Epístola 1ª a los Tesalonicenses.

 


Introducción.

La iglesia de Tesalónica. Ocasión de la carta. Estructura o plan general. Perspectivas doctrinales.

Introducción, 1:1-10.

Saludo epistolar, 1:1. Acción de gracias por la conversión de los tesalonicenses, 1:2-10. Acción de gracias por la conversión de los tesalonicenses, 1:2-10.

I. Pablo y los Tesalonicenses, 2:1-3:13.

Cómo fue la predicación de Pablo en Tesalónica, 2:1-12 Correspondencia por parte de los tesalonicenses, 2:13-16. Vivo deseo de volver α verles, 2:17-20. Envío de Timoteo a Tesalónica, 3:1-13.

II. Exhortaciones Morales, 4:1-5:22.

Santidad de vida, 4:1-12. La condición de los muertos en la parusía, 4:13-18. Incertidumbre sobre el tiempo de la parusía, 5:1-11. Amonestaciones varias, 5:12-22.

Epilogo, 5:23-28.

Oración por los tesalonicenses, 5:23-24. Ultimas recomendaciones y bendición final, 5:25-28.

 

Introducción.

 

La iglesia de Tesalónica.

Tesalónica, importante ciudad de Macedonia, situada al fondo del golfo Térmico en el mar Egeo, había sido evangelizada por San Pablo en su segundo viaje apostólico, cuando, obligado a dejar Filipos, se dirigía por la vía Egnatia hacia el Occidente, buscando campos apropiados para sembrar la palabra evangélica. Sobre detalles de la fundación de esta iglesia, ya hablamos al comentar Act 17:1-9.

Parece que los fieles procedían en su gran mayoría del gentilismo (cf. 1 Tes 1:9; Act 17:4). La manera como se expresa San Pablo en su carta da la impresión de que estaban siendo víctimas de intrigas y persecuciones (cf. 1 Tes 2:14; 3:1-5). Es casi seguro que los agitadores eran los judíos, numerosos en Tesalónica (cf. Act 17, 1-2), y que ya habían intrigado contra Pablo durante la evangelización de la ciudad, obligándole a salir de allí (cf. Act 17:5-10).

 

Ocasión de la carta.

Hay en la carta algunos datos que pueden darnos mucha luz. Dice el Apóstol que estaba tan preocupado por los tesalonicenses que, aun a trueque de quedar solo en Atenas, les envió a Timoteo para que les exhortara y confirmara en la fe, y que ahora, al volver Timoteo con buenas noticias, ha recibido gran alegría (cf. 3:1-6). Sabemos también que cuando Pablo escribe la carta, además de Timoteo, estaba con él Silas (cf. 1:1). Todos estos datos no parecen dejar lugar a duda de que la carta está escrita desde Corinto, en el segundo viaje apostólico, cuando, hacia el año 51, Silas y Timoteo, procedentes de Macedonia, se reunieron con Pablo (cf. Act 18:5). No consta que en el tercer viaje apostólico (54-58) San Pablo estuviera en Atenas, ni tampoco que tuviera por compañero a Silas, quien por esas fechas parece que acompañaba a San Pedro (cf. 1 Pe 5:12).

Supuesta la cuestión de tiempo, falta aún por determinar concretamente la ocasión o motivo de la carta. En realidad, esto ya casi queda indicado: las noticias que de Tesalónica llevó Timoteo. San Pablo había tenido que salir de allí precipitadamente a causa de las intrigas y persecución por parte de los judíos (cf. Act 17:5-10). Su estancia en Berea (cf. Act 17:11-14) y luego en Atenas (cf. Act 17:15-34), de donde pasó a Corinto (cf. Act 18:1), había sido corta. La preocupación por sus queridos tesalonicenses, a quienes había dejado en medio de la persecución, seguía aún fresca en su mente (cf. 1 Tes 2:17-3:5). La llegada de Timoteo con noticias sobre los tesalonicenses le indujo a escribir esta carta, una de las más afectuosas que salieron de su pluma, y cuando habían pasado sólo unos meses desde la fundación de aquella iglesia 294.

 

Estructura o plan general.

La carta es como un desahogo del corazón de Pablo ante las noticias que le da Timoteo (1-3), con una segunda parte de exhortaciones prácticas (4-5), en las cuales intercala la aclaración sobre la suerte de los difuntos y la parusía de Cristo, cuya fecha es desconocida y para la que debemos estar siempre preparados (4:13-5:11).

He aquí el esquema:

Introducción (1:1-10).

Saludo (1:1) y acción de gracias (1:2-10).

I. Pablo y los tesalonicenses (2:11-3:13).

a) Conducta de Pablo entre los tesalonicenses y elogio de éstos (2:11-16).

b) Deseo de volver a verles y alegría por las buenas noticias que

le dio Timoteo (2:17-3:13).

II. Exhortaciones morales (4:1-5:22).

a) Santidad de vida (4:1-12).

b) La resurrección de los muertos y la parusía (4:13-5:11).

c) Recomendaciones varias (5:12-22).

Epílogo (5:23-28).

Oración por los tesalonicenses (5:23-24) y súplicas finales (5:25-28).

 

Perspectivas doctrinales.

Contiene esta carta, la más antigua del epistolario paulino, la primera instantánea del apostolado cristiano en el mundo griego. Su interés, bajo este aspecto, es del todo singular y extraordinario, máxime teniendo en cuenta cuánto insisten hoy los críticos en hacer resaltar el poder creador de la comunidad primitiva, incluso en orden a puntos fundamentales de la fe cristiana. Pues bien, en este escrito, probablemente el más antiguo del Nuevo Testamento, tenemos ya los puntos fundamentales de esa fe cristiana, no puestos en serie, en una especie de catecismo o exposición dogmática, sino saliendo espontáneos de la pluma del Apóstol en una carta llena de frescor y sencillez pastoral.

Reduciendo a esquema doctrinal esas afirmaciones frescas y espontáneas de Pablo, podríamos distinguir cuatro grandes capítulos:

a) Dios es el principio y autor principal de la obra de la salud (cf. 1:9; 2:14).

b) Esta obra de salud la realiza Dios por mediación de Jesucristo, muerto y resucitado (cf. 4:14; 5:9-10), cuya segunda venida esperamos (cf. 2:19; 3:13; 5:23), momento en el que la salvación de cada uno, actual ya por la santificación del Espíritu (cf. 1:5-6; 4:8), se hará plena y definitiva (cf. 4:16-18; 5:11).

c) A la llamada de Dios el hombre debe responder con la fe y una vida de santidad y buenas obras (cf. 1:3; 2:13; 3:12-13; 4:1-12; 5:5-8).

d) Hay que tratar con especial veneración a los dirigentes o responsables de la comunidad (cf. 5:12).

Dejando ya la esquematización, que más bien es cosa nuestra, diremos que Pablo en esta carta no intenta exponer un punto doctrinal, como en la carta a los Romanos o en la carta a los Galanas, sino que su enfoque es meramente pastoral, es decir, animar a los tesalonicenses a llevar una vida verdaderamente cristiana (cf. 4:1-12; 5:1-22) y a no dejarse inquietar por los que atacan la autoridad de su misión de apóstol (cf. 2:3-12) ni por las tribulaciones que sufren (cf. 2:14-16; 3:1-13) ni por la suerte de sus muertos (cf. 4:13). Es al tratar de este último punto, cuando toca el tema de la parusía o segunda venida del Señor, tema candente, a lo que parece, en esa primera etapa del apostolado de Pablo. De él vamos a hablar un poco más detenidamente.

La parusía de Cristo: Es un término que Pablo repite varias veces (2:19; 3:13; 4:15; 5:23). Evidentemente, se está aludiendo al retorno glorioso del Señor, al final de los tiempos, para entrar triunfante en su gloria, acompañado de los elegidos, idea que es constante en todos los escritos neotestamentarios, úsese o no el término "parusía" (cf. 2 Tes 2:1; 1 Cor 15:23; Rom 8:19-24; Col 3:4; Act 3:20-21; Sant 5:7-8; 2 Pe 3:4-10; 1 Jn 2:28; Mt 24:37-39). Este término "parusía" era entonces de uso muy frecuente en el mundo griego, no ya sólo en su sentido general o etimológico de venida o presencia (cf. 1 Cor 16:17; 2 Cor 7:6-7; Fil 1:26), sino también en sentido ya técnico para indicar la entrada solemne de un soberano en su reino o en alguna ciudad que visitaba 295. Era, pues, fácil el tránsito al caso de Cristo entrando triunfante en su reino. Como dice Cerfaux, para las comunidades primitivas, la parusía es la "gran fiesta cristiana esperada con impaciencia." 296

Una cosa conviene tener bien en cuenta desde un principio, y es que Pablo, al referirse a la "parusía" de Cristo, no está tratando de aclarar doctrinalmente cómo y cuándo tendría ésta lugar, sino que lo que intenta es inculcar a los tesalonicenses que no se deben entristecer por sus muertos, como los paganos, pues cuando llegue el retorno glorioso de Cristo, también ellos, junto con los que se hallen en vida, se unirán a Cristo para "estar siempre con El" (cf. 4:13-18); lo que sí importa mucho, ante la ignorancia de la fecha, es que vivan vigilantes, con una vida propia de cristianos (cf. 5:1-11). Estas dos ideas, la de esperanza del retorno glorioso de Cristo y la de vigilancia constante para que dicha venida no nos tome de sorpresa, las encontramos también en los Evangelios (cf. Mt 24:29-44; Mc 13:24-37; Lc 28:36), con lenguaje muy semejante, comúnmente denominado "apocalíptico." Hay quienes piensan (Orchard, Spadafora.) en dependencia literaria de Pablo respecto a los Sinópticos, o también viceversa; sin embargo, no parece que existan tales dependencias, pues para explicar las semejanzas, lo mismo de doctrina que de expresiones, basta atender a que tanto los Sinópticos como Pablo se inspiran en las mismas tradiciones, procedentes de las enseñanzas escatológicas de Cristo (cf. 1 Tes 4:15), y a que ése era el lenguaje corriente en la apocalíptica judía 297.

Un punto resulta difícil, y es el relativo a cuál fuera el pensamiento de Pablo sobre la inminencia de la "parusía," momento al que, según la perspectiva bíblica, van ligadas verdades fundamentales de nuestra religión, como la resurrección corporal de los muertos y el juicio final. Su modo de hablar en 4:15-17, usando la primera persona al referirse a los que se hallen en vida (ημείς oν ς'όοντες oν περιλειπόμενοι), parece dar por supuesto que él y sus lectores vivirán hasta el día de la parusía y, consiguientemente, ésta iba a ser inminente. El Apóstol se habría equivocado. La objeción es clásica, y ya la Pont. Comisión Bíblica, en 1915, se refirió a ella, diciendo que, sea una u otra la explicación, ha de ser siempre a base de no admitir error en el Apóstol, cosa que sería incompatible con el carisma de apostolado y con la inspiración de la Escritura 298.

Por de pronto, no obstante ese uso de la primera persona de plural, ya sería extraño suponer que Pablo estaba convencido de que ni él ni ninguno de sus lectores (pues la expresión afecta lo mismo a Pablo que a los destinatarios de la carta) habría de morir antes de la "parusía." Ello nos obliga a ser muy cautos en la interpretación de esa expresión. Creemos que nada se opone a que la interpretemos como simple enálage de persona, es decir, ponerse él mismo en escena, aunque quizás no le afecte personalmente lo que allí se afirma (cf. Gal 5:26), cosa que no sabe. Incluso es posible, como algunos suponen, que la frase "nosotros los vivos, los que quedamos," dos veces repetida, la recoja Pablo del uso entre los tesalonicenses, de modo parecido a lo que sucede en 1 Cor 6:12-14 con otras de los corintios, en cuyo caso la expresión paulina resultaría todavía más obvia y sencilla 2." Vamos a tratar de explicar más detenidamente la que creemos ser actitud de Pablo respecto a la parusía.

Creemos que Pablo, lo mismo al principio (cf. 1 Tes 5:1-11) que en medio (cf. 2 Cor 5:1-3) que al fin de su vida de apostolado (cf. 2 Tim 4:1-8), da claras muestras de que ignora el tiempo de la parusía; en consonancia con lo ya dicho por Cristo (cf. Mt 24:36; Act 1:7). Sin embargo, dentro de esa línea fundamental de pensamiento, parece que a lo largo de su vida apostólica hubo cierta evolución o cambio de enfoque al referirse a este tema. Todo da la impresión de que en un principio, al colocarse a sí mismo entre los vivientes del tiempo de la parusía (1 Tes 4:15-17), aunque en realidad no afirma nada concreto, pues puede explicarse la expresión como enálage de persona, está dejando traslucir cierta esperanza de que sea así, cosa que además sabemos que deseaba ardientemente (cf. 1 Cor 16:22; 2 Cor 5:2-4). Es la actitud de quien espera una cosa que está dentro de lo posible, e incluso tiene cierta esperanza de conseguirla, aunque en realidad nada sabe con certeza. Es bien seguro que si Pablo hubiera sabido con certeza que la parusía quedaba todavía muy lejos, no hubiera hablado del modo que lo hace; su lenguaje es el propio de quien no lo sabe, pero desea e incluso tiene confianza de que sea pronto. Algo parecido a lo que sucedía con la esperanza mesiánica para los israelitas del Antiguo Testamento: siempre estaban esperando esa época y la veían como al alcance de la mano, particularmente en tiempos de opresión y angustia, pero en realidad nada sabían sobre tiempos concretos.

Tal habría sido la actitud de Pablo en un principio, en que parece que sintió más intensamente que después la esperanza de vivir el instante de la parusía (cf. 1 Tes 4:13-5:11; 1 Cor 15:12-58). Poco a poco, probablemente bajo la presión de la experiencia, esa posible e incluso esperada proximidad de la parusía habría ido perdiendo ambiente en su mente, al igual que en la de los demás cristianos (cf. 2 Pe 3:8-10); de ahí que, más que llamar la atención de sus lectores hacia el momento de la parusía — concepción escatológica "futurista," al modo de la apocalíptica judía — la llama hacia el hecho verdaderamente central de la salud mesiánica, que fue la muerte y resurrección de Cristo, hecho ya realizado, que nos afecta radicalmente a todos los cristianos (cf. Gal 2:20; Rom 8:1-11; Col 2, 12-15; Ef 2:5-6). Hoy se insiste mucho en este cambio operado en el Apóstol, pasando de una concepción escatológica "futurista" a una concepción más bien de escatología "presentista" o realizada. 300 Creemos que es una realidad ese cambio. Pero notemos bien, contra lo que a veces suele afirmarse, que es sólo un cambio de enfoque, o de perspectiva, no un cambio de pensamiento o de doctrina. De hecho, también en las primeras cartas se hace refereacia a la obra de salud en nosotros por Cristo (cf. 1 Tes 4:8; 5:5.19; 2 Tes 2:13-14; 1 Cor 1:30; 3:16-17; 12:13); y, a su vez, en las posteriores se sigue haciendo referencia a la fase mesiánica de plenitud todavía "futura" (cf. Rom 8:18-25; Fil 3:20-21; Col 3:1-4; Tit 2:13-14). Como atinadamente dice Cerfaux, "sólo confundiendo actitud, esperanzas y enseñanzas, puede decirse que Pablo cambia de parecer o que se contradice." 301

Todavía debemos tocar otra cuestión, a la que no todos responden del mismo modo. La cuestión puede quedar formulada con una pregunta: ¿por qué San Pablo, para consolar a los tesalanicenses, les remite a la esperanza de la resurrección en la parusía, y no habla más bien de que, a partir ya de la muerte, el justo será feliz junto a Cristo, conforme el mismo Pablo da claramente a entender en 2 Cor 5:6-10 y Fil 1:21-23?

Hay bastantes autores (J. Weiss, F. Guntermann, J. Dupont.) que a esto responden tomando como base que hubo en Pablo un cambio en su modo de concebir el ser del hombre. Dicen que en sus primeras cartas Pablo escribe bajo la idea de la concepción antropológica semita, con una visión unitaria del hombre, en el que alma y cuerpo no son sino aspectos o facetas de la única realidad viviente e indivisible, que es el hombre; de ahí la necesidad de referirse a la esperanza de la resurrección, pues para una mente semita es impensable un estado de gloria y felicidad sin el cuerpo. Sería la concepción que se refleja en 1 Tes 4:13-18 y 1 Cor 15:12-58. Más tarde, sin embargo, en cartas posteriores (cf. 2 Cor 5:1-10; Fil 1:21-23) Pablo escribirá bajo la idea de la concepción helenista, es a saber, con una visión más bien dualista del hombre, compuesto de cuerpo y alma, la cual puede vivir separada de él y es capaz sin él de dicha y de felicidad 302.

Pues bien, creemos que las frases paulinas deben ser examinadas en si mismas, y tratar de encasillar a Pablo, antes o después, en una concepción antropológica puramente semita o puramente griega, es olvidar su total independencia para proclamar el mensaje cristiano valiéndose de la terminología en uso, pero sin estar nunca atado a ninguna concepción antropológica determinada, ni la semita ni la helenista. Tanto más, que esa concepción llamada "semita" no era ya coto cerrado e intangible entre los judíos, como lo demuestra el libro de la Sabiduría al hablar de "las almas en manos de Dios. llenos de inmortalidad" (3:1-4) y de que "el cuerpo corruptible agrava el alma" (9:15) 303.

Por lo que se refiere concretamente a la cuestión propuesta, es cierto que con anterioridad a 2 Cor 5:6-8 no encontramos nunca frase alguna del Apóstol en que se refiera a la unión de los cristianos con Cristo en una vida feliz inmediatamente después de la muerte; pero deducir de ahí que Pablo dudó en un principio de ello y no tenía otra esperanza respecto de los difuntos que la de la antigua concepción judía, es a saber, existencia "umbrátil" en el sheol esperando la hora de la resurrección, sería llevar las cosas demasiado lejos. En efecto, todos sus escritos dan fe de que Pablo, ya desde sus primeras actividades apostólicas, supone al cristiano incorporado a Cristo, participando de su vida bajo la acción del Espíritu. Así lo dejan claramente entender las fórmulas: en Cristo-en Cristo Jesús-en el Señor., continuamente repetidas en sus cartas, eco de aquel cur me persequeris de la escena de Damasco (cf. Act 9:4). Pues bien, esto supuesto, no es concebible que, al mismo tiempo, considerara la muerte del cristiano como un descenso al sheol, a una existencia "umbrátil," de letargo e inconsciencia, cual si Cristo no hubiese resucitado. Más lógico parece suponer que, desde un principio, Pablo tuvo unidas ambas ideas: fe en la resurrección corporal en la parusía y fe en la pervivencia junto a Cristo, a partir ya de la muerte, de ese "yo" o núcleo fundamental del ser humano, que en la terminología corriente llamamos "alma" y que Pablo mismo en 2 Cor 5:6-7 y Fil 1:21-23 dice que sigue subsistiendo después de la muerte.

Ninguna oposición hay entre ambas concepciones. Si en un principio Pablo insiste en lo de la resurrección corporal, es porque sólo entonces él hombre todo, en su parte carnal y espiritual, adquiere definitivamente su estado de dicha y felicidad junto a Cristo, y lo adquiere colectivamente, es decir, junto con los demás cristianos, en el gran día del triunfo de Cristo, derrotadas todas las potencias hostiles con repercusión en el cosmos entero (cf. 1 Cor 15:24-28; Rom 8:18-23). El segundo aspecto es, a saber, esa idea de pervivencia feliz junto a Cristo a partir de la muerte, es "profundamente individualista, como muy bien dice el P. Lyonnet, mientras que el primero es esencialmente comunitario, y era éste sin duda el que dominaba su esperanza, lo mismo que la de los otros primitivos cristianos" 304, máxime estando, como lo estaban, bajo el anhelo e incluso esperanza de la inminencia de la parusía. Es a esa etapa final del triunfo de Cristo a la que Pablo suele dirigir su pensamiento, sin prestar atención a la suerte de cada individuo en la etapa intermedia, cosa que hace respecto de sí mismo en un contexto muy distinto (cf. 2 Cor 5:6-7; Fil 1:21-23). Algo parecido, aunque al revés, de lo que sucede en Lucas, quien, al contrario que Pablo, parece fijarse sobre todo en la escatología individual (cf. Lc 16:22-31; 23:43), sin que eso quiera decir que no admita también (cf. Lc 21:8-36) la escatología general o colectiva 305.

Por lo demás, resultaría muy difícil de explicar que Pablo, en el breve tiempo que medió entre la primera y la segunda carta a los Corintios, hubiese cambiado de opinión. Más lógico resulta pensar que, desde un principio, mantenía unidas en su mente ambas concepciones: fe en la resurrección y fe en la pervivencia junto a Cristo a partir de la muerte 305*.

 

 

Introducción, 1:1-10.

 

Saludo epistolar, 1:1.

1 Pablo y Silvano y Timoteo, a la iglesia de Tesalónica en Dios Padre y en el Señor Jesucristo: gracia y paz sean con vosotros.

 

San Pablo asocia en el saludo a Silvano y a Timoteo, sus dos principales colaboradores en la fundación de las iglesias de Mace-donia (cf. Act 15:40; 16:3; 17:14). En los Hechos se habla de Silas, no de Silvano; pero, evidentemente, se trata del mismo personaje. Parece ser que "Silvano" era el nombre latino, de cierta semejanza con el hebreo "Silas," elegido por éste para sus relaciones con el mundo greco-romano.

Lo que Pablo y sus dos fieles colaboradores piden para los tesa-lonicenses es "gracia y paz" (χάριβ και ειρήνη), fσrmula usual en las cartas paulinas y que ya hemos explicado anteriormente (cf. Rom 1:7). También hemos explicado el término "iglesia," con que aquí es designada la comunidad cristiana de Tesalónica (cf. Act 5:11). En cuanto a la expresión "en Dios Padre y en el Señor Jesucristo" (εν Θεώ πατρι και Κυρίω Ιησού Χριστώ), es de notar que en el texto griego Dios Padre y Jesucristo van en la misma lνnea, bajo una misma preposición, expresándose así de algún modo, en lo que puede hacerlo una fórmula literaria, la unidad de la naturaleza divina en la diversidad de personas.

Por lo que respecta a la preposición en de dicha frase, resulta difícil precisar qué alcance deba dársele. No cabe duda que San Pablo se vale de esa partícula para significar la unión o comunión de la iglesia tesalonicense con el Padre y con Cristo; pero ¿de qué unión se trata? Muchos hablan de unión por la fe y la caridad, sin más explicaciones; otros creen que se alude a que la fundación y conservación de la iglesia tesalonicense, como de todas las demás, es obra del Padre como causa eficiente, y de Cristo como causa meritoria, resultando así íntima unión entre los tres extremos. Creemos que esa frase pregnante debe explicarse no sólo por su texto, sino teniendo en cuenta el conjunto de la doctrina paulina, como aparece en otros lugares. Y esta doctrina es que, si ya en el orden natural estamos como sumergidos en el elemento divino, de modo que "vivimos y nos movemos en Dios" (cf. Act 17:28), mucho más en el orden sobrenatural, al entrar a formar parte de un cuerpo mistico, cuya cabeza es Cristo, sin cuya savia y unión a El no podemos vivir, y el cual, a su vez, está en el Padre, fuente y raíz primera de todo bien natural y sobrenatural. Es lo que ya antes había dicho Jesucristo: "Yo en ellos y tú en mí, para que sean consumados en la unidad" (Jn 17:23).

 

Acción de gracias por la conversión de los tesalonicenses, 1:2-10.

2 Siempre estamos dando gracias a Dios por todos vosotros y recordándoos en nuestras oraciones, 3 haciendo sin cesar ante nuestro Dios y Padre memoria de la obra de vuestra fe, del trabajo de vuestra caridad y de la perseverante esperanza en nuestro Señor Jesucristo, 4 sabedores de vuestra elección, amados de Dios. 5 Pues nuestro evangelio entre vosotros no fue sólo en palabras, sino en poder y en Espíritu Santo y en mucha plenitud, según que sabéis cuáles fuimos entre vosotros para vuestro bien. 6 Os hicisteis imitadores nuestros y del Señor, recibiendo la palabra con gozo en el Espíritu Santo, aun en medio de grandes tribulaciones, 7 hasta venir a ser ejemplo para todo los fieles de Macedonia y de Acaya. 8 Desde vosotros, en efecto, ha resonado la palabra del Señor, no sólo en Macedonia y en Acaya, sino que en todo Jugar vuestra fe en Dios se ha divulgado, sin que tengamos necesidad de decir palabra, 9 pues ellos mismos refieren la acogida que nos hicisteis y cómo os convertisteis de los ídolos a Dios, para servir al Dios vivo y verdadero 10 y esperar del cielo a Jesús, su Hijo, a quien resucitó de entre los muertos, quien nos librará de la ira venidera.

 

Es la acostumbrada entrada en materia de las cartas paulinas, haciendo el elogio de los destinatarios en forma de acción de gracias a Dios.

Lo que aquí alaba el Apóstol en los tesalonicenses, y que le mueve a dar gracias a Dios 306, es su fidelidad al Evangelio, que concreta en la práctica de las tres virtudes teologales: obras de la fe, trabajos de la caridad, firmeza de la esperanza (v.3). Prácticamente "obras de la fe" y "trabajos de la caridad" son expresiones equivalentes, con alusión a las obras penosas y duras que los tesalonicenses venían realizando, en medio de las persecuciones, movidos por su fe y su caridad. En cuanto a la "esperanza," más que referirla en general a la confianza de que Dios nos dará en su día los bienes del cielo, parece que San Pablo está pensando concretamente en la parusía o segunda venida de Cristo (cf. v.10), que es la preocupación que domina estas dos cartas a los tesalonicenses, alabando en ellos el que tantos trabajos sufridos no hayan enfriado su firme esperanza de la parusía. Es frecuente en San Pablo enumerar juntas, como hace aquí, las tres virtudes teologales, infundidas en el alma, junto con la gracia, desde el primer momento de la justificación, y que son como el compendio de la vida cristiana (cf. 1 Cor 13:13; Col 1:4-5). No tienen otra función que la de unirnos a Dios. A la cabeza está la fe, que es la que nos introduce en la vida cristiana; la esperanza nos coloca en un clima de gozo, que es propio de los hijos de Dios, y, finalmente, la caridad nos lleva a la intimidad con Dios viviendo su propia vida y su propio amor.

Otro motivo que mueve a San Pablo a dar gracias a Dios, cuando piensa en los tesalonicenses, es el saber que han sido objeto de la elección divina (v.4). No se trata aquí de la predestinación a la gloria o salvación final, en el sentido en que suelen hablar los teólogos, sino de la vocación eficaz a la fe o entrada en el cristianismo, como se describe luego en los versículos siguientes. Cierto que esta vocación a la fe tiene como resultado lógico la gloria eterna; pero este resultado, por culpa nuestra, puede fallar, y de él San Pablo nada dice (cf. Rom 8:28-30). Si emplea el término "elección" y no el de "vocación," que es el corriente (cf. Rom 1:6; 1 Cor 1:24; 2 Tes i,n), quizá sea debido a que quiere hacer resaltar la singular benevolencia de Dios con los tesalonicenses en comparación con otros muchos; pues, aunque "vocación" y "elección" de hecho se identifican, la elección añade a la vocación la idea de preferencia. Mientras que la "vocación" mira al término de llegada ("llamados" a la fe o incorporación a Cristo), la "elección" se fija más bien en el punto de partida ("elegidos" de entre otros muchos).

A partir del v.5, San Pablo explica cómo tuvo lugar esa "elección" o entrada de los tesalonicenses en el cristianismo. El "pues" (ότι), mαs que causal, tiene sentido explicativo. Habla primeramente de que, cuando él les predicó el Evangelio, no fue sólo cuestión de palabras, como cuando se trata de una obra humana, sino que hubo manifiesta intervención de Dios, lo que era claro indicio de que los había "elegido," pues así quería intervenir (v.5). En efecto, la expresión "en poder y en Espíritu Santo y en mucha plenitud" (εν δυνάμει και εν ττνεύματι αyíco και εν πληροφορία πολλή) claramente alude a una intervenciσn especial divina, aunque, si tratamos de dar en detalle su sentido, la frase no es del todo clara. Hay bastantes autores que la interpretan en el sentido de que la predicación en Tesalónica habría sido acompañada de milagros ("en poder") y de carismas ("en Espíritu Santo"), y todo eso en gran abundancia ("en mucha plenitud"). No consta, sin embargo, que San Pablo emplee nunca el término "poder" (δύναμιβ), en singular, como equivalente de “milagros.” Por eso otros muchos autores, quizαs más acertadamente, dan al término "poder" el sentido de acción o fuerza divina que acompañaba la predicación de Pablo, operando eficazmente en la conversión de los tesalonicenses; y esta fuerza procedía del Espíritu Santo, traduciéndose para Pablo en plena convicción de que tendría allí éxito su predicación, lo que le llenaba de entusiastico, cuya cabeza es Cristo, sin cuya savia y unión a El no podemos vivir, y el cual, a su vez, está en el Padre, fuente y raíz primera de todo bien natural y sobrenatural. Es lo que ya antes había dicho Jesucristo: "Yo en ellos y tú en mí, para que sean consumados en la unidad" (Jn 17:23).

 

Acción de gracias por la conversión de los tesalonicenses, 1:2-10.

2 Siempre estamos dando gracias a Dios por todos vosotros y recordándoos en nuestras oraciones, 3 haciendo sin cesar ante nuestro Dios y Padre memoria de la obra de vuestra fe, del trabajo de vuestra caridad y de la perseverante esperanza en nuestro Señor Jesucristo, 4 sabedores de vuestra elección, amados de Dios. 5 Pues nuestro evangelio entre vosotros no fue sólo en palabras, sino en poder y en Espíritu Santo y en mucha plenitud, según que sabéis cuáles fuimos entre vosotros para vuestro bien. 6 Os hicisteis imitadores nuestros y del Señor, recibiendo la palabra con gozo en el Espíritu Santo, aun en medio de grandes tribulaciones, 7 hasta venir a ser ejemplo para todo los fieles de Macedonia y de Acaya. 8 Desde vosotros, en efecto, ha resonado la palabra del Señor, no sólo en Macedonia y en Acaya, sino que en todo Jugar vuestra fe en Dios se ha divulgado, sin que tengamos necesidad de decir palabra, 9 pues ellos mismos refieren la acogida que nos hicisteis y cómo os convertisteis de los ídolos a Dios, para servir al Dios vivo y verdadero 10 y esperar del cielo a Jesús, su Hijo, a quien resucitó de entre los muertos, quien nos librará de la ira venidera.

 

Es la acostumbrada entrada en materia de las cartas paulinas, haciendo el elogio de los destinatarios en forma de acción de gracias a Dios.

Lo que aquí alaba el Apóstol en los tesalonicenses, y que le mueve a dar gracias a Dios 306, es su fidelidad al Evangelio, que concreta en la práctica de las tres virtudes teologales: obras de la fe, trabajos de la caridad, firmeza de la esperanza (v.3). Prácticamente "obras de la fe" y "trabajos de la caridad" son expresiones equivalentes, con alusión a las obras penosas y duras que los tesalonicenses venían realizando, en medio de las persecuciones, movidos por su fe y su caridad. En cuanto a la "esperanza," más que referirla en general a la confianza de que Dios nos dará en su día los bienes del cielo, parece que San Pablo está pensando concretamente en la parusía o segunda venida de Cristo (cf. v.10), que es la preocupación que domina estas dos cartas a los tesalonicenses, alabando en ellos el que tantos trabajos sufridos no hayan enfriado su firme esperanza de la parusía. Es frecuente en San Pablo enumerar juntas, como hace aquí, las tres virtudes teologales, infundidas en el alma, junto con la gracia, desde el primer momento de la justificación, y que son como el compendio de la vida cristiana (cf. 1 Cor 13:13; Gol 1:4-5). No tienen otra función que la de unirnos a Dios. A la cabeza está la fe, que es la que nos introduce en la vida cristiana; la esperanza nos coloca en un clima de gozo, que es propio de los hijos de Dios, y, finalmente, la caridad nos lleva a la intimidad con Dios viviendo su propia vida y su propio amor.

Otro motivo que mueve a San Pablo a dar gracias a Dios, cuando piensa en los tesalonicenses, es el saber que han sido objeto de la elección divina (v.4). No se trata aquí de la predestinación a la gloria o salvación final, en el sentido en que suelen hablar los teólogos, sino de la vocación eficaz a la fe o entrada en el cristianismo, como se describe luego en los versículos siguientes. Cierto que esta vocación a la fe tiene como resultado lógico la gloria eterna; pero este resultado, por culpa nuestra, puede fallar, y de él San Pablo nada dice (cf. Rom 8:28-30). Si emplea el término "elección" y no el de "vocación," que es el corriente (cf. Rom 1:6; 1 Cor 1:24; 2 Tes 1:11), quizá sea debido a que quiere hacer resaltar la singular benevolencia de Dios con los tesalonicenses en comparación con otros muchos; pues, aunque "vocación" y "elección" de hecho se identifican, la elección añade a la vocación la idea de preferencia. Mientras que la "vocación" mira al término de llegada ("llamados" a la fe o incorporación a Cristo), la "elección" se fija más bien en el punto de partida ("elegidos" de entre otros muchos).

A partir del v.5, San Pablo explica cómo tuvo lugar esa "elección" o entrada de los tesalonicenses en el cristianismo. El "pues" (ότι), mαs que causal, tiene sentido explicativo. Habla primeramente de que, cuando él les predicó el Evangelio, no fue sólo cuestión de palabras, como cuando se trata de una obra humana, sino que hubo manifiesta intervención de Dios, lo que era claro indicio de que los había "elegido," pues así quería intervenir (v.5). En efecto, la expresión "en poder y en Espíritu Santo y en mucha plenitud" (εν δυνάμει και εν ττνεύματι αyíco και εν πληροφορία πολλή) claramente alude a una intervención especial divina, aunque, si tratamos de dar en detalle su sentido, la frase no es del todo clara. Hay bastantes autores que la interpretan en el sentido de que la predicación en Tesalónica habría sido acompañada de milagros ("en poder") y de carismas ("en Espíritu Santo"), y todo eso en gran abundancia ("en mucha plenitud"). No consta, sin embargo, que San Pablo emplee nunca el término "poder" (δύναμιβ), en singular, como equivalente de “milagros.” Por eso otros muchos autores, quizαs más acertadamente, dan al término "poder" el sentido de acción o fuerza divina que acompañaba la predicación de Pablo, operando eficazmente en la conversión de los tesalonicenses; y esta fuerza procedía del Espíritu Santo, traduciéndose para Pablo en plena convicción de que tendría allí éxito su predicación, lo que le llenaba de entusiasmo y de valor. Casi con las mismas palabras describe el Apóstol su predicación en Corinto (cf. 1 Cor 2:5); con la diferencia de que en Corinto su estado de ánimo era diverso, y en lugar de la "plenitud" (πληροφορία) que le venνa de arriba, se encontraba "en debilidad, temor y mucho temblor" (cf. 1 Cor 2:3).

Los tesalonicenses, a pesar de las persecuciones, recibieron con gran alegría y fervor la predicación hecha en esas condiciones (v.6); y eso corrió en seguida por todas partes, con gloria y contento del Apóstol (v.7-10). Lo de que "en todo lugar," y no sólo en Macedonia y en Acaya, se ha divulgado la fe de los tesalonicenses (v.8) tiene evidentemente su parte de hipérbole. Quizás por Priscila y Aquila, que acababan de llegar de Roma (cf. Act 18:2), supo que hasta en Roma — las comunicaciones con la capital eran continuas — se hablaba de cómo se había recibido el Evangelio en Tesalónica, y ello hizo que escribiera entusiasmado y para alabanza de los tesalonicenses: "en todo lugar" se habla de vosotros. De hecho, concreta luego el Apóstol, a cualquier parte que llega no necesita contar cómo fue su predicación en Tesalónica, pues se adelantan a decirle cómo le recibieron y cómo se convirtieron de los ídolos al Dios vivo y esperar el retorno glorioso de "Jesús, quien nos librará de la ira venidera" (Ίησοΰν τον ρυόμενον ήμάβ εκ τήβ οργής της ερχόμενης). En estas ϊltimas palabras hay una clara alusión a la parusía, tema dominante de estas cartas. Aunque el verbo griego está en presente (ρυόμενον), ningϊn inconveniente hay en traducir "librará" con valor de futuro, como en otras ocasiones (cf. Le 22:20), con referencia al castigo que al final de los tiempos vendrá sobre los malvados (cf. 2 Tes 1:8-9). Ni con esto se excluye el juicio particular, que seguirá enseguida después de la muerte (cf. Flp 1:23), sino que Pablo, a la manera de los antiguos profetas, suele presentar bajo una sola perspectiva, la del juicio final, las diversas manifestaciones del juicio divino. De suyo no habría inconveniente en traducir "nos libró," en pasado, pues la victoria ha sido ya ganada con la muerte y resurrección de Cristo, a la que nos incorporamos en el bautismo.

Es de notar la expresión "Dios vivo y verdadero" (v.g), en contraposición a la muerte y mentira de los ídolos (cf. Jer 10:1-16; Jn 17:3; 1 Cor 8:4-6). Eso es lo que nos diferencia de los gentiles, así como la esperanza en Jesús es lo que nos diferencia de los judíos. En este último versículo (v.10), no obstante su brevedad, se contienen los principales elementos del dogma cristiano sobre Jesucristo: filiación divina, muerte redentora, resurrección gloriosa, segunda venida como juez supremo.

 

 

I. Pablo y los Tesalonicenses, 2:1-3:13.

 

Cómo fue la predicación de Pablo en Tesalónica, 2:1-12

1 Bien sabéis, hermanos, que nuestra llegada a vosotros no fue vana; 2 sino que después de sufrir mucho y soportar muchas afrentas en Filipo, como sabéis, confiados en nuestro Dios, tuvimos valentía para predicaros el Evangelio de Dios en medio de mucha contrariedad. 3 Y sabéis también que nuestras exhortaciones no procedían de error, ni de concupiscencia, ni de engaño; 4 sino de que, probados por Dios, se nos había encomendado la misión de evangelizar; y así hablamos, no como quien busca agradar a los hombres, sino sólo a Dios, que prueba nuestros corazones. 5 Porque nunca, como bien sabéis, hemos usado de lisonjas ni hemos procedido con propósitos de lucro; Dios es testigo. 6 Ni hemos buscado la alabanza de los hombres, ni la vuestra, ni la de nadie; 7 y aun pudiendo hacer pesar sobre vosotros nuestra autoridad como apóstoles de Cristo, nos hicimos como pequeñuelos y como nodriza que cría a sus niños; 8 así, llevados de nuestro amor por vosotros, queríamos no sólo daros el Evangelio de Dios, sino aun nuestras propias almas: tan amados vinisteis a sernos. 9 Ya os acordaréis, hermanos, de nuestras penas y fatigas, y de cómo día y noche trabajábamos para no ser gravosos a nadie, y así os predicamos el Evangelio de Dios. 10 Vosotros y Dios sois testigos de nuestra conducta santa, justa, irreprochable para con los que creíais. 11 Sabéis que como un padre a sus hijos, así a cada uno 12 os exhortábamos y alentábamos, y os conjurábamos a andar de modo digno de Dios, que os llamó a su reino y gloria.

 

Describe aquí San Pablo cuál fue su conducta en Tesalónica. Parece, dada la manera como se expresa, que también en Tesalónica habían surgido calumniadores que tergiversaban sus intenciones y su doctrina; de ahí que se vea obligado a hacer su propia apología, trayendo a la memoria de los tesalonicenses la realidad de los hechos. Dichas calumnias, sin embargo, debían haber conseguido poco efecto, pues el Apóstol se expresa con relativa serenidad, sin esa vehemencia que encontramos, por ejemplo, en la apología ante los corintios (cf. 2 Cor 1:12:24; 12:11).

Comienza recordando a los tesalonicenses la valentía y libertad apostólica con que les predicó el Evangelio 307, no obstante la oposición exterior y las afrentas que acababa de sufrir en Filipos (v.1-2; cf. Act 16:22-24; 17:1-10). La expresión "tuvimos valentía" (έπαρρη-σιασάμεθα), ο simplemente el sustantivo “valentνa” (παρρησία), es usada con frecuencia por Pablo (cf. 2 Cor 3:12; 7:4; Ef 3:12; 6:19-20; Fil 1:20; Col 2:15; ι Tim 3:13; Flm 8; Heb 3:6; 4:16; 10:35); también es frecuente en el libro de los Hechos para significar la libertad con que los Apóstoles proclamaban públicamente el "kerygma" cristiano (cf. Act 2:29; 4:13.29; 9:27; 13:46; 14:3). Esta "libertad" tiene dos vertientes: confianza mirando a Dios y valor mirando a los hombres. Les dice luego (v.3) que su predicación no procedía "de error (εκ ττλάνηβ) ni de concupiscencia (εξ άκα9αρσίαβ) ni con engaρo” (εν δόλω). Es el lado negativo: nada de comϊn con los charlatanes y propagadores de falsas doctrinas que entonces pululaban por el imperio (cf. Act 17:18-21), usando de artificios y engaños para lograr adeptos 307*. A continuación viene el lado positivo: ha obrado siempre como debe obrar aquel en quien Dios ha puesto su confianza (v"4). En los v.5-6 recalca lo dicho en los v.3-4; y puesto que a veces se trata de cosas internas y ocultas, pone a Dios por testigo de la verdad de sus afirmaciones (v.5).

Todavía va más lejos su desinterés y rectitud de intención. Así lo hace notar, con una bella sucesión de imágenes, en los v.7-12. Pudo, pero no quiso, "hacer pesar" (εν βαρεί είναι) sobre los tesa-lonicenses su autoridad (v.7), exigiendo sus derechos de apσstol de Cristo, lo mismo por lo que se refiere a veneración y respeto que por lo que se refiere a ayuda económica (cf. 1 Cor 9:6-7). No ha querido, sin embargo, ni honores ni dinero, sino que se ha portado con ellos como "pequeñuelo" 308 y como "nodriza" (v.7-8), y ha trabajado con sus manos para no serles gravoso (v.9-10; cf. 1 Cor 9:12; 2 Cor 11:7; 2 Tes 3:8; Act 20:34).

La última frase: "os llamó a su reino y gloria" (εΐβ την εαυτοί/ βασιλείαν και δόξαν), no ha de interpretarse como si San Pablo tratase de distinguir entre “reino” acα en la tierra y luego "gloria" en el cielo. Se trata del "reino" mesiánico, del que es inseparable la "gloria," luz o esplendor que lleva consigo la presencia de Dios, habitando en medio de su pueblo, aunque no siempre sea visible, los cristianos pertenecemos ya a ese reino de "gloria," aunque la manifestación plena y completa no aparecerá hasta la etapa final (cf. Rom 5:2; 8:18; Col 1:12-13; 3:3-4).

 

Correspondencia por parte de los tesalonicenses, 2:13-16.

13 Por esto, incesantemente damos gracias a Dios de que al recibir la palabra de Dios que de nosotros oísteis, la acogisteis no como palabra de hombre, sino como palabra de Dios, cual en verdad es, y que obra eficazmente en vosotros, que creéis. 14 Pues vosotros, hermanos, os habéis hecho imitadores de las iglesias de Dios que hay en Judea, en Cristo Jesús, pues habéis padecido de vuestros conciudadanos, lo mismo que ellos de los judíos, 15 de aquellos que dieron muerte al Señor Jesús y a los profetas, y a nosotros nos persiguen, y que no agradan a Dios y están contra todos los hombres; 16 que impiden que se hable a los gentiles y se procure su salvación. Con esto van colmando la medida de sus pecados. Mas la ira viene sobre ellos y está para descargar hasta el colmo.

 

Después de hablar de su conducta con los tesalonicenses, el Apóstol pasa ahora a hablar de la correspondencia por parte de éstos, haciendo de ellos un cálido elogio.

Alaba primeramente el que recibieran su predicación "no como palabra de hombre, sino como palabra de Dios, cual en verdad es" (v.13). Es muy de notar la expresión "palabra de Dios que de nosotros oísteis" (λόγον ακοής τταρ' ημών του Θεού), fσrmula concentrada de la doctrina sobre la tradición apostólica. En efecto, la palabra de Dios o revelación divina llega ante todo a los hombres por el oído (cf. Rom 10:17; Gal 3:2), y los tesalonicenses reconocen que Dios habla a través de su enviado. Esa palabra de Dios "obra" eficazmente (ενεργείται) en ellos, es decir, les da fuerza y energνa en la consecución del objetivo (cf. Ef 6:17; Heb 4:12): creer y obrar, recepción y actividad. En realidad es Dios quien obra a través de esa palabra; de ahí que en otro lugar (cf. Rom 1:16) Pablo llame al Evangelio "poder de Dios."

En las penalidades y persecuciones sufridas por los tesalonicenses (cf. 1:6; Act 17:5-8) ve San Pablo la fuerza de la palabra de Dios actuando en ellos (v.14). Esas persecuciones le recuerdan las sufridas por las iglesias de Palestina, las iglesias madres en la fe (cf. Act 4:3; 8:1; 12:1), con cuya ocasión hace un recuento doloroso de los crímenes de los judíos, que mataron a Cristo y persiguen a su Iglesia y "están contra todos los hombres"309, con lo que van colmando "la medida de sus pecados," estando para descargar sobre ellos la "ira" de Dios (v. 15-16). Con estas últimas expresiones da a entender San Pablo que en los designios de Dios todo está previsto, y los crímenes de los judíos tendrán un límite, llegado el cual vendrá sobre ellos el castigo. No dice expresamente de qué castigo se trata. Probablemente es una alusión velada a la destrucción de Jerusalén y de la nación judía en el año 70, predicha ya por Jesucristo (cf. Mt 23:37-38; Lc 19:41-44), cuyos vaticinios Pablo no ignoraba. Sin embargo, también es posible, conforme interpretan algunos autores (Lemonnyer, Amiot, Rigaux), que, más que a la destrucción futura de Jerusalén, se aluda al endurecimiento obstinado de los judíos, como aparecía ya entonces, enemigos declarados del Evangelio y excluidos, en cuanto pueblo, del reino mesiánico; disposiciones todas que estaban presagiando la reprobación final. En la carta a los Romanos (c.q-ii) San Pablo abordará directamente este problema de la incredulidad judía, haciendo una amplia exposición de los planes providenciales de Dios referente a los judíos, el pueblo de las promesas, cuya obstinación tanto dolor le causa (cf. 9:3) y cuya futura conversión predice (cf. 11:26). Aquí, en esta carta a los tesalonicenses, se trata de una simple alusión, motivada por las persecuciones que le están haciendo. La expresión "hasta el colmo" (εΐβ τέλος), a la que en nuestra traducciσn damos valor intensivo, podría también ser traducida "hasta el fin" o para siempre, con valor temporal. Es posible que en este contexto entren ambos matices, el intensivo y el temporal.

 

Vivo deseo de volver α verles, 2:17-20.

17 Hermanos, privados por el momento de vuestra vista, no de vuestro afecto, quisimos ardientemente volver a veros cuanto antes, 18 y pretendimos ir, al menos yo, Pablo, una y otra vez; pero Satanás nos lo estorbó. 19 Pues ¿cuál ha de ser nuestra esperanza, nuestro gozo, nuestra corona de gloria ante nuestro Señor Jesucristo a su venida ? ¿No sois vosotros ? 20 Cierto, vosotros sois nuestra gloria y nuestro gozo.

 

Con gran variedad de expresiones muestra San Pablo su amor a los tesalonicenses y su vivo deseo de volver a verles. Es éste uno de los pasajes de sus cartas en que aparece más al vivo la ternura de su corazón, aunque siempre en un plano sobrenatural.

Dice que "una y otra vez" intentó volver a Tesalónica, pero Satanás se "lo estorbó" (v. 17-18). No concreta cómo se lo estorbó. Desde luego, no es necesario, aunque tampoco se excluye suponer intervención extraordinaria o milagrosa; bastan obstáculos naturales, de orden físico o moral, en los que Pablo ve la mano del demonio. El está firmemente convencido, muy al contrario de lo que prácticamente a veces nos pasa a nosotros, de la acción funesta del demonio, cuyo triste papel es oponerse a los intereses de Dios (cf. Rom 16:20; 1 Cor 7:5; 2 Cor 2:11; Ef 6:11; 1 Tim 3:7). El inciso "al menos yo, Pablo" (v.18), parece ser una aclaración al plural "quisimos., pretendimos," que no sería simplemente un plural literario, sino inclusivo también de sus compañeros de apostolado en Tesalónica (cf. 1:1).

En los ν. 19-20 da la razσn de esa su preocupación por los tesalonicenses. Quiere que en el momento de la cuenta, cuando tenga lugar la parusia o segunda venida de Cristo, él pueda presentarse ante el Señor acompañado de sus queridos tesalonicenses, que constituirán como su "corona de gloria," igual que la de un vencedor en el estadio, o la de aquellos acompañantes a los soberanos helénicos en sus "parusías."

 

Envío de Timoteo a Tesalónica, 3:1-13.

1 Por eso, no pudiendo sufrir más, determinamos quedarnos solos en Atenas, 2 y enviamos a Timoteo, nuestro hermano y ministro de Dios en el Evangelio de Cristo, para confirmaros y exhortaros en vuestra fe, 3 a fin de que nadie se inquiete por estas tribulaciones. Bien sabéis que para eso estamos, 4 pues ya estando entre vosotros os lo previnimos, que habíamos de ser atribulados, como sucedió, bien lo sabéis. 5 Por esto, no pudiendo sufrir ya más, he mandado a saber de vuestro estado en la fe, no fuera que el tentador os hubiera tentado y se hiciese vana nuestra labor. 6 Ahora, con la llegada de Timoteo a nosotros y con las buenas noticias que nos ha traído de vuestra fe y caridad y de la buena memoria que siempre tenéis de nosotros, deseando vernos lo mismo que yo a vosotros, 7 hemos recibido gran consuelo por vuestras necesidades y tribulaciones. 8 Ahora ya vivimos, sabiendo que estáis firmes en el Señor. 9 ¿Pues qué gracias daremos a Dios en retorno de todo este gozo que por vosotros disfrutamos ante nuestro Dios, 10 orando noche y día con la mayor instancia por ver vuestro rostro y completar lo que falta a vuestra fe? n Que el mismo Dios y Padre nuestro y nuestro Señor Jesucristo dirija hacia nosotros vuestros pasos, 12 y os acreciente y haga abundar en caridad de unos con otros y con todos, lo mismo que la sentimos nosotros por vosotros, 13 a fin de fortalecer vuestros corazones y haceros irreprensibles en la santidad ante Dios, Padre nuestro, en la venida de nuestro Señor Jesús con todos sus santos.

 

No habiendo podido ir él personalmente a Tesalónica, como hubiera sido su deseo, Pablo se decide a enviar allá a Timoteo, aun a trueque de tener que "quedarse solo en Atenas" (v.1-5). Sobre este viaje de Timoteo, y de si estaba ya con el Apóstol en Atenas o todavía en Berea cuando recibió el encargo de ir a Tesalónica, ya hablamos en la introducción a la carta y al comentar Act 17:15. Lo cierto es que Timoteo va a Tesalónica a fin de "confirmar y exhortar en la fe" a los tesalonicenses, de los que Pablo sabe que se hallan en duras "tribulaciones" (v.2-4). Teme el Apóstol que se desalienten y resulte vana su labor entre ellos, máxime que también ahí puede andar de por medio la mano del tentador (v.5; cf. 2:18). Es muy de notar, hablando de las "tribulaciones" de los tesalonicenses, la afirmación universal que Pablo establece: "Bien sabéis que para eso estamos" (εϊβ τούτο κείμε3α), es decir, que tal es la suerte del cristiano, el camino real de la cruz (cf. Rom 8:17; 2 Tim 3:12; i Pe 2:20-21; Act 14:22).

Al volver Timoteo de Tesalónica y traer buenas noticias, Pablo recibe inmensa alegría (v.6-7). Ya queda tranquilo, sabiendo que están "firmes en el Señor" (v.8); sin embargo, todavía no desiste de su intento de volver a verles y "completar lo que falta a su fe" (καταρτίσαι τα υστερήματα της πίστεως υμών). Parece que con esto el Apóstol se refiere principalmente al conocimiento de las verdades que luego esclarecerá en el capítulo cuarto. Por lo demás, siempre hay posibilidad de progreso en el conocimiento de las verdades de la fe (cf. Flp 1:25), sin que sea necesario recurrir, para explicar esta frase, al hecho de que hubo de salir precipitadamente de Tesalónica (cf. Act 17:5-10), lo que habría impedido que la instrucción de los tesalonicenses fuese completa.

Pablo termina esta primera parte de su carta con una oración a Dios Padre y a Jesucristo 310, rogando que le sea a él allanado el camino para que pueda volver a los tesalonicenses (v.11; cf. 2:18), para quienes pide aumento de caridad entre sí y con todos los hombres (v.12; cf. Rom 12:16-18; Gal 6:10), de modo que puedan presentarse irreprochables en el gran día de la parusía o venida de Jesucristo "con todos sus santos" (v.15). No está claro a quiénes se refiera el Apóstol con el término "santos" (μετά πάντων των αγίων αυτού). Lo primero que se ocurre pensar es que se trata de los “justos” o fieles muertos en gracia, lo mismo que en 1 Cor 6:2 y 2 Tes i, i o, que aparecerαn gloriosos con Cristo en el gran día del juicio final (cf. Col 3:4). De hecho, así interpretan muchos autores (Gutjahr, Rigaux, Leal) este texto del Apóstol. Sin embargo, es de notar que de los "justos" o fieles muertos en gracia dice San Pablo poco después, no que bajarán con Cristo, sino que resucitarán y, unidos a los que se hallen en vida, subirán de la tierra a su encuentro (cf. 4:15-17); por eso otros muchos autores (Knaben-bauer, Vosté, Amiot) prefieren interpretar aquí el término "santos" como equivalente de "ángeles," de los cuales en muchas otras ocasiones se dice expresamente que acompañarán a Cristo en la parusía (cf. 4:16; 2 Tes 1:7; Mt 13:41; 24:31). Desde luego, con esta interpretación todo resultaría coherente; pero hemos de confesar que nunca en San Pablo el término "santos," por lo demás de uso muy frecuente, es aplicado a los ángeles. Ambas interpretaciones, pues, ofrecen sus dificultades; ni tenemos datos suficientes en el texto para decidir la cuestión.

 

 

II. Exhortaciones Morales, 4:1-5:22.

 

Santidad de vida, 4:1-12.

1 Por lo demás, hermanos, os rogamos y amonestamos en el Señor Jesús que andéis, según lo que de nosotros habéis recibido acerca del modo en que habéis de andar y agradar a Dios, como andáis ya, para adelantar cada vez más. 2 Bien sabéis, en efecto, los preceptos que os hemos dado en nombre del Señor Jesús. 3 Porque la voluntad de Dios es vuestra santificación: que os abstengáis de la fornicación; 4 que cada uno sepa tener su mujer en santidad y honor, 5 no con afecto libidinoso, como los gentiles, que no conocen a Dios; 6 que en esta materia ninguno haga injuria a su hermano, porque vengador en todo esto es el Señor, como antes os lo dijimos y atestiguamos; 7 que no nos llamó Dios a la impureza, sino a la santidad. 8 Por tanto, quien estos preceptos desprecia no desprecia al hombre, sino a Dios, que os dio su Espíritu Santo. 9 Tocante a la caridad no necesitamos escribiros, porque de Dios habéis sido enseñados cómo habéis de amaros unos a otros 10 y practicáis esta caridad con todos los hermanos que hay en toda la Macedonia. Todavía os exhortamos, hermanos, a progresar más, 11 y a que os esforcéis por llevar una vida quieta, laboriosa en vuestros negocios y trabajando con vuestras manos como os lo hemos recomendado, 12 a fin de que viváis honradamente a los ojos de los de fuera y de nadie tengáis necesidad"

 

Reafirma aquí San Pablo a los tesalonicenses ciertos preceptos del código moral cristiano, que ya en su predicación oral (cf. v.1. 2.6.n) les había inculcado.

Comienza con una recomendación de carácter general, pidiéndoles que caminen según las enseñanzas que les dio cuando estuvo entre ellos y que miren siempre adelante, tratando de progresar más y más cada día (v.1-2; cf. 3:12-13). Y esto se lo pide "en el Señor" (v.1), es decir, con la autoridad y por la voluntad del Señor, en quien creen y al que están místicamente incorporados.

Luego, tratando de concretar más esa recomendación general, San Pablo va a insistir sobre todo en tres cosas: pureza (v.3-8), caridad (v.q-10), trabajo (v. 11-12).

Por lo que respecta a la pureza, la necesidad le obliga a insistir de modo especial, dada la gran laxitud del mundo pagano en esa materia (cf. Rom 1:24-32) y el peligro que de ahí derivaba para los recién convertidos. Dice a los tesalonicenses que es deseo de Dios que todos los cristianos sean "santos" (v.3), es decir, separados de cuanto es pecado (cf. Rom 1:7). Esta "santidad," por lo que se refiere al pasaje presente, la concreta de modo especial en la represión de los apetitos de la carne, que tanto dominan al hombre, señalando tres como capítulos: abstención de la "fornicación," es decir, de toda relación sexual fuera del matrimonio (v.3), "tener cada uno su mujer en santidad y honor," evitando cuanto se opone a la castidad conyugal (v.4~5), no "hacer injuria" (alusión velada al adulterio) a los derechos del prójimo para satisfacer el instinto carnal (v.6). Tal es la interpretación de estos versículos, que juzgamos más probable 311. Y da el Apóstol tres motivos principales: el castigo divino (v.6b; cf. 2 Tes 1:8-9), el haber sido llamados a la santidad (v.7; cf. Rom 1:7; Ef 4:1), la presencia del Espíritu Santo (v.8; cf. 1 Cor 6:19).

Referente a la caridad, alaba el que los tesalonicenses ya la practiquen, pero les pide que se esfuercen por progresar cada día más (v.9-10). Ese magisterio interior y divino a que se alude en el v.9 es una de las características de la época mesiánica (cf. Jn 6:45; Heb 8:10); y Pablo parece aplicarlo de modo especial a la caridad" virtud que Dios infunde en nuestros corazones en el momento mismo de la justificación (cf. 1:2), y que ha de ser como el distintivo del cristiano (cf. Jn 13:35).

Finalmente viene la recomendación al trabajo (v. 11-12). Aunque de modo explícito no se dice nada, parece que también aquí, lo mismo que luego en 2 Tes 3:11-12, esta recomendación al trabajo está relacionada con la preocupación escatológica de los tesalonicenses, quienes andaban agitados y algunos ni trabajaban, pensando en que todo iba a terminar muy pronto. Ello redundaba en desprestigio de la nueva religión ante "los de fuera," es decir, los no cristianos, a quienes muchas veces incluso tendrían que ir a pedir que comer. Desde luego, esta recomendación está íntimamente ligada a la anterior, pues es una forma de practicar la caridad el evitar ser carga para el prójimo y preocuparse del buen nombre de los fieles.

 

La condición de los muertos en la parusía, 4:13-18.

13 No queremos, hermanos, que ignoréis lo tocante a la suerte de los que duermen, para que no os aflijáis como los demás que carecen de esperanza. 14 Pues si creemos que Jesús murió y resucitó, así también a los que se durmieron en Jesús los llevará Dios con EL 15 Esto os decimos como palabra del Señor: que nosotros, los vivos, los que quedamos para la venida del Señor, no nos anticiparemos a los que se durmieron; 16 pues el mismo Señor, a una orden, a la voz del arcángel, al sonido de la trompeta de Dios, descenderá del cielo, y los muertos en Cristo resucitarán primero; 17 después nosotros, los vivos, los que quedamos, junto con ellos, seremos arrebatados en las nubes, al encuentro del Señor en los aires, 18 y así estaremos siempre con el Señor. Consolaos, pues, mutuamente con estas palabras.

 

Es éste, por sus enseñanzas dogmáticas, el pasaje más importante de la carta. El Apóstol da claramente a entender que los tesalonicenses estaban preocupados por la suerte de sus muertos (cf. v.13 y 18), y hasta es posible, como insinúa la fórmula "no queremos que ignoréis" (ν.13; cf. 1 Cor 12:1), que sobre ello le hubiesen hecho, a travιs de Timoteo, una pregunta formal.

No está claro qué era concretamente lo que motivaba esa inquietud de los tesalonicenses por sus muertos. Es posible que, al igual que en Corinto (cf. 1 Cor 15:12.19.34), también aquí circulasen dudas entre los fieles sobre el hecho mismo de la resurrección. De todos modos, la vida de ultratumba, lo mismo para el mundo judío que para el mundo helénico, aparecía envuelta siempre en la penumbra del misterio, y es obvio que los tesalonicenses, que esperaban inminente la parusía o retorno glorioso de Cristo, estuviesen preocupados por sus parientes difuntos, que no podrían ya presenciar ese triunfo y formar parte del cortejo. De hecho, eso es lo que parece suponer la respuesta del Apóstol al afirmar que los muertos antes de la parusía no estarán en peores condiciones que los que se hallen en vida; pues cuando llegue esa fecha, primeramente resucitarán los muertos, y luego nos uniremos a ellos los vivos, para salir todos al encuentro de Cristo (v.15-17). Que no tengan, pues, preocupación (v.18).

Expuesta así la idea general, conviene explicar todo con algo más de detalle. Notemos primeramente que cuando habla de "muertos" o de los que "se durmieron" 312, San Pablo se fija únicamente en los justos o muertos "en Cristo" 313. Es de ellos de los que dice que resucitaran y, junto con los vivos, saldrán al encuentro de Cristo para "estar siempre" con EL El caso de los pecadores, cuya resurrección no niega (cf. Act 24:15), no entra aquí en su perspectiva. Notemos también que cuando dice a los tesalonicenses que "no se aflijan" por sus muertos (ν.13), no lo dice de manera absoluta, sino agregando en seguida: como los demás que carecen de esperanza. Radical diferencia del cristiano y del impío. Hay un dolor cristiano legítimo, como el de Jesucristo cuando la muerte de Lázaro o el de San Agustín cuando la de su madre, pero ese dolor ha de ser radicalmente diferente del de los paganos, que no tienen esperanza de resurrección ni de vida en Cristo. Nosotros, en cambio, añade San Pablo, no podemos dudar de esa resurrección, ligada necesariamente a la de Cristo (v.14). De esta conexión entre la resurrección de Cristo y la nuestra, aquí sólo apuntada, habla el Apóstol con amplitud en 1 Cor 15:1-28.

Después de esta afirmación fundamental asegurando que todos los justos o muertos en Cristo resucitarán (v.14), viene luego (v.15-17) una precisación ulterior, que es donde se halla lo más característico de este pasaje 314. Distingue el Apóstol dos clases o categorías de fieles: la de los vivientes al tiempo de la parusia y la de los que hayan muerto antes. Respecto de los primeros, dice que, cuando llegue esa fecha, "serán arrebatados en las nubes al encuentro del Señor en los aires" (άρπαγησόμεβα εν νεφέλοαβ εις άπάντησιν του Κυρίου εις αέρα). Nσtese que el Apóstol no habla para nada de muerte, sino simplemente de que "serán arrebatados." Algunos autores, siguiendo a San Agustín y a Santo Tomás, dan por supuesto que para todos deberá preceder la muerte, pena del pecado original. Sin embargo, la inmensa mayoría de los exegetas actuales creen que el pensamiento de San Pablo no es ése; pues claramente da a entender, sobre todo si atendemos también a otros pasajes (cf. 1 Cor 15:51; 2 Cor 5:2-4), que los fieles de la última generación no morirán, sino que, actuando en ellos el poder de Dios, pasarán directamente del estado de corruptibilidad y mortalidad al estado de incorrup-tibilidad e inmortalidad. Ni ello se opone al dogma de la universalidad de la muerte por razón del pecado original (cf. Rom 5:12), como no se opone al dogma de la universalidad del pecado original el que Dios haya querido hacer alguna excepción de hecho, como en el caso de la Virgen. Si se dan o no esas excepciones, es Dios quien, de una u otra manera, nos lo tiene que decir.

Por lo que hace a la expresión "nosotros, los vivos, los que quedamos" (v.15), si Pablo emplea la primera persona, lo hace simplemente porque mientras escribía estaban él y sus lectores en la categoría de los vivientes y no de los muertos; no porque afirme que hayan de pertenecer a la misma categoría al tiempo de la parusía. Esto ni lo niega ni lo afirma, pues no lo sabe, como ya expusimos ampliamente en la introducción a la carta. Por una hipótesis contraria, apartándose de la realidad presente, en 1 Cor 6:14 se coloca en la categoría de los muertos que resucitaran en la parusía. Tenemos, en uno y otro caso, la figura retórica llamada por los gramáticos enálage de persona, en virtud de la cual el escritor, para dar más viveza a la idea, se identifica con sus lectores poniéndose él mismo en escena (cf. Gal 5:25-26), aunque luego quizá no le afecte personalmente lo que allí se afirma.

Respecto de la segunda categoría de fieles, es decir, la de los que hayan muerto antes de la parusía, San Pablo dice que, para ese encuentro en los aires con el Señor, no irán detrás o estarán en peores condiciones que los que se hallen en vida (v.15), sino que primeramente resucitarán ellos (v.16), y luego, todos juntos, vivos y muertos, iremos al encuentro de Cristo (v.17). El Apóstol no especifica más ni dice qué pasará inmediatamente después. Se fija sólo en el resultado final, afirmando que "estaremos ya siempre con el Señor" (v.18). ¡Ha comenzado la vida gloriosa en el cielo! En otros lugares, sin embargo, nos dirá que es en la parusía cuando tendrá lugar el juicio universal (cf. Rom 2:5-11; 1 Cor 15:24-25; 2 Tes 1:7-10). Pero ¿dónde se realizará?

Algunos santos Padres y escritores antiguos suponen que, después del encuentro con Cristo, los justos irán ya directamente al cielo; otros, como San Agustín y el Crisóstomo, dicen que bajarán nuevamente a la tierra con El, para ese juicio universal que tan vivamente se nos pinta en Mt 25:31-46. Ni faltan quienes, inspirándose en la profecía de Joel sobre el juicio condenatorio que van a sufrir las naciones paganas por sus atropellos contra el pueblo elegido (cf. Jl 3:2-12), hablan de que el juicio universal tendrá lugar en el valle de Josafat (Jl 3:2), valle que la tradición judía localizó al este de Jerusalén. Esta idea ha entrado profusamente en la literatura y arte cristianos. Lo más probable es que, en la mente del profeta, se trate sólo de un nombre simbólico (Josafat = "Yahvé juzga" o juicio de Yah-vé), mero artificio literario. En resumen, no olvidemos que todas estas descripciones de la parusíe y del juicio final están calcadas sobre el ropaje apocalíptico, esencialmente colorista, y es muy difícil saber dónde termina el símbolo y cuál ha de ser en concreto la realidad. Esto tiene también aplicación para esa descripción tan realista de orden, voz del arcángel 315, sonido de la trompeta, impresionante aparato escénico con que nos es presentada la parusía (v.16). Son todos ellos elementos con que se adornan constantemente las teofanías bíblicas (cf. Ex 19:16; Mt 24:31; 1 Cor 15:52; Ap 5:2; 19:17), sin que sea preciso tomar en sentido propio esas circunstancias. Probablemente, en nuestro caso, se trata de una misma realidad, es decir, una potente y misteriosa intervención de Dios, expresada con tres fórmulas apocalípticas distintas: la orden divina, la voz del arcángel y el sonido de la trompeta.

 

Incertidumbre sobre el tiempo de la parusía, 5:1-11.

1 Cuanto al tiempo y momento preciso, no hay, hermanos, por qué escribir. 2 Sabéis bien que el día del Señor llegará como ladrón en la noche. 3 Guando se dicen: "Paz y seguridad," entonces, de improviso, les sobrevendrá la ruina, como los dolores del parto a la preñada, y no escaparán. 4 Cuanto a vosotros, hermanos, no viváis en tinieblas, para que ese día no os sorprenda como ladrón; 5 porque todos sois hijos de la luz e hijos del día. No somos de la noche ni de las tinieblas. 6 Por consiguiente, no durmamos como los otros, antes bien, velemos y vivamos sobriamente. 7 Los que duermen, de noche duermen, y los que se embriagan, de noche se embriagan. 8 Pero nosotros, hijos del día, seamos sobrios, revestidos de la coraza de la fe y de la caridad y del yelmo de la esperanza en la salvación. 9 Que no nos destina Dios a la ira, sino a la salvación por nuestro Señor Jesucristo, 10 que murió por nosotros para que, en vida o en muerte, vivamos unidos a El. 11 Así, pues, consolaos mutuamente y edifícaos unos a otros, como ya lo hacéis.

 

Esta perícopa es esencialmente práctica. Es posible que los tesalonicenses, a través de Timoteo, hubiesen preguntado expresamente a Pablo sobre el tiempo de la parusía. Tal parece insinuar la fórmula "cuanto al tiempo y momento preciso" (v.1), muy semejante a "no queremos que ignoréis," que introduce la naarracion anterior (cf. 4:13). Pablo, sin embargo, no da una respuesta directa. Afirma, sí, indirectamente que lo ignora (cf. v.2 y 10); pero en lo que directamente insiste es en la vigilancia y sobriedad con que debemos vivir, como soldados siempre en guardia, a fin de que ese día ignorado no nos coja de sorpresa. Es exactamente la misma doctrina que, referente a este punto de la parusía, había inculcado ya Jesucristo (cf. Mt 24:36-44; 25:13).

La expresión "cuanto al tiempo y momento preciso" (περί δε των χρόνων και των καιρών), con que el Apσstol introduce la cuestión (v.1), era una fórmula más o menos ya estereotipada (cf. Dan 2, 21; Act 1:7), propia de la literatura escatológica, cuando se trataba de inquirir el tiempo en que el hecho tendría lugar 316. Pablo responde que de eso no es necesario escribir, pues "saben bien que el día del Señor llegará como el ladrón en la noche., como los dolores del parto a la embarazada" (v.2-3). Evidentemente ese "día del Señor" está refiriéndose a la parusía y juicio final (cf. 1 Cor 1:8; 2 Cor 1:14; Flp 1:6; 2 Tes 2:2). Lo de "saben bien" indica que los tesalonicenses ya habían sido instruidos suficientemente en este punto durante su evangelización. En cuanto a las imágenes "ladrón en la noche" y "dolores de parto," usadas ya por Jesús (cf. Mt 24:43; Jn 16:21), son muy frecuentes en el estilo apocalíptico, del que se consideran adorno obligado, y ciertamente muy aptas para expresar la incertidumbre y sorpresa de la venida del Señor y la necesidad de estar siempre preparados. Es posible que la segunda imagen, además de la idea de sorpresa, insinúe también la idea de dolor, con alusión a los grandes males que precederán esa venida (cf. Mt 24:8).

Claro que la "sorpresa" será más bien para los impíos, quienes no piensan más que en los goces materiales (v.3; cf. Mt 24:37). Respecto de los fieles, Pablo les pide que se comporten de manera que ese día "no les coja de sorpresa" (v.4), haciendo luego (v.5~7) una serie de consideraciones en que juega con las palabras "tinieblas," "luz," "día," "noche," "dormir," "velar," que de ordinario toma en sentido metafórico, pero a veces también propio, con no pequeña dificultad de interpretación concreta en algunos casos. Lo normal es que entienda por "tinieblas" y "noche" las tinieblas de la infidelidad con su cortejo obligado de vicios; y lo mismo se diga del término "dormir," con referencia a la falta de fe y obras correspondientes (cf. v.6). Sin embargo, en el v.y, lo mismo el término "dormir" que el término "noche" se toman en sentido propio, aunque sobrentendiendo la misma idea moral de antes, como diciendo: aunque se puede dormir durante el día, pero la noche es su tiempo propio, lo mismo que para los excesos de la crápula; no es, pues, extraño que "duerman" (sentido metafórico) y "se embriaguen" los gentiles, pero sería extraño que lo hicieran los cristianos, que son hijos de la "luz" y del "día." Estos términos "luz" y "día" (v.5) se contraponen a "tinieblas" y "noche" de antes, e indican la vida de fe con su floración de todas las virtudes; igual se diga del término "velar" (v.6), contrapuesto a "dormir," y de la expresión "vivir sobriamente" (v.6-8), contrapuesta a "embriagarse."

Para más recalcar la idea de vigilancia y sobriedad, San Pablo, valiéndose de imágenes tomadas de la vestimenta militar, describe la panoplia o armadura espiritual de que debe revestirse el cristiano (v.8). Esta misma imagen, desarrollada con más amplitud, la encontramos en Ef 6:11-17, y alusión a ella en Rom 13:12. El motivo o acicate que nos debe alentar en este combate espiritual, es el saber que Dios no nos ha destinado a la ira con que castigará a los impíos (cf. i, i o; 5:3), sino que nos ha llamado a la salvación, y, consiguientemente, estará con nosotros en la adquisición de la misma (v.9). Ni se olvida el Apóstol de recordar a los tesalonicenses que, en este negocio de nuestra salvación, el mérito principal se lo hemos de agradecer a Jesucristo, que "murió por nosotros para que, en vida o en muerte, vivamos unidos a El" (v.10). Nótese la antítesis: murió él para que vivamos nosotros, idea muy cara al Apóstol (cf. 2 Cor 5, 14-15; Gal 2:21). La expresión "en vida o en muerte" (είτε γρηγο-ρώμεν είτε κο&εύδωμεν), literalmente “ya velemos, ya durmamos,” no parece que pueda referirse a “velar” o “dormir” en el sentido que tienen estos tιrminos en los versículos anteriores, sino a pasar o no pasar por la muerte temporal, como en 4:16-17. San Pablo vendría a decir: lo importante no es el vivir hasta la parusía o el morir antes, sino lo importante es el que, vivos o muertos cuando venga Cristo, hemos de vivir unidos a El (cf. 4:18). Con esto, el Apóstol, en la conclusión de lo referente a la parusía, vuelve a la idea central de la narracion anterior. Y nótese que, mientras en 4:15 y 17 se había colocado en la categoría de los vivientes, aquí admite como posible, tanto para él como para sus lectores, el tránsito de la categoría de los vivientes a la de los muertos.

La conclusión final es que no hay motivos para inquietarse (v.11). Notemos la expresión "edifícaos," imagen corriente en San Pablo y sumamente significativa: cada cristiano es un "edificio" en construcción continua (cf. Flp 3:12-16), cuyo fundamento es Cristo y cuyas piedras que se van poniendo en el muro son las obras buenas de cada uno (cf. 1 Cor 3:9-12; Ef 2:20-21), pudiendo no sólo contribuir a la "edificación" de nosotros mismos, sino también a la de los demás (cf. Ef 4:12-15). A esa "edificación" se opone el "escándalo," con que tratamos de quitar piedras del muro del prójimo (cf. 1 Cor 8:8-13).

 

Amonestaciones varias, 5:12-22.

12 Os rogarnos, hermanos, que acatéis a los que laboran con vosotros presidiéndoos en el Señor y amonestándoos, 13 y que tengáis con ellos la mayor caridad por su labor. Vivid en paz entre vosotros. 14 También os rogamos, hermanos, que amonestéis a los que viven fuera de orden, alentéis a los pusilánimes, acojáis a los débiles y seáis sufridos con todos. 15 Mirad que ninguno vuelva a nadie mal por mal, sino que en todo tiempo os hagáis el bien unos a otros y a todos. Estad siempre gozosos, 17 orad sin cesar, 18 dad gracias a Dios por todo; pues tal es la voluntad de Dios en Cristo Jesús respecto a vosotros. 19 No apaguéis al Espíritu, 20 no despreciéis las profecías; 21 pero examinadlo todo y quedaos con lo bueno. 22 Absteneos hasta de la apariencia de mal.

 

San Pablo termina su carta dando a los tesalonicenses una serie de consejos que podemos distinguir en tres grupos: comportamiento con los superiores jerárquicos (v.12-13), en las relaciones mutuas (v.14-18), en las asambleas litúrgicas (v. 19-22).

Respecto del primer grupo, referente a los superiores jerárquicos, pide respeto y amor para con ellos, en atención al trabajo que se toman por la comunidad (v.12-13). San Pablo habla de los superiores en general, sin especificación alguna; pero es de suponer que esos superiores se correspondan con los "obispos" y "diáconos," de que se habla en Flp 1:1. Es importante señalar los tres términos con que designa sus funciones: trabajar (por el bien espiritual de los fieles), presidir, amonestar.

Por lo que toca a las relaciones mutuas, San Pablo recomienda sobre todo la paz y la caridad (v. 13^15), insistiendo también en la alegría, la oración y la acción de gracias (v. 17-18). Recomendaciones semejantes encontramos en otros lugares de sus cartas (cf. Rom 14:19; 2 Cor 13:11; Ef 5:20; Flp 4:4-7). No está claro quiénes son esos "fuera de orden" (άτάκτουβ), a que se alude en el v.14. San Pablo vuelve a usar la misma expresiσn en 2 Tes 3:6-7. Lo más probable es que se trate de fieles que, ante la soñada inminente parusía, no querían trabajar, llevando una vida ociosa, fuera del común orden social 317. Tampoco es claro si la expresión: "tal es la voluntad de Dios en Cristo Jesús respecto a vosotros" (v.18), ha de referirse sólo a "dad gracias por todo," que es lo que precede inmediatamente, o al conjunto de las tres recomendaciones: gozo-oración-acción de gracias. Quizás sea más probable esto último. Lo de en Cristo Jesús trata de señalar o que Dios nos ha manifestado su voluntad en Cristo y por medio de Cristo (así unos), o que quiere nuestra santificación, no aisladamente, sino unidos a Cristo cabeza (así otros).

Finalmente, por lo que se refiere a los consejos para las asambleas litúrgicas, San Pablo recomienda: que no impidan a los carismáticos la libre manifestación de lo que el Espíritu les inspira (v.19; cf. 1 Cor 12:7-11; 14:26-33); que, de modo particular, tengan en la debida estima las profecías (v.20; cf. 1 Cor 14:1-3), pero examinando antes todo y viendo si los que hablan son de verdad profetas o solamente ilusos (v.ai; cf. 1 Cor 12:3; 14:29; Gal 1:8-9); que se abstengan de todo mal y de todo lo que se le parezca (v.22; cf. 2:3; Rom 14:15; 1 Cor 8:13). Probablemente este último consejo, aunque enunciado en forma general, está aludiendo al justo discernimiento de los carismas, donde tan fácilmente pueden entrar las ilusiones y el error.

 

 

Epilogo, 5:23-28.

 

Oración por los tesalonicenses, 5:23-24.

23 El Dios de la paz os santifique cumplidamente, y que todo vuestro espíritu, vuestra alma y vuestro cuerpo se conserven sin mancha para la venida de nuestro Señor Jesucristo. 24 Fiel es el que os llama, y que también lo cumplirá.

 

El Apóstol sabe muy bien que los tesalonicenses, con sus solas fuerzas, no podrán poner en práctica cuanto les ha venido aconsejando, pues la santificación, dejada a salvo nuestra libertad, es obra principalmente de Dios. Por eso pide para ellos que Dios los "santifique cumplidamente" (άγιάσαι Ομάς όλοτελεΐβ), de modo que en todo su ser (espíritu-alma-cuerpo) se mantengan irreprochables, y así aparezcan luego cuando llegue el momento solemne de la pa-rusía o segunda venida de Jesucristo (v.23). Ni deben jamás desconfiar de Dios, pues es El quien les ha llamado a la fe y, consiguientemente, se ha como obligado a cumplir todo lo que sea necesario para llevar hasta su término esa primera llamada (v.24; cf. Rom 4, 20-21; 1 Cor 1:9; Flp 1:6).

Aunque la idea general del pasaje, conforme acabamos de exponer, es clara, no así esa enumeración de "espíritu-alma-cuerpo," en que el Apóstol descompone el ser del hombre (v.23). Es evidente que no pretende proponer ninguna teoría filosófica sobre si la constitución del ser humanoes unitaria o dicotómica o tricotómica; pero también es evidente que algo pretende indicar con esas tres palabras y que alguna diferencia establece entre el significado de cada una de ellas. La diferencia entre cuerpo y alma es fácilmente explicable; pero ¿en qué se diferencian el espíritu y el alma? Parece ser, a juzgar por el modo de hablar en otros muchos lugares de sus cartas (cf. Rom 8:1-11; 1 Cor 2:13-15; 15:44-46; Gal 5:16-17), que, para San Pablo, el "espíritu" y el "alma" son la misma realidad, aunque connotando aspectos diferentes. Esa parte más íntima y noble del hombre, contrapuesta al cuerpo, se llama ["espíritu" (πνεύμα) en cuanto principio motor de acciones morales y campo de acción del Espíritu Santo (cf. Rom 8:4-11) y se llama “alma” (ψυχή) en cuanto principio de vida sensitiva con su cortejo de pasiones y concupiscencias.

 

Ultimas recomendaciones y bendición final, 5:25-28.

25 Hermanos, orad por nosotros. 26 Saludad a todos los hermanos con el ósculo santo. 27 Os conjuro por Jesucristo que esta epístola sea leída a todos los hermanos. 28 La gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con vosotros.

 

Tres cosas pide San Pablo a los tesalonicenses: que rueguen por él (v.25; cf. Col 4:3; 2 Tes 3:1), que se saluden con el ósculo santo (v.26; cf. Rom 16:16; 1 Cor 16:20; 2 Cor 13:12), y que lean la carta públicamente (v.27). Esta última recomendación la hace con toda solemnidad y en nombre de Jesucristo. Ello es debido probablemente a que teme que surjan tergiversaciones y si dijo o dejó de decir esto o aquello. Que tenía razón en sus sospechas lo vemos por su segunda carta (cf. 2 Tes 2:2; 3:17).

La bendición final (v.28) es la acostumbrada en sus cartas (cf. Rom 16:20; 1 Cor 16:23; Col 4:18).

 

294 Que Timoteo, por encargo de Pablo, había realizado una visita a los tesalonicenses, no cabe duda (cf. 1 Tes 3:1-2). Sin embargo, no es claro si para esa visita partió de Atenas, adonde se habría juntado ya con el Apóstol, o, por el contrario, recibió el encargo estando todavía en Berea, cuando el Apóstol estaba en Atenas. De esta cuestión ya tratamos al comentar Act ι?,ΐ5· — 295 Cf. A. Deissmann, Licht vom Oslen (Tübingen 1909) p.279-283, donde recoge los principales textos de papiros e inscripciones en que aparece el término "parusía" con este sentido técnico. Sabemos que esa "parusía" de los soberanos helenísticos era una fiesta emi- ' nentemente popular, cuidadosamente preparada y reglamentada. He aquí cómo se describe la preparación para la "parusía" del rey Átalo III (138-133 a. C.) en una ciudad del reino de Pérgamo: "Al acercarse el soberano a la ciudad, todos los estefanóforos de los doce dioses. tomarán su corona, los sacerdotes y las sacerdotisas abrirán los templos de los dioses, esparcirán incienso, recitarán las oraciones rituales para que ahora y siempre sea dada al rey Átalo. salud, victoria, poderío en la tierra y en el mar. Deben salir a su encuentro los antedichos sacerdotes y sacerdotisas, los estrategas, los arcontes y los vencedores de los juegos con las coronas que han ganado, el gimnasiarca seguido de los efebos y de los cadetes, el pedagogo a la cabeza de sus niños, luego los ciudadanos y las mujeres y las jóvenes todas y todos los habitantes con vestidos blancos y con coronas. Será un día de fiesta." (Cf. W. Dittenberger, Onentis Graeci Inscript., n.332:1:26-39). — 296 Cf. L. Cerfaux, El cristiano en San Pablo (Madrid 1965) p.12. — 297 Gf. J. B. Orchard, Thessaloníans and the Synoptic Gospels: Bibl. 19 (1938) 19-42; F. Spadafora, L'escatologia in San Paolo (Roma 1957); J. renié, L'eschatologie des deux építres aux Thess.: Div. Th. 40 (1937) 350-360; A. Feuillet, art. parousie: Dict. Bibl.-Suppl., vol.6, 001.1362-1366; E. Cothenet, La U ¿pitre aux Thess. et l'apocalypse synoptique: Redi. Sr. Relig. 42 (1954) 5-39- — 298 Gf. Denz. n.2179-2081. — 299 Refiriéndose a esta expresión paulina, dice San Agustín: lili quos hic viventes inven-turus est Christus, quorum personam in se. transfigurabat apostolus" (De Civit Dei 20:20:2: PL 41:688). — 300 Cf. O. Cullmann, Chríst et le temps (Neuchatel 1957) ρ.6ι-62; Ρ. Βενοιτ, ¿Resurrección al final de los tiempos o inmediatamente después de la muerte?: Goncil. (1970) IV, p. 103-105; J. Alonso Díaz, La resurrección corporal en el Ν. Τ.: Est. Bibl. 32 (1973) 43-56. — 301 Cf. L. Cerfaux. El cristiano en San Pablo (Madrid 1965) p.ióo. — 302 Cf. J. Dupont, Σύν Χριστώ. L'unión avec le Christ suivant S. Paul (París 1952) p.iSs. Insistiendo en ese cambio que se habría operado en San Pablo, escribe M. Goguel: "Si morir es para el fiel estar en Cristo, como se dice en Fil 1:21-23, no puede ser al mismo tiempo entrar en la nada provisional de la tumba, para no salir sino en la parusía. Ninguna habilidad dialéctica podrá armonizar estas dos escatologías. La primera es una herencia del apocalipsis judío, mientras que la segunda deriva de la experiencia mística del Apóstol" (M. goguel, La naissance de Christianisme [París 1946] p.298). — 303 A este respecto, creemos muy acertado lo que escribe Cerfaux: "Eftá de moda hablar de la visión sintética que los semitas tenían del hombre. y, por tanto, que Pablo, hebreo e hijo de hebreos, no podía concebir una parte superior del hombre, distinta del cuerpo, a la que llamará inteligencia (voOs) con Platón y espíritu (πνεύμα) con los Estoicos. Desde luego, nadie pretende sostener que el Apσstol fuera dualista a la manera de los griegos platonizantes; pero. viviendo en un medio penetrado de las concepciones del dualismo griego, con las esperanzas del más allá que llevaban consigo, ¿cómo un espíritu tan desembarazado y que quiere ser griego con los griegos no había de experimentar su influencia?., Precisamente la línea de pensamiento platonizante que hemos ya advertido en sus confidencias sobre el hombre interior (cf. 2 Cor 4:16-18), le proporciona también ahora (2 Cor 5:6-8) las palabras necesarias para pintarse una vida futura independiente de la resurrección material. La existencia después de la muerte no depende del cuerpo: el hombre interior, la verdadera personalidad, sostenido por el amor y el poder de Cristo, subsistirá después de la muerte, aguardando todavía conscientemente la venida gloriosa. De esta manera San Pablo se desentiende de la estrechez de la concepción del judaismo para abrazar, en un momento de intensa iluminación intelectual, la perspectiva del dualismo griego. Adoptó, precisó, cristianizó la sabiduría de los antiguos" (L. cerfaux, Itinerario espiritual de San Pablo [Barcelona 1968] p.111 y 115)· — 304 Cf. S. Lyonnet, Les etapes de l'histoire du salut selon Vépítre aux Romains (París 1969) p.21o. Puede verse también: P. Hoffmann, Die Toten tn Chrtstus (Münster 1969) p.296-301. — 305 Cf. J. Dupont, L'aprés-mort dans Voeuvre de Lúe: Rev. Theol. de Louv. 3 (1971) 3-21. — 305* La exposición que acabamos de hacer trata de reflejar con la mayor fidelidad posible el pensamiento de Pablo sobre la parusía, pensamiento que evidentemente está encuelto en formas ρ categorías espacio-temporales: dos venidas de Cristo, resurrección corporal al final de los tiempos, juicio universal, transformación del cosmos. Es sabido, sin embargo, que no pocos autores actuales, apoyándose en la filosofía como hermenéutica, dicen que todo ese montaje escatológico en formas espacio-temporales, que procede de la apocalíptica judía, debemos trasladarlo a nuestro lenguaje; y en nuestro lenguaje "no hay razón para el desdoblamiento de un juicio particular y un juicio universal; tampoco es necesario distinguir dos venidas de Cristo al mundo. La muerte de cada hombre, lo mismo que su resurrección, serían contemporáneas en la duración crística de la muerte y resurrección del mismo Señor. Esos conceptos de venida, resurrección, glorificación, transformación del cosmos, vistos desde la perspectiva del tiempo, pueden estar separados por distancias largas de siglos o milenios; pero en el ritmo del tiempo de Cristo son momentos inmediatos en los que va desembocando la historia humana" (J. Losada, Escatología y mito: Est.Bibl. 28, 1969, p.94-95). — 306 Las palabras "ante nuestro Dios y Padre" (v.3), que en nuestra traducción hemos unido a "haciendo sin cesar. memoria" (αδιαλείπτως μνημονεύοντες), otros prefieren ponerlas al final del versνculo, con referencia a las tres virtudes teologales ahí mencionadas, practicadas "bajo la mirada de nuestro Dios y Padre." Sería un nuevo aspecto de la unión de los tesalonicenses con Dios, a que se hizo referencia en el v.1: mientras en el v.1 se consideraba a Dios como algo en que los tesalonicenses estaban sumergidos, aquí es considerado como un Padre que mira constantemente a sus hijos y les ayuda poderosamente en sus dificultades. Grama-ticalmente, ambas interpretaciones son posibles. — 307 La frase "no fue υαηα” (κενή) podrνa de suyo interpretarse en el sentido de que la predi -cación de Pablo en Tesalónica no había sido "sin fruto" (cf. 3:5); sin embargo, parece más en consonancia con el contexto darle el sentido, también posible, de "desprovista de fuerza o valor" (cf. 1 Cor 15:10). — 307* claro qué quiera significar el Apóstol al decir que su predicación no procedía de concupiscencia (εξ άκαβαρσ{αβ). Bastantes autores (Buzy, Amiot, Rigaux) creen que alude a la impureza o licencia sexual, que es el significado ordinario de la palabra (cf. Rom 1:24; 2 Cor 12:21, Col 3:5), dando a entender que sus doctrinas no favorecían las pasiones carnales, como a veces otras religiones. Sin embargo, más bien parece (Knabenbauer, Steinmann, Toussaint) que en este contexto (cf. v.5-6) hemos de dar a la palabra "concupiscencia" un sentido general, significando toda clase de motivos no confesables, como lucro, ambición, vanagloria, etc. — 308 En lugar de "pequeñuelos" (νήτποι), algunos cσdices tienen “mansos” (ήτποι). Parece que debe preferirse la lecciσn νήτποι, mαs apoyada en los códices, cambiada por algún amanuense en ήττιοι, para evitar la incoherencia de imαgenes que resulta de que el Apóstol se llame "pequeñuelo" y "nodriza" en un mismo versículo. Sin embargo, la incoherencia y cambio rápido de imágenes es muy del estilo de San Pablo. Poco después, en el v.1 i, se compara a un "padre." — 309 Esta última expresión alude al orgullo de los judíos, con desprecio para todos los demás, resultándoles odioso que el reino mesiánico no fuese en adelante monopolio suyo. Es la misma idea, en el fondo, que expresa también el historiador romano Tácito: "Apud ipsos fides obstinata, misericordia in promptu; sed adversus omnes alios, hostile odium (Hist. 5:5). — 310 Es interesante hacer notar que el verbo “dirigir” (v.1 i), cuyo sujeto es Dios Padre y Jesucristo, va construido en singular (κατευ^ύναι), teniendo aplicaciσn también aquí lo que ya dijimos al comentar 1:1, de que ninguna manera mejor, en lo que puede hacerlo una fórmula literaria, para expresar la unidad sustancial de Padre e Hijo. — 310 * Donde nosotros, siguiendo a gran número de autores (Knabenbauer, Zorell, M. Sales, Vosté), hemos traducido "su mujer" (v.4), traducen otros "su cuerpo," con referencia a que el cristiano debe conservar puro su cuerpo, sin dejarse arrastrar por la concupiscencia. Desde luego, la expresión paulina no es clara. El Apóstol no dice "mujer" ni "cuerpo," sino σκευοβ que literalmente significa vaso, instrumento. Pero ¿cuál es el sentido real? No negamos que el término οκεϋοβ es usado con frecuencia para designar el cuerpo, considerado como instrumentσ o vaso que aprisiona al alma; y el mismo San Pablo parece usar este lenguaje (cf. 2 Cor 4, 7). Sin embargo, la frase toda: “adquirir su propio cuerpo” (το έοα/τοΰ σκεί/os κτασ3αι), resultarνa muy extraña. Más obvio parece darle el sentido de "mujer," frecuentemente designada con este término, que corresponde al hebreo keli en la literatura rabínica. Valga este testimonio: "Dixit Asuerus: vas (= uxor) quo ego utor nec medicum nec persicum est." (Me-gilla lib. Esther 1:11). También San Pedro usa el término οκεΰος en el mismo sentido (cf. i Pe 3, 7), De esta forma, el verbo “adquirir” (κτασ3αι) conservarνa su propio significado: adquirir mujer, es decir, casarse. El consejo sería muy parecido al de 1 Cor 7:2: para evitar la fornicación, que cada uno tenga su propia mujer, con la cual viva santa y honestamente. Tampoco es del todo clara en el texto griego la expresión del v.6: "que en esta materia ninguno haga injuria a su hermano" (το μη υπερβαίνειν και πλεονεκτεϊν εν τω πράγματι τον άδελφόν αυτού). Literalmente habrνa que traducir: "que ninguno atrepelle ni, llevado de la codicia (para abundar más que él), engañe a su hermano en el negocio." Hay quienes creen que el Apóstol, con esta recomendación, se refiere a la probidad en los negocios, sin injusticias ni trampas, vicio que seguramente estaba bastante extendido en Tesalónica, ciudad de fuerte movimiento comercial. De suyo, ése es el sentido corriente de πλεονεκτεϊν, como vemos en 2 Cor 7:2 y 12:17, usado por San Pablo para decir que nunca, con pretexto de la predicaciσn del Evangelio, ha tratado de enriquecerse a expensas de nadie.^ Sin embargo, en este contexto parece claro que se alude al "negocio" o materia de que se viene hablando, es decir, a la lujuria, dado que todo el pensamiento tiende a la impureza lujuriosa del v.7 (cf. P. rossano, De concepta "p/eonexia" in Ν. T.: Verb. Dom. 32 (iQ54) 257-265). — 312 En el texto griego, solamente en el v.16 usa San Pablo la palabra “muertos” (νεκροί); en Jos demαs versículos (13.14.15) usa siempre los que se durmieron" (των κοιμωμένων. τον/s κοιμη3ένταβ). El verbo “dormir,” para significar la muerte, es corriente en la Escritura (cf. Gen 47:30; 2 Sam 7:12; Jn ι1:1ι; Act 7:6o), y muy conforme con el dogma de la resurrecciσn. Sin embargo, sería urgir demasiado las cosas querer probar el dogma de la resurrección por la sola palabra "durmientes"; pues esta metáfora la encontramos también en los autores paganos, sin que haya indicio alguno de que con ella intentasen expresar su esperanza en la resurrección (cf. Iliada 16:681-683; Eneida 6:278). — 313 La fórmula "muertos en Cristo" (v.16), para indicar la muerte de los justos, unidos a Cristo por la fe y la caridad, es normal. Sin embargo, es de notar que en el v.14 literalmente no se dice "los que durmieron en Jesús, sino por Jesús (τοι/s κοιμηθέντας δια του Μησοΰ); Se trata de una frase elνptica, cuyo sentido, desarrollada la fórmula, sería: "los muertos y resucitados por (δια) Jesϊs" los llevará Dios con El, es decir, con Jesús. Quiere dar a entender el Apóstol que la muerte de los justos no es algo estático, sino que Jesús seguirá actuando en ellos, como la vid en el sarmiento, hasta que los lleve a la resurrección gloriosa. Puede pues, decirse que es causa de nuestra muerte; no de la muerte en general, sino de tal muerte, a la que se debe una resurrección gloriosa, precisamente en virtud del influjo y acción de Cristo. Creemos menos probable la opinión de algunos autores, como Prat y Bover, que suprimen la dificultad uniendo ese "por Jesús," no con "los que se durmieron," sino con el verbo "llevará." Gramaticalmente ello sería posible; pero, además de que destruiría el paralelismo con "muertos en Cristo" del v.16, resultaría una redundancia decir que Dios por mediación de Jesús llevará con El (con Jesús) a los justos. — 314 El Apóstol lo da como "palabra del Señor" (εν λόγω Κυρίου), es decir, que no se trata de doctrina o elucubraciσn humana, sino de algo revelado por Dios. El concretar más es difícil. Algunos autores hablan de revelación hecha por Cristo y conservada en la tradición escrita (cf. Mt 24:30; Jn 6:39-40); otros hablan de un agraphon, como en Act 20:35; otros creen que se trata de una revelación especial hecha a Pablo, de quien sabemos que tuvo tales revelaciones (cf. 1 Cor 15:51; 2 Cor 12:4; Gal 1:12). Lo cierto es que lo da como "palabra del Señor" y, por tanto, perteneciente al "depósito" revelado (cf. 1 Tim 6:20). No está claro, sin embargo, si Pablo está mirando al hecho mismo de la resurrección o incluye también directamente esa consecuencia que aquí deduce, es a saber, que los muertos no estarán en peor condición que los que se hallen en vida. — 315 No se da el nombre del arcángel. Quizá se aluda al arcángel Miguel, inspirándose en Dan 12:1 (cf. Judas 9). Pero, como el texto griego no lleva artículo (εν φωνή αρχαγγέλου), es dudosa la identificaciσn. — 316 Como advierte F. Zorell (Lex. gracc. Ν. Τ., ν. καιρός) los tιrminos καιρόβ y χρόνος “fere ita differunt ut locus [determinatus] a spatio [indeterminato aut inmenso].” En nuestro caso, χρόνος indicarνa tiempo en general (qué época o período), mientras que καιρός indicarνa tiempo concreto y determinado (qué día y fecha). Añadamos, por lo que respecta a καιρός, que este tιrmino es el que suele emplearse en el uso profano para designar la ocasión particularmente propicia para una determinada empresa, lo que en lenguaje moderno llamaríamos "el día J." Generalmente es en virtud de consideraciones humanas cómo un momento determinado nos parece particularmente propicio para la realización de tal o cual proyecto, convirtiéndose en un καιρός. En ese sentido dice Félix a Pablo: "cuando llegue el momento (καιρός) ya te llamarι" (Act 24:26). Pues bien, con referencia a la historia de la salud, el Nuevo Testamento sigue usando este término en el mismo sentido, pero con esta diferencia: no son las apreciaciones humanas, sino un decreto divino el que hace de tal o tal fecha un καιρός, y esto en vista de la realizaciσn del plan divino de salud (cf. O. Cullmann, Christ et le temps [Neuchátel 1957] p.27-28). — 317 En su origen, el término άτακτος parece que fue una voz de la terminología militar, y designaba al soldado que en las filas no está en el puesto (τάξις) que se le seρala, manteniéndose "fuera de orden." Para este pasaje paulino, la interpretación tradicional ha sido la de "revoltoso" ρ "inquieto," como traduce la Vulgata latina. Sin embargo, como resulta de los papiros griegos recientemente descubiertos, donde con frecuencia encontramos ese término, parece que en los tiempos de San Pablo más bien significaba "perezoso," "que no quiere trabajar," que es el sentido que le hemos dado nosotros, y que cuadra perfectamente con el que tiene en 2 Tes 3:7. Es probable que los "pusilánimes" (que se abaten fácilmente ante los contratiempos) y los "débiles" (flacos en la fe: cf. Rom 14:1) se refieran a los mismos "fuera de orden" de antes, quizá demasiado abatidos por sus muertos y por el retraso de la parusía, con peligro de flaquear en la fe. Con ello damos unidad a estas recomendaciones, que parecen tan dispares.