Ratzinger, padre de la Iglesia
Escrito por el Cardenal Julián Herranz
viernes, 05 de noviembre de 2010
EL Papa peregrina a Santiago de
Compostela. Benedicto XVI manifiesta también con este viaje su sintonía
espiritual con el Apóstol: «De Santiago el Mayor podemos aprender muchas
cosas: la rapidez en acoger la llamada del Señor, también cuando nos pide
abandonar la “barca” de nuestras seguridades humanas, el entusiasmo siguiendo a
Cristo por los caminos que Él nos indica, la disponibilidad para testimoniarlo
con valentía». (Discurso, 21-VI-2006).
Son rasgos apostólicos que
resumen bien el ministerio pastoral de este moderno Padre de
El primero se refiere a
la interpretación del Concilio Vaticano IIy a
la llamada «crisis postconciliar». Fue un periodo de dramática confusión en
amplios sectores eclesiales: tendencias a «actualizar» la teología marginando la
divinidad de Cristo, interpretación temporalista del mensaje evangélico de
salvación con reducción socio-política de la misión de
A esas dos posiciones
contrapuestas se opuso y se opone decididamente Joseph Ratzinger, primero como
Cardenal en 1985 con el famoso «Informe sobre
No tanto de san Basilio, el
monje-obispo de Capadocia, sino más bien de san Agustín —que con su
Ciudad de Dios desvinculó el destino del
Cristianismo del destino político-cultural del decadente imperio romano—
procedió la claridad con que Joseph Ratzinger afrontó otro gran desafío.
Fue el 18 de abril del 2005. En
la homilía de la misa que precedió el Cónclave, refiriéndose al
degrado cultural y moral en amplios
sectores sociales, nos dijo a los cardenales: «¡Cuántos vientos de doctrina
hemos conocido en estos últimos decenios!, ¡cuántas corrientes ideológicas!
(...) A quienes tienen una fe clara, según el Credo de
Así, mientras que Juan Pablo II
se opuso especialmente a la «utopía totalitaria» de la justicia sin libertad,
propia del comunismo y del nazismo, Benedicto XVI se opone a la «utopía
relativista» de la libertad sin verdad, es decir, sin valores y verdades
objetivas que tutelar. En el contexto socio-político esa actitud es signo de
decadencia cultural y antropológica, pues «una democracia sin valores», a la que
el relativismo hace «perder la propia identidad», es una democracia decadente,
que puede fácilmente «degenerar en totalitarismo abierto o insidioso» (Discurso,
1-X-2005).
Pero Ratzinger, como los Padres
de
Por eso, sin «hacer política»,
propone un tipo de sociedad en la que la armonía entre fe y razón sea la medida
del verdadero humanismo, y donde un sano concepto de laicidad —que respete la
dignidad de la persona y sus derechos inalienables, entre ellos la libertad
religiosa de culto y de conciencia— permita superar el
fundamentalismo laicista, hostil a la relevancia familiar, cultural y
social del Cristianismo y, en general, de la religión.
Del fundamentalismo laicista al
fundamentalismo islámico, tercer desafío con el
que Benedicto XVI se ha enfrentado de modo dialógico y constructivo en el famoso
discurso en
Su repetida afirmación de que
«no actuar según razón es contrario a la naturaleza de Dios» y que «toda
religión ha de respetar la dignidad del hombre» ayuda a comprender que el acto
de fe ha de ser un acto razonable y libre, nunca impuesto por la violencia: ni
por la violencia física del terrorismo ni por la violencia de leyes civiles que
no respeten la libertad de culto y de conciencia.
En el fondo, se trata del
encuentro «entre fe y razón, entre auténtica ilustración y religión», y de
entablar un diálogo entre cristianos y musulmanes que se realice desde el mutuo
respeto de la dignidad personal, que ayude a promover valores comunes como la
paz y la vida humana y a «oponerse a la dictadura de la razón positivista que
excluye a Dios de la vida de la comunidad». Interceda el Apóstol Santiago.
JULIÁN HERRANZ ES CARDENAL
DE