sábado, 30 de septiembre de 2006
28
septiembre 2006 ZENIT publica la última de
las cinco respuestas espontáneas que ofreció Benedicto XVI a otras tantas
preguntas de los sacerdotes de la diócesis de Albano, donde se encuentra la
residencia pontificia de Castel Gandolfo. El encuentro tuvo lugar el 31 de
agosto.
Los jóvenes
--Don Gualtiero Isacchi, responsable del servicio diocesano de pastoral
juvenil: Los jóvenes son objeto de una atención especial por parte de nuestra
diócesis. Las Jornadas mundiales los han puesto al descubierto: son muchos y
entusiastas. Sin embargo, por lo general, nuestras parroquias no están
adecuadamente preparadas para acogerlos; las comunidades parroquiales y los
agentes pastorales no están suficientemente preparados para dialogar con
ellos; los sacerdotes, comprometidos en las diversas tareas, no tienen el
tiempo necesario para escucharlos. Sólo nos acordamos de ellos cuando resultan
un problema o cuando los necesitamos para animar una celebración o una
fiesta... ¿Cómo puede un sacerdote expresar hoy la opción preferencial por los
jóvenes, a pesar de una agenda tan cargada? ¿Cómo podemos servir a los jóvenes
a partir de sus valores, en vez de servirnos de ellos para "nuestras cosas"?
--BENEDICTO XVI: Ante todo, quisiera subrayar lo que usted ha dicho. Con
motivo de las Jornadas mundiales de la juventud, y también en otras ocasiones,
como recientemente en la Vigilia de Pentecostés, se pone de manifiesto que en
la juventud hay un deseo, una búsqueda también de Dios. Los jóvenes quieren
ver si Dios existe y qué les dice. Por tanto, tienen cierta disponibilidad, a
pesar de todas las dificultades de hoy. También tienen entusiasmo. Por tanto,
debemos hacer todo lo posible por mantener viva esta llama que se manifiesta
en ocasiones como las Jornadas mundiales de la juventud.
¿Cómo hacerlo? Es nuestra pregunta común. Creo que precisamente aquí debería
realizarse una "pastoral integrada", porque en realidad no todos los párrocos
tienen la posibilidad de ocuparse suficientemente de la juventud. Por eso, se
necesita una pastoral que trascienda los límites de la parroquia y que
trascienda también los límites del trabajo del sacerdote. Una pastoral que
implique también a muchos agentes.
Me parece que, bajo la coordinación del obispo, por una parte, se debe
encontrar el modo de integrar a los jóvenes en la parroquia, a fin de que sean
fermento de la vida parroquial; y, por otra, encontrar para estos jóvenes
también la ayuda de agentes extra-parroquiales. Las dos cosas deben ir juntas.
Es preciso sugerir a los jóvenes que, no sólo en la parroquia sino también en
diversos contextos, deben integrarse en la vida de la diócesis, para luego
volver a encontrarse en la parroquia. Por eso, hay que fomentar todas las
iniciativas que vayan en este sentido.
Creo que es muy importante en la actualidad la experiencia del voluntariado.
Es muy importante que a los jóvenes no sólo les quede la opción de las
discotecas; hay que ofrecerles compromisos en los que vean que son necesarios,
que pueden hacer algo bueno. Al sentir este impulso de hacer algo bueno por la
humanidad, por alguien, por un grupo, los jóvenes sienten un estímulo a
comprometerse y encuentran también la "pista" positiva de un compromiso, de
una ética cristiana.
Me parece de gran importancia que los jóvenes tengan realmente compromisos
cuya necesidad vean, que los guíen por el camino de un servicio positivo para
prestar una ayuda inspirada en el amor de Cristo a los hombres, de forma que
ellos mismos busquen las fuentes donde pueden encontrar fuerza y estímulo.
Otra experiencia son los grupos de oración, donde aprenden a escuchar la
palabra de Dios, a comprender la palabra de Dios, precisamente en su contexto
juvenil, a entrar en contacto con Dios. Esto quiere decir también aprender la
forma común de oración, la liturgia, que tal vez en un primer momento les
parezca bastante inaccesible. Aprenden que existe la palabra de Dios que nos
busca, a pesar de toda la distancia de los tiempos, que nos habla hoy a
nosotros. Nosotros llevamos al Señor el fruto de la tierra y de nuestro
trabajo, y lo encontramos transformado en don de Dios.
Hablamos como hijos con el Padre y recibimos luego el don de él mismo.
Recibimos la misión de ir por el mundo con el don de su presencia.
También serían útiles algunas clases de liturgia, a las que los jóvenes puedan
asistir. Por otra parte, hacen falta ocasiones en que los jóvenes puedan
mostrarse y presentarse. Aquí, en Albano, según he escuchado, se hizo una
representación de la vida de san Francisco. Comprometerse en este sentido
quiere decir entrar en la personalidad de san Francisco, de su tiempo, y así
ensanchar la propia personalidad. Se trata sólo de un ejemplo, algo en
apariencia bastante singular. Puede ser una educación para ensanchar la propia
personalidad, para entrar en un contexto de tradición cristiana, para
despertar la sed de conocer mejor la fuente donde bebió este santo, que no era
sólo un ambientalista o un pacifista, sino sobre todo un hombre convertido.
Me ha complacido leer que el obispo de Asís, mons. Sorrentino, precisamente
para salir al paso de este "abuso" de la figura de san Francisco, con ocasión
del VIII centenario de su conversión convocó un "Año de conversión" para ver
cuál es el verdadero "desafío". Tal vez todos podemos animar un poco a la
juventud para que comprenda qué es la conversión, remitiéndonos a la figura de
san Francisco, a fin de buscar un camino que ensanche la vida. Francisco al
inicio era casi una especie de "playboy". Luego, cayó en la cuenta de que eso
no era suficiente. Escuchó la voz del Señor: "Reconstruye mi casa". Poco a
poco comprendió lo que quería decir "construir la casa del Señor".
Así pues, no tengo respuestas muy concretas, porque se trata de una misión
donde encuentro ya a los jóvenes reunidos, gracias a Dios. Pero me parece que
se deben aprovechar todas las oportunidades que se ofrecen hoy en los
Movimientos, en las asociaciones, en el voluntariado, y en otras actividades
juveniles.
También es necesario presentar la juventud a la parroquia, a fin de que vea
quiénes son los jóvenes. Hace falta una pastoral vocacional. Todo debe
coordinarlo el obispo. Me parece que, a través de la auténtica cooperación de
los jóvenes que se forman, se encuentran agentes pastorales. Así, se puede
abrir el camino de la conversión, la alegría de que Dios existe y se preocupa
de nosotros, de que nosotros tenemos acceso a Dios y podemos ayudar a otros a
"reconstruir su casa". Me parece que, en resumen, nuestra misión, a veces
difícil, pero en último término muy hermosa consiste en "construir la casa de
Dios" en el mundo actual.
Os agradezco vuestra atención y os pido disculpas por lo fragmentario de mis
respuestas. Queremos colaborar juntos para que crezca la "casa de Dios" en
nuestro tiempo, para que muchos jóvenes encuentren el camino del servicio al
Señor.
Traducción del original italiano distribuida por la Santa Sede