¿Por qué los cristianos creen en la Trinidad? ¿No es ya bastante difícil creer que existe Dios como para añadirnos el enigma de que es «uno y trino»? A diario aparece quien no estaría a disgusto con dejar aparte la Trinidad, también para poder así dialogar mejor con judíos y musulmanes que profesan la fe en un Dios rígidamente único.
La respuesta es que los cristianos creen que Dios es trino ¡porque creen que 
Dios es amor! Si Dios es amor debe amar a alguien. No existe un amor al vacío, 
sin dirigirlo a nadie. Nos interrogamos: ¿a quién ama Dios para ser definido 
amor? Una primera respuesta podría ser: ¡ama a los hombres! Pero los hombres 
existen desde hace algunos millones de años, no más. Entonces, antes, ¿a quién 
amaba Dios? No puede haber empezado a ser amor desde cierto momento, porque Dios 
no puede cambiar. Segunda respuesta: antes de entonces amaba el cosmos, el 
universo. Pero el universo existe desde hace algunos miles de millones de años. 
Antes de entonces, ¿a quién amaba Dios para poderse definir amor? No podemos 
decir: se amaba a sí mismo, porque amarse a uno mismo no es amor, sino egoísmo, 
o como dicen los psicólogos, narcisismo.
 
He aquí la respuesta de la revelación cristiana. 
Dios es amor en sí mismo, antes del tiempo, porque desde siempre tiene en sí 
mismo un Hijo, el Verbo, a quien ama con amor infinito, que es el Espíritu 
Santo. En todo amor hay siempre tres realidades o sujetos: uno que ama, uno que 
es amado y el amor que les une. Allí donde Dios es concebido como poder 
absoluto, no existe necesidad de más personas, porque el poder puede ejercerlo 
uno solo; no así si Dios es concebido como amor absoluto.
 
La teología se ha servido del término naturaleza, 
o sustancia, para indicar en Dios la unidad, y del término persona para indicar 
la distinción. Por esto decimos que nuestro Dios es un Dios único en tres 
personas. La doctrina cristiana de la Trinidad no es un retroceso, un pacto 
entre monoteísmo y politeísmo. Al contrario: es un paso adelante que sólo el 
propio Dios podía hacer que lo diera la mente humana.
La contemplación de la Trinidad puede tener un precioso impacto en nuestra vida 
humana. Es un misterio de relación. Las personas divinas son definidas por la 
teología «relaciones subsistentes». Significa que las personas divinas no tienen 
relaciones, sino que son relaciones. Los seres humanos tenemos relaciones -entre 
padre e hijo, entre esposa y esposo, etcétera--, pero no nos agotamos en esas 
relaciones; existimos también fuera y sin ellas. No así el Padre, el Hijo y el 
Espíritu Santo.
 
La felicidad y la infelicidad en la tierra 
dependen en gran medida, lo sabemos, de la calidad de nuestras relaciones. La 
Trinidad nos revela el secreto para tener relaciones bellas. Lo que hace bella, 
libre y gratificante una relación es el amor en sus diferentes expresiones. Aquí 
se ve cuán importante es que se contemple a Dios ante todo como amor, no como 
poder: el amor dona, el poder domina. Lo que envenena una relación es querer 
dominar al otro, poseerle, instrumentalizarlo, en vez de acogerle y entregarse.
 
Debo añadir una observación importante. ¡El Dios cristiano es uno y trino! Ésta es, por lo tanto, asimismo la solemnidad de la unidad de Dios, no sólo de su trinidad. Los cristianos también creemos «en un solo Dios», sólo que la unidad en la que creemos no es una unidad de número, sino de naturaleza. Se parece más a la unidad de la familia que a la del individuo, más a la unidad de la célula que a la del átomo.