PASTORAL DE LAS
MIGRACIONES EN ESPAÑA

Conferencia Episcopal Española


Introducción

I

UNA EXPERIENCIA HONDAMENTE HUMANA

1. DATOS SOBRE EL PANORAMA ACTUAL
1.1. Movilidad y Migración
1.2. Triple Perspectiva
a) Española
b) Europea
c) Mundial
2. CONSTATACIONES
2.1. Distintas Interpretaciones
a) Las migraciones como factor de equilibrio
b) Crisis y desaceleración del proceso migratorio
c) Posturas contradictorias ante el fenómeno migratorio
2.2. Valoración
a) Fenómeno universal
b) Dura realidad


INTRODUCCIÓN

El fenómeno de la movilidad humana, de gran importancia en el momento actual por su dimensión, es de prever que constituya uno de los grandes desafíos a la sociedad y a la Iglesia en las próximas décadas.

En el presente documento queremos abordar los problemas de los migrantes y sus familias. Ante la nueva realidad de la Unión Europea no podemos olvidar a los más de 800.000 españoles que todavía viven fuera de nuestras fronteras, así como a los muchos hermanos que desde otros países -fundamentalmente del llamado "Tercer Mundo"- han llegado hasta nuestras tierras, impulsados por diversos motivos.

Queremos proporcionar, en el veinticinco aniversario de la "Pastoralis Migratorum Cura", de Pablo VI, unas orientaciones pastorales, de forma que los católicos españoles puedan prestar un auténtico servicio a los migrantes. Al mismo tiempo, los obispos españoles confiamos en la disponibilidad de nuestras comunidades eclesiales, así como del resto de las iglesias, y esperamos que, atentas a la voz del Espíritu Santo, estén dispuestas a traducir en compromisos concretos las palabras del Señor: "era forastero y me acogiste" (Mt. 25, 43).

Nos dirigimos, en primer lugar, a nuestra Iglesia en España, a todo el Pueblo de Dios y especialmente a quienes por su carisma, ministerio o función, tienen una relación y compromiso mayores con los hombres y mujeres condicionados por la movilidad. También a los Poderes Públicos, que tienen la responsabilidad de dar respuesta a las necesidades de los migrantes dentro de la salvaguardia del interés general, así como a toda la sociedad para que tome conciencia de su responsabilidad en favor de cuantos por una u otra causa viven desplazados, separados de su familia y en movilidad. Especialmente nos dirigimos con interés y confianza a los medios de comunicación que tienen en nuestra sociedad y nuestro tiempo una importancia decisiva a la hora de crear estados de opinión y de favorecer determinados comportamientos.

Destinatarios de nuestra exhortación son también los propios migrantes, a los que saludamos cordialmente y a los que tendemos nuestra mano de hermanos. Los exhortamos a que tomen conciencia de su propia dignidad y derechos y los hagan valer; les pedimos además que tengan en cuenta su deber de esforzarse por integrarse en la sociedad de acogida, a fin de construir juntos una sociedad más justa y una convivencia más fraterna, basada en el respeto mutuo.

La Iglesia Española reconoce que no tiene soluciones técnicas ante el problema de los flujos migratorios, pero ofrece, después de escudriñar la Sagrada Escritura, su doctrina social, de raíz milenaria y de específica reelaboración en la era industrial y postindustrial; ésta proporciona principios de reflexión, criterios de juicio y orientaciones de acción, que responden a las necesidades de los individuos, de los grupos y de la sociedad. La respuesta de la Iglesia a lo largo de la historia en este campo no surge sólo por un impulso meramente humano de solidaridad, sino que encuentra su fundamento principal en la Revelación Divina.

Queremos reseñar que hoy adquiere un significado especial el fenómeno de la inmigración en nuestro país. El número de inmigrantes existente aún no es excesivo, pero la novedad de la situación ha sorprendido a nuestra sociedad, que ha visto invertirse una tendencia en muy poco tiempo, pues hasta hace sólo diez años España era un país de emigración. La importancia de esta nueva situación nos ha impulsado a reflexionar sobre la realidad de la inmigración en nuestro país, reflexión que los obispos, a través de los obispos miembros de la Comisión Episcopal de Migraciones, queremos ofrecer a la sociedad española en un futuro próximo.

Los obispos, reconociendo nuestras limitaciones en este campo, queremos seguir promoviendo el estilo acogedor de la Iglesia, reflejo de la actitud del Buen Samaritano y damos gracias a Dios y a cuantos prestan su servicio a los migrantes, así como a los mismos migrantes, a quienes consideramos como un don para la Iglesia. Acudimos a la intercesión de Santa María Virgen y San José, que con el pequeño Jesús compartieron la emigración y el exilio: hoy ellos nos ayudan a comprender a todos los hermanos y hermanas que tienen que abandonar sus casas y marchar a otras tierras.

Vamos a describir y considerar una experiencia hondamente humana cuya doble vertiente -eclesial y ético-política- exige una toma de conciencia clarividente, y un cambio de actitud operante.

I

UNA EXPERIENCIA HONDAMENTE HUMANA

1. DATOS SOBRE EL PANORAMA ACTUAL

1.1. Movilidad y Migración

Nos referimos al fenómeno global de la movilidad humana y, dentro de él, al particular de la emigración. Entendemos por emigrante a quien, por razones de trabajo o de violencia, sale de su país y se sitúa en otro con la pretensión de residir y trabajar en él, sin adquirir, por los motivos que fuere, su ciudadanía y sin poseer, por consiguiente, los mismos derechos o posibilidades que los miembros que lo componen. No incluimos en este concepto otros grupos humanos afectados por la movilidad, como gitanos, hombres del mar, el mundo del circo y de la feria, los sectores del transporte terrestre y aéreo, etc., aunque parte del presente documento sea aplicable a ellos en mayor o menor medida.

1.2. Triple perspectiva

a) Española

Desde la perspectiva española, constatamos que el flujo migratorio, tanto si se refiere a los españoles en el extranjero como a los extranjeros en España, presenta en la actualidad nuevas características.

La tradicional emigración a Hispanoamérica y a Brasil desde hace cinco siglos ha cambiado de signo a partir de 1950. Hoy apenas emigran españoles allá; al contrario, muchos desean retornar a la patria, otros se quedan en condiciones no siempre buenas y aumenta el número de iberoamericanos que buscan emigrar a España o a nuestro Continente.

El flujo intermitente, a veces intenso, de nuestros emigrantes hacia Europa, como en el período entre las dos guerras europeas, el de los refugiados de nuestra Guerra Civil o la emigración laboral de las décadas del 50 al 70, está detenido y se halla prácticamente en retroceso desde 1973. Sin embargo, todavía hay unos 800.000 emigrantes españoles en dichos países: alrededor de 700.000 en los de la Comunidad, unos 100.000 en Suiza y varios millares en Austria y Países Escandinavos.

Fenómeno relativamente nuevo es, por el contrario, la presencia de inmigrantes y extranjeros en España. En la actualidad se calculan unos 600.000 regularizados. Es importante además, el número de clandestinos. España se ha convertido en la puerta de entrada a Europa, sobre todo para magrebíes e hispanoamericanos. Todavía hay 800.000 emigrantes españoles en Europa, de ellos 700.000 en los países de la Comunidad Europea.

b) Europea

Desde el punto de vista europeo, hay que distinguir entre la Comunidad Europea y el resto. La Comunidad Europea cuenta con 13 millones de emigrantes. Es de justicia señalar que la Unión Europea en gestación ha contribuido a mejorar substancialmente su situación en lo que afecta a la seguridad jurídica, la paridad de derechos laborales y sociales -no así aún de los políticos- la libertad de circulación de mercancías, capitales, servicios y personas, etc. Sin embargo, se plantea cada vez más seriamente en estos países la dificultad de acoger y regular nuevas oleadas de inmigración. Proliferan hechos y emergen signos que dan pie a una honda preocupación. Tales son entre otros:

- El miedo a la pérdida de identidad, a la "extranjerización", desde un concepto monolítico de Europa por razón de su cultura o de cualquier otro factor, que estaría en abierta contradicción con la Europa multicultural, multirracial, plurilingüística y de coexistencia de diversas religiones y confesiones. Los preocupantes brotes de racismo y xenofobia, que surgen con relativa frecuencia en todos los países de la Comunidad Europea, son un indicio de ello. Es altamente significativo al respecto el aumento del rechazo a los ciudadanos de terceros países, constatado en sendas encuestas del Parlamento europeo, entre los años 1985 y 1990.

- La ignorancia y el desconocimiento, a veces fomentado por determinados grupos y medios, de las ventajas, beneficios y aportaciones positivas que significan para una nación o continente los emigrantes y los valores que traen consigo.

- El peligro de un resurgimiento de las tesis liberales en el planteamiento de la economía que dé al traste, por un lado, con los avances ya logrados de la Europa social y, por otro, previsto en el Tratado de Maastricht, con el consiguiente endurecimiento de las relaciones humanas no sólo entre los ciudadanos de Europa, sino también, y más todavía con los inmigrantes a la Comunidad.

Muchos países están endureciendo las leyes sobre inmigración, ante la supuesta amenaza de una inmigración masiva, con una opinión pública adversa hacia los emigrantes, por el riesgo que puede suponer para el bienestar de la sociedad que lo recibe. Si los actuales indicadores sociales no cambian significativamente, Europa puede convertirse en un bastión de prosperidad, con libre circulación de fronteras adentro, pero con medidas defensivas y de rechazo a cuantos asoman a sus puertas a mendigar las migajas que caen de su mesa suculenta.

Esto constituye una contradicción con lo que históricamente ha sido Europa: un continente de grandes movimientos migratorios de población en su interior, de emigración a otros continentes y de acogida de inmigrantes y refugiados de todo el mundo.

En los próximos años aumentará la presión migratoria, por una parte, de los países del Centro y Este de Europa, a causa del desnivel económico y de la liberalización y, por otra, la del Hemisferio Sur hacia el Norte, debido asimismo al desnivel económico. La caída de los regímenes comunistas del Centro y Este de Europa significa la libertad para sus pueblos y habitantes y posibilita una creciente relación entre los diversos estados, naciones y regiones de la Europa integral, que se extiende desde el Atlántico a los Urales. En este proceso va implícito también el derecho a emigrar y a la libertad de establecerse en otro lugar. Por ello se abre una etapa de movilidad humana en aquellos países y hacia Occidente, de consecuencias hoy aún imprevisibles.

Del rumbo que tome el proceso de consolidación de la comunidad Europea, de la integración de todos los países y otros continentes, dependerá en el futuro en buena parte la suerte de los migrantes en la Nueva Europa.

c) Mundial

Excede los límites del presente documento el planteamiento integral del problema de la emigración a nivel mundial. No obstante, se impone una mínima referencia al mismo, a fin de enmarcarlo elementalmente. Según los cálculos de la ONU, sólo el número de refugiados o solicitantes de asilo político es de 18 millones. De ellos únicamente el 18% vive en los países ricos (Estados Unidos de América, Canadá, Australia, Comunidad Europea). Del 82% restante, el 37% vive en Asia Menor, Irán y Pakistán; el 23% en África; el 15% en Oriente Medio; el 5% en el Sudoeste de Asia y el 2% en América Central. En este sector resulta cada vez más difícil distinguir entre el refugiado "político" y el "económico".

Entre las causas fundamentales de la emigración mundial, destacamos: el desequilibrio económico entre países ricos y pobres, sumidos éstos en hambre y subdesarrollo; la falta de respeto a los derechos humanos, la violencia y las guerras; la presión demográfica en los países pobres, especialmente si, como ocurre con frecuencia, se ven golpeados por desastres ecológicos; la falta de un Orden internacional que impida la corrupción en muchas de las administraciones y otros excesos como los generados por la deuda externa o ciertas políticas del Fondo Monetario, etc. Todo ello, en el marco de una economía de mercado liberalizada por una parte e internacionalizada por otra, y con sistemas de comunicación y transporte que hacen del mundo "una aldea planetaria", necesitada de cauces supranacionales que armonicen soberanías nacionales y derechos de las minorías étnicas y migrantes. Es previsible que, en la presente década y al cambio de milenio, estas causas no sólo no desaparezcan o se aminoren, sino que se agraven.

2. CONSTATACIONES

2.1. Distintas Interpretaciones

La emigración que es tan antigua como la humanidad, ha sido objeto de distintas valoraciones e interpretaciones, dependiendo de cada etapa y de sus manifestaciones. a) Las migraciones como factor de equilibrio En los primeros momentos de la era industrial y hasta bien entrado el siglo XX, se insistió en el derecho a emigrar y en el papel regulador de la población, de las economías y de las tensiones sociales por medio de las migraciones. El emigrante colabora al desarrollo del país de acogida con su trabajo y mediante su calificación laboral y técnica, al tiempo que beneficia a su país de origen al aligerar su carga social explosiva y al enviar a su familia una buena parte de su sueldo. En línea con este enfoque inicialmente positivo, el Código Social de la Unión Internacional de Estudios sociales de Malinas presenta la emigración, junto con la colonización, como un medio para evitar la superpoblación y asegurar el equilibrio entre la población de las ciudades y la del campo.

b) Crisis y desaceleración del proceso

El concepto de emigración como factor de equilibrio de poblaciones pobres y hambrientas entra en crisis ante la sensación, fundada o infundada, de que los países de acogida tienen un límite determinado en su capacidad de recibir emigrantes e integrarlos ordenadamente y ante la alarma ocasionada por la afluencia masiva de las múltiples oleadas migratorias que tienen lugar en las últimas décadas. A ello se añade los previsibles aluviones de seres humanos que, a corto y mediano plazo, se verán obligados a emigrar por causa del hambre, de los desastres ecológicos, de la violación de sus derechos, etc. Los países ricos, potenciales receptores, se ponen en guardia. Entretanto, la creación de puestos de trabajo en los países en vías de desarrollo adopta un ritmo más lento que el del crecimiento de su población.

c/ Posturas contradictorias ante el fenómeno migratorio

Por un lado, se reconoce a los emigrantes la libertad de movilidad. Este derecho se había afirmado en la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948, de la ONU. La actual política de la OCDE y de los países ricos establece que la emigración puede ser solución para un reducido número, mediante acuerdos y criterios reguladores. Asume el compromiso de recoger refugiados en el sentido estricto de las Convenciones de Ginebra de 1959 y de la Declaración de Nueva York de 1967. Afirma que se protegerán más los derechos de los inmigrados en lo que afecta a su identidad cultural y a sus relaciones interculturales. Establece asimismo la cooperación al desarrollo como camino alternativo a la emigración para salvar la solidaridad internacional.

Por otro lado, no se reconoce ninguna obligación moral de abrir fronteras. Bajo el pretexto de un posible "caos sociopolítico", se niega la obligación de acogida por parte de otro país. El principio y la mentalidad dominante en general en las diversas políticas sobre migraciones y en la opinión pública, son los de garantizar, ante todo, el bienestar propio y los intereses de los connacionales, instrumentando y subordinando a este "valor supremo" la inmigración y las condiciones de trabajo y de estancia de la población móvil. Aparece así la inmigración como último recurso y por eso se le aplica una política restrictiva y se endurecen los controles en las fronteras y las condiciones de asentamiento. El miedo a "invasiones incontroladas" supera la capacidad de apertura, de acogida y de solidaridad. Se cierran las fronteras a los "clandestinos" y a los que solicitan asilo de manera considerada abusiva.

2.2. Valoración

a) Fenómeno universal

Una simple e imparcial observación del fenómeno migratorio, tanto en su perspectiva universal de tiempo y espacio, como en la nuestra particular de España y de Europa en el momento actual, nos lleva a la conclusión de que no hay pueblo, nación o continente, exceptuando, si acaso, algún reducto de pueblo aborigen, que no sea producto de movimientos de población.

Tendremos que afirmar, aunque no sea más que a la vista de este hecho, que las migraciones, que para los que las padecen pueden constituir una desgracia, como en el caso del destierro o de la invasión, pueden y deben resultar un factor positivo para la relación y el enriquecimiento mutuo entre pueblos y culturas.

b) Dura realidad

Esta afirmación no aminora en nada la dura realidad que significan la emigración, el exilio o el desplazamiento para los que los sufren. Las consecuencias que suelen seguirse de la emigración son: el desarraigo, la desintegración social, la pérdida de identidad cultural y religiosa, la marginación social y el ghetto, la explotación, la inseguridad, los nacionalismos exacerbados, la xenofobia, el racismo, la discriminación legal y de hecho, la desintegración de la familia, el integrismo y el indiferentismo religioso, el peligro, en ocasiones, de caer en la delincuencia, etc.