Autor: André Fossion del Lumen Vitae | Fuente: ISCA
La reestructuración de la catequesis en tiempo de
crisis
La presión de la vida y las nuevas circunstancias han hecho surgir en la práctica nuevas modalidades de organización de la catequesis, particularmente en lo que tiene que ver con las personas adultas
Desde hace unos cuarenta
años, la catequesis se ha constituido en un campo muy notable de innovación,
experimentación y creatividad. La presión de la vida y las nuevas
circunstancias han hecho surgir en la práctica nuevas modalidades de
organización de la catequesis, particularmente en lo que tiene que ver con las
personas adultas. El magisterio de la Iglesia universal, por su parte, se ha
mostrado muy comprometido con la renovación de la catequesis. Recordemos
algunos momentos de sus intervenciones: la publicación del Directorio
Catequético General en 1971, el Sínodo de los obispos sobre la catequesis en
1977, la exhortación apostólica Catechesi Tradendae en 1979, el Catecismo de
la Iglesia Católica en 1992, la publicación del nuevo Directorio General para
la Catequesis en 1997. Por lo tanto, se puede afirmar que, desde el final del
Concilio Vaticano II, la catequesis ha entrado en una fase de reconstrucción,
tanto si se considera el nive l de base, como si se tienen en cuenta los
pastores.
Esta extraordinaria creatividad de la catequesis, sin
embargo, ni asegura nada, ni se puede mirar con actitud triunfalista. En
realidad, ésta es la contraparte de la profunda crisis que afecta la
transmisión de la fe en nuestros días. En efecto, la catequesis se ha visto
forzada a inventar, teniendo como trasfondo la crisis global de la iniciación
cristiana en la actualidad. En concreto, lo que está haciendo crisis es el
sistema catequético destinado a los niños y a los adolescentes, quienes se
inscriben a una determinada edad para prepararse sucesivamente a la primera
comunión, a la profesión de fe o a la confirmación. Este sistema consiste
esencialmente en la preparación a los sacramentos mencionados, los cuales, por
demás, se perciben como la conclusión de la catequesis. Este proceso
catequístico en crisis está organizado en el ritmo escolar anual, en lugar del
litúrgico, y propone el mismo esquema para todos. La pre paración
presacramental se le confía a un grupo de catequistas y se desarrolla, por lo
general, sin tener en cuenta el conjunto de actividades de la parroquia y de
la vida comunitaria. Aunque este clásico sistema de catequesis esté dando
todavía algunos frutos, adolece de crecientes dificultades, no sólo en razón
de sus limitaciones, sino, sobre todo, debido a su progresiva inadecuación a
la evolución sociocultural de la sociedad, lo cual está generando una crisis,
cuyos síntomas nos son bien conocidos: disminución constante de niños
catequizados, abandono frecuente después de la recepción de los sacramentos,
falta de motivación de los padres, folclorización de los ritos religiosos de
paso, dificultad para encontrar catequistas, envejecimiento de los mismos,
problemas de inserción de los jóvenes en las comunidades, etc.
Es en este contexto de crisis donde un nuevo paradigma
de la catequesis está surgiendo. Yo quiero precisarlo, enumerando aquí cuatro
retos, y por ende cua tro tareas fundamentales para la catequesis del mañana.
Las propuestas que voy a presentar me parecen realistas y abordables. Ante
todo, porque ya se están gestando sobre el terreno; y porque están haciendo
evolucionar las cosas sin revolucionarlas. Estas cuatro propuestas se
caracterizan por construir y mantener vínculos de humanidad que pueden
revelarse como otros tantos lugares de la experiencia de Dios. De esta forma
se busca establecer relaciones entre las personas, entre las generaciones, con
el medio ambiente sociocultural, al tiempo que se invita a reconocer en
nuestras alianzas humanas el lugar de nuestra alianza filial con Dios.
1. El reto de la comunidad. Por una catequesis
permanente de las comunidades orientada hacia la proclamación de la fe
pascual.
Esta primera propuesta me parece ser el fermento
principal de toda renovación catequética actual. Consiste en considerar que
las comunidades, como tales, son las destinatarias de la cateq uesis. El
Directorio Catequético General de 1971 ya lo destacaba: "En la actividad
pastoral, la catequesis es una forma de acción eclesial que trata de llevar a
la madurez de la fe tanto a las comunidades como a los individuos" (§21). Y
agregaba: "La catequesis se dirige a la comunidad sin olvidar a los fieles en
particular" (§31). En esta misma línea, el nuevo Directorio General para la
Catequesis de 1997 establece: "La atención a cada una de las personas no debe
hacer olvidar, sin embargo, que la catequesis tiene como destinataria a la
comunidad cristiana, en cuanto tal, y a cada uno de sus miembros en
particular" (§168). Y Monseñor Ricard, al finalizar la Asamblea plenaria anual
del episcopado francés en Lourdes, en noviembre de 2004, reclamaba -cito
textualmente- "propuestas catequéticas comunitarias dirigidas a todas las
generaciones" . Lo que está en juego, precisaba, es que las comunidades
"ofrezcan a todos un medio portador de la fe, una inserción, una inmersión en
la expresi ón de la fe y la oración de la comunidad cristiana".
Afirmar que la comunidad es destinataria de la
catequesis constituye un desplazamiento considerable con relación a las
representaciones y prácticas habituales. Esta afirmación es una invitación a
superar una catequesis que se limita a los niños y a los adolescentes, para ir
hacia una catequesis que se extienda a la comunidad como tal. En realidad, se
trata de establecer fórmulas catequéticas comunitarias y, por lo tanto,
intergeneracionales, sin restricciones, abiertas a todos los miembros de la
comunidad, sea cual sea su edad. En este sentido, el punto clave de la
catequesis del mañana consiste en crear un tejido comunitario fraternal,
catequizado y catequizante, que una a las distintas generaciones.
¿Pero cómo concebir en la práctica esta catequesis
para las comunidades? Aludo aquí a dos posibles mediaciones: la comunidad
puede valerse del ciclo litúrgico para desplegar todas sus virtualidades
catequéticas y elegir un tema para desarrollar a lo largo del año.
El ciclo litúrgico constituye para la catequesis de la
comunidad el punto de apoyo esencial. El ciclo litúrgico es, de hecho, una
narración de la historia de salvación; una narración que "la representa", lo
que literalmente quiere decir, "ponerla en escena", "volverla presente". En
otras palabras, el ciclo litúrgico nos invita a participar como protagonistas
en esta historia de salvación, de forma que nuestra propia historia se
convierta en una historia santa. Desde este punto de vista, la catequesis de
la comunidad valorará todas las potencialidades catequizantes del ciclo
litúrgico. No se trata, por supuesto, de transformar nuestras liturgias en
catequesis largas y locuaces, sino de actualizar, de distintas maneras, en
distintos tiempos y lugares, y para toda la comunidad, las virtualidades
catequéticas que ofrece la liturgia.
La comunidad también podría elegir un tema para cada
año. El tema escogido se profund izaría a lo largo del ciclo litúrgico
mediante un conjunto de medios y actividades que reclamarían la constante
atención de toda la comunidad. Estos medios pueden incluir "tiempos fuertes"
en los que se invite a la comunidad a reunirse durante una mañana, una tarde o
un día entero para un tiempo de reflexión, de convivencia y celebración.
También podrían realizarse ciclos de conferencias o grupos de reflexión en
torno a la temática elegida; o bien un peregrinaje, una marcha comunitaria,
una exposición artística, carteleras en la iglesia, una selección de textos
para la lectura, etc.
Estas actividades ofrecidas a todos y para todos los
miembros de la comunidad a lo largo del año litúrgico, estarán orientadas
hacia la proclamación de fe de la comunidad durante la vigilia pascual y en el
día de Pascua. Desde este punto de vista, la catequesis de la comunidad está
completamente orientada hacia la maduración de la fe pascual y hacia su
proclamación solemne durante la vigilia p ascual.
Como es obvio, y por motivos perfectamente legítimos,
no todos los integrantes de la comunidad participarán en todas las iniciativas
de catequesis comunitaria que se programen. La participación, por principio,
será libre y necesariamente variable de acuerdo con las personas, los momentos
y las propuestas concretas. Pero lo fundamental no radica en la cantidad, ni
mucho menos en dividir la comunidad en bandos de ritmos diferentes. Por el
contrario, el objetivo consiste en poner la comunidad en movimiento para el
provecho de todos y todas, y en beneficio de la dinámica de conjunto. Las
comunidades así catequizadas se convertirán en células cada vez más
catequizantes, es decir, en comunidades maduras en la fe, conscientes de su
responsabilidad catequética, capaces de apoyar el despertar de la fe de los
niños y las niñas; de los jóvenes y adultos que se les acerquen o con quienes
se relacionen.
2. El desafío de la diversidad. Por una catequesis
diversif icada que ofrezca variados caminos para avanzar en la fe.
Esta segunda propuesta está en estrecha conexión con
la primera, ya que las fórmulas de catequesis comunitaria favorecen, al mismo
tiempo, la aparición de catequesis específicas y diversificadas, y éstas, a su
vez, enriquecen la catequesis comunitaria.
Esta diversificación de la catequesis es en la
actualidad una necesidad ineludible, impuesta por las circunstancias. El
caminar de la gente, su medio de vida, sus raíces culturales o étnicas, sus
cuestionamientos y aspiraciones son tan variados, que hoy es imposible
proponer un itinerario único. Esta afirmación es válida, tanto en el caso de
los adultos como de los niños. Se observa, por ejemplo, cómo algunos adultos
se presentan actualmente para ser confirmados, o aún más, para redescubrir la
fe de una manera nueva. Igualmente sucede con los niños o adolescentes que
tienen antecedentes familiares, culturales y religiosos muy distintos, quienes
llegan e n número creciente a la catequesis sin ser bautizados. Por esta
razón, bien sea para los unos o para los otros, es necesario crear itinerarios
específicos adaptados a cada situación.
Por eso, las actuales comunidades cristianas deben
enfrentar el reto de implementar fórmulas catequéticas variadas, que se
acomoden lo mejor posible a las condiciones y a las aspiraciones de las
personas, siempre con un espíritu de servicio. La cuestión, en efecto, no
consiste en "conformar" a la gente con un modelo establecido de la fe, sino en
ofrecer una organización con variadas alternativas, en la que todos puedan
moverse, y donde encuentren apoyo para crecer y caminar libremente en la fe.
Desde esta perspectiva se pueden distinguir varios
ejes de diversificación de las propuestas catequéticas.
Existen catequesis que varían según su funcióndespertar,
iniciación, reiniciación o maduración. Las catequesis del despertar y de la
iniciación, como en el catecumenado, po r ejemplo, se sitúan allí donde la
adhesión de fe y la inserción en la comunidad cristiana toman forma. Las
catequesis para recomenzar o reiniciarse se ofrecen a las personas que desean
redescubrir la fe de otra forma, de manera nueva. Las catequesis de maduración
van dirigidas a los cristianos seguros de su fe para que puedan profundizarla.
Profundización que, destaquémoslo, consistirá a menudo, debido al actual
contexto cultural, en la reconsideración de las cuestiones fundamentales, a
partir de las cuales resurge la fe con más vigor y sentido .
Hay catequesis que varían según las dimensiones de
la vida cristiana (creer/celebrar/vivir; fe/esperanza/caridad) Algunas
catequesis, en efecto, se centran más en la inteligencia de la fe en relación
con temas o asuntos culturales (grupos bíblicos, ciclos de conferencias o
formación). Otras se centran más que todo en la liturgia y en los sacramentos,
según las circunstancias de la vida. Otras se concentran más bien en la ética,
en los valores del Reino y en la acción en el mundo teniendo en cuenta los
retos por la humanización de la sociedad.
Hay catequesis que varían según la sensibilidad
personal Así se pueden distinguir catequesis que trabajan la fe a partir
de distintas dimensiones: cultural, emocional, comunitaria o ética . En el
campo cultural, por ejemplo, pienso en las catequesis que están en relación
con actividades artísticas: corales, talleres de arte cristiano.
Hay catequesis que varían según las modalidades
técnicas y organizativas catequesis por grupos de edad o
intergeneracionales; catequesis individuales, en pequeños o en grandes grupos;
catequesis de corta o de larga duración; catequesis locales o en red, etc. Hay
catequesis que tienen lugar en sitios eclesiales muy conocidos y catequesis
que se llevan a cabo en lugares donde se desenvuelve la vida social o
familiar. Hay catequesis que se realizan al ritmo de las fiestas eclesiales y
otras que se desarrollan paralelas a los acontecimientos de la vida social o
familiar.
A cada comunidad parroquial le corresponde trazar su
camino, teniendo en cuenta las posibilidades expuestas. Seguramente una
comunidad no podrá hacerlo todo; pero, en la medida de lo posible, puede
asociarse con otras comunidades para constituir conjuntos más extensos que
puedan ofrecer alternativas catequéticas más variadas y mejor organizadas.