SANTA MARGARITA MARÍA DE ALACOQUE, "HEREDERA" Y DIFUSORA DEL CORAZÓN DE CRISTO

 Jesús de las Heras Muela
Director de ECCLESIA

 

"Quiero que sirvas de instrumento para atraer los corazones  a mi amor... Te constituyó heredera de mi corazón"

Nacida en Francia, en la diócesis de Autun, en 1647, Margarita María de Alacoque ingresó monja en el Monasterio de la Visitación de la Virgen en la localidad de Paray Le-Monial. Llevó una vida de constante perfección espiritual y tuvo una serie de revelaciones místicas, referentes, sobre todo, a la devoción al Sagrado Corazón de Jesús.

 Se convirtió desde entonces, junto a otros apóstoles como el beato jesuita Claudio de la Colombiérre, en la gran difusora del amor al Corazón de Jesús. Falleció con tan sólo 43 años de edad el 17 de octubre de 1690. Fue beatificada en 1864 y canonizada en 1920.

 

Confidencias con Jesús

 "Quiero que sirvas -le dijo el Señor- de instrumento para atraer los corazones a mi amor... Te constituyó heredera de mi corazón... Mi divino corazón de tal manera se abrasa en el amor a ti y a todos los hombres que ya no lo puedo contener y quiero, por tu medio, manifestarlo a todos... Tengo sed de ser amado por los hombres en el Santísimo Sacramento".

 "El Sagrado Corazón -escribió la santa francesa- es una fuente inagotable, que no desea otra cosa que derramarse en el corazón de los humildes, para que estén libres y dispuestos a hasta la propia vida... De este divino Corazón brotan sin cesar tres arroyos: la misericordia para con los pecadores, la caridad en provecho de los necesitados y el amor y la luz para los justos... Este Corazón divino es un abismo de todos los bienes, es un abismo de amor en el que debe ser sumergida toda nuestra indigencia".

 

Alcanzar un conocimiento profundo de Jesucristo

 La liturgia de la Iglesia celebra su memoria litúrgica el 16 de octubre. En su oración propia reza por intercesión de Santa Margarita Mª de Alacoque para que Dios infunda en nuestros corazones el mismo espíritu con que la enriqueció a ella a fin de que lleguemos a un conocimiento profundo del misterio incomparable del amor de Cristo y alcancemos nuestra plenitud según la plenitud total de Dios.