Conferencia Episcopal Española

MATRIMONIO Y FAMILIA

Documento Pastoral aprobado por la
XXXI Asamblea Plenaria,
el 6 de julio de 1979


V. CAUCES DE LA PASTORAL FAMILIAR
Pastoral familiar
Movimientos familiares
Familias en situaciones difíciles
Los Tribunales eclesiásticos
Secretariado de Pastoral Familiar
Exhortación final


V

CAUCES DE LA PASTORAL FAMILIAR

115. La pastoral familiar exige un esfuerzo permanente de análisis de la realidad y de reflexión lúcida desde el mensaje evangélico, pero no puede quedarse ahí. Todo esfuerzo de iluminación y análisis deberá plasmarse en cauces concretos de acción pastoral, que permitan dar respuesta adecuada a los desafíos y a las llamadas que interpelan hoy a la vida conyugal y familiar.

Aunque conocemos la riqueza de experiencias que existen en este campo, deseamos señalar a continuación algunos cauces para la pastoral familiar, como aspectos de especial importancia, a los que estimamos que sacerdotes y seglares deben conceder la mayor atención.

Pastoral prematrimonial

116. Percibimos a menudo la incertidumbre, la preocupación pastoral e incluso la angustia, de muchos sacerdotes, padres de familia y educadores, ante la celebración religiosa de determinadas bodas. Aparecen éstas como un mero acto social, sin referencia apenas al sacramento del matrimonio; o se trata de parejas cuya vida de fe y conciencia eclesial son prácticamente nulas, que reconocen acudir a la Iglesia por presiones sociales; o los contrayentes acusan de falta de madurez humana y formación cristiana -sobre todo en bodas de menores-, que asusta pensar cómo pueden asumir los deberes conyugales y paternos y, menos aún, los compromisos de familia cristiana.

117. Nos preocupa esta situación, que lleva en germen muchos fracasos y que manifiesta una trivialización del matrimonio y del sacramento. Hacemos una llamada a las propias parejas para que tomen en serio su preparación, y a los padres y sacerdotes para que les presenten con claridad las exigencias del matrimonio y, muy especialmente, del sacramento. Esto exige en los momentos actuales una preparación seria y prologada, lo cual no es hacedero sin el compromiso por parte de las diócesis de formar con urgencia y de dedicar sacerdotes y seglares a esta tarea pastoral. La Iglesia no puede tolerar por más tiempo unas celebraciones meramente externas, fruto de presiones y carentes de la fe cristiana.

118. La preparación para el matrimonio nunca puede reducirse a los requisitos inmediatos para una celebración correcta de la boda. Cuando se asume una responsabilidad, como ocurre en el caso del matrimonio, en la que queda comprometida toda la persona, el porvenir de ese compromiso arranca de la persona entera, con su visión del amor y de la convivencia. Por eso puede considerarse como preparación para el matrimonio lo que contribuye a la madurez de la persona. La preparación matrimonial es un proceso que comienza en los primeros años de la vida y que no termina nunca del todo. Y si ese matrimonio va a ser una celebración sacramental, requiere un proceso de educación y maduración en la fe a lo largo de toda la vida infantil y juvenil.

Quienes trabajan en la pastoral prematrimonial deben volcarse en la atención a los adolescentes para ayudarles a descubrir el sentido y la grandeza humana y cristiana del amor y de la sexualidad, y prepararles para el noviazgo.

119. Sobre la base de esa preparación remota se impone otra más inmediata, concreta y específica, a tono con las demandas de nuestro tiempo. Si en otra épocas pudo bastar con el origen cristiano de la familia y con la educación recibida, para acceder al matrimonio, hoy no contamos, de modo automático, con esos supuestos y tenemos que anteponer al momento nupcial una etapa de maduración en la fe, mediante una catequesis intensa, que les capacite a los novios para asumir libremente las exigencias del matrimonio cristiano.

120. A los novios que acuden a la parroquia para comunicar su proyecto matrimonial ha de ofrecérseles, lo primero, una acogida cordial, signo del amor de la Iglesia. El calor humano, el interés por sus preocupaciones, la comunión con sus ilusiones y proyectos, darán sentido y espíritu a la preparación prenupcial que allí reciban. Esta acogida puede encomendarse a matrimonios, como ya se hace, con resultados muy satisfactorios, en algunas diócesis.

Las más de las veces, la preparación inmediata al matrimonio suele realizarse a través de cursillos, de mayor o menor duración, y con metodología diversa, que deben ser un instrumento obligado en la pastoral de todas las parroquias. Sin embargo, significaría un gran avance pastoral el que se introdujese progresivamente la práctica de verdaderas catequesis prematrimoniales o la participación de los novios en grupos catecumenales, como ocurre en la preparación para otros sacramento, ya que la celebración del matrimonio es para los cristianos unos de los acontecimientos más trascendentales en su vida de fe. En esta misma línea, destacaríamos también la promoción de equipos de novios como cauce muy valioso para la preparación del matrimonio. Los equipos de novios pueden ser un clima favorable para profundizar en todos los aspectos del matrimonio y la familia.

121. La Conferencia Episcopal Española, a través de su Comisión de Apostolado Seglar, que ya se está ocupando en este tema, se compromete a publicar en los próximos meses un Directorio Nacional de Pastoral Prematrimonial, con la colaboración de otras Comisiones Episcopales.

Movimientos familiares

122. A los largo de las últimas décadas han venido surgiendo en la Iglesia diferentes movimientos de espiritualidad y orientación matrimonial, que les suponen a muchas parejas una ayuda valiosa para afrontar, cristianamente y en común, sus problemas como esposos y padres. Hoy en día estos movimientos constituyen un cauce importante para la Pastoral de la Iglesia en un campo tan señalado como el del matrimonio y la familia. Han incrementado la conciencia sacramental de los casados y su vocación a la vida evangélica; les han capacitado en su función educadora, y han procurado conectar a la familia con la Iglesia y con la sociedad.

123. No ignoramos que algunas de estas asociaciones y grupos atraviesan, a veces, etapas difíciles y que sus propios dirigentes examinan con rigor las causas de la inactividad que ahoga a muchos equipos, de la ausencia de matrimonios jóvenes, de su escasa presencia en el mundo obrero y rural..., y buscan afanosamente los medios para que sean plenamente una respuesta adecuada a las necesidades de la familia y de la sociedad, desde una conciencia lúcida y actual de la misión de la Iglesia.

124. Queremos alentar estos esfuerzos de revisión y renovación profunda y recomendar a sus animadores que tengan muy presentes los objetivos que en el documento “Orientaciones Pastorales del Episcopado Español sobre el Apostolado Seglar” señalábamos como importantes para la renovación de los movimientos: “conciencia eclesial; preocupación misionera; preocupación renovadora; fidelidad al Espíritu y al magisterio en la renovación de la Iglesia; construir la caridad eclesial; amor a la pobreza evangélica y solidaridad con los pobres; conciencia social y compromiso político-social; reflexión cristiana y catequesis para una situación de cambio; la oración del cristiano, la liturgia; comunión y diálogo con el obispo” (Cfr Orientaciones Pastorales, números 7-18).

125. Es evidente que los movimientos familiares, como cualquier comunidad cristiana, se mantendrán en una línea de permanente revitalización, imprescindible a todo organismo, en la medida en que incorporen a su metodología la revisión de vida personal profunda y los elementos de una auténtica comunidad catecumenal. La meditación constante de la Palabra de Dios que interpela a nuestras vidas, al enfrentamiento con la realidad desnuda y el conocimiento lúcido de los signos de los tiempos les irán descubriendo las exigencias de transformación personal y comunitaria, y sus posibilidades de transformar y evangelizar nuestro mundo.

126. La Iglesia de hoy reclama la presencia activa y específica de los movimientos familiares en multitud de campos, entre los cuales nos parece oportuno destacar:

- la catequesis a niños y adolescentes, y la evangelización de otras familias y del propio ambiente;

- la preparación de los novios para el matrimonio; la promoción de grupos de matrimonio jóvenes, sobre todo en los barrios y en las zonas rurales; las Escuelas de Padres; los Servicios de Acogida y Orientación Familiar; los Consultorios Matrimoniales para atender a las parejas en crisis; las Asociaciones de Padres de Familia, etc.;

- la participación activa en movimientos -eclesiales, cívicos y políticos- que se esfuercen por transformar las estructuras, y por lograr una vida más humana y un orden social más justo. En este campo es particularmente actual la responsabilidad de los movimientos familiares que deben contribuir, mediante estudios y acciones eficaces, a propiciar la promulgación de leyes justas en materia matrimonial y familiar.

127. Exhortamos a aquellos matrimonios, que aspiran a vivir profundamente su condición de cristianos casados, a que se reúnan en grupos entre ellos o se incorporen a los movimientos existentes. Invitamos también a estos movimientos, y a cuantos trabajan en este campo, a que intercambien sus reflexiones y experiencias; a que coordinen, lo más posible, sus proyectos y actividades; y a que mantengan una relación, lo más estrecha posible, con los otros movimientos, especialmente juveniles, de la Iglesia Diocesana y Nacional. Al mismo tiempo, los animamos a una búsqueda permanente, que cada cual, desde su experiencia, dé las respuestas pastorales adecuadas a los múltiples problemas con los que se encuentran el hombre y la familia actual.

Familias en situaciones difíciles

128. Abundan -y parecen aumentar, por desgracia- los casos de matrimonios en situación conflictiva, que aún se afanan por buscar una solución; en otros, se ha desvanecido toda esperanza de arreglo y no ven más salida que los tribunales; los hay rotos por dentro, en los que los esposos han perdido la confianza y el amor mutuo; y se dan, por último, los hogares traumatizados por el conflicto generacional entre padres e hijos. La quiebra del amor, que ya no existe y parece irrecuperable, proyecta sus efectos dañinos sobre toda la familia.

129. Objeto muy preferente de una pastoral familiar, inspirada en criterios evangélicos, deben ser aquellos hogares, marcados por el sufrimiento, por el abandono o por la cruz: matrimonios ancianos, familias con hijos subnormales o disgregados por la emigración y familias de presos, de viudas, de madres solteras, de separadas judicialmente. A la luz del Evangelio, no dudamos que se trata de situaciones que merecen una atención prioritaria de la Iglesia, aún cuando no esté a nuestro alcance dar a cada caso una solución satisfactoria.

130. La pastoral familiar tiene que incorporar como objetivos urgentes: el conocimiento real de estas situaciones, una solidaridad auténtica de los cristianos con esas familias, la búsqueda de cauces legislativos y sociales para remediar sus problemas y, sobre todo, la apertura de todos para incorporarlas a la sociedad y a la comunidad cristiana.

Saludamos con esperanza la creación en algunas diócesis de Servicios de Acogida y Orientación Familiar, Consultorios Matrimoniales o servicios semejantes. Pedimos que cunda el ejemplo y que tales iniciativas se vean apoyadas por las instituciones de la Iglesia y por los cristianos conscientes que proyectan su interés sobre el mundo familiar. Les agradecemos a ellos, y a las propias familias afectadas por estas situaciones, que nos hagan partícipes de sus inquietudes y descubrimientos.

Los Tribunales eclesiásticos

131. El tema de los Tribunales eclesiásticos ha saltado con frecuencia a la opinión pública en los últimos años, poniendo de relieve acusaciones y críticas, en ocasiones excesivamente duras e injustificadas; y son frecuentes también las quejas de los propios afectados ante determinadas actuaciones, las cuales constituyen siempre para nosotros un motivo de reflexión y de revisión.

132. Los obispos somos conscientes de los grandes sufrimientos, de diverso orden, de cuantos esposos inician un proceso de separación o declaración de nulidad matrimonial, de la complejidad que encierra administrar la justicia, de la lentitud a veces inevitable de muchos procesos y de que, a pesar de los esfuerzos que están haciendo quienes trabajan en este campo, muchos problemas se presentan como insolubles porque son reflejo de una sociedad que entre todos debemos cambiar. Y sin que de ninguna manera admitamos como absolutamente verdaderas y objetivas muchas de las acusaciones que se lanzan contra la actuación de algunos Tribunales eclesiásticos, no desconocemos que en algunos casos los procedimientos en sí mismo o determinadas circunstancias de tiempo y lugar han producido graves deterioros en el testimonio de justicia que la Iglesia debe dar ante el mundo. Somos los primeros en lamentar esos hechos y asumimos el sincero compromiso de emplear todos los medios a nuestro alcance para evitarlos en el futuro.

133. El bien común de la Iglesia está igualmente interesado en que se tengan por válidos los matrimonios válidos y que se tengan por nulos, obrando en ambos casos con un riguroso amor a la verdad. Y por eso alentamos cuantos esfuerzos están haciendo quienes trabajan en este campo para incorporar los avances y las conclusiones de las ciencias sociales, de la psicología y antropología, a una correcta valoración moral y canónica de la causa pendiente.

134. El carácter judicial imprescindible de los procesos y sentencias es compatible con una gran sensibilidad y calor humanos que contrarresten el peligro de un mayor distanciamiento de los esposos entre sí y de la Iglesia. El rigor legal nunca debe ocultar el sentido evangélico que mueve siempre a la Iglesia, ni alargar innecesariamente los procesos, ni impedir el uso correcto de la equidad canónica. La administración de la justicia en la Iglesia es al mismo tiempo una verdadera acción pastoral y, por consiguiente, junto con el discernimiento y la protección de los derechos cuestionados y la imposición de los deberes correlativos, tienden también a promover la caridad y la comunión eclesial.

Dejando a salvo lo específico de cada competencia y las reservas que imponen por su naturaleza estas materias, consideramos provechoso que los Tribunales eclesiásticos se relacionen con otros organismos de la Pastoral diocesana, especialmente la del matrimonio y la familia.

Secretariado de Pastoral Familiar

135. Todo lo dicho hasta aquí nos lleva a la conclusión de que el servicio pastoral a este vastísimo campo del matrimonio y de la familia exige, además de la iluminación doctrinal que hemos intentado en este documento, unas respuestas operativas que garantice los frutos de nuestro empeño pastoral. Creemos, por ello, justificada la creación de un Secretariado Nacional de Pastoral Familiar, cuya puesta en marcha encomendamos a la Comisión Episcopal de Apostolado Seglar. Consideramos también de suma vitalidad, para que dicho organismo no flote en el vacío ni se reduzca a pura burocracia, la promoción de organismos similares, muy en contacto con los problemas vivos, por parte de todas las diócesis españolas.

136. Encomendamos a estos organismos la creación de centros de investigación y diálogo sobre el matrimonio y la familia, y servicios de documentación; la actualización del material catequético existente y la elaboración de nuevos materiales; la preparación de un directo nacional de Pastoral Familiar; y, en general, la búsqueda y promoción de cuantos cauces puedan ser útiles para dar respuesta a las necesidades de las familias y para coordinar los servicios de la Iglesia en este sector.

Exhortación final

137. Al término de una tan larga exposición, impuesta por la complejidad del tema y por las implicaciones del contexto histórico en que nos movemos, la Conferencia Episcopal Española ofrece estas reflexiones cristianas y esta líneas de acción pastoral a toda la comunidad católica de nuestro país. Pensamos particularmente en millones de esposos cristianos y en las familias entrañables nacidas de su amor y sostenidas por su fe. Ojalá hayamos acertado a daros luz y esperanza sobre la grandeza de vuestra vocación y sobre vuestro papel en la Iglesia. Sabemos también que otros esposos y otros hijos no viven con la misma intensidad los valores del Evangelio, o están distantes de la fe. Para ello también nuestro respeto y nuestra simpatía, con voluntad de contribuir a que la Iglesia sea para ellos un testimonio de ejemplaridad y de amistad.

138. Destinatarios muy directos de este documento, como habréis podido apreciar a lo largo de sus páginas, sois aquellos miembros del Pueblo de Dios -sacerdotes, esposos, educadores- más directamente empeñados en el apostolado matrimonial y en la Pastoral de familia. A vosotros os corresponde aplicar estos criterios, completar lo que aquí falta y secundar a los pastores de la Iglesia en su honda preocupación por este sector humano. Los obispos seguimos abiertos, en el plano nacional y diocesano, a todas las ideas y sugerencias que puedan iluminar, purificar y hacer más eficiente la presencia cristiana en el ámbito familiar.

139. Un llamamiento final, lleno de respeto y esperanza, a la responsabilidad de todos, incluidos aquí los legisladores y los gobernantes. No hay que demostrar que, como célula del tejido social, la familia-tipo condiciona, en todas partes y en todas las épocas, el modelo humano de una sociedad. La nuestra está sometida hoy a profundas revisiones, tendentes, se afirma, a un incremento general de la calidad de vida y es obvio que los católicos nos sintamos especialmente convocados a decir aquí nuestra palabra y a aportar nuestra contribución leal, dentro del contexto pluralista de la sociedad española, sobre un tema de tanta densidad humana, de tanto alcance moral y espiritual, como el matrimonio y la familia.

Conscientes de la dificultad del empeño, pedimos para todos la ayuda de Dios y la fuerza de su Espíritu.