EL TERCER MILENIO COMO DESAFÍO PASTORAL
(Informe CELAM)

PRESENTACIÓN

El advenimiento del Tercer Milenio se ha transformado en la fecha simbólica para asumir el cambio de época que en estos años protagonizamos. Para los cristianos es una oportunidad de leer los signos de los tiempos y descubrir en ellos la presencia del Espíritu de Dios y los desafíos pastorales que los nuevos tiempos traen a la Iglesia. Y, en nuestro caso, para la Iglesia de América Latina y el Caribe.

Esta es la razón que ha motivado a la actual directiva del CELAM a preparar un Informe, con la ayuda de laicos y pastores de nuestro Continente, que contenga las principales megatendencias que trazan el rumbo para los años por venir. Es nuestra responsabilidad actuar sobre este rumbo para estimularlo, orientarlo, y llenarlo de sentido de acuerdo al Evangelio.

El hilo conductor de estas reflexiones es, obviamente, la Persona y el misterio del Señor Jesús. Toda nuestra pastoral apunta a encontrarlo, reconocerlo y anunciarlo para que cada hombre, cada mujer, cada pueblo, pueda tener una experiencia de Jesucristo Vivo; una experiencia que constituye conversión, comunión y solidaridad.(1) Y la gran pregunta que nos hacemos es si en América Latina y el Caribe se descubre en los signos de los tiempos Su presencia tan fecunda que llena nuestra vida de esperanza.(2) De ahí que, movidos por la Tertio Millennio Adveniente, queremos descubrirlo en la historia, hacerlo manifiesto para fecundar el camino de nuestra sociedad y anunciarlo en una Iglesia que asuma los nuevos tiempos para proclamar a todos la gracia del Señor.

El lector advertirá que este Informe tiene un enfoque pastoral. La doctrina se asume y se explicita en las continuas referencias al Magisterio reciente de la Iglesia, y, en especial, a la Conferencia de Santo Domingo. Hemos preferido optar por el enfoque que nos guíe hacia la acción, respetando, en cada caso, el lenguaje más técnico con que los expertos se refieren a los temas que presentamos.

No es un Informe acabado. Es un Informe provisional; un trabajo en proceso para el cual necesitamos seguir escuchando lo que el Espíritu dice a las Iglesias(3), y, por eso, solicitamos y estamos abiertos a nuevas sugerencias. Fruto de este trabajo, ampliamente participativo, será el Informe que podremos presentar a la nueva directiva del CELAM que será elegida en 1999, y que tendrá el privilegio de servir a la Iglesia de América Latina y el Caribe en su paso al Tercer Milenio de la fe.

La Introducción a este texto explica el proceso de su redacción. Básteme sólo agradecer a todos los que han colaborado en él y, en especial, a los laicos que han aportado su mirada más técnica y a los obispos que, en distintas instancias, han hecho sus contribuciones. En especial me es grato referirme a la XXVI Asamblea Ordinaria del CELAM, celebrada en Río de Janeiro durante los primeros días de octubre de 1997. Fue muy rico el intercambio que en ella suscitó este Informe, tanto así que la gran mayoría de sus miembros asintieron a la necesidad de publicarlo.

Quiera Dios que este esfuerzo de varios años pueda servir para inquietar, compartir, orar y discernir, tanto en nuestras reuniones episcopales como en los encuentros presbiterales y de las comisiones laicales de nuestras Iglesias particulares. Y que el fruto de este discernimiento participativo pueda ayudarnos a entrar con mayor lucidez y generosidad al Tercer Milenio de la era cristiana.

Esperamos, agradecidos, su contribución.

+ Jorge Enrique Jiménez Carvajal
Obispo de Zipaquirá - Colombia
Secretario General del CELAM


Ver temática del Sínodo de los Obispos, Asamblea Especial para América (1997), Encuentro con Jesucristo Vivo: camino para la conversión, la comunión y la solidaridad en América.

Cf. Mt 16, 1 - 4.

Cf. Apoc 7, 13.


 

INTRODUCCIÓN
0.1. LA PREGUNTA INICIAL
0.2. UN PROCESO EN PROCESO
0.3. CARACTERÍSTICAS DEL INFORME
0.4. ESTRUCTURA DEL INFORME
0.5. UNA INVITACIÓN ABIERTA

Al reflexionar sobre el Tercer Milenio Adveniente, Juan Pablo II nos convoca para prepararnos a celebrar de modo cristiano el jubileo del año 2000. "Cada uno está invitado a acer cuanto esté en su mano para que no se desaproveche el gran reto del año 2000, al que esté seguramente unida una particular gracia del Señor para la Iglesia y para la humanidad entera"(1).

El tiempo puede ser considerado simplemente en términos cuantitativos (el tiempo cronológico), pero también cabe para nosotros los cristianos una percepción cualitativa de la historia, comprendiéndola como el escenario de la acción de Dios y la respuesta de la humanidad y, por ende, se habla de una historia de salvación.

La vida, la muerte y la resurrección de Jesús el Cristo inauguran los nuevos tiempos, en los cuales se entra en el horizonte salvífico del misterio de la reconciliación. "Porque hay un solo Dios, y también un solo mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús, hombre también, que se entregó a sí mismo como rescate por todos"(2). Por iniciativa amorosa de Dios(3), estamos invitados a ser nuevas creaturas(4), con acceso al Padre(5), siendo ministros y embajadores de la reconciliación en y de la historia humana(6).

Por consiguiente, cada momento de la historia se abre a la acción de la gracia. Entonces, cabe hacerse la interrogante: ¿Qué es lo que Dios, Señor de la historia, está pronunciando a través de este acontecimiento milenario? ¿A qué nos llama? No basta saber leer los signos de los tiempos, porque más importante aún es poder escribirlos en los anales de la historia humana como hitos salvíficos.

Con esta actitud de apertura a la acción de Dios, el Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM) desea entender el Tercer Milenio como un desafío pastoral, discerniendo en los nuevos tiempos del tercer milenio las semillas de gracia para encontrar caminos que conducen a la auténtica y más profunda realización de las personas humanas (como individuos y como pueblos) en la aceptación gozosa de la filiación divina y el consecuente compromiso decidido por la solidaridad fraternal(7).

0.1.- LA PREGUNTA INICIAL

En la XXV Asamblea Ordinaria del Episcopado Latinoamericano (mayo 1995, México) se eligió una nueva directiva del CELAM por un período de cuatro años; es decir, a la presente directiva le corresponden los años 1995 a 1999.

Por consiguiente, era evidente que una de las preocupaciones básicas del CELAM en este tiempo dice relación al horizonte del Tercer Milenio. Más concretamente, consiste en la pregunta: ¿la acción pastoral en el continente está respondiendo a las interrogantes de este fin de milenio?

Una respuesta resulta relevante en cuanto contesta a una pregunta correspondiente, de otra manera corre el peligro de quedar en la total irrelevancia a pesar de su misma validez. Este desafío cobra más urgencia en el contexto del umbral del año dos mil en cuanto no sólo se está frente a una época de cambio (el paso cronológico al año dos mil) sino más bien se es testigo de un cambio de época (profundos cambios culturales).

Aún más, en este tiempo de profundos cambios es preciso comprender las nuevas tendencias y el nuevo lenguaje para poder ofrecer orientaciones dentro del mismo horizonte, de otra manera se limitaría a reaccionar frente a lo que va sucediendo. Es preciso colocarse al mismo lado de la historia y tener una visión de futuro para hablar de manera relevante (siendo comprendido por el interlocutor) e influir en el curso de la historia (ofrecer orientaciones válidas).

Entonces se pensó elaborar un Informe sobre las grandes megatendencias que marcan el rumbo del continente hacia el siglo veintiuno para establecer el escenario o el contexto dentro del cual se realiza la acción pastoral de la Iglesia. Esto implica dos momentos: (a) definir el nuevo contexto; y (b) preguntarse sobre la acción pastoral correspondiente a la nueva situación.

0.2.- UN PROCESO EN PROCESO

El proceso de elaboración del Informe ha tenido cuatro etapas: (a) una atenta escucha, (b) la palabra de los expertos, (c) el intento de una sistematización, y (d) una permanente consulta.

En una primera etapa, a lo largo del segundo semestre de 1995, se plantearon tres preguntas en las distintas reuniones eclesiales que se tuvieron en los diferentes países del continente: (a) ¿hacia dónde camina la sociedad latinoamericana?; (b) ¿cómo está respondiendo la acción pastoral de la Iglesia frente a los nuevos desafíos?; y (c) ¿cuál debería ser la acción pastoral de la Iglesia de cara al tercer milenio?

Al ordenar las distintas respuestas, se seleccionaron nueve grandes temas que se reiteraron como preocupaciones centrales con respecto al futuro de la sociedad en América Latina: cultura, economía, política, religiosidad, educación, familia, medios de comunicación social, medio ambiente y la mujer.

Por cada tema se pidió a tres expertos latinoamericanos que elaboraran un pequeño informe al respecto, pero con una visión hacia el futuro y sin emitir juicios de valor. Así, a título de ejemplo, en el caso de la economía se pidió un pequeño informe sobre el contexto económico en el continente a comienzos del año 2000.

Se sistematizaron las respuestas de los expertos (megatendencias) como también aquellas sobre la acción pastoral actual y futura de la Iglesia (una pastoral de futuro) en un primer borrador que fue presentado en el mes de marzo de 1996 en la reunión, realizada en Bogotá, de Secretarios Generales de las Conferencias Episcopales de América Latina y el Caribe, como también en la reunión de Coordinación del CELAM (agosto 1996, Bogotá) que contó con la participación de obispos provenientes de veinte países(8) del continente. A lo largo de 1996 se abre un período de consulta para poder elaborar un Informe Preliminar en diciembre del mismo año.

Este Informe Preliminar se presenta nuevamente en la reunión de Secretarios Generales de las Conferencias Episcopales de América Latina y el Caribe (marzo 1997, Bogotá) y en la reunión de Coordinación del CELAM (abril 1997, Bogotá) que contó con la participación de obispos provenientes de veintiuno países(9) del continente.

A partir de las contribuciones recibidas se redacta el Informe Provisional que se presenta a la XXVI Asamblea Ordinaria del CELAM (octubre 1997, Río de Janeiro) donde de nuevo se reciben más aportes.

La Secretaría General del CELAM publica este Informe Provisional para darlo a conocer en el continente y seguir recibiendo contribuciones hasta comienzos de 1999, cuando se entregará el Informe a la nueva directiva elegida durante la XXVII Asamblea Ordinaria del CELAM.

Lo más importante, y por ello la provisionalidad permanente del Informe, es provocar una reflexión compartida sobre la acción pastoral de la Iglesia en el continente según el nuevo contexto y sus consecuentes desafíos para la humanidad latinoamericana.

0.3.- CARACTERÍSTICAS DEL INFORME

El trabajo pastoral es la participación, aquí y ahora, en la misión salvadora de Jesús el Cristo, continuada en y por la Iglesia, dentro de un determinado contexto histórico. En esta perspectiva, surge la pregunta: ¿qué es lo que necesita la actual sociedad latinoamericana? En otras palabras, y desde el campo propio de la Iglesia, ¿qué preguntas le hace Jesús a la mujer y al hombre contemporáneos? ¿cómo anunciar el Evangelio a las mujeres y a los hombres de hoy a partir de sus preocupaciones reales para que, de verdad, sea para ellos una Buena Nueva de vida plena y en abundancia(10)?

El origen del Informe responde a esta sentida necesidad de emprender con nuevos métodos, con decidido ardor y con renovadas expresiones, la Nueva Evangelización en el horizonte de las distintas situaciones que configuran el inédito contexto histórico del continente.(11)

Esta inquietud básica definió las características del Informe.

1.- Un Informe: este término tiene la intencionalidad de distinguirlo de un documento. La palabra Informe señala que el enfoque del escrito privilegia el quehacer pastoral (qué y cómo hacer) de la Iglesia latinoamericana. El contenido doctrinal (en qué creer), como consecuencia de nuestra fe en la Persona y el Proyecto de Jesús el Cristo, ya está ampliamente elaborado en la IV Conferencia General del Episcopado Latinoamericano (Documento de Santo Domingo, 1992), que - a su vez - se inspira en las enseñanzas del Concilio Vaticano II (1962 - 1965), el Catecismo de la Iglesia Católica (1992), el Magisterio Pontificio (especialmente en el de Juan Pablo II), y los Documentos de Medellín (1968) y de Puebla (1979).

2.- De origen laical: en el tiempo de profundos cambios es preciso saber escuchar para poder entender. La palabra de los expertos sobre las megatendencias y aquella de los laicos sobre su percepción de la acción pastoral - actual y futura - de la Iglesia constituyen el contenido básico del Informe.

3.- Con amplia participación: las sucesivas redacciones (la actual es la novena) son una muestra de que el presente Informe Provisional es el resultado del constante diálogo que se ha mantenido en torno a la temática. Aún más, y de allí viene el adjetivo provisional que sigue la palabra Informe, todavía se esperan contribuciones.

Esta metodología responde a dos convicciones teológicas que han guíado la elaboración del Informe. En primer lugar, la misión de la Iglesia es tarea y responsabilidad de todos y cada uno de sus miembros(12); en segunda lugar, la convicción de la presencia del Espíritu de Jesús el Cristo en toda la comunidad de la Iglesia(13).

0.4.- ESTRUCTURA DEL INFORME

El contenido del Informe (en su actual redacción) tiene una estructura que responde a la preocupación inicial: El Tercer Milenio como Desafío Pastoral. La respuesta a esta inquietud requiere tres pasos: (a) situarse en un momento de la historia; (b) para discernir; (c) el compromiso eclesial en América Latina y el Caribe.

Por consiguiente, el Informe tiene tres enfoques:

1.- Situarse: desde una comprensión cristiana de la historia y desde el presente como portador de futuro (megatendencias).

2.- Discernir: la actualidad del trabajo pastoral (autoevaluación pastoral) para proyectarlo hacia el futuro según los nuevos desafíos (actitudes pastorales).

3.- Comprometerse: en continuidad con Santo Domingo (1992) y buscando nuevas expresiones del compromiso eclesial de cara al presente adveniente.

Las Tres Partes del Informe constituyen, a su vez, una elaboración de este triple enfoque.

Primera Parte: Hacia el Tercer Milenio - una breve reflexión teológica sobre la comprensión cristiana de la historia, particularmente sobre el significado de un Jubileo.

Segunda Parte: Algunos grandes desafíos frente al año 2000

- la enumeración de algunas Megatendencias que se presentan como desafíos para la acción pastoral de la Iglesia en el Tercer Milenio. Por una parte, se pregunta si estas Megatendencias inauguran una nueva civilización, como también, por otra parte, se hacen notar las Megausencias.

Al respecto conviene hacer una aclaración. En el apartado dedicado a las Megatendencias no se realizan juicios de valor porque sólo se constatan las tendencias según los informes pedidos a los expertos que nos describen los caminos hacia el futuro de la temática correspondiente. La respuesta pastoral a estas Megatendencias se encuentra en la Tercera Parte.

Tercera Parte: Una pastoral de futuro

- esta proyección se construye mediante (a) una autoevaluación del actual trabajo pastoral, (b) la presentación de algunas actitudes básicas para la acción pastoral en orden a responder a los desafíos que constituyen el contexto de la misión de la Iglesia en el futuro próximo, y (c) una conclusión en términos del compromiso de la Iglesia con la sociedad en América Latina y el Caribe.

0.5.- UNA INVITACIÓN ABIERTA

La publicación del Informe Provisional tiene la intención de hacerlo llegar a todas las personas y abriga la esperanza de seguir recibiendo contribuciones. La finalidad del Informe es ayudar a la reflexión, en diálogo, sobre los grandes desafíos del siglo veintiuno y establecer orientaciones para una acción pastoral que responda a una Nueva Evangelización.

Dóciles a la acción del Espíritu de Jesús, verdadero protagonista de la evangelización(14), estamos convocados "al anuncio del Evangelio siempre nuevo y siempre portador de novedad"(15). La nueva evangelización es, ante todo, una llamada a la conversión y a la esperanza; constituye un nuevo espacio vital, un nuevo Pentecostés donde la acogida del Espíritu de Jesús hace surgir un pueblo renovado constituido por personas libres conscientes de su dignidad y capaces de forjar una historia auténticamente humana; es el esfuerzo por la inculturación del Evangelio en la situación actual de las culturas del continente.(16)


1. Juan Pablo II, Tertio Millennio Adveniente, (10 de noviembre de 1994), No 55.

2. 1 Tim 2, 5 - 6; ver también Col 1, 19 - 20.

3. "Pero Dios, rico en misericordia, por el grande amor con que nos amó, estando muertos a causa de nuestros delitos, nos vivificó juntamente con Cristo - por gracia habéis sido salvados - y con él nos resucitó y nos hizo sentar en los cielos en Cristo Jesús, a fin de mostrar en los siglos venideros la sobreabundante riqueza de su gracia, por su bondad para con nosotros en Cristo Jesús (Ef 2, 4 - 7). Ver también Rom 5, 8.

4. "El que está en Cristo, es una nueva creación; pasó lo viejo, todo es nuevo" (2 Cor 5, 17).

5. "Pues por él, unos y otros tenemos libre acceso al Padre en un mismo Espíritu. Así pues, ya no sois extraños ni forasteros, sino conciudadanos de los santos y familiares de Dios, edificados sobre el cimiento de los apóstoles y profetas, siendo la piedra angular Cristo mismo, en quien toda edificación bien trabada se eleva hasta formar un templo santo en el Señor, en quien también vosotros estáis siendo juntamente edificados, hasta ser morada de Dios en el Espíritu" (Ef 2, 18 - 22).

6. "Todo proviene de Dios, que nos reconcilió consigo mismo por Cristo y nos confió el ministerio de la reconciliación. Porque en Cristo estaba Dios reconciliando al mundo consigo, no tomando en cuenta las transgresiones de los hombres, sino poniendo en nosotros la palabra de la reconciliación. Somos, pues, embajadores de Cristo, como si Dios exhortara por medio de nosotros. En nombre de Cristo os suplicamos: ¡reconciliaos con Dios! A quien no conoció pecado, le hizo pecado por nosotros, para que viniésemos a ser justicia de Dios en él" (2 Cor 5, 18 - 21).

7. Ver III Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, Documento de Puebla, (1979), No 322.

8. Argentina, Bolivia, Brasil, Colombia, Costa Rica, Cuba, Chile, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Honduras, México, Nicaragua, Panamá, Paraguay, Perú, Puerto Rico, República Dominicana, Uruguay y Venezuela.

9. Antillas, Argentina, Bolivia, Brasil, Colombia, Costa Rica, Cuba, Chile, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Honduras, México, Nicaragua, Panamá, Paraguay, Perú, Puerto Rico, República Dominicana, Venezuela y Uruguay.

10. Ver Jn 3, 16 - 17; Jn 10, 10.

11. Ver IV Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, Documento de Santo Domingo, (1992), No 1.

12. Ver Juan Pablo II, Christifideles Laici, (30 de diciembre de 1988), No 2. 13. Ver Jn 3, 8; Jn 14, 26; Jn 16, 13; Ef 4, 7 -

13; 1 Cor 12, 7.

14. Ver Juan Pablo II, Tertio Millennio Adveniente, (10 de noviembre de 1994), No 45.

15. Ver Juan Pablo II, Veritatis Splendor, (6 de agosto de 1993), No 106.

16. Ver IV Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, Documento de Santo Domingo, (1992), No 24.


1.- HACIA EL TERCER MILENIO
     1.1. Los nuevos tiempos
     1.2. El Gran Jubileo

La acción pastoral de la Iglesia se realiza dentro de un contexto histórico. La comprensión de este espacio vital resulta indispensable en la medida que la Nueva Evangelización constituye el horizonte de respuestas y orientaciones frente a los desafíos que cada época conlleva.(1) Pero una respuesta resulta relevante - y, por ende, portadora de un mensaje de salvación - en cuanto responde a una pregunta; de otra manera corre el peligro de quedar en la irrelevancia a pesar de su validez.

Con mayor razón esta tarea se hace más urgente en un tiempo que se ha definido no tan sólo como una época de cambio (el pasar cronológicamente al año dos mil: concepto cuantitativo del tiempo), sino más bien como un cambio de época (destacando los profundos cambios culturales: concepto cualitativo del tiempo). Creemos en el cambio cuando lleva hacia el progreso y cuando fortalece la esperanza.

Pero se observa que , por una parte, se vive en una cultura de cambio como estilo de vida ya que se vive en el cambio, con el cambio, y en expectativa del cambio permanente, lo cual genera un sentir y un pensar en términos de lo provisional, lo desechable, lo cambiable. Por consiguiente, se va imponiendo una mentalidad relativista ya que se tiende a considerar que nada es absoluto, definitivo, estable.

El secularismo imperante aleja cada vez más a la persona de Dios. La persona actual pareciera no contar con Él a la hora de pensar y tomar decisiones: en la familia, en el trabajo, en la profesión, en la elaboración de nuevas leyes, en el comercio, en el arte, en la vida cotidiana, … Esta actitud de fuga del Creador lleva a hechos desconcertantes que, en muchos casos, cuestionan hasta la propia esencia del ser humano. Tanto que puede llegar a afirmarse que una humanidad sin divinidad va convirtiéndose en animalidad, y de la animalidad a la brutalidad dista sólo un paso.

Por otra parte, el actual cambio cultural se expresa básicamente en el rechazo hacia los grandes modelos tradicionales, el creciente respeto a la diferencia, y una mayor confianza en poder construir identidades individuales y grupales.

Ciertamente, no pretendemos tener la solución técnica ni la fórmula mágica frente a tantos desafíos y problemas que aquejan a nuestros países. Sin embargo, tampoco creemos que la única, ni siquiera la más importante, solución frente a los problemas humanos sea tan sólo la respuesta técnica. La causa más profunda de los problemas de la humanidad se encuentra en el corazón humano(2) desde donde brota la decisión técnica, que posteriormente se institucionaliza en estructuras.

Por ello, desde nuestra propia experiencia de fe en el Dios de Jesús el Cristo, volvemos a repetir las palabras de Pedro frente al paralítico, y decimos con mucho cariño: "No tengo plata ni oro, pero lo que tengo te doy: en el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y anda"(3). Creemos profundamente que nuestro mensaje de la proclamación de Jesús de Nazaret como el Cristo conlleva unas consecuencias históricas que constituyen un camino que abre muchas posibilidades de sentido a nivel personal y de solidaridad a nivel social. Con la misma convicción conciliar reiteramos con entusiasmo sincero que para la Iglesia del continente "los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo. Nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco en su corazón. La comunidad cristiana está integrada por hombres que, reunidos en Cristo, son guiados por el Espíritu Santo en su peregrinar hacia el Reino del Padre y han recibido la Buena Nueva de la salvación para comunicarla a todos. La Iglesia por ello se siente íntima y realmente solidaria del género humano y su historia"(4).

En medio de tantas situaciones angustiosas(5) y otras ambivalentes, en cuanto no se sabe todavía hacia dónde conducen, tenemos una profunda esperanza en el futuro de nuestros pueblos porque nuestra confianza está depositada en el Señor de la historia(6). Somos testigos de tantos hombres y tantas mujeres que se empeñan generosa y diariamente para hacer de nuestras sociedades un lugar verdaderamente fraterno, en el respeto por la dignidad inalienable de cada ciudadano latinoamericano, y crece en nosotros la convicción de que es necesaria una mayor coherencia entre aquello que proclamamos y nuestra acción concreta(7).

En los umbrales del Tercer Milenio sentimos la necesidad de pronunciar una palabra para que este acontecimiento histórico no sea tan sólo un hito cronológico sino más bien una ocasión de profunda reflexión y un compromiso concreto de cambio para que entre todos construyamos un continente fraterno donde todos tengan cabida. Que la llegada del año dos mil sea una fiesta de conversión, de perdón, de reconciliación(8), inaugurando de manera creativa y gozosa un nuevo estilo de vida más conforme con el Evangelio.

1.1.- Los "nuevos tiempos"

"La eternidad ha entrado en el tiempo"(9), nos recuerda Juan Pablo II cuando nos convoca para celebrar el Gran Jubileo. El cristiano no vive el tiempo con indiferencia porque es en el tiempo que descubre a Dios y con sus ojos mira la historia humana con ternura y compasión, encontrando un sentido salvífico en los acontecimientos.(10) La historia, para el creyente, es un peregrinar: un caminar en compañía de Jesús el Cristo hacia el Reinado del Padre fortalecidos en lo cotidiano por la acción constante del Espíritu que nos guía en el discernimiento de la presencia de la acción divina en los acontecimientos históricos y en los deseos más profundos de los hombres y las mujeres de nuestro tiempo.

El cristiano, como místico comprometido, contempla la historia en su acción cotidiana porque realiza una lectura de la acción del Espíritu en los acontecimientos para discernir la presencia de los nuevos tiempos en medio de las expresiones históricas del pecado y las semillas de la gracia.

Pero, básicamente, es una lectura agradecida y llena de esperanza porque, junto con María, el discípulo de Jesús el Cristo canta el himno del Magnificat(11) ya que reconoce la acción de Dios: un Dios que trabaja en la historia también a través de nuestras limitaciones.

Sin ingenuidad, pero confiando en la acción divina, el cristiano en el continente se pregunta por aquello que Dios está construyendo y tejiendo en los acontecimientos que configuran este tiempo de crepúsculo, cuando se despide el segundo milenio para inaugurar el año dos mil. El gran desafío es descubrir la acción de Dios, justamente en los más profundos anhelos que nuestros pueblos pronuncian a veces a gritos pero otras veces en susurros.(12)

En el tiempo presente de Dios está el futuro de la historia humana. La historia humana se recorre en la actitud del peregrino que se llena de fuerza para enfrentar el hoy a partir del mañana de Dios. El pasado está perdonado, el futuro es un nuevo mañana, el presente se vive en plena confianza de la promesa.

El tiempo, de esa manera, se transforma en la hora de Dios y portador de su gracia. Todo tiempo se convierte en nuevo tiempo porque se reconoce a su Protagonista, a su Pastor, que nos invita a mirar con Él, a construir con Su Hijo Jesús, y a confiar en la acción poderosa del Espíritu. La gracia puede más que el pecado y esta nuestra historia - la única que conocemos - está llamada a ser una historia de salvación para toda la humanidad. Dios nos espera, la esperanza nos convoca.(13)

Junto con María tenemos que pronunciar el gran sí frente al momento histórico que nos toca vivir. El desconcierto del "¿cómo podrá suceder esto?" se alivia en la actitud de abandono en Aquel "para quien no hay nada imposible" y se traduce en un "Hágase en mí según Tu voluntad"(14).

Toda lectura humana es limitada no sólo por la presencia del pecado en aquel que mira, sino también porque el ojo humano no percibe la acción del Espíritu en la interioridad de las personas que, en su diario vivir, construyen el hogar de la santidad cotidiana. Sin embargo, la incapacidad de realizar una sociología de la gracia que obra en el corazón de tantas personas (mediante la fidelidad, la generosidad, la entrega diaria, etc.), no nos exime de la responsabilidad de descubrir y de discernir la acción divina en el proceso histórico que camina hacia el Tercer Milenio entre los hechos de pecado y las posibilidades de gracia para la humanidad.

Esta lectura de la historia es una verdadera actitud espiritual, propia del seguidor de Jesús el Cristo, quien como un místico comprometido(15) busca incesantemente las semillas del Verbo porque cree profundamente que la Nueva Evangelización no constituye un proceso de destrucción sino de consolidación y fortalecimiento de los valores que se hacen presentes en cada cultura y en cada época. De esa manera, hacer brotar y crecer los gérmenes del Verbo que se encuentran en el corazón de toda persona como también en el seno de nuestra sociedad latinoamericana contemporánea.(16)

Esta actitud frente al hoy de nuestra historia exige de todo cristiano un espíritu dinámico de discernir entre lo permanente y lo mutante, entre la presencia fiel de Dios y las distintas y provisionales expresiones humanas que reflejan en lo cambiante lo permanente de lo divino.

1.2.- El Gran Jubileo

La llegada del año dos mil, o la entrada en el Tercer Milenio, es una ocasión verdaderamente litúrgica porque renovamos nuestra fe en Jesús el Cristo como el Señor del tiempo, de tal manera que el año cronológico tenga un significado litúrgico (el tiempo como una ocasión de gracia), con el consecuente compromiso de esforzarnos para restaurar la justicia social en el tiempo de la historia humana en consonancia con la auténtica tradición jubilar del Antiguo Testamento.(17)

El Tercer Milenio adveniente puede ser un año de gracia porque todo jubileo será ocasión de profunda alegría en la medida que se tenga el valor de re-encontrarse con la fuente de la celebración para repensar el pasado y reorientarlo hacia el futuro mediante acciones concretas en el presente. Así, "lo nuevo brota de lo viejo y lo viejo encuentra en lo nuevo una expresión más plena"(18).

Toda celebración lleva a hacer memoria (recuerdo, vuelta a las raíces más profundas, asumir el pasado para integrarlo en el presente y proyectarlo a un futuro), desde donde brota una mirada de renovación (fidelidad con la identidad más profunda, revisión, apertura al cambio), para asumir lo adveniente como un envío (las nuevas tareas, responsabilidades, compromisos).

Animados por el mismo ejemplo de Juan Pablo II, es preciso reconocer, como representantes de la Iglesia en América Latina y el Caribe, la constante necesidad de nuestra conversión al Dios de la historia y del incesante trabajo de renovación para llevar la Buena Nueva a nuestros países en el umbral del Tercer Milenio.(19)

Por consiguiente, en un espíritu de diálogo(20) abierto, respetuoso y cordial con todos los miembros de nuestras sociedades(21), deseamos compartir nuestra percepción de los grandes desafíos presentes en nuestros países, reconociendo que la Iglesia no siempre ha sabido estar al altura del Evangelio que proclama, para proponer(22) caminos de acciones pastorales que respondan a los nuevos desafíos en el futuro inmediato.

La Iglesia tiene vocación de Maestra en cuanto Madre(23). Desde su seno maternal desea ofrecer unas palabras orientadoras, que brotan muy sinceramente de su amor profundo al pueblo latinoamericano y caribeño, atestiguado por tantos mártires y personas entregadas diariamente al servicio de todos, muy especialmente de los marginados que lamentablemente tienen tan distintos y variados rostros.(24)

Desde la fe en el Dios de la historia, una lectura del futuro adveniente se realiza mediante un discernimiento de los signos de los tiempos(25), superando una visión apocalíptica y contribuyendo con lo propio, concretamente con un mensaje lleno de esperanza(26) para orientar hacia una nueva humanidad(27), a partir del potencial que se encuentra en las megatendencias, con la convicción de que "entre ustedes hay uno que no conocen"(28).


1. "{Los Obispos} han de exponer las enseñanzas cristianas con un método adaptado a las necesidades de nuestro tiempo, que dé una respuesta a las dificultades y problemas que más oprimen y angustian a los hombres" (Christus Dominus, No 13).

2. El término corazón humano no se emplea en un sentido psicológico de emocionalidad sino como el lugar interior donde se toma la decisión humana que se expresa exteriormente en actos concretos (ver Mt 15, 10- 20; Mc 7, 14-23).

3. Hechos 3, 6.

4. Gaudium et Spes, No 1.

5. Ver el Segundo Capítulo de la Segunda Parte, "Promoción Humana", del Documento de Santo Domingo, Nos 157 - 227. En el Plan Global del CELAM (1995 - 1999) se destacan: el rápido y complejo cambio cultural que afecta todas las dimensiones de la vida humana; la economía de mercado: una sociedad que se enriquece pero un pueblo que se empobrece; la construcción del desarrollo sostenible en un medio donde la naturaleza y la ecología humana están en peligro; la tierra: anhelo de muchos, posesión de pocos; nuevas condiciones de empleo para una población que requiere capacitación y estabilidad laboral; la nueva cultura y la movilidad humana; esfuerzos de integración latinoamericana y regional en una realidad de desintegración interna; la cultura urbana que extiende su influencia a través de los medios de comunicación social; el paso de una sociedad no participante a una democracia participativa; la crisis de la familia que amenaza sus fundamentos; la corrupción y la impunidad en un ambiente de crisis ética; diversas formas de violencia como expresión de marginación, intolerancia, y desprecio de la vida humana en sociedades que anhelan la paz.

6. Cf. Rom 4, 18 - 25; 8, 24; 1 Pedro 1, 3 - 4.

7. "No todos los que me dicen: Señor, Señor, entrarán en el reino de los cielos, sino solamente los que hacen la voluntad de mi Padre celestial" (Mt 7, 21; cf. Lc 6, 46).

8. Cf. Tertio Millennio Adveniente, No 14.

9. Tertio Millennio Adveniente, No 9.

10. "En el cristianismo el tiempo tiene una importancia fundamental. Dentro de su dimensión se crea el mundo, en su interior se desarrolla la historia de la salvación, que tiene su culmen en la plenitud de los tiempos de la Encarnación y su término en el retorno glorioso del Hijo de Dios al final de los tiempos. En Jesucristo, Verbo encarnado, el tiempo llega a ser una dimensión de Dios, que en sí mismo es eterno" (Tertio Millennio Adveniente, No 10).

11. "Mi alma alaba la grandeza del Señor, mi espíritu se alegra en Dios mi Salvador. Porque Dios ha puesto sus ojos en mí, su humilde esclava, y desde ahora me llamarán dichosa; porque el Todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas" (Lc 1, 46 - 49).

12. "Miren, yo voy a crear un cielo nuevo y una tierra nueva. Lo pasado quedará olvidado, nadie se volverá a acordar de ello. Llénense de gozo y alegría para siempre por lo que voy a crear, porque voy a crear una Jerusalén feliz y un pueblo contento que viva en ella" (Isaías 65, 17 - 18).

13. "La actitud fundamental de la esperanza, de una parte, mueve al cristiano a no perder de vista la meta final que da sentido y valor a su entera existencia y, de otra, le ofrece motivaciones sólidas y profundas para el esfuerzo cotidiano en la transformación de la realidad para hacerla conforme al proyecto de Dios" (Tertio Millennio Adveniente, No 46).

14. Cf. Lc 1, 26 - 38.

15. "Los cristianos, en marcha hacia la ciudad celeste, deben buscar y gustar las cosas de arriba; lo cual en nada disminuye, antes por el contrario aumenta, la importancia de la misión que les incumbe de trabajar con todos los hombres en la edificación de un mundo más humano" (Gaudium et Spes, No 57).

16. Ver Gaudium et Spes, No 57; Documento de Puebla, Nos 2974, 2976, 3025; Documento de Santo Domingo, Nos 17, 138, 245.

17. "Una de las consecuencias más significativas del año jubilar era la emancipación de todos los habitantes necesitados de liberación. (...) Aunque en gran parte los preceptos del año jubilar no pasaron de ser una expectativa ideal - más una esperanza que una concreta realización, estableciendo por otro lado una prophetia futuri como preanuncio de la verdadera liberación que habría sido realizada por el Mesías venidero - sobre la base de la normativa jurídica contenida en ellos se viene ya delineando una cierta doctrina social, que se desarrolló después más claramente a partir del Nuevo Testamento. El año jubilar debía devolver la igualdad entre todos los hijos de Israel, abriendo nuevas posibilidades a las familias que habían perdido sus propiedades e incluso la libertad personal. Por su parte, el año jubilar recordaba a los ricos que había llegado el tiempo en que los esclavos israelitas, de nuevo igual a ellos, podían reivindicar sus derechos. En el tiempo previsto por la Ley debía proclamarse un año jubilar, que venía en ayuda de todos los necesitados. Esto exigía un gobierno justo. La justicia, según la Ley de Israel, consistía sobre todo en la protección de los débiles, debiendo el rey distinguirse en ello (...). Los presupuestos de estas tradiciones eran estrictamente teológicos, relacionados ante todo con la teología de la creación y con la divina Providencia. De hecho, era común convicción que sólo a Dios, como Creador, correspondía el dominium altum, esto es, la señoría sobre todo lo creado, y en particular sobre la tierra (cf. Lv 25, 23). Si Dios en su Providencia había dado la tierra a los hombres, esto significaba que la había dado a todos. Por ello las riquezas de la creación se debían considerar como un bien común de toda la humanidad. Quien poseía estos bienes como propiedad suya era en realidad sólo un administrador, es decir, un encargado de actuar en nombre de Dios, único propietario en sentido pleno, siendo voluntad de Dios que los bienes creados sirvieran a todos de un modo justo. El año jubilar debía servir de ese modo al restablecimiento de esta justicia social" (Tertio Millennio Adveniente, Nos 12 - 13).

18. Tertio Millennio Adveniente, No 18.

19. "La Iglesia, abrazando en su seno a los pecadores, es a la vez santa y siempre necesita de purificación, y busca sin cesar la conversión y la renovación" (Lumen Gentium, No 8); ver también Tertio Millennio Adveniente, Nos 32 - 36.

20. "El diálogo es una nueva manera de ser Iglesia" (Ecclesiam Suam, No 63).

21. "Un interrogante fundamental debe también plantearse sobre el estilo de las relaciones entre la Iglesia y el mundo. Las directrices conciliares - presentes en la Gaudium et Spes y en otros documentos - de un diálogo abierto, respetuoso y cordial, acompañado sin embargo por un atento discernimiento y por el valiente testimonio de la verdad, siguen siendo válidas y nos llaman a un compromiso ulterior" (Tertio Millennio Adveniente, No 36).

22. Al hacer referencia a los "métodos de intolerancia e incluso de violencia en el servicio a la verdad", la Carta Apostólica Tertio Millennio Adveniente (No 35) concluye que "de estos trazos dolorosos del pasado emerge una lección para el futuro, que debe llevar a todo cristiano a tener buena cuenta del principio de oro dictado por el Concilio: La verdad no se impone sino por la fuerza de la misma verdad, que penetra, con suavidad y firmeza a la vez, en las almas (Dignitatis Humanae, No 1)".

23. "Al transmitirlas {las enseñanzas}, {los Obispos} han de mostrar que la Iglesia se preocupa como una madre para todos los hombres, creyentes o no creyentes. Con amor especial deben estar al lado de los pobres y los más débiles, a los que el Señor les envió a anunciar la Buena Noticia" (Christus Dominus, No 13).

24. Ver Documento de Puebla, Nos 31 - 39; Documento de Santo Domingo, No 178.

25. "Por la tarde dicen ustedes: Va a hacer buen tiempo, porque el cielo está rojo; y por la mañana dicen: Hoy va a hacer mal tiempo, porque el cielo está rojo y nublado. Pues si ustedes saben interpretar tan bien el aspecto del cielo, ¿cómo es que no saben interpretar las señales de los tiempos?" (Mt 16, 3).

26. "Nosotros esperamos el cielo nuevo y la tierra nueva que Dios ha prometido, en los cuales todo será justo y bueno" (2 Pedro 3, 13).

27. "El que está unido a Cristo es una nueva persona. Las cosas viejas pasaron; se convirtieron en algo nuevo. Todo esto es la obra de Dios, quien por medio de Cristo nos reconcilió consigo mismo y nos dio el encargo de anunciar la reconciliación" (2 Cor 5, 17 - 18). "De nada vale estar o no estar circuncidados; lo que sí vale es el haber sido creados de nuevo" (Gál 6, 15).

28. Jn 1, 26.