"Cine y Teología: una provocación recíproca"


Rino Fisichella
Obispo Auxiliar de Roma

 

"Los hombres son en general tanto más actores cuanto más civilizados son: adoptan la apariencia de la simpatía, del respeto por el otro, de la moderación, del desinterés, sin por esto desconcertar a ninguno, porque los demás están de acuerdo en que en todo ello no hay total sinceridad. Pero es muy bueno que suceda así en este mundo. Porque a través de estos papeles que se recitan, al final también las virtudes, aparentes y artificiales durante un tiempo, se van despertando poco a poco y pasan a nuestro sentimiento constante".

La cita de I. Kant en su Anthropologie se somete a diversas interpretaciones; y sin embargo, no desentona al comienzo de esta breve reflexión a propósito de la relación entre cine y teología. La provocación que se quiere crear entre ambos, de hecho, ya está arrojada con este texto. Nadie osará disputar el grado de civilización alcanzado por el actual contexto histórico. Si se acepta el texto de Kant se tendrá que deducir con lógica consecuencia que nunca como hoy los hombres son actores. Se desempeña un papel, —a decir verdad no siempre escogido libremente— y con él nos hacemos la ilusión de habernos asegurado el logro de una identidad madura y autónoma. La mayor parte de las veces, sin embargo, sabemos muy bien que lo que estamos recitando es tan sólo un papel, y no siempre el más importante, precisamente porque no lo vivimos plenamente con sinceridad; la vida, en efecto, impone la adopción de otros papeles que obligan a una toma de conciencia del verdadero y genuino papel que hemos sido llamados a desempeñar en la dramaticidad del momento.

¿Por qué la teología habría de ocuparse de cine y viceversa, por qué el cine debería prestar atención a la teología? La pregunta no es obvia. No se puede evitar tampoco con una actitud de suficiencia por parte de ambas, como si se tratase de atravesar un campo minado sobre el cual no se tiene competencia, o, aun peor, como si se invadiese una zona completamente ajena al propio ámbito científico. Responder a la pregunta en cambio, equivale a encontrar las diversas provocaciones que merecen ser escuchadas tanto por la teología como por el cine, de manera que se logre, si no una escucha recíproca, al menos no un desinterés.

La teología desempeña un doble papel. Por una parte tiene que dirigirse al creyente para presentarle las razones de su fe (cf. 1Pe 3,15). Nunca como en este momento ha sido una ciencia completamente peculiar, porque se dirige a quien ya cree, pero precisamente en cuanto creyente tiene necesidad de interrogar su fe y obtener una inteligencia cada vez mayor de ella. Por otra parte, la teología es dialógica. Se encuentra por tanto con las diversas realidades que constituyen la vida del hombre y con ellas busca de alcanzar la verdad última en las cuales cree, comunicando los frutos del camino ya realizado.

El encuentro con el cine tiene lugar en este segundo ámbito. Un pasaje del Concilio Vaticano II puede ayudar a comprender la necesidad del encuentro de la teología con el cine. Se lee en Gaudium et spes: "A su manera, también la literatura y las artes son de gran importancia para la vida de la Iglesia. Estas buscan expresar la índole propia del hombre, sus problemas y su experiencia en el esfuerzo de conocer y perfeccionarse a sí mismo y al mundo, de descubrir su situación en la historia y en el universo, de ilustrar sus miserias y sus alegrías, sus necesidades y sus capacidades y de plantear una mejor condición para el hombre. Así, pueden elevar la vida humana, expresada a través de múltiples formas según los tiempos y los lugares" (GS 62)

He aquí una respuesta autorizada que implica directamente también a la Iglesia: en el cine es posible verificar una peculiar actividad artística mediante la cual la persona expresa la propia capacidad creativa y donde el lenguaje simbólico, imaginativo y poético prevalece sobre el de la ciencia, predominantemente técnico. Ya esta primera dimensión permite afirmar que el lenguaje cinematográfico puede presentarse como una de las mediaciones privilegiadas para expresar el contenido de la fe que, en su esencia, es el misterio de la revelación. Lo que implica mutuamente al cine y a la teología es por tanto, la representación (cine) y la inteligencia (teología) del misterio. En torno a estos términos se desarrollan las grandes preguntas que afectan a toda persona en el descubrimiento de su propio destino. Por su competencia, la teología indaga el misterio y, en algunos aspectos es experta en virtud de la revelación. Al cine, ésta le pide ayuda para salvaguardar el misterio. Sin esta componente se destruye la existencia personal y todo viene a encasillarse en el árido campo de la técnica. La tarea de la humanidad, en cambio, será la de garantizar el mantenimiento del misterio y su inviolabilidad. La teología, pues, puede ayudar al cine a captar los rasgos del misterio entre los repliegues de la existencia, y, al mismo tiempo, a mostrar la grandeza del misterio cuando éste se enfrenta a Dios.

Por mucho que pueda valer, no en el orden de la técnica, sino en el de la representación, el cine no se aleja de otras formas que tratan de representar la existencia del hombre. Cine, teatro, literatura,... están todos en el mismo escenario del mundo para plantear las preguntas fundamentales de la existencia y para tratar de dar una respuesta. El cine, por tanto, es un lenguaje mediante el cual el hombre se expresa a sí mismo, tratando de representar del modo más coherente posible las cuestiones epocales que animan su existencia. El cine participa con pleno derecho en la representación de las preguntas que desde siempre han pertenecido a la vida de la humanidad. Éstas se encuentran siempre inmutables en el corazón del hombre. Las explicita también en la primera página de su última encíclica Juan Pablo II: "¿Quién soy? ¿De dónde vengo y a dónde voy? ¿Por qué la presencia del mal? ¿Qué habrá tras esta vida?... Son preguntas que tienen su origen común en la búsqueda de sentido que desde siempre surge en el corazón del hombre. En efecto, de la respuesta a tales preguntas depende la orientación que se dé a la existencia" (Fides et Ratio, 1).

Mirando bien las cosas, no es justo relegar únicamente a la literatura y al teatro el planteamiento de estas preguntas eternas. En la dinámica de su lenguaje, el hombre ha producido otras formas igualmente útiles y necesarias para expresarse a sí mismo, y entre estas, el cine no se puede considerar ciertamente secundario. Aquí, en efecto, se permite representar la vida, los sentimientos y las reacciones de las personas hasta en los mínimos detalles, dejando traslucir la emoción, la duda, la certeza, o todo aquello que la cámara logra captar con implacable realismo y el director logra personificar. De este lenguaje, la teología recibe el "sentido del hombre" y su vivir. Sin esta componente, la teología permanecería en la oscuridad de la concretitud de la persona y su discurso sobre Dios, así como sus respuestas a la pregunta por el sentido, correrían el riesgo de no ser recibidas. Si su lenguaje no considera al hombre, la vida de la comunicación se interrumpe y se vuelve estéril.

Cuánto más eficaz para el hombre sería la comunicación que proviene del cine si éste hiciese suya la esencia del tema de fe; Cuánto más se escucharía el contenido de la fe si se transmitiese con el lenguaje de la imagen, al cual nuestros contemporáneos son tan sensibles. Para que esto se realice en bien del hombre, es necesario que desaparezcan las incomprensiones, las precomprensiones y las pretensiones que a menudo empujan a los hombres a pensar que son omnipotentes. Al final, habrá que asumir plenamente la metáfora que viene precisamente del mundo del teatro y del cine y llegar a la conclusión de que si es verdad que todos somos actores, también lo es que el actor es solamente un "huésped" (Thomas Mann) en el escenario. Antes o después tiene que dejar el estudio y retornar a la vida cotidiana. Entonces ya no será representación de la realidad que, por muy cercana que sea, es siempre y en todo caso una representación escénica, sino que la realidad verdadera le saldrá al encuentro pidiendo ser acogida y desafiada.

La teología en este momento podrá ser compañera fiel de viaje porque podrá impedir que el drama se transforme en tragedia. Ésta, en efecto, no sólo está capacitada para dar un mensaje de esperanza, sino que por su naturaleza tiene que ser capaz de comunicar esperanza en la fuerza del amor que la sostiene. Ante los grandes desafíos que la vida plantea, la teología tendrá que mostrar el verdadero rostro de la existencia redimida e inserta en Cristo. Aquí se salvaguarda el misterio, la libertad del hombre y su dignidad.

En el curso de los siglos, la Iglesia ha mantenido una reacción discontinua con el mundo del espectáculo. Desde las violentas expresiones de Tertuliano y Agustín, ha pasado a ser artífice de lenguaje teatral y fílmico. El cine, con su fuerza expresiva y con la capacidad narrativa propia que le compete, puede enriquecer la investigación teológica; como ya se aludió, puede presentarle las instancias típicas de una época y hacerle conocer el sensus hominis que encierra en sus secuencias. El movimiento, no obstante, tiene que ser recíproco. También el cine tiene necesidad de confrontarse con la teología para estar en condiciones de mediar la originalidad del mensaje cristiano y el carácter paradójico de su contenido, dando a las preguntas existenciales del hombre la respuesta definitiva. El espectador, entonces, se dará cuenta de que ha tenido lugar algo grande. Quedará impresionado del lenguaje de lo real, pero sostenido por los contenidos que dan verdaderamente sentido a la vida. Probablemente deberá comprender que ya no basta representar un papel en la vida según un guión que otros le han preparado. Descubrirá, en efecto, que como fundamento de su vida tendrá que estar el descubrimiento de una misión a la que quiere adherirse haciéndose partícipe de plenamente de un plan de salvación que está destinado a abrazar el mundo enero.

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[English]
"Why should theology be concerned with film and, likewise, why should films be concerned with theology?" This was the question asked by auxiliary Bishop Rino Fisichella of Rome, in his talk during the "Art, life and film" conference. His approach led him to conclude that film can mediate the content of faith in a particularly effective way. The link between these two areas is that film presents and theology seeks to understand mystery.

[Français]
" Pourquoi la théologie devrait-elle s’occuper du cinéma ? En sens contraire, pourquoi celui-ci devrait-il porter attention à celle-là ? " : telle est la question abordée par Mgr Rino Fisichella, Évêque auxiliaire de Rome, au Congrès " Art, vie et cinéma ". Le cinéma est un instrument privilégié pour exprimer le contenu de la foi. Le mystère réunit le cinéma et la théologie, par la représentation (cinéma) et l’intelligence (théologie).