Entrevista con Kenneth D. Wald
Durante los últimos trescientos años, la relación entre la religión y la política en Estados Unidos se ha caracterizado por fluctuaciones en intensidad y alcance. Algunas veces cruzándose, otras veces en conflicto y otras más operando en líneas paralelas, su relación es uno de los aspectos más fascinantes de la historia y la vida de Estados Unidos. En la conversación que sigue, Kenneth D. Wald, profesor de ciencias políticas de la Universidad de la Florida, en Gainsville, y autor de un libro original de gran influencia, Religion and Politics in the United States, analiza el fenómeno. La conversación tuvo lugar entre el doctor Wald y Michael J. Bandler y William Peters, redactores de Sociedad y valores estadounidenses.
Pregunta: Se cree que la prohibición constitucional ha erigido un muro de separación entre la iglesia y el estado. ¿Esto significa que no puede haber relación entre la religión y la política?
Wald: De ninguna manera. La Constitución ciertamente establece en forma clara un Estado secular o un gobierno secular, pero al hacerlo no hubo la intención de impedir que la religión tuviera influencia sobre la sociedad en general y la política específicamente. En ese entonces circulaban ideas religiosas que tuvieron una fuerte influencia en la Constitución misma y en la naturaleza del sistema político que se creó. Los valores religiosos han tenido una influencia poderosa en una variedad de movimientos, entre ellos el que buscaba la abolición de la esclavitud y el que promovió los derechos civiles. Y las instituciones religiosas siguen siendo lugares importantes donde la gente aprende normas cívicas. De manera que no se intentó, y realmente habría sido imposible, eliminar la religión de la arena política. Todo lo que la Constitución se proponía era declarar que el Estado, como gobierno, no adopta una posición oficial con respecto a interrogantes religiosos o a cuestiones religiosas.
P: Usted dice en su libro que la cláusula decisiva de la Constitución habla de "estar libre de que se le prohíba" no de "tener la libertad de".
Wald: Exactamente. El aspecto interesante de la separación de la iglesia y el estado en Estados Unidos es que realmente fue inspirada por dos movimientos políticos diferentes. Los fundadores de la nación norteamericana, especialmente personas como [James] Madison y [Thomas] Jefferson, obraban en gran medida bajo la influencia del pensamiento del siglo de las luces francés y adoptaron la posición de que si se daba poder estatal a la religión, el resultado sería un mal gobierno. La misma hostilidad que tuviera la gente hacia otras religiones se convertiría en hostilidad política y todo el sistema estaría en peligro de sucumbir.
Por otra parte, había otro movimiento, que yo denomino separacionismo protestante, que contaba con el apoyo de grupos como los metodistas y los bautistas. Este creía que facultar a la religión con poderes estatales resultaría en una mala religión; daría aprobación estatal a religiones que podrían ser equivocadas o limitaría la libertad religiosa de otros estadounidenses. De manera que en el espíritu de la Constitución funciona una especie de calle de dos direcciones, es decir, el criterio de que tanto la religión como el gobierno corren mejor suerte si florecen independientemente el uno del otro.
Hay quienes presumen, creo yo, que la Constitución adopta una posición contraria a la religión y que eso es lo que significa la separación de la iglesia y el estado. Creo que es todo lo contrario. Creo que la separación fue ideada para fortalecer la religión, siempre y cuando ésta se concentre en una esfera apropiada.
P: Parece casi como si la religión hubiera sido ideada para hacer el objetivo político más fuerte también.
Wald: Evidentemente, ha habido pensadores políticos para quienes un ámbito religioso fuerte es importante para la fortaleza de un gobierno democrático. Se ha dicho que las iglesias son, en cierto sentido, incubadoras de las virtudes cívicas. En las iglesias y las congregaciones es donde la gente aprende hábitos intelectuales e inclinaciones que pueden contribuir en forma positiva al mantenimiento de la democracia.
En forma análoga, Tocqueville afirmaba que no se podía comprender nada de la sociedad estadounidense a menos que se reconociera esa base religiosa sumamente fuerte que hizo posible un sistema democrático. Esta le enseñó a la gente a recapacitar sobre los medios y los fines y la importancia de adoptar una meta de largo alcance. De manera que hay, ciertamente, una corriente de pensamiento según la cual los fundadores de la nación norteamericana efectivamente tenían el propósito de que la separación creara un fuerte sector religioso y creían que ello traería beneficios también para el sistema político.
P: Cuando usted habla de lo que se enseñaba en las iglesias, ¿se refiere básicamente a los valores?
Wald: Si. Las iglesias son importantes para las democracias de muchas maneras. Por una parte, son instituciones donde la gente aprende aptitudes y habilidades que les permiten participar efectivamente en la política democrática. Se ha demostrado, y creo que en forma muy convincente, que los afronorteamericanos, en efecto, participan más que otros estadounidenses, habida cuenta del nivel de su posición socioeconómica, en gran parte porque las iglesias a que pertenecen son poderosas escuelas de capacitación política. En esas iglesias la gente aprende a pronunciar discursos, aprende a presidir reuniones, aprende a organizar campañas. Adquiere toda una gama de conocimientos que tienen aplicación muy directa en el proceso político. De manera que, en cierto sentido, son pequeñas escuelas de práctica democrática. Para muchos estadounidenses que no pertenecen a ninguna otra organización que provea esa formación, la iglesia es realmente esencial para promover una participación democrática de base amplia.
Creo que puede alegarse, igualmente, que a través de su representación en Washington las iglesias frecuentemente dan voz a la gente que de otra manera no la tendría. Los obispos católicos de Estados Unidos son un ejemplo por su impresionante presencia en Washington, o los varios grupos ubicados en el Edificio de los Metodistas. Las suyas son voces importantes que hablan de las necesidades de los que no tienen casa ni hogar, de las necesidades de los que no pueden defenderse. Simplemente dan voz a posiciones que no están representadas por los principales grupos de interés. De tal manera que yo creo que las congregaciones religiosas realmente realzan y dan mayor vitalidad al gobierno, en una forma más íntima dentro de las congregaciones, y más amplia en términos de su presencia en Washington.
P: Eso es cierto además en círculos judíos. Hay una representación de grupos religiosos judíos que promueve sus intereses en Washington.
Wald: Si. De hecho se puede decir que la ampliación de la Primera Enmienda, particularmente la cláusula contra el orden establecido, se produjo por medio de grupos religiosos que han presionado para que se dé un sentido más amplio a lo que el gobierno no debe hacer para favorecer a una religión. Indudablemente, los grupos judíos han estado en la vanguardia en casi todos estos casos. Leo Pfeffer, ya fallecido, que representaba el Comité Judío de Estados Unidos, era el litigante clave. Pero muchos de los casos realmente vitales han sido entablados en nombre de grupos como los Testigos de Jehová o los Adventistas del Séptimo Día, y más recientemente la Iglesia de Santería, todos los cuales han sido actores claves. Creo, una vez más, que con estas acciones estos grupos amplían los derechos de todos nosotros.
P: Anteriormente se refirió a las raíces religiosas de la Constitución. En su libro expone su teoría de "la depravación inherente" en relación con la teología puritana. Según lo entiendo, se trata de que el hombre es inherentemente pecador y depravado y básicamente no se puede confiar en la humanidad. Por extensión, entonces, no se puede confiar en ninguna rama del gobierno, es preciso tener frenos y equilibrios. ¿Es así?
Wald: Si. Uno lo podría llamar incluso el pecado original, si le parece. Es un factor poderoso que ocupaba la mente de casi todos los que asistieron a la Convención Constitucional. Jefferson creía que no debíamos dejar nada a la virtud humana que pudiera ser previsto por algún mecanismo constitucional. El razonamiento era este: bien sea que el poder se invista en un sólo individuo, como un monarca, o en un cuerpo elegido por el pueblo, como el congreso, la naturaleza humana es tal que siempre abusaremos del poder que se nos otorgue, trataremos de acaparar todo el poder que sea posible y no siempre prestaremos atención a las necesidades de otros, especialmente de los menos poderosos. Por tanto, la solución era, a los ojos de los fundadores de la nación norteamericana, no un reino divino, que tiene el mismo problema, sino la creación de un gobierno con tantas protecciones complementarias para la libertad que resultara muy difícil para cualquiera abusar del poder.
La otra suposición que encuentro muy importante en todo el desarrollo del constitucionalismo estadounidenses es la idea de la alianza. La mayoría de los estadounidenses lo aprenden en la Sagrada Escritura; a menudo lo aprende de la alianza mosaica por la cual Dios hizo algunas promesas al pueblo de Israel si éste seguía su ley, contenida en los diez mandamientos; o de las alianzas con Jesús. En estas alianzas Dios celebra un pacto, un contrato, como si dijéramos, con el pueblo, ofreciendo determinados beneficios a cambio de cierto costo. Si Dios está dispuesto a limitarse de esa manera, es difícil apoyar el argumento en favor de una monarquía divina. Ese tipo de raciocinio es también muy importante en la Constitución.
P: La religión, tal como existe en Estados Unidos, no es en absoluto monolítica ni hay homogeneidad entre las diversas religiones ni aún dentro de las denominaciones de alguna religión en particular. ¿Qué pasa cuando esta miríada de posiciones, credos, intereses converge en la arena política? ¿Cómo puede evitarse una guerra cultural?
Wald: Creo que una de las suertes más grandes de la vida estadounidense es que tenemos en nuestra comunidad una gran diversidad de religiones y hay una gran diferencia entre ellas; en ese sentido todos somos miembros de minorías religiosas. La congregación más grande en Estados Unidos es la católica y sólo cuenta con el 25 por ciento de los creyentes adultos, según la mayoría de las encuestas. Por esta razón la mayoría de nosotros vive en lugares donde hay muchas religiones diferentes. Creo que eso ha impedido el tipo de situación que los teóricos de juegos llamarían de suma nula, que se encuentra en Irlanda del Norte o el Líbano o Bosnia, donde hay una religión mayoritaria enfrentada a una religión minoritaria.
Nuestra comunidad religiosamente diversa, en cierto modo ha hecho que todos nosotros nos encontramos en una minoría religiosa en un momento u otro, o a raíz de alguna posición. De manera que los grupos con frecuencia modifican su posición según el tema y según su interés particular. Los estadounidenses católicos, la Iglesia Católica, por ejemplo, ha estado firmemente de parte del movimiento pro vida que ha resistido la liberalización del aborto. En cuanto a ese tema han tenido una posición muy diferente de la comunidad judía estadounidense o de algunos otros protestantes liberales. No obstante, en algunas cuestiones se han encontrado en la vanguardia del activismo religioso debido a que tienen un mandato muy diverso. Los católicos cambian de lado; los judíos algunas veces colaboran con los evangélicos, otras no.
P: En otras palabras, la política crea extrañas alianzas. Judíos ultraortodoxos y cristianos evangélicos a veces se unen en cuestiones de naturaleza conservadora, por ejemplo.
Wald: Desde luego. La gente puede pensar que tiene muy poco en común, pero cuando se trata de asuntos como los cupones escolares, u otros aspectos del proceso, encuentra el interés común. De tal manera que creo que en cierto sentido hemos tenido suerte. No hemos llegado a ser como Irlanda del Norte porque las cuestiones no toman un cariz católico o protestante en oposición, con uno de los lados destinado a ganar. En el sistema estadounidense hay tanta diferencia entre las religiones, tanta variedad, que probablemente ello ha preservado el equilibrio y ha impedido que un grupo predomine.
Y la tendencia de la religión estadounidense es hacia una mayor diversidad. Desde que se modificaron las leyes de inmigración en los años sesenta, el número de gente que pertenece a lo que se llama religiones orientales o asiáticas ha aumentado considerablemente. Y creo que hasta cierto punto ese es el futuro de la religión estadounidense: más y más diversidad, más y más variedad aún dentro de la misma denominación.
Los bautistas sureños, por ejemplo, están probablemente en el proceso de dividirse en dos denominaciones separadas. Ya existen dos tendencias diferentes. Los judíos estadounidenses están divididos en cuatro o cinco tradiciones o denominaciones diferentes, si se quiere usar ese término. De manera que la tendencia, creo yo, es hacia una mayor diferencia. Pienso, por tanto, que va a ser todavía menos probable que una fe única llegue a dominar.
P: Se habla mucho del éxito de los grupos de presión religiosos. ¿En qué se diferencian las actividades de estos grupos y las de grupos de presión de los sindicatos o de los ambientalistas o de la industria petrolera y demás?
Wald: Hablando en términos generales creo que hay una gran similitud entre la forma en que los intereses religiosos ejercen presión y la forma en que los intereses económicos o laborales lo hacen. Hay diferencias también, creo. Los grupos de interés religiosos, por ejemplo, rara vez hacen contribuciones directas para las campañas, como se sabe que se hacen por medio de los comités de acción política. Pero en otros respectos, los grupos de interés religiosos hacen lo que se llama presión "a nivel popular". Alientan a sus miembros para que se comuniquen con los funcionarios públicos; patrocinan manifestaciones y campañas de información pública; ocasionalmente contratan profesionales para que representen su punto de vista. De manera que algunas veces son lo mismo que los grupos de presión seglares.
Por otra parte, creo que es importante comprender que el estilo de la presión que ejercen puede ser muy diferente. Los grupos de interés religiosos a menudo afirman que su motivación es profética; es decir, que tratan de llevar al conocimiento de los funcionarios públicos la sabiduría de su tradición religiosa. Al hacerlo operan con una moneda muy diferente, la espiritual, en contraposición a la financiera. Algunas veces esto significa que tienen menos posibilidades de ganar, pero se concentran en inquietudes de mucho mayor alcance. De manera que a veces son muy diferentes de lo común.
En ocasiones esto puede tomar la forma de algo que yo encuentro muy desagradable. Los grupos de interés religiosos a veces adoptan la posición de que "si usted no me apoya en esta cuestión, está obstruyendo la voluntad de Dios". A veces también asocian literalmente un determinado programa con un mandato divino. La mayoría de las tradiciones religiosas que conozco considerarían esto una blasfemia, porque ese enfoque de alguna manera conecta un imperativo religioso o un mandato divino con un programa de acción política, y yo alegaría que eso no es lo que hace la religión; eso es realmente pervertir la finalidad de la religión.
P: ¿Es eso parte de lo que causa la tensión con respecto a las actividades de la derecha radical, la creencia de que van más allá de lo que tradicionalmente se considera apropiado de la expresión religiosa?
Wald: En realidad creo que viene desde principios de los años ochenta, cuando estos grupos comenzaron por primera vez a tener una presencia política en Washington. Los grupos que recuerdo son la Mayoría Moral y la Mesa Redonda Religiosa. Estos grupos se encargaban especialmente de este tipo de presión, visitaban las oficinas de los legisladores y les decían que la voluntad de Dios era que se aprobara tal o cual ley, la enmienda para equilibrar el presupuesto o la enmienda contra el aborto o cosas por el estilo. Ese enfoque era tremendamente ineficaz, básicamente, porque a los legisladores, y al público estadounidense, hablando francamente, no les agrada la idea de que su tradición sagrada tenga por necesidad que formar parte de un plan religioso en particular.
Una de las cosas que me alienta es que esos grupos religiosos conservadores han aprendido algunas lecciones de sus fracasos de principios de los años ochenta. Si se compara una organización como la Coalición Cristiana con la Mayoría Moral, que en algunos aspectos fue su predecesora espiritual, se ve un enfoque mucho más sagaz y más considerado en su presión religiosa. Se observa una tendencia a argüir, no que es la voluntad de Dios, sino que es un humilde intento de comprender la sabiduría de nuestra tradición en cuanto a su aplicación a una determinada cuestión o política. Y se habla mucho más de la libertad religiosa de los estudiantes que de la oración en las escuelas.
Esto es en parte un giro estratégico. Es obvio que Ralph Reed, que dirige la Coalición Cristiana, es mucho más sagaz políticamente de lo que lo fuera Jerry Falwell o mucha de la gente que trabajó para la Mayoría Moral. Con todo, creo que en parte refleja lo que enseña la experiencia. La gente se ha visto atemperada por la información obtenida por sus propias iglesias y por la reacción de algunos de sus feligreses. Ha llegado a comprender que es importante tener moderación cuando se vinculan las preferencias en cuanto a políticas con los puntos de vista religiosos.
Hay una oración por Estados Unidos, que decimos en mi congregación los sábados en la mañana, en la que se pide a Dios que otorgue a los legisladores y a los funcionarios oficiales el discernimiento de su Tora. No pide que se conviertan, no dice que hay ciertas políticas que son consecuentes con nuestra tradición y otras que no lo son. Dice que hay un discernimiento en nuestra tradición sobre lo que es justo, lo que es equitativo, lo que es razonable, que debe tenerse en cuenta en el proceso político. Creo que ése es el grado de relación entre la religión y el proceso político que la mayoría de los estadounidenses encuentran aceptable.
P: ¿El hecho es, entonces, que el éxito de esta derecha un poco más sutil es una reafirmación de la forma en que el estadounidense promedio piensa sobre todo este proceso?
Wald: Si. Creo que es exactamente eso.
P: Tengo la impresión de que existe una percepción errada fuera de Estados Unidos del resultado que tienen aquí de las actividades de los intereses religiosos encaminadas a influir en la política o las políticas de interés nacional.
Wald: Si. Creo que eso es cierto. Cuando he dictado conferencias en el exterior he visto que realmente se tienen dos enormes ideas erróneas en cuanto a la religión en la política estadounidense. Una es la suposición de que los estadounidenses no son gente religiosa y que la separación constitucional de la Iglesia y el Estado refleja hostilidad contra la religión. Ya indiqué que en mi opinión no es así, que de hecho mucha gente cree que es la ausencia de una sanción estatal de la religión lo que permite que ésta tenga tal vigor. No hay duda que la religión es una institución más vigorosa y que es un factor de mayor fuerza en Estados Unidos que en cualquiera otra sociedad donde el Estado la ha apoyado. Creo que hay algunas explicaciones interesantes de mercado libre para este fenómeno. Esa es una percepción errónea muy fuerte que los hechos desmienten, en mi opinión.
La otra idea errónea es que existen algunos aspectos de política en los que los grupos de interés religiosos dominan totalmente el proceso, y no hay ejemplo alguno que se cite con mayor frecuencia que el de la comunidad judía e Israel. Encuentro interesante que, por una parte, éste es probablemente un aspecto de política en el que las circunstancias, más que en cualquier otro, ciertamente favorecen la influencia de los grupos de interés. Es un tema de política vital para los judíos estadounidenses por toda una gama de razones. Muchos de ellos consideran que su identidad está unida de un manera significativa a la existencia del Estado de Israel. En muchos casos es esencial para la supervivencia y la seguridad de los judíos. Y es un aspecto de política en el que la mayoría reconoce que hasta hace poco, realmente no había otro grupo de interés activo. De manera que sería de esperar que si hay un aspecto de política en el que debe existir un grupo religioso poderoso sería en un área como el Oriente Medio y en una comunidad como la de judíos estadounidenses.
No obstante, la evidencia indica, en efecto, que aunque los judíos estadounidenses han tenido éxito en algunos casos importantes, ese éxito se debe, en gran medida, a que el presidente encuentra que las políticas que éstos prefieren coinciden con el interés nacional de Estados Unidos. Cuando los judíos estadounidenses han encontrado oposición de la administración, cosa que ocurrió ya desde la década de los cincuenta, el éxito ha sido raro. Por ejemplo, no les fue posible parar la venta de aviones AWAC por la administración Reagan. No pudieron persuadir a George Bush que descongelara las garantías de los préstamos al Estado de Israel. Y sospecho que si Bill Clinton decide que Israel no prosigue con suficiente empuje la paz en el Oriente Medio, la comunidad judía estadounidense no podrá hacer mucho para impedir que ejerza más presión sobre el Estado de Israel actualmente. De manera que si el presidente es un aliado, los grupos ciertamente tienen buen éxito. Si el presidente no es un aliado, entonces la comunidad judía generalmente no tiene éxito en estas cosas.
P: Al través de los años se ha visto que la tolerancia religiosa va de mano con la intolerancia. ¿En el ámbito social y político, es ésto algo que se pueda frenar o impedir y cómo?
Wald: Creo que en Estados Unidos hay pruebas de que por un lado, hablando de las masas, ha aumentado en realidad la tolerancia religiosa. El antisemitismo y anticatolicismo abierto son ahora claramente un fenómeno que se encuentra entre los movimientos marginales. Por ejemplo, los estadounidenses han demostrado estar mucho más dispuestos a votar por candidatos de tradiciones religiosas minoritarias que en el pasado. De manera que en ese sentido me siento alentado por el hecho de que hay menos prejuicio religioso obvio; es menos aceptable socialmente y la afiliación con una religión minoritaria es un obstáculo menor para el éxito.
Por otra parte, lo que me preocupa es que en las márgenes ha habido un aumento en la violencia política de inspiración religiosa. Lo hemos visto, por ejemplo, en el ala extrema marginal de los movimientos antiaborto, como lo demuestran las explosiones ocurridas en las clínicas para el aborto y el asesinato de personas que trabajan en ellas. También lo hemos visto en la periferia de los movimientos milicianos, principalmente en los estados del oeste, donde el movimiento llamado Identidad Cristiana ha inspirado algunos homicidios y asesinatos.
De manera que en cuanto a la corriente principal las noticias son buenas, en las márgenes las noticias son preocupantes. La experiencia indica que la forma de contrarrestar este tipo de violencia es, primero que todo, mediante una aplicación decidida de la ley, lo cual es importante, es preciso tomar en serio estas amenazas y hacerles frente en la forma debida. El otro puntal, y que quizá sea más importante, es que las comunidades mismas tienen que pronunciarse. Hubo un caso muy alentador en Billngs, Montana, con ocasión de un incidente de vandalismo antisemítico. Los miembros de la comunidad decidieron que si los vándalos hacían blanco de las casas que tenían menorás (candelabro ceremonial judío) en sus ventanas durante la época de Hanukkak, todos los residentes de Billings pondrían menorás en el apoyo de sus ventanas. Creo que cuando la comunidad no deja duda de su intolerancia de este tipo de conducta, la advertencia tiene mucha fuerza.
P: ¿Aceptando que no hay nada nuevo en cuanto a la relación entre la religión y la política en la vida estadounidense, hay algo nuevo que hace su aparición en este momento y que podría tener un efecto importante, de una u otra manera, en los próximos años?
Wald: Creo que hay dos cambios realmente interesantes que hemos visto en los últimos diez o quince años. El primero es el surgimiento político de los cristiano- evangélicos. Esta es una comunidad que representa en este momento quizá hasta el 25 por ciento del público estadounidense y que antes no tenía una gran organización como fuerza política. Sin embargo, desde 1980, los evangélicos tienen una voz política mucho más sensacional, mucho más atrevida. Los resultados no siempre han sido los más apropiados y ciertamente se ha aprendido algo de las experiencias, pero en general los evangélicos, que antes eran políticamente marginales, han hecho suyo realmente ese campo.
La otra transformación, creo, ha sido mucho más callada pero también interesante. Se trata del papel cambiante de los católicos estadounidenses. En general, en el pasado los católicos se involucraban políticamente sólo cuando habían intereses católicos directos de por medio. Cuestiones como el financiamiento público para las escuelas parroquiales o casos claros de anticatolicismo era antes lo que llevaba a los católicos al campo político.
Ahora no hay duda de que los católicos ocupan un lugar en el centro de la escena de la vida política estadounidense y lo han hecho en una forma interesante y no siempre consecuente. La mayoría de nosotros pensamos en la Iglesia católica como enemiga del aborto y motor que impulsa el movimiento pro vida pero, al mismo tiempo, la Iglesia católica ha sido muy activa como vocera de los estadounidenses desfavorecidos. Esto refleja, en parte, la transición de la iglesia estadounidense que es ahora más hispana y regresa a sus raíces en la clase obrera. En parte, creo yo, es el efecto de la serie de reformas del Vaticano II.
P: En su libro arguye que en última instancia el entrelazado de la religión y la política en Estados Unidos ha sido beneficioso y perjudicial. ¿Podría resumir sus puntos de vista?
Wald: Creo que toda persona imparcial tendría que decir que la religión, en ocasiones, ha ennoblecido la política y ha hecho que actuemos de la mejor manera que nos es posible. El movimiento de los derechos civiles de los años cincuenta y sesenta es quizá el punto más elevado de involucración religiosa muy constructiva en nuestro sistema político.
Por otra parte, toda persona imparcial diría también que la religión ha dado pábulo a algunos de los excesos. Es como si la religión a veces diera licencia a un salvajismo extra cuando la gente la mezcla con la política. Han habido actos de los que muchos de nosotros nos avergonzaríamos. La colocación de explosivos en las clínicas de aborto, la violencia de los movimientos milicianos, son dos ejemplos recientes.
A mi manera de ver, la conexión entre la religión y la política es buena o mala, según la forma en que la gente aplique sus valores religiosos al proceso político. Creo que si la gente se suscribe al tipo de concepto triunfalista que la hace poseedora de todas las soluciones y cree que todo lo que necesitamos es subordinar nuestro sistema político a nuestras claras tradiciones religiosas, vamos a tener problemas.
Creo que nuestras tradiciones religiosas son sutiles; que su aplicación a la esfera política requiere algún grado de humildad, algún reconocimiento de que sólo podemos percibir vagamente las implicaciones de nuestra fe religiosa en el mundo secular. Cuando la gente actúa con humildad y tolerancia y comprende que cuando se habla en la plaza pública hay que emplear una lengua pública, creo que entonces ese tipo de religión y ese tipo de impulso religioso son muy constructivos.
Yo aprendo mucho de personas con las cuales estoy en desacuerdo políticamente cuando me explican las bases religiosas de sus preferencias en políticas. Cuando la gente me grita, cuando me dice que su solución es la única, que Dios se ha manifestado claramente en cuestiones de políticas, es cuando no pongo mucha atención y cuando no creo que nuestra vida política se ennoblezca en forma alguna. Desde mi punto de vista todo depende de la actitud con que uno encuentra un vínculo entre lo religioso y lo secular.
P: Y su presentación.
Wald: Como no.