Epístola a los Filipenses.

 

Introducción.

La Iglesia de Filipos. Ocasión de la carta. Estructura o plan general. Perspectivas doctrinales.

Introducción, 1:1-11.

Saludo epistolar, 1:1-2. Acción de gracias y oración por los filipenses, 1:3-11.

I. Noticias sobre su situación, 1:12-26.

La cautividad de Pablo está contribuyendo al progreso del Evangelio, 1:12-20. Confianza de próxima liberación, 1:21-26.

II. Exhortación a llevar una vida digna, 1:27-2:18.

Constancia en el combate por la fe, 1:27-30. Vibrante llamada a la unidad en la humildad, 2:1-11. Vida de santidad en medio de un mundo perverso, 2:12-18.

III. Proyectos de Viajes, 2:19-30.

Probable viaje de Timoteo, y posiblemente también de Pablo, a Filipos, 2:19-24. Viaje de Epafrodito, restablecido ya de su enfermedad, 2:25-30.

IV. Exhortación Final, 3:1-4:9.

Cuidado con los judaizantes, 3:1-16. Cuidado con los que aspiran a lo terreno, 3:17-21. Llamada a la concordia y al gozo espiritual, 4:1-9.

Epilogo, 4:10-23.

Agradecimiento por los socorros recibidos, 4:10-20. Saludos y bendición final, 4:21-23.

 

Introducción.

 

La Iglesia de Filipos.

Filipos, ciudad de Macedonia, "colonia" romana desde Augusto, fue la primera ciudad que el Apóstol evangelizó en Europa, al entrar en ella en su segundo viaje, entre fines del año 50 y principios del 51. Las circunstancias de esa evangelización están narradas con bastante detalle en Act 16:11-40, y ya las comentamos en su lugar. Parece que el Apóstol volvió a pasar por Filipos al menos dos veces, durante su tercer viaje misional (cf. Act 20:1-2 y 20:3-6); pero fueron estancias de muy corta duración.

Los fieles, a juzgar por el tono de la carta, procedían en su gran mayoría del gentilismo. Tanto más que en Filipos debían de ser poco numerosos los judíos, pues ni siquiera tenían sinagoga (cf. Act 16:13); al contrario que en otras muchas ciudades, como Tesalónica, Berea, Atenas, Corinto, etc. (cf. Act 17:1.10.17; 18:3). La iglesia de Filipos fue siempre muy adicta a San Pablo, hasta el punto de que éste, contra toda su costumbre, aceptó de los filipenses socorros en dinero (cf. 4:15-16; 2 Cor 11:9), y les llama cariñosamente "su alegría y su corona" (4:1).

 

Ocasión de la carta.

Hay en la carta algunos datos que pueden orientarnos al respecto. Son los siguientes: Pablo se halla preso (cf. 1:7.13.17), y los filipenses, enterados de su situación, envían a Epafrodito con el encargo de prestarle asistencia y entregarle socorros materiales de parte suya; pero, habiendo enfermado de gravedad, los filipenses, al saberlo, se afligieron mucho, por lo cual, una vez repuesto, Pablo, para tranquilizarlos, resolvió remitírselo a Filipos (cf. 2:25-30; 4:10-19), siendo portador, a lo que parece, de la presente carta, en la que el Apóstol muestra su agradecimiento por los socorros recibidos y desahoga su corazón de padre con aquellos sus hijos muy amados.

Todo esto puede darse por cierto. Ello es suficiente para poder decir que conocemos cuál fue la ocasión de la carta. Sin embargo, hay una cosa que ya no es tan clara, y es la de determinar cuál es la "prisión" aludida, durante la cual Pablo recibe socorros de los filipenses. La opinión tradicional, ya desde la época de los Santos Padres, es que se trata de la prisión romana (años 61-63), igual que para las cartas a Colosenses, Filemón y Efesios. Modernamente, sin embargo, hay bastantes autores (Penna, Benoit, González Ruiz, Dacquino) que se inclinan por una prisión que habría tenido lugar en Efeso, durante la larga estancia del Apóstol en esa ciudad entre los años 54-57 (cf. Act 19:1-40). El primero que propuso esta teoría fue H. Lisco en 1900. Dicen que, tratándose de Roma, difícilmente podrían explicarse esas numerosas idas y venidas, al menos proyectadas, entre filipenses y Pablo (cf. 2:19.24.25.26.28); mientras que, tratándose de Efeso, ciudad cercana y en continuo tráfico con Filipos, todo se explicaría fácilmente. Además, si la carta estuviera escrita durante la prisión romana, cuando el Apóstol había pasado ya dos veces por Filipos (cf. Act 20:1-2 y 20:3-6) después de la primera evangelización de aquellas regiones (cf. Act 16:11-17:15), difícilmente se entendería el que les dijera que, desde que le enviaron socorros cuando estaba en Tesalónica (cf. 4:16), no habían tenido hasta ahora "oportunidad de manifestarle su afecto" (cf. 4:11); mientras que, si está escrita desde Efeso, antes de esas dos visitas, cuando el Apóstol preparaba su viaje para ir a Macedonia (cf. Act 19:21; 1 Cor 16:5), todo resulta normal (cf. 2:24). También resulta normal el que les hable (2:19) del envío de Timoteo (cf. Act 19:22; 1 Cor 16, i o). Al contrario, si ponemos la carta escrita en Roma, esas promesas de viaje, al menos por lo que respecta a Pablo, chocan con el plan que deja entrever en la carta a los Romanos, donde habla de pasar a España (cf. Rom 15:28). Ni se arguya con las expresiones "en todo el pretorio" (1:13) y "casa del César" (4:22), que claramente parecen aludir a Roma; pues, por lo que toca a la primera expresión, sabemos que en todas las grandes ciudades del imperio, como era Efeso, solía haber destacamentos de pretorianos, y, por lo que toca a la segunda, sabemos que los esclavos y libertos del César estaban esparcidos por todo el mundo, y, sin duda, no faltaban en Efeso, donde nos consta que el emperador poseía grandes bienes.

Hemos de reconocer que, escrita la carta desde Efeso, muchos datos de la misma parecerían explicarse mejor. Pero ¿estuvo nunca San Pablo preso en Efeso? Este es el punto base que habría que probar, y que realmente no se prueba. No se trata de que durante su larga estancia en esa ciudad pudiera estar preso algunas horas, como ocurrió en Filipos (cf. Act 16:23-40) y pueden aconsejar algunos indicios (cf. 2 Cor 11:23; Rom 16:7), conforme expusimos al comentar Act 19:21-40; pues esto en realidad no resolvería nada, dado que la prisión de que se trata hubo de ser larga (cf. 1:22; 2:25). Ahora bien, ¿es creíble que San Lucas, que nos cuenta con tanto detalle la estancia efesina del Apóstol (cf. Act 19:1-40), no dijera ni una palabra de esa larga cautividad? Desde luego, está dentro de lo posible; pero es muy difícil de concebir 266. Seguimos, pues, creyendo que la carta a los Filipenses, lo mismo que las de Colosenses, Filemón y Efesios, está escrita durante la cautividad romana de Pablo, y más bien hacia el final, dada la confianza que muestra de su próxima liberación (cf. 1:25; 2:23-24). Con ello, las expresiones "pretorio" (1:13) y "casa del César" (4:12) conservan su sentido obvio y natural, que suelen tener en todos los documentos, a no ser que por el contexto aparezca claramente otra cosa.

Ni vale la razón, a veces alegada, de que doctrinalmente la carta a los Filipenses es más afín a las grandes cartas de Pablo, escritas durante su tercer viaje (Cor-Rom), que a las cartas de la cautividad (Col-Ef). Creemos que nada claro hay al respecto. Depende mucho del cristal con que mire cada uno. Tampoco nos convence la opinión propuesta recientemente por Dockx, de que la carta estaría escrita en Corinto, más bien que en Efeso 266.

 

Estructura o plan general.

La carta a los Filipenses no tiene tema doctrinal especial. Es la carta más "carta" de todas las del Apóstol. Este muestra su agradecimiento a los filipenses por los socorros recibidos y entabla con ellos una afectuosa conversación de padre con sus hijos, en la que, junto a noticias personales, va mezclando una serie de consejos sobre la vida cristiana, exhortándolos principalmente a la unión en la caridad, a la humildad, al gozo espiritual y a vivir alerta contra las insidias de los judaizantes.

Si se nos pide reducirla a esquema, podría ser éste:

Introducción (1:1-11).

Saludo epistolar (1:1-2) y acción de gracias (1:3-11)·

I. Noticias sobre su situación (1:12-26).

a) Su cautividad está contribuyendo al progreso del Evangelio (1:12-20).

b) Confianza de próxima liberación (1:21-26).

 

II. Exhortación a llevan una vida digna del creyente (1:27-2:18).

a) Constancia en el combate por la fe (1:27-30).

b) Vibrante llamada a la unidad en la humildad (2:1-11).

c) Vida de santidad en medio de un mundo perverso (2:12-18).

 

III. Proyectos de viaje (2:19-30).

a) Probable viaje de Timoteo, y posible también de Pablo, a Filipos (2:19-24)·

b) Viaje de Epafrodito, restablecido ya de su enfermedad (2:25-30).

 

IV. Exhortación final (3:1-4:9)

a) Cuidado con los judaizantes (3:1-16).

b) Cuidado con los que aspiran a lo terreno y no a lo celeste (3:17-21).

Epilogo (4:10-23).

c) Llamada a la concordia y al gozo espiritual (4:1-9). Agradecimiento por los socorros recibidos (4:10-20), saludos y bendición final (4:21-23).

 

El precedente esquema incluye la carta íntegramente, tal como nos es transmitida en códices y versiones. Advirtamos, sin embargo, que modernamente hay no pocos autores (Bornkamm, Murphy-O'Connor, Gnilka) que, aun admitiendo la autenticidad paulina de la carta, niegan su unidad literaria; es decir, nuestra carta actual sería en realidad una colección de cartas de Pablo, que en tiempos ya muy primitivos se habrían fusionado en una sola. Dicen que únicamente así podrían explicarse ciertas rupturas de tono que se observan en la carta, por ejemplo, en 3:1 y 4:10. Hay quienes suponen dos, tres y aun más cartas. Ciñéndonos a J. Gnilka, habría que suponer dos cartas: la de la prisión, personal y calurosa, dirigida a los fieles de Filipos (1:1-3:1 a -f 4:2-7.10-23), y la carta polémica, tajante y fría, mirando más bien a los herejes infiltrados en la comunidad (3:1 b-4:1 ;4:8-9).

Pues bien, no creemos que esos cambios de tono, pedidos en gran parte por los mismos hechos aludidos, nos obliguen a suponer que la carta no salió ya así de la pluma del Apóstol, que es como ha llegado a nosotros en todos los códices. La psicología de Pablo no se opone a esos cambios más o menos bruscos en una misma carta.

 

Perspectivas doctrinales.

Dado el carácter tan personal y particularizado de esta carta, apenas tiene objeto hablar de perspectivas doctrinales. Sin embargo, juzgamos útil recoger algunos puntos aludidos en la carta, de especial importancia dogmática.

Notemos, primeramente, la alusión a obispos y diáconos en el encabezamiento mismo de la carta: "a todos los santos en Cristo Jesús que están en Filipos con los obispos y diáconos" (συν έτπσκό-ttois και διάκονος). Es la primera vez que dichos términos aparecen en las cartas de Pablo. El hecho merece hacerse resaltar, dada la importancia que personajes bajo esas denominaciones adquirirán luego en la Iglesia. Desde luego, aquí no se especifica cuáles son las funciones de esos "obispos" y de esos "diáconos," aunque parece darse claramente por supuesto que tienen funciones directivas y que son cargos o servicios permanentes. Concretar más, a base sólo de esta carta, es imposible. Tampoco se nos dice cómo se llegaba a esas funciones. En la introducción a las Pastorales hemos de volver a aludir a este punto; pues parece obvio, tratándose en ambas ocasiones de iglesias paulinas, que dichos términos tengan el mismo significado, si es que no hay nada en el contexto que insinúe lo contrario.

Un segundo punto que queremos también recoger son las afirmaciones de Pablo respecto a la vida de ultratumba. Lo normal en él, a partir ya de sus primeros escritos, es aludir a este tema con referencia expresa a la "parusía" o "día del Señor," momento en que tendrá lugar nuestra resurrección corporal para vivir eternamente con Cristo (cf. 1 Tes 4:13-18; 1 Cor 15:51-53; Rom 8:18-25). En el mismo sentido hay también alusiones en esta carta (cf. 1:10; 2:16; 3:20-21). Pero aquí hay, además, un pasaje que mira directamente a esa etapa inmediata después de la muerte, antes de que tenga lugar la "parusía," a la que claramente está refiriéndose cuando dice: "morir es ganancia. De una parte, deseo morir para estar con Cristo, que es mucho mejor" (1:21-23). Esta misma convicción la había dejado ya también traslucir en otra de sus cartas (cf. 2 Cor 5:6-8). Evidentemente, se trata de afirmaciones de enorme trascendencia en orden a clarificar el dogma cristiano sobre el futuro escatológico del ser humano. Por eso, hemos querido hacerlas resaltar.

Finalmente, es muy de notar también el pasaje que con razón se ha dado en llamar "el himno cristológico" de Filipenses (2:6-11). Es un verdadero canto a Cristo, presentando en breves pinceladas el conjunto todo de su actividad salvífica: partiendo de la "condición divina," asume la "condición de siervo"; y de la cruz es exaltado por Dios y constituido "Señor" por encima de toda la creación. Como vemos, en la primera parte (v.6-8) Cristo aparece como sujeto; en la segunda (v.9-11), como objeto. La dificultad mayor estriba en poder determinar el sentido exacto de algunas expresiones: "forma de Dios., rapiña., se anonadó.," cosa que dejamos para el comentario 267. Aquí sólo queremos hacer hincapié en la dificultad de señalar cuál es concretamente la parte que hay que atribuir a San Pablo. En efecto, son mayoría los autores que suponen a Pablo influenciado, al igual que en otras varias ocasiones (cf. Col 1:15-20; Ef 1:3-14; 5:14; 1 Tim 3:16), por un "himno" cristiano primitivo, anterior a la carta, y que él comenta y se apropia sin decirlo 268. En principio, nada hay que se oponga a esta hipótesis; aunque nadie niega que Pablo, autor del himno de la caridad (cf. 1 Cor 13:1-13), tenía aptitudes más que suficientes para componerlo. Incluso podemos verlo ya preludiado de algún modo en 2 Cor 8:8-9. Con todo, dada la estructura tan elaborada de la composición — algunos autores distinguen seis estrofas, que vienen a corresponderse con los versículos actuales; otros las reducen a tres — , no parece probable que naciera totalmente junto con la carta. Hay quien supone que habría sido el mismo Pablo, para uso de la comunidad de Filipos, quien lo habría compuesto anteriormente; otros, en cambio, creen que hay expresiones e ideas poco corrientes en Pablo, lo que demostraría que el himno originariamente no es suyo. Creemos que no será posible llegar sin más datos que el examen mismo del texto a conclusiones ciertas.

 

 

Introducción, 1:1-11.

 

Saludo epistolar, 1:1-2.

1 Pablo y Timoteo, siervos de Jesucristo, a todos los santos en Cristo Jesús que están en Filipos con los obispos y diáconos: 2 la gracia y la paz con vosotros de parte de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo.

 

Pablo asocia en el saludo a Timoteo, que era muy conocido de los filipenses y había trabajado entre ellos (v.1; cf. 2:19-23). Aquí, dado el afecto que le profesan los filipenses, no necesita apelar a su condición de "apóstol," como en otras ocasiones (cf. 2 Cor 1:1; Gal 1:1); le basta con presentarse simplemente como "siervo de Jesucristo" e incluso colocarse en la misma línea que su auxiliar Timoteo.

La carta va dirigida a todos los fieles de Filipos, a quienes denomina "santos," conforme es su costumbre, en cuanto que, purificados de sus pecados por el bautismo, están llamados a llevar una vida santa, según lo que exige la fe que han recibido (v.1; cf. Rom 1:7; 1 Cor 1:2; 16:1). Hace mención especial de los "obispos" y "diáconos" (έτπσκόποιβ και διακόνοις), términos que aparecen ' aquí por primera vez en las cartas de San Pablo, pero de los que se habla luego en las cartas pastorales como de algo regularmente establecido en todas las iglesias (cf. 1 Tim 3:2-13; Tit 1:7-9). Ni debe extrañar que el Apóstol hable de "obispos" en plural, aunque se trate de una sola iglesia; pues el término "obispo" no tiene aún el sentido técnico que adquirirá más tarde, sino que es equivalente de "presbítero," como explicamos al comentar Act 11:30 y 1 Tim 3:1-7. En cuanto al término "diácono," véase el comentario a Act 6:1-7. La fórmula "gracia y paz" (v.2) es la usual en sus cartas (cf. Rom 1:7).

 

Acción de gracias y oración por los filipenses, 1:3-11.

3 Siempre que me acuerdo de vosotros doy gracias a mi Dios; 4 siempre, en todas mis oraciones, pidiendo con gozo por vosotros, 5 a causa de vuestra comunión en el Evangelio, desde el primer día hasta ahora. 6 Cierto de que el que comenzó en vosotros la buena obra la llevará a cabo hasta el día de Cristo Jesús. 7 Así es justo que sienta de todos vosotros, pues os llevo en el corazón; y tanto en mis prisiones corno en la defensa y confirmación del Evangelio, sois todos participantes de mi gracia. 8 Testigo me es Dios de cuánto os amo a todos en las entrañas de Cristo Jesús. 9 Y por esto ruego que vuestra caridad crezca más y más en conocimiento y en toda discreción, 10 para que sepáis discernir lo mejor y seáis puros e irreprensibles para el día de Cristo, 11 llenos de frutos de justicia por Jesucristo, para gloria y alabanza de Dios.

 

Al saludo epistolar sigue la acostumbrada acción de gracias a Dios por los beneficios concedidos a los destinatarios, cuyo elogio suele hacer.

Aquí alaba su "comunión" (κοινωνία) en el Evangelio "desde el primer día hasta ahora" (v.5). Parece que el Apóstol alude a la cooperación de los filipenses a la expansión del Evangelio ya desde los primeros momentos de su conversión, no sólo con su ayuda pecuniaria a los que tienen la misión de propagarlo (cf. 4:10-18), sino también con sus padecimientos por Cristo (cf. 1:29-30). Está seguro de que Dios, que comenzó en ellos la buena obra de la santificación, la continuará y hará progresar "hasta el día de Cristo Jesús," cuando se manifieste glorioso acompañado de los suyos (v.6; cf. 1 Cor 1:8; 2 Cor 1:14; 2 Tes 1:7). Y "es justo" que sienta así de todos ellos, con esa confianza, pues los ve "participantes de su gracia" (v,7), es decir, cooperadores de su apostolado, incluso cuando está entre cadenas, como lo han demostrado ahora con los socorros que le han enviado. La expresión "en la defensa y confirmación del Evangelio" (v.7), aunque pudiera referirse en general a los trabajos apostólicos de Pablo, unida a "en mis prisiones," es probable que sea una alusión a los últimos acontecimientos de su proceso ante el tribunal imperial, donde él había vuelto a hacer valer sus razones en defensa y confirmación del Evangelio; de ahí esa su confianza en una pronta liberación (cf. 1:26; 2:24). En confirmación de cuan verdaderos son los sentimientos que acaba de manifestar hacia los filipenses, el Apóstol, con una especie de juramento (cf. Rom 1:9; 2 Cor 1:23), pone a Dios por testigo de cuánto les ama "en las entrañas de Cristo Jesús" (v.8); expresión esta última con la que quiere dar a entender que su afecto hacia ellos no es un sentimiento natural y humano, sino una disposición sobrenatural, el amor de un corazón unido a Cristo y lleno de su caridad (cf. 1:21).

Sigue ahora (v.9-11), cosa normal en un corazón que ama, una súplica a Dios por los filipenses, consistente aquí en que haga crecer su "caridad" más y más cada día "en conocimiento y en toda discreción," para que en cada circunstancia sepan discernir qué es lo mejor, y así presentarse luego en el día del juicio "llenos de frutos de justicia," es decir, de obras buenas, para gloria y alabanza de Dios. Cuando San Pablo, refiriéndose a los filipenses, habla de "vuestra caridad" (v.9), es evidente que no se refiere sólo al amor manifestado en la limosna que le enviaron, sino que toma el término en todo su amplio significado de amor de Dios y del prójimo. El crecimiento de esta "caridad," conforme aquí da a entender San Pablo, va a la par con el crecimiento en el "conocimiento" y "discreción" para discernir las cosas de Dios.

Los términos δοκιμάςειν τα διαφέροντα y έττίγνωσις y αΐσ3ησιβ (v.9-1 o), tan en uso en la cultura helenística de entonces, indican que Pablo sabe utilizar palabras y conceptos en uso.

 

 

I. Noticias sobre su situación, 1:12-26.

 

La cautividad de Pablo está contribuyendo al progreso del Evangelio, 1:12-20.

12 Y quiero que sepáis, hermanos, que mi situación ha contribuido al progreso del Evangelio, 13 de manera que en todo el pretorio y a todos los demás se ha hecho patente cómo llevo mis cadenas por Cristo, 14 y la mayor parte de los hermanos, alentados en el Señor por mis cadenas, sienten más ánimos para hablar sin temor la palabra de Dios. 15 Verdad es que algunos predican a Cristo por espíritu de envidia y competencia; otros lo hacen con buena intención. 16 Estos por caridad, sabiendo que estoy puesto para la defensa del Evangelio; 17 aquéllos por competencia predican a Cristo, no con santa intención, pensando añadir tribulación a mis cadenas. 18 Pero ¿qué importa? De cualquier manera, sea hipócrita, sea sinceramente que Cristo sea anunciado, yo me alegro de ello y me alegraré. 19 Porque sé que esto redundará en ventaja mía por vuestras oraciones y por la donación del Espíritu de Jesucristo, según mi constante esperanza de que en nada quedaré confundido; 20 antes con entera libertad, como siempre, también ahora, Cristo será glorificado en mi cuerpo, o por vida, o por muerte.

 

Las noticias que los filipenses esperaban, sin duda, con más ansia eran las relativas a la situación actual de Pablo. Y son, efectivamente, terminada la parte introductoria, con las que éste comienza la carta. Sin embargo, es digno de notarse que Pablo habla de su situación sólo desde el punto de vista de la difusión del Evangelio, sin aludir para nada a su salud o a las condiciones materiales, duras o menos duras, de su estado de prisionero, cosas todas que a nosotros hoy nos hubiera gustado conocer. La enseñanza es transparente. Con razón se ha escrito, comentando este pasaje, que "a la pregunta cómo le va, un apóstol debe reaccionar respondiendo cómo le va al Evangelio."

La primera afirmación de Pablo es que su "situación ha contribuido al progreso del Evangelio" (v.12). Luego (v. 13-18) va explicando en qué sentido. Primeramente, porque "en todo el pretorio y a todos los demás (εν δλω τω πραιτοορίω yai τοις λοιποΐς πάσιν) se ha hecho patente cómo llevo mis cadenas por Cristo" (v.13). ¿A quiénes alude aquí San Pablo? Primitivamente el "praetorium" era el espacio del campamento romano reservado al praetor o general en jefe del ejército. Pronto el sentido fue evolucionando en dos direcciones diferentes, prevaleciendo bien la acepción militar (cohortes pretorianas, guardia pretoriana), bien la acepción local ("pretorio" de Herodes; cf. Act 23:35). En nuestro caso, mencionado el término sin más aditamentos ni explicaciones, todo hace suponer que se trata del Castro Pretorio (Castra Praetoria), como todavía hoy se llama en Roma el lugar donde estaban alojados en su mayor parte los 12.000 preteríanos imperiales. Uno de estos soldados, que iban haciendo el servicio por turno, era el encargado de hacer la custodia militaris al preso Pablo (cf. Act 28:16); muy pronto, gracias a ese continuo relevo, el caso de Pablo era conocido "en todo el pretorio." La expresión "y a todos los demás" parece que es simplemente una locución enfática para significar amplia difusión, como dando a entender que, merced a ese encarcelamiento y proceso, la noticia del Evangelio llegó a círculos y esferas sociales donde, de otra manera, quizá hubiera sido muy difícil llegar.

Otra forma cómo ha contribuido la situación de Pablo al progreso del Evangelio es porque, con su encarcelamiento, muchos se han movido a predicar a Cristo (v.14-17). Unos "con buena intención" (v.15), estimulados con su actitud y quizá también porque veían que no era molestado por las autoridades romanas en la defensa del Evangelio, antes bien la marcha del proceso presentaba buenas perspectivas; otros "por espíritu de envidia y competencia" (v.15), deseosos de hacer resaltar cada uno sus propios valores, pensando "añadir tribulación" a sus cadenas (v.17), al ver que adquirían una gloria que Pablo, impedido por su condición de prisionero, no podía conseguir. Creen algunos que hay aquí una alusión a los judaizantes, cristianos demasiado apegados al judaismo, que por todas partes perseguían al Apóstol, tratando de deshacer su obra, que consideraban ofensiva para la Ley mosaica (cf. Act 15:2; 21:20; Gal 2:12). Sea como sea, San Pablo da claramente a entender que no predicaban doctrinas erróneas; era más bien la rectitud de intención la que fallaba. Por eso él, cuya grandeza de alma no sabían medir sus adversarios, exclama que, aunque los procedimientos sean mezquinos, con tal que Cristo sea dado a conocer, se "alegra y se alegrará" de ello (v.18). Y, como dando la razón profunda de que nadie le podrá quitar esa alegría, dice que está seguro de que Dios, que hace todo concurrir al bien de sus escogidos (cf. Rom 8:28), hará también concurrir todo esto al bien de su alma, y Cristo será glorificado en él, o "por vida o por muerte" (v. 19-20). Si sigue viviendo, por medio de su vida y de la predicación; y si le condenan a muerte, con el martirio, supremo testimonio de amor. No funda, sin embargo, esta confianza en méritos propios, sino en las "oraciones" de los filipenses y en la "donación del Espíritu," que le dará fuerzas para ello. Se ha hecho notar cómo no dice el Apóstol que él glorificará a Cristo, sino que "Cristo será glorificado" en él (v.20), como dando a entender que la victoria será obra de la gracia y pertenece a Cristo.

 

Confianza de próxima liberación, 1:21-26.

21 Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir, ganancia. 22 Y aunque el vivir en la carne es para mí fruto de apostolado, todavía no sé qué elegir.23 Por ambas partes me siento apretado; pues de un lado deseo morir para estar con Cristo, que es mucho mejor; 24 por otro, quisiera permanecer en la carne, que es más necesario para vosotros. 25 Por el momento estoy firmemente persuadido de que quedaré y permaneceré con vosotros para vuestro provecho y gozo en la fe, 26 a fin de que tengáis en mí mayor motivo de gloriaros en Cristo Jesús con mi segunda ida a vosotros.

 

Expone aquí el Apóstol sus sentimientos en relación con la alternativa propuesta en el último versículo de la narrativa anterior, al decir que Cristo sería glorificado en él, o por vida o por muerte.

Comienza (v.21) con la afirmación básica de que para él "el vivir es Cristo, y el morir, ganancia" (το ζην Χριστός και το άπο^ανεΐν κέρδος). Pocas frases como ésta resumen de manera tan admirable toda la existencia de Pablo, antes y después de su muerte; con razón han sido las palabras elegidas para ser esculpidas en torno a su sepulcro en Roma. Al decir que su "vivir es Cristo" no incluye sólo el sentido ontológico, aplicable a todo cristiano, de que nuestra vida sobrenatural es vida divina recibida de Cristo (cf. Rom 6:3-11; 11:24; 1 Cor 12:27; Gal 2:20; Ef 1:22-23; Col 2:7), sino que le da más bien sentido dinámico, con referencia a ser Cristo el móvil de todas sus acciones y el término de todas sus aspiraciones (cf. 3:7-10; 2 Cor 5:15). De ahí que el "morir sea ganancia," pues es la entrada en el gozo del Señor, la posesión total de Cristo, no ya por la fe, sino en visión cara a cara (cf. 2 Cor 5:6-8).

Supuesto esto como verdad fundamental, Pablo contempla las dos cosas: la vida, trabajando por ganar almas para Cristo, y la muerte, entrando en el gozo del Señor. Ambas cosas le atraen; por eso, entre la vida y la muerte no sabe qué elegir (v.22-24). Notemos la unión que el Apóstol establece entre "morir" y "estar con Cristo" (v.23; cf. 2 Cor 5:6-9); por ninguna parte aparece que haya un tiempo intermedio de espera hasta la parusía o juicio final. Una cosa es el triunfo total de la Iglesia, como colectividad, que tendrá lugar en la parusia, y otra, la entrada personal de cada uno en la gloria, que, de no mediar obstáculo a causa de nuestros pecados, tendrá lugar en seguida después de la muerte.

Aunque Pablo, si hubiera de elegir entre la vida y la muerte, no sabría qué preferir, por el momento está "firmemente persuadido" (πεποι3ώς οιδα) de que continuará viviendo para provecho espiritual de los filipenses (y de otros también), a fin de que avancen más y más en la vida cristiana con su segunda ida a ellos (v.25-26). Este convencimiento que aquí parece mostrar el Apóstol de que continuará viviendo, no consta que sea un caso de inspiración profética, con garantía divina de infalibilidad. De hecho, no sólo anteriormente (v.20), sino también después, vuelve a dejar traslucir la posibilidad del martirio (cf. 2:17). Se trata, pues, de una afirmación en que hay mucho de conjetura o presentimiento, como en Act 20:15; con la diferencia de que allí no se realizó lo presentido, mientras que aquí fue una realidad el hecho de su liberación.

 

 

II. Exhortación a llevar una vida digna, 1:27-2:18.

 

Constancia en el combate por la fe, 1:27-30.

27 Sólo os ruego que os comportéis dignamente como ciudadanos del Evangelio de Cristo, para que, sea que yo vaya y os vea, sea que me quede ausente, oiga de vosotros que os mantenéis firmes en un mismo espíritu, luchando a una por la fe del Evangelio, 28 sin aterraros por nada ante vuestros enemigos, lo que es para ellos una señal de perdición, mas para vosotros señal de salud, y esto de parte de Dios. 29 Porque os ha sido otorgado no sólo creer en Cristo, sino también padecer por El, 30 sosteniendo el mismo combate que habéis visto en mí y ahora oís de mí.

 

Después de hablar de sus cosas y de la situación en que se encontraba, el Apóstol continúa su carta con una serie de exhortaciones a los filipenses a que lleven una vida digna de cristianos.

En la presente historia les exhorta a "comportarse como ciudadanos (πολιτεύεστε) del Evangelio de Cristo" (v.27). Esta expresión tenía para los filipenses, orgullosos de ser "colonia" romana (cf. Act 16:12), un significado especial. En consonancia con ella, les exhorta a que, más y mejor que los miembros de una ciudad terrestre, se mantengan "firmes en un mismo espíritu," formando un bloque, "luchando a una" por la difusión del Evangelio, sin dejarse atemorizar por los "enemigos," lo cual será para éstos presagio de derrota, mientras que para ellos presagio de salud, y esto "de parte de Dios" (v.27-28). No parece necesario suponer, para explicar estas frases, que hubiera persecución formal contra los cristianos de Filipos; basta esa oposición que el mundo ha manifestado en todas partes, ya desde el principio, a la doctrina de Cristo, con más o menos acritud, según las circunstancias. Con la expresión "y esto de parte de Dios" (v.28) da a entender San Pablo que en nuestra actuación la fuerza nos viene de Dios, pero esa fuerza no nos faltará; de ahí que no tengamos por qué atemorizarnos ante nada ni ante nadie.

Y aún añade más el Apóstol. Dice a los filipenses que esas persecuciones que están sufriendo, parecidas a las que sufre él, lejos de acobardarlos, deben considerarlas como un don o favor de E>ios, que han de añadir al de la fe, pues son prueba de que están unidos a El y, consiguientemente, prenda de salud (v.29-30; cf. Rom 5:3-51 8:17; Act 5:41).

 

Vibrante llamada a la unidad en la humildad, 2:1-11.

1 Si hay, pues, alguna consolación en Cristo, si algún refrigerio de amor, si alguna comunión de espíritu, si alguna ternura y misericordia, 2 haced cumplido mi gozo, teniendo todos el mismo pensar, la misma caridad, el mismo ánimo, el mismo sentir. 3 No hagáis nada por espíritu de competencia, nada por vanagloria; antes, llevados de la humildad, teneos unos a otros por superiores, 4 no atendiendo cada uno a su propio interés, sino al de los otros. 5 Tened los mismos sentimientos que tuvo Cristo Jesús, 6 quien, existiendo en la forma de Dios, no reputó codiciable tesoro mantenerse al igual con Dios, sino que se anonadó, tomando la forma de siervo y haciéndose semejante a los hombres; y en la condición de hombre 8 se humilló, hecho obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. 9 Por lo cual Dios le exaltó y le otorgó el nombre que está sobre todo nombre, 10 para que al nombre de Jesús doble la rodilla cuanto hay en los cielos, en la tierra y en los abismos, 11 y toda lengua confiese que Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.

 

Esa unidad que el Apóstol pedía a los filipenses en el combate por la fe, al decirles que se mantuviesen "firmes en un mismo espíritu" y "luchasen a una" (cf. 1:27), es aquí pedida de nuevo, pero con términos más apremiantes. Aún volverá al mismo tema más adelante, con referencia a un caso concreto (cf. 4:2). Ello deja entrever que, sin que podamos precisar la amplitud del peligro, divisiones intestinas amenazaban la paz de la comunidad de Filipos.

En la presente perícopa podemos distinguir dos partes: una, que es la que constituye propiamente la exhortación, en que directamente pide a los filipenses la unidad de caridad en todo, apelando al afecto que tienen hacia él (v.1-4); otra, que está en función de la primera, en que les propone el ejemplo de Cristo (v.5-11). Este ejemplo mira directamente, no a recomendar la unidad, sino la humildad y abnegación, que es la base de esa unidad, la cual suele fallar precisamente porque nos dejamos llevar de nuestro amor propio, con olvido del bien de los demás. El ejemplo no está tomado de este o aquel gesto particular de Cristo hacia los indigentes de Judea o de Galilea, sino de la aceptación misma ab aeterno de la condición humana con todas sus debilidades, cosa de mucho más profundo significado. Aunque gramaticalmente se trata sólo de proponer un ejemplo, a raíz de una exhortación moral, la doctrina sobre Cristo que aquí expone el Apóstol es de un valor dogmático extraordinario, y constituye, en frase del P. Prat, "la fórmula más precisa y acabada de la cristología paulina." Es un verdadero "himno cristológico," como ya indicamos en la introducción a la carta.

Viniendo a la primera parte (v.1-4), el Apóstol comienza en tono de súplica para así mover más a los fieles: "si alguna consolación., si refrigerio., si comunión., si ternura., haced cumplido mi gozo. teniendo todos el mismo pensar., el mismo sentir" (v.1-2). Advirtamos que no todos los autores interpretan en tono de súplica estos versículos, pues la construcción gramatical en el v.1 no es clara; creemos, sin embargo, que la interpretación dada es la más conforme al contexto, considerando los cuatro incisos del v.1 como cuatro motivos en apoyo de la petición del v.2. El sentido vendría a ser el siguiente: Si por amor de Cristo queréis procurarme alguna consolación en mis pruebas, si queréis darme un poco de refrigerio, si queréis hacerme gustar la dulzura de la unión espiritual, si queréis testimoniarme vuestro afecto y compasión., llevad hasta el colmo mi alegría, teniendo todos un mismo pensar y unas mismas aspiraciones. ¿Vais a negarme este favor que alegrará mis cadenas, vosotros mis queridos filipenses? Con lo que añade luego en los v.3-4, aconsejándoles que no hagan nada por espíritu de competencia o vanagloria, sino que, llevados de la humildad, trabajen por el bienestar del prójimo, el Apóstol no hace sino apoyar la petición anterior, yendo al fondo del problema y señalando cuáles suelen ser los obstáculos que se oponen a la unión y concordia mutua. Sabemos, en efecto, que sólo almas verdaderamente humildes son capaces de renunciar a todo egoísmo personal, del que nacen las discordias y la lucha.

A fin de hacer más eficaz su exhortación, les propone el ejemplo de Cristo (v.5-n). La frase que hemos traducido por "tened los mismo sentimientos que tuvo Cristo" (φρονείτε εν υμιν δ και εν Χριστώ), en el texto griego no es del todo clara. Algunos la interpretan en sentido de comportaos entre vosotros como corresponde a quienes "están en Cristo," es decir, reproduciendo en vuestra vida de comunidad la unión que tenéis como miembros de Cristo. Parece, sin embargo, que está más en consonancia con el contexto la interpretación tradicional reflejada en nuestra traducción, en sentido de alusión a los sentimientos o disposiciones de que mostró estar animado Cristo. Estos sentimientos son los que el Apóstol expone a continuación, y consisten en que, siendo Dios y, consiguientemente, teniendo derecho a los honores de Dios, que habría podido exigir incluso en su existencia humana después de la encarnación, renunció a ellos, tomando una naturaleza con las mismas debilidades y miserias que la de los demás hombres, sometiéndose, además, a una muerte sumamente ignominiosa, como era la muerte de cruz (v.6-8); a esta primera parte de humillación sigue una segunda, la de la exaltación por el Padre, que lo hace sentar a su diestra, dándole el nombre que está sobre todo nombre, de modo que toda lengua confiese que Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre (v.9-11). Tal es, en resumen, el contenido de esta narrativa dedicada a la persona de Cristo, propuesto como modelo a los filipenses. Dada su extraordinaria importancia dogmática, nos vamos a extender un poco más en el comentario.

Comenzaremos diciendo que el pasaje ha sido minuciosamente comentado por autores de todas las tendencias, católicos y acatólicos. La bibliografía al respecto, aparte los comentarios a la carta, es inmensa. Nuestro comentario lo vamos a ir centrando en torno a las palabras clave del pasaje, que iluminan todo el resto.

La primera de ellas es "forma de Dios" (v.6). ¿Qué quiere significar el Apóstol con la expresión "en forma de Dios"? (εν μορφή Φεου). No cabe duda que está aludiendo a la condición de Cristo antes de la encarnación, como exige el contraste con "forma de siervo," de que habla luego (cf. v.7). Al decir que existía "en forma de Dios," no parece querer significar otra cosa, sino que es un ser que se presentaba como Dios, que ofrecía el aspecto o manera de ser de Dios. Tal es, en el lenguaje corriente, el significado de "forma" (μορφή), que Tertuliano traduce por effigies y San Cipriano por "figura" (cf. Mc 16:12). Indica, pues, más que la naturaleza o esencia del ser, los atributos esenciales que manifiestan al exterior la naturaleza de ese ser. Claro es que, tratándose de Dios, el modo de existir no se distingue realmente de la esencia; de ahí que muchos Padres y teólogos hayan considerado el término "forma" (μορφή) como equivalente de "substancia" (ουσία) ο de "naturaleza" (φύσιβ). En efecto, el término "forma," respecto de Dios, es necesariamente metafórico. San Pablo habría usado esa expresión porque quería hacer resaltar la gloria radiante del Hijo de Dios antes de la encarnación, en contraste con la "forma" de siervo o manera de ser en su vida de Verbo encarnado.

Otro término clave del pasaje, y que ha sido muy discutido, es el término άρτταγμός, que nosotros hemos traducido por "codiciable tesoro" (v.6). En todo el Nuevo Testamento sólo aquí aparece este término. Deriva del verbo αρπάζω (arrebatar, quitar por fuerza), y hay gran discusión sobre si ha de dársele sentido activo (acto de arrebatar, robo), que es el corriente de los derivados en μοβ, ο sentido pasivo (presa, botín), cual si fuese sinónimo de άρπαγμα. Los Padres latinos siguiendo el sentido que sugiere la Vulgata con la traducción rapiñara, se inclinan por la primera interpretación. Lo que San Pablo afirmaría es que "el ser igual a Dios" (το είναι ϊσα Θεώ) era para Cristo no una "usurpación" sino un bien de naturaleza, algo que le correspondía de pleno derecho. Sin embargo, la mayoría de los autores modernos, y creemos que con fundamento, se inclinan más bien al sentido pasivo, como más conforme con el contexto. San Pablo, en efecto, trata de presentar a Cristo como ejemplo perfecto de humildad y abnegación, y no parece ser ocasión de hacer resaltar sus reivindicaciones, sino sus renuncias a lo que tenía derecho. El sentido sería: Existiendo "en la forma de Dios," es decir, siendo y mostrándose con las prerrogativas de Dios, no reputó "presa" o codiciable tesoro, que ávidamente se retiene, el seguir manifestándose como Dios, con las prerrogativas y honores de Dios, sino que, etc. No se trata, pues, de reivindicar para Jesucristo la igualdad de naturaleza con Dios, diciendo que no es una "usurpación," sino de afirmar que renunció al rango o gloria radiante de Dios, que habría podido reivindicar incluso en su existencia humana. Por lo demás, filológicamente no parece haya dificultad alguna en dar a άρτταγμόζ sentido pasivo, como encontramos muchas veces en los Padres griegos. Desde luego, por lo que respecta a la expresión, en cualquiera de las dos interpretaciones nos resulta un poco extraña. Es posible, conforme hoy defienden bastantes autores 269, que San Pablo hable de ese modo bajo el influjo, por antítesis, del caso de Adán (cf. Gen 3:5.22), con quien gusta de establecer paralelismo, como vemos en otras ocasiones (cf. Rom 5:12-21; 1 Cor 15:21-22).

Un tercer término, que ha dado también lugar a muchas discusiones, es el término "se anonadó" (εκένωσεν), con el que están íntimamente relacionadas las expresiones "forma de siervo" (μορφήν δούλου) y "condición de hombre" (σχήματι εύρε3είβ ώβ άν3ρωττοβ). Por de pronto no puede admitirse, si es que no queremos poner un craso error en San Pablo, que ese "anonadamiento" o kenosis suponga despojarse de su naturaleza divina o de alguno de sus atributos intrínsecos y esenciales, como ciencia, poder, etc. De lo que se despojó, o lo que es lo mismo, a lo que renunció, fue a todas las prerrogativas de gloria y honor, que tanto convenían a su dignidad de Hijo de Dios. Creemos, no obstante la opinión contraria de algunos intérpretes, que San Pablo pone el "anonadamiento," no precisamente en el hecho de la unión hipostática con la naturaleza humana, sino en el hecho de esa unión con una naturaleza humana pobre, sujeta a penalidades y miserias. También ahora, después de su exaltación por el Padre, el Hijo de Dios tiene unida hipostática-mente la naturaleza humana y, sin embargo, ha terminado su estado de kenosis (cf. v.9-11). No creemos que San Pablo hubiera hablado de kenosis si el Hijo de Dios, al hacerse hombre, se hubiera mostrado rodeado de gloria, como en la transfiguración (cf. Mt 17:2) o como Yahvé en las teofanías del Antiguo Testamento. Pero se privó de esa gloria, a la que como Hijo de Dios hecho hombre tenía derecho, y en eso estuvo su "anonadamiento." Es así, en consecuencia, como ha de interpretarse la expresión "forma de siervo" (v.7); no simplemente que se hizo hombre, uniéndose hipostáticamente con la naturaleza humana, cosa que también conserva ahora, sino que se hizo hombre pobre y humilde, "semejante" en todo a los demás hombres, es decir, participando de todas las debilidades de la naturaleza humana, a excepción del pecado (cf. Heb 4:15). Y en esa "condición de hombre" (v.7), no se quedó donde el común de los hombres, sino que bajó más abajo, sometiéndose a la muerte más ignominiosa, como era la muerte de cruz (v.8).

A ese estado de anonadamiento sucede un estado de exaltación o apoteosis (v.9-11; cf. Jn 8:50-54). Es el reverso de la kenosis: Cristo recibe del Padre, como premio de su humillación, la gloria a que tenía derecho y a la que había renunciado en la encarnación. Es evidente que esta apoteosis, antítesis de la kenosis, no afecta a los atributos intrínsecos de la divinidad, que nunca dejó, sino exclusivamente a sus manifestaciones externas. Así ha de interpretarse la expresión "el nombre sobre todo nombre" (v.g), expresión de sabor abiertamente semítico, donde "nombre" está en lugar de la cosa o dignidad conferida a Cristo (cf. Ef 1:21), dignidad que está por encima de toda otra dignidad o rango, y no es otra que la dignidad divina que Cristo ya tenía (v.6), pero a cuyo honor o gloria extrínseca había renunciado (v.7), y ahora le es otorgada por el Padre con la resurrección y exaltación a su diestra en los cielos (cf. Act 2:24-33; Jn 17:5). No otra cosa quiere decir el título de "Señor" (κύριος), que es como la designación personal de Cristo a raíz de su triunfo y está como reemplazando el nombre inefable divino (v.11; cf. Rom 10:9-13; 1 Cor 8:6; 12:3; Act 1:36).

Con la expresión "en los cielos, en la tierra y en los abismos" (v.10) San Pablo quiere hacer resaltar la amplitud del "señorío" de Cristo, al que presenta como distinto de la universalidad de los seres creados y superior a todos ellos, separación y trascendencia que sólo a Dios competen (cf. Is 45:18.24). Hay autores que suponen estar ahí aludidos solamente los seres inteligentes (ángeles, hombres y demonios); pero más bien parece que San Pablo está pensando con amplitud cósmica, incluyendo todas las criaturas, racionales y no racionales (cf. Ef 1:10; Col 1:16). Todas esas potestades cósmicas (cf. Ef 1:21; Col 2:10.15), que hasta ahora esclavizaban a la humanidad, deben doblar la rodilla "al nombre de Jesús" (v.10), es decir, ante la persona de Jesús, cuyo "señorío" universal y divino ha sido proclamado por el padre. Se ha producido en el cosmos un cambio de dominio.

La última expresión "para gloria de Dios Padre" (εις δόξαν Θεού Πατρός, ν.11) es interpretada por algunos autores como alusiva, no a la glorificación del Padre, sino a la del Hijo, que entra a compartir la gloria divina de Dios Padre. Sin embargo, juzgamos que debe retenerse la interpretación tradicional, más conforme con el tenor de las palabras y que en modo alguno contradice al contexto. Cierto que se viene hablando de la glorificación de Cristo; pero es corriente en San Pablo, y también en los demás autores sagrados, referir todo, como a fin último, a la gloria del Padre, fuente y origen primero de todo (cf. Rom 11:36; 1 Cor 15:28; Ef 1:14; Jn 17:1).

 

Vida de santidad en medio de un mundo perverso, 2:12-18.

12 Así, pues, amados míos, como siempre habéis obedecido, no sólo cuando estaba presente, sino mucho más ahora que estoy ausente, con temor y temblor trabajad por vuestra salud.13 Pues Dios es el que obra en vosotros el querer y el obrar según su beneplácito. 14 Hacedlo todo sin murmuraciones ni discusiones, 15 a fin de que seáis irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin mancha, en medio de esta generación mala y perversa, entre la cual aparecéis como antorchas en el mundo, 16 llevando en alto la palabra de vida, que en el día de Cristo será para gloria mía no haber corrido en vano ni haberme en vano afanado.17 Y aunque tuviera que libarme sobre el sacrificio y el servicio de vuestra fe, me alegraría y me congratularía con todos vosotros.18 Alegraos, pues, también vosotros de esto mismo, y congratulaos conmigo.

 

San Pablo exhorta a los filipenses a trabajar con perseverancia y generosidad en la propia santificación. Es como una consecuencia práctica de cuanto acaba de decir sobre Cristo, primero sumiso y humillado y ahora glorioso en los cielos.

Cuando los exhorta a trabajar "con temor y temblor" (μετά φόβου και τρόμου) por su salud (ν. 12) no quiere decir que hayan de hacerlo con miedo y angustia de ánimo, cosa que se opondría a ese "gozo" que constantemente les pide (cf. v.18; 3:1; 4:4), sino que es algo de fórmula ya hecha (cf. 2 Cor 7:15; Ef 6:5), recomendando atención diligente a lo que se hace, solícitos de no ofender al que está sobre nosotros. Y esto es tanto más necesario, tratándose de la obra de la salud, dado que en este trabajo es Dios mismo quien actúa en nosotros "el querer y el obrar según su beneplácito" (v.13). Nuestra dependencia de El es total. Hay, pues, que mirar mucho a no resistir a esa acción divina que es la acción de la gracia, sin la cual nada podríamos hacer en orden a nuestra salvación (cf. Jn 15:5). Esto no quiere decir que hayamos de permanecer pasivos y esperarlo todo de Dios, pues eso estaría en abierta oposición con el trabajad (κατεργάζεστε) del versículo anterior 270.

Consecuencia de esto es que no deben "murmurar" contra Dios, aunque encuentren dificultades en su camino, como murmuraron los israelitas en el desierto (cf. 1 Cor 10:10), ni "discutir" los planes de su Providencia, obra de su libre beneplácito (v.14). Es así únicamente como se mostrarán "irreprensibles" e "hijos de Dios sin mancha," luciendo cual antorchas en medio de este mundo perverso (v.15; cf. Ef 5:8; Mt 5:14-16), llevando en alto la "palabra de vida," que es el mensaje evangélico, con lo que no sólo alcanzarán ellos la salud, sino que serán para Pablo, su padre en la fe, un motivo de gloria en el "día de Cristo" o parusía (v.16; cf. 1:6).

Y aún añade más el Apóstol: aunque él tenga que morir, coronando así todos esos trabajos por el Evangelio, existe motivo para alegrarse mutuamente (v. 17-18). Que haya aquí una alusión a la posibilidad de su martirio, no parece caber duda. Hay autores que interpretan esa "libación," no de la muerte, sino de los trabajos apostólicos en general, que son una especie de muerte continua (cf. 2 Cor 4:10); pero creemos que tal interpretación hace violencia al texto. Era la "libación" una ceremonia muy en uso, lo mismo en los sacrificios de los paganos que en los de los judíos (cf. Núm 28:14), consistente en derramar sobre el altar en que se había ofrecido la víctima, o a su alrededor, un vaso lleno de licor. San Pablo se vale de ese lenguaje, aplicándolo metafóricamente al culto espiritual de los nuevos tiempos, igual que suele hacer en otras ocasiones (cf. 3:3; 4:18). Su muerte sería como una "libación" destinada a perfeccionar el sacrificio que son los fieles mismos de Filipos, cuya vida debe ser un acto de perenne adoración a Dios. No está claro si San Pablo se considera él mismo como oferente de ese sacrificio que tiene como víctima la "fe" de los filipenses, o, por el contrario, considera a los filipenses como oferentes ellos mismos del sacrificio de su vida de fe. En apoyo de esto último podría citarse Rom 12:1, donde los fieles son exhortados a ofrecer ellos mismos sus cuerpos como sacrificio agradable a Dios; mientras que, en apoyo de lo primero, puede citarse Rom 15:16-17, donde es Pablo mismo quien ofrece a Dios, como sacrificio agradable, la fe de los gentiles por él convertidos. No es fácil decidirse por una u otra de las interpretaciones. Ambas ofrecen buen sentido en este contexto.

 

 

III. Proyectos de Viajes, 2:19-30.

 

Probable viaje de Timoteo, y posiblemente también de Pablo, a Filipos, 2:19-24.

19 Espero en el Señor Jesús poder enviaros pronto a Timoteo, a fin de que yo también cobre ánimo conociendo vuestra situación. 2° Porque a ningún otro tengo tan unido a mí que sinceramente se preocupe de vuestras cosas, 21 pues todos buscan sus intereses, no los de Jesucristo. 22 Vosotros conocéis su probada fidelidad y que, como un hijo a su padre, me sirvió en el Evangelio. 23 A éste espero enviaros en seguida que sepa el resultado de mi causa, 24 y confío en el Señor que yo mismo podré ir pronto.

 

Con toda naturalidad, como suele hacerse en las cartas familiares, el Apóstol cambia de tema y de tono, dejando la exhortación y comenzando a hablar de sus proyectos sobre viajes a Filipos.

Confía en que podrá ir él personalmente (v.24); pero de momento piensa enviarles a Timoteo, una vez que conozca el resultado de su causa (v.23), y así tener noticias de ellos, que le alegrarán (v.19). Con esta ocasión hace un bello elogio de Timoteo (v.20-22), a quien los filipenses ya conocían, pues había acompañado a San Pablo cuando la evangelización de aquella ciudad (cf. Act 16:1-3. 12; 17:14), y posteriormente parece que había vuelto a pasar por allí, al menos dos veces (cf. Act 19:22; 20:4-6). No sabemos si, en efecto, este viaje de Timoteo se llevó o no a la práctica.

Extraña un poco la afirmación tan general de que, a excepción de Timoteo, "todos buscan sus intereses, no los de Jesucristo" (v.21). No es la única vez que Pablo se queja de la falta de colaboración (cf. Col 4:11; 2 Tim 4:10), e incluso en esta misma carta critica la falta de pureza de intención en muchos (cf. 1:15-17;) pero no son afirmaciones tan absolutas. Es evidente que en ese "todos," aun refiriéndolo exclusivamente al grupo de sus colaboradores entonces con él, hay que poner gran parte de hipérbole. La intención de Pablo es hacer resaltar la excelente disposición de Timoteo, el más "unido a él," y preocupado "sinceramente" por los intereses de los filipenses.

 

Viaje de Epafrodito, restablecido ya de su enfermedad, 2:25-30.

25 Entre tanto, he creído necesario enviaros a Epafrodito, nuestro hermano, cooperador y camarada mío, vuestro enviado y ministro en mis necesidades, 26 puesto que está suspirando por todos vosotros, y está angustiado, porque sabe que ha llegado a noticia vuestra que estuvo enfermo. 27 Ciertamente que estuvo a punto de morir; pero Dios tuvo misericordia de él, y no sólo de él, sino también de mí, para que yo no tuviera tristeza sobre tristeza. 28 Así, pues, le envío más prestamente, para que, viéndole de nuevo, os alegréis y yo quede más tranquilo. 29 Recibidle, pues, en el Señor con toda alegría y honrad a los que son como él, 30 qUe por el servicio de Cristo estuvo a la muerte, habiendo puesto en peligro su vida, para suplir en mi servicio vuestra ausencia.

 

Al paso que el viaje de Timoteo era todavía sólo proyecto, había ya un viaje decidido a Filipos, y era el de Epafrodito (v.25).

De este Epafrodito no tenemos más noticias que las que da el Apóstol en este breve pasaje de su carta. Vemos que pertenecía a la comunidad de Filipos y había sido enviado por aquellos fieles para llevar ayuda material a Pablo preso. El Apóstol se muestra agradecidísimo con él y no se cansa de repetir que le ha prestado grandes servicios. Había estado enfermo de gravedad, y de ello se habían enterado los filipenses; ahora, restablecido ya de la enfermedad, tiene deseos de volver a sus compatriotas, y Pablo se lo envía, "para que, viéndole de nuevo, os alegréis y yo quede más tranquilo." Al enviárselo, no se olvida de recomendarles que lo reciban "con toda alegría" y que le muestren estima, pues ha trabajado tan solícitamente "por el servicio de Cristo."

 

 

IV. Exhortación Final, 3:1-4:9.

 

Cuidado con los judaizantes, 3:1-16.

1 Por lo demás, hermanos míos, alegraos en el Señor. Escribiros siempre lo mismo no es molesto para mí, y es para vosotros saludable. 2 Ojo a los perros, guardaos de los malos obreros, guardaos de la mutilación. 3 Porque la circuncisión somos nosotros, los que servimos en el Espíritu de Dios y nos gloriamos en Cristo Jesús y no ponemos nuestra confianza en la carne. 4 Aunque yo podría confiar en la carne, y si hay algún otro que crea poder gloriarse en ella, yo más todavía. 5 Circuncidado al octavo día, de la raza de Israel, de la tribu de Benjamín, hebreo nacido de hebreos, y, según la Ley, fariseo, 6 y por el celo de ella, perseguidor de la Iglesia; según la justicia de la Ley, irreprensible. 7 Pero cuanto tuve por ventaja, lo reputo daño por amor de Cristo, 8 y aun todo lo tengo por daño, a causa del sublime conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por cuyo amor todo lo sacrifiqué y lo tengo por estiércol, con tal de gozar a Cristo 9 y ser hallado en El no en posesión de mi justicia de la Ley, sino de la justicia que nos viene por la fe de Jesucristo y que procede de Dios por la fe; 10 para conocerle a El y el poder de su resurrección y la participación en sus padecimientos, conformándome a El en la muerte, 11 por si logro alcanzar la resurrección de los muertos. 12 No es que la haya alcanzado ya, es decir, que haya logrado la perfección, sino que la sigo por si le doy alcance, por cuanto yo mismo fui alcanzado por Cristo Jesús. 13 Hermanos, yo no creo haberla aún alcanzado; pero dando al olvido lo que ya queda atrás, me lanzo en persecución de lo que tengo delante; 14 corro hacia la meta, hacia el galardón de la soberana vocación de Dios en Cristo Jesús. 15 Y cuantos somos perfectos, esto mismo sintamos; y si en algo sentís de otra manera, Dios os hará ver eso que os digo. 16 De cualquier modo, adonde hayamos llegado, sigamos adelante por los mismos pasos.

 

Es posible que San Pablo pensase terminar aquí su carta, con esa nueva recomendación a la alegría (v.1a; cf. 2:18). Así parece insinuarlo la expresión "por lo demás" (το λοιπόν), fórmula que suele emplear en sus cartas cuando se acerca al final (cf. 2 Cor 13:11; Ef 6, i o; 2 Tes 3:1). Sin embargo, pruebas seguras no las hay. Sea, pues, que pensase terminar y de momento le viniese a la mente la necesidad de prevenir a los filipenses contra el peligro de los judaizantes, sea que ya de antemano pensase tocar ese tema, lo cierto es que añade una nueva sección, en vista sobre todo a prevenir el peligro judaizante. Como ya indicamos en la introducción, algunos comentaristas creen que se trata de una nueva carta de Pablo, que posteriormente habría sido unida a la primera.

La frase "escribiros siempre lo mismo" (v.1), no está claro a qué se refiera. Algunos autores la refieren al precedente "alegraos," dada la insistencia con que en esta carta recomienda el Apóstol la alegría (cf. 2:18; 4:4); sin embargo, parece más obvio referirla a los avisos que siguen. En este caso, es necesario suponer que Pablo había tratado ya de este tema con los filipenses, sea de palabra, sea en cartas hoy perdidas. El peligro judaizante, con más o menos fuerza, era algo que estaba extendido por todas partes (cf. Act 15:1; 21:18-26; 2 Cor 11:22; Gal 2:11-14; 5:1; Col 2:16).

En la actual invectiva contra los judaizantes tiene el Apóstol términos muy duros. Los llama "perros," "malos obreros," "mutilación" (v.2). Nada tiene de extraño que les llame "malos obreros," pues su labor en la obra del Evangelio era destructiva, más que constructiva; pero ¿qué quiere significar el Apóstol con los términos "perros" y "mutilación"? Suponen muchos que, llamándoles "perros," trata de devolverles con ironía el epíteto con que el judaismo solía designar a los paganos (cf. M15:26 ), o que usaba ese término como sinónimo de "despreciables" o de "descarados." Más probable parece que no debe urgirse el significado del término y la frase "ojo a los perros" (βλέπετε τους κύναβ) no es sino el cave canem que se leía a la entrada de las casas romanas, tratando el Apóstol de dar a entender a los filipenses que debían tener mucho cuidado con los judaizantes. En cuanto al término "mutilación" (κατατομή), abstracto por el concreto, es un juego de palabras despectivo con "circuncisión" (περιτομή), la cual, una vez venido Cristo, pierde todo su valor moral y queda asimilada a una simple mutilación, como en los cultos paganos (cf. 1 Re 18:28) o en las operaciones quirúrgicas (cf. Gal 5:12). Para San Pablo la verdadera circuncisión es la espiritual de los cristianos, que constituyen el verdadero Israel, y ponen su confianza en Cristo y no en la circuncisión carnal y en ser descendencia de Abraham (v.3; cf. Rom 1:28-29; 9:6-7; Gal 6:15-16).

A partir del v.4, el Apóstol entra personalmente en escena, alegando su experiencia personal, como previniendo la objeción que podían hacerle de que, si despreciaba el judaismo, religión tan venerable, era porque no lo conocía. Empieza, pues, enumerando sus títulos, no sólo de judío, sino de judío de pura cepa y con extraordinario celo por las tradiciones patrias (v.2-6; cf. 2 Cor 11:22; Gal 1:13-14; Act 22:3-5). A pesar, sin embargo, de esa su ascendencia judía y de ese sincero celo desplegado, todas esas prerrogativas, que antes consideró como "ventaja," hoy las tiene por "daño" y "estiércol," una vez que ha conocido que sólo de Jesucristo nos viene la justificación y la salud (v.7-11). Pensar de otra manera y dar valor a esas cosas, y a los bienes terrestres en general (v.8), como si de ellos dependiera nuestra salud, sería hacer una injuria a Cristo, mediador único y necesario (cf. Gal 2:21; Col 2:6-12). Cuando el Apóstol habla de "conocimiento" de Cristo (v.5,10), se entiende no de un conocimiento puramente abstracto, sino de un conocimiento que, como es usual en el mundo bíblico, abarca todas las fuerzas del hombre, y en este caso implica transformación interior del que lo adquiere, al irse "conformando" más y más cada día a Cristo paciente, hasta llegar a la resurrección gloriosa (cf. Rom 4:25; 6:3-11; 2 Cor 3:18; 4:10). La oposición que establece entre las dos justicias, la que se busca en la Ley y la que procede de Dios por la fe (v.9), es tema que ha tocado sobre todo en las cartas a Romanos y Calatas (cf. Rom 1:17; 4:1-5; 9:30-33; Gal 2:16; 3:11-14).

Llegado a este punto de su razonamiento, el Apóstol confiesa humildemente que, no obstante haber sacrificado todo por Cristo, todavía no ha llegado a la "perfección" en la vida espiritual, mediante la configuración paulatina con la muerte de El; de ahí que continúa luchando por alcanzar esa meta (v.12-14). El lenguaje está inspirado en las carreras del estadio, ordinarias en las ciudades griegas. Se imagina a sí mismo el Apóstol corriendo hacia Damasco para encadenar a los fieles; pero detrás de él salió otro corredor: Cristo, que le dio alcance y le apresó (v.12). A partir de ese momento, que dividió su vida en dos mitades, se lanza a una nueva carrera detrás de Cristo, no para perseguirlo, sino para poseerlo; y, aunque ya se unió a él, todavía no lo bastante; por eso corre, buscando apresarle y poseerle más plenamente. La expresión "dando al olvido lo que ya queda atrás" (v.13), como el corredor que no piensa más que en la meta, no significa que el cristiano no deba recordar y agradecer las bondades pretéritas de Dios con él, como han hecho los santos y como hace el mismo San Pablo (cf. 1 Cor 15:10; 2 Cor 11:23); 1° Φ16 quiere significar es que la vida cristiana es esencialmente progreso hacia una unión cada vez más estrecha con Dios, y pararse en lo conseguido como si fuera ya la meta final sería la ruina. Hay, pues, que olvidar todo lo que suponga relajación de esfuerzo en la carrera; mas no aquello que contribuya a estimular ese esfuerzo.

Los v.15-16 constituyen una especie de conclusión para los filipenses sobre el modo de enfocar el ideal cristiano. Les dice que cuantos son "perfectos," es decir, cristianos ya formados (cf. 1 Cor 2, 6; 14:20), lo cual no supone que hayan alcanzado la "perfección" (cf. v.12), deben concebir el ideal cristiano de ese modo que él ha expuesto; si ellos, por no ser todavía perfectos, piensan de otra manera, también en esto, como en otras cosas, Dios les hará ver la verdad (v.15). Pero, de cualquier modo, sea cual sea el punto a que hayamos llegado en nuestra carrera hacia la perfección, sigamos adelante, caminando según la misma regla, como si estuviéramos aún en el principio (v.16). Tal parece ser la interpretación más probable de estos dos versículos, cuyo texto no es del todo claro.

 

Cuidado con los que aspiran a lo terreno, 3:17-21.

17 Sed, hermanos, imitadores míos, y atended a los que andan según el modelo que en nosotros tenéis. 18 Porque son muchos los que andan, de quienes frecuentemente os dije, y ahora con lágrimas os lo digo, que son enemigos de la cruz de Cristo. 19 El término de ésos será la perdición, su Dios es el vientre, y sa gloria en su vergüenza, que tienen el corazón puesto en las cosas terrenas. 20 Porque nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde esperamos al Salvador y Señor Jesucristo, 2l que transformará nuestro cuerpo miserable, conforme a su cuerpo glorioso, en virtud del poder que tiene para someter a sí todas las cosas.

 

Continúa el Apóstol tratando de orientar a los filipenses ante los peligros que amenazaban su vida de cristianos. Y, como norma de carácter general, les propone su propio ejemplo y el de sus íntimos colaboradores (v.17), ya que ellos a su vez imitan a Cristo, (cf. 1 Cor 11:1).

Luego, concretando más, se refiere a una clase de hombres, que dice ser "muchos" y a quienes con lágrimas en los ojos se ve precisado a describir como "enemigos de la cruz de Cristo., su Dios es el vientre y su gloria en su vergüenza, que tienen el corazón puesto en las cosas terrenas" (v.18-19). No es fácil saber a quiénes aljida aquí San Pablo. Bastantes autores creen que sigue hablando de los judaizantes, como en la perícopa anterior. Lo de "su Dios es el vientre," sería una alusión a las prescripciones sobre alimentos, a lo que tanta importancia se daba en la religión judía (cf. Rom 14, 14-15; Gal 2:12; Gol 2:16); y lo de "su gloria en su vergüenza," aludiría a la circuncisión, realizada en el prepucio y tenida por máxima gloria entre los judíos. Parece, sin embargo, más probable que no se trata ya de los judaizantes, peligrosos por sus doctrinas, sino de cristianos indignos, amantes del buen vivir, peligrosos por su conducta (cf. 1 Cor 5:1-2; 6:13; 15:32). Ni ello significa que de tales cristianos hubiese "muchos" en la comunidad de Filipos; pues el Apóstol habla en general, incluyendo también otras comunidades, y sabemos que incluso entre sus más cercanos colaboradores existieron tales cristianos (cf. 2 Tim 4:10). Según esto, las expresiones "cuyo Dios es el vientre" y "cuya gloria en su vergüenza" conservarían su significado normal, con referencia al apetito sensual y a poner la gloria en cosas que nos convierten en esclavos y de las cuales más bien nos deberíamos avergonzar.

En contraste con esa clase de hombres que tienen el corazón puesto únicamente en las cosas terrenas, están los auténticos cristianos, que miran el cielo como patria propia, de donde esperan la venida de Jesucristo, que transformará sus cuerpos mortales en cuerpos gloriosos (v.20-21). Esta imagen de "ciudadanía" (πολίτευμα), muy expresiva para los filipenses, ya la había usado San Pablo anteriormente en 1:27; es una ciudadanía jurídica, a la que es preciso hacer honor con una conducta correspondiente 271. En cuanto a la transformación de nuestros cuerpos, que tendrá lugar en la parusia, es tema que el Apóstol trató extensamente en 1 Cor 15, 35-53.

 

Llamada a la concordia y al gozo espiritual, 4:1-9.

1 Así que, hermanos míos amadísimos y muy deseados, mi alegría y m1 Corona, perseverad firmes en el Señor, carísimos" 2 Ruego a Evodia y a Síntique tener los mismos sentimientos en el Señor. 3 Y a ti también, fiel compañero, te ruego que ayudes a esas que han luchado mucho por el Evangelio, conmigo y con Clemente y con los demás colaboradores míos, cuyos nombres están en el libro de la vida. 4 Alegraos siempre en el Señor; de nuevo os digo, alegraos. 5 Vuestra benevolencia sea notoria a todos los hombres. El Señor está próximo. 6 Por nada os inquietéis, sino que en todo tiempo, en la oración y en la plegaria, sean presentadas a Dios vuestras peticiones, acompañadas de acción de gracias. 7 Y la paz de Dios, que sobrepuja todo entendimiento, guarde vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús. 8 Por lo demás, hermanos, atended a cuanto hay de verdadero, de honorable, de justo, de puro, de amable, de laudable, de virtuoso, de digno de alabanza; a esto estad atentos, 9 y practicad lo que habéis aprendido y recibido y habéis oído y visto en mí, y el Dios de la paz será con vosotros.

 

A las exhortaciones precedentes, de carácter general, a las que sirve como de conclusión el v.1 de este capítulo 4, añade ahora el Apóstol algunas otras recomendaciones.

Primeramente, una de índole particular, referente a dos mujeres cristianas de Filipos, Evodia y Síntique, a las que pide concordia y que vivan en buena inteligencia (v.2). No sabemos en qué consistía la discrepancia. Únicamente sabemos que habían sido colaboradoras de Pablo, "luchando a su lado por el Evangelio" (v.3). Α fin de facilitar esa concordia pide la ayuda de una persona que es llamada "fiel compañero" (γνήσιε σύζυγε), aunque este último término podría ser también un nombre propio, Sizigos. Trátese de nombre propio o no, no sabemos quién sea este personaje, tan particularmente unido a Pablo y a su obra 272. Tampoco sabemos quién sea ese "Clemente," citado entre sus colaboradores (v.3). Orígenes, al que luego hicieron eco muchos autores, supuso que era el Clemente, papa romano, del que poseemos la conocida carta a la iglesia de Corinto. Pero no hay pruebas. El nombre de Clemente era entonces frecuentísimo, y en las mismas inscripciones encontradas en Filipos aparece repetidas veces. En cuanto a la expresión "el libro de la vida" (v.3), es una metáfora usada, ya en el Antiguo (cf. Ex 32, 33; Sal 69:29; Dan 12:1), ya en el Nuevo Testamento (cf. Lc 10:20; Ap 3:51 20:15), como si Dios, al igual que solía hacerse en las familias y en los Estados, escribiese en un libro o registro el nombre de sus fieles. Ello significaba que eran como miembros de su familia y habían de juntarse luego con El en la vida eterna. Sin embargo, esto no implica nada en el asunto de la predestinación, pues el Apóstol no pretende afirmar, como algo que se le hubiese revelado, su salud final.

Terminados los avisos individuales, de nuevo el Apóstol, con un afecto paternal desbordante, da diversas recomendaciones generales respecto de la "alegría" cristiana (v.4; cf. 2:18; 3:1), de la "benevolencia" (ν.6), de la confianza en la Providencia (v.6; cf. Mt 6, 25-34), de la "paz" (v.7; cf. Col 3:15; Jn 14:27). La frase "el Señor está próximo" (v.5), intercalada en este contexto, parece tener por finalidad reavivar el ánimo de los filipenses con el pensamiento de la proximidad del Señor, cosa que suele hacer con frecuencia el Apóstol en sus exhortaciones (cf. Rom 13:11-14).

Finalmente, como alimento de esa alegría y de esa vida de paz que nunca deben faltar en el cristiano, les propone un hermoso programa: donde quiera haya algo verdadero, algo noble, algo bueno., tenedlo en cuenta y hacedlo vuestro, informándolo de la savia cristiana (v.8-9). Principio éste de extraordinarias consecuencias. Todo lo humano: riquezas, ciencia, arte, literatura., separado de Cristo, no vale nada (cf. 3:8); pero, si lo informamos de la savia de Cristo, puede tener gran valor 273.

 

 

Epilogo, 4:10-23.

 

Agradecimiento por los socorros recibidos, 4:10-20.

10 Grande fue mi gozo en el Señor desde que vi que habéis reavivado vuestro afecto por mí. n En verdad sentíais afecto, pero no teníais oportunidad de manifestarlo. Y no es por mi necesidad por lo que os digo esto, pues sé muy bien contentarme con lo que tengo. 12 Sé pasar necesidad y sé vivir en la abundancia; a todo y por todo estoy bien enseñado, a la tortura y al hambre, a abundar y a carecer. 13 Todo lo puedo en aquel que me conforta. 14 Sin embargo, habéis hecho bien tomando parte en mis tribulaciones. 15 Bien sabéis vosotros, filipenses, que, al comienzo del Evangelio, cuando partí de Macedonia, con ninguna iglesia tuve cuenta de dado y recibido, sino con vosotros. 16 Porque estando en Tesalónica. más de una vez me enviasteis con qué atender a mi necesidad 17 No es que yo busque dádivas, sino que busco fruto que produzca interés en vuestra cuenta. 18 Tengo ya de todo, vivo en abundancia y estoy al colmo después que recibí de Epafrodito lo que de vosotros me trajo, olor de suavidad, hostia acepta a Dios. 19 Mi Dios colmará todas vuestras necesidades, según sus riquezas en gloria, en Cristo Jesús. 20 A Dios y Padre nuestro, gloria por los siglos de los siglos. Amén.

 

San Pablo no quiere terminar su carta sin agradecer expresamente a los filipenses la generosidad de sus limosnas. Es admirable la delicadeza y altura con que muestra esa gratitud, donde no faltan palabras llenas de amor y reconocimiento, pero manteniéndose siempre en el plano de independencia apostólica necesario.

La afirmación que quiere vaya en primer lugar es la de que sus limosnas le han causado gran gozo, pues demuestran el afecto que le tienen (v.10). Y aún añade, con delicadeza exquisita, que ese afecto es de siempre, pero no habían tenido ocasión de demostrárselo (v.11a). No crean, sin embargo, que lo que le mueve a hablar así es el haber podido satisfacer a sus necesidades materiales, pues sabe pasar hambre y sabe abundar, siendo Cristo quien le da fuerzas para todo (v.11b-13). Dicho en otras palabras: tiene completa libertad de espíritu para no estar atado a cosas materiales, ni de los filipenses ni de nadie.

Salvada esa su independencia apostólica y como tratando de evitar la mala impresión que pudieran haber producido sus palabras, cual si estimase en poco la ayuda recibida, reanuda el elogio de los filipenses y agradece su acción, trayendo a la memoria otras ayudas pasadas, y que sólo de ellos había aceptado (v. 14-16). El lenguaje de "dado y recibido" (ν.16) es lenguaje comercial, que Pablo aplica a su caso. A las iglesias por él fundadas daba bienes espirituales, pero era opuesto a recibir de ellas, en cambio, bienes materiales, a fin de no poner obstáculo alguno a la difusión del Evangelio; únicamente hizo excepción con los filipenses, lo que era prueba de que tenía gran confianza en ellos (cf. 1 Cor 9:12; 2 Cor 11:7-12; Act 18:3; 20:33-34).

Todavía vuelve a insistir en que lo que realmente le alegra no es la "dádiva" o limosna que le han entregado, sino el "fruto" que esa dádiva produce a favor de los filipenses; ella es como un sacrificio ofrecido a Dios en olor de suavidad, y Dios es el que se encargará de la recompensa, colmándoles de toda clase de bendiciones (v.17-19).

Digno remate de esta hermosa perícopa es la doxología final, que brota espontánea en el corazón de Pablo ante el pensamiento de la liberalidad divina (v.20).

 

Saludos y bendición final, 4:21-23.

21 Saludad a todos los santos en Cristo Jesús. Os saludan los hermanos que están conmigo. 22 Os saludan todos los santos, y principalmente los de la casa del César.23 La gracia del Señor Jesucristo sea con vuestro espíritu.

 

La parte dedicada a saludos es muy breve. San Pablo no menciona a nadie en concreto, sino que saluda a "todos" los fieles de Filipos en general (v.21a). Igualmente, manda saludos de los "hermanos" que están con él, sin mencionar a ninguno de estos colaboradores en particular (v.21b), y de "todos" los fieles de la ciudad en que se encuentra. Entre éstos hace mención especial de los de la "casa del César" (v.22); quizás con la finalidad de animar a los filipenses, como dándoles a entender que hasta en el mismo palacio imperial había penetrado el Evangelio. No es probable que se trate de miembros de la familia imperial, de que no quedan testimonios, sino más bien de funcionarios, esclavos y libertos, al servicio del emperador.

La despedida o bendición final (v.23) es la corriente de sus cartas (cf. Gal 6:18), Probablemente es autógrafa, constituyendo esa especie de firma o garantía de autenticidad, de que expresamente habla en otros lugares (cf. Col 4:18).

 

266 Cf. B. Brinkmann, Num S. Paulus Ephesi fuerit captivus: Verb. Dom. 19 (1939) 321-332. — 266* Cf. S. Dockx, Lieu et date de Vép'üre aux Philippiens: Rev. Bibl. 8o (1973) 230-246. — 267 Cf. H. Schumacher, Christus in seiner Praeexistenz und Kenose nach Phil. 2:5-8. (Roma 1914); P. Henry, Kenose: Dict. Bibl.-Suppl., t.5 col.158-161; O, Michel, Zur Exe-gese v. Phil. 2.5-11: Theol. ais Glaubenswagnis (Hamburgo 1954) 79-95; G. Pérez, Humillación y exaltación de Cristo: Cult. Bíbl. 13 (1956) 4-10 y 84-88; P. Dacquino, Π testo cristo-lógico di FU. 2:6-11: Riv. Bibl. 7 (1959) 220-229; J. Jeremías, ¿u Phil. 2:7: Eauton ekenosen: Nouv. Test. 6 (1963) 182-88; A. Feuillet, L'hymne christologique de l'Epítre aux Philip-piens: Rev. Bibl. 72 (1965) 352-380 y 481-507; R. P. Martin, Carmen Christi: Phil. 2:5-11 (Cambridge 1967); J. T. Sanders, The New Testament Christological Hymns (Cambridge 1971); P. Grelot, Deux expressions difficiles de Phil. 2:6-7: Bibl. 53 (1972) 495-5O7· — 268 Cf. B. Rigaux, Sain Paul et ses letres (París 1962) p.184-196. — 269 Gf. M. Laconi, Non rapinam arbitratus est. (Phil 2:6): Riv. Bibl. 5 (1957) 126-140. — 270 Cf. M. Brunec, Cum timore et fremore vestram salutem operamini (PhiL 3:12-13): Verb. Dom. 40 (1962) 270-75. Tratando de conciliar ambas cosas, la acción de Dios y nuestra libertad, escribe San Agustín: "Certum est nos velle, cum volumus; sed ille facit ut veli-mus bonum. Certum est nos faceré, cum facimus; sed ille facit ut faciamus, praebendo vires efficacissimas voluntati" (De gratia et libero arbitrio 16: PL 44:900). — 271 Cf. A. Rolla, La cittadinanza greco-romana e la cittadinanza celeste di Filippesi 3:20: Stud. Paul, intern. cath., II (Roma 1963) 75-80. — 272 Lo que sí parece claro es que se trata de un varón, no de una mujer, como pide el adjetivo masculino "fiel" (γνήσιε). Carece, pues, de fundamento la opinión de Clemente de Alejandría, que luego recoge Orígenes, aunque no la hace suya, de que se trata de la "esposa" (σύζυγος = cónyuge, o que lleva el mismo yugo) de Pablo. Apoyándose en esta opinión, tejió Renán una bella leyenda, diciendo que se trata de Lidia, con quien Pablo se habría casado después de bautizada (cf. Act 16:14-15). Puras fantasías, tanto más que Pablo no estaba casado (cf. 1 Cor 7:7-8). — 273 Cf. J. Levie, Les "wieurs humm'nes" dans la théologie de saint Paul: Bibl. 40 (1959) 800-814.