Todos llamados a la mística
Entrevista con el carmelita P. Luigi Borriello, OCD

ROMA, viernes, 27 de agosto de 2010 (ZENIT.org).- El padre Luigi Borriello entiende de místicos. No sólo su familia religiosa es la Carmelita, privilegiada por tener a Santa Teresa de Ávila, Juan de la Cruz o Edith Stein, sino que además este profesor de teología en varias universidades de Roma y consultor en distintas congregaciones vaticanas, es codirector del "Diccionario de la Mística" de la Editorial Vaticana.

Para el padre Borriello, la mística no es un aspecto secundario de la teología, y es preciso esclarecer qué es la "mística cristiana", en un momento en el que vemos que todas las religiones se interesan por la mística.

Borriello, en esta entrevista concedida a ZENIT, se resiste a aceptar que se hable de "mística" como de "iluminados" o personas alejadas de la realidad, ya que para él la mística es lo más arraigado al mundo, y lo más elevado que existe, la unión con Dios.

Lo explica en "Esperienza mistica e teologia mistica" ("Experiencia mística y teología mística"), de la Librería Editora Vaticana, volumen que forma parte de una colección dirigida por él y por la estudiosa Maria Rosaria del Genio llamada "Experiencia y fenomenología mística". El libro está prologado por el arzobispo Luis F. Ladaria, SJ, secretario de la Congregación para la Doctrina de la Fe.

--Los místicos tienen fama de ser de otro mundo. Pero usted dice que no es así.

--P. Borriello: Los místicos son hombres y mujeres de este mundo. Hoy hay una tendencia a banalizar la mística, como si fuera algo de otro mundo, que no nos atañe. Y no es así. Además, la experiencia de los místicos encaja en la Iglesia, y está relacionada con la fe, no le es ajena.

La experiencia mística no se puede separar de la fe, sólo en ella puede tener lugar. La experiencia mística requiere una teología mística, una reflexión que tiene como base a la misma mística. 

Hoy existe una persistencia del hecho místico, forma parte de lo postmoderno. Esta riqueza mística universal se reencuentra en la religiosidad occidental y en la oriental. Y la oriental ha ejercitado una gran fascinación en Occidente.

También en el clima de crisis y confusión, y sincretismo actuales, se da la tentación de confundir la auténtica naturaleza de la mística con realidades New Age o Next Age. Religión y misticismo son realidades distintas, y es preciso hacer distinciones.

--De hecho muchos buscan en Oriente lo que la mística cristiana ya contiene.

--P. Borriello: Efectivamente. Es una paradoja, muchos cristianos no conocen la riqueza de la tradición mística propia y recurren a Oriente, buscando lo que está en el interior de esa tradición.

Por otra parte, es importante recordar que en toda experiencia mística hay una mistagogia: tú también puedes hacer experiencia como el otro, aunque el místico sea reservado, lo que dice es para los otros. En este sentido tenemos que decirnos que todos estamos llamados a la santidad y a la mística. Y la experiencia mística es un llamamiento al testimonio.

--La mística cristiana, aunque sea fusión, reconoce el "Tú" de Dios, siempre.

--Borriello: Sí, no es la disolución, es el encuentro. La mística cristiana se caracteriza por la Encarnación, que siempre es un don, no es algo que se gana el ser humano. En ella, el Tú, la dualidad de Dios que se da y el hombre que acoge, aunque haya fusión, se reconoce siempre al otro. Estamos hablando de dualidad en la unidad, como un matrimonio espiritual, los dos se reconocen siempre, no se confunden, conservan su propia identidad.

--¿Sería apropiado desear vivir una experiencia mística?

--Borriello: No se trata de pedirlo, sino de acogerlo cuando llega, si llega. La experiencia es una categoría que se usa en todas las disciplinas. Yo prefiero que se hable de experiencia mística, es algo que Dios da al hombre que la recibe pasivamente, y de hecho hace un esfuerzo al acogerla, es lo que Juan de la Cruz llama "la noche".  Hay una colaboración en la acogida, pero la iniciativa es siempre de Dios, que se da a conocer. Y la revelación mayor tiene lugar en Jesucristo, por lo tanto, la experiencia mística siempre es cristocéntrica y trinitaria. Y se revela solo gratuitamente, sin nuestros méritos.

Por Miriam Díez i Bosch