LA INICIACIÓN CRISTIANA

REFLEXIONES Y ORIENTACIONES

Madrid, 27 de Noviembre de 1998

LXX ASAMBLEA PLENARIA DE LA
CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAÑOLA


SEGUNDA PARTE

LA INICIACIÓN CRISTIANA EN LA IGLESIA

1. "LUGARES" ECLESIALES EN LA INICIACIÓN CRISTIANA
2. FUNCIONES ECLESIALES EN LA INICIACIÓN CRISTIANA


SEGUNDA PARTE

LA INICIACIÓN CRISTIANA EN LA IGLESIA

32 La Iglesia particular ejerce su función maternal, realizando la Iniciación cristiana en diferentes "lugares" y por medio de determinadas funciones.

El "lugar" típico de preparación de los adultos para los sacramentos de la Iniciación cristiana es la institución del Catecumendo bautismal, estrechamente unido a la comunidad cristiana72.

"Lugares" son la parroquia como ámbito propio y principal; la familia como institución originaria; la Acción Católica, las asociaciones y movimientos laicales, la escuela católica, como espacios y medios subsidiarios y complementarios. Hay que tener en cuenta también la contribución peculiar de la enseñanza religiosa escolar. Cada una de estas instituciones tiene carácter específico y a la vez complementario, de manera que le competen unas tareas que le son más propias73, y cuando alguna no puede realizar su misión, otra la lleva a cabo.

Aunque en todos estos lugares se hace presente la Iglesia particular, sujeto de la Iniciación cristiana, la parroquia tiene la condición de ser la última localización de la Iglesia en un lugar y representar a la Iglesia visible establecida por todo el mundo74. Es fundamental que el proyecto de Iniciación cristiana establecido por el Obispo diocesano sea asumido, desde el propio ámbito, por todos los "lugares" mencionados, dado que es la Iglesia particular como tal la que ejerce la misión maternal.

Las funciones se polarizan en torno a las dos grandes actuaciones de la Iglesia, la catequesis y la liturgia, anteriormente aludidas.75

1. "LUGARES" ECLESIALES EN LA INICIACIÓN CRISTIANA

La parroquia

33 El cristiano recibe la fe en la Iglesia y por mediación de la Iglesia. La parroquia nació para acercar las mediaciones de la Iglesia a todos sus miembros. En ella se vive la comunión de fe, de culto y de misión con toda la Iglesia. La parroquia, constituida de modo estable en la Iglesia particular, "es el lugar privilegiado donde se realiza la comunidad cristiana"76 En ella están presentes todas las mediaciones esenciales de la Iglesia de Cristo: la Palabra de Dios, la Eucaristía y los sacramentos, la oración, la comunión en la caridad, el ministerio ordenado y la misión. Es, por tanto, Iglesia de Dios, bien dentro de un espacio territorial, como sucede ordinariamente, o bien para la atención de determinadas personas; y ha de ser considerada como verdadera célula de la Iglesia particular, en la que se hace presente la Iglesia universal77. El signo de la función maternal de la Iglesia es precisamente la pila bautismal, la cual es obligatoria en toda parroquia, y que sólo ésta, al igual que la catedral, posee en principio.78

Los presbíteros que presiden las comunidades parroquiales hacen las veces del Obispo, de quien reciben misión y autoridad. Juan Pablo II dice que la parroquia es "la misma Iglesia que vive entre las casas de sus hijos y de sus hijas"80. La parroquia es, por tanto, después de la catedral, ámbito privilegiado para realizar la Iniciación cristiana en todas sus facetas catequéticas y litúrgicas del nacimiento y del desarrollo de la fe.81 A pesar de las dificultades que a veces se presentan hoy, es necesario que la comunidad parroquial asuma con responsabilidad la tarea eclesial de la renovación y revitalización de sí misma, creando espacios de acogida y de evangelización. Algunas veces se tratará de una acción conjunta entre varias parroquias. Las parroquias deben crecer espiritual y pastoralmente para ser, como les corresponde, puntos de referencia privilegiados para los que se acercan a la Iglesia de Cristo y quieren vivir como cristianos.82

La familia

34 "Por el hecho de haber dado la vida a los hijos, los padres tienen el derecho originario, primario e inalienable de educarles; por esta razón ellos deben ser reconocidos como los primeros y principales educadores de sus hijos"83. Lo mismo ocurre, en cuanto padres cristianos, respecto de la educación en la fe: "Antes que nadie, los padres cristianos están obligados a formar a sus hijos en la fe y en la práctica de la vida cristiana, mediante la palabra y el ejemplo"84. Este derecho y deber, que la Iglesia reconoce a los padres como educadores de la fe, brota del sacramento del matrimonio y de la consideración de la familia "como Iglesia doméstica". En efecto, la misión de la familia cristiana es un verdadero ministerio, "por medio del cual se irradia el Evangelio, hasta el punto de que la misma vida de familia se hace itinerario de fe y, en cierto modo, iniciación cristiana y escuela de los seguidores de Cristo".85

Por eso, a pesar de las dificultades por las que atraviesa hoy, la familia cristiana sigue siendo una estructura básica en la Iniciación cristiana, e incluso un reto pastoral: la familia cristiana no puede renunciar a su misión de educar en la fe a sus miembros y ser lugar, "en cierto modo insustituible", de catequización.86 Es necesario ayudar eficazmente a que la comunidad familiar cristiana se renueve con la novedad del Evangelio y se vuelva cada día más a Jesucristo. La familia que transmite la fe hace posible el despertar religioso de sus hijos y lleva a cabo la responsabilidad que le corresponde en la Iniciación cristiana de sus miembros.

La Acción católica y las asociaciones y movimientos laicales

35 La situación actual reclama que se acentúe aquello que puede complementar con su ayuda la misión de la parroquia y de la familia. Cabe así situar la importancia y el valor respectivo de las asociaciones y movimientos laicales y otras instituciones educativas, como estructuras ambientales para la Iniciación cristiana de los niños, de los adolescentes y de los jóvenes.87 Estas asociaciones de fieles se caracterizan, según el Papa Juan Pablo II, por "la conformidad y la participación en el fin apostólico de la Iglesia, que es la evangelización y santificación de los hombres y la formación cristiana de su conciencia, de modo que consigan impregnar con el espíritu evangélico las diversas comunidades y ambientes". A las asociaciones y movimientos se les encomienda entre otras tareas "el empeño catequético y la capacidad pedagógica para formar a los cristianos"88. En efecto, la Acción Católica y este tipo de asociaciones y movimientos tienen hoy la misión de ayudar eficazmente a concretar una experiencia eclesial y un espacio comunitario propicio para el crecimiento en la fe, presentando a los miembros que se inician en ella un estilo de vida cristiana en la Iglesia y el ejemplo de un testimonio público del creyente en la sociedad.

Los movimientos y grupos laicales son pequeñas comunidades que transmiten la fe, la oración y la liturgia de la Iglesia, con un estilo de vida y de compromiso apostólico peculiar que facilitan la constante interacción entre fe y vida, según las edades y circunstancias. De ahí la necesidad de promocionar y fortalecer en la Iglesia estos espacios educativos. Cuanto menos cristiano es el ambiente donde tiene que desarrollarse la vida de un niño o de un joven, más necesidad tiene de ámbitos propios para educar su fe e incorporarse libre y responsablemente en la comunidad de la Iglesia.

La escuela católica

36 "La escuela católica es un ‘lugar’ muy relevante para la formación humana y cristiana"89, que "entra de lleno en la misión salvífica de la Iglesia y particularmente en la exigencia de la educación de la fe... El proyecto educativo de la escuela católica se define precisamente por su referencia explícita al Evangelio de Jesucristo, con el intento de arraigarlo en la conciencia y en la vida de los jóvenes, teniendo en cuenta los condicionamientos culturales de hoy".90

En cuanto escuela "debe procurar la formación integral de la persona humana, en orden a su fin último y, simultáneamente, al bien común de la sociedad"91. Pero su carácter específico de escuela católica, la convierte en una comunidad cristiana, en constante referencia a la Palabra de Dios y al encuentro siempre renovado con Jesucristo. Cuando actúa así92, puede ser también una mediación eclesial para la Iniciación cristiana de sus alumnos, colaborando en coordinación con los planes pastorales diocesanos.

La enseñanza religiosa escolar

37 Aunque no es propiamente un ámbito de Iniciación cristiana como los anteriores, sin embargo puede contribuir decisivamente a los objetivos propios de ésta, al ofrecer algunas dimensiones de carácter ético y moral que nacen de las relaciones entre la fe y la cultura, y entre la fe y la vida. En este sentido tiene también una misión evangelizadora. En efecto, la enseñanza religiosa escolar, verdadero complemento de la catequesis, pretende también la educación básica e integral de la fe, pero sometida a las leyes que rigen la inculturación: subrayar el valor universal de la fe y su supremacía sobre las realizaciones culturales del hombre; presentar el mensaje cristiano como instancia crítica del hombre y de su cultura; y establecer un diálogo positivo entre la fe y la cultura.93 Ciertamente esta enseñanza constituye una estimable oferta informativa para los niños y los jóvenes acerca del mensaje y del acontecimiento cristiano.

38 No obstante, a la enseñanza religiosa escolar, a diferencia de la catequesis, no le corresponde atender todas las dimensiones propias de una formación cristiana integral, tanto a causa del lugar en que se imparte como de su propia naturaleza de servicio educativo para toda la sociedad: en el caso de la enseñanza religiosa, "la Iglesia actúa en un ámbito creado primordialmente para la educación del ciudadano en cuanto tal, en estructuras de la sociedad para tal fin"94. Sus objetivos no son, por tanto, los que reclama la catequesis de inspiración catecumenal95; los padres que piden la enseñanza religiosa para sus hijos, lo hacen ordinariamente con la intención de que lo religioso se integre en la formación humana, de manera que sea una oferta abierta a creyentes y no creyentes, sin intención, al menos explícita, de solicitar la Iniciación cristiana96. Al destacar la importancia de la enseñanza religiosa escolar, queremos llamar la atención sobre la indicación que hemos hecho en nuestro Plan Pastoral "Para que el mundo crea" al dar a la predicación y la educación de la fe un fuerte contenido apologético.97

2. FUNCIONES ECLESIALES EN LA INICIACIÓN CRISTIANA

39 La Iniciación cristiana, como mediación de la Iglesia, se verifica principalmente mediante dos funciones pastorales íntimamente relacionadas entre sí: la catequesis y la liturgia98. En el catecumenado de adultos, catequesis y liturgia constituyen visiblemente dos dimensiones de una misma realidad, introducir a los hombres en el misterio de Cristo y de la Iglesia. En cualquier tipo de iniciación cristiana, cada una de estas funciones sigue teniendo un alcance propio dentro de la única misión evangelizadora y santificadora de la Iglesia, y de la finalidad común que es la edificación de la comunidad eclesial.

40 Por razones de claridad, se exponen por separado las características propias de cada una de estas funciones en relación con la Iniciación cristiana, pero no debe perderse de vista su íntima complementariedad y apoyo mutuo. En efecto, "la catequesis está intrínsecamente unida a toda la acción litúrgica y sacramental, porque es en los sacramentos y sobre todo en la Eucaristía, donde Jesucristo actúa en plenitud para la transformación de los hombres"99. La liturgia, por su parte, "debe ser precedida por la evangelización, la fe y la conversión; sólo así puede dar sus frutos en la vida de los fieles: la vida nueva según el Espíritu, el compromiso en la Iglesia y el servicio de su unidad"100.

La catequesis, en este sentido, prepara para la celebración de los sacramentos de la fe, los cuales "no sólo la suponen, sino que a la vez la alimentan, la robustecen y la expresan por medio de palabras y de elementos";101 y proporciona también un conocimiento adecuado del significado de los gestos y de las acciones sacramentales. La liturgia inspira además una peculiar y muy necesaria forma de catequesis, llamada mistagógica, que "pretende introducir en el Misterio de Cristo –es mistagogia- procediendo de lo visible a lo invisible, del signo a lo significado, de los 'sacramentos' a los 'misterios".102

A. La catequesis en la Iniciación cristiana

41 "La catequesis es elemento fundamental de la Iniciación cristiana, y está estrechamente vinculada a los sacramentos de la Iniciación, especialmente al Bautismo, ‘sacramento de la fe’. El eslabón que une la catequesis con el Bautismo, sacramento de la fe, es la profesión de fe que es, a un tiempo, elemento interior de este sacramento y meta de la catequesis"103. La catequesis debe procurar "una enseñanza, aprendizaje, convenientemente prolongado, de toda la vida cristiana"104, con el fin de iniciar a los catecúmenos en el misterio de la salvación y en el estilo de vida propio del Evangelio. Señalados documentos del Magisterio Pontificio y de nuestra Comisión Episcopal de Enseñanza y Catequesis han estudiado en profundidad el papel de la catequesis hoy en la Iniciación cristiana para todas las edades. Es suficiente, por esto, señalar de forma sucinta algunos puntos más importantes remitiendo, para un conocimiento más detallado, a los diversos documentos.105

Características y tareas de la catequesis de Iniciación cristiana

42 La catequesis al servicio de la Iniciación cristiana se presenta como:

a) "Una formación orgánica y sistemática de la fe... Indagación vital y orgánica en el misterio de Cristo que es lo que, principalmente, distingue a la catequesis de las demás formas de presentar la Palabra de Dios".106

b) "Una formación básica, esencial, centrada en lo nuclear de la experiencia cristiana... La catequesis pone los cimientos del edificio espiritual del cristiano, alimenta las raíces de la vida de fe, capacitándole para recibir el posterior alimento sólido en la vida ordinaria de la comunidad cristiana".107

c) "Un aprendizaje a toda la vida cristiana, una ‘iniciación cristiana integral’, que propicia un auténtico seguimiento de Jesucristo e introduce en la comunidad eclesial".108

d) La catequesis de Iniciación cristiana de niños, adolescentes y jóvenes, a diferencia de lo que ocurre en el catecumenado de adultos, está definida también en cierto modo por la mistagogia, como ya se ha dicho.109 En efecto, el camino hacia la adultez en la fe, abierto y configurado por el sacramento del Bautismo, se desarrolla por medio de los demás sacramentos de la Iniciación que dan sentido y vertebran todo el proceso iniciatorio.

Algunos criterios pedagógicos

43 Entre los principales criterios de orden pedagógico que han de inspirar la catequesis de Iniciación cristiana, cabe señalar los siguientes:

a) Debe ser considerada como un proceso de maduración y de crecimiento de la fe, desarrollado de manera gradual y por etapas110. Esta gradualidad de la catequesis tiene su origen en el modo como Dios actúa en la historia de la salvación y sigue la celebración del misterio de Cristo en el año litúrgico, como ya se ha dicho. Al estar "al servicio del que ha decidido seguir a Jesucristo, es eminentemente cristocéntrica".111

b) Esencialmente unida al acontecimiento de la Revelación y a su transmisión, la catequesis de la iniciación ha de inspirarse, como su fuente y modelo, en la pedagogía de Dios manifestada en Cristo y en la vida de la Iglesia, y ha de contar con la acción del Espíritu Santo en la comunidad y en cada cristiano112, "favoreciendo así una verdadera experiencia de fe y un encuentro filial con Dios".113

c) A lo largo de todo el proceso, el catequizando crece en la fe ayudado por la oración y el ejemplo de toda la comunidad, meditando asiduamente el Evangelio, tomando parte activa en la liturgia, practicando la caridad fraterna y soportando con fortaleza las pruebas de la vida.114

d) La catequesis al servicio de la Iniciación cristiana está impregnada por el misterio de la Pascua, de modo que ha de caracterizarse por el aprendizaje del sentido de la Nueva Alianza, del paso del hombre viejo al hombre nuevo, de la lucha y superación del mal con la ayuda de la gracia divina, de la experiencia del gozo de la salvación.

Los catequistas en la catequesis de Iniciación cristiana

44 En la catequesis de Iniciación cristiana la figura del catequista es básica. Llamado por la Iglesia a ejercer el servicio de la catequesis, ha de estar "dotado de una fe profunda, de una clara identidad cristiana y eclesial y de una honda sensibilidad social".115 Ha de destacar por su madurez humana, cristiana y apostólica116, así como por su formación y capacitación catequética117, como corresponde al cometido que ha de desempeñar y que es el de guía espiritual de los catequizandos, acompañándoles en el aprendizaje y maduración de la fe.

Se trata en definitiva de "lograr que el catequista pueda animar eficazmente un itinerario catequético en el que, mediante las necesarias etapas, anuncie a Jesucristo, dé a conocer su vida, enmarcándole en la historia de la salvación, explique los misterios del Hijo de Dios, hecho hombre por nosotros, y ayude, finalmente, al catecúmeno o al catequizando a identificarse con Jesucristo en los sacramentos de iniciación".118

Los catequistas, especialmente los que preparan a los adolescentes y los jóvenes para recibir el sacramento de la Confirmación, ejercen una función eclesial relevante, ya que también ellos son transmisores de la fe de la Iglesia, y no simplemente unos animadores o monitores que coordinan y acompañan el trabajo del grupo. Precisamente por esto la formación de estos catequistas debe ser cuidada de un modo especial, en atención a la edad de los que van a recibir el sacramento.

B. La liturgia en la Iniciación cristiana

45 La Iniciación cristiana comprende esencialmente la celebración de los sacramentos que consagran los comienzos de la vida cristiana en analogía con las etapas de la existencia humana, y que por este motivo se llaman sacramentos de Iniciación119. Como todos los actos litúrgicos, "por ser obra de Cristo sacerdote y de su Cuerpo, que es la Iglesia" los sacramentos son acciones sagradas por excelencia, "cuya eficacia, con el mismo título y en el mismo grado, no la iguala ninguna otra acción de la Iglesia"120. Los sacramentos del Bautismo, de la Confirmación y de la Eucaristía son, por eso, 'fuente' y 'cima' de la Iniciación, junto con las celebraciones de la Palabra de Dios y los escrutinios121. En el itinerario de los que fueron bautizados siendo párvulos, está presente también la Penitencia, que otorga el perdón de los pecados cometidos después del Bautismo.

Todas estas celebraciones litúrgicas ponen de manifiesto la progresiva vinculación a Jesucristo de los catecúmenos y de los catequizandos, a la vez que les comunican la salvación que brota del misterio pascual. Del esmero que se ponga en hacer de ellas verdaderos momentos eclesiales del encuentro salvador con Dios en Jesucristo, unidos a la acción catequética, dependerá en gran medida el fruto espiritual de todo el itinerario de la Iniciación, y aún el sentido mismo de toda la vida cristiana, por la iniciación en el lenguaje bíblico y litúrgico, por la centralidad de la Eucaristía dominical, por el acercamiento al sacramento de la penitencia.

La unidad de los sacramentos de la Iniciación

46 El Bautismo, la Confirmación y la Eucaristía guardan entre sí una íntima unidad, constantemente reclamada por el Magisterio desde el Concilio Vaticano II. En efecto, "los sacramentos de la Iniciación cristiana se ordenan entre sí para llevar a su pleno desarrollo a los fieles, que ejercen la misión de todo el pueblo cristiano en la Iglesia y en el mundo"122. Se trata de expresar "la unidad del Misterio pascual, el vínculo entre la misión del Hijo y la infusión del Espíritu Santo, y la conexión entre el Bautismo y la Confirmación".123

La celebración de estos sacramentos, aun dentro de las peculiaridades de las legítimas tradiciones litúrgicas de Oriente y de Occidente, confiere una unidad que se proyecta sobre todo el proceso de la Iniciación cristiana. En Oriente los sacramentos de la Iniciación se administran juntos en la misma celebración, tanto en el caso de los adultos como en el de los recién nacidos. En Occidente esta práctica no ha variado para la Iniciación de los adultos, si bien en el caso de los que son bautizados de párvulos, la Iglesia ha admitido por motivos pastorales que los restantes sacramentos se confieran en celebraciones distintas en el tiempo, manteniendo, no obstante, la unidad orgánica y el principio de la ordenación mutua de los sacramentos de iniciación.124

47 Ahora bien, es preciso que esta unidad y ordenación mutua de los sacramentos de iniciación se pongan de manifiesto también en las enseñanzas que acerca de ellos transmite la catequesis, como en la misma práctica pastoral. Difícilmente se logrará que la Iniciación cristiana aparezca como un proceso unitario, catecumenal e integrador de todos los aspectos catequéticos y litúrgicos que comprende, si en la preparación o en la celebración de alguno de ellos no se pone de relieve su necesaria y progresiva conexión.

Catequesis presacramental y mistagógica

48 La celebración de los sacramentos de la iniciación suele ir precedida entre nosotros de un tiempo de preparación específica y próxima más intensa. En dicho tiempo se ofrece una catequesis litúrgica o presacramental, cuya finalidad es "preparar a los sacramentos y favorecer una comprensión y vivencia más profundas de la liturgia"125. Esta catequesis consiste en una explicación de los ritos, símbolos y gestos de la celebración, a la vez que trata de inculcar en los candidatos a los sacramentos las actitudes internas de conversión y de fe que hagan más fructuosa su participación. Esta catequesis es esencialmente bíblica y litúrgica, y expone la continuidad entre los acontecimientos de la historia de la salvación y los signos sacramentales de la Iglesia.126

49 Esta forma de catequesis es llamada también "mistagógica", porque consiste en ayudar a entrar en la realidad del misterio que se celebra. Procede siempre "de lo visible a lo invisible, del signo a lo significado, de los 'sacramentos' a los 'misterios'"127. No debe partir de ideas o conceptos, sino de la experiencia de los mismos dones recibidos de Dios, para hacer descubrir a los bautizados su propia identidad y mostrarles el itinerario que Dios está dispuesto a completar mediante los signos sacramentales (Confirmación y Eucaristía), conduciendo a los bautizados a la acción de gracias, a una conversión más profunda, a una celebración gozosa de las obras divinas, traducidas después en una conducta coherente.

El año litúrgico, marco de la Iniciación cristiana

50 Cuando se contempla la historia de la Iniciación cristiana en los primeros siglos de la Iglesia, se advierte la importancia de la celebración del misterio de Cristo en el año litúrgico como marco de referencia de todas las acciones catequéticas y sacramentales de la iniciación. Más aún, el ciclo de Pascua que comprende la Cuaresma y la Cincuentena pascual, nació y se desarrolló como consecuencia de la necesidad de organizar la Iniciación cristiana y de incorporar a ella a toda la comunidad eclesial. De hecho todo el año litúrgico, iluminado por la luz de la Pascua, es "año de gracia del Señor"128, y ámbito en el que se hace realidad la economía de la salvación en el "hoy" de la liturgia.129

El domingo, Pascua semanal y día de la Iniciación cristiana

51 Entre todos los tiempos de la celebración del misterio de Cristo en el año litúrgico, sobresale el "día del Señor" o domingo, "fundamento y núcleo del año litúrgico"130. El domingo, verdadera Pascua semanal, tiene como centro la celebración eucarística, encuentro de la comunidad de los fieles con el Señor resucitado que la invita a su banquete"131; es "la asamblea litúrgica, en que los fieles 'deben reunirse, escuchando la palabra de Dios y participando en la Eucaristía, para recordar la pasión, la resurrección y la gloria del Señor Jesús y dar gracias a Dios, que los hizo renacer a la esperanza viva por la resurrección de Jesucristo de entre los muertos".132

52 Entre todos los aspectos del domingo133, destaca su condición de día propio y especialmente indicado para celebrar los sacramentos de la Iniciación y otros ritos que jalonan el itinerario catecumenal y para recordar que el Bautismo es el fundamento de toda la existencia cristiana.134 En este sentido la celebración del domingo ocupa un papel clave en la formación de la identidad cristiana y en la maduración en la fe de quien avanza en el proceso de la iniciación y se prepara para recibir los sacramentos de la Confirmación y de la Eucaristía. Para los cristianos, el ‘domingo es un día irrenunciable’, como ha recordado el Papa Juan Pablo II en su Carta Apostólica Dies Domini, del 31 de Mayo de 1998, en la que exhorta a valorar el domingo, día distintivo de los cristianos, a causa de su estrecha relación con el núcleo mismo del misterio cristiano.135

Los sacramentos de la Iniciación

53 Tanto en la preparación catequética y litúrgica como en la celebración de los sacramentos de la Iniciación cristiana, se debe atender no sólo a las condiciones que afectan a la validez sacramental y a la licitud de las acciones litúrgicas, sino igualmente a todo aquello que está relacionado con la expresividad, la verdad y la belleza de los signos, y a la participación consciente, activa y fructuosa de quienes reciben los sacramentos y asisten a la celebración.136 Téngase en cuenta que la celebración litúrgica contribuye de manera decisiva a la formación de la fe de los fieles, avivando y nutriendo esa misma fe, creando un clima adecuado de comprensión de los textos y de los signos y, sobre todo, ayudándoles a vivir "hoy "el acontecimiento de la salvación.137

En este sentido conviene tener muy en cuenta lo que señalan los respectivos rituales respecto a la celebración: lugar y tiempo propio y oportuno, forma de pronunciar o de cantar los textos y de realizar los gestos, ambiente comunitario y religioso, participación de los fieles, de los padres y padrinos, y de los mismos candidatos a los sacramentos.138 El Obispo debe procurar que todo esto esté presente en los directorios pastorales diocesanos dedicados a los sacramentos de la Iniciación .139

1. El Bautismo

54 El "Bautismo es el fundamento de toda la vida cristiana, el pórtico de la vida en el Espíritu y la puerta que abre el acceso a los otros sacramentos. Por el Bautismo somos regenerados como hijos de Dios, llegamos a ser miembros de Cristo y somos incorporados a la Iglesia y hechos partícipes de su misión. El Bautismo es el sacramento del nuevo nacimiento por el agua y la Palabra".140 El Bautismo, "por sí mismo es sólo un principio y un comienzo porque todo él tiende a conseguir la plenitud de la vida en Cristo. Así pues, el Bautismo se ordena a la profesión íntegra de la fe, a la plena incorporación a la economía de la salvación tal como Cristo en persona estableció y, finalmente, a la íntegra incorporación en la comunión eucarística"141. A lo largo de todo el itinerario de la Iniciación cristiana se deberá tener presente este acontecimiento fundamental, obra de Dios, y nada deberá oscurecer este inicio del cual depende la vida en Cristo y en la Iglesia;142 esto sucedería si se considerara que el hecho de haber sido bautizado como párvulo disminuye el valor del don recibido.

2. La Confirmación

55 Dentro del conjunto de la Iniciación cristiana, el sacramento del don del Espíritu es la Confirmación del Bautismo, que pone de manifiesto la presencia y la acción del Espíritu Santo en la Iglesia y en los bautizados, verdadero "don de Dios" (Jn 4,10)143 otorgado el día de Pentecostés144. Cuando la Confirmación se administra separadamente del Bautismo, su celebración comprende también la renovación de las promesas bautismales y la profesión de la fe145. En efecto, "a los bautizados los une más íntimamente a la Iglesia y los enriquece con una fortaleza especial del Espíritu Santo. De esta forma se comprometen mucho más, como auténticos testigos de Cristo, a extender y defender la fe con sus palabras y sus obras".146

La Confirmación, "como el Bautismo, del que es la plenitud, sólo se da una vez. Imprime en el alma una marca espiritual indeleble, el 'carácter', que es el signo de que Jesucristo ha marcado al cristiano con el sello de su Espíritu revistiéndolo de la fuerza de lo alto para que sea su testigo"147. La Confirmación, por otra parte, significa y confiere una más profunda vinculación a la Iglesia, Cuerpo de Cristo, y se orienta hacia una más intensa y perfecta participación en el Sacrificio eucarístico, "fuente y cima de la vida cristiana", de manera que los confirmados "ofrezcan a Dios la Víctima divina y a sí mismos juntamente con ella"148 para formar "en Cristo un solo cuerpo y un solo espíritu"149 Por este motivo el Concilio Vaticano II dispuso que la Confirmación tuviese lugar dentro de la Misa.150 Todos los bautizados pueden y deben recibir el sacramento de la Confirmación en el tiempo oportuno, porque, dada la unidad entre los tres sacramentos de la Iniciación, ésta queda incompleta si falta la Confirmación o la Eucaristía. Es tarea propia de los pastores y de los padres procurar que ningún bautizado deje de ser confirmado.151

56 La práctica actual relativa a la Confirmación "no debe hacer olvidar jamás el sentido de la tradición primitiva y oriental. En cualquier caso, la catequesis debe insistir en el lazo profundo que une la Confirmación con el Bautismo y con la Eucaristía; considerarla como parte integrante de la plena Iniciación cristiana, y no como un suplemento facultativo; considerarla como un don de Dios que perfecciona al cristiano y al apóstol, sin reducirla a una nueva profesión de fe o a un compromiso más grande que podrían encontrar lugar en diversas etapas de la vida; sobre todo hay que evitar el reservarla para una élite".152

3. La Eucaristía

57 El tercer sacramento de la Iniciación cristiana es la Eucaristía; en ella la iniciación alcanza su culminación. En efecto, "los que han sido elevados a la dignidad del sacerdocio real por el Bautismo y configurados más profundamente con Cristo por la Confirmación, participan por medio de la Eucaristía con toda la comunidad en el sacrificio mismo del Señor". La Eucaristía significa y realiza la comunión de vida con Dios y la unidad de la Iglesia, es pregustación de la vida eterna y compendio y suma de nuestra fe.154 Se comprende, pues, la importancia y la necesidad de las debidas disposiciones con que se han de preparar todos los que participan sacramentalmente del Banquete eucarístico155: tanto los que, habiendo llegado al uso de razón, empiezan a recibir la Eucaristía aún sin haber recibido la Confirmación, como aquellos que, aún no habiendo recibido la Eucaristía, reciben el "sello del don del Espíritu". También para éstos el Banquete eucarístico tiene significado de finalidad y culminación de la Confirmación. En efecto, "hecho hijo de Dios, revestido de la túnica nupcial, el neófito es admitido 'al festín de las bodas del Cordero' y recibe el alimento de la vida nueva, el Cuerpo y la Sangre de Cristo".156

58 Ahora bien, en la primera participación en la Eucaristía, es muy conveniente que ésta vaya precedida no sólo de la necesaria catequesis de la Iniciación cristiana, sino también de una verdadera introducción y un cierto hábito de asistencia a la celebración eucarística, sobre todo la del domingo. Es un momento muy oportuno para ayudar a los niños a conocer los signos, las respuestas, y las actitudes internas y corporales que requiere la participación litúrgica. En efecto, "la Iglesia, que bautiza a los niños confiando en los dones que proporciona este sacramento, debe cuidar de que los bautizados crezcan en comunión con Jesucristo y con los hermanos. De esta comunión es signo y prenda la participación en la mesa de la Eucaristía, a la que se están preparando o en cuya comprensión más profunda van siendo introducidos"157. La preparación para la Primera Comunión, a pesar de los inconvenientes que provienen de los excesos en la fiesta familiar y social con este motivo, debe orientarse hacia una verdadera integración de los niños y de sus padres en la vida de la comunidad cristiana, evitando los inconvenientes que, no pocas veces, se organizan en la desmesura que rodea la fiesta familiar y social de las primeras comuniones.

El sacramento de la Penitencia

59 Dentro del proceso de la Iniciación cristiana de los ya bautizados, ocupa también un lugar importante la celebración del sacramento de la Penitencia, aunque éste no sea un sacramento de Iniciación sino de curación158. En efecto, de este sacramento "obtienen de la misericordia de Dios el perdón de los pecados cometidos contra El y, al mismo tiempo, se reconcilian con la Iglesia, a la que ofendieron con sus pecados"159. "Para recibir la Confirmación es preciso hallarse en estado de gracia. Conviene recurrir al sacramento de la Penitencia para ser purificado en atención al don del Espíritu Santo"160. Este sacramento se debe celebrar también antes de participar, por primera vez, de la Eucaristía, incluso en el caso de los niños, evitando cualquier práctica contraria.161

60 Ahora bien, no se trata solamente de un requisito inmediato para los que van a ser confirmados o van a comulgar por primera vez. La experiencia espiritual de la misericordia del Padre, que acoge y perdona, forma parte de los elementos gozosos de la preparación de los niños a la primera comunión. Cuando se trata de adolescentes que se preparan para recibir la Confirmación, la reconciliación individual es un momento fuerte de su vida cristiana y una forma particularmente real de vivir el compromiso que están llamados a asumir no sólo como acto suyo sino como don de la fuerza de Dios. Este sacramento debe estar presente, por tanto, para los bautizados en todo el itinerario de la preparación de la Confirmación y de la primera Comunión; y constituir un aspecto doctrinal y práctico tanto de la catequesis como de la introducción en la vida litúrgica de la Iglesia para los que se disponen a recibir estos sacramentos.162


72 Cf DGC 256.

73 Cf CC 267; Comisión Episcopal de Enseñanza y Catequesis, Orientaciones pastorales sobre la Enseñanza Religiosa Escolar, 66-69.

74 Cf SC 42.

75 Cf supra nn. 18-21.

76 CC 268.

77 Cf CD 11; CIC c. 369.

78 Cf CIC c. 858.

79 Cf SC 42; CIC c. 515, 1.

80 ChL 26.

81 Cf CT 67; CC 268; DGC 257-258.

82 Cf CT 67; véase más adelante los nn. 36-37.

83 Carta de los derechos de la familia de la Santa Sede, 22 de octubre de 1983, artc. 5, en Ecclesia 2152 (1983) 1515-1517.

84 CIC c. 774, 2.

85 FC 39; cf CC 272.

86 Cf CT 68; DGC 255.

87 Cf DGC 261-262.

88 ChL 30.

89 DGC 259.

90 Sagrada Congregación para la Educación Católica. La Escuela Católica 9.

91 CIC c. 795.

92 Cf EC 53-56.

93 Cf Comisión Episcopal de Enseñanza y Catequesis, Orientaciones pastorales para la enseñanza religiosa escolar 40-41; EC 38-43.

94 Ibidem, 61.

95 Cf Ibidem, 64-65.

96 Cf Ibidem, 62-63.

97 Cf Conferencia Espiscopal Española, Plan Pastoral 1994-1997. Para que el mundo crea, III, 9.

98 Cf DGC 47-48; 60; 65-66.

99 CT 23; CCE 1074.

100 CCE 1072.

101 SC 59.

102 CCE 1075; cf DGC 88; 108; 128.

103 DGC 66.

104 AG 14.

105 Cf DGC 84 ss.

106 DGC 67; cf CT 22.

107 DGC 67.

108 DGC 67.

109 Cf supra n. 31.

110 Cf DGC 88.

111 DGC 89.

112 Cf DGC 139-142.

113 DGC 143.

114 Cf AG 13; RICA 19.

115 DGC 237.

116 Cf DGC 239.

117 Cf DGC 240-245.

118 DGC 235.

119 Cf CCE 1210; 1212. Supra nn. 9-12.

120 SC 7.

121 Cf SC 10.

122 RICA Obser. generales 2; cf LG 31.

123 RICA Obser. previas 34.

124 Cf CIC c. 842, 2; 851, 1; etc.

125 DGC 71; cf 176; 178; 181; 207.

126 Cf DGC 118; 208.

127 CCE 1075; cf DGC 89; 108; 117; 129.

128 Cf Lc 4,19.

129 Cf CCE 1168 y 1165.

130 Cf SC 106; 102.

131 Cf CCE 1166.

132 CCE 1167.

133 Cf Conferencia Episcopal Española, Instrucción pastoral, Sentido evangelizador del Domingo y de las fiestas (1992), 13-23, en Boletín Oficial de la Conferencia Episcopal Española 36 (1992) 211-228.

134 Cf Ibidem 21. Véase también Juan Pablo II, 1 de abril de 1998: L'Osservatore Romano, ed. española de 3-IV-1998, p. 12.

135 Cf DD 46-49.

136 Cf SC 11.

137 Cf DGC 89.

138 Véanse las "Orientaciones previas" de cada uno de los Rituales.

139 Cf Ceremonial de los Obispos 7; 9; 404; etc.

140 CCE 1213; cf 1277, 1279.

141 UR 22.

142 Cf CCE 1277. 1279.

143 Cf Hch 2,38.

144 Cf CCE 1302; 1315; TMA 45.

145 Cf CCE 1298; SC 71.

146 CCE 1285; cf LG 11.

147 CCE 1304; cf 1303-1305; 1316.

148 LG 11.

149 Misal Romano, Pleg. Eucarística III.

150 Cf SC 71.

151 Cf CCE 1306; CIC c. 889, 1; 890.

152 Juan Pablo II, Alocución a los obispos de Francia (27-X-1987) 5. Véase también la Nota de la Comisión Episcopal para la Doctrina de la Fe, Algunos aspectos doctrinales del sacramento de la Confirmación (24-X-1991) en Boletín Oficial de la Conferencia Episcopal Española 32 (1991) 159-160, 1-2.

153 CCE 1322.

154 Cf CCE 1324-1327.

155 Cf CIC, c. 914.

156 CCE 1244; cf 1385-1389.

157 Congregación para el Culto Divino, Directorio para las Misas con Niños, de 1-XI-1973, n. 8.

158 Cf CCE 1420-1421.

159 CCE 1422.

160 CCE 1310.

161 Cf CIC c. 914; Apéndice del Directorio Catequístico General (1971).

162 Véanse a este respecto las indicaciones en Conferencia Episcopal Española, Instrucción pastoral Dejáos reconciliar con Dios, de 15-IV-1989, 76.