Autor: Juan Cabrera
| Fuente: ICHTHUS
Valentía para evangelizar
Meditación. Ninguna excusa es suficiente
Una
de las maneras más rápidas para meterse en dificultades es dedicarse a hacer
el bien.
Pero los problemas se agravan al evangelizar porque quien evangeliza está
haciendo el más grande de los bienes: Abrir los ojos al ciego, dar la perla
preciosa al pobre, sembrar esperanza a los abatidos, transmitir el amor de
Dios a los que se sienten solos.
La misión del evangelizador es mostrar el camino al que se ha extraviado,
liberar al cautivo, animar al débil y sanar al herido. El que evangeliza
ofrece el mejor regalo: Jesucristo, como Salvador y Señor. Y lo entrega
gratuitamente.
Ahora bien, si hacer un bien normal y sencillo causa problemas, hemos de estar
preparados para una auténtica batalla cuando evangelicemos.
Con gozo y firmeza, Juan Bautista clamaba: "Este es el Cordero de Dios que
quita el pecado del mundo... ¡Cambien sus vidas! El Reino de Dios está cerca".
Y por decirlo fue encarcelado. Pero no lo detuvo. Siguió evangelizando desde
la prisión hasta que fue decapitado.
Jesús anunciaba de pueblo en pueblo: "El Reino de Dios está cerca", y lo
demostró curando a los enfermos. Las autoridades religiosas de Israel se
burlaron de Él y lo insultaron. Fue abofeteado, azotado, coronado de espinas,
y por fin clavado en una cruz.
Lo mismo le ocurrió a San Pablo por predicar el evangelio a tiempo y
destiempo. Sufrió fatigas y cárceles, palizas sin comparación, peligros de
muerte, fue azotado cinco veces, tres naufragios, y una noche y un día en el
mar. viajes con peligro de ríos, de bandoleros, peligros entre amigos,
peligros entre paganos, peligros en la ciudad, peligros en despoblados,
peligros con los falsos hermanos; trabajos y fatigas, noches sin dormir,
hambre y sed, y frecuentes ayunos, con frío y sin ropa (2Cor. 11,23-27).
¿Parece demasiado? No. Pablo sabía que lo peor que le podía pasar era dejar de
evangelizar. A pesar de todo lo que se le oponía, exclamaba: "¡Ay de mí si no
evangelizo!"
¡Si proclamar el Evangelio era tan importante para San Pablo, no puede serlo
menos para nosotros hoy!
Cuando los primeros cristianos comenzaron a ser perseguidos, oraron así: "Da a
tus siervos plena valentía para anunciar tu mensaje" (Hech 4,29). Ellos no
pidieron la supresión de los problemas ni la muerte de sus perseguidores. Lo
que ellos necesitaban era decisión y valentía para seguir anunciando el
evangelio, sin miedo a la cárcel ni a la muerte.
Proclamar que Jesús es "la piedra rechazada" es ganarse el rechazo (Hech.
4,11). Dar testimonio de un salvador crucificado trae consigo la cruz.
Predicar virtudes como la humildad, el perdón, la pureza, la pobreza y la
justicia es la mejor manera de hacerse antipático. Pero todo esto forma parte
de la naturaleza misma de la evangelización.
No hay excusa para no evangelizar. Argumentar que uno es demasiado tímido no
es excusa válida. Significa solo que uno está demasiado preocupado por sí
mismo. En lugar de eso deberíamos decir: "No me acobardo de anunciar el
Evangelio, fuerza de Dios para salvar a todo el que cree" (Rom. 1,16).
Decir que no tenemos tiempo tampoco vale. Porque la verdad es que todos
contamos exactamente con el mismo tiempo; la diferencia radica en como lo
usamos.
Afirmar: "No estoy preparado, no tengo los conocimientos necesarios", es otra
excusa sin razón, ya que así afirmamos lo que debemos hacer para evangelizar.
No conocer el plan de salvación, ignorar la verdad y no saber donde encontrar
la felicidad es peor que no saber leer ni escribir.
Ninguna excusa es suficiente para liberarnos del deber de evangelizar. "Por
tanto, no nos cansemos de hacer el bien, que si no desmayamos, a su tiempo
cosecharemos" (Gal. 6,9)
¡Y que cosecha! ¡Nada menos que hombres y mujeres para la vida eterna! A pesar
de todos los peligros, persecuciones, rechazos e insultos, a pesar del tiempo
emplea do, de las críticas y las miradas de la gente, con todo lo que implican
el estudio y la preparación, este trabajo tiene que llevarse a cabo. Y solo
puede hacerse con la valentía de los mártires y de los santos...