Selección de
«50 PREGUNTAS ACERCA DE LA VIDA Y DEL AMOR»
Comunidad del L'Emmanuel. http://WWW.emmanuel-info.com/es/dossiers/50q.

 

VII. ¿BIEN O MAL?

 

32.
¿Qué supone ver una película erótica o una revista porno?
33.
Bien o mal ¿soy yo el único juez de mis asuntos?
34.
¿Y la masturbación?
35.
¿Por qué la iglesia católica defiende cosas que van en contra de la opinión de mucha gente?
37.
¿La iglesia lucha contra el sida?
39.
He ido demasiado lejos… lo siento… ¿Todo está perdido?
 

 

32. ¿Qué supone ver una película erótica o una revista porno?

Efectivamente, día tras día, poco a poco, terminaremos por considerar a la mujer o al hombre como un objeto de consumo para nuestro placer. Nuestra mirada se volverá parcial. En lugar de descubrir a nuestro/a novio/a, o a nuestro marido/mujer en todas las dimensiones de su personalidad: su cuerpo, su espíritu, su corazón, su inteligencia, su sensibilidad... , nos limitaremos a buscar el placer del cuerpo.

En nuestras relaciones con los amigos o en el mundo laboral, nuestra actitud se focalizará en el sexo y nuestra mente se llenará de imágenes eróticas. Las relaciones con el prójimo se volverán ambiguas.

En la pareja, la pornografía destruye el amor. En efecto, el verdadero amor consiste en entregarse al otro, en escucharle, en mostrarle delicadeza, ternura y prestarle atención. El erotismo genera una tristeza y un asco que puede cegar nuestro corazón..

Sin embargo, el Creador ha puesto en el fondo de nuestro ser el anhelo de aspirar a la pureza. Este anhelo permanece siempre en nosotros, a pesar de todo lo que hayamos hecho por destruirlo. Siempre se puede recuperar esta pureza, sea cual sea la situación en la que nos encontremos.

En primer lugar, a través del perdón de Dios. A continuación, en la vida cotidiana, protegiendo nuestro corazón. Se trata de una actitud interior que consiste en apartarse simplemente, pero con firmeza, de todo lo que pueda manchar nuestro corazón (desviar la mirada, controlar nuestra imaginación, no mirar una revista o un cartel, etc.).

Podemos estar seguros de que, poco a poco, nuestra buena voluntad se impondrá y encontraremos la paz y la alegría del corazón.

 

33. Bien o mal ¿soy yo el único juez de mis asuntos?

El hombre ha sido creado libre y siempre conserva el gusto por esta libertad, que se expresa, sobre todo, en lo que elige y decide. Se puede incluso decir que una acción sólo es humana si es libre.

Hoy día, muchos consideran que, puesto que son libres, nadie debe decirles lo que está bien o mal. No obstante siempre aceptamos, en mayor o menor medida, ciertas normas, como por ejemplo, no asesinar o no escandalizar a un niño, pero esto no ocurre así con todo.

Muy a menudo nuestro juicio se ve influido por los comportamientos y la opinión más generalizados. Sin embargo, el hecho de que mucha gente tenga una misma opinión, no implica necesariamente que sea correcta. Si nos fijamos bien, veremos claramente que no siempre están en lo cierto. A veces, incluso, nos comprometemos de mala gana en cuestiones que, en el fondo, reprobamos.

No podemos inventarnos el bien y el mal. No dependen de nuestra opinión o de la de los demás. Existe un orden del mundo (a veces se habla de "ley" natural) ya que así ha sido creado. Este es el significado del libro del Génesis cuando habla del único mandamiento que Dios dio en el jardín del Edén: "No comerás del fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal." El pecado original (ver cuestión 31) consiste en el intento, por parte del hombre, de ocupar el lugar de Dios para decidir en vez de Él sobre el bien y el mal.

Así pues, si no fuimos los inventores ni del bien ni del mal, ¿cómo podemos reconocerlo? Todo hombre ha recibido lo que denominamos "conciencia", que "es el centro más secreto del hombre, el santuario en el que está solo con Dios y en el que su voz se hace oír." La conciencia puede ayudar a cada hombre a orientarse hacia el bien. Pero para ello es necesario escuchar su voz. También hay que iluminarla y formarla mediante la práctica habitual de buenas acciones (virtudes), con la inspiración del Espíritu Santo en la oración. "Imprimiré mi ley en sus entrañas, y la grabaré en sus corazones." (Jer 31, 33). Por último, escuchando a la Iglesia que nos ayuda a discernir el bien y el mal a la luz de Cristo.

 

34. ¿Y la masturbación?

Primera trampa. Se prueba por razones diversas: curiosidad o descubrimiento brutal de la propia sexualidad, lecturas, televisión, impulsado por los amigos, la soledad, la falta de afectiva... Pero el placer físico que supone, muy pronto, lleva a reproducir y multiplicar este acto inicial. Se crea rápidamente el hábito, que es lo peligroso porque cuanto más arraigado está, más difícil es dejarlo. Difícil, pero no imposible. "Debes saber que eres libre frente a este problema, puedes superarlo", son palabras de un padre a su hijo de 16 años, que le han ayudado mucho. Por otra parte hay que distinguir lo que puede ser un impulso sexual espontáneo, o en un semi-sueño, de la masturbación real que implica un acto consciente y deliberado.

Segunda trampa. Nos gusta oír (intoxicación) que masturbarse es normal, anodino, incluso que es una experiencia útil, buena para el equilibrio físico y psíquico... En realidad, es todo lo contrario. Cada vez que utilizo mi cuerpo de una forma que no corresponde a la finalidad para la que fue creado, hago algo que no es bueno ni para mi mente ni para mi alma. Sin embargo, este acto, a pesar de que aporta un placer inmediato, hace desgraciado al que lo practica porque se encierra en sí mismo, se aísla de los demás. Poco a poco, a través de la imaginación, se entra en un túnel y se acaba siendo víctima de una culpabilidad que dificulta aún más la apertura hacia los demás y hacia el verdadero amor. Y esta culpabilidad debilita también la voluntad, haciéndole dudar de que haya esperanza.

Pero es precisamente por ahí por donde hay que comenzar a salir del túnel: hay esperanza, es posible salir de la oscuridad. El primer paso es dominar la propia sexualidad. No siempre es posible dominar la imaginación pero sí, los actos. A partir de ahí puede comenzar toda una reeducación que incluirá, junto con la necesidad de perdón (que fortifica la voluntad y la esperanza), pequeños pasos como son : no mirar ciertas cosas y dominar el corazón (ver cuestión 32), limpiar nuestra vida, entregarnos al prójimo... Se trata de una reeducación que supone una forma de vida y que va a hacer de nosotros hombres y mujeres firmes, purificados y preparados para amar.

 

35. ¿Por qué la iglesia católica defiende cosas que van en contra de la opinión de mucha gente?

Resulta muy curioso ver el número de personas que "pasan" de la Iglesia pero que se rasgan las vestiduras cuando ésta desaprueba el aborto, los anticonceptivos o la fecundación in vitro.

En el fondo de nosotros mismos, cuando tenemos una duda de conciencia, cuando no estamos totalmente seguros de que algo que queramos realizar - o que hayamos realizado - esté bien, buscamos como sea una aprobación, una justificación oficial que nos libere de este reproche interior. Hace poco el rey de Bélgica se negó, por motivos de conciencia, a firmar la ley sobre el aborto, arriesgándose a perder el trono. Algunos diputados y políticos belgas hicieron declaraciones increíbles. Según ellos, el rey no tenía nada que decir, incluso si abdicaba, ya que debía limitarse a firmar las leyes como un autómata. ¿Por qué estas personas perdieron su sangre fría ante un gesto de valor extraordinario? Porque no sólo querían legalizar el aborto, sino que además, no soportaban que alguien se atreviera a decir que aquello no "estaba bien". Tomemos otro ejemplo, hace 400 años Enrique VIII, rey de Inglaterra, había conseguido que todos los Lores y diputados, e incluso todos los obispos del país, aprobaran la anulación de su matrimonio con Catalina de Aragón. Sin embargo, un sólo obispo, John Fisher, y un único laico, Thomas More, canciller del rey que dimitió, se negaron a decir que estaba "bien". Estas dos únicas voces quitaban el sueño a Enrique VIII, quien hizo ejecutar a ambos.

Hoy día ya no harían ejecutar al papa Juan Pablo II o a los obispos cuando se dirigen a los católicos en conciencia, se contentan con insultarles. No obstante, para muchos sus palabras se hacen aún tan insoportables como las de John Fisher y Thomas More.

La Iglesia protege la conciencia. Es testigo hasta el martirio de que el hombre vale más que lo que intenta hacer.

La iglesia nos dice lo que cristo enseñó

Como resulta bastante molesto atacar a Jesucristo, incluso en el mundo, se prefiere reprochar a la Iglesia sus posiciones. "¿Con qué la Iglesia prohíbe el divorcio?" - La Iglesia recuerda lo que Cristo dice en el Evangelio: "Cualquiera que repudia a su mujer y se casa con otra comete adulterio..." (Lc 16, 18). Y Jesús dice también: "Antorcha de tu cuerpo son tus ojos :si tu ojo fuere sencillo, o estuviere limpio, todo tu cuerpo estará iluminado. Mas si tienes malicioso o malo tu ojo, todo tu cuerpo estará obscurecido Que lo que debe ser luz en ti es tinieblas ¡las mismas tinieblas cuán grandes serán!?" (Mt 6, 22-23).

Si la iglesia no da testimonio de la luz de cristo, ¿quién podrá encontrarla?

Jesús es muy severo con los que adaptan las exigencias morales a sus necesidades e intentan que el mal parezca el bien: "Al que escandalizare a alguno de estos pequeñitos que creen en mí, mucho mejor le fuera que le ataran al cuello una de esas ruedas de molino, que mueve el asno, y le echaran al mar." (Mc 9, 41). Se equivoca quien cree o dice que la Iglesia condena. A ejemplo de Cristo, la Iglesia da luz, cueste lo que cueste. Pero al que haya hecho algo mal, responde como Jesús: "Yo no te condeno. Vete y no peques más.", es el perdón que da el sacerdote en el sacramento de la "reconciliación" (la confesión).

La iglesia no condena sino que perdona en nombre de cristo

La Iglesia dice que el aborto está mal, pero perdona a quienes abortan. Si no creemos en Dios, hacemos desaparecer la posibilidad del perdón. Ahí está el problema de nuestro tiempo: sin Dios ya no hay misericordia. Entonces, frente a los reproches de nuestra conciencia, nos esforzamos por olvidar - es la represión, con todas sus consecuencias -, o bien, por decir que el mal está bien.

¿Por qué no decir con la Iglesia las palabras del Salmo LI? "Crea en mí, oh Dios, un corazón puro, haz que vuelva a escuchar júbilo y fiesta, retira tu semblante de mis faltas, borra todos mis culpas !"

 

37. ¿La iglesia lucha contra el sida?

Repartir preservativos entre los jóvenes no constituye un medio eficaz para impedir que el SIDA se propague: diversos estudios demuestran que el aumento en las relaciones sexuales no va acompañado de un mayor uso de preservativos. En cambio, la implantación de comportamientos responsables, de una ética del amor, es la mejor defensa contra la propagación de esta enfermedad.

La Iglesia lucha contra el SIDA apelando a la ética del amor. La Iglesia nos habla de la belleza del amor humano. No es un cantante de moda, sino el Papa, quien ha dicho: "El hombre no puede vivir sin amor... su vida carece de sentido si no encuentra el amor, si no lo experimenta..." (Familiaris Consortio nº 18). ? La Iglesia también dice que sexualidad (la relación sexual) y amor son indisociables, que amor no significa nada si va acompañado de una muestra de desconfianza, de protección. ¿No resulta un poco raro decir: "Te quiero, me doy por entero a ti... pero sin embargo, no me fío y me protejo..." ? ¿A usted. qué le parece?

Los obispos han hablado varias veces del SIDA. Conocen bien las situaciones dramáticas, los sufrimientos que provoca. Han dicho, por ejemplo: "Existen medios profilácticos (es decir, de prevención) pero es cuestionable reducir la prevención del SIDA únicamente a su utilización" (9/1/89). El cardenal Decourtray y el cardenal Lustiger también han declarado, con toda claridad: "No deis la muerte", añadían los obispos, "porque el respeto a la salud y a la vida del prójimo es un valor moral fundamental".

En cuanto a los enfermos y "seropositivos", es decir, lo que portan el virus sin tener aún los síntomas de la enfermedad, la Iglesia los acoge y lucha contra su exclusión social. Por ejemplo, en el caso de Francia organizando centros de acogida como los de París (Tiberíades), Lyon, Marsella... y servicios de atención en sus hospitales y clínicas: servicio Jeanne Garnier en París, centro de la Madre Teresa en Nueva York, etc.

En resumen, la Iglesia defiende el Amor y la Vida. Propone una estrategia de prevención más eficaz a largo plazo que el preservativo y más digna del amor. ¡Vale la pena intentarlo!

 

39. He ido demasiado lejos… lo siento… ¿Todo está perdido?

No hay nadie demasiado malo para Dios: Él nunca deja de amarnos. «No te olvides de mí. Desvanecí como una nube, tus maldades, y como a niebla, tus pecados, conviértete a mí, pues te he redimido» (Is. 44, 21-22)

En innumerables versículos de la Biblia, el Señor nos dirige palabras de amor y de perdón como éstas. Sin embargo, estas palabras le no bastaron para decirnos que nos ama mas allá de nuestros pecados, que nos da la vida más allá de la muerte y Dios vino. Jesús, el hijo del Padre Todopoderoso descendió de los Cielos para estar entre nosotros como niño, en Navidad. Él mismo nos contó la parábola del hijo pródigo para demostrarnos que hasta el final Dios es todo misericordia y perdón. Permitió incluso que lo mataran antes de dar una imagen de Dios vengador: «Padre mío, perdónales, porque no saben lo que hacen» (Lc, 23, 24)
Jesús hizo que el primero que entró en el Cielo fuera un bandido, un pecador, al que después fue conocido como ¡el buen ladrón!

Por tanto si te juzgas a ti mismo y no te puedes perdonar, ve a encontrarte con Jesús en la persona del sacerdote. En nombre del Hijo de Dios, tiene el poder y la obligación de perdonarte: «tranquilizamos nuestra conciencia ante él, en caso de que nos condene la nuestra, pues Dios es mayor que nuestra conciencia» (1 Jn 3, 19-20)