preso de la misma
letra de la Biblia, en un biblismo sumamente conservador.
La
Biblia o ayuda o atropella; es liberadora o es opresora. No es neutral. Es como
una espada de dos filos: corta siempre, para bien o para mal. El texto es idéntico
para todos, pero no es igual el resultado de su lectura. Pues es “espada de
doble filo, que penetra hasta la raíz del alma y del espíritu, sondeando los
huesos y los tuétanos para probar los deseos y los pensamientos más íntimos”
(Heb 4,12). Ella muestra cuál es la calidad de la luz que está dentro de cada
uno.
Donde
el pueblo renace, se empieza a comprender la verdad que entraña la frase de
Pablo: “Donde está el Espíritu del Señor, allí está la libertad” (2 Cor
3,17). Pero donde el pueblo pierde fuerza y anda preso en las mallas de la
Biblia, hay que sacar también la misma conclusión de Pablo: “Tienen un velo
sobre los ojos”(2 Cor 3,13.15) y, por eso, no entienden el destino de su vida
y de la historia.
b)
Vencidos por la Letra de la Biblia
A
veces, cuando el pueblo se reúne para
reflexionar sobre la Biblia, sólo discuten la letra, y ahí se cierran y
se pierden. Se cae en un literalismo que mistifica y lo absolutiza todo al pie
de la letra. Mata el espíritu, el sentido común y la creatividad. Quedan
vencidos por la letra de la Biblia, pero no quedan convencidos por su mensaje.
Se convierten en esclavos de la Biblia, oprimidos por ella, y así
no llega ésta a aportarles ningún tipo de liberación.
En
los sitios, sobre todo, donde los católicos tienen que convivir con ciertos
grupos evangélicos o con mormones y testigos de Jehová, la confusión en torno
a la letra llega hasta los últimos extremos. Los otros nos acusan de no
observar la Biblia por el hecho de tomar trago, bailar, comer chancho y sangre o
no observar el sábado. Ciertamente la letra de la Biblia afirma esas cosas. Los
católicos muchas veces no saben qué responder y empieza la confusión y la
angustia. Aunque, en ciertos casos, el sentido común les dice que esas
conclusiones no pueden ser voluntad de Dios.
Hay
que desarrollar una conveniente pedagogía para ayudar al pueblo a corregir esta
visión estrecha y deficiente de la Biblia, sin destruir en él la inmensa fe
que tiene en la Palabra de Dios. Hay que realizar serios esfuerzos para que los
resultados de la exégesis moderna en torno al sentido literal de la Biblia se
pongan, realmente, al servicio del pueblo y lo ayuden a liberarse de esta visión
casi asfixiante de la letra de la Biblia, que les asedia por doquier.
c)
Subjetivismo en la Interpretación
No
es lícito que cada persona y cada grupo se sienta con el derecho a interpretar
la Biblia sólo a partir de sus caprichos emocionales espontáneos. Ya hemos
visto que la Biblia es un libro que tiene una larga e íntima historia de
composición, que hemos de saber respetar. No podemos prescindir del marco histórico-cultural
en el que fue escrito cada pasaje, ni olvidar el puesto que cada uno ocupa en el
proceso de la revelación. Interpretar cada cita de una forma totalmente aislada
de su contexto histórico es manosear la Biblia, queriendo hacerle decir lo que
ella de ninguna manera dice. Eso no es honrado…
En
esta línea están a veces las explosiones descontroladas del pentecostalismo y
de ciertos movimientos carismáticos, que apelan mucho más al sentimiento
religioso del pueblo que a la razón crítica y prescinden con frecuencia de
toda norma y autoridad, apelando a la libertad del Espíritu.
Pero
la interpretación bíblica de las comunidades cristianas también está en
peligro de subjetivismo, ya que con mucha frecuencia le falta la ayuda de las
ciencias bíblicas.
La
interpretación popular y la científica deberían ser como los dos rieles que
conducen al tren a su destino; pero cuando las dos rieles se separan, el tren se
descarrila y ya no puede andar más.
d)
El problema del Lenguaje
El
problema del lenguaje es mucho más serio de lo que pensamos. El lenguaje puede
ser un medio de comunicación o, por el contrario, un interruptor de comunicación.
Las palabras son como las plantas que crecen después de haber brotado de la
semilla que se sembró en la tierra. Pero las tierras de clima cálido no
producen semillas de clima frío, aunque sembremos toneladas de ellas. Así
también, cierto tipo de lenguaje, por mucho que lo sembremos en el pueblo, no
produce nada; en su tierra no germina ese tipo de semilla.
Es
necesaria una larga convivencia con el pueblo para poder conocer su tierra
humana, de modo que podamos saber si la semilla de nuestro lenguaje puede
producir fruto en ella. Jesús convivió treinta años en Nazaret para hablar sólo
tres. Y bastaron tres años para morir.
Es
urgente escuchar e intentar captar la forma de expresión del pueblo, cómo
verbaliza él las cosas de la fe. Probablemente vamos a redescubrir de una forma
nueva las cosas viejas que creíamos conocer ya. Resulta así que los
“ignorantes” no
lo eran tanto, ni los “sabios” eran tan sabios como ellos pensaban.
La interpretación bíblica no es una carretera con sentido único que corre
desde los agentes de pastoral hacia el pueblo. Es una carretera con doble
dirección. Si no existe esta doble dirección, señal de que algo muy serio está
fallando.
El
campesino, el indígena y el pueblo en general son intuitivos, concretos y
coloristas. En su tierra no germinan las ideas abstractas, deducidas unas de
otras a modo de silogismos. Ellos piensan en círculos concéntricos a partir de
núcleos intuitivos básicos; pero se pierden en raciocinios ideológicos
deductivos, hechos a modo de cadena, en la que no se puede perder ningún eslabón
intermedio. Pues bien, la Biblia precisamente, en casi su totalidad, está
escrita según el mecanismo del pensamiento popular. Son los “intelectuales”
los que complican su entendimiento. Es muy urgente que aumente el número de
exegetas que unan ciencia bíblica y sabiduría popular. En esto Carlos Mesters
es maestro.
Se
han de procurar también traducciones de la Biblia que sean fieles al lenguaje
del pueblo sencillo y humilde. Sólo así, además, se puede ser fiel al estilo
original de la Biblia. Es doloroso constatar que hay ediciones de la Biblia que
al pueblo sólo le sirven para aumentar sus complejos de ignorancia y de
dependencia, pues están hechas en un lenguaje sumamente abstracto y complicado.
3.
Las tres fuerzas que hacen que la Biblia sea para nosotros palabra de Dios
Para
usar bien la Biblia no basta solamente el estudio del texto. Son tres las
fuerzas
que hay que unir para que la Biblia llegue a ser para nosotros Palabra de
Dios: la fuerza de la realidad de la vida, la fuerza de la fe de la comunidad y
la fuerza de la ciencia bíblica actual (exégesis). Vida, ciencia y fe; pueblo,
exégesis e Iglesia. Tres fuerzas en continua tensión, cada una de las cuales
da su contribución al uso correcto de la Biblia en la Iglesia. No se trata sólo
de ideas, sino de verdaderas vivencias históricas.
a)
LA REALIDAD DE LA VIDA (el pre-texto)
Se
trata de la realidad que nos ha tocado vivir y que nos cuestiona: nuestra
situación religiosa, familiar, cultural, social, económica, política. Se
trata de nuestro pueblo, tal y como es. Todo ello forma el “pre-texto”, es
decir, todo lo que pre-existe en nosotros, incluso antes de entrar en contacto
con el texto, y que nos lleva a buscar dentro del texto de la Biblia un sentido
para la vida.
Dios
nos habla desde la realidad de la vida y de la historia, y desde esta realidad,
hambrienta de justicia y fraternidad, nos empuja a buscar en la Biblia luz que
le dé sentido y fuerza para enfrentarla y transformarla.
La
Biblia fue escrita para ayudarnos a entender mejor el sentido de la vida y
percibir la presencia de la Palabra de Dios dentro de nuestra realidad.
Al
hablar de la realidad de la vida no nos referimos solamente a la realidad
particular de cada persona, sino a la de todo el mundo, especialmente a la
realidad
de los pobres. El lugar donde Dios quiere que esté la Biblia es junto al
pueblo oprimido, el de los “pequeños”, pero abierta a todos. A la Biblia
hay que leerla desde la realidad de los pobres, sea quien sea el que la lea.
Este es el lugar teológico de interpretación. Así lo hizo el mismo Jesús. En
caso contrario, desvirtuamos su sentido, como veremos más adelante.
Antes
la Biblia estaba junto a los que enseñan, mandan y pagan, y así los confirmaba
en el saber con que enseñaban, en el poder con que mandaban y en la posesión
del dinero con que pagaban. Ahora la Biblia está entrando en la vida de los que
son enseñados, mandados y pagados, y éstos están descubriendo que no es la
Palabra de Dios la que realmente confirma a los otros en el saber, poder y
riqueza con los que controlan la vida del pueblo. Ellos leen la Biblia con la
mirada del oprimido que sufre en el “cautiverio” y que lucha para liberarse.
En su interpretación, La Biblia cambió de lugar y quedó del lado de los
despreciados.
La
gran noticia de nuestro tiempo es que el pueblo está aprendiendo a mirar la
vida con la Biblia en los ojos y a mirar la Biblia con la vida en los ojos. Esto
fue motivo de gozo muy especial para Jesús: ¡Los pequeños entienden el
mensaje! (Mt 11,25-26).
b)
LA FE DE LA COMUNIDAD (el con-texto)
Ya
hemos hablado algo de este tema, al referirnos a la luz de la fe y al “sentido
espiritual”. Nos referimos a esa visión propia con la que los cristianos se
acercan a la Biblia buscando en ella un diálogo directo con Dios; a esa fe de
la comunidad que recibe y lee la Biblia como libro propio y que funciona como
“contexto” en la lectura del texto. Se trata del Espíritu de Dios, que
quita el velo de los ojos, dándole vida a la letra escrita y, a través de
ella, un sentido nuevo a su pueblo.
Este
punto es básico. Es imprescindible, así como la luz es imprescindible para
poderse ver en un espejo. Es como la caja de resonancia de un guitarra; sin ella
las cuerdas de las palabras bíblicas no producen la música de Dios en el corazón
del lector.
La
Biblia nació dentro de una comunidad de fe y sólo con la mirada de fe de una
comunidad puede ser captado y entendido plenamente su mensaje. Incluso al leer
la Biblia uno solo se debe tener presente que se está leyendo el libro de la
comunidad. La Biblia debe ser interpretada, pues, de acuerdo con el sentido que
le da la comunidad de comunidades que es la Iglesia, guiada por sus pastores.
El
fin de la lectura y el estudio de la Biblia no puede ser otro que descubrir la
Palabra viva de Dios dentro de cada uno de nosotros y dentro de nuestra
comunidad y de nuestro pueblo. Y ello sólo se consigue por medio de la acción
del Espíritu Santo. El Espíritu de Jesús debe tener la oportunidad de
hablarnos cuando meditamos la Biblia. Por eso, además del estudio y del
intercambio de ideas y de experiencias, debe haber momentos de silencio y de
oración, de canto y de celebración, de penitencia y de propósitos.
c)
EL ESTUDIO DE LA BIBLIA EN SI (el texto)
Hablamos
de ello en el capítulo segundo, al tratar de los géneros literarios. La Biblia
se debe estudiar con
seriedad. Su interpretación no puede quedar a merced del capricho de
cada uno, pues es mucho lo que esperamos de ella: nada menos que conocer a Dios
y su voluntad sobre nosotros. ¡Esto es muy serio!
Cuando
uno conversa con una persona debe tomar sus palabras en el sentido que son
tomadas por él. Yo no puedo colocar mis ideas dentro de las palabras del otro,
cambiándole así su significado. De igual modo, no podemos sacar del texto bíblico
ningún sentido distinto al que está en el mismo texto.
El
pueblo de las comunidades está avanzando vigorosamente en su método de
interpretación bíblica. Las ciencias bíblicas también avanzan a grandes
pasos. Ya hemos dicho que es necesario que los dos rieles vayan paralelos en la
misma dirección. El método de la exégesis moderna tiene que ayudar a
completar el método del pueblo; tiene que ponerse a su servicio. No bastan la
experiencia y la fe ciega; hay que organizarlas con la razón.
Los
anteojos no hacen la competencia a los ojos, sino que colaboran con ellos para
que la visión de los ojos sea la mejor posible. Los anteojos están al servicio
de los ojos. La ciencia ayuda a conservar mejor la visión. Por ejemplo, ella
puede operar de cataratas, enfermedad muy frecuente hoy, y liberar así a los
ojos de los prejuicios ideológicos que, como membranas, enceguecen a los ojos.
El estudio de la exégesis moderna ayuda a los ojos de la fe de manera útil y a
veces decisiva.
Esto no quiere decir que el pueblo tenga que meterse a hacer estudios
largos y complicados de la Biblia. Pero sí hemos de tener siempre la preocupación
de entender lo más fielmente posible lo que quiere decir Dios a través de cada
pasaje bíblico. Para ello hay que usar con honradez no solo la inteligencia,
sino también el corazón y la imaginación. Preguntarse siempre quién habla y
a quien, qué está queriendo decir y por qué; qué género literario está
usando para ello. Muy útil será también conocer la época histórica en que
se escribió cada libro de la Biblia, qué problemas, costumbres y creencias había
en ese momento.
Para
comenzar a entrar en el estudio de la Biblia están al alcance de todos en las
Biblias católicas las introducciones de cada libro, las notas al pie de página,
las referencias a otros textos bíblicos, los mapas y los vocabularios o índices.
Si nunca usamos estas ayudas básicas, señal de que nos interesa poco conocer
el sentido original de cada texto.
Para
seguir profundizando en el mensaje de la Biblia es necesario acercarse cada vez
con más insistencia a libros, folletos y cursos adaptados al caminar de cada
uno. Y ello no se consigue sin el debido esfuerzo y asesoramiento.
d)
EL NUDO DEL PROBLEMA;
Cuando
falta una de las tres fuerzas (vida, fe, Biblia), la interpretación del mensaje
bíblico puede ser falso o al menos incompleto. La única forma para conocer el
mensaje divino de cada pasaje es leyendo e interpretando el texto a
partir del pre-texto de la realidad y dentro del con-texto de la fe de la
comunidad.
Una
guitarra de por sí misma no se puede decir que sea música, pero sí es un
instrumento para que, bien usado, produzca música. La Biblia en sí no es todavía
Palabra de Dios, pero sí es un instrumento para que, bien usado, produzca
reconfortante Palabra de Dios. Los textos bíblicos son las cuerdas, que hay que
saberlas templar y respetar según su orden; el contexto de la fe comunitaria es
la caja de resonancia; el guitarrista representa la realidad de la vida. La única
finalidad de las cuerdas es producir música; el único fin del texto bíblico
es ofrecernos la música de la Palabra de Dios, que nos alegre el corazón y nos
haga bailar a sus acordes. Pero sin guitarrista y sin caja de resonancia, lo que
sobran son las cuerdas -los textos-, que no pueden producir música por sí
solas. Para aprender a tocar bien la guitarra hace falta dedicación constante y
cariñosa; para que la Biblia nos entregue sus mensajes divinos hay que
dedicarle también esfuerzo, sabiendo unir armoniosamente ciencia bíblica, fe
comunitaria y realidad de la vida.
Podríamos representar también el problema en forma de un triángulo. En un ángulo estaría la realidad de la vida, en el otro la fe y en el tercero el texto de la Biblia. Cada ángulo tiene una visión completa de todo el campo interno del triángulo; y las líneas que forman cada ángulo son parte de los otros dos ángulos, de forma que no se puede prescindir de ninguna de ellas sin destruir el triángulo. La Palabra de Dios está dentro del espacio interior delimitado por el triángulo. Si falta uno de los ángulos, se nos escapará el verdadero sentido del mensaje divino de la Biblia, como veremos en el apartado siguiente. Estas tres fuerzas tienen unos ayudantes, que tenemos que saber aprovechar: son las ciencias sociales, la comunidad eclesial y las ciencias bíblicas.
Interpretar
la Palabra de Dios no depende sólo de la exégesis: la competencia científica
del exegeta; ni solamente de la fe; ni solo
de la vida o de una convivencia más intensa con el pueblo. Depende de la
integración de estas tres fuerzas: de la integración de la exégesis y de la
fe, puestas ambas al servicio de la vida, esa vida que Dios ha creado y ha
salvado en Jesucristo. No es posible separar estas tres fuerzas sin desvirtuar
el uso correcto de la Biblia. Sin el horizonte del Espíritu y sin el horizonte
de la realidad de la vida del pueblo, el texto de la Biblia es letra muerta en
el papel.
La
clave del problema está en conseguir que la unidad de fe (contexto) y la
realidad de la vida (pre-texto) vuelvan a ocupar de nuevo “su lugar” dentro
del conjunto de la interpretación de la Biblia. Para ello es necesario que el
estudio del texto se integre dentro de la vida de la fe de la comunidad y dentro
de la realidad vivida por el pueblo.
e)
DESVIACIONES POSIBLES
Si
analizamos los diversos problemas suscitados alrededor del uso de la Biblia,
encontraremos que la causa radica en el desequilibrio de estas tres fuerzas. O
se toca la guitarra sin motivo, sólo por tocar, sin público; o produce un
sonido desagradable porque está rota la caja de resonancia; o no se consigue
tocar porque han saltado las cuerdas.
La
tentación real de cada una de las tres fuerzas consiste en sobrestimar su función,
absolutizar su punto de vista, cerrarse en la búsqueda de “su” sentido;
olvidarse de que sólo es una
parte de todo el conjunto y creer que es capaz de explicar, por sí sola,
por sus propios criterios de análisis, todos los fenómenos que aparecen en el
interior del triángulo.
Si
falta una de las fuerzas, la Biblia no consigue alcanzar su objetivo en la vida
de los hombres. El predominio de una o la ausencia de otra, imposibilita y
desvirtúa el funcionamiento de las tres. Si falta un lado, ya no hay triángulo:
no es Palabra de Dios.
Cuando
falta la realidad de la vida del pueblo
Interpretar
la Biblia sin mirar la realidad de la vida es como mantener la sal fuera de la
comida, o la semilla fuera de la tierra, o la luz debajo de la mesa; es como
gajo sin tronco, ojos sin cabeza, río sin lecho, guitarra sin guitarrista.
Quien
lee y estudia la Biblia, pero no mira la realidad del pueblo oprimido, ni lucha
por la justicia y por la fraternidad, no es fiel a la Palabra de Dios y no imita
a Jesucristo. Es semejante a los fariseos que conocían la Biblia de memoria,
pero no la practicaban.
Cuando
el pueblo lee la Biblia en un ambiente cerrado que no deja entrar el sol de la
realidad, cae en el peligro de una interpretación alienante y espiritualista.
En este caso el texto bíblico es absolutizado y mistificado, de forma que cada
vez se confirman más en su lectura alienada y alejada de la realidad de la
vida. Se encierran en los límites estrechos de su grupo, metiéndose en el
callejón sin salida de querer transformar sólo la vida del
grupo, sin levantar la mirada más allá de esos límites hacia una
comunidad humana mayor. Una comunidad de este tipo no es peligrosa para el
sistema antievangélico que rige el mundo y la vida de los hombres; puede
incluso favorecerlo y confirmarlo. De hecho, no llegan a injertar el Evangelio
en el tronco de la vida humana, sino, a lo más, en la punta de una ramita periférica.
Cuando
el exegeta estudia la Biblia con un conocimiento serio del texto, pero sin
conocer la realidad de la vida del pueblo de hoy, corre el peligro de explicar
la Biblia de acuerdo con el sistema que hoy oprime al pueblo por el saber, por
el poder y por el capital. Y así, inclusive sin quererlo, hará que la Biblia
siga siendo manipulada como apoyo de los que enseñan, mandan y pagan y como
droga alienante para los oprimidos por ellos.
Cuando
falta la vivencia comunitaria de la fe
El
contexto de la comunidad viva no es otra cosa, según San Pablo, que “la carta
de Cristo..., escrita no con tinta, sino con el Espíritu de Dios vivo” (2 Cor
3,3). Sin esta carta viva, no puede haber luz para iluminar la carta escrita y
descubrir el sentido que guarda para nosotros. Sin el contexto vivo de la fe, la
letra está sobrando. Para la interpretación de la Biblia es esencial la mirada
de la fe nacida del Espíritu, el inspirador del texto. Sin el ambiente de fe, sólo
quedan dos palos secos y sin vida: la realidad y el texto.
Cuando
falta el contexto de la fe comunitaria se
pierde la sensibilidad para captar la presencia y el mensaje de Dios. Y
todo queda reducido al tamaño microscópico de nuestros propios proyectos de
acción de cara a la realidad. De esta cortedad de miras nace el uso ideológico
y tendencioso de la Biblia: reducen su sentido al tamaño de sus propios
pensamientos.
Los
que sólo pretenden cambiar la realidad, sin prestar la suficiente atención a
la formación de la comunidad de fe, a la larga están imposibilitando la misma
transformación de la realidad. La comunidad no es un mero instrumento; es también
la anticipación de la fiesta final, cuando la resurrección esté presente en
la vida.
La
Comunidad de comunidades, que es la Iglesia, es la que a la luz de la fe en
Cristo, su Cabeza, da el criterio acertado de la interpretación bíblica. Si
falta esta sensibilidad eclesial fácilmente cada persona o cada grupo le hacen
decir al texto lo que ellos necesitan que diga para su programa.
La
sensibilidad eclesial abre a la Comunidad Universal, en la que se destacan y
complementan las interpretaciones de las comunidades locales.
BIBLIOGRAFIA:
-
Carlos Mesters, Por detrás de las Palabras, EDICAY, Cuenca 1988
-
Carlos Mesters, Flor sin defensa, CLAR, Bogotá 1985
-
Gerhard Lohfink, Ahora entiendo la Biblia, Paulinas, Madrid 1982.
GUIA
PARA LAS REUNIONES BIBLICAS
Se
trata sólo de unas líneas generales, que en la práctica han de aplicarse de
una forma muy elástica, de acuerdo a la realidad de los participantes.
Antes de la reunión se
debe tener elegido y preparado con claridad el tema que se va a tratar, que ha
de ser sólo uno y de acuerdo a la realidad que vive la comunidad. El tema bíblico
elegido debe ser respuesta a esa realidad.
1.
Compartir inicial
Acogida y saludos de entrada. Cántico. Oración.
2.
Partir de nuestra realidad
El
animador debe presentar el tema brevemente: qué se quiere ver y qué no. Pero
de ninguna manera debe él desarrollar el tema. Se trata de que en pocos minutos
los asistentes revivan la problemática que se pretende iluminar con la Biblia.
Para ello ayudará llevar preparadas preguntas concretas adaptadas a su
realidad.
3.
Leer el texto
Leerlo
hasta que seamos capaces de entenderlo bien. Se podrían hacer tres tipos de
lecturas:
- Proclamación de la Palabra (de pie, al frente, leer todo el texto)
- Leer cada uno un versículo (en orden, uno tras otro)
- Cada uno lee o dice el versículo que más le gustó
4.
Contar el texto
a)
Alguien de la comunidad hace, con sus propias palabras, un resumen de lo leído.
Así entenderán todos mejor y seremos más fieles al método usado muchas veces
por Dios para transmitir su Palabra: antes de ser escrita, la Biblia fue
contada.
b)
Después, entre todos, procuramos recordar los pasos de la narración bíblica,
sus personajes, quiénes hablan, qué dicen, qué grupos hay, qué sucede. Lo
importante es poder escuchar todo lo que quiere decir el texto bíblico en sí.
5.
Profundizar el texto
Esta
parte la expone el animador, debidamente preparado, de forma breve y adaptada.
a)
La realidad de entonces:
En
la medida en que ayude a comprender mejor el mensaje del texto, dar a conocer el
momento histórico en el que se escribió: cuál era entonces la realidad
social, política y religiosa; qué problemas tenía el pueblo…
La
importancia de esta parte está en que al conocer la realidad de entonces será
más fácil entender el mensaje que Dios les dio. Así, además, nos alejamos
del peligro de manipular el mensaje desde ideologías preconcebidas…
b)
Palabras y frases difíciles:
- Ver si hay palabras, frases o ideas que necesitan que se expliquen.
- Si es necesario, hacer ver en qué género literario está escrito el
texto.
6.
Escuchar el Mensaje
Es
muy importante dar aquí cada uno su aporte y escucharnos unos a otros con
respeto y atención, pues el Mensaje de Dios lo recibiremos como fruto del
esfuerzo común. No discutir. Esta parte es la más importante y nunca se debe
suprimir. Las preguntas podrían ser algo parecidas a éstas:
a)
¿En qué se parecen los problemas de entonces a los problemas que tenemos
nosotros hoy?
b)
¿Qué nos enseña este texto sobre la manera de ser y comportarse Dios?
c)
¿Qué enseña sobre nuestra dignidad y nuestros derechos y obligaciones? ¿A qué
nos llama?
d)
¿En qué completó Jesús este mensaje? ¿Añade algo nuevo una visión desde
Jesús?
e)
Compromisos concretos que sacamos de este tema, tanto a escala personal como
familiar y comunitaria.
7.
Orar con el texto
•
Repetir en forma de oración, adaptada a nuestras circunstancias, el versículo
que más nos gustó, en forma de:
-
acción de gracias, o actos de fe, alabanza a Dios, peticiones de perdón o de
ayuda, compromisos...
•
Rezar un Salmo, como respuesta al Mensaje recibido. Para ello es importante
elegir antes uno que sea del mismo tema o de la misma época que el texto.
8.
Despedida
•
Concretar entre todos una frase que resuma lo vivido en este encuentro.
•
Planificar la próxima reunión.
•
Padre Nuestro. Canto final. Saludos de despedida.