Jesús
y María,
los más populares
Ángel de la Parte
Jesús siempre tuvo como interlocutor a la gente sencilla. El pueblo
entendía sus palabras y era el destinatario
privilegiado de sus gestos.
El mensaje cristiano se arraiga en la gente corriente desde sus inicios.
María, a su vez,
juega en la piedad popular un papel
central de figura de creyente, reina
y madre.
Jesús,
cuando inicia el recorrido de su predicación se encuentra con una
religiosidad especialmente popular y dirige sus principales mensajes a
esas gentes que «andaban como ovejas sin pastor», que están viviendo
su experiencia religiosa en la sencillez.
La invitación hecha por Jesús a formar comunidad con Él se dirige a
personas muy sencillas y envueltas en las tareas más comunes. Al
principio son pescadores del lago de Galilea. Cierto que Jesús no es
excluyente a la hora de seguirle, y que más tarde se le acercarán
otras gentes de diferente situación social. Pero sí podemos concluir
que los fieles seguidores, quienes se sienten más inquietos a su paso
son las gentes sencillas del pueblo, personas que no tienen adscripción
religiosa, personas que no forman parte de los grupos establecidos,
muchas veces excluyentes. Personas, en fin, muy marginadas por la religión
oficial: pobres, enfermos, pecadores...
Repasando los textos evangélicos en los que se nos narra la vida y la
predicación de Jesús nos encontramos con personajes singulares que
acuden a él desde los planteamientos más sencillos. Jesús únicamente
les reclama la fe para ser curados de sus enfermedades y pecados. Otros,
llegan a él con una fe sorprendente (el centurión, la hemorroisa...).
Las gentes sencillas son miradas por Jesús como un modelo de
religiosidad en contraste con la religiosidad de los fariseos, son la
viuda que echa lo poco que tiene en el cepillo del templo, el publicano
que humillado no se atreve a levantar su cabeza frente a la soberbia del
impecable fariseo...
Me quiero fijar en un texto que por su significación me parece
revelador de este atractivo popular del mensaje de Jesús. Me refiero a
la multiplicación de los panes y los peces (Mc 6,30-44). Una masa
popular se reúne en torno a Jesús.
El texto es importante, prueba de ello es que los cuatro evangelistas
relatan este momento. Hay coincidencia en la casi totalidad de los
detalles. Nosotros no vamos a entrar en el análisis exegético y su
significado visto a la luz de la Resurrección. Únicamente me quiero
detener en el hecho sociológico que envuelve este texto de la
multiplicación: multitud, gentes sencillas, hombres, mujeres y niños.
Jesús y los apóstoles se sorprenden cuando la multitud que les ha
seguido les espera en tierra. Su programa era descansar, pero mucha
gente ha seguido su recorrido y quieren estar cerca de Jesús. Él se
conmovió al ver el entusiasmo de aquella gente. Se olvidó de sus
deseos de soledad. Aquella gente llena de curiosidad, quizá de egoísmo
por ser sanados, también tenía un deseo limpio de encontrar una verdad
y un amor. Eran realmente «como ovejas sin pastor» (Mc. 6,34).
Jesús
no echaba discursos,
conversaba
Jesús les habla del reino de Dios (Lc. 9,11). No se fatigaba de
anunciar ese Reino y la gente no secansaba de escucharle. Era el sueño
de todas sus vidas. Hablaba, además, con un tono tan sencillo que todos
le entendían. Jesús no echaba discursos, conversaba. No exponía altísimas
ideas abstrusas, iluminaba sus pequeños problemas de cada día. Y ni Él
ni sus oyentes se dieron cuenta de cómo pasaba el tiempo. Lo cierto es
que se hizo tarde. El día comenzaba a caer y Jesús enfrascado en las
cosas de su Padre se olvidaba o parecía olvidarse de lo material.
Lo que sucedió después ya lo conocemos. El mensaje fundamental es que
multiplicar los panes no fue una grandiosa maravilla, fue un símbolo
anuncio de una verdad: Dios ama al hombre hasta el punto de estar
dispuesto a hacerse comida, hasta convertirse en su diario alimento.
La
religiosidad popular después de la historia de Jesús
La muerte y la resurrección de Jesús marcan un nuevo ritmo en la
experiencia religiosa de los apóstoles y primeros seguidores del
Maestro.
Aquel pueblo entusiasmado por la multiplicación de los panes y los
peces y por la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén, ha sido también
testigo de la muerte en cruz de Jesús. Los discípulos están
confundidos con todo lo que está pasando. No se explican la muerte del
amigo, no acaban de creerse lo de la resurrección hasta que no se lo
hace entender el Espíritu Santo.
Pentecostés marcará este nuevo ritmo de continuidad con la predicación
de Jesús y de construcción de una comunidad viva en torno al
Resucitado. Los Hechos de los Apóstoles nos relatan que eran muchos los
que cada día se sumaban al grupo de los seguidores de Jesús.
Pero siempre era la gente sencilla la que acudía a escuchar a los Apóstoles.
El gran apóstol Pablo, perseguidor del naciente cristianismo, se
convierte en el más fiel seguidor de Cristo. Su misión se concreta en
la creación de comunidades. Sabemos que muchas de ellas, estaban
formadas por gentes comunes. Son aquí también, en estas comunidades
paulinas, las gentes corrientes las que recogenel mensaje de Pablo. Y no
será pequeña la sorpresa de Pablo en el Areópago. Aquellos
intelectuales helenos, que tenían monumentos dedicados a todos los
dioses, no querían escuchar al Apóstol cuando les habla del «Dios
desconocido».
son,
sobre todo,
los sencillos de corazón quienes pueden entender con toda su
profundidad
el contenido del Reino
Esta va a ser la historia de las primitivas comunidades cristianas
perseguidas en Roma. Están formadas por personas que encuentran en
Cristo respuestas a sus inquietudes. Este movimiento se extenderá a lo
largo de todos los tiempos. Por supuesto que el mensaje evangélico es
universal pero son principalmente las gentes del pueblo llano son
quienes más se detienen ante el menaje de Jesús.
Son, sobre todo, los sencillos de corazón quienes pueden entender con
toda su profundidad el contenido del Reino. Van a ser los publicanos y
las prostitutas quienes están llamados a preceder la llegada al Reino
de los cielos. Son los protagonistas de las bienaventuranzas: los que
lloran, los que sufren, los perseguidos... los destinatarios últimos
para ser los primeros en el Reino.
Este contenido popular de la fe como respuesta a unas inquietudes y
necesidades vitales siempre ha estado y permanece en mucha gente, a
veces, aunque esta gente esté un poco situada fuera de la eclesialidad
o no en plena continuidad con las directrices de la misma.
Piedad
popular en torno a María
¿Cómo vive el pueblo su relación con María? ¿Qué quiere decir
cuando llama "reina" a María? ¿Existe alguna relación entre
la religiosidad popular y la teología?
Reina es un símbolo con el que hablamos de María y trasmitimos lo que
fue y lo que significa para muchos creyentes. Este símbolo ha entrado
en la religiosidad popular. Recoge bien lo que el pueblo ha querido
decir, contar, trasmitir y referir a María y de María. Con este símbolo
de reina el pueblo le demuestra a María cariño, dependencia,
entrega. dedicación y servicio.
La fuerza religiosa de la figura de María es tan grande que se ha dicho
que «es el símbolo cultural más potente y popular de los últimos dos
mil años del occidente cristiano» (A. Greely).
En muchas ocasiones se establece una gran distancia entre los símbolos
y títulos referidos a María en la piedad popular y los usados en la
liturgia y en la Biblia.
La piedad mariana ha sido y es un fenómeno universal que ha existido a
lo largo de toda la historia de la Iglesia. La teología tiene hoy en
cuenta este fenómeno y le corresponde analizarlo adecuadamente. Lo
cierto es que en la religiosidad popular fe y vida se encuentran y se
interrelacionan. Al pueblo no se le puede impedir que exprese su fe en
un lenguaje que le sea familiar y sencillo.
al
pueblo no se le puede impedir que exprese su fe en un lenguaje popular
y sencillo
Muchas
veces esto no lo posibilita una liturgia demasiado empeñada en
encasillar hasta la misma espontaneidad.
La religiosidad popular tiene la consistencia, la simplicidad de quien
posee una fuerza especial para resistir frente al relativismo religioso
y el pluralismo, cuando es demasiado desintegrador, de la sociedad
moderna.
No hay duda de que existe una piedad popular mariana y ésta ocupa un
lugar privilegiado en la piedad popular. Ésta incluye creencias,
actitudes básicas y expresiones en relación con María. Con ellos el
pueblo logra vivir y expresar su relación con María de una manera
sencilla y profunda a la vez. Vivencia en la que tiene importancia la
dimensión comunitaria y participativa. La piedad popular expresa su fe
de acuerdo con sus posibilidades de sentir, percibir y captar el
misterio de María en profunda relación con su religiosidad histórico-cultural.
Sus manifestaciones religiosas tienen indiscutibles valores aunque no
falten algunas impurezas y deficiencias.
El pueblo conecta bien en su expresión religiosa con María, con esta
María del Magnificat que forma parte del mismo, que está con
los pobres y desde ellos, con todos. Prefiere a algunos sin rechazar a
nadie. Justamente por estas características de mujer sencilla, humilde,
el pueblo la proclama «reina», que es sin duda uno de los mejores símbolos
que podemos usar para llamar a María.
Afirmar que María es Reina significa: afirmar una dimensión de
comunión y de relación con Cristo Rey. Para comprenderlo bien hay que
entrar en la perspectiva de la historia de la salvación, historia en la
que María ocupa el puesto de creyente, de madre de Jesús, de seguidora
de Jesús, de asunta al cielo... coronada como reina y señora de todo
lo creado.
María hace popular la piedad y hace que surja una fe muy viva en la
religiosidad del pueblo.
María es memoria del pueblo porque hay en ella un estilo y un comportamiento muy humano y materno
¿Cuáles son las motivaciones por las que el pueblo cristiano en su
religiosidad alimenta este símbolo de María reina?:
María reina aparece como el símbolo de una presencia
protectora, viva, constante, misericordiosa, maternal. Está lista a
responder a las necesidades concretas, que hay en este valle de lágrimas
y a escuchar las súplicas. El pueblo hace de esa mujer un «tú»
personal y vivo. A este pueblo María le lleva a lo que más necesita: a
vivir, a hacer fiestas, procesiones, romerías, a disfrutar, a
convertirse, a perdonar, a amar... para eso el pueblo mira con los
ojos del corazón y escucha con los oídos del alma (G.
Agostino).
María es memoria del pueblo porque hay en ella un estilo y un
comportamiento muy humano y de madre.
María despierta ciertas actitudes en el pueblo creyente que están en
el origen de las auténticas expresiones de la piedad.
Confianza. Misericordia y perdón. Ella nos ayuda a descubrir el auténtico
rostro divino de la gracia, el amor misericordioso. Por su intercesión
nos llega la misericordia del Señor. Cercanía. María es cercana a
todos y llega a cada uno. Belleza. El pueblo quiere ver bonita y bella a
María. Quiere que su casa, santuario, capilla estén limpios. Bien
ordenados. La quiere contemplar hermosa.
Todas estas actitudes se expresan de las maneras más diversas. A través
de las distintas actividades aflora la espontaneidad. Lo que se siente
tiene que ser expresado y compartido.
La piedad popular se hace lenguaje y lenguaje variado. Lenguaje con el
que se pide perdón, se alaba, se dan gracias y todo esto se expresa con
poesía, leyenda, cantos, ritos, bailes, costumbres...
Todo esto es lo que se expresa en las fiestas en torno a María, en las
peregrinaciones a los santuarios marianos, en las procesiones con la
imagen de María, en los gestos oblativos: votos, promesas, exvotos,
mandas, cambios significativos de vida... En la coronación de las imágenes
de María, en la dedicación y consagración mariana, en las expresiones
artísticas.
La piedad popular es un fenómeno religioso complejo e importante. Lo más
significativo es que en él hay adhesión profunda de fe, encarnación y
manifestación de esa fe en la cultura y una raigambre profunda de esa
fe en el corazón. En este encuentro radica y ha radicado siempre el
acierto de la piedad popular. En la piedad popular hay encuentro entre
la fe y la cultura.
Lo fundamental está en integrar bien la piedad popular con la liturgia.
La piedad popular se mueve con imágenes y la liturgia con signos. La
piedad popular es más sencilla y cercana a la gente; la liturgia es más
precisa en sus mensajes y más solemne en su desarrollo. Ambas tiene
lenguajes complementarios.
Para entender esta religiosidad popular en torno a María se necesita,
sobre todo, entrar en ella y vivirla. Se precisa, como nos cuenta el
cardenal Marty, fruto de su misma experiencia, «tomarse un poco de
tiempo, ir como un fiel más a Notre Dame, encender un cirio, rezarle un
Ave María de rodillas y mirando el rostro de Nuestra Señora». La
piedad popular produce serios cambios en nosotros y lo hace por medio de
la fuerza interna que tiene.
Angel de
la Parte es director de la escuela de formación
teológica Regina Apostolorum