CONGREGACIÓN
PARA LA EDUCACIÓN CATÓLICA
DIMENSIÓN
RELIGIOSA
DE LA EDUCACIÓN
EN LA ESCUELA CATÓLICA
ORIENTACIONES
PARA LA REFLEXIÓN Y REVISIÓN
INTRODUCCIÓN
1. El 28 de octubre de 1965 el
Concilio Vaticano II aprobó la declaración Gravissimum educationis
sobre la educación cristiana. Ella establece el elemento característico de la
escuela católica: «Esta persigue, en no menor grado que las demás escuelas,
los fines culturales y la formación humana de la juventud. Su nota distintiva
es crear un ambiente en la comunidad escolar animado por el espíritu evangélico
de libertad y caridad, ayudar a los adolescentes para que en el desarrollo de la
propia personalidad crezcan a un tiempo según la nueva criatura que han sido
hechos por el bautismo, y ordenar, finalmente, toda la cultura humana según el
mensaje de salvación, de suerte que quede iluminado por la fe el conocimiento
que los alumnos van adquiriendo del mundo, de la vida y del hombre».(1)
El Concilio permite, pues, subrayar
como característica específica de la escuela católica, la dimensión
religiosa: a) en el ambiente educativo; b) en el desarrollo de la personalidad
juvenil; c) en la coordinación entre cultura y evangelio; d) de modo que todo
sea iluminado por la fe.
2. Han transcurrido ya más de
veinte años desde la declaración conciliar; por tanto, acogiendo las
sugerencias llegadas de muchas partes, la Congregación para la Educación Católica
dirige una cordial invitación a todos los Excelentísimos Ordinarios locales y
a los Reverendísimos Superiores y Superioras de los Institutos dedicados a la
educación de la juventud, a fin de que examinen si se han seguido tales
directrices del Concilio. La ocasión, contando también con los deseos
expresados en la Segunda Asamblea General Extraordinaria del Sínodo de los
Obispos de 1985, no debe dejarse pasar. Al examen deben seguir decisiones sobre
qué cosa se puede y debe hacer, a fin de que las esperanzas puestas por la
Iglesia en la misma escuela y compartidas por numerosas familias y alumnos,
encuentren respuestas cada vez más eficaces.
3. Para dar cumplimiento a la
declaración conciliar, la Congregación ha intervenido en los problemas de
estas escuelas. Con el documento La Escuela Católica(2) presentó un
texto sobre su identidad y su misión en el mundo de hoy. Con El laico católico
testigo de la fe en la escuela (3) quiso valorar el trabajo de los laicos,
que se suma a aquél de gran valor, que han realizado y realizan numerosas
familias religiosas masculinas y femeninas. El presente texto se basa en las
mismas fuentes, convenientemente actualizadas, de los documentos anteriores y
guarda con ellos estrecha relación.(4)
4. Por fidelidad al tema propuesto,
se tratará sólo de las escuelas católicas, esto es, de todas las escuelas e
instituciones de enseñanza y educación de cualquier orden y nivel pre-universitario
dependientes de la autoridad eclesiástica, orientados a la formación de la
juventud laica, que operan en el área de competencia de este Dicasterio.
Conscientemente se dejan sin respuesta otros problemas. Hemos preferido centrar
la atención en uno solo, antes que dispersarla en muchos. Esperamos poder
tratar de ellos oportunamente.(5)
5. Las páginas que siguen ofrecen
orientaciones de carácter general. De hecho, las situaciones históricas,
ambientales y personales difieren de un lugar a otro, de una escuela a otra y de
una a otra clase.
La Congregación insta, por tanto,
a los responsables de las escuelas católicas: Obispos, Superiores y Superioras
religiosos, Directores de centros, a que reflexionen sobre tales orientaciones
generales y las adapten a las situaciones locales concretas, que sólo ellos
conocen bien.
6. Las escuelas católicas son
frecuentadas también por alumnos no católicos y no cristianos. En algunos Países
constituyen, incluso, la gran mayoría. El Concilio era consciente de ello.(6)
Por tanto será respetada la libertad religiosa y de conciencia de los alumnos y
de las familias. Libertad firmemente tutelada por la Iglesia.(7)
Por su parte, la escuela católica
no puede renunciar a la libertad de proclamar el mensaje evangélico y exponer
los valores de la educación cristiana. Es su derecho y su deber. Debería
quedar claro a todos que exponer o proponer no equivale a imponer. El imponer,
en efecto, supone violencia moral, que el mismo mensaje evangélico y la
disciplina de la Iglesia rechazan resueltamente.(8)
PRIMERA PARTE
LOS JÓVENES DE HOY
ANTE LA DIMENSIÓN RELIGIOSA DE LA VIDA
1. La juventud en un mundo que cambia
7. El Concilio propuso un análisis
realista de la situación religiosa de nuestro tiempo; (9) incluso hizo expresa
referencia a la condición juvenil.(10) Otro tanto deben hacer los educadores.
Cualquiera que sea el método que se use, procúrese aprovechar los resultados
obtenidos en la encuesta sobre los jóvenes en su propio ambiente, sin olvidar
que las nuevas generaciones, en ciertos aspectos, son diferentes de aquéllas a
las que se refería el Concilio.
8. Gran número de escuelas católicas
se encuentran en aquellas partes del mundo donde se producen actualmente
profundos cambios de mentalidad y de vida. Se trata de grandes áreas
urbanizadas, industrializadas, que progresan en la llamada economía terciaria.
Se caracterizan por la amplia disponibilidad de bienes de consumo, múltiples
oportunidades de estudio, complejos sistemas de comunicación. Los jóvenes están
en contacto con los «mass-media» desde los primeros años de su vida. Escuchan
opiniones de todo género. Se les informa precozmente de todo.
9. Por todos los medios posibles,
entre ellos la escuela, reciben informaciones muy diversas, sin estar
capacitados para ordenarlas sintetizarlas. De hecho no tienen todavía o no
siempre, capacidad crítica para distinguir lo que es verdadero y bueno de lo
que no lo es, ni siempre disponen de puntos de referencia religiosa y moral,
para asumir una postura independiente y recta frente a las mentalidades y a las
costumbres dominantes. El perfil de lo verdadero, de lo bueno y de lo bello ha
quedado tan difuso, que los jóvenes no saben qué dirección seguir; y si aún
creen en algunos valores, son incapaces de sistematizarlos, inclinándose, con
frecuencia, a seguir su propia filosofía a tenor del gusto dominante.
Los cambios no llegan a todas
partes del mismo modo ni con el mismo ritmo. En todo caso, a la escuela le toca
indagar «in situ» el comportamiento religioso de los jóvenes, para conocer
que piensan, como viven, como reaccionan donde los cambios son profundos, donde
se están iniciando y donde son rechazados por las culturas locales, pero que
igualmente llegan a través de los medios de comunicación, para los que no
existen fronteras.
2. La situación juvenil
10. A pesar de la gran diversidad
de situaciones ambientales, los jóvenes manifiestan características comunes
que merecen la atención de los educadores.
Muchos de ellos viven con gran
inestabilidad. Por una parte se encuentran en un mundo unidimensional, en el que
sólo cuenta lo que es útil y, sobre todo, lo que ofrece resultados prácticos
y técnicos. Por otra, parece que han superado ya esta etapa; de algún modo se
constata en todas partes voluntad de salir de ella.
11. Muchos jóvenes viven en un
ambiente pobre en relaciones y sufren, por lo tanto, soledad y falta de afecto.
Es un fenómeno universal, a pesar de las diferentes condiciones de vida en las
situaciones de opresión, en el desarraigo de las «chabolas» y en las f rías
viviendas del mundo moderno. Se nota, más que en otros tiempos, el abatimiento
de los jóvenes, y esto atestigua sin duda la gran pobreza de relaciones en la
familia y en la sociedad.
12. Una gran masa de jóvenes mira
con intranquilidad su propio porvenir. Esto es debido a que fácilmente se
deslizan hacia la anarquía de valores humanos, erradicados de Dios y
convertidos en propiedad exclusiva del hombre. Esta situación crea en ellos
cierto temor ligado, evidentemente, a los grandes problemas de nuestro tiempo,
tales como: el peligro atómico, el desempleo, el alto porcentaje de
separaciones y divorcios, la pobreza, etc. El temor y la inseguridad del
porvenir implican, sobre todo, fuerte tendencia a la excesiva concentración en
sí mismos y favorecen, al mismo tiempo, en muchas reuniones juveniles la
violencia no sólo verbal.
13. No pocos jóvenes, al no saber
dar un sentido a su vida, con tal de huir de la soledad, se refugian en el
alcohol, la droga, el erotismo, en exóticas experiencias, etc.
La educación cristiana tiene, en
este campo, una gran tarea que cumplir con relación a la juventud: ayudarla a
dar un significado a la vida.
14. La volubilidad juvenil se acentúa
con el paso del tiempo; a sus decisiones les falta firmeza: del «sí» de hoy
pasan con suma facilidad al «no» de mañana.
Una vaga generosidad, en fin,
caracteriza a muchos jóvenes. Surgen movimientos animados de gran entusiasmo,
pero no siempre ordenados según una óptica bien definida, ni iluminados desde
el interior. Es importante, pues, aprovechar esas energías potenciales y
orientarlas oportunamente con la luz de la fe.
15. En alguna región, una encuesta
particular podría referirse al fenómeno del alejamiento de la fe de muchos jóvenes.
El fenómeno comienza frecuentemente por el gradual abandono de la práctica
religiosa. Con el tiempo nace una hostilidad hacia las instituciones eclesiásticas
y una crisis de aceptación de la fe y de los valores morales a ella vinculados,
especialmente en aquellos países donde la educación general es laica o
francamente atea. Este fenómeno parece darse más a menudo en zonas de fuerte
desarrollo económico y de rápidos cambios culturales y sociales. Sin embargo,
no es un fenómeno reciente. Habiéndose dado en los padres, pasa a las nuevas
generaciones. No es ya crisis personal, sino crisis religiosa de una civilización.
Se ha hablado de «ruptura entre Evangelio y Cultura»(11)
16. El alejamiento toma, a menudo,
aspecto de total indiferencia religiosa. Los expertos se preguntan si ciertos
comportamientos juveniles no pueden interpretarse como sustitutivos para
rellenar el vacío religioso: culto pagano al cuerpo, evasión en la droga,
gigantescos «ritos de masas» que pueden desembocar en formas de fanatismo o de
alienación.
17. Los educadores no deben
limitarse a observar los fenómenos, sino que deben buscar sus causas. Quizá
haya carencias en el punto de partida, es decir, en el ambiente familiar. Tal
vez es insuficiente la propuesta de la comunidad eclesial. La formación
cristiana de la infancia y de la primera adolescencia no siempre resiste los
choques del ambiente. Quizá deba buscarse la causa, alguna vez, en la propia
escuela católica.
18. Existen numerosos síntomas
positivos y muy prometedores. En una escuela católica, como en cualquier otra
escuela, se pueden encontrar jóvenes ejemplares por su comportamiento
religioso, moral y escolar. Analizando las causas de esta ejemplaridad, a menudo
aparece un óptimo ambiente familiar ayudado por la comunidad eclesial y por la
misma escuela. Un conjunto de condiciones abierto a la acción interior de la
gracia.
Hay jóvenes que, buscando una
religiosidad más consciente, se preguntan por el sentido de la vida y
encuentran en el Evangelio la respuesta a sus inquietudes. Otros, superando las
crisis de indiferencia y duda, se acercan o retornan a la vida cristiana. Estas
realidades positivas son motivo para esperar que la religiosidad de la juventud
puede crecer en extensión y profundidad.
19. Pero hay también, jóvenes
para los que su permanencia en la escuela católica influye poco en su vida
religiosa; adoptan actitudes no positivas frente a las principales experiencias
de las prácticas cristianas —oración, participación en la Santa Misa, frecuencia de
sacramentos— o adoptan alguna forma de rechazo, sobre todo, respecto a la
religión de la Iglesia.
Podríamos tener escuelas
irreprochables en el aspecto didáctico, pero que son defectuosas en su
testimonio y en la exposición clara de los auténticos valores. En estos casos
es evidente, desde el punto de vista pedagógico-pastoral, la necesidad de
revisar no sólo la metodología y los contenidos educativos religiosos, sino
también el proyecto global en el que se desarrolla todo el proceso educativo de
los alumnos.
20. Se debería conocer mejor la
naturaleza de la demanda religiosa juvenil. No pocos se preguntan para qué vale
tanta ciencia y tecnología, si todo puede acabar en una hecatombe nuclear;
reflexionan sobre la civilización que ha inundado el mundo de «cosas»,
incluso bellas y útiles, y se preguntan si el fin del hombre consiste en tener
muchas «cosas» y no en algo distinto que vale mucho más; y quedan
desconcertados por la injusticia de que haya pueblos libres y ricos y pueblos
pobres y sin libertad.
21. En muchos jóvenes, la posición
crítica frente al mundo, llega a ser demanda crítica ante la religión para
saber si ella puede responder a los problemas de la humanidad. En muchos, hay
una exigencia de profundización en la fe y de vivir con coherencia. A ella se añade
otra de compromiso responsable en la acción.
Los observadores valorarán el fenómeno
de los grupos juveniles y de los movimientos de espiritualidad, apostolado y
servicio. Señal de que los jóvenes no se contentan con palabras, sino que
quieren hacer algo que valga para sí mismos y para los demás.
22. La escuela católica acoge a
millones de jóvenes de todo el mundo,(12) hijos de su estirpe, de su nación,
de sus tradiciones, de sus familias y, también, hijos de nuestro condiciones a
las tiempo. Cada uno lleva en sí mismo las huellas de su origen y los rasgos de
su individualidad. Esta escuela no se limita a impartir lecciones, sino que
desarrolla un proyecto educativo iluminado por el mensaje evangélico y atento a
las necesidades de los jóvenes de hoy. El conocimiento exacto de la realidad
sugiere las mejores actuaciones educativas.
23. Según los casos, hay que
volver a empezar desde los fundamentos, integrar aquello que los alumnos
han asimilado, dar respuesta a las cuestiones que surgen en su espíritu curioso
y crítico, destruir el muro de la indiferencia, ayudar a los ya bien educados a
llegar a un «camino mejor» y darles una ciencia unida a la sabiduría
cristiana.(13) Las formas y el avance gradual en el desarrollo del proyecto
educativo están, pues, condicionados y guiados por el nivel de conocimiento de
las situaciones personales de los alumnos.(14)
SEGUNDA PARTE
DIMENSIÓN RELIGIOSA DEL AMBIENTE
1. Concepto de ambiente
educativo cristiano
24. Tanto la pedagogía actual como
la del pasado, da mucha importancia al ambiente educativo. Este es el
conjunto de elementos coexistentes y cooperantes capaces de ofrecer condiciones
favorables al proceso formativo. Todo proceso educativo se desarrolla en ciertas
condiciones de espacio y tiempo, en presencia de personas que actúan y se
influyen recíprocamente, siguiendo un programa racionalmente ordenado y
aceptado libremente. Por tanto, personas, espacios, tiempo, relaciones, enseñanza,
estudio y actividades diversas son elementos que hay que considerar en una visión
orgánica del ambiente educativo.
25. Desde el primer día de su
ingreso en la escuela católica, el alumno debe recibir la impresión de
encontrarse en un ambiente nuevo, iluminado por la fe y con características
peculiares. El Concilio las resumió en un ambiente animado del espíritu evangélico
de caridad y libertad.(15) Todos deben poder percibir en la escuela católica la
presencia viva de Jesús «Maestro» que, hoy como siempre, camina por la vía
de la historia y es el único «Maestro» y Hombre perfecto en quien todos los
valores encuentran su plena valoración.
Pero es preciso pasar de la
inspiración ideal a la realidad. El espíritu evangélico debe manifestarse en
un estilo cristiano de pensamiento y de vida que impregne a todos los elementos
del ambiente educativo.
La imagen del Crucificado en el
ambiente recordará a todos, educadores y alumnos, esta sugestiva y familiar
presencia de Jesús «Maestro», que en la cruz nos dio la lección más sublime
y completa.
26. Los educadores cristianos, como
personas y como comunidad, son los primeros responsables en crear el peculiar
estilo cristiano. La dimensión religiosa del ambiente se manifiesta a través
de la expresión cristiana de valores como la palabra, los signos sacramentales,
los comportamientos, la misma presencia serena y acogedora acompañada de
amistosa disponibilidad. Por este testimonio diario los alumnos comprenderán «qué»
tiene de específico el ambiente al que está confiada su juventud. Si así no
fuera, poco o nada quedaría de una escuela católica.
2. La escuela católica como
ambiente físico
27. Muchos alumnos frecuentan la
escuela católica desde la infancia hasta la madurez. Es justo que sientan la
escuela como una prolongación de su casa. Es obligado, también, que la
escuela-casa posea alguna de aquellas características que hacen agradable la
vida en un ambiente familiar feliz. Y, donde éste no existe, la escuela puede
hacer mucho para que sea menos dolorosa la falta del mismo.
28. A crear ese ambiente agradable
contribuye la adecuada distribución del edificio, con zonas reservadas a las
activldades didácticas, recreativas y deportivas y a otras, tales como
reuniones de padres, profesores, trabajos de grupo etc. Las posibilidades, sin
embargo, varían de un lugar a otro. Con realismo debe admitirse que existen
edificios desprovistos de funcionalidad y comodidad. Sin embargo, los alumnos en
un ambiente materialmente modesto se encontrarán igualmente a gusto, si humana
y espiritualmente es rico.
29. El testimonio de sencillez y
pobreza evangélicas caracteristico de la escuela catolíca no es contrario a la
adecuada dotación de material didáctico. El dinamismo del progreso tecnológico
exige que las escuelas estén provistas de equipos a veces complejos y costosos.
No es un lujo, sino un deber basado en la finalidad didáctica de la escuela.
Por ello las escuelas de la Iglesia tienen derecho a recibir ayuda para su
actualización didáctica.(16) Personas y entidades deberían cumplir con esta
necesaria obra de ayuda.
Los alumnos, por su parte, se
responsabilizarán del cuidado de su escuela-casa para conservarla en las
mejores condiciones de orden y limpieza. El cuidado del ambiente es un capítulo
de la educación ecológica cada día más sentida y necesaria.
En la organización y en el
desarrollo de la escuela católica como «casa», será de gran ayuda el
conocimiento de la presencia en ella de María Santísima, Madre y Maestra de la
Iglesia, que siguió el crecimiento en sabiduría y en gracia de su Hijo y,
desde el comienzo, acompaña a la Iglesia en su misión salvadora.
30. Contribuye grandemente a los
fines de la educación el emplazamiento de la capilla en el conjunto de la
construcción, no como cuerpo extraño, sino como lugar familiar e íntimo donde
los jóvenes creyentes encuentran la presencia del Señor: «Sabed que yo estoy
con vosotros todos los días».(17) Y donde, además, se tienen, con cuidado
especial, las celebraciones litúrgicas previstas en el calendario del curso
escolar en armonía con la comunidad eclesial.
3. La escuela católica como
ambiente eclesial educador
31. La declaración Gravissimum
educationis (18) marca un cambio decisivo en la historia de la escuela católica:
el paso de la escuela-institución al de escuela-comunidad. La dimensión
comunitaria es especialmente fruto de la diversa conciencia que de Iglesia
alcanzó el Concilio. Dicha dimensión comunitaria en cuanto tal no es en el
texto conciliar una simple categoría sociológica, sino que es, sobre todo,
teológica. De este modo se recobra la visión de Iglesia como Pueblo de Dios,
tratada en el capítulo segundo de la Lumen gentium.
La Iglesia, reflexionando sobre la
misión que el Señor le confió, escoge en cada momento los medios pastorales
que cree más eficaces para el anuncio evangélico y la promoción completa del
hombre. Considerada en este marco, también la escuela católica desempeña un
verdadero y específico servicio pastoral, pues efectúa una mediación
cultural, fiel a la nueva evangélica y, al mismo tiempo, respetuosa de la
autonomía y competencia propias de la investigación científica.
32. De la escuela-comunidad forman
parte todos los que están comprometidos directamente en ella: profesores,
personal directivo, administrativo y auxiliar; los padres, figura central en
cuanto naturales e insustituibles educadores de sus hijos y, los alumnos, copartícipes
y responsables como verdaderos protagonistas y sujetos activos del proceso
educativo.(19)
La comunidad escolar en su conjunto
—con diversidad de funciones, pero con idénticos fines— posee
las características de la comunidad cristiana, si es un lugar impregnado de
caridad.
33. La escuela católica tiene
desde el Concilio una identidad bien definida: posee todos los elementos que le
permiten ser reconocida no sólo como medio privilegiado para hacer presente a
la Iglesia en la sociedad, sino también como verdadero y particular sujeto
eclesial. Ella misma es, pues, lugar de evangelización, de auténtico
apostolado y de acción pastoral, no en virtud de actividades complementarias o
paralelas o paraescolares, sino por la naturaleza misma de su misión,
directamente dirigida a formar la personalidad cristiana. En este aspecto es
esclarecedor el pensamiento del Santo Padre, Juan Pablo II, para quien «la
escuela católica no es un hecho marginal o secundario en la misión pastoral
del obispo. Tampoco se le puede atribuir únicamente una función de mera
suplencia de la escuela estatal».(20)
34. La escuela católica encuentra
su verdadera justificación en la misión misma de la Iglesia; se basa en un
proyecto educativo en el que se funden armónicamente fe, cultura y vida. Por su
medio la Iglesia local evangeliza, educa y colabora en la formación de un
ambiente moralmente sano y firme en el pueblo.
El mismo Pontífice afirmó también
que, «la necesidad de la escuela católica se manifiesta, con toda su clara
evidencia, en su contribución al cumplimiento de la misión del pueblo de Dios,
al diálogo entre Iglesia y comunidad humana, a la tutela de la libertad de
conciencia ...». Para el Pontífice, la escuela católica busca, sobre todo, el
logro de dos objetivos: ella, «en efecto, por sí misma tiene por fin conducir
al hombre a su perfección humana y cristiana y a su maduración en la fe. Para
los creyentes en el mensaje de Cristo, son dos facetas de una única realidad».(21)
35. La mayor parte de las escuelas
católicas dependen de Institutos de vida consagrada, los cuales enriquecen el
ambiente escolar con los valores de su comunidad de consagrados. Con su misma
vida comunitaria manifiestan visiblemente la vida de la Iglesia que ora, trabaja
y ama.
Sus miembros ofrecen su vida al
servicio de los alumnos, sin intereses personales, convencidos de que en ellos
sirven al Señor.(22) Aportan a la escuela la riqueza de su tradición
educativa, moldeada en el carisma fundacional. Ofrecen una preparación
profesional esmerada, exigida por su vocación docente, e iluminan su trabajo
con la fuerza y el amor de su propia consagración.
Los alumnos comprenderán el valor
de su testimonio. Más aún, cobrarán especial afecto a estos educadores, que
saben conservar el don de una perenne juventud espiritual. Tal afecto perdurará
por mucho tiempo una vez finalizados los años de escuela.
36. La Iglesia alienta la
consagración de cuantos quieren vivir su propio carisma educativo.(23) Anima a
los educadores a no desistir de su labor, aun cuando vaya acompañada de
sufrimientos y dificultades. Antes bien, desea y reza para que otros muchos
sigan su especial vocación. Pero si aparecieran dudas e incertidumbres, si se
multiplicaran las dificultades deben retornar a los primeros días de su
consagración, la que es una forma de holocausto.(24) Holocausto aceptado «en
la perfección del amor, que es el fin de la vida consagrada».(25) Y tanto más
meritorio cuanto se consume en servicio de la juventud, esperanza de la Iglesia.
37. También los educadores laicos,
no menos que los sacerdotes y religiosos, aportan a la escuela católica su
competencia y el testimonio de su fe. Este testimonio laical, vivido como ideal,
es ejemplo concreto para la vocación de la mayoría de los alumnos. A los
educadores laicos católicos la Congregación dedicó un documento especial,(26)
concebido como un llamamiento a la responsabilidad apostólica de los laicos en
el campo educativo, y por tanto, como participación fraterna en una misión común,
que encuentra su punto de unión en la unidad de la Iglesia. En ella todos son
miembros activos y cooperadores, en uno u otro campo de acción, aunque viviendo
en estados diversos de vida, según la vocación de cada uno.
38. De esto se sigue que la Iglesia
funda sus escuelas y las confía a los laicos; o también, que sean éstos los
que las establezcan. En todo caso el reconocimiento de escuela católica
está reservado a la autoridad competente.(27) En tales circunstancias, los
laicos tendrán como primera preocupación la de crear un ambiente comunitario
penetrado por el espíritu de caridad y libertad, atestiguado por su misma vida.
39. La comunidad educativa trabaja
tanto más eficazmente cuanto más se refuerza en el ambiente la voluntad de
participación. El proyecto educativo debe interesar igualmente a educadores, jóvenes
y familias, de modo que cada uno pueda cumplir su parte, siempre con espíritu
evangélico de caridad y libertad. Las vías de comunicación deben estar, por
lo tanto, abiertas en todas las direcciones entre quienes están interesados en
la vida de la escuela. Un ambiente positivo favorece los encuentros. Y a su vez,
un análisis fraterno de los problemas comunes lo enriquece.
Frente a los problemas diarios de
la vida, agravados quizás por incomprensiones y tensiones, la voluntad de
participar en el programa educativo puede allanar dificultades, conciliar puntos
de vista diferentes, facilitar la toma de decisiones en armonía con el proyecto
educativo y, respetando la autoridad, hacer también posible la evaluación crítica
de la marcha de la escuela con la participación de educadores, alumnos y
familias en el común intento de procurar el bien común.
40. El clima comunitario de las
escuelas primarias, en consideración a las peculiares condiciones de los
alumnos, reproducirá en lo posible el ambiente íntimo y acogedor de la
familia. Los responsables se empeñarán en fomentar recíprocas relaciones
llenas de gran confianza y espontaneidad. Serán, también, solícitos en
establecer estrecha y constante colaboración con los padres de los alumnos. La
integración funcional entre escuela y familia representa, en efecto, la condición
esencial en la que se hacen evidentes y desarrollan todas las facultades que los
alumnos revelan en relación con uno u otro ambiente, incluida su apertura al
sentimiento religioso y lo que tal apertura supone.
41. La Congregación quiere
expresar su reconocimiento y satisfacción a aquellas diócesis que trabajan,
sobre todo, por medio de las escuelas parroquiales primarias, muy merecedoras de
la ayuda de toda la comunidad eclesial, y a aquellos Institutos religiosos que
sostienen con evidentes sacrificios las escuelas primarias. Anima ardientemente
a cuantas diócesis e Institutos religiosos tienen el deseo y la voluntad de
crearlos.
No basta el cine, los
entretenimientos, el campo de deportes, y la misma aula de religión, a menudo,
no es suficiente. Se necesita la escuela. Con lo que se llega a una meta que en
algunos países ha sido el punto de partida. Allí, en efecto, se comenzó con
la escuela, para construir después el edificio sagrado y promover una nueva
comunidad cristiana.(29)
4. La escuela católica como
comunidad abierta
42. La escuela católica tiene
interés en proseguir e intensificar la colaboración con las familias. Esta
colaboración tiene por objeto no sólo las cuestiones escolares, sino que
tiende, sobre todo, a la realización del proyecto educativo, y se acrecienta
cuando se trata de cuestiones delicadas, como: la formación religiosa, moral y
sexual, la orientación profesional y la opción por vocaciones especiales.
Colaboración que no se debe a motivos de oportunidad, sino que se basa en
motivos de fe. La tradición católica enseña que la familia tiene una misión
educativa propia y original, que viene de Dios.
43. Los padres son los primeros y
principales educadores de sus hijos.(29) La escuela es consciente de ello. Mas
no siempre lo son las familias. La escuela, en este caso, asume también el
deber de instruirlos. Todo lo que se haga a este respecto será poco. El camino
que hay que seguir es el de la apertura, del encuentro y de la colaboración. No
pocas veces sucede que cuando se habla de los hijos, se despierta la conciencia
educativa de los padres. Al mismo tiempo, la escuela trata de involucrar sobre
todo a las familias en el proyecto educativo, sea en la etapa de programación,
sea en la de evaluación. La experiencia enseña que padres poco sensibles en un
principio han llegado a ser óptimos colaboradores después.
44. «La presencia de la Iglesia en
el campo escolar se manifiesta especialmente por la escuela católica».(30)
Esta afirmación del Concilio tiene valor histórico y programático. En
muchos lugares, y desde tiempos lejanos, las escuelas de la Iglesia han surgido
en torno a los monasterios, a las iglesias catedrales y parroquiales. Signo
visible de presencia y de unidad.
La Iglesia ha amado sus escuelas,
donde cumple el deber de formar a sus hijos. Después de haberlas establecido
por obra de obispos, de innumerables familias de vida consagrada y de laicos, no
ha cesado de sostenerlas en las dificultades de todo género y de defenderlas
frente a gobiernos inclinados a abolirlas o a apropiarse de ellas.
A la presencia de la Iglesia en la
escuela corresponde la de la escuela en la Iglesia. Es la consecuencia lógica
de una recíproca vinculación. La Iglesia que es horizonte preciso e
insuperable de la Redención de Cristo y, también, el lugar donde la escuela
católica se sitúa como en su manantial, reconociendo en el Papa el centro y la
medida de la unidad de toda la comunidad cristiana. El amor y la fidelidad a la
Iglesia animan la escuela católica.
Los educadores unidos entre sí en
comunión generosa y humilde con el Papa, encuentran luz y fuerza para una auténtica
educación cristiana. En términos prácticos, el proyecto educativo de la
escuela está abierto a la vida y a los problemas de la Iglesia local y
universal, atento al magisterio eclesiástico y dispuesto a la colaboración. A
los alumnos católicos se les ayuda a insertarse en la comunidad parroquial y
diocesana. Encontrarán la forma de adherirse a las asociaciones y movimientos
juveniles y de colaborar en iniciativas locales.
Con el trato directo entre las
escuelas católicas, el obispo y demás ministros de la comunidad eclesial, se
reforzarán la estima y cooperación mutuas. De hecho, hoy día, el interés de
las Iglesias locales por las escuelas católicas va haciéndose más vivo en las
diversas partes del mundo.(31)
45. La educación cristiana exige
respeto hacia el Estado y sus representantes, observancia de las leyes justas y
búsqueda del bien común. Por tanto, todas las causas nobles, como: libertad,
justicia, trabajo, progreso ... están presentes en el proyecto educativo y son
sinceramente sentidas en el ambiente de la escuela. Acontecimientos y
celebraciones nacionales de los respectivos Países tienen en él la debida
resonancia.
Del mismo modo están presentes y
se viven los problemas de la sociedad internacional. Para la educación
cristiana, la humanidad es una gran familia dividida, sin duda, por razones históricas
y políticas, pero siempre unida en Dios, Padre de todos. De ahí que los
llamamientos de la Iglesia en favor de la paz, justicia, libertad, progreso de
todos los pueblos y ayuda fraterna a los menos afortunados, tienen en la escuela
convencida acogida. Análoga atención presta a los llamamientos provenientes de
autorizados organismos internacionales, tales como la ONU y la UNESCO.
46. La apertura de las escuelas católicas
a la sociedad civil es una realidad que cualquiera puede constatar. Por lo que,
gobiernos y opinión pública deberían reconocer la labor de estas escuelas
como servicio real a la sociedad. No es noble aceptar el servicio e ignorar o
combatir al servidor. Afortunadamente parece que la comprensión hacia las
escuelas católicas va mejorando, al menos en un buen número de Países.(32)
Hay indicios de que los tiempos cambian, como lo demuestra una reciente encuesta
hecha por la Congregación.
TERCERA PARTE
DIMENSIÓN RELIGIOSA DE LA VIDA
Y DEL TRABAJO ESCOLARES
1. Dimensión religiosa de la
vida escolar
47. Los alumnos emplean la mayor
parte de sus días y de su juventud en la vida y trabajo escolares. A menudo se
identifica «escuela» con «enseñanza». En realidad la docencia es sólo una
parte de la vida escolar.
En armonía con la actividad didáctica
desarrollada por el profesor, está la participación del alumno que trabaja
individual y comunitariamente: estudio, investigación, ejercicios, actividades
para-escolares, exámenes, relaciones con los profesores y compañeros,
actividades de grupo, asambleas de clase y de centro ...
En la compleja vida escolar, la
escuela católica, totalmente afín a las otras escuelas, difiere de ellas en un
punto esencial: ella está anclada en el Evangelio, de donde le viene su
inspiración y su fuerza. El principio de que ningún acto humano es moralmente
indiferente ante la propia conciencia y ante Dios encuentra aplicación precisa
en la vida escolar. De ahí el trabajo escolar acogido como deber y desarrollado
con buena voluntad; ánimo y perseverancia en los momentos difíciles; respeto
al profesor; lealtad y caridad con los compañeros; sinceridad, tolerancia y
bondad con todos.
48. No es sólo progreso educativo
humano, sino verdadero itinerario cristiano hacia la perfección. El alumno
religiosamente sensible sabe que cumple la voluntad de Dios en el trabajo y en
las relaciones humanas cotidianas, y que sigue el ejemplo del Maestro, quien
ocupó su juventud en el trabajo e hizo bien a todos.(33)
Otros estudiantes, que no tienen
esta dimensión religiosa, no podrán obtener frutos benéficos y se exponen a
vivir superficialmente los años más hermosos de su juventud.
49. En el marco de la vida escolar
merece una mención especial el trabajo intelectual del alumno. Este
trabajo no debe ir separado de la vida cristiana, entendida como adhesión al
amor de Dios y cumplimiento de su voluntad. La luz de la fe cristiana estimula
el deseo de conocer el universo creado por Dios. Enciende el amor a la verdad,
que excluye la superficialidad en el aprender y en el juzgar. Reaviva el sentido
crítico, que rechaza la aceptación ingenua de muchas afirmaciones. Conduce al
orden, al método y a la precisión, expresión de una mente bien formada y que
trabaja con sentido de responsabilidad. Soporta el sacrificio y tiene la
constancia requeridos por el trabajo intelectual. En las horas de trabajo el
estudiante cristiano recuerda la ley del Génesis (34) y la invitación del Señor.(35)
50. El trabajo intelectual,
enriquecido con esta dimensión religiosa, actúa, por lo tanto, en diversas
direcciones: estimula con nuevas motivaciones el rendimiento escolar, refuerza
la formación de la personalidad cristiana y enriquece al alumno con méritos
sobrenaturales. Sería una pena que los jóvenes confiados a las escuelas de la
Iglesia afrontaran tantas fatigas ignorando estas realidades.
2. Dimensión religiosa de la
cultura escolar
51. El crecimiento del cristiano
sigue armónicamente el ritmo del desarrollo escolar. Con el paso de los años,
se impone en la escuela católica, con exigencia creciente, la coordinación
entre cultura y fe.(36) En esta escuela, la cultura humana sigue siendo cultura
humana, expuesta con objetividad científica. Pero el profesor y el alumno
creyentes exponen y reciben críticamente la cultura sin separarla de la fe.(37)
Si se diera esta separación sería un empobrecimiento espiritual.
La coordinación entre el universo
cultural humano y el universo religioso se produce en el intelecto y en la
conciencia del mismo hombre-creyente. Los dos universos no son paralelas entre
las que no es posible la comunicación. Cuando se buscan los puntos de contacto,
que hay que individuar en la persona humana, protagonista de la cultura y sujeto
de la religión, se encuentran.(38) Encontrarlos no es competencia
exclusiva de la enseñanza religiosa. A ello dedica un tiempo limitado. Las
otras enseñanzas disponen de muchas horas al día para ello.
Todos los profesores tienen el
deber de actuar de mutuo acuerdo. Cada uno desarrollará su programa con
competencia científica, mas, en el momento adecuado, ayudará a los alumnos a
mirar más allá del horizonte limitado de las realidades humanas. En la escuela
católica y, análogamente, en toda otra escuela Dios no puede ser el
Gran-Ausente o un intruso mal recibido. El Creador del universo no obstaculiza
el trabajo de quien quiere conocer dicho universo, que la fe llena de
significados nuevos.
52. La escuela católica media o
secundaria prestará atención especial a los desafíos que la cultura lanza a
la fe. Se ayudará a los estudiantes a conseguir la síntesis de fe y cultura,
necesaria para la madurez del creyente y a identificar y refutar críticamente
las deformaciones culturales, que atentan contra la persona y, por tanto, son
contrarias al Evangelio.(39)
Nadie se hace la ilusión de que
los problemas de la religión y la fe pueden encontrar total solución en la
sola realidad de la escuela. Sin embargo, se quiere expresar la convicción de
que el ambiente escolar es el camino privilegiado para afrontar de manera
adecuada los problemas indicados arriba.
La declaración Gravissimum
educationis, en sintonía con la Gaudium et spes,(40) señala como
una de las características de la escuela católica, la de interpretar y
disponer la cultura humana a la luz de la fe.(41)
53. El ordenamiento de toda la
cultura al anuncio de la salvación, según las indicaciones del Concilio, no
puede obviamente significar que la escuela católica no debe respetar la autonomía
y metodología propias de las diversas ciencias del saber humano, y que puede
considerar a las demás ciencias como simples auxiliares de la fe. Lo que se
quiere subrayar es que la justa autonomía de la cultura debe ser distinta de
una visión autónoma del hombre y del mundo que niegue los valores espirituales
o prescinda de ellos.
En este campo es indispensable
tener presente que la fe, que no se identifica con ninguna cultura y es
independiente de todas ellas, está llamada a inspirar a todas: «Una fe que no
se hace cultura es una fe que no ha sido recibida plenamente, ni pensada
enteramente, ni vivida fielmente» .(42)
54. Los programas y las reformas
escolares de muchos Países reservan cada vez más espacio a las enseñanzas
científica y tecnológica. A estas enseñanzas no les puede faltar la dimensión
religiosa. Se ayudará a los alumnos a comprender que el mundo de las ciencias
de la naturaleza y sus respectivas tecnologías pertenecen al mundo creado por
Dios. Tal comprensión acrecienta el gusto por la investigación. Desde los
lejanísimos cuerpos celestes y las incomensurables fuerzas cósmicas hasta las
infinitesimales partículas y fuerzas de la materia, todo lleva en sí la
impronta de la sabiduría y del poder del Creador. La admiración antigua que
sentía el hombre bíblico ante el universo,(43) es válida para el estudiante
moderno, con la diferencia de que éste posee conocimientos más vastos y
profundos. No hay contradicción entre fe y verdadera ciencia de la naturaleza,
porque Dios es la causa primera de una y otra.
El estudiante que posee armonizadas
una y otra en su espíritu, estará mejor preparado, en sus futuras ocupaciones
profesionales, para emplear ciencia y técnica al servicio del hombre y de Dios.
Es como restituir a él, lo que él nos ha dado.(44)
55. La escuela católica debe
esforzarse por superar la fragmentación e insuficiencia de los programas. A los
profesores de etnología, biología, sicología, sociología y filosofía se les
presenta la ocasión de exponer una visión unitaria del hombre, necesitado de
redención, e introducir en ellas la dimensión religiosa. Se ayudará a los
alumnos a concebir al hombre como un ser viviente con naturaleza física y
espiritual, y con alma inmortal. Los mayores llegarán a un concepto más maduro
de la persona con todo lo que le pertenece: inteligencia, voluntad, libertad,
sentimientos, facultades operativas y creativas, derechos y obligaciones,
relaciones sociales y misión en el mundo y en la historia.
56 Esta visión del hombre está
caracterizada por la dimensión religiosa. El hombre posee una dignidad y
grandeza superior a toda otra criatura porque es obra de Dios, elevado al orden
sobrenatural como hijo de Dios y, por tanto, con un origen divino y un destino
eterno que trasciende este universo.(45) El profesor de religión encuentra el
camino preparado para presentar orgánicamente la antropología cristiana.
57 Todo pueblo ha heredado un
patrimonio sapiencial. Muchos se inspiran en concepciones filosófico-religiosas
de vitalidad milenaria. El genio sistemático heleno y europeo ha producido con
los siglos no sólo una multitud de doctrinas, sino también un sistema de
verdades, que ha sido reconocido como filosofía perenne. La escuela católica
hace suyos los programas vigentes, pero los acoge en el marco global de la
perspectiva religiosa.
Se pueden dar algunos criterios:
Respeto al hombre que busca la verdad, planteándose los grandes problemas de la
existencia.(46) Confianza en su capacidad de alcanzarla, al menos en cierta
medida; no confianza sentimental, sino religiosamente justificada, en cuanto que
Dios, que creó al hombre «a su imagen y semejanza», no le ha negado la
inteligencia para descubrir la verdad necesaria para orientar su vida.(47)
Sentido crítico para juzgar y elegir entre lo verdadero y lo que no lo es.(48)
Atención a un cuadro sistemático, como el ofrecido por la filosofía perenne,
para situar en él las respuestas humanas adecuadas a las cuestiones que se
refieren al hombre, al mundo, a Dios (49) Intercambio vital entre las culturas
de los pueblos y el mensaje evangélico.(50) Plenitud de verdad contenida en el
mismo mensaje evangélico, que acoge e integra la cultura de los pueblos y los
enriquece con la revelación de los misterios divinos, que sólo Dios conoce y
que, por amor, ha querido revelar al hombre.(51) De este modo, en la
inteligencia de los alumnos, que por el estudio de la filosofía se han
acostumbrado a pensar profundamente, la sabiduría humana se encuentra con la
sabiduría divina.
58 El profesor orienta el trabajo
de los alumnos de modo que descubran la dimensión religiosa en el universo de
la historia humana. Primeramente les hará sentir gusto por la verdad histórica
y por consiguiente el deber de criticar los programas y textos impuestos a veces
por los gobiernos o manipulados según la ideología de los autores. Luego, los
conducirá a concebir la historia en su realidad como el teatro de las grandezas
y miserias del hombre.(52)
Protagonista de la historia es el
hombre que proyecta en el mundo, agigantados, el bien y el mal que lleva en sí
mismo. La historia asume el aspecto de una lucha terrible entre ambas
realidades.(53) Por esto la historia resulta objeto de un juicio moral. Pero el
juicio ha de ser imparcial.
59. Para ello el profesor ayudará
a los alumnos a captar el sentido de la universalidad de la historia. Mirando
las cosas desde arriba, verán las conquistas de la civilización, del progreso
económico, de la libertad y de la colaboración entre los pueblos. Tales
conquistas tranquilizarán su espíritu turbado por las páginas oscuras de la
historia. Pero aún no es todo. Oportunamente les invitará a reflexionar sobre
cómo los aconteceres humanos son atravesados por la historia de la salvación
universal. En este momento la dimensión religiosa de la historia comenzará a
aparecer en su luminosa grandeza.(54)
60. El crecimiento de la enseñanza
científica y técnica no debe marginar la humanística: filosofía, historia,
literatura y arte. Todos los pueblos, desde sus orígenes más remotos, han
creado y transmitido su legado artístico y literario. Reuniendo estas riquezas
culturales, se obtiene el patrimonio de la humanidad. De este modo el profesor,
mientras despierta en los alumnos el gusto estético, los educa en el mejor
conocimiento de la gran familia humana. El camino más fácil para descubrir la
dimensión religiosa en el mundo artístico y literario, consiste en partir
desde expresiones concretas. En todo pueblo, el arte y la literatura han tenido
relación con las creencias religiosas. El patrimonio artístico y literario
cristiano, a su vez, tiene tal amplitud, que constituye una prueba visible de la
fe a lo largo de los siglos y milenios.
61 En particular, las obras
literarias y artísticas describen los acontecimientos de los pueblos, familias
y personas. Escudriñan lo más profundo del corazón humano, poniendo de
relieve luces y sombras, esperanzas y desalientos. La perspectiva cristiana
supera la visión puramente humana ofreciendo criterios más penetrantes para
comprender las vicisitudes de los pueblos y los misterios del alma.(55) Además,
una adecuada formación religiosa está en la base de numerosas vocaciones
cristianas de artistas y críticos de arte.
Y si la clase está preparada, el
profesor puede conducir a los estudiantes a una comprensión más profunda de la
obra de arte, como forma sensible que refleja la belleza divina. Lo han enseñado
los Padres de la Iglesia y los maestros de la filosofía cristiana en sus
intervenciones en el campo de la estética. Particularmente San Agustín y Santo
Tomás: el primero invita a trascender la intención del artista para ver en la
obra de arte el orden eterno de Dios; el segundo contempla en la obra de arte la
presencia del Verbo Divino.(56)
62 La escuela católica,
particularmente atenta a los problemas educativos, es de gran importancia para
la sociedad y para la Iglesia.
Los programas estatales prevén,
con frecuencia, cursos de pedagogía, de sicología y de didáctica en forma
histórica y sistemática. Recientemente las ciencias de la educación se han
dividido en gran número de especializaciones y corrientes. Además, han sido
invadidas por ideologías filosóficas y políticas. Los alumnos tienen a veces
la impresión de una confusa fragmentación. Los profesores de ciencias pedagógicas
ayudarán a los estudiantes a superar tal dispersión y a que se formen una síntesis
crítica.
La elaboración de dicha síntesis
parte de la premisa de que toda corriente pedagógica contiene cosas ciertas y
útiles. Es preciso, pues, conocer, juzgar y seleccionar.
63. Se ayudará a los alumnos a
descubrir que el centro de las ciencias de la educación lo ocupa siempre
la persona con sus energías físicas y espirituales, con sus aptitudes
operativas y creativas, con su misión en la sociedad y con su apertura
religiosa. La persona es íntimamente libre. No pertenece ni al Estado ni a ningún
otro grupo humano. Toda la obra educativa está, pues, al servicio de la
persona, a fin de que consiga una formación completa.
En la persona humana se injerta el
modelo cristiano, inspirado en la persona de Cristo. Este modelo, acogiendo los
esquemas de la educación humana, los enriquece de dones, virtudes, valores y
vocaciones de orden sobrenatural. Con exactitud científica se habla de educación
cristiana. La declaración conciliar trazó una clara síntesis de ella.(57) La
buena orientación de la enseñanza pedagógica, conduce, pues, a los alumnos a
educarse a sí mismos humana y cristianamente. Es la mejor preparación para
llegar a ser educadores de otros.
64. El trabajo interdisciplinar
introducido en las escuelas católicas obtiene resultados positivos. De
hecho, en el proceso didáctico se presentan temas y problemas que superan los límites
de cada asignatura. Aquí interesan los temas religiosos, que aparecen fácilmente
cuando se trata del hombre, de la familia, de la sociedad y de la historia. Los
profesores de las diversas materias estarán preparados y prontos a dar las
respuestas precisas.
65. El profesor de religión no está
fuera de sitio. Su misión es ofrecer una enseñanza sistemática de la religión.
No obstante, y dentro de las posibilidades concretas, puede ser invitado a otras
clases para esclarecer cuestiones de su competencia; o bien él mismo decidirá
invitar a otros colegas expertos. En todo caso, los alumnos quedarán bien
impresionados de la colaboración fraterna entre los diversos profesores con el
único propósito de ayudarles a crecer en conocimientos y en convicciones.
CUARTA PARTE
ENSEÑANZA RELIGIOSA ESCOLAR
Y DIMENSIÓN RELIGIOSA DE LA EDUCACIÓN
1. Identidad de la enseñanza
religiosa escolar
66. La Iglesia tiene la misión de
evangelizar para transformar en lo íntimo y renovar a la humanidad.(58) Entre
los medios de evangelización los jóvenes encuentran el de la escuela.(59)
Conviene reflexionar sobre las declaraciones del magisterio: «Junto a la
familia y colaborando con ella, la escuela ofrece a la catequesis posibilidades
no despreciables ... Esto se refiere, ante todo, —como es evidente— a la
escuela católica: ¿Seguiría mereciendo este nombre si, aun brillando por el
nivel alto de su enseñanza en las materias profanas, hubiera motivo justificado
para reprocharle su negligencia o desviación en la educación propiamente
religiosa? ¡No se diga que ésta se dará implícitamente o de manera
indirecta! El carácter propio y la razón profunda de la escuela católica, el
motivo por el que los padres deberían preferirla, es precisamente la calidad de
la enseñanza religiosa integrada en la educación de los alumnos».(60)
67 A veces pueden aflorar
incertidumbres, divergencias e, incluso, malestar en cuanto a los planteamientos
teóricos generales y, por tanto, de acción operativa acerca de las exigencias
de la enseñanza de la religión en la escuela católica.
Esta escuela tiene, por un lado una
«estructura civil» con metas, métodos y características comunes a cualquier
otra institución escolar. Y, por otro, se presenta también como «comunidad
cristiana», teniendo en su base un proyecto educativo cristiano cuya raíz está
en Cristo y en su Evangelio.
La armonización de ambos aspectos
no siempre es fácil y requiere una constante atención, para que no se produzca
una antinomia con perjuicio del planteamiento serio de la cultura y del recio
testimonio del Evangelio.
68. Hay nexo indisoluble y clara
distinción entre enseñanza de la religión y catequesis,(61) que es la
transmisión del mensaje evangélico, una etapa de la evangelización.
El nexo se justifica para que la
escuela se mantenga en su nivel de escuela, orientada a dar una cultura completa
e integrable en el mensaje cristiano. La distinción estriba en que la
catequesis, a diferencia de la enseñanza religiosa escolar, presupone ante todo
la aceptación vital del mensaje cristiano como realidad salvífica. Además, el
lugar específico de la catequesis es una comunidad que vive la fe en un espacio
más vasto y por un período más largo que el escolar, es decir, toda la vida.
69. Ante el mensaje cristiano, la
catequesis trata de promover la maduración espiritual, litúrgica, sacramental
y apostólica que se realiza en la comunidad eclesial local. La escuela, por el
contrario, tomando en consideración los mismos elementos del mensaje cristiano,
trata de hacer conocer lo que de hecho constituye la identidad del cristianismo
y lo que los cristianos coherentemente se esfuerzan por realizar en su vida. Sin
embargo, hay que advertir que también una enseñanza religiosa dirigida a los
alumnos creyentes no puede dejar de contribuir a reforzar su fe, igual que la
experiencia religiosa de la catequesis refuerza el conocimiento del mensaje
cristiano.
Tal enseñanza procura igualmente
subrayar el aspecto de racionalidad que distingue y motiva la elección
cristiana del creyente, y antes aún la experienza religiosa del hombre en
cuanto tal.
La distinción entre enseñanza de
la religión y catequesis no excluye que la escuela católica, en cuanto tal,
pueda y deba ofrecer su aportación específica a la catequesis. Con su proyecto
de formación orientado globalmente en sentido cristiano, toda la escuela se
inserta en la función evangelizadora de la Iglesia, favoreciendo y promoviendo
una educación en la fe.
70 El magisterio reciente ha
insistido en un aspecto esencial: «El principio de fondo que debe orientar el
trabajo en este delicado sector de la pastoral es el de la distinción y, al
mismo tiempo, el de la complementariedad entre la enseñanza de la religión y
la catequesis. En la escuela, pues, se trabaja en la formación completa del
alumno. La enseñanza de la religión debe, por lo tanto, distinguirse en relación
a los objetivos y criterios propios de una estructura escolar moderna».(62) Atañe
a los responsables tener en cuenta estas directrices del magisterio y respetar
las características distintivas de la enseñanza religiosa escolar. Esta enseñanza,
debe ocupar un puesto digno en clase entre las demás asignaturas; se desarrolla
según un programa propio y aprobado por la autoridad competente; busca útiles
relaciones interdisciplinarias con las demás materias, de tal manera que se
realice una coordinación entre el saber humano y el conocimiento religioso;
junto con las otras enseñanzas tiende a la promoción cultural de los alumnos;
emplea los mejores medios didácticos en uso en la escuela de hoy; en algunos Países
la evaluación de aprovechamiento tiene igual valor académico legal que el de
las otras asignaturas.
2. Algunos presupuestos a la
enseñanza religiosa escolar
71. No hay que extrañarse de que
los alumnos lleven a la clase lo que oyen o ven en los modelos de pensamiento y
de vida de la gente. Son portadores de las impresiones recibidas de la «civilización
de las comunicaciones» . Algunos, quizá, demuestran indiferencia e
insensibilidad. Los programas escolares no tocan estos aspectos, pero el
profesor los tiene muy presentes. Así pues, como experto, acoge a los alumnos
con simpatía y caridad. Los acepta como son. Explica que la duda y la
indiferencia son fenómenos comunes y comprensibles. Luego les invita
amistosamente a buscar y descubrir juntos el mensaje evangélico, fuente de gozo
y serenidad.
A preparar el terreno (63)
contribuirán la personalidad y prestigio del profesor. Añádase a ello su vida
interior y la oración por quienes le están confiados.(64)
72 Un medio eficaz de sintonizar
con los alumnos es hablar con ellos y dejarles hablar. En un atmósfera de
confianza y cordialidad podrá aflorar cierto número de cuestiones, distintas
según los lugares y la edad, pero con tendencia a hacerse cada vez más
universales y precoces.(65) Son para los jóvenes cuestiones serias, que
obstaculizan un estudio sereno de la fe. El profesor responderá con paciencia y
humildad, sin declaraciones perentorias, que podrían ser impugnadas.
Invitará a la clase a expertos en
historia y ciencias modernas. Pondrá al servicio de los jóvenes su preparación
cultural. Se guiará por las numerosas y ponderadas respuestas que el Vaticano
II dio a este género de cuestiones.
En teoría, esta paciente obra
esclarecedora debería tenerse al comienzo del curso, debido a que durante las
vacaciones los alumnos han tenido ocasión de experimentar nuevas dificultades.
La experiencia aconseja intervenir siempre que convenga.
73. No es fácil hacer una
presentación actualizada de la fe cristiana como programa de enseñanza
religiosa para las escuelas católicas.
La Segunda Asamblea General
Extraordinaria del Sínodo de los Obispos de 1985 sugirió la composición de un
catecismo para toda la Iglesia. El Santo Padre confió inmediatamente el trabajo
preparatorio del mismo a una comisión especial. Después será preciso realizar
las oportunas aplicaciones concretas, para responder a los programas
establecidos por las autoridades competentes y a las situaciones de tiempo y
lugar.
En espera de la realización del
mandato recibido del Sínodo sobre la síntesis de la doctrina cristiana, se
presenta ahora, como ejemplo, un esquema avalado por la experiencia y cuya
redacción ofrece contenidos completos y fieles al mensaje evangélico, de forma
orgánica y con un ritmo metodológico apoyado en los dichos y hechos del Señor.
3. Orientaciones para una
presentación orgánica del hecho y del mensaje cristianos
74. El profesor, siguiendo las
indicaciones del Vaticano II, resume y expone con lenguaje actual la cristología.
Según el nivel de la escuela, antepone las necesarias nociones sobre la Sagrada
Escritura, particularmente sobre los Evangelios, la divina Revelación y la
Tradición viva de la Iglesia.(66) Con estas bases, orienta la investigación
sobre el Señor Jesús. Su persona, su mensaje, sus obras y el hecho histórico
de su resurrección permiten remontarse al misterio de su divinidad: «Tú eres
el Mesías, el Hijo de Dios vivo» .(67) La madurez de los alumnos permite
extender las reflexiones sobre Jesús Salvador, Sacerdote, Maestro de la
humanidad y Señor del universo. Junto a él comienza a perfilarse la figura de
María, su Madre Santísima, colaboradora en su misión.(68)
Este descubrimiento tiene un valor
educativo esencial. La persona del Señor cobra vida ante los alumnos. Estos
ven, oyen y escuchan de nuevo los ejemplos de su vida, sus palabras y la
invitación que les hace: «Venid a mí todos ...»(69) Encuentran así
fundamento la fe en él y su seguimiento, que cada uno cultivará según el
grado de buena voluntad y de colaboración a la gracia.
75. El profesor dispone de un
camino seguro para acercar a los jóvenes al misterio revelado por Dios, en
cuanto es humanamente posible.(70) El camino es el indicado por el Salvador: «Quien
me ha visto a mí, ha visto al Padre».(71)
En su persona y en su mensaje
resplandece la imagen de Dios. Se estudia lo que dijo del Padre y lo que hizo en
nombre del Padre. Del Señor Jesús, se remonta, pues, al misterio de Dios
Padre, que creó el universo y envió al Hijo al mundo para la salvación de la
humanidad.(72) De Cristo se asciende al misterio del Espíritu Santo, enviado al
mundo para dar cumplimiento a su misión.(73) Se nos aproxima, así, al misterio
supremo de la Santísima Trinidad, en sí misma y actuante en el mundo. Misterio
que la Iglesia venera y proclama repitiendo el credo, con las palabras de las
primeras comunidades cristianas.
El valor educativo de esta búsqueda
es grande. En su buen resultado se basan las virtudes de la fe y de la religión
cristianas, que tienen por objeto a Dios: Padre, Hijo y Espíritu Santo,
conocido, amado y servido en esta vida en la espera del encuentro final.
76. Los alumnos conocen muchas
cosas sobre el hombre según la ciencia. Pero la ciencia enmudece ante el
misterio. El profesor guía a los alumnos a descubrir el enigma del hombre, como
Pablo guió a los atenienses a descubrir al «Dios desconocido». El texto de
Juan, ya citado,(74) establece el encuentro entre Dios y el hombre, acaecido en
la historia, por medio de Cristo. Encuentro que partiendo del amor del Padre se
manifiesta en el amor de Jesús hasta el sacrificio extremo: «Nadie tiene amor
más grande que el que da la vida por sus amigos» .(75) Los alumnos verán
desfilar en torno a Jesús una muchedumbre de personas de toda condición, como
una síntesis de la humanidad. Comenzarán a preguntarse por qué ama a todos,
llama a todos y por todos da la vida. De lo que deducirán que para Dios el
hombre es una criatura privilegiada, pues la trata con tan gran amor. De esta
manera se delinea la historia del hombre, captado en el misterio de la historia
divina de la salvación: partiendo de los orígenes, pasando por la primera
culpa, la vocación del antiguo pueblo de Dios, la espera y venida de Jesús
Salvador, hasta el nuevo pueblo de Dios, peregrino en la tierra hacia la patria
eterna.(76)
El valor educativo de la antropología
cristiana, en el marco de la historia de la salvación, es evidente. Los alumnos
descubren el valor de la persona, objeto del amor divino, con una misión
terrena y un destino inmortal. De ahí, las virtudes de respeto y caridad hacia
sí mismos, hacia los más próximos y hacia todos. Por fin, la aceptación de
la vida y de la propia vocación, que hay que orientar según la voluntad de
Dios.
77. La historia de la salvación
continúa en la Iglesia, realidad histórica visible y que los alumnos tienen
ante sus ojos. El profesor los estimula a descubrir sus orígenes. En los
Evangelios, en los Hechos y en las cartas de los Apóstoles se ve a la Iglesia
nacer, crecer y realizarse en el mundo. De sus orígenes, de su admirable
expansión y de su fidelidad al mensaje evangélico, se llega al misterio de la
Iglesia.
El profesor ayuda a sus alumnos a
descubrir a la Iglesia como pueblo de Dios, integrada por hombres y mujeres como
nosotros, que lleva la salvación a toda la humanidad. Iglesia conducida por Jesús,
Pastor eterno; guiada por el Espíritu Santo, que la sostiene y la renueva
continuamente; dirigida visiblemente por los Pastores que ha establecido: el
Sumo Pontífice y los Obispos, ayudados por los sacerdotes y diáconos
colaboradores suyos en el sacerdocio y en el ministerio. Iglesia que actúa en
el mundo por nuestro medio, llamada por Dios a ser santa en todos sus miembros.
Es el misterio de la Iglesia una, santa, católica y apostólica que proclamamos
en el credo.(77)
El valor educativo de la eclesiología
es inestimable. En la Iglesia se realiza el ideal de la familia humana
universal. El joven se conciencia de su pertenencia a la Iglesia, a quien
aprende a escuchar y a amar con afecto filial, con todas las consecuencias que
se derivan de ello para la vida, el apostolado y la visión cristiana del mundo.
78. Muchos jóvenes, conforme van
creciendo, se alejan de los sacramentos. Señal de que no los han
comprendido. Quizá los juzgan prácticas infantiles de devoción, costumbres
populares acompañadas de fiestas profanas. El profesor, que conoce la
peligrosidad del fenómeno, guía a los alumnos a descubrir el valor del
itinerario sacramental que el creyente recorre desde el principio hasta el final
de su vida. Itinerario que se realiza en la Iglesia, y por tanto cada vez más
comprensible para el alumno a medida que toma conciencia de su pertenencia a la
Iglesia.
El punto fundamental que los
alumnos deben comprender es éste: Jesucristo está siempre presente en los
sacramentos por él instituidos.(78) Su presencia los hace medios eficaces de
gracia. El momento culminante del encuentro con el Señor se realiza en la
Eucaristía, que es a un tiempo sacrificio y sacramento. En la Eucaristía
convergen dos actos supremos de amor: el Señor que renueva su sacrificio por
nuestra salvación y que se nos da realmente.
79. La comprensión del itinerario
sacramental puede tener profundas repercusiones de carácter educativo. El
alumno llega a ser consciente de que su pertenencia a la Iglesia es dinámica.
Ella corresponde a la exigencia de crecimiento del ser humano. Cuando el Señor
Jesús se encuentra con cada uno de nosotros en los sacramentos, no deja las
cosas como antes. Mediante el Espíritu nos hace crecer en la Iglesia, ofreciéndonos
«gracia tras gracia» .(79) Pide solamente nuestra colaboración. Las
consecuencias educativas interesan las relaciones con Dios, el testimonio
cristiano y la búsqueda de la vocación personal.(80)
80. Los jóvenes de hoy, asaltados
por muchas distracciones, no se encuentran en las mejores condiciones para
pensar en las realidades últimas. El educador dispone de un medio eficaz para
aproximarles también a estos misterios de fe. El Señor nos los propone con su
estilo inimitable. En el relato de Lázaro, él se presenta como «resurrección
y vida».(81) En la parábola del «rico epulón», da a entender que cada uno
de nosotros tendrá un juicio particular.(82) En el drama impresionante del
juicio final, señala el destino eterno que todo hombre ha merecido con sus
obras.(83) El bien y el mal hecho a cualquier ser humano, resultará hecho a él
mismo.(84)
81. Después, en la línea de los
«símbolos» de la fe, el educador hace saber a los alumnos que en el Reino
eterno se encuentran ya los que han creído en él y vivido para él. La Iglesia
los llama «santos», si bien no todos son venerados como tales. La primera de
todos María, madre de Jesús, viviente en su persona glorificada junto al Dijo.
Los que han alcanzado la meta no están separados de nosotros. Ellos forman con
nosotros la única Iglesia, pueblo de Dios, todos unidos en la «comunión de
los santos». Los seres queridos que nos han dejado, viven y están en comunión
con nosotros.(85)
Estas verdades de fe ofrecen una
aportación excepcional a la maduración humana y cristiana. Sentido de la
dignidad de la persona, destinada a la inmortalidad. Esperanza cristiana, que da
serenidad en las dificultades. Responsabilidad personal en todo, porque hay que
dar cuenta a Dios.
4. Orientaciones para una
presentación orgánica de la vida cristiana
82. Dado que toda verdad de fe es
generadora de educación y de vida, es preciso guiar prontamente a los alumnos a
descubrir estas conexiones. Pero también es necesario que la presentación de
la ética cristiana adopte una forma sistemática.
Con este fin se ponen algunos
ejemplos. Para mejor establecer la unión entre fe y vida en el campo de la ética
religiosa, será útil una reflexión sobre las primeras comunidades cristianas.
En ellas, el anuncio evangélico iba acompañado de la oración y de las
celebraciones sacramentales.(86) Todo esto tiene valor permanente. Los alumnos
llegarán a comprender qué es la virtud de la fe: adhesión plena, libre,
personal, afectuosa y ayudada de la gracia a Dios que se revela mediante el
Hijo.
Esta adhesión, a su vez, no es
automática. Es un don de Dios. Es menester pedirlo y esperar. Dése al alumno
tiempo para crecer.
83. La vida de fe se manifiesta con
actos de religión. El profesor ayuda a los alumnos a abrirse confidencialmente
al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Esto se realiza en la oración privada y
en la litúrgica, que no es una de tantas formas de orar: es la oración oficial
de la Iglesia, que actualiza el misterio de Cristo en nosotros. Especialmente
mediante el sacrificio y sacramento eucarístico y el sacramento de la
reconciliación. Se actuará de manera que la práctica religiosa no se sienta
como una imposición externa, sino como libre y afectuosa respuesta a Dios, que
nos ha amado primero.(87) Las virtudes de la fe y de la religión así
fundamentadas y cultivadas están en condiciones de crecer durante la juventud y
después.
84. El hombre está siempre
presente en las verdades de fe: creado a «imagen y semejanza» de Dios; elevado
por Dios a la dignidad de hijo; infiel a Dios en la culpa original, pero
redimido por Cristo; morada del Espíritu Santo; miembro de la Iglesia y
destinado a vida inmortal.
Los alumnos podrán observar lo
lejos que están los hombres de este ideal. El profesor escucha las pruebas de
pesimismo y hace ver que también se encuentran en el Evangelio.(88) Luego trata
de convencer a los alumnos que es mejor fijarse en los aspectos positivos de la
ética personal cristiana, que perderse en el análisis de las miserias humanas.
En la práctica: respetar la propia persona y la de los demás; cultivar la
inteligencia y las demás facultades espirituales, especialmente en el trabajo
escolar; cuidar el propio cuerpo y la salud, incluso con actividades físicas y
deportivas; guardar la integridad sexual con la virtud de la castidad, pues
también las energías sexuales son don de Dios que contribuyen a la perfección
de la persona y tienen una función providencial para la vida de la sociedad y
de la Iglesia (89) Así, progresivamente, guía a los alumnos a concebir y a
realizar su proyecto educativo.
85. El amor cristiano no es
sentimentalismo ni se reduce a sentimiento humanitario. Es, por el
contrario, realidad nueva que pertenece al mundo de la fe. El profesor recuerda
que el designio divino de salvación universal está dominado por el amor de
Dios. El Señor Jesús vino a nosotros para manifestar el amor del Padre. Su
sacrificio supremo es el testimonio de amor por sus amigos. En el marco de la fe
se coloca la nueva ley del Señor: «Este es mi mandamiento: que os améis unos
a otros como yo os he amado».(90) En este «como» está el modelo y la medida
del nuevo amor cristiano.
86. Los alumnos presentarán las
consabidas dificultades: violencias en el mundo; odios raciales; crímenes
diarios; egoísmo de jóvenes y de adultos que buscan únicamente su propio
interés. El profesor acepta la discusión; pero subraya que la ley cristiana es
nueva hasta en el oponerse a toda clase de maldad y egoísmo. Es ley
revolucionaria. La nueva ética cristiana del amor debe ser entendida y puesta
en práctica.
87. Por tanto en el pequeño mundo
de la familia y de la escuela: afecto, respeto, obediencia, gratitud,
amabilidad, bondad, ayuda, servicio, ejemplo. Eliminación de todo sentimiento
de egoísmo y rebelión, de antipatía y odio, de envidia y venganza. En el gran
mundo de la Iglesia: amor a todos, sin exclusión alguna por razón de fe, de
nación o de raza; oración por todos, para que conozcan al Señor; colaboración
en el apostolado y en las iniciativas para aliviar los sufrimientos humanos;
preferencia por los menos afortunados los enfermos, pobres, disminuidos y
abandonanados. Al crecer en la caridad eclesial, algunos jóvenes se deciden a
ponerse al servicio de la Iglesia, siguiendo la vocación al sacerdocio o a la
vida consagrada.
En el tiempo de preparación a la
propia familia: oponerse a toda profanación del amor; descubrir la novedad y
profundidad del amor cristiano entre el hombre y la mujer, el respeto mutuo y el
pudor con que se manifiesta y la ternura sincera con que se conserva. De este
modo se vive la experiencia juvenil de amor, a partir de las primeras amistades,
a través del noviazgo, hasta cuando se consagre en el sacramento del matrimonio
para toda la vida.
88. El fundamento de la ética
social cristiana está siempre en la fe. La ética social cristiana posee la
fuerza de iluminar también las ciencias que se relacionan con ella, tales como
el derecho, la economía y la política, que entran en el campo de la
investigación y de las experiencias humanas.(91) Es un sector abyerto a
interesantes estudios interdisciplinares.
Pero lo que aquí importa afirmar
es el principio de que Dios puso el mundo al servicio del hombre.(92) Si en las
relaciones sociales existen violencias e injusticias, éstas provienen del
hombre, que no cumple la voluntad de Dios. Es el diagnóstico hecho por el Señor
mismo.(93) Mas él, ofreciendo la salvación al hombre, salva también las obras
del hombre. De un corazón renovado surge un mundo renovado. Amor, justicia,
libertad y paz son el santo y seña cristiano de la nueva humanidad.(94)
89. Sobre estas bases el profesor
guía a los alumnos a conocer los elementos de la ética social cristiana: Persona
humana, centro dinámico del orden social. Justicia, reconocer a cada
uno lo que le es debido. Libertad, derecho primario de la persona y de la
sociedad. Paz mundial, tranquilidad en el orden y en la justicia a la que
todos los hombres, hijos de Dios, tienen derecho. Bienestar nacional e
internacional, los bienes de la tierra, don de Dios, no son privilegio de
algunos pueblos o personas, con perjuicio de los demás. La miseria y el hambre
pesan sobre la conciencia de la humanidad y reclaman justicia ante Dios.
90. Es una enseñanza que abre
amplias perspectivas. Los alumnos se enriquecen con estos principios y valores,
los cuales harán más eficaces sus obras al servicio de la sociedad. La Iglesia
está con ellos y los ilumina con su magisterio social, que espera sea puesto en
práctica por creyentes valientes y generosos.(95)
91. Las ideas que se acaban de
exponer podrían producir una impresión excesivamente optimista. Es preciso,
pedagógicamene, que el hecho y el mensaje cristianos sean expuestos como «gozosa
nueva».(96) Sin embargo, el realismo de la revelación, de la historia y de la
experiencia cotidiana exigen que los alumnos adquieran clara conciencia del mal
que actúa en el mundo y en el hombre. El Señor habló del imperio de las
tinieblas.(97) Lejos de Dios, rebeldes al mensaje evangélico, los hombres
continúan envenenando al mundo con guerras, violencias, injusticias y crímenes
92. El profesor invita a sus
alumnos a examinar su propia conciencia. ¿Quién puede considerarse
verdaderamente sin culpa? (98) De esta forma, adquieren el sentido del pecado:
el grande de la humanidad, y el personal, que cada uno descubre en sí mismo.
Pecado que es alejamiento de Dios, rechazo del mensaje de Cristo, transgresión
de su ley de amor, traición a la conciencia, abuso del don de la libertad,
ofensa a los otros hijos de Dios y herida a la Iglesia de la que somos miembros.
93. Mas no todo está perdido. El
profesor ofrece a los alumnos una visión más serena de la realidad a la
luz de la fe. En el ámbito universal, el mensaje evangélico continúa «muriendo»
como «semilla» en los surcos del mundo, para florecer y fructiñcar a su
debido tiempo.(99) En la esfera personal, el Señor nos espera en el sacramento
de la reconciliación; no simple práctica de devoción, sino encuentro personal
con él, mediante su ministro. Tras este encuentro se reanuda el camino con ánimo
y gozo renovados.
94. En conjunto, esta enseñanza
hace que los alumnos conciban al cristianismo con mentalidad nueva y madura. En
efecto, el Señor les exhorta a una lucha sin cuartel: resistencia al desafío
del mal, esfuerzo para vencerlo con su auxilio. Un cristianismo vivo y esforzado
en el plano de la historia y de la intimidad de cada uno.(100)
Al cristiano se le insta ante todo
y principalmente a luchar por liberarse de la esclavitud radical del pecado y,
consiguientemente, de las otras mucha esclavitudes de orden cultural, económico,
social y político que, en definitiva, provienen todas del pecado y constituyen
otros tantos obstáculos que impiden a los hombres vivir conforme a su
dignidad.(101)
95. El tema de la perfección tiene
cabida en la presentación orgánica del hecho y del mensaje cristianos.
Ocultarlo no sería leal ni para con el Señor, que propuso una perfección sin
límites,(102) ni para con la Iglesia, que nos anima a todos a alcanzarla,(103)
ni para con los jóvenes, que tienen derecho a saber lo que el Señor y la
Iglesia esperan de ellos. El profesor, por tanto, recordará a los alumnos
creyentes que, por el bautismo, quedaron insertados en la Iglesia.
Por consiguiente, están llamados a
la perfección cristiana, don de Jesús, mediante el Espíritu, con quien deben
colaborar; perfección que se debe hacer patente en la historia con una proyección
misionera en el presente y en el futuro.
Superado el temor a tener que hacer
demasiado, los alumnos comprenden que la perfección está al alcance de la
mano. Simplemente, deben vivir perfectamente su vida de estudiantes.(104)
Cumplir lo mejor posible los deberes del estudio, del trabajo y del apostolado.
Ejercitarse en las virtudes cristianas, conocidas en teoría. Especialmente la
caridad; vivirla en clase, en la familia y entre los amigos. Soportar con valentía
las dificultades. Ayudar al necesitado. Dar buen ejemplo. Hablar con el Señor
Jesús en la oración. Recibirlo en la Eucaristía. Buscar en su mensaje y en
sus ejemplos la inspiración para la vida diaria. Los alumnos no dirán que es
un proyecto imposible.
Lo ideal sería que cada uno para
adquirir una formación a la interioridad, se sirviese de la dirección
espiritual. Esta, en efecto, orienta y lleva a la perfección la enseñanza
religiosa de la escuela y, al mismo tiempo, perfecciona y llena el propio
ambiente.
5. El profesor de religión
96. Los frutos de la enseñanza orgánica
de la fe y de la ética cristianas, dependen, en gran parte, del profesor de
religión: de lo que es y de lo que hace.
El es persona-clave, agente
esencial en la realización del proyecto educativo. La incidencia de su enseñanza
está, sin embargo, vinculada a su testimonio de vida, que actualiza eficazmente
a los ojos de los alumnos la enseñanza misma. Se espera, por tanto, que sea una
persona rica en dones naturales y de gracia, capaz de manifestarlos en la vida;
preparada adecuadamente para la enseñanza, con amplia base cultural y
profesional, pedagógica y didáctica, y abierta al diálogo.
En particular, los alumnos captan
ante todo en el profesor sus cualidades humanas. Es maestro de fe; debe ser,
también, a semejanza de su modelo, Cristo, maestro de humanidad. No sólo
cultura, sino también afecto, tacto, comprensión, rectitud de espíritu,
equilibrio en los juicios, paciencia en la escucha, calma en las respuestas,
disponibilidad al coloquio personal. El profesor que posee una visión límpida
del universo cristiano y vive consecuente con ella, logra llevar a los alumnos a
la misma claridad de visión y los incita a actuar coherentemente.
97 También en este sector de la
enseñanza, toda improvisación es nociva. Es preciso hacer lo posible para que
la escuela católica tenga profesores idóneos para su misión. Su formación es
una de las necesidades intrínsecas más importantes, pedida universalmente con
insistencia. Especialmente la inserción creciente de laicos en la escuela católica
obliga a procurarles aquel particular conocimiento experimental del misterio de
Cristo y de la Iglesia que los sacerdotes y personas consagradas adquieren en
los años de su formación. Mirando al futuro, se necesita favorecer la creación
de centros para la formación de los profesores. Por su parte, las universidades
y facultades eclesiásticas procurarán organizar cursos de preparación especíñca
a fin de que los futuros profesores puedan desempeñar su misión con la
competencia y eficacia que ella requiere.(105)
QUINTA PARTE
SÍNTESIS GENERAL:
DIMENSIÓN RELIGIOSA DEL PROCESO EDUCATIVO
1. Idea del proceso educativo
cristiano
98. La declaración conciliar
insiste en el aspecto dinámico de la educación humana completa.(106) Sin
embargo, desde el punto de vista cristiano, este desarrollo humano es
insuficiente. En efecto, la educación cristiana «no persigue solamente la
madurez de la persona humana antes descrita, sino que busca, sobre todo, que los
bautizados se hagan más conscientes cada día del don recibido de la fe...»
.(107) Por otra parte la escuela católica tiene como nota distintiva la de
ayudar a los alumnos «para que en el desarrollo de la propia persona crezcan a
un tiempo según la nueva criatura que han sido hechos por el bautismo ... ».(108)
Se debe, pues, concebir la educación cristiana como movimiento, progreso,
maduración hacia un fin ideal, que supera toda limitación humana.(109) Y todo
debe suceder conjunta y armónicamente en el trascurso de la educación humana.
No son, por lo tanto, dos recorridos diversos o paralelos, sino una concordancia
de factores educativos, unidos en la intención de los educadores y en la libre
cooperación de los alumnos. Ya el Evangelio señala este desarrollo armónico
en el joven Jesús.(110)
99. Se podría, pues, describir el
proceso educativo cristiano, como un conjunto orgánico de factores orientados a
promover una evolución gradual de todas las facultades del alumno, de modo que
pueda conseguir una educación completa en el marco de la dimensión religiosa
cristiana, con el auxilio de la gracia.
No interesa el nombre, sino la
realidad del proceso educativo: éste asegura la acción conjuntada de los
educadores, evitando actuaciones ocasionales, fragmentarias, no coordinadas y,
quizá, acompañadas de conflictos de opiniones entre los mismo educadores, con
grave daño para el desarrollo de la personalidad de los alumnos.
2. Proyecto educativo
100 Las incumbencias de una escuela
católica son bastante amplias y articuladas: además de la obligación de
respetar las normas constitucionales y las leyes ordinarias, y de confrontarse
con métodos, programas, estructuras, etc., tiene el deber de llevar a cabo su
propio proyecto educativo, encaminado a coordinar el conjunto de la cultura
humana con el mensaje de salvación; ayudar a los alumnos en la actuación de su
realidad de nueva criatura y adiestrarlos para sus obligaciones de ciudadano
adulto. Se trata de un proyecto global «caracterizado», en cuanto dirigido a
la consecución de unos objetivos peculiares, que se debe realizar con la
colaboración de todos sus miembros.
En concreto, el proyecto se
configura como un cuadro de referencias que:
— define la identidad de la escuela, explicitando los valores
evangélicos en que se inspira;
— precisa los objetivos en el plano educativo, cultural y didáctico;
— presenta los contenidos-valores que hay que transmitir;
— establece la organización y el funcionamiento;
— prevé algunas partes fijas, preestablecidas por los
profesionales (gestores y docentes); qué se debe gestionar conjuntamente con
los padres y estudiantes y qué espacios se dejan a su libre iniciativa;
— indica los instrumentos de control y evaluación.
101. Se prestará especial
consideración a la exposición de algunos criterios generales, que deberán
inspirar y hacer homogéneo todo el proyecto, armonizándose en él las
opciones culturales, didácticas, sociales, civiles y políticas:
a) Fidelidad al Evangelio anunciado
por la Iglesia. La acción de la escuela católica se sitúa, ante todo, dentro
de la misión evangelizadora de la Iglesia, insertándose activamente en el
contexto eclesial del País en el que trabaja y en la vida de la comunidad
cristiana local.
b) Rigor de la investigación
cultural y del fundamento crítico, respetando la justa autonomía de las leyes
y métodos de investigación de cada una de las ciencias, orientados a la
formación completa de la persona.
c) Avance gradual y adaptación de
la propuesta educativa a las diversas situaciones de cada persona y de las
familias.
d) Corresponsabilidad eclesial. Aun
siendo la comunidad docente el centro propulsor y responsable principal de toda
la experiencia educativa y cultural, el proyecto debe nacer también de la
confrontación con la comunidad eclesial con las formas de responsabilidad que
se juzguen oportunas.
El proyecto educativo, pues, se
distingue netamente del reglamento interno, de la programación didáctica y de
una genérica presentación de intenciones.
102. El proyecto educativo,
actualizado anualmente teniendo en cuenta las experiencias y las
necesidades, se realiza en el proceso; éste prevé períodos o momentos
determinados: punto de partida, etapas intermedias y meta final. Al final del
período, educadores, alumnos y familias comprobarán si se han cumplido las
previsiones. En caso contrario, se buscarán las causas y los remedios. Lo
esencial es, que este modo de proceder sea sentido sinceramente por todos como
un empeño común.
El final de cada año constituye ya
una meta. Considerarlo sólo como tiempo de exámenes es poco en la visión
educativa cristiana. El programa escolar es sólo una parte del todo. Es, más
bien, tiempo de hacer balance inteligente y serio de cuánto del proyecto
educativo se ha realizado o se ha incumplido.
Meta más importante es la
alcanzada al final del período escolar. A tal meta debería corresponder el más
alto nivel de educación completa humana y cristiana conseguido por los
alumnos.(111)
103. La dimensión religiosa del
ambiente potencia la calidad del proceso educativo cuando se cumplen
algunas condiciones que dependen de los educadores y de los alumnos.
Conviene subrayar, en especial, que
los alumnos no son meros espectadores, sino que constituyen parte dinámica del
ambiente. La condiciones favorables se dan cuando en torno al proyecto educativo
se establece el grato consenso y la voluntad de cooperación de todos; cuando la
relaciones interpersonales se mantienen en la línea de la caridad y libertad
cristianas; cuando cada uno ofrece a los demás su testimonio evangélico en las
vicisitudes de la vida cotidiana; cuando en el ambiente llega a crearse una
voluntad de llegar a las metas más altas en todos los aspectos, humanos y
cristianos, del proceso educativo; cuando el ambiente permanece constantemente
abierto a las familias, insertado en la comunidad eclesial y abierto a la
sociedad civil, nacional e internacional. Estas condiciones positivas se ven
favorecidas por la fe común.
104. Es preciso un esfuerzo
decidido para superar los síntomas patológicos del ambiente, tales como:
ausencia o debilidad del proyecto educativo; preparación insuficiente de las
personas responsables; atención preferentemente centrada en los éxitos académicos;
distanciamiento sicológico entre educadores y alumnos; antagonismos entre los
mismos educadores; disciplina impuesta externamente sin la participación
convencida de los alumnos; relaciones puramente formales e incluso tensiones con
las familias, no involucradas en el proyecto educativo; manifestaciones
inoportunas de unos u otros; poca cooperación de cada uno al bien común;
aislamiento respecto de la comunidad eclesial; desinterés o cerrazón para con
los problemas de la sociedad; tal vez una enseñanza religiosa rutinaria ... Si
se diesen alguno o varios de estos síntomas la dimensión religiosa de la
educación se vería seriamente comprometida. La misma enseñanza religiosa
sonaría quizá como palabra vacía en un ambiente empobrecido, que no sabe
manifestar un testimonio y un clima verdaderamente cristianos. Es necesario
reaccionar ante estos síntomas de malestar recordando que el Evangelio invita a
una continua conversión.
105. Buena parte de la actividad
educativa tiende a asegurar la colaboración del alumno, que es siempre
imprescindible, dada su condición de protagonista en el proceso educativo. Ya
que la persona humana ha sido creada inteligente y libre, no es posible concebir
una verdadera educación sin la decisiva colaboración del sujeto de la misma,
el cual actúa y reacciona con su inteligencia, libertad, voluntad y con su
complejo mundo emotivo. Por lo que el proceso no avanza si el alumno no coopera.
Los educadores expertos conocen las causas de las inhibiciones juveniles. Son
causas de orden sicológico e incluso teológico vinculadas a la culpa original.
106. Varios factores pueden
concurrir a estimular la colaboración del joven en el proyecto educativo. Al
alumno que ha alcanzado suficiente nivel intelectual se le debe invitar a
participar en la elaboración del proyecto, no, como es obvio, para establecer
los objetivos que hay que conseguir, sino para determinar mejor cómo
realizarlo. Dar responsabilidad y confianza, pedir consejo y ayuda para el bien
común es un factor que produce satisfacción y contribuye a vencer la
indiferencia y la inercia. El alumno comenzará a insertarse de buen grado en el
proceso educativo, cuando advierta que el proyecto tiende únicamente a
favorecer su maduración personal.
El alumno, aunque tenga pocos años,
capta si la pertenencia al ambiente es grata. Si se siente bien acogido,
estimado y querido, surge en él la disposición a colaborar. Y se reafirma en
esta disposición cuando el ambiente está impregnado de una atmósfera serena y
amistosa, con profesores disponibles y compañeros con los que es agradable
convivir.
107. Los valores y motivos
religiosos que se derivan especialmente de la enseñanza religiosa escolar,
facilitan mucho el logro de la alegre y voluntaria participación del alumno en
el proceso educativo. No se puede, sin embargo, subestimar el hecho de que los
valores y motivos religiosos sean expuestos en el desarrollo de las otras
materias o en las diversas intervenciones de la comunidad docente. El
profesor-educador favorece el estudio y la adhesión a los valores religiosos
motivándolos con la referencia constante al Absoluto. La experiencia educativa
del profesor ayuda a los alumnos a que la verdad religiosa, enseñada y
aprendida, sea también amada. Esta verdad amada, que ya en sí misma es un
valor, llega a ser valor también para el mismo alumno. El planteamiento cristológico
de la enseñanza religiosa tiene la ventaja de facilitar el amor de los jóvenes
que se centra en la persona de Jesús. Ellos aman a una persona, difícilmente
aman las fórmulas. El amor a Cristo se transfiere a su mensaje, que se
convierte en valor cuando es amado.
El profesor-educador sabe que tiene
que dar un paso más. El valor debe impulsar a la acción, llegar a ser motivo
de actuar. De la verdad se llega a la vida mediante el dinamismo sobrenatural de
la gracia, que ilumina y mueve a creer, amar y obrar según la voluntad de Dios,
por medio del Señor Jesús, en el Espíritu Santo. El proceso educativo
cristiano se desarrolla en la continua interacción entre la actuación experta
de los educadores, la libre cooperación de los alumnos y el auxilio de la
gracia.
108. Dada la situación que se ha
creado en varias partes del mundó —la escuela católica recibe a un
contingente escolar cada vez más numeroso de credos e ideologías diversos— se hace
inaplazable la necesidad de aclarar la dialéctica que es preciso establecer
entre el aspecto cultural propiamente dicho y el desarrollo de la dimensión
religiosa. Esta dimensión religiosa es un aspecto imprescindible y sigue siendo
la tarea específica de todos los cristianos que trabajan en las instituciones
educativas.
Sin embargo en tales situaciones no
siempre será fácil o posible llevar a cabo el proceso de evangelización. Se
deberá, entonces, atender a la pre-evangelización, esto es, a la apertura al
sentido religioso de la vida. Esto conlleva la individuación y profundización
de elementos positivos sobre «el cómo» y «el qué» del proceso formativo
específico.
La transmisión de la cultura debe
estar atenta, ante todo, a la consecución de los fines propios y a potenciar
los aspectos que forman al hombre y, en particular, la dimensión religiosa y la
aparición de la exigencia ética.
Teniendo en cuenta la unidad en el
pluralismo es preciso realizar un discernimiento inteligente entre lo que es
esencial y lo que es accidental.
La exactitud del «cómo» y del «qué»
permitirá el desarrollo completo del hombre en el proceso educativo, desarrollo
que puede considerarse como verdadera preevangelización. Terreno este donde «construir».
109. Al hablar del proceso
educativo es obligado proceder por análisis de diversos elementos. En la
realidad no se procede siempre del mismo modo. La escuela católica es un centro
de vida. Y la vida es síntesis. En este centro vital, el proceso educativo se
desarrolla en continuidad mediante un intercambio de acciones y reacciones en
sentido horizontal y vertical. Es un punto que califica la escuela católica y
no encuentra analogía en otras escuelas no inspiradas en un proyecto educativo
cristiano.
110. En la relación interpersonal
los educadores quieren y manifiestan este amor a sus alumnos y no pierden ocasión,
por lo tanto, de animarlos y estimularlos en la línea del proyecto educativo.
Palabra, testimonio, aliento, ayuda, consejo, corrección amistosa ... todo
favorece el proceso educativo, entendido siempre en su sentido completo del
conocimiento escolar, comportamiento moral y dimensión religiosa.
Los alumnos, si se sienten
queridos, aprenderán a amar a sus educadores. Con sus preguntas, confidencias,
observaciones críticas y propuestas para mejorar el trabajo de clase y de la
vida del ambiente, enriquecerán la experiencia de sus educadores y facilitarán
el esfuerzo común en el proceso educativo.
111. En la escuela católica se va
más allá: hacia el continuo intercambio vertical, donde la dimensión
religiosa de la educación se expresa con toda su fuerza. Cada alumno tiene una
vida propia, con su pasado familiar y social no siempre feliz, con las
inquietudes del muchacho y del adolescente que crece, y con los problemas y
preocupaciones del joven llegado a la madurez. Por cada uno de ellos rezan los
educadores, a fin de que la gracia de frecuentar una escuela católica abarque y
penetre toda su vida, iluminándola y asistiéndola en todas las necesidades de
la existencia cristiana.
Por su parte, los alumnos aprenden
a rezar por sus educadores; conforme van creciendo, se dan cuenta de sus
dificultades y sufrimientos. Por esto rezan para que su carisma educativo crezca
en eficacia, su trabajo sea alentado por los éxitos y su vida, llena de
sacrificios, tenga el apoyo y la serenidad de la gracia.
112. De este modo se establece un
intercambio humano y divino, una corriente de amor y gracia que pone el sello de
autenticidad a una escuela católica. Mientras tanto los años pasan. Año tras
año el alumno tiene la gozosa sensación de que crece no sólo física, sino
también intelectual y espiritualmente, hasta conseguir la maduración de su
personalidad cristiana.
Mirando su pasado, reconocerá que
el proyecto educativo de la escuela, con su colaboración, se ha hecho realidad.
Mirando al futuro, se sentirá más libre y seguro para afrontar las nuevas e
inminentes etapas de su vida.
CONCLUSIÓN
113. El entregar a los Excelentísimos
Ordinarios locales y a los Revmos. Superiores y Revmas. Superioras de los Institútos
Religiosos dedicadas a la educación de la juventud estos elementos de reflexión
que ofrecemos a todos los educadores de las escuelas católicas, la Congregación
desea renovarles su sentido aprecio por su inestimable labor al servicio de la
juventud y de la Iglesia.
114. Por esto, la Congregación
agradece profundamente a todos los responsables la labor realizada y que
continúan realizando, a pesar de las dificultades de todo género: políticas,
económicas, organizativas ... Muchos desarrollan su labor con grandes
sacrificios. La Iglesia está agradecida a cuantos consagran su propia
existencia a la misión fundamental de la educación y de la escuela católica.
Y confía que otros muchos, con el auxilio divino, reciban el carisma y acojan
generosamente la apremiante llamada a unirse a ellos en la misma misión.
115. La Congregación querría añadir
una invitación cordial a la investigación, estudio y experimentación de
cuanto concierne a la dimensión religiosa de la educación en la escuela católica.
Mucho se ha hecho ya en este sentido. De muchas partes piden que se haga más.
Creemos que esto es posible en todas las escuelas que gozan de suficiente
libertad, asegurada por las leyes estatales. Tal posibilidad aparece más
comprometida en aquellos Estados en que, si bien no se impide la función
docente de la escuela católica, la formación religiosa es contestada. En estos
casos, la experiencia local es determinante. La dimensión religiosa será
evidenciada, en la medida de lo posible, dentro de la escuela o fuera de ella.
No faltan familias y alumnos de confesiones o religiones diversas que optan por
la escuela católica, pues aprecian su calidad didáctica, reforzada por la
dimensión religiosa de su educación. Los educadores deberán responder, del
mejor modo posible, a su confianza, teniendo siempre presente que el camino del
diálogo ofrece fundadas esperanzas en un mundo de cultura pluralista.
Roma, 7 de abril de 1988, San Juan
Bautista de La Salle, Patrono Principal de los educadores de la infancia y de la
juventud.
WILLIAM Card. BAUM
Prefecto
ANTONIO M. JAVIERRE ORTAS
Arzobispo tit. de Meta
Secretario
Notas
(1) Gravissimum educationis, 8.
(2) 19 de marzo de 1977.
(3) 15 de octubre de 1982.
(4) CONCILIO VATICANO II, declaración
sobre la educación cristiana Gravissimum educationis. Constitución dogmática
sobre la Iglesia Lumen gentium. Constitución pastoral sobre la Iglesia
en el mundo actual Gaudium et spes. Constitución dogmática sobre la
divina revelación Dei Verbum. Constitución sobre la liturgia Sacrosanctum
Concilium. Decreto sobre el apostolado de los laicos Apostolicam
actuositatem. Decreto sobre la actividad misionera Ad gentes divinitus.
Declaración sobre las religiones no cristianas Nostra aetate. Decreto
sobre el ecumenismo Unitatis redintegratio. Declaración sobre la
libertad religiosa Dignitatis humanae. PABLO VI, exhortación apostólica
Evangelii nuntiandi, 8 de diciembre de 1975. JUAN PABLO II, exhortación
apostólica Catechesi tradendae, 16 de octubre de 1979. Además,
numerosas alocuciones dirigidas a educadores y jóvenes, que se intercalan en el
texto. Congregación para el Clero, Directorium catechisticum generale,
11 de abril de 1971. En las notas sucesivas, tales documentos serán citados por
su título en latín. Los testimonios del magisterio episcopal se citarán en su
lugar.
(5) Mientras tanto la Congregación
ha publicado un documento: Orientaciones educativas sobre el amor humano.
Pautas de educación sexual, 1 de noviembre de 1983. Consecuentemente tal
tema, en el presente texto, apenas si será aludido.
(6) Gravissimum educationis,
9: «La Iglesia aprecia mucho igualmente las escuelas católicas a las que, de
modo especial en los territorios de las nuevas Iglesias, asisten también
alumnos no católicos».
(7) Cf Dignitatis humanae,
2, 9, 10, 12 y otros.
(8) C.I.C., can. 748, 2: «Homines ad amplectendam fidem catholicam
contra ipsorum conscientiam per coactionem adducere nemini umquam fas est».
(9) Cf Gaudium et spes, 4-10.
(10) Ib., 7: «El cambio de
mentalidad y de estructuras somete con frecuencia a discusión las ideas
recibidas ... particularmente entre los jóvenes».
(11) Cf Evangelii nuntiandi,
20.
(12) Cf Annuario Statistico della
Chiesa, publicado por la Oficina Central de Estadística de la Iglesia,
dependiente de la Secretaría de Estado, Ciudad del Vaticano. A título de
ejemplo, el 31 de diciembre de 1985 eran 154.126 las escuelas católicas en el
mundo, frecuentadas por 38.243.304 alumnos.
(13) Cf 1 Cor 12, 31.
(14) Varios aspectos de la
religiosidad juvenil, considerados en este documento, han sido objeto del
reciente magisterio pontificio. Para una fácil consulta de las frecuentes
intervenciones, véase el libro editado por el «Consejo Pontificio para los
laicos»: El Santo Padre habla a los jóvenes: 1980-1985, Ciudad del
Vaticano. Está publicado en varias lenguas.
(15) Cf Gravissimum educationis, 8. Para el espíritu evangélico de caridad y libertad, cf Gaudium
et spes, 38: «(El Señor Jesús) nos revela que Dios es amor, (1 Jn
4, 8) y a la vez nos enseña que la ley fundamental de la perfección humana y,
por tanto, de la transformación del mundo, es el nuevo mandamiento del amor.
Asimismo en 2 Cor 3, 17: «Donde hay Espíritu del Señor, hay libertad».
(16) De este problema habla el
documento La Escuela Católica, 81-82.
(17) Mt 28, 20.
(18) 6.
(19) Cf Juan Pablo II a los padres,
profesores y alumnos de la escuela católica del Lacio, 9-3-1985, Insegnamenti,
VIII/1, p. 620.
(20) Juan Pablo II a los obispos
lombardos en visita «Ad limina», el 15-1-1982, Insegnamenti, V/1, 1982,
p. 105.
(21) Insegnamenti, VIII/1,
1985, p. 618...
(22) Mt 25, 40: «Os aseguro
que cada vez que lo hicisteis con uno de estos mis humildes hermanos, conmigo lo
hicisteis».
(23) Cf Perfectae caritatis,
8: «Hay en la Iglesia muchísimos institutos, clericales o laicales,
consagrados a las obras de apostolado, que tienen dones diferentes según la
gracia que les ha sido dada: "ora el que enseña, en la enseñanza"
(cf Rom 12, 5-8)». Cf también en Ad gentes divinitus, 40.
(24) Summa Th. II-II, q. 186, a, 1:
Por antonomasia se llaman «religiosos aquellos que se dedican al servicio
divino, como ofreciéndose en holocausto al Señor».
(25) Ib., a. 2.
(26) «El laico católico testigo
de la fe en la escuela».
(27) Las normas de la Iglesia al
respecto se encuentran en el nuevo C.I.C., cánones, 800-803.
(28) Cf Pablo VI a los
participantes en el Congreso Nacional de Dirigentes diocesanos del Movimiento de
Maestros de Acción Católica, Insegnamenti, I, 1963, p. 594.
(29) Cf Gravissimum educationis, 3.
(30) Gravissimum educationis,
8.
(31) Numerosos documentos
episcopales nacionales y diocesanos han sido dedicados al tema de la escuela católica.
Es un deber conocerlos y llevarlos a la práctica.
(32) Ver, por ejemplo, la Resolución
del Parlamento Europeo sobre la libertad de enseñanza en la Comunidad Europea,
aprobada por gran mayoría el 14 de marzo de 1984.
(33) Cf Mc 6, 3; Hch 10, 38. Para la aplicación útil de la ética laboral al trabajo
escolar, ver: JUAN PABLO II, encíclica Laborem exercens, 14 de setiembre
de 1981, especialmente en su parte quinta.
(34) Gn 3, 19: «Con sudor
de tu frente comerás el pan».
(35) Lc 9, 23: «... cargue
con su cruz cada día».
(36) Gravissimum educationis,
8: una de las notas distintivas de la escuela católica es: «ordenar ... toda
la cultura humana según el mensaje de la salvación, de suerte que quede
iluminado por la fe el conocimiento que los alumnos van adquiriendo del mundo,
de la vida y del hombre».
(37) Para una descripción de la
cultura y para las relaciones entre cultura y fe, cf Gaudium et spes, 54
y siguientes.
(38) Cf DENZ-SCHÖN. 3016 3017 acerca de la doctrina clásica
sobre las relaciones entre razón y fe, definidas por el Concilio Vaticano I.
(39) Cf Juan Pablo II a los
profesores y estudiantes de las escuelas católicas de Melbourne, con ocasión
de su peregrinación pastoral al Extremo Oriente y Oceanía, el 28 de noviembre
de 1986, Insegnamenti, IX/2, 1986, p. 1710 ss.
(40) Cf 53-62.
(41) Cf 8.
(42) Juan Pablo II a los
participantes al Congreso Nacional del Movimiento Eclesial de Promoción
cultural: Insegnamenti, V/1, 1982, p. 131; cf Juan Pablo II, Epistula qua
Pontificium Consilium pro hominum Cultura instituitur: AAS 74 (1982), p. 685.
(43) Sab 13, 5: «Por la
magnitud y belleza de las criaturas, se percibe por analogía al que les dio el
ser». Sal 18 (19), 2 .... «Los cielos narran la gloria de Dios ...».
(44) Cf Mt 25, 14-30.
(45) Cf Gaudium et spes, 12, 14, 17, 22.
(46) Cf Gaudium et spes, 10.
(47) Cf DENZ.-SCHÖN. 3004 para el
conocimiento de Dios por la razón humana y, 3005 para el de otras verdades.
(48) 1 Ts 5, 21: «Examinadlo
todo, quedándoos con lo bueno». Flp 4, 8: «Todo lo que es verdadero,
noble, justo ... tenedlo en cuenta».
(49) Cf Gaudium et spes, 61:
sobre el deber de tener firmes algunos conceptos fundamentales.
(50) Ib., 44: «A1 mismo
tiempo se fomenta un intercambio vital entre la Iglesia y las diversas culturas».
(51) Cf Dei Verbum, 2.
(52) Cf PASCAL, BLAISE, Pensées,
fr. 397.
(53) Gaudium et spes, 37: «A
través de toda la historia humana existe una dura batalla contra el poder de
las tinieblas».
(54) En Lumen gentium y Dei
Verbum hay orientaciones muy interesantes para presentar la historia divina
de la salvación.
(55) Cf Gaudium et spes, 62.
(56) Cf SAN AGUSTÍN, De libero
arbitrio, II, 16, 42. PL 32, 1264; Sto. TOMÁS, Contra gentiles, IV,
42.
(57) Cf Gravissimum educationis, 1-2.
(58) Evangelii nuntiandi,
18: «Evangelizar, para la Iglesia, es llevar la Buena Nueva a todos los
ambientes de la humanidad, y con su influjo, transformar desde dentro, renovar a
la misma humanidad».
(59) Ib., 44: «El esfuerzo
de evangelización sacará gran provecho en el plano de la enseñanza catequética
dada en la Iglesia, en la escuela donde sea posible y en todas las familias
cristianas».
(60) Cf Catechesi tradendae,
69.
(61) Cf Pablo VI a los fieles
asistentes a la audiencia del miércoles 31 de mayo de 1967, Insegnamenti,
V, 1967, p. 768.
(62) Juan Pablo II a los sacerdotes
de la diócesis de Roma, el 5 de marzo de 1981, Insegnamenti, IV/1, pp.
629 s.
(63) Cf Mt 3, 1-3, sobre la
misión del Precursor.
(64) Cf Jn 17, 9, oración
del Señor por los que le fueron dados.
(65) Dejando aparte problemas
locales, en general se trata de cuestiones que, en estudios superiores, ocupan
los manuales clásicos de «apologética» y conciernen a los «preámbulos de
la fe». Para los estudiantes de hoy tales problemas adquieren matices
particulares, inspirados por las materias escolares y por situaciones de
actualidad. Por ejemplo: ateísmo, religiones no cristianas, divisiones entre
cristianos, hechos de la historia eclesiástica, violencias e injusticias
cometidas en el pasado por pueblos cristianos, etc.
(66) Revelación, Escritura,
Tradición y temas cristológicos en Dei Verbum, Lumen gentium, Gaudium
et spes. Al estudio sobre los Evangelios debe acompañar el de estos
documentos.
(67) Mt 16, 16.
(68) Cf Carta encíclica Redemptoris
Mater del Sumo Pontífice Juan Pablo II, sobre la Bienaventurada Virgen María
en la vida de la Iglesia peregrina, 39.
(69) Mt 11, 28.
(70) Cf DENZ.-SCHÖN. 2854: no se
puede hablar de Dios como se habla de los objetos de la ciencia humana.
(71) Jn 14, 9.
(72) Cf Lc 12, 24-28; Jn 3, 16...
(73) Cf Jn 16, 13.
(74) Cf Jn 3, 16.
(75) Jn 15, 13.
(76) Es indispensable un trabajo de
clase sobre antropología cristiana, en el marco de la salvación: Lumen
gentium y Gaudium et spes.
(77) Lumen gentium ofrece
elementos útiles para la didáctica y pedagogía eclesiológicas.
(78) Sacrosanctum Concilium,
7: «Cristo está presente con su virtud en los Sacramentos, de modo que, cuando
alguien bautiza, es Cristo quien bautiza ...».
(79) Jn 1, 16.
(80) La didáctica y la pedagogía
sacramentales se enriquecen mediante el estudio de algunos puntos de la Lumen
gentium y de la Sacrosanctum Concilium.
(81) Cf Jn 11, 25-27.
(82) Cf Lc 16, 19-31.
(83) Cf Mt 25, 31-46.
(84) Cf Ib. 25, 40.
(85) Cf Lumen gentium, cap. VII, sobre la índole
escatológica de la Iglesia peregrinante y su unión con la Iglesia celestial.
(86) Cf Ef 1, 1-4; Col
1, 13-20: doxologías que manifiestan la fe de las primeras comunidades
cristianas. Hch 10, evangelización, conversión, fe, don del Espíritu
Santo en casa del centurión romano Cornelio. Hch 20, 7-12: evangelización
y eucaristía en una casa de Tróade.
(87) 1 Jn 4, 10: «En esto
consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios sino en que él nos amó
...».
(88) Cf Mt 15, 9 y s.
(89) Cf Documento, Orientaciones
educativas sobre el amor humano. Pautas de educación sexual.
(90) Jn 15, 12.
(91) Cf Gaudium et spes,
63-66 y relativas aplicaciones.
(92) Cf Gen 1, 27 y s.
(93) Cf Mt 15, 19 y s.
(94) Cf Gaudium et spes, 93.
(95) Preséntese a los alumnos
alguno de los documentos sociales de la Iglesia.
(96) Lc 2, 10: «Os traigo
la buena noticia, la gran alegría ...».
(97) Lc 22, 53: «Pero ésta
es vuestra hora: cuando mandan las tinieblas»; en ella saltan a la vista: los
abusos, las injusticias, los atentados a la libertad, el peso aplastante de la
miseria con sus consecuencias de muertes, enfermedades y depresiones; el escándalo
de las notorias desigualdades entre ricos y pobres, la falta de equidad y de
sentido de solidaridad en los intercambios internacionales (cf Congregación
para la Doctrina de la Fe, Algunos aspectos de la «teología de la liberación»,
Introducción y I).
(98) Jn 8, 7: «El que esté
sin pecado, que le tire la primera piedra ...».
(99) Cf Lc 8, 4-15.
(100) Cf Ef 6, 10-17,
característica vigorosa del premio paulino.
(101) Cf Congregación para la
Doctrina de la Fe, Algunos aspectos de la «teología de la liberación»,
6 de agosto de 1984, Introducción.
(102) Mt 5, 48: «Sed
perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto».
(103) Lumen gentium, 42: «Quedan
... invitados y aun obligados todos los fieles cristianos a buscar
insistentemente la santidad y la perfección dentro del propio estado».
(104) Ib., 39: «Esta
santidad de la Iglesia ... se expresa multiformente en cada uno de los que ...
se acercan a la perfección de la caridad en su propio género de vida».
(105) Algunos aspectos son tratados
en los documentos ya citados: La Escuela Católica, 78-80. El laico
católico testigo de la fe en la escuela, especialmente en 56-59, con
indicaciones válidas no sólo para los laicos.
(106) Ib., 1: «Hay que
ayudar a los niños y a los adolescentes ... a desarrollar armónicamente sus
condiciones físicas, morales e intelectuales, a fin de que adquieran
gradualmente un sentido más perfecto de la responsabilidad ...».
(107) Ib., 2.
(108) Ib., 8.
(109) Cf Mt 5, 48.
(110) Lc 2, 40: «El Niño
iba creciendo y robusteciéndose y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios
le acompañaba». Ib 2, 52: «Y Jesús iba creciendo en sabiduría, en
estatura y en gracia ante Dios y los hombres».
(111) Cf Gravissimum educationis, 1-2