«LOS VICIOS CAPITALES EN LA SUMA TEOLÓGICA DE
SANTO TOMÁS DE AQUINO»

¿ES LA SOBERBIA PECADO CAPITAL?

 

 

P. Higinio Rosolén, I.V.E.


Al plantearnos esta cuestión no estamos tratando de reducir a seis los pecados capitales, sino de señalar cuáles son, porque alguna vez nos habrá sucedido que al encontrarnos con la enumeración de estos, leemos que son: avaricia, soberbia, envidia, ira, lujuria, gula y pereza. Pero otras veces en vez de soberbia encontramos vanagloria. Y sabemos que soberbia y vanagloria no son exactamente lo mismo. Basta con hacer la prueba de decirle a alguien que es un soberbio o de decirle que es un vanidoso y veremos que la persona reaccionará de distintos modos. Ahora bien, ¿cuál es el séptimo pecado capital: la soberbia o la vanagloria? ¿Y el otro qué clase de pecado es? ¿Podríamos hablar, entonces, de 8 pecados capitales?

Vamos a tratar de responder estos planteos siguiendo el desarrollo que Santo Tomás hace sobre la soberbia. Lo hace en varias partes de sus obras, como ser, en el Comentario al libro de las sentencias, las cuestiones disputadas De Malo, en el Comentario a la 1 Carta a los Corintios, en la Suma Teológica, etc., aunque no en todas lo hace del mismo modo y con la misma extensión. Nosotros seguiremos el texto de la Suma Teológica. Allí está tratando la virtud de la templanza y de sus partes integrales, subjetivas y potenciales (q. 141-171). Y entre sus partes potenciales encontramos la virtud de la humildad, que “es una virtud del apetito irascible que refrena los deseos de propia grandeza, haciéndonos conocer nuestra pequeñez ante Dios” (q. 161) y como vicio opuesto a esta virtud tenemos la soberbia (q. 162). La trata en 8 artículos que podemos agrupar en 2 temas principales que son la naturaleza de la soberbia y la gravedad de este pecado.

El plan que seguiremos en este trabajo será: en primer lugar mencionaremos algunos textos bíblicos en donde se hace referencia a la soberbia; en segundo lugar trataremos sobre la naturaleza de este pecado y en tercer lugar trataremos sobre la gravedad de este pecado.

I. La soberbia en la Sagrada escritura

Mencionamos sólo algunos textos:

- “No permitamos a la soberbia infiltrarse en nuestras palabras y sentimientos” (Tobías 4,4).
- “El principio de la soberbia es apartarse de Dios y alejar de su Hacedor su corazón” (Ecles. 10,14).
- “El principio de todo pecado es la soberbia” (Ecles. 10,15).
- “Los soberbios mucho se han burlado de mi, pero yo no me he apartado de tu ley” (Sal. 118, 51).
- “Dios resiste a los soberbios, pero a los humildes da la gracia” (Sant. 4,6).

II. Naturaleza

Aquí nos preguntamos qué es lo que se entiende por soberbia, qué tipo de pecado es, si se puede hablar de clases de soberbia y finalmente en qué potencia o facultad radica este vicio.

1. ¿Qué es la soberbia?

a. Nominalmente: es el sustantivo que indica la acción de sobresalir, superar, destacar, exhibir. Así dondequiera que se encuentre alguna nota distintiva que arrastre a la singularidad, a la excepción, se puede hablar de soberbia.

Por eso soberbia se puede entender en un sentido bueno , así cuando vemos a alguien que se destaca por algún don recibido de Dios, como ser la fuerza natural, la inteligencia, la virtud, etc. se puede decir que ese alguien es superior, más excelente. Pero no es a este sentido al que nos referimos aquí, sino al sentido malo, que es aquel que en vez de considerar las perfecciones que hay en el hombre como un don de Dios o de la gracia, las considera como un motivo para sobresalir entre los demás, pisoteándolos, o en trascender el nivel justo al que se puede aspirar racionalmente. En otras palabras, cuando ordena las perfecciones, dones recibidos a la propia gloria en vez de hacerlo a la gloria de Dios. En estos casos nos encontramos con un apetito desordenado de superación y excelencia, y esto es vicioso, es pecado.

b. La definición que suele darse es “apetito desordenado de la propia excelencia”.

- Con apetito se indica, primariamente, un deseo ferviente, un hambre de gloria y secundariamente la facultad en que radica.

- Desordenado : mientras las cosas permanecen en su recto orden no se puede hablar de desorden, de pecado. Pero por la soberbia se tiende a algo que está “sobre” nuestras posibilidades, lo que equivale a salir del recto orden, y por eso se dice desordenado.

- Propia excelencia : con esto se designa la razón formal de la soberbia (lo que distingue a la soberbia de los demás pecados), ya que ésta implica un afán de gloria, de excelencia personal con desprecio de la grandeza y gloria de Dios. Puesta esta razón formal, la materia en que se busca la propia excelencia puede ser muy variada: virtud, ciencia, cualidades personales, etc.

2. ¿Por qué es pecado?

¿Qué es lo que hace que la soberbia sea pecado? Es pecado porque la recta razón (fundada en el orden natural de las cosas y en la razón divina) ordena que la voluntad se dirija a objetos que le son proporcionados, así como le es proporcionado, por ejemplo, la visión de los colores al sentido de la vista. Pero por la soberbia aspiramos por la voluntad a algo que está “sobre” nuestras posibilidades, lo cual es salirse del recto orden de las cosas, así como sucedería, por ejemplo, si el sentido de la vista quisiese captar los sonidos, o el sentido auditivo los colores, objetos que no les son proporcionados. Y es este desvío, que contradice la recta razón, el que constituye en pecado a la soberbia.

 

3. ¿En que se distingue de los otros pecados?

La dificultad surge porque todos los pecados, en mayor o en menor grado, llevan anejo un desorden, un desvío del orden que indica la recta razón. Entonces ¿se puede hablar de la soberbia como un pecado distinto de los demás o es más propio decir que es un género de pecado que abarca a todos los demás? A esta dificultad podemos agregarle otra, y es que el objeto (material) de la soberbia es muy amplio porque abarca las riquezas, bienes personales, bienes espirituales, etc., que a la vez son objetos de otros pecados.

San Agustín al plantearse esta dificultad dice claramente: “busque y encontrará que la soberbia es un pecado contra la ley de Dios distinto de todos los otros”.

Santo Tomás agrega más diciendo que este pecado puede ser considerado bajo dos aspectos:

a. Como pecado especial , distinto de todos los demás, lo cual le viene dado por su objeto formal, que es el apetito desordenado de la propia excelencia. Así es un pecado concreto y determinado, distinto de los demás, aunque su objeto material puede encontrarse en diversas materias como son, por ejemplo, la belleza, la ciencia, las riquezas, alabanzas, las virtudes, etc.

Es el objeto formal la que la distingue de la presunción, de la ambición y de la vanagloria. Porque si bien todas coinciden en apetecer grandeza, la soberbia la apetece en todos y cada uno de los órdenes, mientras que las otras lo hacen en pequeños órdenes (dignidad, riqueza, fama).

b. Pero en un segundo sentido puede considerarse con cierto carácter general, como difundiéndose en todos los pecados. ¿Por qué? Porque de ella proceden todos los pecados, lo cual se puede entender de dos modos.

- Directamente o “per se”, en cuanto los demás pecados se ordenan al fin propio de la soberbia que es la propia excelencia. Así, por ejemplo, el desear ser sabio, pero no por amor a la verdad o para conocer y amar más a Dios, sino ordenado al fin de la soberbia, que es la propia excelencia.

- Indirectamente o “per accidens”: que acontece cuando el hombre, por soberbia, desprecia las leyes divinas que prohíben el pecado.

Si bien es verdad que por razón de este carácter general que tiene la soberbia pueden nacer de ella todos los vicios, no siempre sucede así, ya que muchas veces las transgresiones a las leyes divinas o a los mandamientos no se hacen por soberbia sino por flaqueza o ignorancia. Por eso San Agustín decía “muchas faltas se cometen sin obrar por soberbia”.

Para precisar un poco más ese carácter general de la soberbia podemos agregar que la soberbia “es ruina de todas las virtudes”. Si bien de modo directo sólo destruye a la virtud opuesta que es la humildad, también se dice que puede destruir a todos las demás virtudes en cuanto toma ocasión de las mismas para ensoberbecerse, subordinándolas a la propia excelencia.

4. ¿En qué apetito o potencia radica la soberbia?

Todos los actos inmanentes del hombre radican en algunas de sus facultades, así, por ejemplo, sus pensamientos radican en la inteligencia, sus actos de amor en la voluntad. Ahora bien, ¿en que facultad radica la soberbia?

Para poder responder a esto debemos precisar cuál es su objeto propio, ya que las potencias se diversifican por sus objetos. Y como el objeto de la soberbia es algo arduo (recordemos que la definición es apetito desordenado de la propia excelencia) debe pertenecer, de algún modo, al apetito irascible.

Pero aquí tenemos que hacer una distinción, ya que apetito irascible lo podemos entender en sentido propio o en sentido amplio .

- En sentido propio , es cuando designa una parte del apetito sensitivo. La ira también es una pasión de éste.

- En sentido amplio o impropio: se incluye, además, el apetito intelectivo (la voluntad), al que en ocasiones se atribuye la ira, como cuando decimos: la ira de Dios o la ira de los ángeles, seres en quienes no existe pasión alguna. Según este sentido el apetito irascible no se distingue del concupiscible.

Ahora bien, si lo arduo, objeto de la soberbia es sólo un bien al que puede tender el apetito sensitivo la soberbia radicaría en el apetito irascible, pero como podemos darnos cuenta por nuestra experiencia, el objeto arduo al que tiende la soberbia se encuentra tanto en lo material (belleza, riquezas, etc.) como en lo espiritual (ciencia, virtudes, etc.) y por eso concluimos que la soberbia radica en el apetito irascible considerado no sólo en sentido propio sino también en sentido amplio. De aquí que, por ejemplo, se puede afirmar que en los demonios existe la soberbia.

5. ¿Hay distintas clases de soberbia?

El doctor angélico recuerda las cuatro especies de soberbia que propone San Gregorio, aunque también señala que otros santos, bajo otros aspectos, la clasificaron de otro modo, como San Bernardo en doce especies y San Anselmo en tres.

San Gregorio decía: “cuatro son las manifestaciones que delatan la presencia del arrogante: (1º) el creerse que el bien poseído procede de si mismo; (2º) pensar que los dones concedidos gratuitamente por Dios han sido merecidos por él; (3º) jactarse de poseer lo que no poseen, y (4º) despreciar a los demás, ansioso de que sólo su bien brille”.

Teniendo en cuenta estas cuatro manifestaciones podemos considerar el bien poseído:

a. En si mismo : y en cuanto mayor es el bien poseído, tanto más existe un motivo de mayor excelencia. Pero cuando alguien se atribuye un bien mayor del que posee, es claro que su apetito tiende a la propia excelencia, dejando de lado las reglas de la prudencia, como sucede, por ejemplo, cuando un necio se cree sabio.

b. En su causa: es más excelente poseer un bien por propio derecho que el recibirlo de otro. Pero cuando alguien se gloria de tener por propio derecho o de haber merecido un bien que ha recibido de otro también sobrepasa los límites racionales que nos indica la prudencia, como acontece cuando, por ejemplo, alguien piensa que está en gracia de Dios por sus cualidades personales y no porque lo ha recibido como un don gratuito.

c. En el modo de poseerlo: cuando se es dueño de un bien en forma más excelente que los demás, tanto más se los supera. El problema surge cuando hay “una jactancia de poseer cosas que en realidad no se poseen”.

d. En relación a los demás: cuando el bien que se posee lleva al desprecio de los demás, con el ansia de que todos nos miren a nosotros.

II. Gravedad del pecado de soberbia

1. ¿Es pecado grave? ¿Por qué?

San Gregorio dice “la soberbia es signo clarísimo de reprobación, mientras que la humildad lo es de predestinación”.

Dice santo Tomás que la soberbia, de suyo, es pecado grave y no admite parvedad de materia, aunque a veces, por la imperfección del acto, como ser la falta de consentimiento, se dan pecados veniales.

¿Por qué? Porque la soberbia se opone a la humildad, que busca directamente la sumisión del hombre a Dios, y se opone tratando de suprimir esta sujeción en cuanto se eleva por sobre las propias fuerzas y por sobre la línea señalada por la ley de Dios, queriendo lograr por los propios medios cosas que están más allá de sus propias fuerzas. Y el no someterse a la ley de Dios es falta grave porque es precisamente en esto en lo que consiste la aversión a Dios. Por eso, según sentencia común de los teólogos, el pecado de soberbia fue el que cometieron nuestros primeros padres.

2. ¿Es el pecado más grave?

Recordando algunas nociones, sabemos que en el pecado hay que dos elementos que lo integran, y que son: la conversión a un bien finito (a las criaturas) y la aversión a un bien infinito (Dios). Y este último es la razón formal y completa del pecado, porque implica huida, alejamiento, desprecio de Dios. La conversión se asemeja más al amor (que en este caso es amar más a una criatura que al Creador), mientras que la aversión al odio (por eso se dice desprecio, alejamiento).

Así, si consideramos la soberbia según la conversión a un bien finito (la propia excelencia), no es el pecado más grave, ya que la excelencia que el soberbio busca desordenadamente no implica repugnancia al bien de la virtud, es decir, no implica necesariamente que se desprecie lo bueno que hay en las cosas o en las virtudes, como si acontece en otros pecados como son la apostacía (contra la fe), herejía (contra la fe), odio a Dios (contra la caridad), desesperación (contra la esperanza), etc. los cuales de modo directo se oponen a una virtud.

Pero si la consideramos según la aversión a Dios, se da una huida de Dios, despreciando sus leyes. Y por esto se puede decir que es el pecado más grave, porque en otros vicios el pecador se aleja de Dios por flaqueza, ignorancia o por el deseo de otro bien (como sucede en el robo, lujuria, calumnia, etc.) mientras que en la soberbia se aleja de Dios por el desprecio a sus leyes, por no querer someterse al dictamen de Dios. En otras palabras: en los otros pecados la aversión a Dios es algo que sigue a la conversión a las criaturas ya que se ama más de la justa medida a una criatura y por consiguiente se da un desprecio de Dios, mientras que en la soberbia dirige al pecador directamente contra Dios, despreciándolo. Por lo tanto, según el elemento formal de este pecado (la aversión a Dios), la soberbia es el pecado más grave.

De todos modos cabe aclarar que si consideramos el aspecto de aversión a Dios la soberbia es el más grave, no sucede lo mismo si consideramos el objeto de conversión. Y así encontramos que el odio a Dios es específicamente más grave. Por lo tanto podemos decir que la preeminencia de la soberbia sobre los demás pecados es de orden accidental, mientras que la preeminencia del odio a Dios y de todos los otros pecados teológicos es de orden específico y esencial.

3. ¿Es el primer pecado que se comete?

Leemos en la Escritura: “el principio de todo pecado es la soberbia” (Ecles 10,15)

Dice Santo Tomás que la soberbia es el primero de todos los pecados, y esto considerándolo bajo dos aspectos:

a. Por parte de la aversión a Dios: indirectamente es el primero de todos los pecados y principio de todos los demás vicios en cuanto que elimina la sujeción a la voluntad divina, al recto orden de las cosas, y una vez despreciada la ley divina, los demás defectos o vicios sometidos a ésta cobran de algún modo “libertad”, resultando así que la soberbia y el desprecio de la ley divina se encuentran implícitamente en todos los pecados. Así, por ejemplo, al cometer un acto de robo, implícitamente está presente un desprecio de la ley divina, lo cual es fruto de la soberbia.

b. En cuanto a la conversión a un bien finito: también es principio de otros pecados pero como causa final, ya que nadie se aleja de Dios despreciando su divina ley sino es porque reemplaza a Dios por otro fin. Y ese fin no es otro que la propia excelencia, que es también el fin de la soberbia. Así el amor a la propia excelencia es el principio de los vicios en el orden de la intención (ya que es lo primero que se quiere) aunque en el orden de la ejecución se lo obtiene a través de los actos de todos los otros vicios, como son la presunción, vanagloria, etc., dirigidos por la soberbia.

Cabe aclarar que si bien la soberbia puede servir de manantial o fuente para todos los pecados no necesariamente todos surgen de ella porque a veces pueden cometerse por ignorancia o por debilidad.

4. ¿Es la soberbia un pecado capital?

Hasta aquí hemos visto la gravedad del pecado de soberbia, su gravedad, su condición de primer pecado y su presencia, al menos implícita, en los demás pecados. Cabe preguntarnos ahora ¿es un pecado capital?

Por lo que hemos dicho la soberbia posee plenamente las condiciones para ser considerada un pecado capital, ya que es un pecado del que nacen muchos otros pecados, como también sucede con la ira, envidia, etc. Pero Santo Tomás siguiendo la tradición, especialmente lo enseñado por San Gregorio Magno que no enumera la soberbia como uno de los siete pecados capitales, hace notar “el influjo universal que tiene la soberbia sobre los demás pecados”, y por eso la consideró “reina y madre de todos los pecados”. En otras palabras, la soberbia tiene suficiente energía para ser madre y cabeza no sólo de otros pecados sino de todos los pecados, incluso los mismos pecados capitales, por eso es más propio decir que es un pecado supra-capital, del cual derivan incluso los mismo pecados capitales.

A modo de conclusión

Volviendo sobre los planteos que nos hacíamos al comienzo del trabajo. ¿Cuáles son los pecados capitales? ¿Cuál es el séptimo pecado capital: la soberbia o la vanagloria? ¿Y el otro qué clase de pecado es? ¿Podríamos hablar, entonces, de 8 pecados capitales?

Debemos decir que la división y enumeración de los pecados capitales no aparece en la Sagrada Escritura, sino como dice el Catecismo de la Iglesia Católica: “pecados capitales que la tradición cristiana ha distinguido siguiendo a san Juan Casiano y a san Gregorio Magno. Son llamados capitales porque generan otros pecados, otros vicios. Son la soberbia, la avaricia, la envidia, la ira, la lujuria, la gula, la pereza”.

Así según la tradición, los pecados capitales son siete. Pero sigue en pie el problema de cuál es el séptimo: ¿ la soberbia o la vanagloria? De ambos pecados se derivan muchos otros pecados, y por lo tanto ambos merecen el nombre de pecado capital. Pero, como hemos visto, de la soberbia no sólo se derivan muchos pecados sino se derivan todos los pecados, incluso los pecados capitales, como dice san Gregorio: “cuando la soberbia, reina de todos los vicios, se hace dueña del corazón, lo entrega a los siete vicios capitales, lo mismo que a capitanes de un ejército de devastación, de los que nacen muchos otros vicios”. En otras palabras, podemos decir que la soberbia es un pecado de orden trascendental, un pecado “supra-capital”, que supera todo género de pecado y es “madre y cabeza de todos los pecados”. Y esto hasta tal punto que incluso puede corromper los actos que objetivamente son buenos, colocándose como fin de los actos que tendríamos que ordenar a Dios.

La íntima radicación de este vicio en el alma pide una lucha constante y perseverante para erradicarlo. Un arma muy útil para combatirlo es la humildad, que implica el conocimiento de nuestra pequeñez y miseria ante la grandeza de Dios. Y es este el motivo, tal vez, por el que los santos insistieron tanto en la práctica de la humildad. Así san Benito habló de doce grados de humildad, san Anselmo de siete, san Ignacio de Loyola de tres, san Bernardo y otro tanto podemos decir de San Buenaventura, Santa Teresa y San Juan de la Cruz. Además leemos en la Escritura que nuestro Señor Jesucristo “se humilló haciéndose obediente hasta la muerte y muerte de cruz”(Flp 2,8) y que la Virgen exclamó en el Magnificat: “proclama mi alma la grandeza del Creador, se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador, porque ha mirado la humildad de su esclava...” (Lc 1,46-48).