El presidente de
Alemania, protestante, da las gracias a Benedicto XVI por su magisterio
En el discurso de bienvenida en Munich
MUNICH, lunes, 11 septiembre 2006 (ZENIT.org).-
Publicamos el discurso de bienvenida que dirigió a Benedicto XVI el presidente
de Alemania, Horst Köhler, que se confiesa protestante, este sábado en el
aeropuerto internacional de Munich.
* * *
Santo Padre,
¡Bienvenido a su patria!
¡Bienvenido a Alemania!
Nos alegra muchísimo tenerle de nuevo entre nosotros.
Fue su deseo preferencial regresar en esta visita que comienza hoy a los lugares
de su patria. Su lugar de nacimiento Marktl, su antigua sede episcopal, Munich,
su antigua Universidad en Ratsibona. Usted se encontrará con su hermano y
visitará la tumba de sus padres.
Me conmueve el que el «Supremo Pastor de la Iglesia Universal», como dice uno de
sus títulos, valore tanto como lo hace usted su origen y su patria.
Origen y patria dejan sus marcas en todos nosotros: la palabra patria encierra
mucho más que una mera definición territorial, Patria es una manera de vivir:
costumbres, música y literatura, son convicciones, son una manera muy especial
de estar en este mundo. Patria implica: relaciones humanas, amigos, colegas,
miembros de la familia y en especial los padres y los hermanos. Cuando decimos:
tenemos una patria también decimos: no existimos por nosotros mismos ni nos
hemos hechos solos. Procedemos de otros y de lo Otro. Al decir que tenemos una
patria, entonces también profesamos nuestra contingencia y la forma concreta que
iba forjando nuestra vida.
Pero siempre las personas del mundo se han visto obligados a dejar su patria,
por guerras o persecución, y muchos también porque de donde proceden no tienen
con que vivir, no tienen una base para vivir y buscan un nuevo comienzo en el
extranjero.
Así se van mezclando los pueblos, culturas y religiones como nunca jamás. Para
que esto suceda de manera pacifica hace falta mucho más que antes el respeto y
el reconocimiento del otro. Pero una convivencia pacifica sólo se dará cuando
llegamos a una justa participación de todos en los bienes de esta tierra. Uno de
sus antecesores, Pablo VI, lo expresó con la formula: «El desarrollo es el nuevo
nombre de la paz». Usted ha desarrollado este pensamiento en su encíclica,
basándose en la Doctrina social de la Iglesia. Todos los hombres de buena
voluntad se lo van a confirmar.
Santo Padre, aún recuerdo las imágenes de la Jornada mundial de la Juventud.
Aquellos días ofrecieron un empuje fortísimo que siguen impulsándonos.
Permítanme repetir y reforzar lo que dije en aquel entonces al saludarle: Las
Iglesias alemanas tienen fuerzas y energías que enriquecen a todo el país. Esto
se refiere en especial al trabajo con los jóvenes. Muchos jóvenes se comprometen
gratuitamente y se entregan a otros desde sus convicciones más profundas y van
encontrando y transmitiéndolo así de una manera muy sana.
Poco después de la Jornada Mundial de la Juventud fue muy importante para mí
participar en el funeral del asesinado Hermano Roger, en Taizé, tan apreciado
también por usted. Ahí me han impresionado el ambiente y el espíritu ecuménico.
La presencia del Cardenal Kasper como celebrante principal fue para mí un signo
esperanzador.
Santo Padre, especialmente en Alemania, que fue la cuna de la reforma
evangélica, el deseo de muchos cristianos es un impulso decidido al
entendimiento ecuménico, y si se puede decir al progreso ecuménico. Sé que no se
puede poner fin de un plumazo a casi 500 años de desarrollo teológico y de
diferentes prácticas religiosas y sé que precisamente en los últimos cincuenta
años se ha dado un intenso acercamiento. Pero, como protestante, tengo la
esperanza de que esta evolución ecuménica prosiga, en el mutuo respeto y en el
reconocimiento de las esenciales afinidades. Son más los elementos de unión que
de separación,
Desde todas las partes del mundo viene gente a Roma para escucharle a usted,
cuando va explicando la fe. Esta afluencia muestra la gran confianza que le
tienen los hombres y cómo se apoyan en usted. Y aunque no puedan seguirle en
todo a usted, lo hacen con gran respeto ante la sabiduría y la forma convincente
de su hablar y de su pensar.
Usted ha hablado, no sólo en su primera encíclica, de la fe como una opción
positiva, de una gran oferta, de una invitación. «Deus caritas est», «Dios es
amor» fue el titulo de su primer mensaje al mundo entero. Yo lo entiendo como un
llamamiento urgente a todas las religiones a la reflexión y constatación.
Si religión y fe son instrumentalizadas con fines terrenales, entonces algo
falla. Y si se usan para justificar la guerra, el terror o asesinatos
planificados, entonces ya es un error total.
Usted, Santo Padre, desde el principio de su pontificado, ha combatido no sólo
con un llamamiento apasionado, sino también con decisión teológica y fuerza
intelectual este tipo de abuso de la religión, que desacredita cualquier
convicción religiosa. Espero que su mensaje encuentre cada vez más oídos
abiertos y cabida en los corazones y mentes en todo el mundo. Queremos que este
planeta tierra pueda llegar a ser una buena patria, vivamos donde vivamos.
Aquí y ahora, Santo Padre, le doy la Bienvenida en su patria en nombre de todos
los alemanes:
Bienvenido a Munich,
Bienvenido a Baviera,
Bienvenido a Alemania.
[Traducción del original alemán realizada por Zenit]