Epístola 1ª a Timoteο.

 

Introducción.

Breve Biografía de Timoteo. Ocasión de la carta. Estructura o plan general. Perspectivas doctrinales. Saludo epistolar, 1:1-2. El peligro de los falsos doctores, 1:3-11. Digresión personal y amonestación a Timoteo, 1:12-20. En las asambleas litúrgicas: oración por todos los hombres, 2:1-7. Modo de orar, 2:8-15. Elección de ministros sagrados: los obispos, 3:1-7. Los diáconos, 3:8-13. La Iglesia, columna y sostén de la verdad, 3:14-16. Los falsos doctores y modo de combatirlos, 4:1-16. Modo de comportarse con los fieles, 5:1-16. Los presbíteros, 5:17-25. Los siervos, 6:1-2. Nueva puesta en guardia contra los falsos doctores, 6:3-19. Epílogo: "¡Guarda el depósito!" 6:20-21. La gracia sea con vosotros.

 

Introducción.

 

Breve Biografía de Timoteo.

Fue Timoteo uno de los colaboradores más unidos a Pablo y que gozó de su completa confianza. El libro de los Hechos lo nombra seis veces (Act 16:1; 17:14.15; 18:5; 19:22; 20:4), y dieciocho las epístolas paulinas (Rom 16:21; 1 Cor 4:17; 16:10; 2 Cor 1:1.19; Flp 1:1; 2:19; Col 1:1; ι Tes 1:1; 3:2.6; 2 Tes 1:1; 1 Tim 1:2.18; 6:20; 2 Tim 1:2; Flm 1; Heb 13:23). A base de estos datos podemos reconstruir bastante bien su biografνa.

Había nacido en Listra, de padre gentil y de madre judía, y parece que fue convertido a la fe en el primer viaje misional de Pablo, tomándolo luego como auxiliar de apostolado al volver a pasar por Listra en el segundo viaje (cf. Act 16:1-3; 2 Tim 1:5). Desde entonces, como son buena prueba los textos de Hechos y epístolas antes citados, aparece como compañero casi inseparable del Apóstol en sus viajes, y con él se halla también durante la prisión romana. Libre el Apóstol de la prisión y vuelto a Oriente, le encargó el gobierno de la iglesia de Efeso. Parece que era de carácter algo tímido (cf. 1 Cor 16, n) y de salud delicada (cf. 1 Tim 5:23). La tradición eclesiástica, ya desde Eusebio 339, le ha considerado como el primer obispo de Efeso. El Martirologio romano celebra su fiesta, de obispo mártir, el 26 de enero.

 

Ocasión de la carta.

Hay dos cosas ciertas: que Timoteo está en Efeso (cf. 1:3) y que Pablo le escribe para instruirle en orden a la manera de comportarse en el gobierno de los fieles (cf. 3:15). También parece cierto que le escribe desde Macedonia, de donde pensaba regresar pronto a Efeso (cf. 1:3; 3:14; 4:13)·

Pero ¿a qué momento de la vida del Apóstol hay que referir estos hechos? Sabemos que la iglesia de Efeso fue fundada por el Apóstol durante su tercer viaje misional, prolongando allí su estancia por espacio de tres años, probablemente los años 55-57, conforme a la cronología que juzgamos más probable y que en nuestro comentario hemos venido adoptando (cf. Act 19:1-40; 20:31). De Efeso, pasando por Macedonia, adonde había enviado delante a Timoteo (cf. Act 19:22; 2 Cor 1:1; 9:2), Pablo va a Corinto (cf. Act 20, 1-2; 1 Cor 16:5-8), y de allí a Jerusalén, donde le cogen prisionero (cf. Act 20:3-21:33). Es evidente, pues, que la carta no puede estar escrita antes de la cautividad romana de Pablo: la situación histórica que supone (Timoteo encargado de la iglesia de Efeso, y Pablo en Macedonia con intención de volver pronto a Efeso) no encaja en esas fechas. Además, todo da impresión en la carta de que la iglesia de Efeso no estaba en los comienzos, sino bastante desarrollada, pues Pablo habla de errores ya extendidos (1:3-4; cf· Act 20:29) y encarga a Timoteo que no elija para el episcopado a los "neófitos" (3:6). Aunque por falta de datos no nos es posible reconstruir con seguridad el orden de los hechos, lo más probable es que el Apóstol, una vez liberado de la prisión romana, realizase su proyectado viaje a España (cf. Rom 15:24-28), volviendo luego a Oriente, conforme a intenciones también anteriormente manifestadas (cf. Flm 22). Estando en Oriente, probablemente en Macedonia, escribió esta carta a Timoteo, a quien poco antes había dejado encargado del gobierno de la iglesia de Efeso. Tenía esto lugar entre los años 64-67.

 

Estructura o plan general.

El contenido de esta primera carta a Timoteo, al igual que el de la segunda y el de la de Tito, es de carácter esencialmente pastoral. Trata San Pablo de instruirle acerca del ejercicio de su ministerio, para lo que da avisos muy concretos, hasta el punto de que en esta carta, al igual que en las otras dos, podemos ver ya los comienzos del derecho eclesiástico. No un derecho frío y esquematizado, sino un derecho encarnado en la vida cotidiana del pastor con su grey.

A continuación damos el esquema de la carta:

 

Introducción

Saludo epistolar (1:1-2).

Cuerpo de la carta: Instrucciones a Timoteo para el gobierno pastoral de Efeso (1:3-6:19).

1) Hay que salvaguardar la verdadera doctrina (1:3-20).

2) Cómo debe estar organizado el culto público (2:1-15).

3) Los ministros sagrados (3:1-16).

4) Los falsos doctores y modo de combatirlos (4:1-16).

5) Comportamiento con los fieles, según sus diversos estados (5:1-62).

6) Nueva puesta en guardia contra los falsos doctores (6:3-19).

Epílogo:

Recomendaciones finales y bendición (6:20-21).

 

Perspectivas doctrinales.

En esta carta — y lo mismo vale para las otras dos de su grupo — , más que de precisar el mensaje cristiano, que se considera cosa ya hecha, se trata de poner en guardia contra innovaciones arbitrarias. Ese mensaje es como un "depósito" recibido, que hay que custodiar y transmitir a través de determinados dirigentes cuidadosamente elegidos (cf. 1 Tim 6:20; 2 Tim 2:2). Entre estos dirigentes, aparte Timoteo y Tito que aparecen con poderes especiales (cf. 1 Tim 1:3-18; 3:15; 4:6.14; 5:22; 2 Tim 2:2; 4:2-5; Tit 1:5; 2:15), se habla expresamente de "obispos" (cf. 1 Tim 3:2; Tit 1:7), "presbíteros" (cf. 1 Tim 5:17-19; Tit 1:5) y "diáconos" (cf. 1 Tim 3, 8-13), con funciones muy concretas respecto de los fieles.

Es este aspecto precisamente, el relativo a la organización eclesiástica, el que da su matiz más característico a estas cartas: errores que hay que combatir (cf. 1 Tim 1:3-4), Iglesia de Dios que es columna y sostén de la verdad (cf. 1 Tim 1:15), ministros sagrados que están al servicio de esa Iglesia (cf. 1 Tim 3:5). Son éstos los tres puntos que en esta introducción a 1 Tim vamos a tratar de presentar en visión de conjunto. Aunque lo hacemos aquí, en realidad tendremos presentes también la II a Timoteo y la de Tito, pertenecientes al mismo marco histórico.

Los errores combatidos. — Es un tema al que Pablo alude con mucha frecuencia, encargando expresamente a Timoteo y a Tito que se opongan valientemente a esos errores (cf. 1 Tim 1:3-4; 2 Tim 4:1-5; Tit 1:10-11; 2:15), y si sus promotores no hacen caso, que se separen de ellos (cf. Tit 3:10-11; 1 Tim 1:20).

No es fácil precisar el contenido y naturaleza de esos errores a que apunta San Pablo. Hay algunas alusiones concretas, como negación de la resurrección (cf. 2 Tim 2:18), y prohibición del matrimonio y de ciertos alimentos (cf. 1 Tim 4:3; Tit 1:14-15); pero, aparte esas doctrinas heterodoxas en materia concreta, prevalece la orientación de considerar a esos agitadores como gente indisciplinada y superficial que, sin mandato alguno, se infiltraban en las comunidades. Pablo dice de ellos que están llenos de orgullo (cf. 1 Tim 6:4.20; 2 Tim 4:3), gustan de fábulas y genealogías (cf. 1 Tim 1:4; 4:7; Tit 1:14; 3:9) y de introducirse entre el elemento femenino (cf. 2 Tim 3:6), discuten de todo (cf. 2 Tim 2:16-17; Tit 1:10) y ven en la religión una oportunidad para sacar provecho (cf. 1 Tim 6:5; Tit 1:11). Parece que eran de origen judío, pues Pablo habla de "fábulas judaicas" (Tit 1:14; 3:9; 1 Tim 1:7), y encarga a Tito que no se fíe de los de la "circuncisión" (cf. Tit 1:10-11).

Entre los críticos ha sido corriente la opinión de ver ahí aludidos los errores gnósticos que el autor de las Pastorales trataría de refutar: 1 Tim 1:3-4, contra las genealogías y emanaciones de eones; 1 Tim 4:1-7, contra la prohibición del matrimonio, del que, según los gnósticos, los pneumáticos debían abstenerse para no contribuir a la propagación de la especie humana y prolongar así la cautividad de los espíritus en la materia. Sin embargo, nada hay en los textos paulinos que nos autorice a estas identificaciones. Probablemente estos agitadores judaizantes, que "alardean de conocer a Dios" (cf. Tit 1:16; 1 Tim 6:20), pertenecen a la misma corriente esenia de Qumrán, que parece estaba muy difundida, y de la que ya hablamos en la introducción a Golosenses. Son tendencias que preceden al "gnosticismo" ya perfilado del siglo n, y que muy bien podemos llamar "pre-gnósticos." Es una "pre-gnosis" — dice Gerfaux — que en Alejandría se vincula más a la filosofía y a la contemplación, mientras que en Asia Menor y en Siria va más bien hacia la mitología y la magia 340.

La Iglesia, casa de Dios y columna-sostén de la verdad. — No creemos equivocarnos si decimos que la raíz o punto de arranque de toda la trama de las Pastorales, orientando la actuación de Tito y Timoteo, puede verse apuntada en ese texto con que se describe a la Iglesia: "casa de Dios., columna y sostén de la verdad" (cf. 1 Tim 3:15). Precisamente porque la Iglesia es "casa de Dios, columna y sostén de la verdad," tienen su razón de ser todos esos consejos y amonestaciones que Pablo da a sus colaboradores en la obra evangélica. Son dos imágenes que se superponen, sumamente expresivas, con las que el Apóstol nos da a conocer cuál es la idea que él tiene de la Iglesia. Directamente está refiriéndose a la iglesia de Efeso, que es donde debe actuar Timoteo, pero es claro que, en el fondo, su pensamiento va a la Iglesia universal, de la que Efeso es sólo una pequeña parcela.

Tratemos de precisar el significado y alcance de la expresión paulina. Y, primeramente, la imagen casa de Dios. Esta imagen puede tomarse en doble sentido: sea con significado de familia de Dios, idea que San Pablo deja entrever con frecuencia en sus cartas (cf. Rom 8:15.29; Gal 6:10; Ef 2:19; Heb 3:5-6) y cuyo sentido tiene ciertamente en 1 Tim 3:4-5, sea con significado de edificio, o templo de Dios, idea que también deja entrever frecuentemente el Apóstol (cf. 1 Cor 3:16-17; 2 Cor 6:16; Ef 2:21; 4:12; i Pe 2, 4-5) Y Que aquí parece aconsejar la expresión (de motivo arquitectónico) que la sigue: "columna y sostén" de la verdad. Lo más probable es que en la mente de Pablo, al presentar a la Iglesia como "casa de Dios," anden juntos ambos sentidos.

En efecto, es obvio pensar que para Pablo, lo mismo que para cualquier judío, la expresión "casa de Dios," de tan hondas raíces veterotestamentarias (cf. Gen 28:22; i Sam 1:24; i Re 8:10-11; 2 Re 21:4; Esd 6:3; Sal 27:4; Ez 43:5), evocase en primer lugar la idea de presencia de Dios en medio de su pueblo, concretamente para Pablo el pueblo cristiano. Para los israelitas, esa presencia divina estaba como concentrada en un templo o lugar material; para Pablo, en cambio, ya no era así, sino que la misma comunidad cristiana era considerada como un edificio en el Espíritu Santo (cf. 1 Cor 3:9-13; 14:4-5; 2 Cor 13:10; Rom 15:20), un templo humano donde Dios moraba (cf. 1 Cor 3:16-17; 2 Cor 6:16; Ef 2:21) y del que son los cristianos las "piedras vivas" (cf. i Pe 2:4-5). Ello quiere decir que, para la concepción de Pablo, es en la Iglesia — nuevo templo que sustituye al de Jerusalén — donde Dios se hace presente, viniendo al encuentro de sus fieles: les habla por medio de la Escritura, se manifiesta por medio de los carismas, recibe el culto de los suyos., y todo bajo la vigilancia de los pastores que, como administradores o ecónomos de Dios (cf. 1 Tim 3, 4-5; Tit 1:7), han de administrar y regir su "casa" (cf. 1 Tim 1:3-4; 2:8-15; 4:14-16; 6:20-21; 2 Tim 1:13-14; 2:1-2; 4:1-4; Tit 1:5-9; 2:1-10; 3:8-11). A esta imagen de "templo," así explicada, está íntimamente vinculada la de "familia," pues esas "piedras vivas" injertadas en Cristo, que son los cristianos, forman una especie de familia, de la que Dios es padre y señor (cf. Rom 14:1-12; Gal 6:10; Ef 2:19-22). Lo que constituye la unidad de "familia" es la fe o respuesta del hombre a la llamada de Dios; y, aunque en todo momento y circunstancia somos "familia" y "templo de Dios," lo somos sobre todo al reunimos como en familia en las asambleas cultuales.

Hasta aquí, la imagen "casa de Dios"; a ella añade San Pablo la de "columna y sostén" de la verdad, tomada también del mundo de la construcción. Si con la primera, de significado más amplio, se apunta a la naturaleza misma de la Iglesia, con la segunda se mira más bien a su misión en el mundo, como guardiana de la verdad o, lo que es lo mismo, de la revelación de Dios en Cristo (cf. 1 Tim 3, 16; 6:20; Jn 1:17). Tenemos aquí lo que no tardará en llamarse poder magisterial de la Iglesia. En realidad, esto no es sino consecuencia de lo primero, es decir, de que Dios habita en la Iglesia.

Es posible que la imagen "columna-sostén," aplicada a la Iglesia, se la haya sugerido a Pablo la espléndida columnata del templo de Artemisa en Efeso, bien conocida de Timoteo y de los lectores de la carta; a ese mismo marco imaginativo pertenecería también la expresión "grande es el misterio de la piedad" (1 Tim 1:16), especie de contrapunto a las aclamaciones de los Efesios en favor de Artemisa (cf. Act 19:34), Y la 16 Pablo no hace sino designar de otro modo lo que antes llamó simplemente "verdad." Sea de eso lo que fuere, lo cierto es que Pablo considera a la Iglesia como "columna-sostén" de la verdad: del mismo modo que en un edificio las columnas con sus basamentos sostienen toda la construcción, así hace la Iglesia, casa-familia de Dios, respecto de la verdad o revelación en Cristo. Esta firmeza y solidez de la Iglesia, manteniendo incólume la doctrina revelada, la vuelve a poner de relieve San Pablo en su segunda carta a Timoteo, cuando escribe: "Pero el sólido fundamento de Dios se mantiene firme" (2 Tim 2:19). Ese "sólido fundamento de Dios," que, según otras perspectivas, es Cristo (cf. 1 Cor 3:11), o son los apóstoles (cf. Ef 2:20; Ap 21:14), aquí parece claro que es, conforme pide el contexto, la fe de la Iglesia, pues con esas palabras muestra Pablo su alegría porque, no obstante la defección de algunos, como Himeneo y Fileto, el conjunto de la comunidad cristiana permanece fiel.

Añade Pablo que, a semejanza de lo que sucede en muchos edificios públicos, sobre ese "sólido fundamento" que es la Iglesia hay insculpida una doble inscripción-sello: "El Señor conoce. Apártese de la iniquidad." (2 Tim 2:19), Estos sellos-inscripciones apuntaban, según los casos, a diversas finalidades, como la de señalar la propiedad (cf. 2 Cor 1:22; Ef 1:13; 4:30; Ap 7:3-4) o la autenticidad (cf. Rom 4:11; 1 Cor 9:2); en nuestro caso parece que se apunta más bien a señalar el destino y carácter de la Iglesia. La primera inscripción hace referencia a la ciencia de Dios que conoce a todos los que son suyos y los pone a seguro o, lo que es lo mismo, la Iglesia-casa de Dios no desviará jamás de la recta doctrina; la segunda inscripción indica que todo el que pertenece a Cristo y entra en el edificio-familia de la Iglesia, debe necesariamente renunciar al pecado, llevando visible ante el mundo esta condición o, lo que es lo mismo, la Iglesia es santa por naturaleza (cf. 2 Cor 1:21-22; Ef 5:26-27; Tit 2:14). Verdad y santidad, dos caracteres indelebles de la Iglesia que nadie podrá quitarle.

Los ministerios eclesiásticos. — Dada la importancia del tema, séanos permitido coger las cosas desde un principio para luego centrarnos en las Pastorales 341. Es un hecho, como aparece por el conjunto todo de los escritos neotestamentarios, que el cristianismo nació muy vinculado al judaismo, hasta el punto de que en un principio los fieles, todos de procedencia judía, no tenían inconveniente en seguir asistiendo a las funciones del Templo (cf. Act 2:46; 3:1). Pronto, sin embargo, comienza a irse acentuando la separación, de que son claro testimonio las cartas paulinas y el libro de los Hechos. Al frente de ese movimiento cristiano, y como sus responsables, aparecen siempre los Doce, a los que muy pronto es agregado Pablo (cf. Act 1:21-26; 15:1-2; 1 Cor 15:1-11; Gal 1:11-24). Esto es totalmente claro.

Pero los Apóstoles no están solos en la función directiva. A su lado y colaborando con ellos, aparecen muy pronto otros personajes encargados también de funciones directivas en la comunidad. De ello son asimismo testimonio lo mismo el libro de los Hechos que las cartas paulinas, antes ya de las Pastorales. Por lo que se refiere al libro de los Hechos, notemos estos nombres: "apóstoles" (14:4.14), "profetas y doctores" (13:1; 15:32), "evangelistas" (21:8), "presbíteros" (11:30; 14:23; 15:2-23; 16:4; 20:17; 21,18), "obispos" (20:28) y "diáconos" (6:1-6). Por lo que se refiere a Pablo, encontramos los mismos nombres: "apóstoles-profetas-doctores-evangelistas" (1 Cor 12:28; Rom 12:6-8; Ef. 4:11), "obispos y diáconos" (Fil 1:1), faltando únicamente el de "presbíteros" en sus escritos anteriores a las Pastorales. A su vez, Pablo habla también, sin designarlos con nombre propio, de "los que presiden y amonestan" (1 Tes 5:12), término éste de "presidencia" (ó προϊστάμενος), que vuelve a usar al hacer la lista de carismas (Rom 12:8; cf. 1 Cor 12:28) y que tambiιn usará en las Pastorales aplicado a los "presbíteros-obispos" (cf. 1 Tim 3:4-5; 5:17) Y a los "diáconos" (cf. 1 Tim 3:12).

Estos son los hechos. En orden a conclusiones, será conveniente proceder por partes. La primera conclusión, y ésta incontrovertible, es la de que, como dijimos antes, junto a los'apóstoles, y colaborando con ellos, aparecen ya desde un principio otros personajes que toman también parte en la dirección de las comunidades. Otra cosa es el que podamos determinar con precisión cuáles eran los servicios o funciones asignadas a cada uno de esos nombres. Parece ser, a juzgar por todos los indicios, que los "apóstoles" tenían como misión característica la de difundir el Evangelio allí donde no había sido aún predicado. Tal parece ser el sentido en no pocos lugares de las cartas de Pablo (cf. 1 Cor 9:5; 12:28; 2 Cor 11:5.13; 12:11; Rom 16:7; Ef 2:20; 3:5; 4:11) y también en Ap 2:2-3 Y en 1a Didaché (11:3-6). Respecto a los "profetas y doctores," de que también nos habla la Didaché (15:1-2), parece que desarrollaban su misión sobre todo en la liturgia comunitaria (cf. Act 13:1-3; 1 Cor 14:1-40), y eran designados con esos nombres por razón de la función que desempeñaban: los que anuncian el mensaje bajo el impulso e iluminación del Espíritu (= profetas) y los dedicados a la instrucción cristiana ordinaria (= doctores). Por lo que toca a los "evangelistas," disponemos de muy pocos datos. La Didaché no habla nunca de ellos. En los Hechos sólo se nombran una vez aplicando el título a Felipe (cf. 21:8), al paso que Pablo los menciona dos veces: en Ef 4:11, formando lista con los "apóstoles-profetas-doctores," y en 2 Tim 4:5, encargando a éste que "haga obra de evangelista." Lo más probable es que se trate de misioneros ambulantes del Evangelio, ocupando junto con los "apóstoles" y detrás de ellos el puesto de vanguardia de la predicación cristiana. Este título de "evangelista" parece que siguió usándose bastante tiempo en la Iglesia, una vez que había desaparecido ya el de "apóstol," reservado prácticamente a los Doce y a Pablo 342.

En cuanto a "presbíteros-obispos-diáconos," son tres términos que han quedado consagrados definitivamente en el lenguaje cristiano, y sus funciones son puestas muy de relieve en las Pastorales: presbíteros (1 Tim 5:17-19; Tit 1:5-6), obispos (1 Tim 3:2-7; Tit 1: 7-9), diáconos (1 Tim 3:8-13). Todo hace suponer que el término "presbítero," en su aplicación dentro de la Iglesia, tuvo su origen en el ámbito palestinense (cf. Act 11:30), y de allí pasó al cristianismo helenístico; lo contrario habría sucedido con el término "obispo," nacido más bien en las comunidades helenistas (cf. Fil 1:1), no en las palestinenses. Parece que en la época en que fueron escritas las Pastorales se había hecho ya la fusión de ambos términos, y las funciones vendrían a ser las mismas (cf. 1 Tim 3:2-7 — Tit 1: 5-9); es decir, al hablar de "presbíteros" y de "obispos," no se apunta a personajes de categoría distinta, como sucede en la actualidad, sino que hay sinonimia entre ambos términos. Desde luego, no hay texto alguno bíblico en que aparezca la fórmula "obispo y presbíteros," u otra equivalente, que supusiera distinción. Esto lo encontramos por primera vez en las cartas de San Ignacio de Antioquía, donde aparece el "obispo" en el vértice de la jerarquía y debajo de él los "presbíteros" y "diáconos" 343.

Hay autores, como el P. Spicq, que creen que las Pastorales suponen ya un paso adelante respecto de los otros escritos neotesta-mentarios, pues se habla siempre de "obispo" en singular (cf. 1 Tim 3, 2; Tit 1:7), y no en plural, como anteriormente (cf. Fil 1:1; Act 20, 28); ello sería indicio de que el "obispo" era ya único en cada comunidad. No que fuera como el de las cartas de San Ignacio de An-tioquía, de rango o dignidad superior a la de los "presbíteros," pues nunca se habla de subordinación especial de éstos a él, sino que, aun siendo uno de entre los "presbíteros," tendría una función especial, la episcopé o presidencia.

Aunque la teoría es seductora, hemos de confesar que la razón alegada, es, a saber, que el término "obispo" se emplea en singular, no logra convencernos. Puede muy bien tratarse de un singular genérico, y concretamente en el caso de Tit 1:7, eso está pidiendo claramente el contexto: "Te dejé en Creta para que constituyeses por las ciudades presbíteros que sean irreprochables., pues es preciso que el obispo ( — todo obispo) sea inculpable," etc. El razonamiento carecería de lógica si los términos "presbítero" y "obispo" no fuesen equivalentes, igual que en Act 20:17 y 28. Decir, como hace el P. Spicq, que la intención del Apóstol apunta al "obispo," no a los "presbíteros," y que, si encarga a Tito que elija "presbíteros" irreprochables, es porque de ellos ha de salir el "obispo," nos parece un pensamiento demasiado alambicado, que es posible, absolutamente hablando, pero que no tenemos necesidad ninguna de introducir aquí. En la carta de Clemente Romano (a.95), donde se habla también con frecuencia de "presbíteros" (cf. 44:5; 47:6; 54:2; 57:1) y "obispos" (cf. 42:3-4; 44:4), todo da la impresión de que los términos siguen siendo sinónimos.

La función de estos "presbíteros-obispos," sin que queden excluidas tareas de administración (cf. Act 11:30), era velar por los intereses espirituales de la comunidad con funciones de tipo doctrinal y de gobierno (cf. Fil 1:1; 1 Tim 3:2-5; 5:17; Tit 1:5-9; Act 15, 2-23; 20:28; 21:18; San 5:14; 1 Pe 5:1-5). Sería aventurado pretender precisar hasta dónde se extendían sus atribuciones, dada la escasez de datos en que tenemos que movernos. Sin embargo, todo da la impresión de que esos "presbíteros-obispos," que dirigían la vida espiritual de los fieles, y que aparecen como algo regularmente establecido en todas las iglesias, no gozaban del poder de instituir nuevos dirigentes ministeriales, que será lo más característico del "obispo" posterior, pues aparecen sujetos a otros, como Timoteo y Tito, que son los que instituyen esos ministros y a los que Pablo da instrucciones a este respecto (cf. 1 Tim 3:1-15; Tit 1:5-9).

En cuanto a la función de los "diáconos," todo hace suponer, dadas las condiciones exigidas, que estaban especialmente encargados de los bienes temporales y del cuidado de los pobres (cf. 1 Tim 3:8-13; Act 6:1-6). Ciertos textos (cf. 1 Tim 3:11; Rom 16:1) permiten deducir que estas funciones diaconales eran confiadas, a veces, a las mujeres.

Un punto que nos interesaría mucho saber es el de poder precisar cómo se llegaba a esas funciones. Ante todo, notemos que es a Tito y a Timoteo a quienes se dan instrucciones para que haya aptos ministros eclesiásticos. ¿Existía de por medio algún rito? A este respecto, es de suma importancia lo que explícitamente dice Pablo con referencia a Timoteo, es, a saber, que ha sido integrado en el orden de los ministerios eclesiásticos mediante la imposición de manos (cf. 1 Tim 4:14; 2 Tim 1:6). Y lo que dice de Timoteo es claro que vale lo mismo para los otros colaboradores del Apóstol e incluso para los "presbíteros-obispos" que Timoteo y Tito deben establecer, pues es sólo aplicación de algo que se supone más general (cf. 1 Tim 5:22; Act 14:23). Y si Timoteo, a través de una imposición de manos, recibe un carisma que ciertamente implica presidencia y autoridad (cf. 1 Tim 5:20; Tit 2:15), ¿por qué no aplicar eso mismo como lo más lógico a los que "amonestan y presiden" de 1 Tes 5:12-13 y a los señalados con funciones de "gobierno" en 1 Cor 12:28 y Rom 12:87 Igual se diga de los "obispos" y "diáconos" de Fil 1:1. Pruebas positivas no las hay; pero, si ésa era la práctica en la época de las Pastorales, ningún motivo hay para dudar de que no fuera así ya desde un principio, conforme deja entender el texto de Act 6:6. Incluso podemos incluir dentro de la misma perspectiva a los "apóstoles-profetas-doctores-evange-listas," de que Pablo ha hablado en sus cartas anteriores, pues también ellos, conforme explicamos al comentar Act 13:1-3, pertenecían al ministerio regular eclesiástico, igual que los "obispos-presbíteros" y "diáconos."

Queda, finalmente, el problema de la sucesión apostólica344. ¿Dice algo Pablo al respecto? Creemos que sí. En la segunda carta a Timoteo, reflejo de las últimas preocupaciones del Apóstol (cf. 4, 6-8), le encarga expresamente: "Lo que de mí oíste ante muchos testigos, encomiéndalo a hombres fieles, capaces de enseñar a otros" (2 Tim 2:2). Tenemos, pues, claramente la idea de sucesión: el Apóstol, primer testigo ("lo que de mí oíste"); Timoteo, primer destinatario; finalmente, hombres fieles, sin determinación individual, como perdidos en un futuro desconocido, pero ya particularizados en cuanto hay que ajustarse a unas normas de elección de candidatos. No mucho tiempo después Clemente Romano, de fines del siglo i, nos ofrecerá un testimonio de suma importancia a este respecto. Trata Clemente de poner el ministerio eclesiástico al abrigo de toda revuelta popular, y alega éste como motivo decisivo: el nombramiento de los oficios eclesiásticos no parte de la competencia de los fieles, sino que está estrictamente reservado a los Apóstoles, que recibieron tales poderes del Señor y establecieron normas para la creación de nuevos ministros (cf. 42:1-4; 44:1-2).

Quiénes sean concretamente esos sucesores de los Apóstoles, no es ya cuestión bíblica. La Iglesia católica, apoyada en la tradición, habla de los Obispos 345. Naturalmente, al hablar de "obispos," en modo alguno se quiere decir que haya exacta correspondencia con los que en los escritos neotestamentarios llevan esa denominación; la cuestión de nombre importa poco, y más bien hemos de pensar que no es precisamente a través de los llamados "presbíteros-obispos" en la Biblia como los Obispos vienen a ser sucesores de los Apóstoles, sino a través de otros que, como Tito y Timoteo, gozaban de poderes ministeriales mucho más amplios, al menos al final de la vida del Apóstol, y a quienes se pide que continúen la obra comenzada por ellos (cf. Tit 1:5; 2 Tim 4:5-6) 346.

Es posible que, al principio, estos colaboradores de los Apóstoles, incluso después de la muerte de éstos, continuasen con cierto carácter ambulante, sin sujetarse a una ciudad determinada, de modo parecido a los "apóstoles-profetas-doctores-evangelistas," a que antes aludimos, y entre los cuales quizás pudiéramos buscar también a los verdaderos Obispos. Pero sea lo que fuere de ese carácter inicialmente ambulante, pronto las cosas se irán estabilizando, a base de pequeñas parcelas o diócesis bajo un jefe único, como se refleja en las cartas de San Ignacio de Antioquía, sin que sea aventurado suponer que en todo esto pudo tener gran influjo el apóstol San Juan (cf. Ap. 2:1-3:22).

 

Saludo epistolar, 1:1-2.

1 Pablo, apóstol de Cristo Jesús por el mandato de Dios nuestro Salvador y de Cristo Jesús, nuestra esperanza, 2 a Timoteo, verdadero hijo en la fe: gracia, misericordia, paz de parte de Dios Padre y de Cristo Jesús, nuestro Señor.

 

Esta fórmula de saludo, en sus líneas fundamentales, es la misma que hemos visto ya en cartas anteriores (cf. Rom 1:1-7; 1 Cor 1:1-3; Ef 1:1-2).

Hay, sin embargo, algunos términos nuevos, y son los siguientes: Primeramente el apelativo "Salvador" aplicado al Padre (v.1). En las otras cartas encontramos ese nombre aplicado a Cristo (cf. Ef 5:23; Flp 3:20), pero en las pastorales lo encontramos no sólo aplicado a Cristo (cf. 2 Tim 1:10; Tit 1:4; 2:13; 3:6), sino también al Padre (1 Tim 1:1; 2:3; 4:10; Tit 1:3; 2:10; 3:4), que nos ha salvado por medio de Cristo (cf. 1 Cor 1:21; 2 Cor 5:18; Ef 2:8). Nuevo es también el que, en la fórmula misma de saludo, se hable de Cristo nuestra "esperanza" (v.1), como tratando de hacer resaltar ya desde el principio que sólo en Cristo, no en la Ley ni en otra parte alguna, hemos de poner el objeto y fundamento de nuestra esperanza (cf. Col 1:27). Igualmente es nuevo el término "misericordia" (v.2), añadido a los usuales "gracia" y "paz" (cf.JRom 1:7); quizás el Apóstol trate de hacer resaltar nuestra extrema indigencia, indicando, además, la fuente de que provienen esa "gracia" y esa "paz."

Notemos también el adjetivo verdadero (γνησίω), aplicado a Timoteo como "hijo" de Pablo en la fe (v.2). El mismo término se aplica luego a Tito (cf. Tit 1:4). Probablemente ambos habían sido bautizados por Pablo, y eran sus "hijos" espirituales; pero, aparte de eso, ambos habían demostrado en la práctica ser genuinos hijos espiritualmente de Pablo, al contrario de otros que se habían mostrado hijos o secuaces indignos, como Himeneo y Alejandro (cf. v. 19-20).

 

El peligro de los falsos doctores, 1:3-11.

3 Te rogué, al partir para Macedonia, que te quedaras en Efeso, para que requirieses a algunos que no enseñasen doctrinas extrañas, 4 ni se ocupasen en fábulas y genealogías inacabables, más a propósito para engendrar disputas que para el plan de salud de Dios, mediante la fe. 5 El fin del requerimiento es la caridad que procede de un corazón puro, de una conciencia buena y de una fe sincera, 6 de cuya línea algunos se desvían, viniendo a dar en vaciedades, 7 alardeando de doctores de la Ley, sin entender lo que dicen ni lo que afirman. 8 Pues sabemos que la Ley es buena para quien use de ella convenientemente, 9 teniendo en cuenta que la Ley no es para los justos, sino para los inicuos, para los rebeldes, para los impíos y pecadores, para los que carecen de religión y piedad, para los parricidas y matricidas, para los homicidas, 10 para los prostituios y sodomitas, ladrones de esclavos, embusteros, perjuros y si algún otro hay que se oponga a la sana doctrina. 11 conforme al Evangelio glorioso del bienaventurado Dios, que me ha sido encomendado.

 

Toda la carta, tan acertadamente resumida luego al final (cf. 6:20), es una recomendación a Timoteo a que sea fiel transmisor del mensaje de Cristo. No todos interpretaban bien ese mensaje, y en Efeso concretamente habían surgido falsos predicadores que lo desfiguraban, enseñando "doctrinas extrañas" (έτεροδιδασκαλεΐν) y ocupαndose en "fábulas" (μύοιβ) y “genealogνas inacabables” (γενεαλογίας απέραντος), mαs a propósito para sembrar discordias entre los fieles que para favorecer el plan de bendición de Dios mediante la fe; contra todo eso había de luchar Timoteo, y a ese fin lo había dejado Pablo en Efeso (v.3-4).

¿Cuáles eran concretamente esas doctrinas extrañas que el Apóstol trata de proscribir y a las que, de una u otra manera, alude varias veces (cf. 4:3; 6:4; Tit 1:14; 3:9) en estas cartas pastorales? Se ha hablado de las doctrinas gnósticas del siglo II, con sus interminables discusiones sobre emanaciones y genealogías de eones, siendo ésta precisamente una de las principales razones en que se apoyan muchos críticos para negar la autenticidad paulina de estas cartas. Sin embargo, como ya expusimos en la introducción, nada hay en los textos que nos autorice a suponer esa identificación. Creemos que se trata de los mismos agitadores combatidos ya, hacía dos o tres años, en la carta a los Colosenses (cf. Col 2, 4:23). Eran de procedencia judía y tenían en gran aprecio la Ley (cf. v.7), pero su judaismo era mucho menos cerrado que el de las escuelas rabínicas de Jerusalén, mezclando elementos helenistas con elementos judíos. Parece pertenecían, como ya indicamos en la introducción a la carta a los Colosenses, a la misma corriente esenia que encontramos en Qumrán. Las "fábulas y genealogías" (v.4), más que alusión a las generaciones de eones, cosa por esas fechas todavía poco en boga, serían una alusión a las especulaciones sobre genealogías de los patriarcas y demás héroes bíblicos, cosa de que entonces gustaban mucho los judíos, como es buena prueba el Libro de los jubileos.

De todo eso, San Pablo dice que era "más a propósito para engendrar disputas que para el plan de salud de Dios mediante la fe" (v.4), y encarga a Timoteo que "requiera" (ϊνα τταραγγείλτ)β ) a los que enseρan tales doctrinas que no lo hagan (v.3). Lo que añade en el v.β, diciendo que "el fin del requerimiento (το δε τέλοβ τήβ τταραγγελίαβ) es la caridad” no es del todo claro. Parece que el Apσstol trata de hacer notar no que él hace ese encargo movido de la caridad o que Timoteo debe proceder con caridad, sino que la naturaleza y como esencia del mensaje cristiano es la caridad (cf. Rom 13:10; 1 Cor 13:1-13; Gal 5:6-14). Para la vida y desarrollo de esa caridad, Pablo habla de tres condiciones: corazón puro, conciencia buena y fe sincera (v.s). Precisamente por no tener eso en cuenta vienen esas desviaciones de los falsos doctores, que ponen todo su empeño en los preceptos de la Ley y se quedan "en vaciedades" (v.6-7).

A continuación, el Apóstol describe el verdadero papel de la Ley (v.8-11). De este punto ya trató ampliamente en la carta a los Romanos y en la de los Gálatas (cf. Rom 4:13-16; 7:7-12; Gal 3:19-25). Aquí prácticamente se limita a considerarla bajo el aspecto penal, y en ese sentido puede decirse que "no es para los justos, sino para los inicuos" (v.g). En realidad los cristianos no están bajo la Ley ni necesitan de Ley, pues su vida está inspirada y dirigida desde dentro por el Espíritu (cf. Gal 5:18.23). En la enumeración de pecados (v.9-10), San Pablo va siguiendo el orden del Decálogo, que los prohibe (cf. Ex 20:3-17). Semejantes listas de pecados encontramos también en otros lugares (cf. Rom 13:13; 1 Cor 6:9-10; Gal 5:19-21; Ef 5:3-5; 2 Tim 3:2-5). La expresión "sana doctrina" (v.10), recalcando que hay un cuerpo de verdades que deben ser aceptadas y guardadas, es característica de estas cartas pastorales (cf. 6:3; 2 Tim 1:13; Tit 1:9.13; 2:1.8). En sentido medicinal del término, esa "doctrina" es el antídoto de las doctrinas erróneas que propagan los falsos doctores.

 

Digresión personal y amonestación a Timoteo, 1:12-20.

12 Gracias doy a nuestro Señor Cristo Jesús, que me fortaleció, de haberme juzgado fiel al confiarme el ministerio, 13 a mí, que primero fui blasfemo y perseguidor violento, mas fui recibido a misericordia porque lo hacía por ignorancia en mi incredulidad; 14y sobreabundó la gracia de nuestro Señor con la fe y la caridad en Cristo Jesús. 15 Verdadero es el dicho y digno de ser por todos recibido, que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero. 16 Mas por esto conseguí la misericordia, para que en mí primeramente mostrase Jesucristo toda su longanimidad y sirviera de ejemplo a los que habían de creer en El para la vida eterna. i? Al Rey de los siglos, inmortal, invisible, único Dios, el honor y la gloria por los siglos de los siglos. Amén. 18 Este es el requerimiento que yo te confío, hijo mío Timoteo, conforme a las profecías de ti hechas anteriomente, a fin de que, puestos en ellas los ojos, sostengas el buen combate 19 con fe y buena conciencia. Algunos que la perdieron naufragaron en la fe; 20 entre ellos, Himeneo y Alejandro, a quienes entregué a Satanás para que aprendan a no blasfemar.

 

Las últimas palabras de la perícopa anterior mencionando el "Evangelio a él encomendado" (v.11; cf. Gal i,n), llevan a Pablo a introducir una breve digresión personal (v.12-17), para volver luego al tema central del capítulo, recomendando a Timoteo que defienda con valentía la sana doctrina contra los que tratan de desfigurarla (v. 18-20).

La digresión es como un desahogo del Apóstol, manifestando a Dios su agradecimiento por todo cuanto ha hecho con él. De modo parecido se expresa en 1 Cor 15:9-10 y Gal 1:13-16. La excusa de que “obraba por ignorancia” (ν.13) es la misma alegada ya por Pedro en favor de los judνos en general (cf. Act 3:17), y por Jesucristo en favor de los que lo crucificaban (cf. Le 23:34). Ello no significa que se niegue toda culpabilidad, como ya explicamos al comentar Act 3:17. Es muy de notar la fórmula "verdadero es el dicho" (πιστός ό λόγος), caracterνstica de las pastorales (cf. 3:1; 4:9; 2 Tim 2:11; Tit 3:8), con que el Apóstol trata de recalcar la verdad o seguridad de una afirmación que se debe tomar muy en serio. Probablemente está tomada del uso vivo de la catequesis oral. Nótese también el interés que pone en hacer ver que lo hecho con él por Jesucristo es para que sirva de estímulo a los demás, por pecadores que sean, y que nadie debe desesperar (v.16). La solemne doxología con que termina la digresión (v.17) es posible que esté tomada del uso litúrgico de las asambleas cristianas, o al menos inspirada en él. Por lo demás, tales doxologías eran frecuentes entre los judíos, y también en San Pablo (cf. Rom 11:36; 16:25-27; Ef 3:20-21; Flp 4:20).

En cuanto a la amonestación o "requerimiento" a Timoteo (v.18-20), no es sino una repetición en forma más solemne de lo que ya le había encargado en los v.3-4. El Apóstol parece poner estrecha relación entre rectitud moral o "buena conciencia" y ortodoxia de la "fe" (v.19), y es que, con frecuencia, el error religioso tiene sus raíces en el terreno moral más que en el intelectual. No está claro cuáles sean esas "profecías" a que se alude (v.18). Es posible que se trate simplemente de los augurios que hacían a Pablo los fieles de Listra y de Iconio al recomendarle a Timoteo, ponderando sus buenas cualidades y las esperanzas que ofrecía (cf. Act 16:2). Por lo demás, las manifestaciones carismaticas eran entonces frecuentes en la Iglesia (cf. Act 10:44; 11:28; 13:2; 19:6; 1 Cor 14:26), y de esta clase pueden también haber sido las "profecías" aludidas aquí por Pablo (cf. 4:14). Por lo que respecta a Himeneo y Alejandro (v.20), ambos nombres vuelven a aparecer en la carta segunda a Timoteo (cf. 2:17; 4:14), y probablemente se trata de los mismos personajes. Pablo toma contra ellos la determinación de "entregarlos a Satanás" (v.20), especie de excomunión en el sentido ya explicado al comentar 1 Cor 5:5.

 

En las asambleas litúrgicas: oración por todos los hombres, 2:1-7.

1 Ante todo te ruego que se hagan peticiones, oraciones, súplicas y acciones de gracias por todos los hombres, 2 por los reyes y por todos los constituidos en dignidad, a fin de que gocemos de vida tranquila y quieta con toda piedad y honestidad. 3 Esto es bueno y grato ante Dios nuestro Salvador, 4 el cual quiere que todos los hombres se salven y vengan al conocimiento de la verdad. 5 Porque uno es Dios, uno también el mediador entre Dios y los hombres, el hombre Cristo Jesús, 6 que se dio a sí mismo como rescate por todos; testimonio dado a su tiempo, 7 para cuya promulgación he sido yo hecho heraldo y apóstol — digo verdad en Cristo, no miento — , maestro de los gentiles en la fe y en la verdad.

 

Hasta aquí Pablo se había mantenido en recomendaciones de carácter general sobre defensa de la verdadera doctrina contra los que la desfiguraban; ahora comienzan los avisos de tipo más particular. Y, primeramente, con relación a la oración pública.

Manda el Apóstol que se hagan oraciones "por todos los seres humanos" (v.1), y en especial "por los constituidos en dignidad," comenzando "por los reyes" (v.2). La razón de esta mención especial de las personas constituidas en dignidad es porque su conducta implica graves consecuencias para el bien de los demás, dependiendo de ellos en gran parte el que podamos gozar "de vida tranquila y quieta con toda piedad y honestidad" (v.2). Nótese que el emperador 347 era entonces Nerón y que es casi seguro que ya había tenido lugar el incendio de Roma del 64 y la subsiguiente persecución contra los cristianos, a pesar de lo cual Pablo no cambia en nada sus ideas de respeto hacia la autoridad expresadas siete u ocho años antes en Rom 13:1-7. Sin embargo, es posible que las palabras "a fin de que gocemos de vida tranquila y quieta con toda piedad y honestidad" sean reflejo de temores para el futuro.

La expresión "con toda piedad y honestidad" viene a ser equivalente a la fórmula hebrea "en santidad y justicia" (cf. Lc 1:75), en la que está resumido todo el ideal religioso de Israel.

A fin de dar más autoridad a su recomendación, Pablo añade que "esto," es decir, el que reguemos por todos y en especial por los constituidos en dignidad, es "bueno y grato ante Dios nuestro Salvador" (v.3). Y da la razón: porque Dios "quiere que todos los hombres se salven y vengan al conocimiento de la verdad" (v.4). Es obvio, pues, que si quiere que todos se salven, nosotros, rogando por todos, hacemos una cosa grata a Dios. Enseñanza importante sobre el deber y la eficacia de la oración para cooperar a la voluntad de Dios. Es la oración algo que se introduce entre Dios y la voluntad libre del hombre, a fin de atraer sobre ésta gracias de luz y de fuerza por parte de Dios, que libremente la dobleguen a sus planes salvadores. La expresión "conocimiento de la verdad" viene a equivaler aquí a conocimiento de la verdadera religión, y más que concebir la "verdad" en un orden especulativo, al estilo de la filosofía griega, es concebida en un orden práctico, como orientación vital de toda la personalidad. Es la concepción que suele encontrarse en el Antiguo Testamento 348.

El razonamiento de San Pablo todavía no se detiene aquí. El Apóstol sigue encadenando verdades, y ahora va a explicar el porqué de esa voluntad salvífica universal de Dios 349. Dice que no puede ser de otra manera, pues "Dios es uno, y uno también el mediador entre Dios y los nombres, el hombre Cristo Jesús, que se dio a sí mismo como rescate por todos" (v.5-6). Lo que equivale a decir que son dos las razones del universalismo: la unicidad de Dios, primer principio y último fin de todos, y, una vez roto el orden de la creación por el pecado, la unicidad del Mediador, Dios y hombre a la vez, que por todos se dio a sí mismo en rescate 350. El que San Pablo hable de "único mediador," que es Jesucristo, no excluye la mediación de los ángeles y santos, y singularmente la de la Virgen María, conforme ha sostenido siempre la Iglesia, pues esa mediación de los santos supone la mediación de Jesucristo, y en ella se funda y de ella recibe toda su fuerza. El término "mediador," aparte este lugar, se aplica también a Jesucristo en Heb 8:6 y 9:15. La idea, sin embargo, es muy frecuente: por El tenemos acceso al Padre (Ef 2:18), la paz (Rom 5:1), la victoria (1 Cor 15, 57), etc. La misma concepción de Cristo como nuevo Adán (cf. Rom 5:12-21) contiene implícitamente la idea de la mediación. Llama la atención el relieve que, al hablar de Cristo Jesús, da el Apóstol a la palabra "hombre" (v.5). Creen algunos que esa afirmación está enderezada contra las primeras manifestaciones del docetismo, el cual sostenía que Cristo había tomado sólo un cuerpo aparente y no era verdadero hombre. Sin embargo, también puede ser que se trate simplemente de hacer resaltar que Jesucristo ejerce ese poder de "mediador" precisamente en cuanto hombre, pues es en cuanto hombre como va a la muerte y paga a Dios el precio de nuestro rescate. Claro que, en realidad, solamente porque también era Dios pudo dar a su muerte un valor infinito, y, por tanto, es en su condición de hombre-Dios como le compete el título de "mediador" único.

San Pablo termina su razonamiento diciendo que la redención del mundo por la pasión y muerte de Cristo fue un "testimonio" o prueba manifiesta de la voluntad salvífica universal del Padre, escondida durante siglos y manifestada ahora en el tiempo por El prefijado (v.ób; cf. Gal 4:4; Ef 3:9; Col 1:26). Para promulgar o extender por el mundo ese testimonio, Pablo ha sido elegido "heraldo y apóstol" (v.7; cf. Gal 1:15-16; Ef 3:7-8; 2 Tim 1:11).

 

Modo de orar, 2:8-15.

8 Así, pues, quiero que los hombres oren en todo lugar, levantando puras las manos, sin ira ni discusiones* 9 Asimismo, que las mujeres se presenten en hábito honesto, con recato y modestia, sin rizado de cabellos, ni oro, ni perlas, ni vestidos costosos, 10 sino con obras buenas, cual conviene a mujeres que hacen profesión de piedad. 11 La mujer aprenda en silencio, con plena sumisión. 12 No consiento que la mujer enseñe ni domine al marido, sino que se mantenga en silencio, 13 pues el primero fue formado Adán, después Eva. 14 Y no fue Adán el seducido, sino Eva, que, seducida, incurrió en la transgresión. 15 Se salvará por la crianza de los hijos, con tal que permaneciere con modestia en la fe, la caridad y la santidad.

 

Después de aconsejar que se hagan oraciones por todos y en especial por los constituidos en dignidad, San Pablo indica ahora el modo de orar, distinguiendo entre hombres (v.8) y mujeres (v.9-15)·

Por lo que respecta a los hombres, dice que oren "en todo lugar," y que lo hagan "levantando puras las manos, sin ira ni discusiones" (v.8). Se trata, como aparece del contexto, de las oraciones públicas. Ese "en todo lugar" no ha de tomarse, pues, en sentido absoluto, sino "en todo lugar" donde se reúnan las asambleas cristianas (cf. Rom 16:5; Gol 4:15; Act 2:46; 20:7). La costumbre de orar con las manos levantadas hacia el cielo era la ordinaria entre los judíos (cf. Ex 9:29; 1 Re 8:38; Is 1:15; Sal 134:2), y también entre los paganos, como vemos en multitud de monumentos egipcios, asirios, etc. San Pablo quiere que ésa siga siendo la costumbre entre los cristianos; pero que lo hagan con las manos "puras" (pureza moral) y "sin ira ni discusiones," es decir, plenamente dispuestos para la oración (cf. Mt 5:23-24)·

Es interesante, a este respecto, la observación de Tertuliano, quien afirma que, a diferencia de los paganos que elevaban los brazos verticalmente, los cristianos los extienden a lo ancho, a imagen de Cristo crucificado 351.

En cuanto a las mujeres, que no vayan a la oración como a una exhibición de modas (v.9; cf. i Pe 3:3), sino cual conviene a mujeres cristianas (v.10). Conoce muy bien el Apóstol la debilidad humana y la tentación que puede sentir la mujer, incluso al ir a las asambleas litúrgicas, de buscar llamar la atención con sus trajes, peinados y joyas. Y que no traten de dirigir y dar instrucciones, pues eso corresponde a los hombres (v.11-12; cf. 1 Cor 14:34-35). En apoyo de lo que les dice y cómo la mujer debe estar sujeta al ser humano, recurre San Pablo a la narración del Génesis, donde claramente aparece la prioridad del hombre en la creación, siendo la mujer, que vino después, ocasión de su caída (v.13-14; cf. Gen 2:7-22; 3:2-6). De la misma narración del Génesis se valió también, para una argumentación semejante, en 1 Cor 11:7-12. A estas argumentaciones sacadas de la Biblia, muy en uso entre los judíos, no siempre se les pretendía dar carácter de estricta demostración, sino más bien de ilustración (cf. Gal 3:16), como quizás sea también en el caso presente 352.

Por su parte, las mujeres deben mostrar sus propias virtudes femeninas, y San Pablo destaca en particular la maternidad con todo lo que ella entraña de sacrificio y de expiación, como vía normal en la mujer para conseguir la salvación (v.15). Es posible que esta mención especial de la maternidad, como medio de santificación en la mujer, tenga su parte de intención contra los falsos doctores que proscribían el matrimonio (cf. 4:3). Desde luego, el que exalte la maternidad como medio de santificación no significa que aconseje que todas las mujeres sigan ese camino; hay otro, el de la virginidad por Dios, que está por encima (cf. 1 Cor 7:25-35). Pero eso es un don de Dios, no la vía normal (cf. 1 Cor 7:7). Lo que sí añade San Pablo es que esa maternidad y crianza de los hijos ha de ir acompañada de "fe, caridad, santidad" (εν ττίστει και αγάπη και άγιασμω), sin lo cual de nada valdría en orden a la vida eterna 353.

Exige, pues, el Apóstol como condición la perseverancia en la fe, una fe verdadera que fructifique en obras de caridad (cf. Gal 5:6) y de santidad (cf. 1 Tes 4:3-7).

 

Elección de ministros sagrados: los obispos, 3:1-7.

1 Verdadero es el dicho: Si alguno desea el episcopado, buena obra desea; 2 pero es preciso que el obispo sea irreprensible, marido de una sola mujer, sobrio, prudente, morigerado, hospitalario, capaz de enseñar; 3 no dado al vino ni pendenciero, sino ecuánime, pacífico, no codicioso; 4 que sepa gobernar bien su propia casa, que tenga los hijos en sujeción, con toda honestidad; 5 pues quien no sabe gobernar su casa, ¿cómo gobernará la Iglesia de Dios? 6 No neófito, no sea que, hinchado, venga a incurrir en el juicio del diablo. 7 Conviene asimismo que tenga buena fama ante los de fuera, porque no caiga en infamia y en las redes del diablo.

 

Dentro del tema del culto, de que el Apóstol viene hablando, ocupan un lugar importante los ministros sagrados. De ellos va a hablar ahora, y primeramente de los "obispos" (v.1-7).

Comienza diciendo que "si alguno aspira al episcopado, desea una buena obra” (καλού έργου επιθυμεί) e introduce la afirmaciσn con la fórmula verdadero es el dicho" (τηστός σ Aóyos), que ya explicamos al comentar 1:15. ¿Qué intenta significar el Apóstol bajo la expresión "buena obra" y por qué ese empeño en afirmar que la aspiración al episcopado es "buena obra"? Parece, en cuanto a lo primero, que "buena obra" equivale a oficio noble y excelente, pues la misión del "obispo" es la de cooperar con Dios a la salud de las almas y difundir el reino de Cristo. No es ya tan claro el porqué de esa afirmación aquí. Probablemente ese cargo de "obispo," en contraste con los dones brillantes de curaciones o de glosolalia (cf. 1 Cor 12:8-10; 14:1-5), era poco apetecido en Efeso, pues carecía de todo aliciente humano y sólo representaba trabajo humilde y lleno de sinsabores. De ahí que Pablo trate de poner las cosas en su punto, haciendo hincapié en la excelencia del "episcopado." Sin embargo, debido precisamente a esa excelencia, el cargo de "obispo" exige un mínimo de condiciones, que el Apóstol enumera en los v.2-7. En esta enumeración, más que en las virtudes típicamente cristianas, como fe, esperanza y caridad, que sin duda se presuponen, se insiste en virtudes humanas, de inmediata repercusión en el trato con los demás. La mayoría de los términos son suficientemente claros y no hay por qué detenerse en explicarlos. Nos fijaremos únicamente en dos: "marido de una sola mujer" (v.2) y "no neófito" (v.6). Quiere San Pablo que el elegido para "obispo" no esté casado en segundas nupcias. La misma condición pone también para los "diáconos" (cf. v.12) y para las "viudas" inscritas como tales en el registro de la Iglesia (cf. 5:9). Sin embargo, para los fieles en general no condena las segundas nupcias (cf. 5:14; 1 Cor 7:39). La razón de esa exigencia, aunque San Pablo nada dice al respecto, parece ser porque las segundas nupcias no eran bien vistas, incluso entre los paganos, siendo consideradas como una falta de fidelidad a la primera mujer y como una falta de dominio de sí mismo. Más tarde, desde principios del siglo IV, la Iglesia latina irá más lejos y a sus ministros, sacerdotes y diáconos exigirá el celibato completo, como más conveniente a la entrega total que tal ministerio requiere (cf. 1 Cor 7:32-33) 353*·En cuanto a la otra condición, es decir, "no neófito," la razón es obvia; pues un "neófito" o recién convertido a la fe no podrá tener normalmente la ciencia y autoridad necesarias para regir la comunidad. Sin embargo, San Pablo indica otro motivo: el de que, al verse elevado tan rápidamente, participe de la suerte de Lucifer, que cayó por soberbia. Todavía vuelve a hablar del diablo y de sus ardides, al referirse a la "buena fama" de que el obispo debe gozar ante los no cristianos (v.7; cf. 1 Cor 5:12; 1 Tes 4:12). Estas referencias al diablo son frecuentes en las Pastorales (cf. 1 Tim 1:20; 3:6-7; 4:1; 2 Tim 2:26) y también en las otras cartas paulinas (cf. Rom 16:20; 1 Cor 5:5; 7:5; 10:20-21; 2 Cor 2:11; 6:15; 11:14; 1:71 Ef 6:11; 1 Tes 2:9.18).

Así explicado el pasaje, queda aún por resolver la cuestión central: ¿qué entiende San Pablo bajo el término "obispo"?

De este punto ya tratamos ampliamente en la introducción a la carta. Como entonces dijimos, creemos que también aquí, en las pastorales, lo mismo que en los anteriores escritos del Nuevo Testamento, el término "obispo" sigue siendo sinónimo de "presbítero," sin que tenga todavía el sentido técnico que adquirirá más tarde.

 

Los diáconos, 3:8-13.

8 Conviene que los diáconos sean asimismo honorables, exentos de doblez, no dados al vino ni a torpes ganancias; 9 que guarden el misterio de la fe en una conciencia pura, 10 Sean probados primero, y luego ejerzan su ministerio, si fueren irreprensibles. 11 También las mujeres deben ser honorables, no chismosas, sobrias y en todo fieles.12 Los diáconos sean maridos de una sola mujer, que sepan gobernar a sus hijos y a su propia casa. 13 Pues los que desempeñaren bien su ministerio alcanzarán honra y gran autoridad en la fe que tenemos en Cristo Jesús.

 

Después de hablar de los "obispos" (v.1-7), San Pablo pasa a hablar de los "diáconos" (v.8-13).

A ellos se refirió ya en Flp 1:1. Probablemente el origen de los "diáconos" lo tenemos en la narración de Act 6:1-6, a cuyo comentario remitimos. Muchas de las condiciones que Pablo exige en ellos son las mismas que para los "obispos." Notemos únicamente que en lugar del genérico "no codicioso" (άφιλάργυρον), que pone para los “obispos” (v.3), aquν (v.8) habla de “no dado a torpes ganancias” (μη αισχροκερδείς), sin duda porque los “diαconos," encargados de la administración de bienes materiales y de la distribución de limosnas, estaban más expuestos a esa tentación. El "misterio de la fe" que deben guardar (v.9) no parece aludir a otra cosa que a la verdad evangélica considerada como un cuerpo de doctrina (cf. 4:6; 6:10.20). Lo de "probados primero" (v.10) no significa que haya de preceder un auténtico período de probación, sino que es una recomendación a que se observe bien antes su conducta, para ver si son dignos de tal cargo.

La intrusión de las "mujeres" del v.11 resulta totalmente inesperada, dado que antes (v.8-10) y después (v.12-13) se habla de "diáconos." Creen algunos que es una alusión a las esposas de los "diáconos," las cuales debían cooperar, con su buen nombre y fidelidad, a la labor de sus maridos. Sin embargo, juzgamos más probable, como suponen otros (M. Sales, Ricciotti, Dornier), que se trata de "diaconisas," al estilo de Febe, mencionada en Rom 16:1, adscritas al servicio y asistencia material de las mujeres. Con ello, la ilación del pensamiento resulta más lógica: también los diaconos-mujeres. Nótese, en efecto, que el vocablo διάκονος lo mismo puede ser masculino (cf. Rom 13:4) que femenino (cf. Rom 16:1), de ahν que San Pablo designe a las diaconisas simplemente como "las mujeres," suponiendo que aún pertenecen a la misma categoría (diáconos) de que viene hablando. Si se refiriese a las cualidades de las esposas de los "diáconos," ¿por qué antes habría omitido hablar de las cualidades de las de los "obispos"?

La observación final (v.13) parece estar destinada a dejar bien claro que, no obstante el carácter subalterno de su cargo, los diáconos que cumplan bien sus funciones ocupan una posición honorable en el seno de la comunidad. En el fondo es lo mismo que había dicho respecto de los obispos (cf. 3:1). No parece, en contra de lo que sostienen algunos autores, que Pablo esté apuntando a la posibilidad de promoción al presbiterado-episcopado, si cumplen bien sus funciones. Sería un modo de animar la generosidad muy poco conforme con el proceder y entrega desinteresada de San Pablo. De otra parte, en la Iglesia primitiva el diaconado era considerado como grado propio y permanente, y no como simple paso o etapa hacia el presbiterado, como sucedió después.

 

La Iglesia, columna y sostén de la verdad, 3:14-16.

14 Esto te escribo con la esperanza de ir a verte pronto,15 para que, si tardo, sepas cómo hay que comportarse en la casa de Dios, que es la Iglesia de Dios vivo, columna y sostén de la verdad. 16 Y sin duda que es grande el misterio de la piedad: "Que se ha manifestado en la carne, ha sido justificado por el Espíritu, ha sido mostrado a los ángeles, predicado a las naciones, creído en el mundo, ensalzado en la gloria."

 

Estos versículos, haciendo resaltar la grandeza de la Iglesia, constituyen una especie de colofón a lo dicho sobre los ministros sagrados, cuya misión es la de estar al servicio de la misma.

El Apóstol dice expresamente a Timoteo que si le da las instrucciones que le viene dando es "para que sepas cómo hay que comportarse en la casa de Dios, que es la Iglesia de Dios vivo, columna y sostén de la verdad" (v.14-15). Magnífica descripción de la Iglesia. Si habla de Dios "vivo" es, sin duda, para caracterizarlo como el verdadero Dios, en contraposición a los ídolos (cf. 1 Tes 1:9; 2 Cor 6:16). La metáfora de la "casa" puede tomarse en dos sentidos: en cuanto que la Iglesia es como un edificio espiritual formado por piedras vivas que son los fieles (cf. Ef 2:21; 4:12; 1 Pe 2:5), o en cuanto que los fieles, por su condición de hijos de Dios, constituyen como la familia o casa de Dios (cf. Gal 6:10; Ef 2:19; Heb 3:5-6). Es posible que en la mente de San Pablo, al escribir "casa de Dios," anduviesen aleteando juntos ambos significados. La expresión "columna y sostén de la verdad," para caracterizar la misión de la Iglesia, es otra, imagen tomada de la construcción. El sentido es claro: como el basamento sostiene las columnas y las columnas sostienen y muestran a vista de todos las estatuas de los héroes, así la verdad de Dios, contenida en el mensaje evangélico, está sostenida y presentada al mundo por la Iglesia. Quien se aleja de la Iglesia no está en la verdad.

En el v.16, San Pablo hace como un resumen de esa "verdad" de Dios confiada a la Iglesia para su custodia y difusión en el mundo, y que es tema constante en las Pastorales (cf. 2:4; 2 Tim 2:15.18. 25; 3:7; 4:4; Tit 1:1.14). La llama "misterio de la piedad", expresión prácticamente equivalente a "misterio de la fe," de que se habló en el v.q. El término "misterio" indica que se trata de una verdad por largo tiempo oculta en Dios y manifestada ahora (cf. Ef 3:9). En qué consista ese misterio "de la piedad" (τήβ ευσέβειας) ο del verdadero culto a Dios, lo dice el Apóstol a continuación, valiéndose de una estrofa de un himno cristiano primitivo, que parece copia literalmente. La estrofa es un canto a Cristo y consta de seis miembros distribuidos en tres pares antitéticos: carne-espíritu, ángeles-naciones, mundo-gloria. Maravilloso resumen de la vida y obra de Cristo: toma carne humana (cf. Jn 1: 14), mostrado como quien es mediante el testimonio del Espíritu (cf. Jn 1:32; 16:8; Act 10:38), contemplado por los ángeles (cf. Lc 2:13; Mt 4:11; 28:2; Ef 1:21), predicado a las naciones (cf. Act 1:8), creído en el mundo (cf. Act 5:14; 15:3), ensalzado en la gloria (cf. Act 1:9; Flp 2:9-11).

Podemos ver aquí la formulación primitiva del misterio del Verbo encarnado, verdadero Dios y verdadero hombre. La primera antítesis evoca el encuentro de dos mundos, el humano y el divino, en la persona de Cristo; la segunda presenta la proclamación a dos mundos, el celeste y el terrestre, de ese misterio de Cristo; la tercera, al igual que en Fil 2:9-11, completa la evocación del misterio de Cristo, recordando su exaltación a la gloria. A buen seguro que Timoteo y sus fieles, meditando este himno, se sentirían santamente orgullosos de su condición de cristianos.

 

Los falsos doctores y modo de combatirlos, 4:1-16.

1 Pero el Espíritu claramente dice que en los últimos tiempos apostatarán algunos de la fe, dando oídos al espíritu del error y a las enseñanzas de los demonios, 2 embaucadores, hipócritas, de cauterizada conciencia, 3 que prohiben el matrimonio y el uso de alimentos creados por Dios, para que los fieles conocedores de la verdad los tomen con ha cimiento de gracias. 4 Porque toda criatura de Dios es buena y nada hay reprobable tomado con hacimiento de gracias, 5 pues con la palabra de Dios y la oración queda santificado. 6 Si enseñas esto a los hermanos serás buen ministro de Cristo Jesús, nutrido en las palabras de la fe y de la buena doctrina que has alcanzado. 7 Cuanto a las fábulas impías y a los cuentos de viejas, deséchalos. Ejercítate en la piedad; 8 porque la gimnasia corporal es de poco provecho, mientras que la piedad es útil para todo, teniendo a su favor promesas para la vida presente y para la futura. 9 Verdadero es el dicho y digno de todo crédito. 10 Pues por esto penamos y combatimos, porque esperamos en Dios vivo, que es el Salvador de todos los hombres, sobre todo de los fieles. 11 Esto has de predicar y enseñar. 12 Que nadie tenga en poco tu juventud; antes sirvas de ejemplo a los fieles en la palabra, en la conversación, en la caridad, en la fe, en la castidad. 13 Mientras llego, aplícate a la lección, a la exhortación y a la enseñanza. 14 No descuides la gracia que posees, que te fue conferida, mediante profecía, con imposición de las manos del colegio de los presbíteros. 15 Esta sea tu ocupación, éste tu estudio, de manera que tu aprovechamiento sea a todos manifiesto. 16 Vela sobre ti, atiende a la enseñanza, insiste en ella. Haciendo así te salvarás a ti mismo y a los que te escuchan.

 

Ya al principio de la carta había puesto en guardia a Timoteo contra los falsos doctores (cf. 1:3-4). Ahora vuelve de nuevo al tema, insistiendo en el peligro y señalándole cuál debe ser su norma de conducta.

Comienza informándole de que la aparición de esos falsos doctores, "embaucadores" y de "cauterizada conciencia," ha sido anunciada ya de antemano por el Espíritu (v.1-3). El Apóstol no dice cómo, pero sabemos que en la primitiva iglesia eran frecuentes esas predicciones carismáticas del Espíritu (cf. Act 11:28; 13:2; 20:23; 21:9; 1 Cor 12:4-11).

Además, tengamos en cuenta que ya en los profetas veterotestamentarios, a partir sobre todo de Ezequiel, se anuncia un recrudecimiento de las fuerzas del mal, venciendo a las cuales se establecerá por fin el reino de Dios. Es la idea que encontramos también en los evangelios (cf. Mt 24:24; Mc 13:22) y se recoge en los demás escritos neotestamentarlos (cf. 2 Tes 2:3-11; 2 Pe 2:1-10; 1 Jn 2:18-19; Ap 13:4-8). Había, pues, una larga tradición que, aun en caso de no existir otras revelaciones particulares, permitía a Pablo afirmar que el Espíritu Santo había anunciado expresamente para los últimos tiempos un levantamiento de las fuerzas del mal. La expresión "en los últimos tiempos" (v.1) no se refiere propiamente al fin del mundo, sino a los tiempos mesiánicos (cf. 1 Cor 10:11; 1 Pe 1:5), que van desde la venida de Cristo hasta la parusía, sean cortos o largos, cosa que Pablo ignora (cf. 1 Tes 5:1-3). Aparte lo que ya sabemos de "fábulas y genealogías" (cf. 1:4; 4:7), esos falsos doctores enseñaban, entre otras cosas, que había que abstenerse del "matrimonio" y del uso de determinados "alimentos" (v.3), errores similares a los propagados por los judaizantes de Colosas (cf. Col 2:16-23). Contra ellos dice Pablo que tanto el matrimonio como los alimentos todos son de suyo buenos, y debemos usar de ellos con hacimiento de gracias, como criaturas que son de Dios (v.4-5; cf. 1 Cor 10:30; Mt 15:11). Decir que con el hacimiento de gracias o bendición quedan "santificados" los alimentos (v.5), no obstante ser ya "criaturas buenas" de Dios (v.4; cf. Gen 1:4-27), parece estar suponiendo que esas criaturas, solidarias de alguna manera con el pecado de Adán (cf. Gen 3:17; Rom 8:19-23), han sido marcadas con el signo del pecado (Rom 8:21; Ef 6:12), y es mediante la bendición o hacimiento de gracias como las arrancamos del mundo malo presente y las introducimos en la "nueva creación" realizada por Cristo (cf. Col 1:3; Ef 4:24; 2 Cor 5:17). No otra es la significación de las bendiciones y exorcismos actuales de la Iglesia.

Luego (v.6-16) va dando a Timoteo una serie de normas sobre cómo oponerse a esos falsos doctores. Notemos la recomendación: "ejercítate en la piedad (γύμναζε δε σεαυτόν upog ευσέβειαν); porque la gimnasia corporal es de poco provecho, mientras que la piedad es útil para todo, teniendo a su favor promesas para la vida presente y para la futura" (v.7-8). Ya en otras partes el Apóstol ha recurrido a imágenes de las competiciones atléticas (cf. 1 Cor 9:26-27; Gal 2:2; 5:7; Flp 3:13-14). Lo mismo hace aquí, aconsejando a Timoteo que se someta a la "gimnasia" espiritual, por penosa que sea, a^fin de conseguir la piedad (v.7). Al paso, añade (v.8), que la "gimnasia corporal," de que tanto se ufanan muchos, sólo sirve para poca cosa (vigorizar el cuerpo o conseguir un premio efímero en el estadio); la piedad, conseguida en la gimnasia espiritual, es útil para todo, sea en esta vida, dándonos paz y alegría, sea sobre todo en la futura, con la felicidad eterna. Bien se ve que Pablo, sin negar, ni mucho menos, la utilidad que pueda tener la gimnasia corporal (cf. 5:23), sabe dar a las cosas su justo valor. En el v.q, con la fórmula ya conocida (cf. 1:15), recalca los buenos efectos de la verdadera piedad.

Parece que la "piedad" (ευσέβεια), tιrmino frecuentemente usado en las Pastorales, está concebida como actitud religiosa profunda que orienta hacia Dios, con veneración y amor, todas las acciones del cristiano.

Pensando luego en que algunos quizá consideraran a Timoteo demasiado joven — tendría entonces de treinta y cinco a cuarenta años — para el puesto que desempeñaba, le recomienda que su virtud supla la falta de edad (v.12) y que se aplique diligentemente a la "lección, exhortación y enseñanza" (v.13). Estas últimas palabras reflejan el temario, modelado en el de las sinagogas, que solía seguirse en las asambleas cristianas (cf. Act 13:15), cuya dirección quiere Pablo que Timoteo prepare diligentemente. Insiste todavía en recomendar a Timoteo que cumpla cuidadosamente su oficio, pues así lo pide la gracia (το χάρισμα) que le fue conferida en la ordenación (v.14). No parece caber duda que tal es el sentido de este importante v.14, refiriéndose a la gracia de la consagración, que lleva desde que recibió la investidura oficial para el apostolado. Pablo dice que ese don o "gracia" se le dio a Timoteo en una circunstancia determinada y que es algo permanente en él, aunque lo "descuide," cosa que no debe hacer. La circunstancia en que le fue conferida esa "gracia" a Timoteo la indica el Apóstol con las expresiones "mediante profecía" (δια προφητείας), “con imposiciσn de las manos del colegio de presbíteros" (μετά επιθέσεως των χειρών του ττρεσβυτερίου). No sabemos en quι momento preciso de la vida de Timoteo tuvo lugar todo eso; mas esto importa menos. La "profecía" aludida es casi seguro que sea la misma mencionada en 1:18. En cuanto a la "imposición de manos" por parte de los presbíteros, se ha hecho notar que el Apóstol usa la preposición con (μετά), mientras que refiriιndose a la "imposición de manos" que hizo él (cf. 2 Tim 1:6), usa la preposición por (δια); ιsta es esencial y produce el efecto, mientras que aquélla es sólo concomitante y a título subordinado. La Iglesia ha conservado aún este rito en la ordenación de los presbíteros.

 

 

Modo de comportarse con los fieles, 5:1-16.

1 Al anciano no le reprendas con dureza, más bien exhórtale como a padre; a los jóvenes, como a hermanos; 2 a las ancianas, como a madres; a las jóvenes, como a hermanas, con toda castidad. 3 Honra a las viudas que lo son de verdad. 4 Si la viuda tiene hijos o nietos, es necesario ante todo que aprendan a reverenciar a los suyos y a corresponder con sus padres, que esto es grato a los ojos de Dios. 5 La que de verdad es viuda y desamparada, ponga en Dios su confianza e inste en la plegaria y en la oración noche y día. 6 La que lleva vida libre, viviendo, está muerta. 7 Incúlcales esto para que sean irreprensibles. 8 Si alguno no mira por los suyos, sobre todo por los de su casa, ha negado la fe y es peor que un infiel. 9 No sea elegida ninguna viuda de menos de sesenta años, mujer de un solo marido,10 recomendada por sus buenas obras, en la crianza de los hijos, en la hospitalidad con los peregrinos, en lavar los pies a los santos, en socorrer a los atribulados y en la práctica de toda obra buena. 11 Desecha a las viudas jóvenes, pues cuando la sensualidad les pone hastío de Cristo, buscan marido, 12 incurriendo en reproche por haber faltado a la primera fe. 13 Y además, se hacen ociosas, y andan de casa en casa; y no sólo ociosas, sino también parleras y curiosas, hablando lo que no deben. 14 Quiero, pues, que las jóvenes se casen, críen hijos, gobiernen su casa y no den al enemigo ningún pretexto de maledicencia, 15 porque algunas ya se han extraviado en pos de Satanás. 16 Si alguna fiel tiene viudas en su casa, asístalas, y no sea gravada la iglesia, para que ésta pueda asistir a las que son viudas de verdad.

 

Pablo pasa ahora a dar a Timoteo algunos consejos particulares sobre la conducta que debe seguir con las diversas clases de personas. En la presente narración se refiere primeramente a los fieles en general, luego a las viudas.

Respecto de los fieles en general (v.1-2), pide que a los ancianos, de uno y otro sexo, se les trate con respeto; a los jóvenes, en cambio, como a iguales, dentro de la gran familia de Cristo.

Es la aplicación de un principio general: puesto que la Iglesia de Dios es una familia (cf. 3:15), es la imagen de la familia la que debe servir de modelo a las relaciones entre los cristianos.

Por lo que toca a las viudas (v.3-16), distingue tres clases: las que han perdido el marido, pero la Iglesia no tiene por qué encargarse de ellas, pues tienen parientes que deben asistirlas (v.4.8.ió); las que la Iglesia se encarga de asistir, por ser viudas "de verdad," que han quedado "desamparadas" en el mundo (v.3.5); las que, asistidas o no por la Iglesia, son llamadas por ésta a desempeñar ciertas funciones oficiales, particularmente en la ayuda material a fieles necesitados (v.9-10). A estas últimas podríamos llamar viudas "canónicas" y, a juzgar por lo que se dice en los v.12 y 15, parece que contraían el compromiso formal de no volver a casarse. Aunque es casi seguro que se trata de una institución distinta de la de las "diaconisas" (cf.3:11), debían de constituir un grupo análogo, destinado también a obras de misericordia y asistencia social.

Para entrar en este grupo o institución de viudas "canónicas," exige San Pablo un mínimo de sesenta años, que era la edad de la vejez para los antiguos, y da dos razones: peligro de que en las jóvenes ese deseo de consagrarse de por vida a Cristo sea un entusiasmo pasajero, y peligro también de que, llenas todavía de vida y actividad, se entrometan peligrosamente en la intimidad de las familias, dando pretexto a los de fuera para atacar la fe cristiana (v. 11-15; cf. 3:7; 6:1; Tit 2:5-8). Su recomendación a que se casen de nuevo (v.14) no se opone a lo dicho en 1 Cor 7:39-40, pues allí se da a los fieles un principio general, mostrando Pablo sus preferencias del celibato sobre el matrimonio, mientras que aquí se trata de condiciones para entrar en una institución o grupo social concreto dentro de la Iglesia. Por lo demás, también en la carta a los Corintios recomienda Pablo a las viudas casarse de nuevo, si no se sienten con fuerzas para vivir en celibato (cf. 1 Cor 7:8-9).

 

Los presbíteros, 5:17-25.

17 Los presbíteros que presiden bien, sean tenidos en doble honor, sobre todo los que se ocupan en la predicación y la enseñanza. 18 Pues dice la Escritura: "No pondrás bozal al buey que trilla" y "Digno es el obrero de su salario." 19 Contra un presbítero no recibas acusación alguna si no fuere apoyada por dos o tres testigos. 20 A los que falten, corrígelos delante de todos para infundir temor a los demás. 21 Delante de Dios, de Cristo Jesús y de los ángeles elegidos, te conjuro que hagas esto sin prejuicios, guardándote de todo espíritu de parcialidad. 22 No seas precipitado en imponer las manos a nadie, no vengas a participar de los pecados ajenos. Guárdate puro. 23 No bebas agua sola, sino mezcla un poco de vino por tu mal de estómago y tus frecuentes enfermedades. 24 Los pecados de algunos hombres, unos son manifiestos aun antes de ser juzgados, otros sólo después de juzgados. 25 Así las obras buenas, unas son manifiestas; las que no lo son no podrán permanecer ocultas.

 

Ya antes, en la introducción a la carta, explicamos qué haya de entenderse por el nombre "presbítero" y cómo este término es equivalente al de "obispo." Aquí San Pablo manda que sean tenidos en honor (v. 17-18) y encarga a Timoteo que, en el caso de tener que corregirlos, se proceda con ejemplaridad e imparcialidad (v. 19-21), teniendo, además, previamente sumo cuidado en la selección (v.22-25).

No está claro qué signifique la expresión "en doble honor" (v.17). Desde luego, se incluye la retribución debida a los presbíteros por su ministerio, como claramente se deduce del ν.ιδ; pero no es claro si San Pablo trata simplemente de indicar que al respeto que se les debe por su carαcter sagrado se añada la ayuda material, o quiere más bien significar que la retribución u "honorarios" sea abundante ("doble" = abundante, cf. Is 40:2 y Jer 17:18). No que se convierta el ministerio sagrado en negocio, cosa que San Pablo reprueba enérgicamente (cf. 6:5), sino sencillamente que se procure un decoroso sustento a los que desempeñan tales ministerios. Los textos de Escritura citados en el v.18 pertenecen a Dt 25:4 (alegado también en 1 Cor 9:9) y a Lc 10:7. Eso no impide que razones de oportunidad o de caridad aconsejen renunciar libremente a este derecho (cf. 1 Cor 9:3-18; 1 Tes 2:7-9).

Como los presbíteros están expuestos a las críticas y aversión de aquellos cuyos vicios habrán de corregir, San Pablo manda a Timoteo (v.19) que esté muy prevenido cuando haya acusaciones contra ellos, poniendo en práctica la prudente norma prescrita en la Ley (Dt 19:15) y sancionada por Cristo (cf. Mt 18:16). Pero si se prueba la culpa, que la corrección se haga en público, a fin de que resulte más ejemplar (v.20). Y esto se lo vuelve a repetir con una especie de conjuro solemne (v.21; cf. 6:13; 2 Tim 4:1), dando así a entender lo importante que consideraba el asunto. Todavía va más lejos. Dado que radicalmente el problema está en la selección, San Pablo (v.22) encarga a Timoteo que, en asunto tan importante como es la elección de buenos presbíteros, no "imponga las manos" de ligero a nadie, para que no entre en participación de pecados ajenos 354.

Luego, en el v.23, viene un encargo de carácter muy particular, que da la impresión de estar aquí fuera de sitio. Sin embargo, el versículo está en todos los manuscritos. Timoteo, por razones ascéticas o por otras que ignoramos, había determinado no beber vino; y Pablo le aconseja, porque así le conviene para su salud, abandonar esa decisión. Esto completa lo dicho antes sobre la "gimnasia corporal" (cf. 4:8), pues Pablo quiere que se aprovechen todos los medios que capaciten o ayuden al cumplimiento del deber. Para la medicina antigua el uso moderado del vino era considerado como remedio saludable en determinadas enfermedades, particularmente en la acidez de estómago 355.

En los v.24-25 vuelve al tema de la selección de candidatos para presbíteros, haciendo notar la necesidad de cuidadosa información, dado que a veces tanto las deficiencias como las buenas cualidades de una persona son manifiestas, pero otras veces están ocultas y sólo aparecen después de atento examen. No hay, pues, que precipitarse ni en un sentido ni en otro.

 

Los siervos, 6:1-2.

I Los siervos que están bajo el yugo de la servidumbre, tengan a sus amos por acreedores a todo honor, para que no sea deshonrado el nombre de Dios ni su doctrina. 2 Los que tengan amos fieles no los desprecien por ser hermanos; antes sírvanles mejor, porque son fieles y amados los que reciben sus servicios. Esto es lo que debes enseñar e inculcar.

 

Este tema de los siervos lo ha tocado ya San Pablo en varias ocasiones (cf. 1 Cor 7:21-23; Ef 6:5-9; Col 3:22-4:1). Aquí insiste en la idea de que los siervos deben cumplir fielmente sus deberes para con los amos, sean éstos paganos (v.1) o cristianos (v.2).

La razón alegada, al referirse a los amos paganos, es clara: "para que no sea deshonrado el nombre de Dios ni su doctrina." Es decir, para que la mala conducta de los siervos cristianos no sea ocasión de que sufra daño ante los infieles el honor de Dios y de la religión cristiana. No es ya tan clara la razón alegada al referirse a los amos cristianos: "por cuanto son fieles y amados los que reciben el beneficio" (oí τηβ ευεργεσίας αντιλαμβανόμενοι). Probablemente el Apσstol se refiere a que el hecho de que los amos sean cristianos, y, por tanto, "hermanos" en Cristo de sus siervos, no debe ser motivo para que éstos les tengan menos respeto que si fuesen paganos; al contrario, precisamente por ser cristianos y amados de Dios los que reciben "el beneficio" (= buenos servicios que prestan los siervos), deben esforzarse por servirles mejor. De la conducta de los amos para con los siervos, es decir, del otro aspecto de la cuestión, aquí no habla San Pablo.

 

Nueva puesta en guardia contra los falsos doctores, 6:3-19.

3 Si alguno enseña de otra manera y no presta atención a las saludables palabras de nuestro Señor Jesucristo y a la doctrina que se ajusta a la piedad, 4 es un orgulloso que nada sabe, que desvaría en disputas y vanidades, de donde nacen envidias, contiendas, blasfemias, suspicacias, 5 porfías de hombres de inteligencia corrompida y privados de la verdad, que tienen la piedad por materia de lucro. 6 Es, sí, gran lucro la piedad para el que se contente con lo que basta. 7 Nada trajimos al mundo y nada podemos llevarnos de él. 8 En teniendo con qué alimentarnos y con qué cubrirnos, estemos con eso contentos. 9 Los que quieren enriquecerse caen en tentaciones, en lazos y en muchas codicias locas y perniciosas, que hunden a los hombres en la perdición y en la ruina, 10 porque la raíz de todos los males es la avaricia, y muchos, por dejarse llevar de ella, se extravían en la fe y a sí mismos se atormentan con muchos dolores. 11 Pero tú, hombre de Dios, huye de estas cosas, y sigue la justicia, la piedad, la fe, la caridad, la paciencia, la mansedumbre. 12 Combate los buenos combates de la fe, asegúrate la vida eterna, para la cual fuiste llamado y de la cual hiciste bella profesión de fe delante de muchos testigos. 13 Te mando ante Dios, que da vida a todas las cosas, y ante Cristo Jesús, que hizo su bella confesión en presencia de Poncio Pilato, 14 que te conserves sin tacha ni culpa en el mandato hasta la manifestación de nuestro Señor Jesucristo, 15 a quien hará aparecer a su tiempo el bienaventurado y solo Monarca, Rey de reyes y Señor de los señores, el único inmortal, que habita una luz inaccesible, a quien ningún hombre vio ni puede ver, al cual el honor y el imperio eterno. Amén. 17 A los ricos de este mundo encárgales que no sean altivos ni pongan su confianza en la incertidumbre de las riquezas, sino en Dios, que abundantemente nos provee de todo, para que lo disfrutemos, 18 practicando el bien, enriqueciéndose de buenas obras, siendo liberales y dadivosos 19 y atesorando para lo futuro con que alcanzar la verdadera vida.

 

Vuelve San Pablo a tocar el tema de los falsos doctores, de que ya anteriormente (cf. 1:3-4; 41-3)·Hace hincapié en que están labrando su propia ruina con ociosas disputas y especulaciones, cíe que surgen gran cantidad de males, convirtiendo la religión en materia de lucro (v.3-5; cf. 1 Tes 2:5; Tit 1:11).

Las expresiones "saludables palabras., doctrina., piedad" (v.3) son características de las Pastorales (cf. 1:10; 4:7-8), y están refiriéndose al mensaje cristiano (cf. 1 Cor 1:18; 1 Tes 1:2; 2 Tes 3:1).

Para contrarrestar su acción, el Apóstol hace resaltar la necesidad de proceder con espíritu desinteresado, evitando la avaricia, "raíz" de todos los males, por cuanto ese apego al dinero ahoga en el alma cualquier anhelo de cosas más altas (v.6-10). Las ideas sobre los bienes terrenos aquí expuestas por San Pablo son recordadas frecuentemente en la Biblia (cf. Job 1:21; Ecl 5:14; Sal 49:18; Lc 12:15), e incluso eran frecuentes en el mundo intelectual grecorromano de entonces, particularmente entre los estoicos. Entre éstos era muy ensalzada la virtud de la "autarquía," término que también usa Pablo (cf. 2 Cor 9:8; Fil 4:11), designando aquella disposición de ánimo que hace sepamos contentarnos con lo que tenemos, sea una u otra nuestra situación.

En los v.1 1-16 se dirige en forma directa a Timoteo, exhortándole a una vida santa y valiente (v.11-12), teniendo ante la vista el ejemplo de Cristo (v.13), y pensando en la gloria que nos espera (v.14-ió). Listas de virtudes, semejantes a la que aquí presenta a Timoteo, encontramos también en otros lugares (cf. 2 Tim 2:22; Tit 2:2; Gal 5:22; 1 Tes 1:3). No es claro a qué circunstancia de la vida de Timoteo se aluda en el v.12 al recordarle el Apóstol su "bella profesión de fe delante de muchos testigos." Es probable que sea una alusión a la confesión fundamental cristiana hecha en el bautismo, proclamando que Jesús es Señor (cf. Act 8:37; Rom 10:9), con que el ser humano responde a la llamada de Dios y entra a participar de la vida divina en Cristo (cf. Rom 1:6; 1 Cor 1:24-26; Ef 1:18; 2 Tes i,n). Por lo demás, también es posible que esa profesión de fe se repitiera solemnemente en la ordenación sacerdotal-episcopal, que Timoteo ciertamente tenía (cf. 4:14). Tipo de esta profesión de fe cristiana es la que hizo Jesucristo ante Pilato, proclamando su realeza mesiánica y su oficio de revelador de la Verdad (v.13; cf. Jn 18, 36-37). Las frases de la doxología (v. 15-16) son de gran majestad literaria, y es posible que sean cita de alguna composición litúrgica primitiva (cf. 1:17; 3:16). Las expresiones están profundamente enraizadas en el Antiguo Testamento, y nada se opone a que pueda ser un himno de origen judío, como suponen algunos autores, adaptado luego por los cristianos.

Con un nuevo toque de alerta sobre las riquezas termina San Pablo esta narración: (v.17-19).

 

Epílogo: "¡Guarda el depósito!" 6:20-21.

20 ¡Oh Timoteo!, guarda el depósito a ti confiado, evitando las vanidades impías y las contradicciones de la falsa ciencia, 21 que algunos profesan extraviándose de la fe.

 

La gracia sea con vosotros.

Breve conclusión de la carta y también resumen de sus principales ideas. Pablo supone que la Iglesia está ya constituida. A Timoteo, y lo mismo vale para los demás ministros del Evangelio, toca guardar "el depósito" (παρα ήκην), luchando para que falsos predicadores no lo alteren. El tιrmino "depósito" no puede ser más expresivo: algo recibido de otros y destinado a ser fielmente transmitido a otros. Tal es, y ha sido siempre, la divisa de la tradición católica. Esta "tradición" (cf. 1 Cor 11:23; 15:1-3; Gal 1:9; 2 Tes 2:15) tiene su punto de partida en Cristo, culminación de la revelación divina (cf. Heb 1:1-3). Lo cual ha de entenderse, más que como referencia al conjunto de verdades y doctrinas que El enseñó, como referencia al conjunto todo de su persona y de su obra, tal como fue interpretada por los Apóstoles, bajo la luz del Espíritu Santo. Pablo mismo se halla dentro de esta corriente de tradición 356.

La bendición final, augurando "la gracia" sobre los destinatarios, es particularmente breve y va dirigida a toda la comunidad, lo que da a entender que la carta, no obstante estar dirigida a Timoteo, es de carácter público.

 

339 Cf. Hist. eccl 3:4. — 340 L. Gerfaux, art. gnose: Dict. Bibl.-SuppL, col. 659-701. — 341 Cf. J. Daniélou, La communauté de Qumran et l'organization de l'Église ancienne: La Bible et l'Orient (París 1955) p.noss; J. colson, Les fonctions ecclésiales aux deux pre-miers siecles (París 1956); P. benoit, Les origines de l'épiscopat dans le N.T.: Exégese et théologie, II, (París 1961) p.23? 46; J. Dauvil Ier, Les temps apostoliques. i.er siécle: Hist. du Droit et des Institutions de l'Église en Occident, II (París 1970); A. Lemaire, Les minis-téres aux orí gines de l'Église (París 1971); A. Descamps, Aux origines du ministére. La pen-sée de Jesús: Rev. theol. de Louv. 2 (1971) 3-45 y (1972) 121-159. — 342 Sobre el uso de estos títulos: apóstoles-profetas-doctores-evangelistas, cf. L. Turrado, Carisma y ministerio en San Pablo: Salmant. 19 (1972) 336-340. Es de notar que en las Pastorales no aparecen estos títulos, sino de modo muy indirecto (cf. 1 Tim 1:3; 2:7; 2 Tim 11; 4:5); quizás se deba a que esas categorías ministeriales comenzaban ya a desaparecer. Además, tengamos en cuenta que en gran parte esas funciones son las asignadas a Tito y Timoteo, posiblemente incluidas terminológicamente en alguna o varias de dichas categorías. — 343 Cf. Ign. Ant., Eph. 6:1; Magn. 2; 6:1; Trall 1:1; Philard. 4. — 344 Cf. A. Javierre, Orientación en la doctrina clasica sobre la sucesión apostólica: Concil. (1968), II, p.18-30. — 345 Gf. Vatic. II, Const. Lumen gentium, n.° 20. — 346 Creemos muy acertado lo que escribe S. Dix: "Es evidente que el episcopado, tal como es conocido en el siglo n, es un ministerio de origen complejo, cuyas funciones derivan de más de una fuente del primer siglo, y el apostolado es una de ellas. Tito en Creta y Timoteo en Asia Menor, llámense apóstoles ρ no, realizan ciertas funciones específicamente apostólicas. Su autoridad cuasi-monárquica, lo mismo que el territorio delimitado en el cual ellos la ejercen, anuncian ya al obispo del siglo u" (G. Dix, Le ministére dans l'Eglise ancienne [París 1955] p.20 y 73). — 347 Si Pablo habla de "reyes" en plural, ello no significa que suponga reinando entonces en Roma varios emperadores asociados; pues, más que de personas concretas, habla de categorías. Además, el término "reyes" puede también designar otros personajes fuera del emperador; v.gr., todos aquellos monarcas que, estando sujetos al emperador, ejercían un poder real en las provincias. — 348.Cf. J. Murphy O'connor, La "verité" chez S. Paul et Qumran: Rev. Bibl. 72 (1965) 29-76. — 349 La frase paulina "Dios quiere que todos los hombres se salven" (v.4) es el texto, como con razón se ha escrito, más claramente anticalvinista de todo el Nuevo Testamento. A nadie absolutamente se excluye, sin que haya lugar para esa predestinación al infierno, anteriormente a la previsión de los deméritos, de que hablaba Calvino. — 350 El término que hemos traducido por "rescate" es en griego άντίλυτρον, y sσlo se encuentra en este pasaje del Nuevo Testamento. La idea es prácticamente la misma que la de "redención" (άπολτύρωσιβ), y ya la explicamos ampliamente al comentar Rom 3:24. — 351 Cf. Tertul., De orat. 14 y 17. — 352 Comentando este pasaje, dice San Juan Crisóstomo: "Ella (la mujer) enseñó una vez al hombre, y todo se perdió. Por esto Dios la sujetó, porque había usado mal de su autoridad, o por mejor decir, de su igualdad" (Hom. 9:1: PG 62:542). — 353 El texto griego no tiene "permaneciere," en singular (v. 15), sino "permanecieren" (μεί-νωσιν), por lo que algunos autores ponen como sujeto a los “hijos,” de cuya conducta dependerνa la salvación de la madre. Sin embargo, no parece probable esa interpretación, condicionando la salvación de la madre a la perseverancia de los hijos. Lo más sencillo es considerar como colectivo el nombre "mujer," con lo que no ofrece ya dificultad alguna el verbo en plural, — 353* Hay autores, como C. Lattey y S. Lyonnet, que interpretan de modo distinto la frase marido de una sola mujer. Pablo no estaría refiriéndose a las segundas nupcias, sino más bien a que el "obispo," y lo mismo los "diáconos," deben vivir castamente en el matrimonio, evitando todo lo que pueda manchar la vida conyugal. De hecho, las otras cualidades exigidas por Pablo al "obispo" no sobrepasan el nivel medio de la moral común, ¿a qué vendría, pues, esa condición que no exige al resto de los fieles? La interpretación tradicional, más que tener en cuenta las condiciones de vida de las comunidades cristianas del siglo i, estaría influenciada por la legislación eclesiástica posterior. Así piensa Lyonnet (cf. S. lyonnet, Uniux uxoris vir: Verb. Dom. 45, 1967, p.3-10). Sin embargo, sigo creyendo más fundada la interpretación tradicional. Si a lo que en realidad apuntaba Pablo era a la infidelidad conyugal o al divorcio ¿por qué no emplea pa labras más claras, como vemos que hace en otras ocasiones al tocar estos temas? Y en cuanto a la legislación eclesiástica, ¿no será más bien al revés, es decir, que la legislación eclesiástica está influenciada por los textos y pensamiento de Pablo? — 354 Seguimos aquí la interpretación más generalizada entre los exegetas. Hay algunos autores, capitaneados por el P. Galtier, que interpretan esa "imposición de manos" del v.22, no con referencia a la ordenación de presbíteros, sino con referencia a la reconciliación de pecadores arrepentidos. A estos pecadores en general, no ya precisamente a los presbíteros', aludiría San Pablo a partir ya del v.20. Creemos, sin embargo, que está más en conformidad con todo el contexto la interpretación tradicional, pedida también por el paralelismo con 3:10 y 5:9. Además, en el resto de las pastorales, el rito de la "imposición de manos," que ciertamente puede tener otros sentidos (cf. Mt 19:15; Act 8:17; 13:3), va siempre ligado al sacramento del orden (cf. 1 Tim 4:14; 2 Tim 1:6). — 355 Cf. Hipocr., Vet. medie. 13. — 356 Cf. S. Cipriani, La dottrina del "deposifum" nelle lettere pastorali: Stud. Paulin. Congr. Intern. (Roma 1963) p. 127-142.