Selección de

«50 PREGUNTAS ACERCA DE LA VIDA Y DEL AMOR»
Comunidad del L'Emmanuel. http://WWW.emmanuel-info.com/es/dossiers/50q.

 

II. CONOCERSE

 

5.
¿Cómo vivir la diferencia?
6.
Salimos juntos ¿Cuáles son los límites?
7.
¿Es realmente necesario ser dos para ser feliz?
8.
¿Es legítimo que dos personas del mismo sexo se amen?
9.
¿Es posible la felicidad con un hombre o una mujer que no es libre?
10.
¿Por qué el? ¿Por qué ella?
11.
¿Sólo hay una persona “hecha” para mí?
 

 

5. ¿Cómo vivir la diferencia?

Primero, con realismo. Hay diferencias: no son rígidas, cierto, tienen matices según la personalidad de cada uno, pero haberlas, las hay. Se es hombre o mujer en todo el ser y no solamente en el cuerpo. Cada una de nuestras células, sin excepción, contiene el cromosoma masculino o el femenino. Así pues, todo nuestro ser es sexuado.

En general, las mujeres tienen una inteligencia y una percepción de las cosas y de las situaciones más intuitiva que los hombres. También son más imaginativas. Normalmente los hombres tienen más facilidad para el razonamiento o, en todo caso, es más difícil que se dejen llevar por la imaginación.

Tomemos otro ejemplo, las mujeres tienen una afectividad, una sensibilidad y también una imaginación que determinan su forma de entender el amor. Para ellas, el físico es secundario. Por el contrario, para el hombre primero es todo lo físico y después la sensibilidad pero de forma menos inmediata.

Entonces, ¿cómo vivir la diferencia?

Precisemos. En primer lugar, es necesario ser conscientes de que la diferencia existe y de que se debe respetar. ¡Cuántas chicas no son en absoluto conscientes de que con su forma de vestir pueden perturbar a los chicos! Sin tener que ponerse un saco, se debe cuidar el vestir. No es obligatorio seguir la moda a rajatabla.

¡Y cuántos chicos no se dan cuenta de que los piropos que lanzan, sin pensar, pueden hacer que ciertas chicas se imaginen y se crean cosas como: “¡Creo que le gusto, hasta ha venido a sentarse a mi lado!”

La diferencia : Un don divino

En un plano más profundo, se debe interpretar la diferencia entre hombre y mujer como un don divino. Estamos hechos para conocernos, para amarnos. Para ayudarnos y apoyarnos mutuamente.

Es necesario educarnos en esta diferencia. Desarrollar nuestras cualidades propias para servir mejor a los demás está en nuestras manos. Es difícil, pero, ¿acaso no conocemos todos a algún chico/a que, por su comportamiento, su mirada, por lo que es, infunde un respeto amigable y nos transmite ganas de ser más generosos, sin ser, por tanto, “moralistas”?

 

6. Salimos juntos ¿Cuáles son los límites?

Sentirnos atraídos hacia otra persona puede ser una experiencia maravillosa, embriagadora. Cuando estamos con la otra persona sentimos una ternura que hace que nuestro corazón y nuestro cuerpo se estremezcan.

Este placer experimentado por la proximidad de alguien provoca el deseo de vivirlo aún más intensamente, de ir más lejos en la relación.

Ahora bien, darse la mano, besarse y tocarse ya es mucho. Todos estas muestras de cariño, de amor, nos comprometen el uno al otro. Nadie es de piedra, sean cuáles sean los sentimientos que se tengan.

Por eso, es importante preguntarse si los dos interpretan estas muestras de cariño de la misma forma : ¿es amor?, ¿simple placer ?, ¿necesidad de cariño?, ¿no nos comprometerán estos actos más de lo que creemos? Si hemos demostrado nuestro amor, si nos hemos entregado el uno al otro, ¿podemos saber aún verdaderamente y con claridad cuáles son nuestros sentimientos?

Esta relación de cariño es distinta de la que se vive en el matrimonio, donde la entrega total del cuerpo se convierte en un compromiso definitivo. Para vivirla de la mejor manera posible debemos fijarnos en la sensibilidad del otro, en como reacciona y aprender a dominarnos.

Podemos tener la tentación, sobretodo si nos conocemos desde hace mucho, de demostrar nuestro cariño de una forma más íntima. Pero debemos preguntarnos qué es lo que nos impulsa a hacerlo ¿nuestro cariño o lo que desea del otro?

Si nos sentimos verdaderamente atraídos el uno por el otro, ¿no será el momento de plantearnos el matrimonio? ¿Cuántos matrimonios que acabaron mal no hubieran sucumbido si el hombre y la mujer hubieran tenido tiempo de conocerse y de elegir a la pareja con plena libertad?

 

A pesar de que en nuestra sociedad la publicidad repita sin cesar las palabras “instantáneo” e “inmediatamente” y de que queramos tenerlo “todo y ahora”, debéis tener en cuenta que se precisa tiempo para construir una relación interpersonal entre marido y esposa y que la prueba del amor es el compromiso duradero.

(Juan Pablo II a los jóvenes de las Islas Mauricio,15 de octubre de 1989)

 

7. ¿Es realmente necesario ser dos para ser feliz?

Siempre podemos amar. El amor no pasa necesariamente por las relaciones sexuales. ¡Afortunadamente, existe el amor de la amistad!

Hay hombres y mujeres que renuncian al matrimonio. La causa no es el rechazo o el desprecio sino la respuesta a llamada del Señor para convertirse en testigos en el mundo de Su Amor. El Amor de Dios es lo primero y colma su corazón. Son los sacerdotes, los monjes, los religiosos... Pero hay también hombres y mujeres de ciencia, del mundo de la política, funcionarios que se consagran por completo a la llamada de Señor y que encuentran la felicidad en su entrega y en ser fieles a un ideal.

Renunciar al matrimonio por el Señor, no es una frustración. Quien responde a esta llamada puede realizarse plenamente como hombre o mujer y, por tanto, ser feliz.

Otros que hubieran deseado casarse, permanecen, sin embargo, solteros. Se trata de una situación difícil pero no insuperable. Pueden alcanzar la felicidad por otras vías a pesar de que no sean siempre fáciles de encontrar. Una posible forma de realizarse es abriéndose a los demás... Siempre es posible amar.

 

8. ¿Es legítimo que dos personas del mismo sexo se amen?

Se debe distinguir amistad e inclinación amorosa. Es evidente que puede existir amistad entre dos chicos o dos chicas. Tener un amigo, una amiga de verdad, forma parte de la existencia humana y es un bien precioso.

Se habla de homosexualidad cuando existe un sentimiento amoroso entre dos personas del mismo sexo. No estudiaremos aquí por qué y cómo puede suceder esto, pero destacaremos algunos puntos:

Estamos en un mundo que evita la diferencia porque tiene miedo de ella. Algunos pretenden que la unión de dos personas del mismo sexo es buena y que la homosexualidad puede ser una alternativa a la heterosexualidad (relación entre un hombre y una mujer). No es cierto. La verdad es que Dios ha creado al hombre y a la mujer diferentes para que puedan compartir esa diferencia, incluida la diferencia de su sexo, y para que de esta unión pueda surgir la vida. Cualquiera que sea el punto en el que nos encontramos es preciso reconocer la verdad, aferrarnos a ella o desearla con rectitud de corazón.

A parte de los grupos de presión homosexuales, que buscan por todos los medios que se reconozca una cultura y un modo de vida homosexual, la homosexualidad es, en general, una situación que no se ha elegido pero que se soporta y vive dolorosamente. A la vergüenza y a la humillación cabe añadir la inquietud: ¿Seré anormal? ¿Qué futuro me espera?... La persona se siente culpable, diferente de los demás, se encierra en una soledad que le separa de su prójimo y de la vida. La inquietud suscita a menudo inestabilidad. “De todas formas, es incurable, no tengo futuro, no hay esperanza”, se piensa.

Es importante no confundir diferentes situaciones: Una homosexualidad activa habitualmente no tiene nada que ver con una tendencia pasajera en la adolescencia, que no es tan extraña. Ésta es fruto de la inmadurez afectiva, de la ausencia de modelos adultos y del aislamiento propio en este periodo de la vida. En general se resuelve sin más, aunque deje secuelas en la memoria.

En algunas personas puede existir una tendencia homosexual permanente, es decir, una atracción predominante y exclusiva hacia alguien del mismo sexo, que parece remontarse a no se sabe cuándo y enraizarse en lo más profundo de la persona. Esto puede seguir siendo una tendencia, a lo mejor fuerte, pero sin consecuencias. El paso a una homosexualidad activa es lo que constituye un cambio cualitativo pues se entra, por vez primera, en un engranaje en el que se entremezclan, a la vez, culpabilidad y complacencia debida al placer.

No se es responsable de los sentimientos y pulsiones, se es responsable de los actos. No se es culpable de las malas tendencias, pero un mal acto sí puede suscitar una verdadera culpabilidad. Cuando el acto es malo en si, lo mejor es afrontarlo con sinceridad pero eso no quiere decir que la persona sea mala. ¿Quién se erigirá en acusador de sus hermanos?

Hay una esperanza, porque hay una libertad. Es cierto que la carga es difícil de llevar pero no nos podemos identificar con ella. Mi ser profundo no puede reducirse a una tendencia, ni tan sólo a una práctica. “Yo no soy” sino que “tengo tendencias...”

En todo hombre, la capacidad de amar y de entregarse es mucho más profunda que las orientaciones y bloqueos. Dios me ayuda a seguir adelante incluso cuando me siento desesperado y marginado o cuando intento quitar importancia a la situación o considerarla normal. Me tiende la mano para que me levante, para que salga de la situación.

Pero muchas veces es difícil responderle. La causa son los miedos que llegan a tomar proporciones serias debido al desprecio que se siente por uno mismo, a la incertidumbre respecto a los cambios o a la presión de ciertas personas. Subestimo la capacidad de resistencia de mi voluntad y me doy por vencido de antemano. Pero Dios no se deja vencer por nada, ni por mi resistencia.

 

9. ¿Es posible la felicidad con un hombre o una mujer que no es libre?

Según dicen, el amor es ciego ¿Qué pasa, entonces, si te atrae alguien que no es libre? ¿No es más importante la felicidad que las reglas sociales?

En un caso así, es mejor no dejar que la atracción se convierta en pasión. El amor no viene determinado por un destino ciego que decide. Siempre se puede escoger. El verdadero amor es aquél en el que puedo aceptar con toda libertad y felicidad la atracción que siento.

Un casado/a que quiera seducir a un chico o a una chica, ¿creéis que puede dar realmente lo que el amor promete?

¿Tengo derecho a destruir un matrimonio, una familia y a convertirme en juez, diciendo simplemente que “no era feliz con ella”? ¿Voy a construir esta nueva relación a costa del sufrimiento de los hijos del otro? ¿Qué podré prometer a los futuros hijos que pueda tener?

Una relación en que se haya hipotecado la felicidad será por fuerza dolorosa. Además, a menudo, se intentará justificar ante los demás y ante uno mismo, una situación que desde el principio ya no era normal.

 

10. ¿Por qué el? ¿Por qué ella?

Cuando vemos a dos personas que parecen amarse profundamente a menudo nos decimos que, después de todo, es normal porque se parecen o porque les gustan las mismas cosas o porque han estudiado juntos, etc. En otras palabras, parece que se pueda explicar el amor entre dos seres por este o aquel vínculo que les acerca o por una razón determinada (“la quiero porque es bonita” o “lo que me gusta es su sentido del humor ”, o bien, “tiene buen corazón”, “nos complementamos tan bien”, etc.)

No obstante, esta aparente explicación no da respuestas a nada; hay muchas otras personas con buen corazón o buen humor o que son guapas...

De hecho, el amor tiene una parte de misterio, un misterio que afortunadamente es imposible de explicar o de crear voluntariamente o de prever. La razón es que el amor tiene que ver con la parte más profunda de nuestra persona, con la más individual.

Un amor auténtico puede “utilizar” las cualidades del otro/a (su humor, su apariencia, las cualidades de su corazón... ) para que las dos personas crezcan y se acerquen pero también para asumir los defectos y limitaciones humanas. La capacidad del amor para ir más allá de la seducción es, por otra parte, un buena forma de probar la profundidad de la relación que, misteriosamente, depende de la propia persona.

Entonces: ¿Por qué él?, ¿por qué ella? La única “explicación” verdadera es responder como Montaigne cuando le preguntaron sobre su amistad con La Boétie: “porque es él, porque soy yo”.

 

11. ¿Sólo hay una persona “hecha” para mí?

La pregunta es, a la vez, un sueño y una inquietud. La persona con quien estoy, ¿estará realmente hecha para mí?, ¿existe la persona de mis sueños? Y si existe, ¿cómo voy a reconocerla?

Estas cuestiones son casi inevitables. Cuanto más conocemos al otro, más cualidades descubrimos en él, pero también más defectos. Nos damos cuenta, también, de que se trata de un compromiso absoluto, definitivo ¿Y si me estuviese equivocando?, ¿y si no fuera él o ella?, ¿y si nos ciega la pasión y una vez casados nos damos cuenta de que nos hemos equivocado?.

Tenemos tendencia a imaginarnos al hombre o a la mujer ideal: debe ser así, tener tal aspecto y tal carácter y, sobretodo, ¡no debe ser así ni asá! Muchas veces, en lugar de aceptar al otro tal como es o aprender a conocerlo, buscamos en él/ella el ideal que nos hemos imaginado.

Para darse cuenta de que se está hecho el uno para el otro hay que darse tiempo para conocerse bien: compartir lo más profundo de nuestro corazón, aceptar que el otro sea diferente, etc. También es bueno plantearse juntos ciertas cuestiones: ¿seremos capaces de superar la rutina de la vida cotidiana?, ¿podremos afrontar juntos los grandes problemas de la vida?, ¿nos amaremos lo suficiente para soportar nuestros defectos?.

Sólo si somos conscientes de todo esto, podremos elegir con total libertad y decir: sí, es con él o con ella con quien quiero pasar mi vida, tener hijos, crear una familia. Sólo entonces la elección de nuestra pareja, que supone un compromiso total y definitivo, se realizará con la confianza y esperanza necesaria.

Sin embargo, a veces hay que saber cortar una relación si se llega a la conclusión de que no se está hecho el uno para el otro, de que no se podrán superar las diferencias sociales, culturales, de edad, de caracteres o si no se aceptan las limitaciones del otro, etc. No se puede dar el paso del matrimonio por razones tipo: “yo quería casarme a toda costa y tener hijos”, “todo se arreglará una vez casados”, “le gustaba a mis padres”, etc. No se debe ceder ante la presión social y familiar, se debe superar la tendencia a idealizar al otro, a convertirle en un sueño y no sucumbir a la dependencia sexual que se crea rápidamente.

Pronunciar el “sí quiero” es una decisión que afectará a toda nuestra vida, a la de nuestra pareja y a la de los futuros hijos. Por esta razón, podemos decir que el matrimonio, si bien es punto de partida para la vida en común, es también el mar donde desemboca el discurrir de nuestra vida de pareja, un camino en el que nos damos cuenta de que estamos hechos el uno para el otro