[161]
Cuando los cristianos viven y rezan juntos del modo descrito en el capítulo IV,
dan testimonio de la fe que comparten y de su bautismo en el nombre de Dios,
Padre de todos, en su Hijo Jesús, Redentor de todos, y en el Espíritu Santo
que transforma y une todas las cosas por la fuerza de su amor. Hay otras muchas
formas de colaboración ecuménica, basadas en esta comunión de vida y de dones
espirituales, que expresan y favorecen la unidad y resaltan el testimonio que
los cristianos dan al mundo del poder salvífico del Evangelio. Al colaborar en
favor del estudio y difusión de la Biblia, los estudios litúrgicos, la
catequesis y los estudios superiores, la pastoral, la evangelización, en el
servicio de caridad en un mundo que lucha por realizar sus ideales de justicia,
de paz y de amor, los cristianos llevan a la práctica lo que ha sido propuesto
en el decreto sobre el ecumenismo:
"Que
todos los cristianos confiesen ante las naciones su fe en Dios uno y trino, en
el Hijo de Dios encarnado, nuestro Redentor y Señor, y por un esfuerzo común,
en la mutua estima, den testimonio de nuestra esperanza que no será confundida.
Hoy que se ha instaurado una amplia colaboración en el plano social, todos los
hombres sin excepción están llamados a esta obra común, pero sobre todo los
que creen en Dios y muy en primer término, todos los cristianos, a causa
precisamente del nombre de Cristo con que se honran. La colaboración de todos
los cristianos expresa claramente la unión que ya existe entre ellos, y pone en
evidencia más luminosa el rostro de Cristo Servidor"[1].
[162]
No pueden los cristianos cerrar su corazón al clamor de las necesidades humanas
del mundo contemporáneo. La contribución que pueden aportar en todos los
campos de la vida humana en que sé manifiesta la necesidad de salvación es
más eficaz cuando la hacen todos juntos y cuando se ve que están unidos en su
realización. Desearán, pues, hacer juntos cuanto les permite su fe. La
ausencia de una comunión completa entre las diferentes Iglesias y Comunidades
eclesiales, las divergencias que aún existen en la enseñanza de la fe y de la
moral, la memoria herida y la herencia de una historia de separación, son otros
tantos elementos que limitan lo que los cristianos pueden hacer juntos ahora. Su
colaboración puede ayudarles a superar lo que obstaculiza la plena comunión, a
poner en común sus recursos para construir una vida y un servicio cristianos y
el testimonio común que se deriva de ello en vistas a la misión que comparten:
"En
esta unión en el plano de la misión, querida principalmente por el mismo
Cristo, todos los cristianos deben descubrir lo que les une incluso antes de que
se realice su plena comunión”[2].
Formas
y estructuras de la colaboración ecuménica
[163]
La colaboración ecuménica puede adoptar la forma de una participación de
diferentes Iglesias y Comunidades eclesiales en programas ya establecidos por
uno de sus miembros, o bien la de una coordinación de acciones independientes
que permita evitar la duplicación o multiplicación innecesarias de estructuras
administrativas, o incluso la de iniciativas y programas conjuntos. Pueden
crearse diferentes tipos de consejos o comisiones, de forma más o menos
permanente, para facilitar las relaciones entre las Iglesias y otras Comunidades
eclesiales y para promover entre ellas la colaboración y el testimonio común.
[164]
La participación católica en todo tipo de encuentros ecuménicos y de
proyectos de cooperación respetará las normas establecidas por la autoridad
eclesiástica local. En último término es el Obispo de la diócesis quien debe
juzgar la oportunidad y pertinencia de todos los modos de actuación ecuménica
local, teniendo en cuenta lo que se haya decidido a nivel regional o nacional.
Los Obispos, los Sínodos de las Iglesias orientales católicas y las
Conferencias episcopales actuarán de acuerdo con las directrices de la Santa
Sede, y en particular con las del Pontificio Consejo para la Promoción de la
Unidad de los Cristianos.
[165]
Los
encuentros de representantes autorizados de Iglesias y Comunidades eclesiales,
que tienen lugar periódicamente o en ocasiones especiales, pueden ayudar
sobremanera a promover la colaboración ecuménica. Al tiempo que constituyen
ellos mismos un importante testimonio del compromiso de quienes participan en la
promoción de la unidad de los cristianos, estos encuentros pueden imprimir el
sello de la autoridad a las actividades que los miembros de las Iglesias y de
las Comunidades que representan realizan en colaboración. Pueden también dar
ocasión para examinar cuáles son los problemas particulares y las labores de
cooperación ecuménica que se han de emprender, y para tomar las decisiones
necesarias en orden a establecer grupos de trabajo o programas para hacerles
frente.
Consejos
de Iglesias y Consejos cristianos
[166]
Los Consejos de Iglesias y los Consejos cristianos figuran entre las estructuras
más estables que se han creado para promover la unidad y la colaboración
ecuménicas. Un Consejo de Iglesias se compone de varias Iglesias[3]
y es responsable ante las Iglesias que lo constituyen. Un Consejo cristiano se
compone de otras organizaciones y grupos cristianos además de Iglesias.
También existen otras instituciones de cooperación, semejantes a estos
Consejos, con diversas denominaciones. En general, Consejos e instituciones
similares tratan de dar a sus miembros la posibilidad de trabajar juntos, de
iniciar un diálogo, de superar divisiones e incomprensiones, de mantener la
oración y el trabajo por la unidad, y de dar, en la medida de lo posible, un
testimonio y un servicio cristiano comunes. Deben evaluarse según sus
actividades y según lo que en sus propias constituciones dicen de sí mismos.
Tienen tan sólo las competencias que les otorgan sus miembros constituyentes.
En general no tienen responsabilidad en las conversaciones para la unión entre
Iglesias.
[167]
Siendo deseable que la Iglesia católica halle, a diversos niveles, la
expresión justa de sus relaciones con las otras Iglesias y Comunidades
eclesiales, y puesto que los Consejos de Iglesias y los Consejos cristianos se
cuentan entre las formas más importantes de colaboración ecuménica, hay que
alegrarse de los contactos cada vez más frecuentes que la Iglesia católica
establece con tales Consejos en muchos lugares del mundo.
[168]
La decisión de unirse a un Consejo compete a los obispos de la región que
abarca el Consejo, siendo así ellos los responsables de cuidar de la
participación católica en dichos Consejos. Para los Consejos nacionales, será
generalmente el Sínodo de las Iglesias orientales católicas o la Conferencia
episcopal (excepto en las naciones donde haya una sola diócesis). Cuando
examinen la cuestión de la posible pertenencia a un Consejo, y mientras
preparan la decisión, las autoridades competentes deberían ponerse en contacto
con el Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos.
[169]
Entre los numerosos factores a considerar en la decisión de unirse a un Consejo
está el de la oportunidad pastoral de tal paso. Ante todo hay que asegurarse de
que la participación en la vida del Consejo sea compatible con la enseñanza de
la Iglesia católica y no empañe su identidad específica y única. La primera
preocupación ha de ser la de la claridad doctrinal, sobre todo en lo relativo a
la eclesiología. En efecto, ni los Consejos de las Iglesias ni los Consejos
cristianos contienen en sí ni por sí mismos el inicio de una nueva Iglesia que
reemplazara la comunión que ahora existe en la Iglesia católica. No se
proclaman como Iglesias, ni reivindican para sí mismos una autoridad que les
permitiera conferir un ministerio de la palabra o del sacramento[4].
Habría que prestar una atención particular al sistema de representación de
estos Consejos y al derecho de voto, a sus procedimientos para tomar decisiones,
a su manera de hacer declaraciones públicas y al grado de autoridad que a
éstas se atribuye. Antes de dar cualquier paso de adhesión como miembro
debería realizarse un acuerdo claro y preciso sobre estos puntos[5].
[170]
La pertenencia católica a un Consejo local, nacional o regional es un tema
totalmente distinto del de las relaciones entre la Iglesia católica y el
Consejo ecuménico de las Iglesias. Efectivamente, el Consejo ecuménico puede
invitar a ciertos Consejos "a entrar en relación de trabajo como Consejos
asociados", pero no tiene ninguna autoridad ni control sobre dichos
Consejos ni sobre las Iglesias que forman parte de ellos.
[171]
El hecho de unirse a un Consejo debería considerarse como la aceptación de
serias responsabilidades. La Iglesia católica debe estar representada por
personas competentes y comprometidas. En el ejercicio de su mandato deberían
conocer perfectamente los límites más allá de los cuales no pueden
comprometer a la Iglesia sin una referencia especial a la autoridad que les
nombró. La contribución de estos Consejos al movimiento ecuménico será tanto
más importante y eficaz cuanto mayor sea la atención que presten a su trabajo
las Iglesias en ellos representadas.
[172]
El diálogo está en el corazón mismo de la colaboración ecuménica y la
acompaña en todas sus formas. Este diálogo pide que se escuche y se responda,
que se trate de comprender y de hacerse comprender. Es estar dispuesto a
plantear cuestiones y a ser, a su vez, interrogado. Es comunicar algo propio y
tener confianza en lo que los demás dicen de sí mismos. Cada interlocutor debe
estar dispuesto a dar siempre más aclaraciones y a modificar sus puntos de
vista personales y sus modos de vivir y de actuar, dejándose guiar por el amor
auténtico de la verdad. La reciprocidad y el compromiso mutuo, así como el
sentimiento de que los interlocutores están todos en pie de igualdad, son
elementos esenciales del diálogo[6].
El diálogo ecuménico permite a los miembros de las diversas Iglesias y
Comunidades eclesiales llegar a conocerse entre sí, a identificar los temas de
fe y de práctica que tienen en común y los puntos en que difieren. Tratan de
comprender las raíces de estas diferencias y valorar en qué medida constituyen
un obstáculo real a una fe común. Cuando reconocen que las diferencias
constituyen una barrera real a la comunión, tratan de hallar los medios para
superarlas a la luz de esos puntos de la fe que tienen ya en común.
[173]
La Iglesia católica puede entablar el diálogo en el nivel diocesano, de la
Conferencia episcopal o de los Sínodos de las Iglesias orientales católicas,
así como en el nivel de la Iglesia universal. Su estructura, como comunión
universal de fe y de vida sacramental, le permite presentar una posición
coherente y unida en cada uno de esos niveles. Cuando sólo hay un interlocutor,
Iglesia o Comunidad, el diálogo se llama bilateral, y multilateral cuando hay
varios.
[174]
A nivel local hay innumerables ocasiones de intercambio entre cristianos, desde
las conversaciones informales de la vida diaria hasta las sesiones para examinar
juntos, desde un punto de vista cristiano, los problemas de la vida local o de
grupos profesionales particulares (médicos, trabajadores sociales, padres,
educadores), y los grupos de estudio sobre temas específicamente ecuménicos.
Los diálogos pueden llevarse a cabo por grupos de laicos, de clérigos, de
teólogos profesionales, o por diferentes combinaciones de esos grupos. Ya sea
que tengan estatuto oficial (por el hecho de estar establecidos o autorizados
formalmente por la autoridad eclesiástica), o no lo tengan, estos intercambios
deben siempre estar impregnados de un vigoroso sentido eclesial. Los católicos
que participan en ellos sentirán la necesidad de conocer bien su fe y tenerla
bien arraigada en su vida, y cuidarán de permanecer en comunión de pensamiento
y voluntad con su Iglesia.
[175]
En determinados diálogos, los participantes han recibido mandato de la
jerarquía para intervenir, no a título personal, sino como representantes y
delegados de su Iglesia. Tal mandato puede darlo el Ordinario del lugar, el
Sínodo de las Iglesias orientales católicas o la Conferencia episcopal para su
territorio, o la Santa Sede. En estos casos, los participantes católicos tienen
una responsabilidad especial ante la autoridad que los ha enviado. También se
requiere la aprobación de dicha autoridad antes de que cualquier resultado del
diálogo comprometa oficialmente a la Iglesia.
[176]
Los católicos participantes en el diálogo siguen los principios enunciados por
Unitatis Redintegratio acerca de la
doctrina católica:
"El
modo y el sistema de expresar la fe católica no deben convertirse de ninguna
manera en un obstáculo para el diálogo entre hermanos. Es del todo necesario
que se exponga claramente toda la doctrina. No hay nada tan ajeno al ecumenismo
como ese falso irenismo que daña la pureza de la doctrina católica y oscurece
su sentido genuino y cierto.
A1
mismo tiempo, la fe católica debe ser explicada con mayor profundidad y
exactitud, con una forma y un lenguaje que los hermanos separados puedan
comprender también rectamente.
Además,
los teólogos católicos, afianzados en la doctrina de la Iglesia, deben seguir
adelante en el diálogo ecuménico con amor a la verdad, caridad y humildad,
investigando juntamente con los hermanos separa dos sobre los misterios divinos.
A1 comparar las doctrinas han de recordar que existe un orden o
"jerarquía" de las verdades de la doctrina católica, puesto que es
diversa su conexión con el fundamento de la fe cristiana. Así se preparará el
camino por el cual todos, por esta emulación fraterna, se estimularán a un
conocimiento más profundo y a una exposición más clara de las riquezas
insondables de Cristo”[7].
La
cuestión de la jerarquía de las verdades se trata así mismo en el documento
titulado: Reflexiones
y sugerencias acerca del diálogo ecuménico:
"no
todo se presenta en el mismo plano, tanto en la vida de la Iglesia como en su
compromiso. Aun cuando todas las verdades reveladas exigen la misma adhesión de
fe, se hallan en situación diferente unas respecto a otras y tienen distinta
relación entre ellas según su mayor o menor proximidad al fundamento del
misterio revelado”[8];.
[177]
El tema del diálogo puede ser un amplio abanico de cuestiones doctrinales que
abarquen un cierto lapso de tiempo, o una simple cuestión limitada a una época
bien determinada. Puede ser un problema pastoral o misionero sobre el que las
Iglesias desean hallar una postura común para eliminar los conflictos que
surgen entre ellas, y para impulsar una ayuda mutua y un testimonio común. Para
unas cuestiones puede revelarse más eficaz el diálogo bilateral, mientras que
para otras da mejores resultados el diálogo multilateral. La experiencia prueba
que en la compleja tarea de promover la unidad de los cristianos ambas formas de
diálogo se complementan mutuamente. Los resultados de un diálogo bilateral
deberían comunicarse en seguida a todas las demás Iglesias y Comunidades
eclesiales interesadas.
[178]
Una comisión o un comité creado para entablar el diálogo a petición de dos o
más Iglesias o Comunidades eclesiales puede llegar a diversos grados de acuerdo
en el tema propuesto, y puede formular conclusiones en una declaración. Incluso
antes de llegar a este acuerdo, una comisión puede juzgar útil a veces
publicar una declaración o un informe que muestre las convergencias alcanzadas,
que indique los problemas pendientes y sugiera la dirección que pudiera tomar
un futuro diálogo. Todas las declaraciones o informes de las comisiones de
diálogo se someten a las Iglesias interesadas para su aprobación. Las
declaraciones realizadas por las comisiones de diálogo tienen un valor
intrínseco a causa de la competencia y el estatuto de sus autores. Sin embargo
no comprometen a la Iglesia católica hasta haber sido aprobadas por las
autoridades eclesiásticas competentes.
[179]
Cuando las autoridades competentes consideren que los resultados de un diálogo
están apunto para ser sometidos a una evaluación, en este proceso crítico
debe implicarse a los miembros del pueblo de Dios, según su papel y su carisma.
En efecto, los fieles están llamados a ejercer "el sentido sobrenatural de
la fe (sensus fidei)" que es el de todo el pueblo, cuando "desde
los obispos hasta el último de los fieles laicos", otorga un
consentimiento universal a las verdades sobre la fe y las costumbres. Gracias a
este sentido de la fe, despertado y alimentado por el Espíritu de Verdad y
dirigido por el magisterio sagrado (magisterium)
que permite, si es fielmente obedecido, recibir no una palabra humana sino
realmente la palabra de Dios[9],
el pueblo de Dios se adhiere indefectiblemente a la fe transmitida a los santos
de una vez por todas[10],
penetra en ella más profundamente interpretándola como es debido y la pone por
obra más perfectamente en su vida[11].
Ha de hacerse todo lo posible para encontrar la mejor manera de llevar los resultados del diálogo a la atención de todos los miembros de la Iglesia. Se les deben explicar en la medida de lo posible las nuevas visiones de la fe, los nuevos testimonios de su verdad y los nuevos modos de expresión desarrollados en el diálogo, así como el alcance de los acuerdos que se hayan propuesto. Eso permitiría juzgar bien las reacciones de todos, evaluando su fidelidad a la Tradición de fe recibida de los Apóstoles y transmitida a la comunidad de los creyentes bajo la dirección de sus maestros cualificados.
Es
de esperar que todas las Iglesias o Comunidades eclesiales que participan en el
diálogo, así como todas las Iglesias y Comunidades eclesiales que escuchan la
llamada a la unidad, adopten este modo de actuar, y que las Iglesias colaboren
en este esfuerzo.
[180]
La vida de fe y la oración de fe, tanto como la reflexión sobre la doctrina de
fe, entran en este proceso de recepción por el que, bajo la inspiración del
Espíritu Santo "que distribuye gracias especiales entre los fieles de todo
orden"[12]
y que guía de modo particular el ministerio de quienes enseñan, la Iglesia
entera hace suyos los frutos de un diálogo, en un proceso de escucha, de
experimentación, de juicio y de vida.
[181]
A1 valorar y asimilar nuevas formas de expresión de la fe, que pueden aparecer
en las declaraciones surgidas del diálogo ecuménico, o antiguas expresiones
recuperadas porque se prefieren a ciertos términos teológicos más recientes,
los católicos tendrán presente la distinción que se hace en el Decreto sobre
Ecumenismo entre "el modo como ha sido formulada la enseñanza de la
Iglesia" y "el depósito de la fe misma"[13]. Procurarán sin embargo evitar las expresiones
ambiguas, sobre todo al buscar un acuerdo sobre los puntos de doctrina
tradicionalmente controvertidos. Tendrán también en cuenta la manera en que el
mismo Concilio Vaticano II ha aplicado esta distinción en su formulación de la
fe católica. Admitirán igualmente la "jerarquía de verdades" en la
doctrina católica de que habla el decreto sobre ecumenismo[14].
[182]
El proceso de recepción incluye una reflexión teológica de carácter técnico
sobre la Tradición de fe, así como sobre la realidad pastoral y litúrgica de
la Iglesia de hoy. Importantes contribuciones a este proceso provienen de la
competencia específica de las facultades de teología. Todo el proceso es
guiado por la autoridad docente oficial de la Iglesia, que tiene la
responsabilidad de emitir el juicio definitivo sobre las declaraciones
ecuménicas. Los nuevos puntos de vista que son aceptados entran en la vida de
la Iglesia y renuevan, en cierto sentido, lo que favorece la reconciliación con
otras Iglesias y Comunidades eclesiales.
[183]
La Palabra de Dios, consignada en las Escrituras, alimenta de diversas formas la
vida de la Iglesia[15]
y es "un instrumento insigne en las manos poderosas de Dios para obtener la
unidad que el Salvador ofrece a todos los hombres"[16].
La veneración de las Escrituras es un vínculo fundamental de unidad entre los
cristianos, vínculo que permanece aun cuando las Iglesias y Comunidades
eclesiales a las que pertenecen no están en plena comunión unas con otras.
Todo cuanto pueda hacerse para que los miembros de las Iglesias y de las
Comunidades eclesiales lean la Palabra de Dios, y a ser posible lo hagan juntos
(por ejemplo las "Semanas bíblicas"), refuerza este vínculo de
unidad que ya los une, los abre a la acción unificadora de Dios y refuerza el
testimonio común de la Palabra salvadora de Dios que dan al mundo. La
publicación y difusión de ediciones adecuadas de la Biblia son una condición
previa a la escucha de la Palabra. Mientras sigue publicando ediciones de la
Biblia que corresponden a sus propias normas y exigencias, la Iglesia católica
colabora también y gustosamente con otras Iglesias y Comunidades eclesiales en
la realización de traducciones y en la publicación de ediciones comunes, de
acuerdo con lo previsto en el Concilio Vaticano II, y enunciado en el derecho
canónico[17]. Ella considera la colaboración ecuménica en este
dominio como una forma importante de servicio y testimonio comunes en la Iglesia
y para el mundo.
[184]
La Iglesia católica está comprometida en esta cooperación de muchas formas y
a muchos niveles. En 1969 el Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad
de los Cristianos inspiró la fundación de la Federación Católica Mundial
para el Apostolado Bíblico (Federación Bíblica Católica), que es una
organización católica internacional de carácter público, dedicada a la
puesta en práctica pastoral de Dei Verbum, capítulo VI. Con tal fin, sería de desear que, allí
donde las circunstancias lo permitan, tanto en las Iglesias particulares como a
nivel regional, se favorezca una colaboración efectiva entre el delegado para
el ecumenismo y las secciones locales de la Federación.
[185]
Por medio del Secretariado General de la Federación Bíblica Católica, el
Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos mantiene y
desarrolla relaciones con la Alianza Bíblica Universal, que es la organización
cristiana internacional con la que el Secretariado ha publicado conjuntamente
las Directrices relativas a la
cooperación interconfesional en la traducción de la Biblia[18].
Este documento establece los principios, medios y orientaciones prácticas
de este tipo particular de colaboración en el dominio bíblico que ha producido
ya resultados probados. Unas relaciones y cooperación semejantes con
instituciones consagradas a la publicación y uso de la Biblia se recomiendan a
todos los niveles de la vida de la Iglesia. Pueden facilitar la cooperación
entre las Iglesias y Comunidades eclesiales para el trabajo misionero, para la
catequesis y enseñanza religiosa, así como para la oración y estudio en
común. A menudo pueden desembocar en la edición común de una Biblia que pueda
ser utilizada por muchas Iglesias y Comunidades eclesiales de un determinado
territorio cultural, o para fines más precisos, como el estudio o la vida
litúrgica[19]. Una colaboración de este género puede ser un
antídoto contra el empleo de la Biblia en una perspectiva fundamentalista o con
miras sectarias.
[186]
Los católicos pueden compartir el estudio de las Escrituras con miembros de
otras Iglesias y Comunidades eclesiales de muchas maneras y a muchos niveles
diferentes, desde un tipo de trabajo que puede realizarse en grupos de vecinos o
parroquiales hasta el de la investigación científica entre exégetas
profesionales. Para tener valor ecuménico, a cualquier nivel que sea, el
mencionado estudio debe fundamentarse en la fe y alimentarla. A menudo hará ver
claramente a los participantes en qué medida las posiciones doctrinales de las
diversas Iglesias y Comunidades eclesiales y sus diferentes formas de ver en la
utilización y exégesis de la Biblia llevan a interpretaciones diferentes de
ciertos pasajes. Es útil para los católicos que las ediciones de las
Escrituras que emplean llamen la atención sobre los pasajes en que se ve
comprometida la doctrina de la Iglesia. No dejarán de afrontar las dificultades
y diferencias que causa el uso ecuménico de las Escrituras con comprensión y
lealtad para con la enseñanza de la Iglesia. Pero que eso no les impida
reconocer lo cercanos que están a los demás cristianos en la interpretación
de las Escrituras. Por ahí llegarán a apreciar la luz que la experiencia y las
tradiciones de las diversas Iglesias pueden proyectar sobre pasajes de la
Escritura que son especialmente significativos para ellos. Estarán abiertos a
la posibilidad de encontraren las Escrituras nuevos puntos de partida para
discutir sobre temas controvertidos. Se verán impulsados a descubrir el
significado de la Palabra de Dios en relación con las situaciones humanas
contemporáneas que comparten con sus hermanos cristianos. Y experimentarán con
gozo el poder unificador de la Palabra de Dios.
Textos
litúrgicos comunes
[187]
Allí donde es posible, las Iglesias y Comunidades eclesiales cuyos miembros
viven en un ambiente cultural homogéneo deberían redactar juntos una
colección de los textos cristianos más importantes (el Padrenuestro, el
Símbolo de los Apóstoles, el Credo nicenoconstantinopolitano, una Doxología
trinitaria, el Gloria). Dicha colección se destinaría al uso regular por todas
las Iglesias, al menos cuando rezan en común, en ocasiones ecuménicas. Sería
igualmente deseable un acuerdo sobre una versión del Salterio para uso
litúrgico, o al menos sobre ciertos salmos de uso más frecuente. Se recomienda
la búsqueda de un acuerdo similar para lecturas comunes de las Escrituras
destinadas al uso litúrgico. El empleo de oraciones litúrgicas u otras que
datan del tiempo de la Iglesia indivisa puede ayudar a desarrollar el espíritu
ecuménico. Se recomiendan de igual modo los libros de canto comunes o al menos
una colección de cantos comunes que se añadan a los libros de canto de las
diferentes Iglesias y Comunidades eclesiales: también es recomendable la
colaboración en el desarrollo de la música litúrgica. Cuando los cristianos
rezan juntos, con una sola voz, su testimonio común alcanza los cielos, pero
también se escucha en la tierra.
La
colaboración ecuménica en el campo de la catequesis
[188]
La Iglesia católica reconoce que en situaciones de pluralismo religioso la
colaboración en el ámbito de la catequesis puede enriquecer su vida y la de
las demás Iglesias y Comunidades eclesiales, completando la catequesis normal
que de todos modos deben recibir los católicos, y que puede también fortalecer
su capacidad de dar en medio del mundo un testimonio común de la verdad del
Evangelio, en la medida actualmente posible. El fundamento de esta
colaboración, sus condiciones y sus límite se exponen en la Exhortación
apostólica Catechesi Tradendae:
"Tales
experiencias encuentran su fundamento teológico en los elementos que son
comunes a todos los cristianos. Pero la comunión de fe entre los católicos y
los demás cristianos no es completa y perfecta; incluso, en ciertos casos,
existen profundas divergencias. Por lo tanto, esta colaboración ecuménica es
limitada por su misma naturaleza: jamás debe significar una
"reducción" al mínimo común. Además la catequesis no consiste
únicamente en enseñar la doctrina, sino que es iniciación a toda la vida
cristiana, haciendo participar plenamente en los sacramentos de la Iglesia. De
ahí la necesidad de que allí donde haya una experiencia de colaboración
ecuménica en el ámbito de la catequesis, se cuide de que la formación de los
católicos en materia de doctrina y vida cristianas esté bien asegurada en la
Iglesia católica"[20].
[189]
En algunos países el Estado o circunstancias particulares imponen una forma de
enseñanza cristiana común a católicos y otros cristianos, que incluye los
libros de texto y el contenido del curso ya fijado. En tales casos no se trata
de una verdadera catequesis, ni de libros que puedan utilizarse como catecismos.
Pero tal enseñanza tiene un auténtico valor ecuménico cuando presenta
lealmente elementos de la doctrina cristiana. Aun apreciando el valor potencial
de tal enseñanza, en esos casos sigue siendo no menos indispensable asegurar a
los niños católicos una catequesis específicamente católica.
[190]
Cuando la enseñanza de la religión en las escuelas se hace en colaboración
con miembros de religiones diferentes de la cristiana, hay que hacer un esfuerzo
particular para asegurarse de que el mensaje cristiano se presente de manera que
resalte la unidad de fe existente entre los cristianos en temas fundamentales,
aunque explicando al mismo tiempo las divisiones que existen y los pasos que se
han dado para superarlas.
La
colaboración en institutos de enseñanza superior
[191]
En el estudio científico de la teología y de las disciplinas con ella
relacionadas se presentan numerosas ocasiones de colaboración ecuménica y de
testimonio común. Tal colaboración es provechosa para la investigación
teológica. Aumenta la calidad de la enseñanza teológica, ayudando a los
profesores a prestar al aspecto ecuménico de las cuestiones teológicas la
atención que exige en la Iglesia católica el Decreto conciliar Unitatis
Redintegratio[21].
Facilita la formación ecuménica de los agentes pastorales (ver más
arriba, cap. III). Ayuda a los cristianos a examinar juntos los grandes
problemas intelectuales a que se enfrentan los hombres y mujeres de hoy a partir
de un fondo común de sabiduría y de experiencia cristianas. En vez de acentuar
sus diferencias, son capaces de otorgar la debida preferencia a la profunda
armonía de fe y de comprensión que puede existir en medio de la diversidad de
sus expresiones teológicas.
[192]
En los .seminarios y en el primer ciclo. La
colaboración ecuménica en el estudio y la enseñanza es igualmente deseable en
los programas de la fase inicial de la enseñanza teológica, tal como están
organizados en los seminarios y en el primer ciclo de las facultades de
teología, aunque no lo esté aún el modo que es posible en el plano de la
investigación y entre quienes han terminado ya su formación teológica
general. Una condición elemental de la colaboración ecuménica en estos
niveles superiores, que se tratarán en los números 197‑202, es que los
participantes estén bien formados en su propia fe y en la tradición de su
propia Iglesia. La instrucción del seminario o del primer ciclo de teología
tiene como objetivo dar al estudiante esta formación de base. La Iglesia
católica, como las demás Iglesias y Comunidades eclesiales, elabora el
programa y los cursos que considera apropiados a este objetivo, y selecciona
directores y profesores competentes. La regla es que los profesores de los
cursos doctrinales sean católicos. Por consiguiente, los principios elementales
de iniciación al ecumenismo y a la teología ecuménica, que es una parte
necesaria de la formación teológica de base[22],
son impartidos por profesores católicos. Una vez que son respetados esos
intereses fundamentales de la Iglesia respecto al objetivo, el valor y las
exigencias de una formación teológica inicial ‑comprendidos y
compartidos por muchas otras Iglesias y Comunidades eclesiales‑ los
estudiantes y profesores de los seminarios católicos y de las facultades de
teología pueden participar en la colaboración ecuménica de diversas formas.
[193]
Las normas para promover y regular la colaboración entre católicos y otros
cristianos en el nivel del seminario y del primer ciclo de estudios teológicos
deben ser determinadas por los Sínodos de las Iglesias orientales católicas y
las Conferencias episcopales, especialmente en todo lo que afecta a la
instrucción de los candidatos a la ordenación. Sobre este punto ha de oírse a
la comisión ecuménica apropiada. Las directrices requeridas deben incluirse en
el programa de formación sacerdotal establecido de acuerdo con el Decreto sobre
la formación de los sacerdotes Optatam Totius. Ya que los institutos de
formación de los miembros de las órdenes religiosas pueden también estar
implicados en esta forma de colaboración ecuménica, los superiores mayores o
sus delegados deben contribuir a la redacción de los reglamentos de acuerdo con
el Decreto conciliar Christus Dominus[23].
[194]
Los estudiantes católicos pueden asistir a cursos especiales dados en las
instituciones, incluidos los seminarios, por cristianos de otras Iglesias y
Comunidades eclesiales de acuerdo con los criterios generales para la formación
ecuménica de los estudiantes católicos, y sometiéndose a todas las normas que
hayan podido establecerse por el Sínodo de las Iglesias orientales católicas o
la Conferencia episcopal. Cuando se deba tomar una decisión sobre si realmente
deben asistir o no a cursos especiales, hay que considerar bien la utilidad del
curso en el contexto general de su formación, la calidad y el espíritu
ecuménico del profesor, el nivel de preparación previa de los mismos
estudiantes, su madurez espiritual y psicológica. Cuanto más de cerca se
refieran las conferencias o cursos a temas doctrinales, más cuidadosamente
habrá que sopesar la oportunidad de que los estudiantes asistan a ellos. La
formación de los estudiantes y el desarrollo de su sentido ecuménico deben
realizarse gradualmente.
[195]
En los ciclos segundo y tercero de las
facultades, y en los seminarios después que los estudiantes hayan recibido
la formación básica, puede invitarse a profesores de otras Iglesias y
Comunidades eclesiales a dar conferencias sobre las posiciones doctrinales de
las Iglesias y Comunidades que representan, para completar la formación
ecuménica que los estudiantes están recibiendo de sus profesores católicos.
Dichos profesores podrán también dar cursos de tipo técnico, como por ejemplo
cursos de lenguas, de comunicación social, de sociología religiosa, etc. Al
fijar normas para regular esta cuestión, las Conferencias episcopales y los
Sínodos de las Iglesias orientales católicas tendrán en cuenta el grado de
desarrollo alcanzado por el movimiento ecuménico en su país y el estado de las
relaciones entre los católicos y las otras Iglesias y Comunidades eclesiales[24].
Especificarán en particular cómo aplicar en su región los criterios
católicos sobre cualificación de los profesores, el período de su enseñanza
y su responsabilidad en cuanto al contenido de los cursos[25].
Darán también indicaciones sobre el modo como que se pueda integrar en el
conjunto de su programa la enseñanza recibida por los estudiantes católicos en
estos cursos. Los profesores invitados serán calificados como
"conferenciantes invitados". Si fuera preciso, las instituciones
católicas organizarán seminarios o cursos para situar en su contexto la
enseñanza dada por los conferenciantes de otras Iglesias o Comunidades
eclesiales. Los profesores invitados, en circunstancias análogas, a dar
conferencias en los seminarios y escuelas teológicas de otras Iglesias se
someterán gustosos a las mismas condiciones. Tal intercambio de profesores, que
respeta los intereses de cada Iglesia en cuanto a la formación teológica
básica de sus propios miembros, y en especial de los que están llamados a ser
sus ministros, es un modo eficaz de colaboración ecuménica y da un testimonio
común apropiado del interés cristiano por una enseñanza auténtica en la
Iglesia de Cristo.
[196]
En los Institutos superiores y de
investigación teológica. A quienes están comprometidos en la
investigación teológica y a quienes enseñan en un nivel superior se les
ofrece un campo más extenso de colaboración ecuménica que a los de nivel de
seminario o secundario (institucional). La madurez de los participantes
(investigadores, profesores, estudiantes) y los estudios superiores que ya
poseen sobre la fe y la teología de su propia Iglesia, dan a su colaboración
una seguridad y una riqueza muy especiales que no puede esperarse de aquellos
que están aún trabajando en la formación secundaria o en la del seminario.
[197]
En el nivel de los estudios superiores la colaboración queda asegurada por
expertos que intercambian y comparten sus investigaciones con expertos de otras
Iglesias y Comunidades eclesiales. Se lleva a cabo por grupos ecuménicos y por
asociaciones de expertos designados a tal fin. Se asegura de modo especial en el
marco de los diferentes tipos de relaciones entre instituciones para el estudio
de la teología pertenecientes a diferentes Iglesias. Tales relaciones y la
colaboración que favorecen pueden ayudar a dar un carácter ecuménico a todo
el trabajo de las instituciones participantes. Pueden éstas facilitar que se
comparta el personal, las bibliotecas, cursos, locales y otros recursos para un
mayor provecho de los investigadores, de los profesores y de los estudiantes.
[198]
La colaboración ecuménica está especialmente indicada en interés de los
institutos creados, en el seno de facultades de teología ya existentes, para la
investigación y la formación especializada en teología ecuménica, o bien
para el ejercicio pastoral del ecumenismo; está indicada también para los
institutos independientes creados con el mismo fin. Aunque éstos últimos
puedan pertenecer a Iglesias particulares o a Comunidades eclesiales, serán
mucho más eficaces si cooperan activamente con institutos similares
pertenecientes a otras Iglesias. Desde un punto de vista ecuménico, sería
útil que los Institutos ecuménicos tengan miembros de otras Iglesias o
Comunidades eclesiales en su cuerpo profesoral y entre sus estudiantes.
[199]
La creación y administración de estas instituciones y estructuras para la
colaboración ecuménica en el estudio de la teología deberían ser confiadas
normalmente a los que dirigen las correspondientes instituciones y a quienes
trabajan en ellas, gozando siempre de una legítima libertad académica. Su
eficacia ecuménica exige que actúen en estrecha relación con las autoridades
de las Iglesias y Comunidades eclesiales a las que sus miembros pertenecen.
Cuando el instituto comprometido en tales estructuras de cooperación forma
parte de una facultad de teología que pertenece ya a la Iglesia católica, o ha
sido establecida por la Iglesia como una institución separada bajo su
autoridad, su relación con las autoridades de la Iglesia en la actividad
ecuménica será definida en los artículos del acuerdo de colaboración.
[200]
Las instituciones interconfesionales, creadas y administradas conjuntamente por
ciertas Iglesias y Comunidades eclesiales, son especialmente eficaces para
tratar cuestiones de interés común a todos los cristianos. Estudios comunes
sobre asuntos tales como el trabajo misionero, las relaciones con las religiones
no cristianas, el ateísmo y la increencia, el uso de los medios de
comunicación social, la arquitectura y el arte sagrado, y, en el campo de la
teología, la explicación de las Escrituras, la historia de la salvación y la
teología pastoral, todos estos estudios contribuirán a la solución de
problemas y a la adopción de programas adaptados de un modo que puede hacer
progresar la unidad de los cristianos. La responsabilidad de dichos institutos
ante las autoridades de las Iglesias y Comunidades eclesiales implicadas debe
estar claramente definida en sus estatutos.
[201]
Ministros de diferentes Iglesias y Comunidades eclesiales pueden crear
asociaciones o institutos para el estudio común de las cuestiones teológicas o
pastorales. Dirigidos y ayudados por expertos en diferentes campos, estos
ministros discuten y analizan juntos los aspectos teóricos y prácticos de su
ministerio, en el seno de sus propias Comunidades, en su dimensión ecuménica y
en su contribución al testimonio cristiano común.
[202]
En los institutos de actividad y colaboración ecuménicas, el campo de estudio
y de investigación puede extenderse a toda la realidad ecuménica o bien
limitarse a cuestiones particulares que se estudian en profundidad. Cuando hay
institutos que se especializan en el estudio de una disciplina del ecumenismo
(la tradición ortodoxa, el protestantismo, la Comunión anglicana, así como
las diversas cuestiones mencionadas en el n° 200), es importante que puedan
tratar esta materia en el contexto de todo el movimiento ecuménico y de todas
las demás cuestiones que se relacionan con el tema.
[203]
Se anima a las instituciones católicas a que se hagan miembros de las
asociaciones ecuménicas destinadas a hacer avanzar el nivel de la enseñanza
teológica, a asegurar una mejor formación de quienes se preparan al ministerio
pastoral y una mejor colaboración entre las instituciones de enseñanza
superior. Estarán igualmente abiertas a las propuestas que les hacen ‑hoy
con mayor frecuencia‑ las autoridades de universidades públicas y no
confesionales, de asociar, para el estudio de la religión, a algunos institutos
que dependen de ellas. La pertenencia a estas asociaciones ecuménicas y la
participación en la enseñanza de institutos asociados deben respetar la
legítima autonomía de los Institutos católicos en los campos del programa de
estudios, del contenido doctrinal de los temas enseñados y de la formación
espiritual y sacerdotal de los estudiantes que se preparan a la ordenación.
La
colaboración pastoral en situaciones especiales
[204]
Aunque cada Iglesia y Comunidad eclesial se ocupa del cuidado pastoral de sus
propios miembros, y es edificada de modo insustituible por los ministros de sus
comunidades locales, existen sin embargo ciertas situaciones en que la necesidad
religiosa de los cristianos podría asegurarse mucho más eficazmente si los
agentes pastorales ordenados o laicos de las diferentes Iglesias y Comunidades
eclesiales trabajan juntos. Esta forma de colaboración ecuménica puede
practicarse con éxito en la pastoral de los hospitales, de las prisiones, del
ejército, de las universidades, de los vastos complejos industriales. Es
igualmente eficaz para llevar una presencia cristiana al mundo de los medios de
comunicación social. Habría que coordinar cuidadosamente estos ministerios
ecuménicos especiales con las estructuras pastorales locales de cada Iglesia y
Comunidad eclesial. Esto se realiza mucho más fácilmente cuando estas
estructuras están penetradas ellas mismas del espíritu ecuménico y practican
la colaboración ecuménica con las unidades locales correspondientes de las
otras Iglesias y Comunidades eclesiales. El ministerio litúrgico, sobre todo el
de la Eucaristía y de los demás sacramentos, se asegura en tales situaciones
de colaboración de acuerdo con las normas que cada Iglesia o Comunidad eclesial
fija para sus miembros; para los católicos, estas normas se hallan en el
capítulo IV de este Directorio.
La
colaboración en la actividad misionera
[205]
El testimonio común dado por todas las formas de colaboración ecuménica es ya
misionero. De hecho, el movimiento ecuménico ha caminado parejo con un
redescubrimiento de la naturaleza misionera de la Iglesia por muchas
comunidades. La colaboración ecuménica hace ver al mundo que los que creen en
Cristo y viven por su Espíritu, habiendo llegado a ser hijos de Dios que es
Padre de todos, son capaces de comenzar a superar con valor y esperanza las
divisiones humanas, incluso en materias tan delicadas como la fe y la práctica
religiosa. Las divisiones que existen entre los cristianos son ciertamente un
gran obstáculo para el éxito de la proclamación del Evangelio[26]. Pero los esfuerzos realizados para vencerlas hacen
mucho para compensar el escándalo y dar credibilidad a los cristianos que
proclaman que Cristo es Aquel en quien todas las personas y todas las cosas
están unidas:
"Como
evangelizadores debemos ofrecer a los fieles de Cristo, no la imagen de hombres
divididos y separados por litigios nada edificantes, sino la de personas maduras
en la fe, capaces de encontrarse más allá de las tensiones reales gracias a la
búsqueda común, sincera y desinteresada de la verdad. Sí, la suerte de la
evangelización está ciertamente unida al testimonio de unidad dado por la
Iglesia. Es ésta una fuente de responsabilidad, pero también de consuelo"[27].
[206]
El testimonio ecuménico puede darse en la misma actividad misionera. Para los
católicos, las bases de la colaboración ecuménica con los otros cristianos en
misión son: "el fundamento del bautismo y el patrimonio de fe que nos es
común"[28].
Las demás Iglesias y Comunidades eclesiales que conducen a los fieles a la fe
en Cristo Salvador y al bautismo en el nombre del Padre y del Hijo y del
Espíritu Santo, los conducen en la comunión real, aunque imperfecta, que
existe entre ellos y la Iglesia católica. Los católicos desearían grandemente
que todos los llamados a la fe cristiana se unan a ellos en esa plenitud de
comunión que, según su fe, existe en la Iglesia católica, y, sin embargo,
reconocen que algunos pasarán, en la Providencia de Dios, toda su vida
cristiana en Iglesias o Comunidades eclesiales que no aseguran esta plenitud.
Tratarán de respetar con sumo cuidado la fe viva de las demás Iglesias y
Comunidades eclesiales que predican el Evangelio, y se alegrarán de que la
gracia de Dios actúe entre ellos.
[207]
Los católicos pueden unirse a las demás Iglesias y Comunidades eclesiales
‑siempre que no haya nada de sectario o de deliberadamente anticatólico
en su trabajo de evangelización‑ en organizaciones y programas que
aporten a las actividades misioneras de todas las Iglesias participantes un
apoyo común. Uno de los objetivos particulares de tal colaboración será
asegurar que los factores humanos, culturales y políticos que estaban
implicados en las divisiones originarias entre las Iglesias y que han marcado la
tradición histórica de separación, no se trasplanten a los lugares donde se
predica el Evangelio y donde se fundan Iglesias. Los que han sido enviados por
sociedades misioneras para ayudar a la fundación y crecimiento de nuevas
Iglesias deberán ser especialmente sensibles a esta necesidad. Los obispos
podrían dedicarle una atención especial. A los obispos corresponde determinar
si es preciso insistir de modo particular en los puntos de doctrina o de moral
en que los católicos difieren de otras Iglesias y Comunidades eclesiales, y
estas últimas podrán considerar necesario hacer lo mismo respecto al
catolicismo. Sin embargo, esto debe hacerse, no con espíritu agresivo o
sectario, sino en el amor y respeto mutuo[29].
Los nuevos convertidos a la fe serán cuidadosamente educados en el espíritu
ecuménico, "de modo que, desterrando toda apariencia de indiferentismo, de
con fusionismo y de odiosa rivalidad, los católicos colaboren fraternalmente
con los hermanos separados, según las disposiciones del decreto sobre el
ecumenismo, mediante una común profesión de fe en Dios y en Jesucristo ante
las naciones, en la medida de lo posible, y mediante una cooperación en las
cuestiones sociales y técnicas, culturales y religiosas"[30].
[208]
La colaboración ecuménica es particularmente necesaria en la misión cara a
las masas descristianizadas de nuestro mundo contemporáneo. Para los cristianos
aún divididos, la capacidad de dar un testimonio común, ya desde ahora, de las
verdades centrales del Evangelio[31]
puede ser una poderosa invitación a una renovada estima de la fe cristiana en
una sociedad secularizada. Una evaluación común de las formas de ateísmo, de
secularización y de materialismo que actúan en el mundo actual, y una manera
común de tratarlas serían muy provechosas para la misión cristiana en el
mundo contemporáneo.
[209]
Hay que dar un lugar privilegiado a la colaboración entre los miembros de las
diferentes Iglesias y Comunidades eclesiales en la reflexión que constantemente
necesitamos sobre el sentido de la misión cristiana, sobre el modo de entablar
el diálogo de salvación con los miembros de otras religiones y sobre el
problema general de la relación entre la proclamación del Evangelio de Cristo
y las culturas y formas de pensamiento del mundo contemporáneo.
[210]
En el mundo actual son cada vez más numerosos los contactos entre cristianos y
personas de otras religiones. Estos contactos difieren radicalmente de los
contactos entre las Iglesias y Comunidades eclesiales cuya finalidad es
restaurar la unidad querida por Cristo entre todos sus discípulos, y que, con
razón, son llamados ecuménicos. Pero en la práctica, están profundamente
influenciados por estos últimos, e influyen a su vez en las relaciones
ecuménicas, mediante las que los cristianos pueden profundizar en el grado de
comunión que entre ellos existe. Estos contactos constituyen una parte
importante de la cooperación ecuménica. Esto es especialmente cierto en
relación a todo cuanto se hace por desarrollar las relaciones religiosas
privilegiadas que los cristianos tienen con el pueblo judío.
Para
los católicos, las directrices sobre sus relaciones con los judíos emanan de
la Comisión para las relaciones religiosas con el judaísmo, y las relativas a
las relaciones con los miembros de otras religiones, del Consejo pontificio para
el diálogo interreligioso. Al establecer relaciones religiosas con los judíos,
y en sus relaciones con miembros de otras religiones, según las directrices
apropiadas, los católicos pueden hallar numerosas ocasiones de colaborar con
miembros de otras Iglesias y Comunidades eclesiales. Existen muchos campos en
los que los cristianos pueden colaborar en un diálogo y una acción común con
los judíos, como por ejemplo luchando juntos contra el antisemitismo, el
fanatismo religioso y el sectarismo. La colaboración con otros creyentes puede
versar sobre cuestiones de valoración de las perspectivas religiosas, sobre
problemas de justicia y de paz, de apoyo a la vida familiar, de respeto hacia
las comunidades minoritarias; pero esta colaboración puede afrontar también
los numerosos y nuevos problemas del tiempo presente. En estos contactos
interreligiosos los cristianos pueden apelar juntos a sus fuentes bíblicas y
teológicas comunes, contribuyendo asía aportar los puntos de vista cristianos
en este contexto ampliado, de un modo que favorezca al mismo tiempo la unidad
cristiana.
La
colaboración ecuménica en la vida social y cultural
[211]
La Iglesia católica considera que la colaboración ecuménica en la vida social
y cultural constituye un aspecto importante del trabajo orientado a la unidad.
El decreto sobre el ecumenismo estima que tal cooperación expresa con claridad
el vínculo que une a todos los bautizados[32]. Por eso anima y apoya formas muy concretas de
colaboración:
"Esta
colaboración, ya establecida en muchos países, debe acentuarse sin cesar,
sobre todo allí donde está en marcha la evolución social o técnica, haciendo
que se estime en su valor la persona humana, trabajando para promover la paz,
persiguiendo la aplicación social del Evangelio, o por el desarrollo de las
ciencias y las artes en una atmósfera cristiana, o también aportando remedios
de todas clases contra las miserias de nuestro tiempo, como el hambre y las
calamidades, la ignorancia y la pobreza, la crisis de la vivienda y la desigual
distribución de las riquezas"[33].
[212]
El principio general es que la colaboración ecuménica en la vida social y
cultural debe realizarse en el contexto global de la búsqueda de la unidad de
los cristianos. Si no va unida a otras formas de ecumenismo, especialmente la
oración y el compartir espiritual, puede fácilmente confundirse con intereses
ideológicos o puramente políticos y convertirse así en un obstáculo al
progreso hacia la unidad. Como todas las demás formas de ecumenismo, debe ser
supervisada por el obispo del lugar, o por el Sínodo de las Iglesias orientales
católicas o por la Conferencia episcopal.
[213]
Mediante esta colaboración, todos los que creen en Cristo pueden aprender
fácilmente a conocerse mejor unos a otros, a estimarse más y a preparar el
camino de la unidad de los cristianos[34].
El Papa Juan Pablo II ha afirmado en numerosas ocasiones que la Iglesia
católica está comprometida en la colabbración ecuménica[35].
La misma afirmación se expresaba en la declaración conjunta del Cardenal
Johannes Willebrands y del Doctor Philip Potter, Secretario general del Consejo
ecuménico de las Iglesias, con ocasión de la visita del Santo Padre a la sede
central del Consejo ecuménico en Ginebra, en 1984[36].
En esta perspectiva es en la que el Directorio ecuménico presenta algunos
ejemplos de colaboración, a diversos niveles, mas sin pretender en modo alguno
ser exhaustivos[37].
a)
La colaboración en el estudio común de las cuestiones sociales y éticas
[214]
Las Conferencias episcopales regionales o nacionales, en colaboración con las
otras Iglesias y Comunidades eclesiales, así como con los Consejos de las
Iglesias, podrían constituir grupos destinados a dar una expresión común a
los valores cristianos y humanos fundamentales. Esta especie de discernimiento
realizado en común ayudaría a proporcionar un importante punto de partida para
abordar ecuménicamente cuestiones de naturaleza social y ética; esto
desarrollaría la dimensión moral y social de la comunión parcial de que ya
gozan los cristianos de las diversas Iglesias y Comunidades eclesiales.
El objetivo de un estudio común de este tipo es promover una cultura cristiana, una "civilización del amor" ‑el humanismo cristiano de que han hablado frecuentemente los Papas Pablo VI y Juan Pablo II. Para edificar
esta
cultura debemos establecer con claridad qué valores la constituyen y cuáles la
amenazan. Está claro, por tanto, que este estudio implicará por ejemplo un
reconocimiento del valor de la vida, de la significación del trabajo humano, de
las cuestiones de justicia y de paz, de libertad religiosa, de los derechos del
hombre y del derecho a la tierra. Tendrá que acentuar también los factores
que, en la sociedad, amenazan a los valores fundamentales, como la pobreza, el
racismo, el consumismo exagerado, el terrorismo, así como todo cuanto amenaza
la vida humana en cualquier etapa de su desarrollo. La larga tradición de la
enseñanza social de la Iglesia católica podrá aportar abundantes directrices
e inspiraciones para este tipo de colaboración.
b)
La colaboración en el campo del desarrollo, de las necesidades humanas y de la
protección de la creación
[215]
Existe una conexión intrínseca entre el desarrollo, las necesidades humanas y
la protección de la creación. La experiencia nos ha enseñado que el
desarrollo que responde a las necesidades humanas no puede hacer mal uso ni
abusar de los recursos naturales sin graves consecuencias.
La
responsabilidad del cuidado de la creación, que posee en sí misma su dignidad
particular, ha sido entregada por el Creador mismo a todos los pueblos, como
guardianes de la creación[38].
A diversos niveles se anima a los católicos a participar en iniciativas comunes
destinadas al estudio y a la actuación en torno a los problemas que amenazan la
dignidad de la creación y hacen peligrar a la raza humana entera. Otros temas
para tal estudio y actuación pueden incluir, por ejemplo, ciertas formas de
industrialización rápida y de tecnología incontrolada, que causan la
contaminación del entorno natural y tienen graves consecuencias para el
equilibrio ecológico, como la destrucción de los bosques, los experimentos
nucleares y el empleo irracional o mal uso de los recursos naturales, renovables
o no renovables. Un aspecto importante de la actuación común en este campo
consiste en enseñar a los hombres a utilizar estos recursos así como a
planificar su utilización y a salvaguardar la creación.
El
campo del desarrollo, que es principalmente una respuesta a las necesidades
humanas, ofrece una variedad de posibilidades para la colaboración entre la
Iglesia católica y las Iglesias y Comunidades eclesiales a nivel regional,
nacional y local. Tal colaboración abarcaría entre otras, la acción por una
sociedad justa, por la paz, por la promoción de los derechos y de la dignidad
de la mujer, y por una distribución más justa de los recursos. En este
sentido, sería posible asegurar un servicio común a los pobres, a los
enfermos, a los disminuidos, a las personas mayores y a todos cuantos sufren a
causa de injustas "estructuras de pecado"[39].
Se recomienda especialmente la colaboración en este campo allí donde existe
una gran concentración de población, con graves consecuencias para el entorno,
el alimento, el agua, el vestido, la higiene y los cuidados médicos. Un aspecto
importante de la colaboración en este terreno sería ocuparse del problema de
los inmigrantes, de los refugiados y de las víctimas de las catástrofes
naturales. En los casos de urgencia a escala mundial, la Iglesia católica
recomienda la puesta en común de los recursos y servicios con organismos
internacionales de Iglesias, por razones de eficacia y de coste. Aconseja
igualmente la colaboración ecuménica con organizaciones internacionales
especializadas en ese campo.
c)
La colaboración en el campo de la medicina
[216]
Todo el campo de la sanidad constituye un terreno muy importante para la
colaboración ecuménica. En algunos países, la colaboración ecuménica de las
Iglesias en programas de atención sanitaria es vital para asegurar cuidados
adecuados. Sin embargo, la colaboración en este terreno, sea en el plano de la
investigación o en el de los cuidados mismos, suscita cada vez más problemas
de ética médica, que son a la vez un reto y una ocasión para la colaboración
ecuménica. El deber antes mencionado de establecer los valores fundamentales
que forman parte integrante de la vida cristiana, es especialmente urgente, dado
el rápido desarrollo de dominios tales como la genética. En este contexto son
particularmente oportunas las indicaciones del documento de 1975 sobre la
"colaboración ecuménica": "Muy especialmente cuando se ponen en
entredicho las leyes morales, hay que presentar explícitamente la postura
doctrinal de la Iglesia católica, y las dificultades que de ello pueden
derivarse para la colaboración ecuménica han de considerarse con total
honradez y lealtad para con la enseñanza católica"[40].
d)
La colaboración en los medios de comunicación social
[217]
En este terreno se puede colaborar en la comprensión de la naturaleza de los
medios modernos de comunicación y en particular del reto que lanzan a los
cristianos de hoy. La colaboración podría versar sobre los modos de hacer que
los principios cristianos estén presentes en los medios de comunicación, sobre
el estudio de los problemas que existen en este campo y también sobre la
educación de la población para un uso crítico de dichos medios. Los grupos
interconfesionales pueden ser especialmente eficaces como comités consultivos
para los medios públicos de comunicación, en particular cuando se trata de
temas religiosos. Pueden ser particularmente útiles en los países en que la
mayoría de los espectadores, oyentes o lectores pertenece a una sola Iglesia o
Comunidad eclesial. "Las ocasiones para tal colaboración son casi
ilimitadas. Algunas son evidentes: programas comunes de radio y de televisión;
proyectos y servicios educativos, especialmente para los padres y para los
jóvenes; reuniones y discusiones entre profesionales que pueden situarse a
nivel internacional; colaboración en la investigación en los medios de
comunicación, en especial para la formación profesional y la educación"[41]. Allí donde ya existen estructuras interconfesionales
con plena participación católica, habría que reforzarlas particularmente para
el uso de la radio, de la televisión, para el trabajo de publicaciones y de
audiovisuales. Cada organismo participante debería también tener la
posibilidad de hablar de su propia doctrina y de su vida concreta"[42].
[218]
En ocasiones podría ser importante trabajar en mutua colaboración, bien a
través de la participación de agentes católicos de la comunicación en
iniciativas de otras Iglesias y Comunidades eclesiales, o bien por la
participación inversa. La colaboración ecuménica podría abarcar intercambios
entre las Organizaciones católicas internacionales y las organizaciones de la
comunicación de otras Iglesias y Comunidades eclesiales (como por ejemplo para
la celebración de la Jornada Mundial de la comunicación social). El uso común
de satélites y de redes de televisión por cable podría proporcionar también
un ejemplo de colaboración ecuménica. Es claro que este tipo de colaboración
debería realizarse a nivel regional en relación con las comisiones
ecuménicas, y a nivel internacional con el Consejo pontificio para la
promoción de la unidad de los cristianos. La formación de agentes católicos
de la comunicación debe llevar consigo una seria preparación ecuménica.
Su
Santidad el Papa Juan Pablo II ha aprobado este Directorio el 25 de marzo de
1993, lo ha confirmado con su autoridad y ha ordenado su publicación. No
obstando ninguna disposición contraria.
Cardenal
Edward Idris Cassidy
Presidente
+
Pierre Duprey
Obispo
tit. de Thibar
Secretario
[1]
UR,
n.
12.
[2]
Carta
encíclica Redemptor Hominis (RH),
n. 12.
[3]
En
este contexto, el término "Iglesia" debe entenderse en general en
el sentido sociológico más que en el estrictamente teológico.
[4]
SPUC,
La colaboración ecuménica en el
plano (...J, op. cit., n. 4 A c).
[5]
Las
Conferencias episcopales y los Sínodos de las Iglesias orientales
católicas procurarán no autorizar la participación de los católicos en
Consejos en los que figuren grupos que no son verdaderamente considerados
como comunidad eclesial.
[6] Cf UR, n. 9.
[7] Cf UR, n. 11.
[8]
op.
cit., n. 4, b; cf también UR, n. 11 y
ME, 4. Cf igualmente supra, nn.
63a, 75, 76 e infra, 181.
[9]
Cf
1 Tes 2,13.
[10]
Judas
3.
[11] Cf LG, n. 12.
[12]
Ibidem.
[13]
Cf
UR, n. 6 y GS, n. 62.
[14] Cf UR, n. 11.
[15] Cf DV, cap. 6.
[16] UR, n. 21.
[17] Cf CIC, can. 825, § 2 y CCEO, can. 655, § 1.
[18]
Edición
revisada en 1987 del documento de 1968, en SI del SPUC, n. 65, pp. 150-156.
[19]
De
acuerdo con las normas establecidas en el CIC, can. 825-827, 838, en el CCEO,
can. 655‑659, 668 y en el Decretum
de la Sacra Congregatio pro Doctrina fidei Ecclesiae pastorum de
Ecclesiae pastorum vigilantia circa libros (19 de marzo de 1975) in AAS
1975,281-284.
[20]
n.
33.
[21]
Cf
nn. 10-11.
[22]
Cf
supra, n. 70, y la Carta circular
del SPUC a los Obispos sobre la Enseñanza ecuménica, n. 6, en SI, n. 62,
p. 214.
[23]
171
Cf n. 35, 5‑6.
[24]
Cf
ibidem, 10, 4.
[25]
cf
ibidem.
[26]
Cf
UR, n. 1.
[27]
EN,
n.
77.
[28]
Ibidem.
[29] Cf AG, n. 6.
[30] Ibidern, n. 15.
[31] Cf RH, n. 11.
[32] Cf UR,n.12.
[33]
Ibidem.
[34]
Cf
ibidem.
[35]
Discurso
a la Curia romana del 28 de junio de 1985, AAS 1985, 1148-1159; cf también
Carta encíclica Sollicitudo Rei Socialis
(SRS), n. 32.
[36]
Cf
SPUC, SI, n. 55, pp. 46-48.
[37]
La
colaboración ecuménica en el plano (...),
op. cit., n. 3.
[38]
Cf
RH, nn.
8, 15, 16; SRS, mi. 26, 34.
[39] SRS, n. 36.
[40]
Op.
cit., n. 3 g.
[41]
Instrucción
pastoral del Pontificio Consejo para las comunicaciones sociales, Communio
et Progressio, n. 99, AAS, 1971, 593-656.
[42]
La
colaboración ecuménica en el plano (...),
op. cit., n. 3 f.
+ + +