¿Por qué nos unimos en pareja? Podemos decir que por amor, por el deseo de realizar un proyecto en común, para formar una familia… En todo caso, la relación que se establece tiene una singularidad importante: la pareja se elige, a diferencia de otras relaciones familiares que están mediadas por la consanguinidad. En esta elección suele estar presente el deseo de que las cosas funcionen bien y que la relación se mantenga y enriquezca nuestras vidas.
Pero en la convivencia en pareja tanto pueden escribirse capítulos de novela pasional, de compañerismo y familiaridad, de aventuras y proezas frente a las adversidades, como episodios de intriga y desconcierto, de aburrimiento y desidia, o incluso una epopeya bélica de notable intensidad.
Los miembros de la pareja, por lo tanto, son protagonistas y a la vez narradores de su propia historia. Entre los dos construyen un mundo en común donde los ingredientes básicos son el amor y los proyectos e intereses compartidos.
Son muchos los motivos por los que una relación de pareja puede peligrar o volverse insatisfactoria. En los momentos de desencuentro las dos personas hablan el mismo idioma sin lograr entenderse, y la relación se queda estancada dando vueltas alrededor de las mismas quejas y reproches, los mismos conflictos. En ocasiones la propia pareja será capaz de reconstruir los canales de comunicación y replantearse la situación, mientras que en otros casos puede necesitar ayuda externa para salir del atolladero.
Incluso cuando las dificultades en la pareja son patentes no suele ser fácil dar el paso de acudir a una terapia. Hablar de aspectos íntimos con un desconocido, remover recuerdos dolorosos, el temor a que surjan cuestiones pendientes, a que la relación no supere la prueba, a sentirse culpabilizado, o la dificultad para que dos personas en pugna lleguen a ponerse de acuerdo… pueden ser elementos disuasorios.
LA PAREJA ES COSA DE DOS
Un requisito para realizar una terapia de pareja
es el compromiso y la implicación de ambos cónyuges. Los problemas de pareja
siempre son cosa de dos, aunque muchas veces se crea que el fallo, el engaño
o la incomprensión radica en el otro.
En la pareja, como en toda relación humana, lo
que uno hace, dice o piensa repercute en el modo en que el otro actúa, habla
o reflexiona, y a la inversa. Cualquier acción o actitud, desde este punto
de vista, puede entenderse como una reacción a algo. Si a una pareja, por
ejemplo, se le pregunta sobre quién inició una pelea, ambos podrán hallar la
causa en tal o cual actitud del otro, enzarzándose en una discusión sin fin:
–Tú fuiste quien contestó mal y allí empezó todo.
–Perdona, pero fuiste tú quien primero me habló fuera de tono.
–Hablo así porque estoy harto de que no me escuches.
–¿Acaso me escuchas tú a mí cuando necesito
hablar contigo?
CONSULTAS FRECUENTES
Para desarmar muchos problemas de pareja es preciso romper el círculo vicioso que mantiene la situación, alimentado por el rencor, los ataques y el atrincheramiento en el propio punto de vista. Eso requiere que las dos personas inicien cambios paralelos, y que ambos se responsabilicen de mejorar el funcionamiento de la relación. Si el cambio sólo viene de una parte es difícil que se mantenga y que logre modificar el engranaje de la pareja.
Los motivos por los que una pareja puede acudir a una terapia son múltiples, pues cada relación es un mundo en sí misma. Presentaremos, sin embargo, las consultas más frecuentes y la manera de abordarlas, partiendo de que toda crisis pone en interrogante la relación y su funcionamiento, pero también puede ser una oportunidad para mejorar y poner claridad.
«NO NOS ENTENDEMOS»
Muchas parejas se hallan enzarzadas en verdaderas luchas de poder en las que reina la incomprensión. Ambos se sienten atacados, impotentes, incapaces de comunicarse con el otro. La relación se convierte en un pulso constante, donde continuamente se pone a prueba quién gana a quién, lo cual genera un tremendo desgaste que puede acabar arruinando la relación.
Cuando estas parejas acuden a terapia parece que
busquen en el terapeuta un juez, alguien que finalmente demuestre al otro
quién tiene la razón y que lo haga cambiar. El terapeuta intentará, en
cambio, generar en la pareja una visión diferente: los dos se hallan en
posiciones parecidas, los dos piden al otro algo similar y los dos acumulan
una buena dosis de rabia y de rencor.
La pareja llega como dos individuos que juegan
en equipos contrarios y compiten el uno contra el otro. El objetivo será que
acaben formando parte de un mismo equipo para afrontar las dificultades.
Para ello cada miembro de la pareja deberá aprender a reconocer el
sufrimiento y el rencor del otro, así como a expresar sus propias
necesidades sin atacar o enjuiciar.
«¿SEGUIMOS JUNTOS O NOS SEPARAMOS?»
El desencanto y la insatisfacción pueden crecer
poco a poco en una relación con la rutina y los desacuerdos, o irrumpir de
pronto a raíz de una profunda herida, como una mentira importante o una
infidelidad. Entonces uno o los dos miembros de la pareja pueden sentirse
terriblemente decepcionados del otro y de la relación, y preguntarse si
tiene sentido seguir.
Cuando alguien duda acerca de la separación es
porque su balanza de pros y contras no logra decantarse. No siempre está
claro qué es lo mejor o qué se quiere realmente, y una terapia puede ayudar
a valorar la situación de manera más realista. Es importante que ambas
personas revisen lo que anhelan cambiar, lo que causa su malestar, o lo que
temen perder si se acaba la relación. Así como cuál es la base de sus
conflictos y si tienen solución, o hasta qué punto su idea de empezar de
nuevo es realista o quimérica.
En ocasiones las expectativas acerca de la
relación serán semejantes, en otras totalmente contrarias: uno preferirá
separarse y el otro continuar. Cada persona pone el listón de lo que
necesita para ser feliz, o el límite de lo que está dispuesto a aguantar
para valorar una relación como satisfactoria. En todo caso, si uno decide
separarse el otro no tendrá más remedio que aceptar.
Aclarar los juegos relacionales que se han dado
en la pareja ayudará a emprender los dos caminos posibles: apostar por la
relación, poniendo ambos toda la energía para mejorarla y recuperarla, o
bien decirse adiós aunque dé miedo dirigirse a un futuro incierto. Limpiar
el rencor, aprender de los errores y lograr una visión más equilibrada
permitirá lograr una buena separación.
«NO FUNCIONAMOS EN LA CAMA»
Los problemas sexuales deben entenderse como un
síntoma dentro de la pareja. Por ello, aunque sólo sea uno de los dos quien
manifieste la dificultad, es preferible un tratamiento conjunto que explore
la sexualidad y otros ámbitos de la relación.
Muchas veces el problema sexual sólo es la punta
del iceberg de unas dificultades o incompatibilidades mayores. El sexo no
deja de ser un tipo de comunicación muy íntima, por lo cual, ante la
existencia de conflictos, rencor o dificultades para sintonizar, es lógico
que se vea afectado. Lo que puede ser una fuente de placer en algunos casos
llega a deteriorarse al ser utilizado como medio de castigo, presión o
chantaje.
También debe tenerse en cuenta que no todo el
mundo vive de la misma manera la sexualidad: algunas personas le otorgan un
gran valor en sus vidas y otras no. Posiciones muy contrarias en este
sentido pueden ser difíciles de congeniar. La terapia debe servir de base
para que la pareja se atreva a explorar su sexualidad por distintos caminos
y a cultivar su deseo. Detectar las dificultades relacionales y desactivar
los juegos de poder que instrumentalizan el sexo, si los hay, será una tarea
crucial.
«ÉL O ELLA NO ESTÁ BIEN»
Los síntomas que aparecen en un miembro de la
pareja –ansiedad, depresión, miedos, conductas adictivas…– desempeñan un
papel importante en la relación. Tanto por las consecuencias que acarrean a
ambos miembros de la pareja –necesidad de cuidados, atención, renuncias...–
como por los efectos que producen en la relación.
Muchos síntomas individuales cobran sentido
cuando se indaga acerca de las relaciones en las que están inscritos. La
depresión, por ejemplo, en algunos casos puede evidenciar que un miembro de
la pareja se siente en desventaja y no logra una posición igualitaria
respecto al otro. El síntoma por una parte ayuda a defenderse y a lograr
reconocimiento, como si fuera un escudo para quien lo ostenta, pero a la vez
desnivela la relación: cuanto más lleva uno la etiqueta de deprimido, más
capaz y resolutivo tiene que ser el otro.
Si el terapeuta ayuda a ver las reglas y los
patrones de comunicación y la pareja modifica su manera de interaccionar,
los síntomas pueden cambiar o desaparecer al no ser ya necesarios en la
relación.
«TENEMOS PROBLEMAS CON NUESTRO HIJO»
Los cónyuges no sólo crean y dan forma a su
relación de pareja, sino que se convierten en arquitectos de una familia:
crían a sus hijos, los educan, les enseñan de acuerdo con sus normas y
creencias… Dado que cada miembro proviene de una familia diferente, sus
experiencias, valores y modos de educar serán distintos. Esto comporta que a
la hora de ejercer de padres puedan producirse choques o dificultades.
Por un lado está la pareja y por otra el trabajo
como padres, pero en realidad estas dos áreas se hallan totalmente
conectadas. Las desavenencias en la pareja influyen en cómo se ejerce la
paternidad y, asimismo, los conflictos sobre cómo hacer de padres pueden
enrarecer la relación.
Los hijos no son inmunes al ambiente, y en
muchas ocasiones juegan un papel de aliados o adversarios en uno u otro
bando. La terapia se dedicará a averiguar qué mecanismos se esconden detrás
de ese juego y con qué cartas cuenta cada uno. La finalidad será que los
padres resuelvan sus diferencias, tanto de pareja como padres, sin que
tengan que intervenir los hijos, para que puedan mostrarse entonces como un
frente común y coherente.
UNA NUEVA HISTORIA
El objetivo principal de la terapia es que la
pareja aprenda a construir historias alternativas que les permitan salir del
campo de batalla, del desconcierto, de la inquietud… El terapeuta se añade
como un tercero que, desde la distancia y con mayor perspectiva, podrá guiar
a la pareja para que conozcan cuáles son sus dificultades y cómo pueden
afrontarlas.
Escuchando los relatos de cada miembro de la pareja y observando su actitud, el terapeuta ayudará a discernir si lo que ha fallado se halla en la base de la relación, en unos cimientos poco sólidos, o ha sido a causa de circunstancias externas, cambios en los intereses de la pareja, incompatibilidades, malentendidos… Dado que la historia de pareja se teje a cada momento, siempre existe la posibilidad de cambiar su curso para iniciar una trayectoria más satisfactoria, o incluso, si es preferible, separarse y tomar caminos diferentes.
Por Cristina Llagostera