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David y Natán:
Un gobernante reconoce
sus errores
y pide perdón

 

 

CATEQUISTA-AUDIO   - TEMA EN PPS

Texto: 2Sam 12,1-7.9-14

Palabra central: RECONOCER ERRORES

 


1. Leer el texto y contarlo.

2. Marco histórico del texto

Después que el primer rey, Saúl, fracasó como gobernante, Dios eligió para rey al más pequeño de la familia de Jesé de Belén, llamado David, despreciado por sus hermano y su mismo padre (1Sam 16,1-13). Este joven, pastor y músico, puesta su confianza en Yavé, dio ejemplo a todos al vencer con su humilde honda al gigante Goliat, perfectamente armado (1Sam 17,4-10.32-51).

Pero al ser proclamado rey su corazón se enorgulleció y abusó de su poder. Embarazó a una mujer ajena y después mató a su esposo a través de engaños. Entonces el profeta Natán, en nombre de Yavé, fue a hacerle ver su pecado contándole una parábola, en la que le hacía ver la crueldad de un poderoso comiéndose lo poco que tenía un pobre. El rey se enojó en contra de aquel rico y dijo que merecía la muerte, pero Natán le hizo ver que él mismo era ese bandido. Entonces David reconoció su horrendo pecado y pidió perdón.

Otras faltas graves cometió en su gobierno, como asesinatos, traiciones y guerras internas, pero su fe le llevaba a reconocer sus traiciones a la Alianza celebrada con Yavé. Sus hijos cometieron muchos disparates también, por lo que sufrió una triste vejez. Pero siempre su fe en Dios le ayudó a reconocer sus faltas y a levantarse una y otra vez. Cuando le hacen ver sus errores, él se humilla y cambia de actitud. El profeta Natán sabe criticarle con claridad, pero también con respeto y cariño, de forma que sus críticas siempre son eficaces.

David nunca fue hipócrita frente a Dios, sino sincero y humilde, y por eso Dios le promete ser siempre un padre para con él, que le corrige, pero nunca le abandona (2Sam 7,14-15). La mayor grandeza de este gobernante es su humildad. En el salmo 51 encontramos sus sentimientos ante Dios, reconociendo sus debilidades y esperando su ayuda sanadora.

David representa nuestras tentaciones y debilidades, nuestras purificaciones y triunfos, nuestros sufrimientos y alegrías, nuestra búsqueda de Dios a tientas y tropiezos.

Cuanto más poder se tiene, más graves tentaciones y caídas se sufren. Por eso es tan importante que los poderosos reconozcan con humildad sus fallos, y sepan pedir perdón a Dios y a su pueblo... También nosotros, a una escala más chiquita, debemos aprender a reconocer también nuestras faltas y saber pedir perdón a nuestros padres y profesores o a nuestros hermanos y amigos. Sin perdón sincero no hay futuro...

3. Dialogar sobre el texto

a)     ¿Por qué decimos que David fue infiel e ingrato para con Dios?

b)     ¿En qué nos parecemos nosotros a David? ¿Sabemos reconocer nuestros fallos?

c)     ¿Qué nos enseña este texto sobre la manera de comportarse Dios con quien se acerca con humildad a pedirle perdón?

d)     ¿Cómo se porta Natán ante las injusticias de David? ¿Podríamos nosotros hacer algo parecido frente a los abusos de nuestras autoridades, grandes o pequeñas?

e)     ¿Ante nuestros pequeños cargos, qué tentaciones de orgullo sufrimos y en qué abusos de poder caemos? Reconocerlos y pedir ayuda.

4. Peticiones de perdón: Pidamos perdón usando algunas frases del mismo David, tomadas del salmo 51:

·         Ten piedad de mí, oh Dios, en tu bondad,

·         Por tu gran corazón, borra mis faltas.

·         Para que mi alma quede limpia de malicia, purifícame de mi pecado.

·         Contra ti, contra ti sólo pequé, lo que es malo a tus ojos yo lo hice.

·         Tú ves que malo soy de nacimiento; pecador desde el seno de mi madre.

·         Rocíame con agua, y quedaré limpio.

·         Haz que sienta otra vez tu alegría y tu felicidad.

·         Aparta tu rostro de mis faltas y borra en mí todo rastro de malicia.

·         Crea en mí, oh Dios, un corazón puro.

·         Renueva en mi interior un firme espíritu.

·         Dame tu salvación que regocija, un espíritu noble que me dé fuerzas.

·         Te ofrezco mi espíritu quebrantado, un corazón arrepentido y humillado.

·         Ante todos, Señor, me comprometo a cantar tus bondades.

5. Avisos y despedida.