MENSAJE DE SU SANTIDAD BENEDICTO XVI EN LA PLAZA DE LA VIRGEN DE VALENCIA
Queridos hermanos y hermanas:
Al llegar a Valencia, he querido ante todo visitar el lugar que representa el
centro de esta antiquísima y floreciente Iglesia particular que me recibe: su
bella Catedral, donde he orado ante el Santísimo Sacramento y me he detenido
ante la renombrada reliquia del Santo Cáliz. Allí he saludado a los Obispos, a
los sacerdotes, religiosos y religiosas, que según su propio ministerio y
carisma se esfuerzan por mantener viva la luz de la fe.
Después, ante la Virgen de los Desamparados, que los valencianos veneran con
gran fervor y profunda devoción, le he implorado que sostenga su fe y llene de
esperanza a todos sus hijos. Allí, acompañando a las familias de las víctimas
del Metro, he rezado también con ellas un Padrenuestro por el eterno descanso de
sus seres queridos.
Ahora deseo saludaros con afecto, queridos seminaristas, acompañados de vuestros
familiares, que viven con gozo la dicha de vuestra vocación. El amor, entrega y
fidelidad de los padres, así como la concordia en la familia, es el ambiente
propicio para que se escuche la llamada divina y se acoja el don de la vocación.
Vivid intensamente los años de preparación en el seminario, con la ayuda y el
discernimiento de los formadores, y con la docilidad y confianza total de los
Apóstoles, que siguieron a Jesús prontamente. Aprended de la Virgen María cómo
se acoge sin reservas esta llamada, con alegría y generosidad. Esto lo
recordamos y lo pedimos precisamente en la bella oración del Ángelus que a
continuación rezaremos todos juntos, rogando también «al Señor de la mies que
mande trabajadores a su mies» (Mt 9, 38).
Y ahora, con amor filial y en valenciano, me dirijo a la Virgen, vuestra
Patrona. «Davant de la Cheperudeta vullc dirli: “Ampareumos nit i dia en totes
les necessitats, puix que sou, Verge María, Mare dels Desamparats”.»