Capítulo VI
DIÁLOGO CON LAS RELIGIONES


Desde la primera encíclica de Pablo VI 1, el diálogo se ha convertido en el tema principal de la Iglesia y de la misión. El Papa comprende a la Iglesia como la «madre bondadosa y servicial de la salvación» de todos los hombres. Por ello, su «profundo deseo personal» —carga y, al mismo tiempo, estímulo— es entrar en diálogo con «los hombres de nuestro tiempo», y llevar este diálogo de forma correcta 2. El amor le urge a realizar este «diálogo», así lo reconoce el Papa; la Iglesia quiere convertirse ella misma en «palabra, en mensaje y en diálogo»; el diálogo es «uno de los puntos de vista más importantes» de la vida actual de la Iglesia. El Papa quiere esforzarse en obtener la «auténtica y profunda disposición» para llevar este diálogo; el diálogo deberá convertirse en el signo de su pontificado 3. El diálogo pertenece a la esencia de la religión cristiana: la religión, como tal, es diálogo entre Dios y los hombres. La revelación se realiza de forma dialógica. La historia de la salvación es un largo y multiforme diálogo, que partiendo de Dios se configura en un diálogo multiforme con los hombres. Al estilo del diálogo de salvación de Dios, el de la Iglesia es sin límites y sin cálculos. Está caracterizado por su corrección, su aprecio por los valores, por su simpatía y su benevolencia. Respeta la libertad del individuo 4. El Papa quiere empezar el diálogo en cuatro campos: 1. el campo de todos los hombres; 2. el de aquellos que adoran al Dios altísimo, a quien también nosotros honramos. 3, el de los hermanos separados, y 4. el de la iglesia romano-católica
5.

  1. Ecclesiam suam 6.8.1964, en: MS 56 (1964) 609-659; el texto alemán en: Heiderkorrespondenz 18 (1964) 567-583.

  2. Herderkorrespondenz 18 (1964) 568.

  3. lbidem, 577.

  4. lbidem, 577s.

  5. Miden!, 580-583.


1. PENSADORES TEOLÓGICOS PIONEROS

La moderna discusión sobre las religiones comenzó en serio con Jean Daniélou (1905-1974). Para encontrar en balance entre las ideas pesimistas del rechazo de todos los no cristianos y de la afirmación optimista de la igualación teológica de todas las religiones, distingue él religiones «cósmicas» y religiones reveladas. En las primeras se pone de manifiesto la religiosidad fundamental de todos los hombres, su ansia de Dios y su búsqueda de entrar en comunión con él. En este esfuerzo el hombre no queda sin la ayuda de Dios. El resultado de esta búsqueda de Dios, a la que el mismo Dios acompaña, son las «religiones» con sus ritos, sus convicciones religiosas, sus tradiciones. Las «religiones reveladas» –judaísmo, Islam, Cristianismo– están, según Daniélou en otra esfera. En ellas el movimiento no va desde bajo hacia arriba, sino desde arriba hacia abajo: Dios irrumpe en la historia de la humanidad, se da a conocer a sí mismo, ofrece la salvación y la otorga. El es el que libera de las cadenas del pecado original, eleva la naturaleza humana y la recibe por su gracia en su propia vida. Las religiones cósmicas son muy bien capaces de llevar al conocimiento de la existencia de Dios, de su invariabilidad, de su omnisciencia, de su infinitud, pero no al de la vida íntima de Dios, que sólo es posible mediante la revelación. Una revelación tal de Dios mismo sucedió, en parte, en el Antiguo Testamento, pero, definitivamente, se hizo en la persona y en la obra de Jesucristo. Aquí se basa la superioridad de las religiones reveladas con respecto a las religiones cósmicas: la del cristianismo, porque es revelación del Hijo de Dios. «Resplandor de su gloria» e «imagen de su ser» (Hb 1, 3); la del judaísmo, porque es la espera del Mesías prometido. Los valores de las religiones no cristianas se sitúan en la esfera del conocimiento natural y en realidad no unen con Dios; son sólo «preparaciones» para el Evangelio. Si los hombres, con todo, se salvan fuera del cristianismo, esto ocurre, en el mejor de los casos, en las religiones, en ningún caso por ellas, sino más bien por la misteriosa providencia salvífica de Dios 6.

Karl Rahner (1904-1984) se esfuerza por conseguir una visión positiva de las religiones no cristianas. Él parte de la voluntad general salvífica

6. S. J. Daniélou. Le mystére du dalut des notions (1948); Dielt et Haus (1956); Les saints paiens de IÁncien Testament (1956); The Advent of Salvado,,. A Comparative Svudv of Non-Christian Religions und Christianity (1962; Traducción de R. Scheed); cfr. R. E. Verastegui, Chrsitianisme et religions non-chrétiennes: Analyse de la «tendance Daniélou», en: Euntes docete 23 (1970) 227-279.

de Dios: Si Dios quiere la salvación de todos los hombres –salvación en sentido sobrenatural–, todos los hombres deben tener la posibilidad de conseguir esta salvación. Debido a la estructura social del hombre, esto no sucede realmente por una intervención inmediata de Dios sobre cada hombre en particular, sino sobre la comunidad, en la que éste vive. Lo más claro es, pues, que suceda por medio de la religión de las respectivas comunidades: Dios habla a los hombres por medio de su religión; la respuesta de los hombres sucede en la vida diaria; el contexto social en el que se realiza todo esto es la respectiva tradición religiosa. Toda la historia es, por ello, «historia de salvación», y no la historia especial de la salvación que empezó con Jesucristo y que se realiza en la expresa fe en Jesucristo y por la Iglesia. La Iglesia es el signo más visible y objetivo de la obra salvífica de Dios, pero esto no significa que Dios no obre su salvación también fuera de la Iglesia. En la Iglesia se hace visible la acción salvífica de Dios, temática, consciente, explícita. Las religiones no cristianas son «legítimas», mientras no entren en contacto con el Evangelio; pierden su legitimidad tan pronto como sus seguidores oigan el mensaje de la Iglesia. La búsqueda religiosa de los hombres fuera de una «religión revelada» no es, con todo, una mera tendencia humana. «natural», sino una tendencia «sobrenatural», actuada por la acción salvífica de Dios 7. La mayoría de los autores católicos, que han escrito sobre la problemática de las religiones, parten de Daniélou y de Rahner 8

Entre los protestantes fue la teología de Karl Barth la que tuvo una influencia más estable. Las religiones son, según él, una mera búsqueda humana de conseguir la salvación que sólo Dios puede dar. En consecuencia, son «falsas». Desde sí mismas nunca podrán tender el puente hacia Dios, que es el totalmente otro, el totalmente trascendente. El puente entre la humanidad y Dios es Jesucristo, por el que Dios se acerca de nuevo al hombre; él es el úl-

  1. K. Rahner, Das Christentum und die nichtchristlichen Religionen, en: Schriften zur Theologie V (1962); Natur und Gnade nach der Lehne der katholischen Kirche, en: L. Reinisch, Theologie heute (21960) 89-102; Erlösungswirklichkeit in der Schöpfimg.swirklichkeit, en: Catholica 13 (1959) 100-127; Anonynancs Christianity and the Missionaty Task of die Church, en: Theological Investigations 12: Connfrottations 2 (1974) 1161-180; Anonymous Christiasn, en: TI 6: Conceraing Vatican Couneil 11(1969) 390-398); Historv of the World and Sal vatios History, en: TI 5, 97-114.

  2. Junto a los escritos de Rahner, cfr. H. R. Schlette, Die Religionen als Thema der Theologie (1964); Idem, Einführung in das Studium der Religionen (1971); H. Bürkle, Eit fihrung in die Theologie der Religionen (1977, con Bibliografía); H. Küng et alii, Christentum und Weltreligionen (1977); Th. Andrens, Heilsverküindigung in einer Welt vieler Religionen. Überlegungen zu Dialog und Mission. en: Unce Sancta 45 (1900) 20-27, 38; A. Seumois. Mission, dialogue et salut, en: Le salut aujourd lnii. Congrés hMternational de Missiologie, en: Studia Urbatiana 36 (1990) 129-143; J. Peter, Evangelization and Dialogue, en: Vidyajoti Journal of Theological Reflection 54 (1990) 401-411.

timo y definitivo salvador de los hombres, del que proviene toda justificación. Según Barth no hay ninguna revelación fuera del cristianismo, y, por consiguiente, tampoco ninguna justificación y ninguna salvación. Cristo no es el «cumplimiento de toda ansia humana, sino algo completamente nuevo; el ansia humana religiosa es impotente, es locura» 9. Un «Cristomonismo» de esta envergadura cayó a muchos simpático, pero la oposición tan duramente formulada entre cristianismo y religiones no cristianas despertó, igualmente, malestar y ha sido hasta hoy objeto de discusión en círculos misioneros.


2. SOBRE EL DIÁLOGO CON LAS RELIGIONES

El papa Pablo VI comprendió su ministerio como una continuación del diálogo salvífico de Dios con toda la humanidad, cuyo círculo más exterior eran los que no conocen al verdadero Dios. La primera forma del diálogo con los miembros de las religiones no cristianas es también, según él, la predicación directa de la palabra de Dios (que tiene que realizarse de forma dialógica); la segunda consiste en todo aquello que prepara a la predicación misionera, incluyendo el trato amistoso con ellos y el esfuerzo común en la solución de sus problemas. El Papa no desarrolla, por cierto, ningún tipo de «teología» de las religiones, pero sabe muy bien de los valores que se contienen en ella y ve, por ello, que el diálogo y el intercambio espiritual tienen sentido 10.

La intención de la Aclaración sobre la relación de la Iglesia con las religiones no cristianas (Nostra Aetate) no fue presentar una teología de las religiones, aunque bien es cierto que hace referencia al origen común y a la común meta de todos los hombres; al hecho de que muchas culturas hayan alcanzado un extraordinariamente alto nivel religioso y den respuesta a las preguntas fundamentales; a que se encuentren en ellas rasgos de la verdad divina; a que tengan muchas cosas en común con los cristianos y a que, por ello, haya un buen fundamento para el diálogo. De manera semejante se manifiestan la Constitución dogmática sobre la Iglesia y el Decreto sobre las misiones. La necesidad de que la salvación venga de Cristo queda incólume, pero la posibilidad de salvación de los hombres fuera de la Iglesia queda expresamente subrayada con la re-

9.S. K. Barth, The Revelation of God as the Abolitioo of Religion, Section 17; Cluu•ch S Dogmaties, vol. 1. part. 2: The Doctrin of Me Word of God (1956) 280-361.

10. Cfr. su encíclica Ecclesiarn suam y lo dicho como introducción a este capítulo.

ferencia a la voluntad de Dios de que todos los hombres se salven. En LG 16 se dice:

«Los que sin culpa no conocen el Evangelio de Cristo y su Iglesia, pero buscan a Dios con sincero corazón e intentan en su vida, con la ayuda de la gracia, hacer la voluntad de Dios, conocida a través de lo que les dicta su conciencia, pueden conseguir la salvación eterna».

Más que cualquier otro documento conciliar subraya el Decreto sobre las misiones el carácter misionero del diálogo, esto es, del diálogo como primer paso para conocer a Jesucristo, que es el camino, la verdad y la vida (AG 8, 13) 11.

Precisamente en esta terreno se movía el papa Pablo VI en sus viajes y en las alocuciones a los pueblos. El subrayaba lo que nos era común. Pedía un mejor entendimiento. Destacaba la colaboración. Él hablaba con respeto sobre los valores espirituales y morales de las otras religiones. Pero no dejó nunca de poner la fe cristiana como la única verdadera y de subrayar que Cristo significa para todos la plenitud 12.

El Secretariado para los no cristianos —hoy Pontificium Consilium pro Dialogo ínter Religiones— tenía por cometido sopesar las distintas opiniones teológicas y aclarar su relación con las Congregación para la evangelización de los pueblos (De Propaganda Fide), que dicho de forma más aguda significa: ¿Tiene el «diálogo» que ponerse en lugar de la «Misión» y suprimirse Propaganda Fide? Ésta no fue ni mucho menos la intención del Secretariado. Éste buscaba —así lo subrayaba— sólo el contacto con aquellos que de forma consciente están alejados de la Iglesia y no tienen ningún interés por el cristianismo. Y si por medio del diálogo se llega a contactos amistosos; si así desaparecen fronteras y prejuicios; si de esta manera se crean simpatías por la Iglesia, tanto mejor, pues así el diálogo se convierte en una preparación para lo cristiano y, en el mejor de los casos, en «misión».

En el primer período de los trabajos del Secretariado (1964-1967) se trató de las cuatro cuestiones fundamentales: ¿Hasta qué punto tienen los no cristianos un conocimiento de Dios? ¿De qué manera pueden recibir la gracia de la salvación? ¿Qué significación tienen las religiones en la trasmisión de la salvación? ¿Qué significa: fuera de la Iglesia no hay salvación?

  1. S. P. Rossario, Quid de non christianis CEcanenicum Conciliutn Vaticanurn 11 docuerit. en: Secretariato pro non christianis 1 (1966) 15-22.

  2. Cfr. Secretariado para los no cristianos: Raccolta di test, di S.S. Paolo VI concententi i rapporti con le religioni non-christiate (1965). El Boletín del Secretariado publica regularmente Ertracts fron, sollte recent discourses of the Holy Father.

Con respecto a la primera cuestión, los consultores defendieron la doctrina tradicional católica de que era posible un cierto conocimiento de Dios desde la naturaleza y en conciencia. En referencia a las personas como Melquisedech, Job, Noé y otros se inclinaron hacia la aceptación de una revelación «sobrenatural» fuera del cristianismo (y del judaísmo).

En la segunda cuestión, no se trataba tanto de si los no cristianos pueden «salvarse», sino de cómo sucedería esto. Fundamentalmente, dijeron 1. Que Jesucristo es el único mediador; que la Iglesia fundada por El tiene que continuar su obra en el tiempo. 2. Como Dios quiere la salvación de todos, dará a todos también la gracia correspondiente. 3. Nadie se salva por su propios méritos, sino por Dios que da la gracia al que acepta su ofrecimiento, cree en Jesucristo, el Redentor y se bautiza en su nombre. La fe en Jesucristo podría ser una fe «implícita» y el bautismo un «bautismo de deseo». Este principio de la fe implícita y del bautismo de deseo se aplicaría a los que vivieron antes de Jesucristo, pero también a los hombres después del nacimiento de Cristo, a quienes la obra redentora de Jesús no hubiera sido anunciada de manera que pudieran creer con responsabilidad.

Sobre las religiones no cristianas se dijo: Podrían ser un impedimento para llegar a Cristo, pero podrían también prepararlo. No son un medio de salvación querido por Dios. En ellas se puede alcanzar la salvación (no por ellas); ellas no están en el ámbito de la Iglesia instituida por Cristo. Por razón de la fe implícita de estos hombres pertenecen a Cristo y por ello también —de forma misteriosa— a la Iglesia («cristianos implícitos»). Nadie dudaba de los valores reales dentro de las religiones no cristianas, pero algunos de los consultores llegaron a ver en ellas valores que de alguna manera podrían ser referidos a la revelación.

Serios problemas causó el axioma: Fuera de la Iglesia no haya salvación. Una interpretación estricta —fe expresa y bautizo de agua— lo desecharon todos. Sin embargo, se vio que un principio tan duramente formulado sería un impedimento para el trato sin prejuicios con otros. Habría que eliminarlo, pero se temían hacerlo por la larga historia del axioma. Se esforzaron, pues, los consultores en dar una interpretación positiva, algo así como: «La Iglesia es en el único principio de salvación y la ofrece a todos; ella la ofrece por medio de la fe implícita a aquellos que no pertenecen a ella no por su culpa» 13.

13. Estos datos se encuentran en un informe de P. Humbertclaude, por entonces secretario del Secretariado sobre una recopilación de consultores de 1965: A propos du salut des non-clu-étien (Archivo del Secretariado); la última cita, lbidem 13.- Al Secretariado pertenecían en sus fases iniciales gente como Anawati, Daniélou, De Lubac, Dumouli, Griffiths. Masson, Spae (lista completa en: Secretariatus pro non christianis, Bulletin 1 [1966] 6-8).

Las discusiones protestantes sobre el trato correcto con los no cristianos comenzaron en la sesión del Consejo Internacional de Misiones en Tambaram, Madras (1938)14, en la que encontraron una fuerte oposición el pesimismo sobre las religiones de Karl Barth (1886-1968) y Hendrik Kraemer (1888-1965), partidario del mismo. Pero la discusión propiamente dicha sólo comenzó después de la segunda guerra mundial. Se buscaba encontrar la íntima relación entre el cristianismo y las religiones no cristianas. La conferencia sobre misiones de México ciudad (1963) propuso la cuestión sobre la relación entre diálogo y testimonio. La consulta Kandy de febrero de 1967 consiguió dar un paso adelante, reconociendo la unicidad de la mediación de Jesucristo, pero sin limitarla a los límites visibles de la iglesia. Cristo, el Redentor, estar fa presente y activo en todas partes. El himno cristológico de la carta a los colosenses (1, 6ss.) ofreció la idea del Cristo «cósmico». El pensamiento de la encarnación iba en esta dirección. El acontecimiento de Cristo había sido decisivo en el proceso de la redención, pero el estrechamiento «exclusivista» a la iglesia estaría equivocado. En la aclaración Kandy se dice: «Creemos que Cristo está presente allí donde un cristiano dialogue con nobleza con otros hombres; el cristiano está convencido de que Cristo puede hablarle a través del vecino, de la misma manera que él habla con el vecino. El diálogo es un esfuerzo positivo para llegar a una profunda comprensión de la verdad, siendo conscientes, en una conversación común, de las convicciones y de los testimonios mutuos. Incluye la espera de algo nuevo: la disposición de cambiar uno mismo y de ejercer influencia sobre otros» 15. La aclaración Kandy se identificaba expresamente con LG 16, según la cual la fe implícita en Dios y la disposición de hacer su voluntad son suficientes para alcanzar la salvación.

La cuarta reunión plenaria del Consejo Mundial de las Iglesias (Upsala 1968) habló, aunque no de forma expresa, sobre el diálogo, pero lo recomendó claramente como complemento de la predicación y como parte del «testimonio total» 16. Otras reuniones —Ajaltoun (Líbano), Zürich, Addis Abeba— estudiaron la teología bajo la recomendación del diálogo. En Addis Abeba (1971) el Consejo Central del Consejo Mundial de las

  1. S. G. Vallé, Mouvement oecuménique et religions non-chrétiemies. Un débat mcuménique sur le rencontre interreligieuse de Tambaram á Uppsala (1938-1968) (1975); C. F. Hallencreutz, Nen' Approaches to Men of Other Faiths, 1938-1968: A Theological Discussion (1970).

  2. Chrisstiaaans in Dialogue with Men Other Faiths. Statement Drawn up hy the Protestant/Orthodor/Catholic Consuhation Coiwened by the WCC at Kandv, Ceylon, en: Studv Encoimter 3/2 (1967) 55.

  3. Cfr. ER 21 (1969) 368.

Iglesias determinó como subsección responsable para el diálogo a Sub-Unit for Dialogue with People of living Faiths and Ideologies (DFI). Todo esto pone de manifiesto que el objetivo del diálogo se impuso también en el Consejo de las Iglesias. Se habían despedido del cristomonismo de décadas anteriores y se habían luchado hasta convencerse de que la presencia salvífica de Dios en el Espíritu Santo puede hacer de todos los hombres hijos de Dios; esto sucedería en la historia religiosa de la humanidad 17. Es precisamente esto último a lo que se oponen los distintos grupos de los evangelicales, que subrayan la predicación del mensaje cristiano de tal manera que no queda espacio alguno para el diálogo.


3. DOCUMENTOS ECLESIALES SOBRE EL DIÁLOGO 18

3.1 Diálogo y Misión: Ideas e indicaciones sobre la postura de la Iglesia ante los fieles de otras religiones

Esta aclaración es el resultado de las reflexiones o consultas que durante 20 años ha realizado el Secretariado para los no cristianos. El Papa la suscribió el 10 de junio de 1984. El tema central de la aclaración es la relación entre diálogo y misión, una cuestión fundamental sobre todo para los misioneros y los pertenecientes a órdenes misioneras. Así, la primera parte trata sobre el tema «misión», la segunda sobre «diálogo», y la tercera parte intenta hacer un puente entre «diálogo y misión».

El documento retrotrae la misión al amor salvífico de Dios, que se ha revelado en Cristo y por el Espíritu Santo está presente en el mundo. La Iglesia es un signo vivo de este amor. El amor es la fuente y la meta de la misión eclesial y determina la manera de su realización. Silencio y actividad, oración, diálogo y predicación son por igual elementos de la misión.

Diálogo es una manera de tratar con los demás. Supone respeto ante los otros, interés por ellos, disponibilidad de aprender, confianza en la bondad de los hombres. Está basado en el Dios Trino. Tiende a la realización del Reino de Dios en todos los hombres. Permite que el hombre sea él mismo, pero desea hacer partícipes a los demás de su propia riqueza. El documento distingue el diálogo de la vida, el diálogo, el diá-

  1. S. S. J. Samartha, Courage,for Dialogue. Ecumenical /ssues in ínter-Religious Relationship (1981) 64.

  2. Texto alemán bajo la palabra clave: Dialog und Mission. en: DerApo.stolische Stuhl 1984. Vollständige Dokumentation, editado por el Secretariado de la Conferencia Episcopal Alemana, pp. 1864-1878.

logo de la colaboración, el diálogo de los peritos, el diálogo de la experiencia religiosa.

Especial interés tienen las manifestaciones sobre las relaciones entre diálogo y misión. La Iglesia no puede prescindir de trabajar por la «conversión» de los hombres. Y conversión significa, en sentido bíblico, vuelta a Dios con la intención de serle adicto 19. Lo que permanece inalterado es la conciencia personal. Hay que ser consciente de que el agente principal del proceso de la conversión es el Espíritu Santo.

El diálogo sirve para seguir construyendo el Reino de Dios; es colaboración en el plan de Dios en la historia; quiere «extender toda la riqueza de la infinita y multiforme sabiduría de Dios» y, al mismo tiempo, «participar en la evangelización de las culturas» (n. 41); quiere fomentar la paz universal. El documento exhorta a la paciencia:

«Sólo Dios conoce los tiempos, él, para quien nada es imposible, él, cuyo misterioso y silencioso espíritu abre los caminos del diálogo a cada persona y a los pueblos, para superar las diferencias de razas y de religión y enriquecer así mutuamente. Vivimos en el tiempo de la paciencia de Dios y en este tiempo es donde actúa la Iglesia y toda comunidad cristiana, pues nadie puede obligar a Dios a obra con más rapidez de lo que El mismo ha decidido» (n. 44).

El documento evita expresiones teológicas sobre religiones no cristianas. Repite únicamente lo que el concilio Vaticano II ha constatado: que en las tradiciones no cristianas existen «cosas verdaderas y buenas» (OT 16), «valiosos elementos de religión y humanidad» (GS 92), «semillas de la palabra» (AG 11, 15), «rayos de aquella verdad que ilumina a todos los hombres» (NA 2).

3.2 Guidlines on Dialogue with People of Living
      Faiths and Ideologies
(Consejo mundial de las Iglesias)

Un primer paso de este documento fueron las Guidelines on Dialogue, que fueron aceptadas provisionalmente en 1971 por el Comité Central de las Iglesias en Addis Abeba. Siguieron comunicaciones bilaterales y multilaterales con otras confesiones religiosas. En el año 1977 una consulta en Chiang Mai (Tailandia) publicó el documento Dialogue in Community, que

19. Cfr. D. J. Krieger, Bekehrung und Dialog. Zur Sprachdogmatik interreligiöser Begegnungen, en: NZM 46 (1990) 267-285; J. Kavunkal, Dialogue and Conversion, en: Vidyajyoti Journal of Theological Reflection 54 (1990) 177-187.

fue aceptado el mismo año por el Comité Central de Ginebra, y que constituyó la base para las Guidelines publicadas en 1979 en Kingston (Jamaica) 20.

El documento parte del hecho que los hombres son, según el plan de Dios, seres sociales, pero que se diferencian unos de otros, formando una multitud de culturas. Los diferentes solapamientos de las culturas en los últimos tiempos, incluido el Cristianismo, obligan a mirar por encima de las vallas y a repensar de nuevo la propia identidad. El documento subraya los aspectos positivos de las diferencias religiosas y culturales de los pueblos. La diferencia es querida por Dios y, es, por ello, riqueza. Las religiones y las ideologías del mundo tienen que encontrase sin luchar por la competencia, de forma no enemistosa, sino creativa. Tienen que trabajar conjuntamente para el bien del todo y no sólo servir a su propia comunidad. No se puede tratar de entregar los propios valores, sino de transformarlos en beneficio de todos. No a la uniformidad totalitaria, sino al pluralismo de las culturas en una sociedad pluralista. Diálogo mutuo es el que nos hará capaces de profundizar en las concepciones e ideas religiosas. Esto crea respeto, apertura. Nos hace capaces de escuchar a los otros. Así como no podemos definir la «comunidad», así tampoco el «diálogo», pero sí podemos describirlo, experimentarlo, desarrollarlo hasta un estilo de vida. Diálogo no es traición al mensaje cristiano, sino una forma legítima de la misión cristiana, testimonio del amor, del servicio cristiano, es una forma del testimonio cristiano. La cuestión sobre la «redención» y «salvación» fuera del cristianismo no encuentra en este documento una respuesta clara; deja muchas preguntas abiertas y aconseja que se las siga estudiando: ¿Cómo se diferencia la acción salvífica de Dios en la humanidad en general de la que se realiza en la historia de Israel y en la obra y vida de Cristo? ¿Hay en la Biblia criterios para un diálogo interreligioso? ¿Sirve la doctrina del Espíritu Santo de ayuda para la comprensión de la acción salvífica de Dios en la humanidad? (n. 23). En numerosos parágrafos nos exhorta el documento del peligro del sincretismo (24-29) 21, pero a pesar de ello, hay que arriesgarse a emprender el camino del diálogo (24). En resumen, se dice en la última parte del documento: «En un mundo en el que los cristianos tienen muchos prójimos, el diálogo no es solamente una suma de reuniones y conferencias, sino una manera de vivir la fe cristiana en relación y en compromiso con los prójimos, con los

  1. Sobre la historia del documento, cfr. S. J. Samartha. Guidelines al Dialogue, en: ER 31 (1979) 155-162; el texto del documento apareció por separado (1979).

  2. Cfr. Dialogue and Svncretistn. An lnterdisciplinarv Approach, editado por Jerald Gort. Hendrik Vroom, Rein Fernhout y Anton Wessels (1989) VI + 230 pp.

que participan de ciudades, estados, naciones y toda la tierra. Diálogo es un estilo de vida en el trato con los demás. No significa de ninguna manera una renuncia a los deberes del testimonio cristiano si los interlocutores entran en diálogo con sus respectivas obligaciones» (Parte III, Introducción).

3.3 La encíclica Redemptoris Missio 22

La encíclica, sin condicionamientos de ninguna clase, afirma: «El diálogo interreligioso es una parte de la misión de la Iglesia para la predicación del Evangelio» (n. 55); no se opone ni sustituye a la missio ad gente, sino que es un «método y medio para el reconocimiento y enriquecimiento mutuos» (ibidein). Se da en la fe en el Espíritu Santo, que sopla donde quiere (56), que no conoce «límites de espacio ni de tiempo» (28), que da a cada hombre la posibilidad «de entrar en contacto con el misterio de la Pascua» (ibidem); que «toca no sólo a cada hombre en particular, sino también a la sociedad y a la historia, a los pueblos, a las culturas y a las religiones» (ibidem).

En la cuestión de la salvación fuera de la Iglesia prosigue la encíclica como Nostra Aetate y Evangelii nuntiandi. Ya antes hemos mencionado la idea de que el Espíritu Santo obra «abarcándolo todo, sin límites de espacio ni de tiempo» (n. 28). Esto suena de otra manera a «extra Ecclesiam pulla salus». Sin concesiones, dice el Papa: «Si la salvación es para todos, tiene que estar a disposición de cada uno» (n. 10), y explica: «Es evidente que hoy como ayer hay muchos hombres que no tienen posibilidad de conocer la revelación del Evangelio, asociándose a la Iglesia. Éstos viven en condiciones socio-culturales que no se lo permiten. Con frecuencia han crecido en otras tradiciones religiosas (en latín: «religiones») (ibidem). A éstos tales no se les puede exigir una fe explícita en Cristo y su pertenencia a la Iglesia. «Para ellos» –así dice el Papa– «la salvación en Cristo les es posible por la fuerza de la gracia», que si bien no los incorpora formalmente a la Iglesia, establece, de forma misteriosa, una unión (necessitudo) con ella, dando a cada hombre la luz necesaria para cada situación. Expresamente se dice en este contexto: «Esta gracia viene de Cristo, es el fruto de su ofrecimiento y se realiza por el Espíritu Santo» (ibidem).

Con la misma claridad con que la encíclica subraya la cuestión de la centralidad de Cristo, subraya también que la salvación, allí donde se produzca, es una participación en el misterio del Resucitado. Y con la misma

22. El texto alemán se encuentra en: Vertlaubarungen des Apostolischen St/uds n. 100 del Secretariado de la Conferencia Episcopal Alemana (Bonn); el texto latino en: MS 83 (1991) 249-340.

claridad procede en la cuestión de que los hombres pueden acceder a la gracia, también aquellos que no tienen posibilidad de creer expresamente en Cristo ni pertenecer a la Iglesia. El Espíritu Santo es el que, por medio de Jesucristo, se hace presente a todo hombre, no sólo en particular, sino también a los hombres en sus comunidades, cualquiera que sea su comunidad religiosa.

3.4 Diálogo y anuncio. Reflexiones y orientaciones para el diálogo interreligioso y para el anuncio del Evangelio de Jesucristo 23

El 19 de mayo de 1991, 25 años después de la publicación de Nostra Aetate, el Consejo Papal para el diálogo interreligioso (el entonces «Secretariado para los no cristianos») y la Congregación para la evangelización de los pueblos un escrito fundamental sobre las relaciones entre diálogo y anuncio.

Este escrito se concuerda con el otro sobre el diálogo del 10 de junio de 1984 (cfr. 6.3.1) y su deseo es continuarlo. Se denomina a sí mismo como «ayuda orientativa doctrinal y pastoral» (n. 4), ya que la nueva toma de conciencia sobre la pluralidad de religiones y la dificultad en la comprensión del diálogo religioso que se iban manifestando hacían necesaria un ayuda en toda regla. Después de la explicación de conceptos tales como misión evangelizadora, diálogo, anuncio, conversión, religiones, diálogo interreligioso, se exige, en primer lugar, una «valoración concreta y teológica» de las religiones (n. 14) como presupuesto para un diálogo interreligioso, esto es, la convicción de que Cristo por el misterio de su encarnación, de su muerte y de su resurrección obra en cada hombre, o con las palabras de GS 22: «de que el Espíritu Santo ofrece a todos la posibilidad de estar en unión con él de una manera que sólo Dios conoce» (n. 15) o según LG 17: «de que la semilla del bien» no sólo se encuentra «en el corazón y en el espíritu», sino también «en los ritos y culturas de los pueblos» (n. 15). El documento repite lo que se dijo en el día mundial de oración de Asís 24, que «toda oración auténtica ha sido iniciada por el Espíritu Santo,

  1. El texto alemán se encuentra en: Vertlaubarungen des Apostolischen Sthuls n. 102 del Secretariado de la Conferencia Episcopal Alemana (Bonn).

  2. El Encuentro mundial de las religiones para la oración, convocado por el papa Juan Pablo II en Asís, llamado también modelo «Asís 1986», despertó entusiasmo mundial. J. Dörmann escribía: «Para los católicos, cuya fe se encuentra en la Sagrada Escritura y en la Tradición, el "acontecimiento de Asís" es un acontecimiento que no tiene parangón ni en la Sagrada Escritura ni en toda la tradición de la Iglesia, por lo que no tiene ningún tipo de apoyo» («Der theologische Weg des Paps-tes zum Weltgebetstag der Religionen in Assisi», en: Theologisches, 1988, col. 325s.). El Osserrvatore Romano del 18.11.1986, p. 2 (edición alemana) hablaba del «comienzo de un nuevo tiempo».

presente de manera misteriosa en el corazón de cada hombre» (n. 27). Sigue diciendo a continuación que el Reino de Dios, unido esencialmente con la Iglesia, «también puede ser realizado fuera de los límites de la Iglesia, aunque de manera incompleta, por ejemplo en los corazones de los fieles de otras tradiciones religiosas, en la medida en que vivan los valores del Evangelio y se muestren abiertos a la acción del Espíritu» (n. 35). El diálogo interreligioso se basa en la acción salvífica omnipresente del Espíritu Santo y tiene, por tanto, «carácter teológico»; es, por ello, «diálogo de salvación» (n. 38; cfr. n. 39; AG 12). Como en el documento publicado en 1984, se distinguen 4 formas de diálogo: diálogo de vida, diálogo de acción, diálogo de intercambio teológico, diálogo de experiencia religiosa (n. 42). Todos ellos están relacionados entre sí y afectan a todos, no sólo a los obispos y especialistas (n. 43). Como presupuestos del diálogo se enumera lo siguiente: Una postura distendida, esto es, ni demasiado despreocupada, ni demasiado crítica (n. 47); fidelidad, esto es, con toda la integridad de la propia fe, pero sabiendo también que «Dios también se ha manifestado a los fieles de otras tradiciones religiosas» (n. 48); humildad, esto es, darse cuenta de que el cristiano aislado no está en plena posesión de la plenitud de la verdad hecha donación por Jesucristo (n. 49); optimismo, esto es, confiando en que bajo la acción de Jesucristo y del Espíritu Santo el diálogo no disminuye la fe, sino que la profundiza (n. 50). El documento da una lista de once inconvenientes para un diálogo auténtico, pero insiste en que «la Iglesia mantiene en pie de forma inapelable su apuesta por el diálogo a pesar de todas las dificultades» (n. 54).

Sobre las relaciones entre «anuncio» y «diálogo» se hace un resumen en el n. 77:

«Diálogo interreligioso y anuncio, si bien no se encuentan en el mismo campo, ambos son elementos auténticos de la misión evangelizadora de la Iglesia. Ambos son correctos y necesarios. Están íntimamente relacionados entre sí, pero uno no puede sustituir al otro. El verdadero diálogo interreligioso supone, por parte de Ios cristianos, el deseo de hacer que Cristo sea más conocido y reconocido, para despertar el amor hacia Él. Anunciar a Jesucristo tiene que hacerse dentro del espíritu evangélico de diálogo».

H. Bürkle reconocía que por este encuentro de oración, el diálogo interreligioso, que hasta ahora había sido realizado, sobre todo, por medio de «discusiones conceptuales y teóricas», se había enriquecido por la «mirada en su centro y en la profundidad de su desarrollo piadoso» («Das Modell "Assisis 1986" und der interreligidse Dialog». en: Forran Katholische Theologie 5 [1989] 125). Debería tener consecuencias para nuestra «Communicatio in sacris», el que el Papa defienda aquí la opinión de que «toda oración auténtica es despertada por el Espíritu Santo». No se habla de «seguridad», pero quizás deberíamos tener más confianza y valor.