Benedicto XVI presenta las figuras de Timoteo y Tito
Intervención en la audiencia general
CIUDAD DEL VATICANO, miércoles, 13 diciembre 2006 (ZENIT.org).-
Publicamos la intervención de Benedicto XVI en la audiencia general de este
miércoles dedicada a comentar las figuras de dos de los colaboradores más
cercanos de san Pablo apóstol: Timoteo y Tito.
* * *
Queridos hermanos y hermanas:
Después de haber hablado ampliamente del gran apóstol Pablo, hoy tomamos en
consideración a dos de sus colaboradores más cercanos: Timoteo y Tito. A ellos
están dirigidas tres cartas tradicionalmente atribuidas a Pablo, de las que dos
están destinadas a Timoteo y una a Tito.
«Timoteo» es un nombre griego y significa «que honra a Dios». Mientras Lucas, en
los Hechos de los Apóstoles, le menciona seis veces, Pablo en sus cartas le
nombra en 17 ocasiones (además aparece una vez en la Carta a los Hebreos).
Podemos deducir que para Pablo gozaba de gran consideración, aunque Lucas no nos
cuenta todo lo que tiene que ver con él. El apóstol, de hecho, le encargó
misiones importantes y vio en él una especie de «alter ego», como se puede ver
en el gran elogio que hace de él en la Carta a los Filipenses. «A nadie tengo de
tan iguales sentimientos («isópsychon») que se preocupe sinceramente de vuestros
intereses» (2,20).
Timoteo había nacido en Listra (a unos 200 kilómetros al noroeste de Tarso) de
una madre judía y de un padre pagano (Cf. Hechos 16, 1). El hecho de que la
madre hubiera contraído un matrimonio mixto y que no hubiera circuncidado a su
hijo hace pensar que Timoteo se crió en una familia que no era estrictamente
observante, aunque se dice que conocía las Escrituras desde la infancia (Cf. 2
Timoteo 3, 15). Se nos ha transmitido el nombre de su madre, Eunice, y el de su
abuela Loida (Cf. 2 Timoteo 1, 5).
Cuando Pablo pasó por Listra al inicio del segundo viaje misionero, escogió a
Timoteo como compañero, pues «los hermanos de Listra e Iconio daban de él un
buen testimonio» (Hechos 16, 2), pero «le circuncidó a causa de los judíos que
había por aquellos lugares» (Hechos 16, 3). Junto a Pablo y Silas, Timoteo
atravesó Asia Menor hasta Tróada, desde donde pasó a Macedonia. Se nos dice que
en Filipos, donde Pablo y Silas fueron acusados de alborotar la ciudad y
encarcelados por haberse opuesto a que algunos individuos sin escrúpulos se
aprovecharan de una joven adivina (Cf. Hechos 16, 16-40), Timoteo quedó libre.
Cuando después Pablo se vio obligado a viajar hasta llegar a Atenas, Timoteo le
alcanzó en esa ciudad y desde allí fue enviado a la joven Iglesia de Tesalónica
para confirmarla en la fe (Cf. 1 Tesalonicenses 3,1-2). Se unió después al
apóstol en Corinto, dándole buenas noticias sobre los tesalonicenses y
colaborando con él en la evangelización de esa ciudad (Cf. 2 Corintios 1, 19).
Volvemos a encontrar a Timoteo en Éfeso, durante el tercer viaje misionero de
Pablo. Desde allí, el apóstol escribió probablemente a Filemón y a los
Filipenses, y ambas cartas son redactadas junto a Timoteo (Cf. Filemón 1;
Filipenses 1, 1). De Éfeso, Pablo le envió a Macedonia junto a un cierto Erasto
(Cf. Hechos 19,22) y después a Corinto, con el encargo de llevar una carta, en
la que recomendaba a los corintios que le dieran buena acogida (Cf. 1 Corintios
4,17; 16,10-11).
Aparece otra vez como co-redactor de la Segunda Carta a los Corintios, y cuando
desde Corintio Pablo escribe la Carta a los Romanos, transmite los saludos de
Timoteo, así como el de los demás (Cf. Romanos 16,21). Desde Corinto, el
discípulo volvió a viajar a Tróada, en la orilla asiática del Mar Egeo, para
esperar allí al apóstol que se dirigía hacia Jerusalén al concluir su tercer
viaje misionero (Cf. Hechos 20, 4).
Desde ese momento, en la biografía de Timoteo, las fuentes antiguas sólo nos
ofrecen una mención en la Carta a los Hebreos, donde puede leerse: «Sabed que
nuestro hermano Timoteo ha sido liberado. Si viene pronto, iré con él a veros»
(13, 23).
Concluyendo, podemos decir que la figura de Timoteo destaca como la de un pastor
de gran importancia. Según la posterior «Historia eclesiástica» de Eusebio,
Timoteo fue el primer obispo de Éfeso (Cf. 3, 4). Algunas de sus reliquias se
encuentran desde 1239 en Italia, en la catedral de Termoli, en Molise,
procedentes de Constantinopla.
Por lo que se refiere a la figura de Tito, cuyo nombre es de origen latino,
sabemos que era griego de nacimiento, es decir, pagano (Cf. Gálatas 2, 3). Pablo
se lo llevó a Jerusalén con motivo del así llamado Concilio apostólico, en el
que se aceptó solemnemente la predicación a los paganos del Evangelio sin los
condicionamientos de la ley de Moisés.
En la Carta que le dirige, el apóstol le elogia definiéndole «verdadero hijo
según la fe común» (Tito 1, 4). Después de que Timoteo se fuera de Corinto,
Pablo envió a Tito con la tarea de hacer un llamamiento a la obediencia a esa
comunidad rebelde. Tito llevó la paz entre la Iglesia de Corinto y el apóstol
escribió estas palabras: «el Dios que consuela a los humillados, nos consoló con
la llegada de Tito, y no sólo con su llegada, sino también con el consuelo que
le habíais proporcionado, comunicándonos vuestra añoranza, vuestro pesar,
vuestro celo por mí hasta el punto de colmarme de alegría… Eso es lo que nos ha
consolado. Y mucho más que por este consuelo, nos hemos alegrado por el gozo de
Tito, cuyo espíritu fue tranquilizado por todos vosotros». (2 Corintios
7,6-7.13). Pablo volvió a enviar Tito --a quien llama «compañero y colaborador»
(2 Corintios 8, 23)-- para organizar la conclusión de las colectas a favor de
los cristianos de Jerusalén (Cf. 2 Corintios 8, 6). Ulteriores noticias que se
encuentran en las cartas pastorales hablan de él como obispo de Creta (Cf. Tito
1, 5), desde donde, por invitación de Pablo, se unió al apóstol en Nicópolis, en
Epiro, (Cf. Tito 3,12). Más tarde fue también a Dalmacia (Cf. 2 Timoteo 4, 10).
No tenemos más información sobre los viajes sucesivos de Tito ni sobre su
muerte.
En definitiva, si consideramos juntas las dos figuras de Timoteo y de Tito, nos
damos cuenta de algunos datos muy significativos. El más importante es que Pablo
se sirvió de colaboradores en el desarrollo de sus misiones. Él es, ciertamente,
el apóstol por antonomasia, fundador y pastor de muchas Iglesias. De todos
modos, queda claro que no lo hacía todo solo, sino que se apoyaba en personas de
confianza, que compartían el esfuerzo y las responsabilidades.
Cabe destacar además la disponibilidad de estos colaboradores. Las fuentes con
que contamos sobre Timoteo y Tito subrayan su disponibilidad para asumir las
diferentes tareas, que con frecuencia consistían en representar a Pablo incluso
en circunstancias difíciles. Es decir, nos enseñan a servir al Evangelio con
generosidad, sabiendo que esto implica también un servicio a la misma Iglesia.
Acojamos, por último, la recomendación que el apóstol Pablo hace a Tito en la
carta que le dirige: «Es cierta esta afirmación, y quiero que en esto te
mantengas firme, para que los que creen en Dios traten de sobresalir en la
práctica de las buenas obras. Esto es bueno y provechoso para los hombres» (Tito
3, 8). Con nuestro compromiso concreto, debemos y podemos descubrir la verdad de
estas palabras, y realizar en este tiempo de Adviento obras buenas para abrir
las puertas del mundo a Cristo, nuestro Salvador.
[Traducción del original italiano realizada por Zenit. Al final de la
audiencia, el Papa saludó en varios idiomas a los peregrinos. En español, dijo:]
Queridos hermanos y hermanas:
En la catequesis de hoy consideramos las figuras de Timoteo y Tito, dos de los
colaboradores más estrechos de san Pablo. Timoteo fue enviado por el Apóstol
para algunas misiones importantes, lo cual demuestra la gran consideración en
que lo tenía. Al inicio de su segundo viaje misionero, Pablo lo eligió como
compañero, recorriendo juntos Asia Menor, Macedonia, y llegando hasta Atenas.
Durante el tercer viaje apostólico, encontramos a Timoteo en Éfeso, desde donde
fue enviado para cumplir diversos encargos. Aparece también junto al Apóstol en
algunas de sus Cartas, así como el saludo final en la Carta a los Romanos. En
cuanto a Tito, sabemos que Pablo lo llevó consigo a Jerusalén para participar en
el llamado Concilio apostólico. El Apóstol le dirigió también una Carta y le
encargó varias misiones, como la pacificación en la comunidad de Corinto o la
colecta para los cristianos necesitados de Jerusalén.
La consideración de estas dos figuras nos enseña, en primer lugar, cómo Pablo se
sirve de unos colaboradores de confianza para llevar a cabo su misión. Por otra
parte, destaca la disponibilidad de los mismos y su prontitud a la hora de
asumir diversos encargos, a veces nada fáciles, enseñándonos así a servir con
generosidad la gran causa del Evangelio.
Saludo cordialmente a los visitantes de lengua española. En especial a la
parroquia Santa María Reina de Barcelona, a la Estudiantina de la Universidad
Autónoma de Querétaro (México), - ¡muchas gracias por vuestro canto! - así como
a los demás peregrinos de España y Latinoamérica. Siguiendo el ejemplo de
aquellos primeros colaboradores de los Apóstoles, os animo a anunciar con
valentía y entrega en vuestra vida a Cristo, el único Salvador de los hombres.
¡Muchas gracias por vuestra visita!
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